Toribio Mejía Xesspe

Toribio Mejía Xesspe
Toribio Mejía Xesspe

Manuel Toribio Mejía Xesspe (Toro, 16 de abril de 1896 – Lima, 2 de noviembre de 1983) fue un arqueólogo peruano, discípulo de Julio César Tello.

Nacido en el seno de una familia de agricultores en Toro, Arequipa, Toribio Mejía Xesspe desde pequeño se sintió atraído por los misterios del pasado peruano. Cursó sus estudios primarios en su pueblo natal y los secundarios en el Colegio Nacional San Luis Gonzaga de Chuquibamba, donde su mente curiosa empezó a vislumbrar el fascinante mundo de la arqueología.

En 1920, Mejía Xesspe se trasladó a Lima, donde su afán por el conocimiento lo llevó a relacionarse con figuras notables como el médico Hermilio Valdizán y el químico Ángel Maldonado. Con ellos compartió sus conocimientos de medicina popular, un tema que lo cautivó y sobre el cual colaboró en la Revista de Psiquiatría y Ciencias Conexas entre 1921 y 1923.

Un encuentro fortuito con el reconocido arqueólogo Julio C. Tello marcó un punto de inflexión en la vida de Mejía Xesspe. En 1924, ingresó como alumno libre en el Seminario de Antropología de la Universidad Mayor de San Marcos, bajo la tutela de Tello. Esta relación lo impulsó a dedicarse de lleno a la arqueología peruana, iniciando un camino lleno de descubrimientos y aportes invaluables.

Guiado por su pasión y bajo la dirección de Tello, Mejía Xesspe participó en numerosas excavaciones arqueológicas por todo el Perú. Desde Asia y Paracas (1925-1926) hasta Nasca e Ica (1927), pasando por Paracas nuevamente (1927-1930), su espíritu aventurero lo llevó a recorrer el valle del Mantaro (1930-1937), los valles del Rímac, Nepeña y Casma, Chavín de Huántar (1941), los valles del Mantaro, Apurímac y Urubamba (1942), Pachacámac (1942) y Ancón (1945-1947). Su incansable labor de exploración lo convirtió en un referente de la arqueología peruana.

La trayectoria de Toribio Mejía Xesspe no se limita a su labor de campo. Ejerció como auxiliar del Instituto de Investigaciones Antropológicas (1931-1945), fue jefe del Departamento de Exploraciones Arqueológicas del Museo Nacional de Antropología y Arqueología (1945-1947), subdirector del Museo (1947-1966) y director emérito (1966). Además, ocupó el cargo de inspector general de Monumentos Arqueológicos (1947-1948) y catedrático de Arqueología Incaica en la Universidad de San Marcos (1946-1953). Entre 1957 y 1960, continuó sus exploraciones y excavaciones en los valles de Ica y Piura.

Toribio Mejía Xesspe, un explorador incansable con una pasión profunda por el pasado peruano, dejó una huella imborrable en la arqueología del país. Su espíritu aventurero y su aguda perspicacia lo llevaron a desenterrar secretos milenarios que enriquecieron nuestro conocimiento sobre las culturas prehispánicas.

En 1927, Mejía Xesspe participó en un descubrimiento que cambiaría para siempre la historia de la arqueología peruana: las Líneas de Nasca. Estos geoglifos gigantescos, trazados sobre el desierto, abrieron una ventana a la cosmovisión y las prácticas de las antiguas civilizaciones.

La mente inquisitiva de Mejía Xesspe no se limitó a Nasca. En Ica, descubrió las tumbas con los fardos Paracas Necrópolis, revelando detalles sobre las técnicas de momificación y las creencias funerarias de estas culturas. En Cumbemayo (Cajamarca), se topó con un acueducto megalítico, una obra de ingeniería impresionante que nos habla de la sofisticación tecnológica de nuestros ancestros.

La pasión de Mejía Xesspe por la arqueología lo llevó a organizar el primer museo de sitio del Perú en Chavín de Huántar, un espacio dedicado a preservar y exhibir los tesoros encontrados en este importante centro ceremonial. Su colaboración con Julio C. Tello, el reconocido arqueólogo peruano, fue fundamental para el avance de la investigación en sitios como el Templo del Cerro Sechín.

Mejía Xesspe no se conformó con un solo lugar. Sus excavaciones se extendieron a Pachacámac, los valles de Ica y Piura, y Ancón, donde continuó explorando incluso después de la muerte de Tello. Su incansable labor lo convirtió en un referente de la arqueología peruana, dejando un legado invaluable para las generaciones venideras.

Toribio Mejía Xesspe falleció en 1970, dejando un legado invaluable para la arqueología peruana. Sus descubrimientos, investigaciones y aportes a la docencia lo convirtieron en un pionero de esta disciplina, inspirando a generaciones de arqueólogos a desenterrar los secretos del pasado prehispánico del Perú.

Bibliografía
Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo 11. MEM/OJE. Lima, PEISA, 2001. ISBN 9972-40-160-9
Varios autores: Grandes Forjadores del Perú. Lima, Lexus Editores, 2000. ISBN 9972-625-50-8

Rebeca Carrión Cachot

Rebeca Carrión Cachot (Lima, 18 de diciembre de 1907 – Guatemala, 6 de abril de 1960) fue una arqueóloga, historiadora y docente peruana, discípula de Julio César Tello.

Sus padres fueron Pedro José Carrión (coronel del ejército peruano) e Isabel Cachot (concertista y compositora). Estudió en el Liceo Fanning, donde tuvo como maestra a Elvira García y García. Luego cursó estudios superiores en la Universidad de San Marcos (UNMSN), donde se graduó de bachiller en Letras en 1925. Por entonces empezó a colaborar con Julio C. Tello en sus investigaciones arqueológicas y en la publicación de la revista Inca (1923). En 1928 ocupó el cargo de conservadora del Museo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se doctoró en Historia y Letras en 1931, a mérito de su tesis «La indumentaria en la antigua Paracas», que fue aprobada por aclamación, rara distinción que por aquellos tiempos obtenían los graduandos.

Rebeca Carrión Cachot, no solo se destacó como la primera arqueóloga peruana, sino que también fue una de las primeras mujeres en ocupar una cátedra universitaria. Su camino hacia la arqueología estuvo marcado por la influencia de su maestra Elvira García y García, quien encendió en ella la pasión por el pasado prehispánico del Perú.

