Un viejo enigma arqueológico que tiene de cabeza a los científicos… ¿cómo consiguieron pueblos ancestrales como los incas encajar ciclópeos bloques pétreos en sus monumentales construcciones, con perfección insuperable? ¿Acaso eran artificiales, los prefabricaban o… como dicen algunas leyendas, conocieron una técnica secreta para «ablandarlas» y acomodarlas a voluntad,como si fueran de barro?
Autor: Carlos Gamero Esparza
Artículo publicado en Revista Vivat Academia, numero 46, Junio 2003
«A Hiram Bingham le contaron sobre la existencia de una planta con cuyos jugos los incas ablandaron las piedras para que pudieran encajar perfectamente. Hay registros oficiales sobre esta planta, que incluye a losprimeros Cronistas españoles. Después comprobaría tal versión: Un día,mientras acampaba por un río rocoso, él observó un pájaro parado sobre unaroca que tenía una hoja en su pico, vio como el ave depositó la hoja sobre la piedra y la picoteó. El pájaro volvió al día siguiente. Para entonces se había formado una concavidad donde antes estaba la hoja. Con este método, el avecreó una «taza» para coger y beber las aguas que salpicaban del río. Teniendoen cuenta el hecho de que el liquen ablanda la piedra para atar sus raíces bajo tierra, y quizás considerando la extinción continuada de especies de esta planta, esta noción no es más que improbable». Richard Nisbet (1).
INTRODUCCIÓN
Los cronistas de la primera mitad del siglo XVI estaban tan sorprendidos como los capitanes que llevaron a cabo la gesta de la conquista del Perú. No podían entender cómo era posible que entre las junturas de los primorosos muros incas del Cusco no sepudiera introducir ni el filo de una navaja. No podían entender cómo fueron colocados en su sitio las colosales piedras talladas de Sacsayhuaman, para muchos fortaleza militar, para otros un complejo sagrado, y para los demás… un gigantesco observatorio celeste… o un enigma del tamaño de su portento; y les quedó la duda yla perplejidad cuando entraron en el Coricancha, la sede sacra de la divinidad solarincaica, donde, alucinados, no tanto por el oro que encontraron sus paisanos, sino porla perfección de sus formas arquitectónicas, llegaron a comparar al Cusco con Roma o Jerusalén. ¡Las piedras de sus muros parecían haber sido soldadas unas con otras!.
En febrero de 1995 tuve la alegría de viajar al Cusco, después de muchos años, por fin tuve esa oportunidad. Mi hotel estaba en el centro histórico de la ciudad, muy cerca dela Plaza de Armas o Plaza Mayor, lo que los incas llamaron Huacaypata. Casualmente,detrás del hospedaje donde estaba alojado, en plena avenida El Sol, se encontraba unode los lugares más emblemáticos de la antigua capital de los incas, la iglesia de Santo Domingo. Mis pasos, entonces, me llevaron hasta allá, hasta el Coricancha, el míticoTemplo del Sol, cuyo nombre en quechua significa «cerco de oro», el hogar del Inti, la principal divinidad del incario. Aquí los guías explican a los turistas que los españolesutilizaron incluso dinamita en su intento de derribar unos muros pétreos que ni los terremotos han podido tirar al suelo.
A pesar de las inclemencias del tiempo y de los hombres, estos hermosos lienzos deandesita blanca, azul y rojiza han sobrevivido ante el pasmo y el asombro de propios yextraños. «Los expertos no saben cómo fueron levantados, pero estos murosalmohadillados, parecen todos de una sola pieza», explican. Y no es para menos…los guías turísticos engatusan a los visitantes con la grandeza del imperio de los incas,pero no saben explicar cómo es que fue construido este templo, como tantos otrosmonumentos del antiguo Perú y del mundo.
Desde entonces, no me abandonó la inquietud por el misterio de las piedras incas.
Desde hace siglos, la habilidad del hombre andino para tallar la piedra y levantarmuros capaces de resistir eternamente ha permanecido cubierta por la bruma del mito.La ciencia, en su afán por resolver el enigma, se ha ido prácticamente de cabezacontra los muros incas, y la arqueología tradicional, esa que no admite consideracionesque vayan mas allá de sus estrechos dogmas establecidos, ha sufrido la peor parte, yno ha tenido mejor idea que recurrir al manoseado argumento de que las piedras erantalladas a pico, a cincel y a martillazos, porque no concibe que el antiguo peruanohaya conocido otra tecnología que no sea el arco y la flecha.
La arqueología clásica iberoamericana se vio sacudida en 1983, cuando la cadenaespañola RTVE emitió el documental televisivo El Otro Perú, como parte de la serieemitida por el conocido psiquiatra e investigador Jiménez del Oso. En dicho programase daba cuenta de uno de los más grandes enigmas del Perú antiguo y en el que elautor entrevistó a un insólito personaje: el padre Jorge Lira.
Cuenta el periodista español Juanjo Pérez (2), que el padre Lira, un sacerdote peruanoya fallecido, era uno de los mayores expertos en folclore andino, fue autor de infinidadde libros y artículos y, sobre todo, del primer diccionario del quechua al castellano. Elmencionado personaje vivía en un pueblito cercano al Cusco y hasta allá se dirigióJiménez del Oso, para entrevistarlo sobre una inquietante afirmación: el padrecitoafirmaba haber descubierto el secreto mejor guardado de los incas: una sustancia deorigen vegetal capaz de ablandar las piedras.
Pero esta historia empezó mucho antes. Las leyendas de muchos pueblosprecolombinos peruanos aseguran que los dioses les habían hecho dos regalos a losnativos para que pudiesen levantar colosales obras arquitectónicas comoSacsayhuaman (3) o Machu Picchu (4). Dichos regalos, según el padre Lira, habríansido, en primer lugar, la hoja de la coca, un poderoso anestésico que permitía a losobreros resistir el dolor y el agotamiento físico –es de imaginar el esfuerzo que debióhaber requerido la construcción de semejantes monumentos— y el segundo habría sidootra planta, de increíbles propiedades que, mezclada con diversos componentes,convertía las rocas más duras en una sustancia pastosa y moldeable.
«Durante catorce años –escribe Juanjo Pérez— el padre Lira estudió la leyenda delos antiguos andinos y, finalmente, consiguió identificar el arbusto de la jotchacomo la planta que, tras ser mezclada y tratada con otros vegetales ysustancias, era capaz de convertir la piedra en barro. «Los antiguos indios dominaban la técnica de la masificación –afirma el padre Lira en uno de susartículos—, reblandeciendo la piedra que reducían a una masa blanda quepodían moldear con facilidad».
«El sacerdote –prosigue Pérez— realizó varios experimentos con el arbusto de la jotcha y llegó a conseguir que una sólida roca se ablande hasta casi licuarse.Sin embargo, no logró volver a endurecerla, por lo que consideró suexperimento como un fracaso. Pero a pesar de ese parcial fracaso, el padre Lirasí logró demostrar que la técnica del ablandamiento es posible. Así seexplicarían los sorprendentes ensamblajes de algunas de las colosales rocas que componen las murallas de Sacsayhuaman u otras fortalezas precolombinas».