Tras obtener el grado de bachiller en Letras, Rebeca Carrión Cachot se unió al equipo de Julio C. Tello, el reconocido arqueólogo peruano. Juntos, emprendieron diversas investigaciones que ampliaron nuestro conocimiento sobre las culturas precolombinas del país.

A pesar de su prematuro fallecimiento, Rebeca Carrión Cachot dejó un legado invaluable para la arqueología peruana. Entre sus obras más importantes se encuentran «El culto al agua en el antiguo Perú» y «La religión en el antiguo Perú». Además, dejó inéditos trabajos como «Civilización Chavín», «La Navegación en el litoral del antiguo Perú», y «La agricultura en el periodo Chavín y generalidades sobre el ambiente forestal».

Su valiosa labor en el campo de la arqueología la llevó a ser incorporada a numerosas sociedades científicas nacionales e internacionales. Rebeca Carrión Cachot fue una mujer visionaria que abrió camino para las futuras generaciones de arqueólogas peruanas, inspirándolas con su dedicación, pasión y rigor científico.

Julio C. Tello (1880 – 1947)

Julio César Tello Rojas (n. Huarochirí, Perú, 11 de abril de 1880 – m. Lima, 3 de junio de 1947), fue un destacado médico y arqueólogo peruano. Es considerado el padre de la arqueología peruana. Descubrió las culturas Chavín y Paracas e impulsó y creó el Museo de Arqueología Peruana.

Biografia

Hijo de una modesta familia agricultora, Julio Cesar Tello Rojas nació en la provincia limeña de Huarochirí. Fueron sus padres Julián Tello García y María Asunción Rojas Erques. Desde pequeño destacó por ser inteligente, por ello le auguraron éxito en la vida; le apodaron Sharuko. Sus estudios primarios los hizo en Huarochirí y en 1893 se trasladó a Lima para cursar la educación secundaria en el colegio dirigido por Pedro A. Labarthe, concluyéndola en el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe.

En 1900 ingresó a la facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde fue condiscípulo de un hijo del ilustre tradicionista don Ricardo Palma, por lo que frecuentó su casa, ganándose el afecto del anciano escritor, quien, en su condición de director de la Biblioteca Nacional del Perú, le consiguió un puesto como conservador. Fue allí donde le nació a Tello la inquietud por la ciencia y la investigación, especialmente la arqueología y la antropología. Su acercamiento al mundo prehispánico se produjo a partir de la lectura de un estudio de las lenguas indígenas de Sebastián Barranca. En 1906 ofreció su primera conferencia en torno a unos cráneos prehistóricos desenterrados en tumbas prehispánicas de Yauyos. Pero antes que nada decidió culminar su carrera y se graduó de bachiller en Medicina el 16 de noviembre de 1908, con su tesis «La antigüedad de la sífilis en el Perú»,1 un original estudio sobre dicha enfermedad. Finalmente se recibió como Médico Cirujano en 1909.

Gracias a una beca concedida por el primer gobierno de Augusto B. Leguía viajó a los Estados Unidos para realizar estudios de postgrado en la Universidad de Harvard, permaneciendo allí por tres años. Tuvo por maestros a celebridades del mundo científico, como Alex Hrdlicka y Franz Boas. Obtuvo su maestría en Artes (1909) y en Antropología (1911), siendo el primer peruano en alcanzar tal grado académico en dicha universidad. A mérito de sus estudios, obtuvo una nueva beca, que le permitió concurrir, en Londres, al XVIII Congreso Internacional de Americanistas (1911) y seguir estudios de especialización en el Seminario de Antropología de la Universidad de Berlín (1912) Conoció por entonces a la dama inglesa Olive Chessman, con quien después se casaría.

A su retorno al Perú en 1913 comenzó su labor arqueológica acompañando a su maestro Alex Hrdlicka en sus investigaciones por los valles de la costa central. Fue nombrado director de la sección arqueológica del Museo de Historia Nacional, cuya organización inicial orientó hasta verse obligado a renunciar en 1915.

Militó en el Partido Nacional Democrático y fue elegido diputado por la provincia de Huarochirí, cargo que ejerció entre los años 1917 y 1929, período en el cual luchó indesmayablemente por la defensa del patrimonio histórico y arqueológico nacional. Presentó proyectos de ley en favor de la Protección y Conservación de Monumentos Históricos; y de la Reforma Universitaria, donde se enfatiza la investigación, la formación de docentes y la capacitación de profesionales a través de becas.

En la Facultad de Ciencias Naturales de San Marcos se graduó de bachiller el 6 de mayo de 1918 con la tesis «El uso de las cabezas humanas artificialmente momificadas y su representación en el antiguo arte peruano».2 Luego optó el grado de Doctor, el 6 de agosto de ese año.

Empezó a recorrer todo el país con el fin de realizar trabajos de campo, haciendo valiosas investigaciones en torno a las culturas precolombinas. A él debemos la identificación de la antigüedad y difusión de la Cultura Chavín (1919) y el descubrimiento de la necrópolis de Paracas (1925); asimismo, las excavaciones en el extenso valle del Santa (1926 y 1934) y en el alto valle del Marañón (1934 y 1937); en Huánuco Viejo y Kotosh (1935); en el valle del Urubamba (1942) y en sitios diversos de los departamentos de Lima, Arequipa, Cuzco y Puno, que le permitieron formular su propia apreciación sobre el proceso civilizatorio del Perú antiguo.

Fundó el Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de San Marcos, el 21 de octubre de 1919, cuya dirección ejerció hasta su muerte. Al mismo tiempo y teniendo como base la colección Larco Herrera adquirida por el Estado, en 1924 formó el Museo de Arqueología Peruana, que dirigió hasta 1930, cuando debido a la caída del presidente Leguía fue reemplazado intempestivamente por Luis E. Valcárcel. Entre 1931 y 1938 dirigió el Instituto de Investigaciones Antropológicas dependiente de dicho museo, instituto que por iniciativa suya se convirtió en el Museo Nacional de Antropología, con sede en la Magdalena Vieja (1938). Luego, por decreto supremo del 30 de enero de 1945, dicho museo se transformó en el Museo Nacional de Arqueología y Antropología, concentrando todas las colecciones arqueológicas que el Estado tenía en Lima. Tello fue su primer director y reunió allí todo el material acumulado a lo largo de tres décadas de exploraciones con la colaboración de sus discípulos Rebeca Carrión Cachot y Toribio Mejía Xesspe.

Su gran vocación humanística lo llevó también a dictar cátedras de Arqueología en la Universidad San Marcos; cuando esta fue clausurada en 1931, pasó a la Pontificia Universidad Católica del Perú donde fue catedrático de Antropología de 1931 a 1933. Enseñó también Historia del Perú Antiguo en el Colegio Antonio Raimondi, de 1934 a 1935. Como docente universitario renovó la cátedra con nuevos cursos como Antropología General, Antropología Física, Arqueología de América y del Perú. Sus clases eran prácticas y acostumbraba llevar a sus alumnos a los museos y sitios arqueológicos. Para ayudar a sus estudiantes escribió obras generales de visión sintética y panorámica de las culturas prehispánicas.

A los 67 años de edad, se le detectó cáncer a los ganglios, falleciendo en el hospital Arzobispo Loayza, dejando un valioso legado cultural. Fue sepultado —según su propia voluntad— en los jardines del Museo Nacional de Arqueología y Antropología en la Magdalena Vieja, que desde 1992 adoptó el nombre de Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia de Pueblo Libre.

La teoría sobre el origen de la cultura peruana

Tello hizo su aparición en el panorama científico del Perú defendiendo la tesis del autoctonismo de la cultura peruana precolombina y refutando la teoría de la procedencia centroamericana sostenida por el arqueólogo alemán Max Uhle. Tello también sostuvo la precedencia andina y no costeña de la cultura indígena señalando la sierra oriental como punto de origen de la misma.

Según la teoría de Tello, la cultura peruana habría seguido más o menos el siguiente proceso:

a) En épocas prehistóricas, grupos de hombres primitivos procedentes del norte llegaron a la selva amazónica. Esta gente vivía de la caza, pesca y recolección.

b) En busca de un medio más acogedor, estos grupos fueron ascendiendo por el flanco oriental de los Andes y se establecieron en la ceja de selva o selva alta, zona que es muy favorable para la vida. Allí descubrieron la agricultura y aprendieron a cultivar maíz, yuca, camote, frijoles, maní y árboles frutales (papaya, chirimoya, palta, piña, guanábana, lúcuma, pacae, granadilla). Con la agricultura surgió la vida sedentaria, la construcción de viviendas, la fabricación de utensilios, tejidos, cestos, etc. nació propiamente la cultura.

c) Prosiguiendo su ascensión llegaron dichos hombres a la sierra interandina, donde perfeccionaron la agricultura. Domesticaron la papa, la cañigua, la quinua, la oca, el olluco y animales como la llama y la alpaca. Desarrollaron enormemente la textilería, la cerámica, la arquitectura de piedra, etc.

d) Posteriormente los hombres de las altas culturas serranas bajaron a la costa y formaron las culturas costeñas.

Por cerca de 30 años Tello recorrió en todas direcciones el territorio peruano, haciendo notables excavaciones y estudios, siendo los principales los realizados en la cuenca de los ríos Huallaga y Marañón, en Chavín de Huantar, en el río Grande de Nazca, en la Península de Paracas, en Pachacámac, Casma y Nepeña, en Moche, Puno, Cuzco y otros lugares.

Como resultado de sus investigaciones, Tello señaló a la cultura Chavín (cuyo centro es el santuario del mismo nombre, situado en la ceja de selva) como la cultura madre o matriz de la civilización peruana, es decir de la que se originaron el resto de las culturas. Tello calculó su antigüedad en 1000 a 1500 años antes de Cristo.

Las teorías de Tello dominaron la arqueología peruana durante décadas, pero investigaciones posteriores han demostrado una evolución cultural en territorio peruano muy anterior a Chavín. Lo que si ha prevalecido es la tesis del carácter autóctono de las culturas prehispánicas.

Importancia

Tello es considerado el «padre de la arqueología peruana», porque fue el primero que se propuso estudiar, con rigurosidad y métodos adecuados, la formación y la naturaleza de las culturas antiguas del Perú, convenciendo de que era la única manera de comprender al Perú actual.

Tuvo el mérito encomiable de ser uno de los primeros científicos sociales en «romper la idea dominante» de la inferioridad de los antiguos pueblos del Perú. En este sentido, acumuló ingentes testimonios de la grandeza del pueblo peruano, en contra de los que se avergonzaban de lo genuinamente indígena. Hizo brotar literalmente de las llanuras costeñas, innumerables tumbas, templos y ciudades deslumbradoras, imágenes de dioses en oro, piedra y barro, e infinidad de evidencias de la realidad sociocultural y económica del antiguo poblador andino.

También interpretó la relación entre el desarrollo étnico-cultural y el medio ambiente, mostrando la heterogeneidad del peruano pre y post-hispánico.

El archivo Tello

Antes de morir, el doctor Tello legó su inmenso archivo personal a la Universidad de San Marcos, mencionando en su testamento a dos de sus discípulos, Rebeca Carrión Cachot y Toribio Mejía Xesspe, a quienes consideraba los más idóneos para continuar su trabajo. Había además una cláusula, según la cual, ningún documento podía ser abierto sin presencia de la familia. Los documentos se hallaban repartidos entre el Museo de la Magdalena, la Universidad de San Marcos e Incawasi (la casa familiar del arqueólogo en el distrito de Miraflores).

Así pues, Carrión y Mejía fueron designados por la Universidad para compilar, ordenar y en algunos casos complementar las anotaciones y libretas de campo hasta concluir algunas de las obras que Tello dejó en proceso de preparación. Fue gracias a la labor de Mejía Xesspe que se dio a luz dos obras fundamentales: Chavín, cultura matriz de la civilización andina (1960) y Paracas (2 vols. 1959 y 1979). Además: Arqueología del Valle de Casma. Culturas Chavín, Santa o Huaylas Yunga y Sub Chimú (1956) e Historia de los museos nacionales del Perú. 1822-1946 (1967).

Pese a esta gran labor de recopilación, mucha de la documentación inmensa permanece aún archivada en el Museo de Pueblo Libre y en San Marcos. En esta última existen 130.213 documentos, entre folios, dibujos, calcos, ilustraciones (divididos por temas: Paracas, Nasca, Chimú) así como correspondencia epistolar, además de apuntes de sus trabajos de campo, sus resúmenes e interpretaciones.

Libros

921.- Introducción a la historia antigua del Perú. Lima.

1929.- Antiguo Perú. Primera época. Editado por la Comisión Organizadora del Segundo Congreso Sudamericano de Turismo. Lima. 183 pp.

1956.- Arqueología del valle de Casma. Culturas: Chavín, Santa o Huaylas Yunga y Sub-Chimú. Informe de los trabajos de la Expedición Arqueológica al Marañón de 1937. Lima, Editorial San Marcos, 344 pp.

1959.- Paracas, primera parte. Vol. 1. Publicación antropológica del Archivo «Julio C. Tello» de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. 129 pp.

1960.- Chavín. Cultura matriz de la civilización andina. Primera parte. Publicación antropológica del Archivo «Julio C. Tello» de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Vol. II. Lima. 364 pp.

1967.- Páginas escogidas. Selección y prólogo de Toribio Mejía Xesspe. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. 241 pp.

Artículos en revistas especializadas

1908 «La antigüedad de la sífilis en el Perú». Revista Universitaria. Órgano de la Universidad Mayor de San Marcos. Año IV, Vol. IV, pp. 180-212. Lima.

1912 «Prehistoric trephining among tire Yauyos of Peru». XVIII International Congress of Americanists. Actas y trabajos, pp. 75-83. Londres.

1917 «Los antiguos cementerios del valle de Nasca». Proceedings of the Second Pan American Scientific Congress, Washington 1915-1916. Section I: Anthropology. Vol. I, pp. 283-291. Washington.

1918 «El uso de las cabezas humanas artificialmente momificadas y su representación en el antiguo arte peruano». Revista Universitaria. Órgano de la Universidad Mayor de San Marcos. Año XIII, Vol. II, pp. 477-533. Lima.

1923 «Wira Kocha». Inca. Revista trimestral de estudios antropológicos. Órgano del Museo de Arqueología de la Universidad Mayor de San Marcos. Vol. I, No. 1, pp. 93-320; Vol. I, No. 3, pp. 583-606. Lima.

1924 «Observaciones del Editor al discurso del profesor Seler». Inca. Vol. I, No. 2, pp. 375-382. Lima.

1924 «Arte Antiguo Peruano: Álbum fotográfico de las principales especies arqueológicas existentes en los Museos de Lima. Primera Parte. Tecnología y Morfología». Inca. Vol. II. Lima.

1926 «Los descubrimientos del Museo de Arqueología Peruana en la península de Paracas». XXII Congreso Internacional de Americanistas, Roma. Actas y memorias. Vol. I, pp. 679-690. Roma.

1927 «Bibliografía antropológica del Perú». Boletín Bibliográfico. Biblioteca de la Universidad Mayor de San Marcos. Vol. III, No. 3, pp. 31-36. Lima.

1928 «Andean Civilization: some problems of Peruvian Archaeology». XXIII Congress Intemational of Americanist, New York. Actas y trabajos. Vol. I, pp. 259.290. Nueva York.

1928 «Los descubrimientos del Museo de Arqueología Peruana en la Península de Paracas». Actas del XXII Congresso Intemazionali degli Americanisti, Roma, settembre 1926. Vol. I, pp. 679-690. Roma.

1931 «Un modelo de escenografía plástica en el arte antiguo peruano». Wira Kocha. Revista peruana de estudios antropológicos. Vol. l, No. l, pp. 89-l12. Lima.

1934 «Perú prehistórico: origen, desarrollo y correlación de las antiguas culturas peruanas». Revista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Tomo II, No. 10, pp. 151-168. Lima.

1936 «Indumentaria de los incas». Letras. Órgano de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos. No. 2, pp. 413-419. Lima.

1937 «La civilización de los inkas». Letras. Órgano de la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos. Tomo III, No. 6, pp. 5-37. Lima.

1938 «Objeto y propósito de la Expedición arqueológica al Marañón». Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima. Tomo LV, Trim. 2-3, pp. 123-131. Lima.

1940 «Pachacamac». Chaski. Organo de la Asociación Peruana de Arqueología. Vol. I, No. 2, pp. 1-4. Lima.

1940 «Un vaso de piedra de Nasca. Primeros indicios de una Cultura Megalítica semejante a la de Chavín en la región central del Perú». Chaski. Organo de la Asociación Peruana de Arqueología. Vol. I, No. 1, pp. 27-48. Lima.

1940 «Un ejemplar de cerámica de Cajabamba». Chaski. Vol. I, No. 2, pp. 77. Lima.

1941 «La ciudad Inkaica de Cajamarca». Chaski. Órgano de la Asociación Peruana de Arqueología. Vol. I, No. 3, pp. 3-7. Lima.

1942 «Origen y desarrollo de las civilizaciones prehistóricas andinas». Actas y trabajos científicos del XXVII Congreso Internacional de Americanistas, Lima 1939. Tomo I, pp. 589-720. Lima.

1942 «Sobre el descubrimiento de la Cultura Chavín del Perú». XXVII Congreso Internacional de Americanistas, Actas de la Primera Sesión, celebrada en la ciudad de México en 1939. Tomo I, pp. 231-252. México.

1943 «Memoria suscita sobre los trabajos arqueológicos realizados en las ruinas de Pachacamac durante los años 1940 y 1941». Memoria de la Junta Departamental Pro-Desocupados de Lima, 1939, 1940 y 1941. Lima.

1943 «Discovery of the Chavin culture in Peru». American Antiquity. Vol. IX, No. 1, pp. 135-160. Menasha.

1943 «Sobre el descubrimiento de la cultura Chavín en el Perú». Letras. Órgano de la Facultad de Letras y Pedagogía, Universidad Mayor de San Marcos. No. 26, pp. 226-373. Lima.

1945 «El país de los inkas». Peí en entras 1944-45. pp. 592-613. Lima, Empresa Gráfica Scheuch S.A.

1955 «El país de los inkas». Revista del Museo Nacional de Antropología y Arqueología. Año II, No. 2, pp. 24-45. Lima.

Artículos en la prensa

1906 «Craneoctomía prehistórica entre los Yauyos». El Comercio. Diario Independiente. Lima, 5 de mayo. p.3.

1914 «Las antiguas riquezas del valle de Lima (para el doctor Urteaga)». La Crónica. Diario de la mañana. Lima, 30 de diciembre. p. 5.

1915 «El uso de las cabezas humanas artificialmente momificadas». El Comercio. Lima, 29 de agosto.

1915 «El diagnóstico diferencial entre las aberturas craneales por trepanación y las practicadas en las cabezas trofeos». La Prensa. Lima, 7 de octubre.

1918 «Arqueología y primitiva religión del Perú». La Prensa. Diario de la mañana. Lima, 11 de julio.

1926 «Interesantes descubrimientos arqueológicos en Cerro Colorado (Paracas)». El Comercio. Lima, 6 de febrero.

1928 «Los restos arqueológicos recientemente descubiertos en la península de Paracas». La Prensa. Diario de la mañana. Lima, 7 y 8 de junio.

1931 «Las ruinas de Wari son, por su extensión, el enorme material arquitectónico, la piedra tallada, los edificios subterráneos, estatuas, etc. superiores, en ciertos aspectos, a las de Tiawanaku y semejantes a las de Chavín…». El Perú. Diario de la mañana. Año I. Lima, jueves 27 de agosto. p. 1.

1933 «Importante descubrimiento arqueológico en el valle de Nepeña. El señor Julio C. Tel1o anuncia el hallazgo de un notable monumento antiguo». El Comercio. Lima, l de septiembre. p. 20.

1933 «Las ruinas del valle de Nepeña». El Comercio. Lima, 5, 6, 9 y 14 de octubre.

1934 «Las excavaciones arqueológicas en el departamento del Cusco». El Comercio. Diario de la mañana. Lima, 12 y 13 de marzo.

1934 «El oro en el antiguo Perú». El Comercio. Lima, 1 de enero.

1935 «Las civilizaciones pre-incaicas, su antigüedad y sucesión cronológica». La Crónica. Lima, 30 de mayo.

1935 «Culturas arcaicas del Horizonte inferior». El Universal. Lima, 13 de junio.

1936 «Los monumentos arqueológicos de Magdalena Vieja y la necesidad de conservarlos». Gaceta Municipal. No. l, pp. 5-6. Magdalena Vieja, Lima.

1937 «Los trabajos arqueológicos en el departamento de Lambayeque». El Comercio. Lima, 29, 30 y 31 de enero.

1937 «La búsqueda de tesoros ocultos en las huacas de Lambayeque». El Comercio. Lima, 11 de marzo.

1937 «El oro de Batán Grande (algunos apuntes de la reciente conferencia del doctor Julio Tello)». El Comercio. Lima, domingo 18 de abril. pp. 3, 6.

1937 «Importante hallazgo arqueológico en la huaca Cerro Sechín de Casma». El Comercio. Lima, 28 de septiembre.

1937 «Objeto y propósito de la expedición arqueológica al Marañón». El Comercio. Diario de la mañana. Lima, 31 de octubre.

1938 «Los resultados de la expedición arqueológica al Marañón de 1937». El Comercio. Diario de la mañana. Lima, 9 de enero.

1938 «La gran muralla del norte del Perú es un camino de penetración de la costa a la sierra de carácter comercial y principalmente religioso». El Comercio. Diario de la mañana. Lima, 11 de octubre.

1938 «El strombus en el arte Chavín». El Comercio. Lima, 18 de abril.

1938 «Las excavaciones que se efectúan en Pachacamac». El Comercio. Lima, 13 de septiembre.

1938 «Los resultados de la Expedición Arqueológica al Marañón de 1937». El Comercio. Lima, 9 de enero.

1938 «La gran muralla del norte del Perú es un camino de penetración de la Costa a la Sierra de carácter comercial y principalmente religioso». El Comercio. Lima, 11 de octubre.

1938 «Una notable insignia de oro del Antiguo Perú». Turismo, No. 133. Lima (Noviembre) s.p.

1939 «El cóndor en el arte antiguo peruano». Turismo. No. 136. Lima (Mayo) s.p.

1939 «Algunos monumentos arqueológicos existentes entre Lima y Paramonga». El Comercio. Edición de la mañana. Lima, 26 de septiembre.

1940 «Los recientes descubrimientos arqueológicos en las ruinas de Pachacamac». Turismo. Órgano del Touring Club del Perú. No. 153. Lima.

1940 «El descubrimiento de esculturas monolíticas en la Waka Cerro Sechin, valle de Casma». La Prensa. Diario independiente. Lima, domingo 7 de enero, p. 3.

1940 «Descubrimientos realizados arqueológicos en las ruinas de Pachacamac». El Comercio. Lima, 18 de julio.

1940 «Los recientes descubrimientos arqueológicos en las ruinas de Pachacamac». Turismo. No. 140. Lima (julio).

1946 «Los tesoros arqueológicos de Ancón». El Comercio. Lima, 17 de marzo.

Fuente: Wikipedia

Max Uhle (1856 – 1944)

Friedrich Maximiliano Uhle Lorenz (Dresde, 25 de marzo de 1856 — Loben, 11 de mayo de 1944) fue un arqueólogo alemán, cuyos trabajos, a comienzos del siglo XX, tuvieron un gran impacto en el desarrollo de la arqueología en Sudamérica.

Max Uhle nació en Dresde, Alemania, ingresó del colegio en 1875 y en el verano siguiente ingresó a cursar estudios en la Universidad de Leipzig. En el otoño cumplió un año de servicio militar, el cual moldeó y cuadró su carácter. En 1876 estudió en la Universidad de Göttingen por un año. Hacia 1877 regresa a Leipzig, donde permaneció hasta graduarse de doctor en filosofía en 1880. Este grado fue en la especialidad lingüística , adoptando como tema de tesis la Gramática Medieval China. John H. Rowe (1954) ha señalado que el tema giró mayormente en tomo al interés de ciertos profesores consejeros más que en la preferencia de estudiantes, pues Uhle nunca más volvió a tratar el tema.

En el año de 1888 Uhle dejó el Museo de Dresden para convertirse en asistente del Museo de Berlín, donde conoce y se interesa por los materiales arqueológicos sudamericanos, pues este museo conserva en sus depósitos las colecciones de los geólogos Reiss y Stübel; dicho museo funcionaba bajo la dirección de Adolf Bastian. Uhle permaneció cuatro años en Berlín (1888-1891), acrecentando sus estudios al revisar los materiales andinos que poseía este museo, en donde concluye un artículo sobre Tiahuanaco.

Durante la convocatoria al VII Congreso Internacional de Americanistas, realizado en Berlín, 1888, fue designado Secretario Asistente; en el evento alterna con Luschan, Seler, Steinen y otros prestigiosos internacionalistas de su época. Max Uhle fue encargado de preparar la presentación del Congreso y el libro correspondiente de ponencias y trabajos. Vuelto a Alemania, Adolph Bastian (1826-1905) fundador del Museo de Berlín, tiene el acierto de comisionar a Uhle para viajar a América del Sur con la misión de investigar la difusión de la cultura quechua y los derroteros de los Incas. Es el descubridor de la cultura Moche y Nazca.

Viaje a Sudamerica

Max Uhle se traslada a Bélgica y se embarca para América del Sur en el Puerto de Amberes el 14 de noviembre de 1892, rumbo a Buenos Aires, a cuyo puerto arriba el mismo año con 36 años de edad; luego de su corta estadía en la ciudad bonaerense, pasó al Cuzco, siguiendo, en cierto modo, el área de influencia de la cultura incaica. Los años 1892-1893 los dedicó a visitar sitios arqueológicos de Bolivia.

En los años de trabajo en el Museo de Berlín Uhle tuvo la oportunidad de observar y estudiar materiales Tiwanaku en las colecciones del Museo, cuyos objetos culturales despertaron su interés, por ello intenta trabajar en este gran sitio originario, pero la situación política demasiado inestable en el país altiplánico, le impide cristalizar su proyecto.

Contratado y apoyado por la Universidad de Pensilvania en 1895, prepara el viaje a Lima, ciudad a la que arriba en 1896; su primera tarea es remitir una relación acerca de su viaje a Bolivia y Perú, acompañando, además, un informe sobre el idioma de los Uros (Bolivia), el cual fue publicado en el periódico Globus de Braunschweig, Alemania.

En el Perú Max Uhle inicia sus trabajos arqueológicos en Ancón y Pachacámac el mismo año de su llegada; el trabajo de campo en este último famoso sitio arqueológico lo alterna con reconocimientos y visitas cortas a otras zonas arqueológicas de los valles del Chillón, Rímac y Pachacámac (Lurín), que en los años finales del siglo XIX y principios del siglo XX se irán extendiendo con mayor amplitud a otros territorios del país.

Investigación

Escribe el Dr. Eloy Linares Málaga (1964:23): «Su fama de arqueólogo crece; por eso la Universidad de California le encarga nuevas exploraciones en el norte del Perú. Uhle recorre los valles de Moche, Chicama, Jequetepeque, Virú y Santa; excava cerca de las huacas del Sol y La Luna; visita la ciudad de Chanchán y las ruinas de Marcahuamachuco”.

Los años 1898 y 1899 viaja a los EE.UU. por dos años y regresa al Perú, ahora patrocinado por la Universidad de California. Con renovados recursos e interés trabaja el año 1900 en varios sitios del valle de Lima (Rinconada de Ate, Trapiche, Nievería, Cajamarquila, Zavala, San Isidro (Gualamarca), Armatambo, etc.). Viaja al norte para realizar excavaciones en los monumentos del Sol y La Luna en Moche; en 1901 publica un artículo en la Industria de Trujillo sobre Moche.

Del norte pasa al sur del país donde explora los sitios arqueológicos de La Centinela y Tambo de Mora, los montículos de Hoja Redonda y Alvarado (Chincha), explora sectores del litoral de la Península de Paracas (Cerro Tres Cruces), por la quebrada de Pisco reconoce Tambo Colorado y llega hasta Huaytará y, finalmente, en este viaje recorre Chulpaca y Ocucaje en Ica.

Los años 1902 y 1903 regresa nuevamente a los EE.UU. para dictar cátedra en la Universidad de California, en cuya estadía aprovecha para ejecutar excavaciones en montículos cercanos a Berkeley (Emerville). En la segunda mitad de 1903 y parte de 1904 se encuentra trabajando nuevamente en Ancón contando con los auspicios económicos de la señora P.A. Hearst, desde cuya bahía decide avanzar a explorar sitios en el valle de Chancay (Puerto de Chancay y Cerro Trinidad) y los sitios de Aspero y Puerto Supe. Los conchales que exploró en Puerto Supe han desaparecido en la actualidad bajo obras modernas. De regreso a Lima explora los cementerios de la Isla San Lorenzo.

El año 1905 emprende nuevas exploraciones y reconocimientos en Puno, Cusco, Arequipa, Chala, Chaviña y Acari (Conventillo, Warato y Lomas), Nazca y Palpa (Kakatilla, La Mancha, Poroma, Tambo del Perro, Estaquería y Nanaska).

El gobierno del presidente José Pardo y Barreda expide un Decreto Supremo el 6 de mayo de 1905, autorizando la organización y funcionamiento del Museo de Historia Nacional bajo la dependencia del Instituto Histórico del Perú. Gracias a esta medida se inaugura dicho museo el 28 de julio de 1906, contando con la dirección del Dr. Max Uhle, contratado por seis años.

EI flamante director del Museo de Historia Nacional inicia sus labores inmediatamente y con mucho apego a las antigüedades arqueológicas del país. Para incrementar los materiales arqueológicos del Museo reinicia excavaciones en los sitios de Lima y alrededores; excava en los, cementerios, antes explorados, de la Isla San Lorenzo; excava un cementerio arqueológico en Bellavista, Callao y explora la extensa zona arqueológica de Makatampu, situada entre la avenida Colonial y Argentina, ahora completamente desaparecida. AI mismo tiempo recepciona e integra o compra colecciones de personajes limeños y familias interesadas en fomentar y apoyar el, funcionamiento del Museo Nacional. Uhle entonces trabaja fichando, identificando, organizando y agrupando cronológica y estilísticamente los materiales y datos en el Museo para montar las exhibiciones del Ministerio de Justicia y de la Sociedad Geográfica de Lima. Entre 1908 y 1910 lo encontramos nuevamente en el campo: está excavando en los grandes montículos de Arámburu y Concha, de la zona arqueológica ubicada en la actual Ciudad Universitaria de San Marcos.

Envidias e indisposiciones ajenas a su voluntad hicieron que se alejara del Museo; de esta manera el Dr. Uhle hace entrega del patrimonio arqueológico del Museo Nacional consistente en 9.271 especímenes a la Comisión del gobierno presidida por el Dr. Carlos Wiesse el 29 de diciembre de 1911.

Invitado por la Universidad de Chile, viaja a este país, donde permanece hasta 1919, a partir del cual se traslada al Ecuador por invitaci6n de Jacinto Jijón y Caamaño. EI año 1933 regresa a Alemania y lo acoge el Instituto Iberoamericano de Berlín, donde redacta artículos, procesa datos y arregla documentos relacionados con cuarenta años de trabajos (Linares Wlaga 1964: 34).

Por iniciativa del Dr. Luis E. Valcárcel, la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos organizó un Jubileo en su honor (1935), donde participaron instituciones y autores de países europeos y americanos. En su discurso, Valcárcel expresó que: “Este homenaje significa también que la conciencia del Perú no olvida ni podrá olvidar jamás a cuantos abrazan la ingrata tarea de investigador incomprendido y de continuo calumniado y sabe reconocer el mérito por encima de todo». La Revista del Museo Nacional, tomo IV, Nº1, publicó por medio de la pluma del Dr. Valcárcel el merecido Jubileo.

El año 1936 el Museo Nacional de Cultura Peruana, dirigido por el Dr. Luis E. Valcárcel, en nombre del Ministerio de Educación Pública, le rinde en vida un justo homenaje.

El XXVII Congreso Internacional de Americanistas de 1939 fue celebrado en Lima y México para el estudio comparativo de las civilizaciones de Anahuac y los Andes, además de sus posibles interconexiones e interrelaciones mutuas. El Perú lo invita a participar en las sesiones del Congreso, en las cuales expuso dos ponencias: “Procedencia y Origen de las Antiguas Civilizaciones Americanas” y “La Marcha de las Civilizaciones”, en las que se admira su experiencia en el tratamiento de los temas. El Perú lo condecoró con la Orden del Sol.

Retorno al Perú

El Dr. Max Uhle retorna al Perú en 1940, el mismo año en que el Perú le declara la guerra a Alemania, en el marco de la segunda Guerra Mundial. El Dr. Jorge C. Muelle, considerado el más técnico de los arqueólogos peruanos, recordaba que el sabio alemán fue detenido junto con otros alemanes en el Hotel Los Ángeles de la comarca de Chosica. El Dr. Eloy Linares Málaga (Linares Málaga 1964: 35) concluye: “Fue así que la segunda conflagración mundial oscureció su vida y no se llegó a saber de él hasta mediados de mayo del año 1944, cuando el cable anunciaba la desaparición del sabio a la avanzada edad de 88 años”.

En Estados Unidos varias universidades norteamericanas y sus museos han ido publicando las colecciones de Uhle depositadas en sus fondos museales.

El Dr. John H. Rowe publicó en 1954, por la Universidad de California, Berkeley y Los Ángeles, el libro titulado: Max Uhle, 1856-1944. A memoir of the Father of Peruvian Archaeology. University of California Publications in American Archaeology and Ethnology. Vol. 46, Nº1, 134 pp. Este libro condensa datos del autor, otorga información acerca de la obra de Uhle, valora sus aportes teóricos e intelectuales al ponderar sus investigaciones arqueológicas y etnológicas en el antiguo territorio del Tawantinsuyu (Chile, Argentina, Ecuador y Bolivia) y no solamente el Perú; aportó además, para el tiempo de publicación del libro, la bibliografía más completa sobre el sabio alemán.

Wikipedia

Rafael Larco Hoyle (1901 – 1966)

Biografía por Clifford Evans.

En su libro Perú (1966), al resumir sus ideas sobre el origen y secuencias de las culturas precolombinas del Perú, Larco dio un tributo al papel de los tres grandes pioneros de la arqueología peruana -Max Uhle, Julio C. Tello y Alfred Kroeber. Rafael Larco Hoyle es el cuarto. Hoy en día la arqueología en la Costa Norte del Perú está basada en sus contribuciones, incluyendo la definición de tales culturas como Cupisnique (la expresión del periodo Formativo de la Costa Norte del horizonte Chavinoide) y Salinar (la cultura del periodo Formativo Tardío cuyos colores característicos son el rojo y blanco, tenía extensas conexiones con el norte en Ecuador y al sur en partes del Perú) y la redefinición de la cultura Mochica en subperiodos, así como una descripción de la etnografía Mochica de los detalles mostrados en la cerámica pintada y modelada.

Don Rafael, o Ray como lo conocían sus amigos y colegas anglohablantes, nació el 18 de mayo de 1901, en la Hacienda Chiclín, valle de Chicama, cerca a Trujillo, Perú hijo de Don Rafael Larco Herrera y Doña Esther Hoyle de Larco. Se crió en la hacienda azucarera con sus hermanos más jóvenes, Constante y Javier, recibió su educación primaria en Trujillo en el Instituto Moderno de Trujillo, Colegio Ntra. Señora de Guadalupe y el Instituto inglés de Barranco. En 1914, lo mandaron a Estados Unidos a hacer la secundaria y entró a Tome High School de Maryland. Durante su estancia allí, fue uno de los sobresalientes atletas a nivel secundario del Estado de Maryland, especialmente en fútbol americano, aunque también era bueno en baseball, fútbol soccer y atletismo en general. En 1919 ingresó a Cornell University para estudiar agricultura y luego asistió como un estudiante especial no graduado a la Facultad de Ingeniería en la Universidad de Nueva York en 1922 y a la Facultad de Comercio en 1923, donde estudió administración de empresas y finanzas. El propósito principal de la educación en Estados Unidos no era obtener títulos formales, sino estudiar ingeniería con el objeto de mecanizar la industria azucarera en la hacienda de la familia, para familiarizarse con los problemas de bienestar, educación y organización de los trabajadores azucareros y sus familias y para desarrollar un entendimiento práctico de las operaciones comerciales. Para profundizar estos estudios, también viajó a Cuba, Puerto Rico, Europa y Hawaii.

Al volver a Perú a finales de 1923, aplicó este conocimiento comercial y de ingeniería en los intereses de la familia en el Valle de Chicama y se convirtió en el presidente del Directorio Ejecutivo de Negociación Chiclín y Hacienda Salamanca. Estas haciendas se volvieron famosas en el norte por su sorprendente incremento de reservas por romper los récords en la producción de azúcar por hectárea y azucar por tonelada métrica de corte de caña, el resultado de haber sido el primero en introducir la producción mecánica en la costa norte. Además bajo su dirección la familia desarrolló un hacienda azucarera modelo en Chiclín, que incluía hospitales, clínicas, colegios con avanzados sistemas de educación y métodos modernos de enseñanza.

Alrededor de 1924, el interés de Larco en la arqueología de su país comenzó como resultado de la influencia de su padre. En la Hacienda de Chiclín, había vivido en el ambiente de un museo desde que nació pues su famoso padre empezó en 1903 a construir una colección de cerámica precolombina del Norte del Perú. Más adelante, mientras viajaba por Europa, Rafael Larco Herrera visitó el Museo del Prado en Madrid y se dio cuenta que su colección de objetos arqueológicos peruanos era pobre. Así que donó toda su colección arqueológica a España, y hoy en día ésta se exhibe en el Museo Arqueológico en Madrid.

De esta primera colección arqueológica, se guardó un huaco retrato Mochica impresionante, y esto formó el núcleo de la nueva colección arqueológica. En 1925, el padre de Larco adquirió 600 vasijas de cerámica y otros objetos arqueológicos de su cuñado, Alfredo Hoyle y una colección más pequeña de Dr. Mejía y dio la colección entera a su hijo, Don Rafael. Aunque el último había mostrado cierto interés en el pasado del Perú, esta colección lo inspiró para desarrollar un museo y estudiar intensamente la arqueología del Perú. A partir de este momento, Larco incrementó la colección al comprar especímenes del valle de Chicama y los valles cercanos a Trujillo, Virú y Chimbote en el norte, y luego de otras partes del Perú, pero siempre especializándose en el norte del Perú. La colección creció tan rápidamente que tuvo que ser instalada en un edificio separado de la Hacienda Chiclín, el cual fue inaugurado como el Museo Rafael Larco Herrera en julio de 1926, para proteger las riquezas arqueológicas del Perú y como monumento a su padre que aún vivía.

En 1933, se adquirieron dos grandes colecciones privadas, una de alrededor de 3000 piezas del sr. Carranza en Trujillo y las otras 8 000 piezas de cerámica, metal y textiles de Carlos A. Roa de la Hacienda Clara en el valle de Santa. El transporte de la colección Roa del valle Santa al valle de Chicama sin que se rompiera nada fue una operación muy importante, dado que la carretera Panamericana no existía aún. Después de dos semanas, todo estaba empacado con sojas en cajas de madera y las pusieron en camiones que fueron conducidos a lo largo de la playa con marea baja. Todos los objetos llegaron en buenas condiciones, pero luego se tuvo que emprender el trabajo de retirar la sal impregnada en la cerámica pues nunca antes se había hecho. Una de las piscinas más grandes en la Hacienda Chiclín fue expropiada por la arqueología. Se sumergieron los recipientes y los dejaron en remojo por un periodo de dos meses, durante el cual 15 jóvenes cambiaban el agua cuando se contaminaba con la sal disuelta. Después de este tratamiento, se podía almacenar o exhibir los recipientes libres de los peligrosos cristales de sal.

Al mismo tiempo que Don Rafael compraba colecciones, también empezó extensas excavaciones y exploraciones en las desoladas estribaciones, valles y las laderas de las montañas del valle de Virú y sus alrededores tales como la Quebrada de Cupisnique. Este trabajo de campo se convirtió en un asunto familiar pues todos mostraban el mismo entusiasmo y amor por el trabajo que se necesitaba para formar la colección del museo. Don Rafael y sus hermanos Constante y Javier, su esposa Isolina, su hija Isabel y su amigo cercano Enrique Jacobs de Trujillo, pasaron un tiempo considerable juntos en el campo. Se registraron muchos datos valiosos sobre la asociación de áreas de sepulcros, información que sería de gran utilidad para los estudiosos si pudiese publicarse. De esta continua actividad, el Museo creció hasta 1966 año en que murió cuando tenía unos 40 000 recipientes de cerámica y miles objetos de metal, textil y madera. En la Hacienda Chiclín, la colección llenaba 17 habitaciones y el excedente era tan grande que se tuvo que construir un techo provisional entre las dos construcciones para proteger del clima a los especímenes en hileras largas.

En 1949, los intereses comerciales de la familia llevaron a Don Rafael de la Costa Norte a Lima. Separarse de su colección le habría significado la interrupción de su investigación arqueológica así como «un duro golpe para mi espíritu» (1964:20). También creyó que las colecciones estarían más al alcance de los estudiosos, científicos y la gente interesada si se encontrara en la capital. Entonces, se tomó la decisión de mudar toda la colección a Lima, construir un nuevo Museo y crear una Fundación que garantizara la permanencia del Museo y el mantenimiento de las colecciones. El nuevo Museo Rafael Larco Herrera no sólo fue construido en el estilo arquitectónico del siglo XVIII sino que incorporaba rejas, puertas, columnas, vigas y cerrojos de la casa solariega de los marqueses de Herrera y Villahermosa en Trujillo. Cuando fue alcalde de Trujillo, Don Rafael había intentado proteger la casa como monumento histórico pues era uno de los mejores ejemplos sobrevivientes de la arquitectura colonial. Más adelante sin embargo, intereses políticos permitieron que se demoliera la casa. Aunque estos pocos artículos dan al Museo en Lima una apariencia colonial, en otros aspectos es moderna. Posee 6 salas de exhibición más un sótano para la exposición de objetos de oro y plata, 11 habitaciones de almacén, 4 oficinas que sirven de biblioteca, laboratorio y taller, un jardín, patio, terraza donde se exhiben los objetos más grandes de piedra. En los planes de la época en que Larco murió se incluía la incorporación de una sala de conferencias. Don Rafael estaba particularmente orgulloso del hecho que el museo Rafael Larco Herrera con todas sus colecciones, sus publicaciones, el personal y los edificios habían sido desarrollados de manera privada, sin la ayuda directa o indirecta del gobierno.

El traspaso a Lima sí permitió a Don Rafael continuar con sus estudios arqueológicos y en años recientes comenzó a publicar otra vez luego de un periodo de 12 años (1948 -1960) durante el cual estuvo profundamente envuelto en los intereses comerciales familiares y discapacitado por su débil salud. Fue un miembro activo del Directorio de varias compañías, entre las cuales están Banco Comercial del Perú, Rayon Peruana, Rayon Celanese, Química El Pacífico, Cia. de Seguros El Sol, Cia. de Seguros Pesquera Consa y Amial del Perú. Antes, había fundado el periódico, Diario «La Nación» en Trujillo y luego sucedió a su padre como presidente del Directorio del Diario «La Crónica» en Lima. Todas estas actividades restaron tiempo que podía haber ocupado en la arqueología.

Ray era una persona obstinada y con una personalidad positiva. Detrás de una manera muy majestuosa, él era sorprendentemente generoso. Siempre alegre de ayudar a estudiosos calificados, ponía voluntariamente sus materiales a su disposición. También podía ser igualmente negativo con aquellos que él sentía lo hacían perder el tiempo, motivados por la curiosidad o buscando un favor especial. Como un joven estudiante graduado asistente de William Duncan Strong en el Proyecto del Valle de Virú de 1946, recuerdo agradables domingos en la Hacienda Chiclín cuando Don Rafael favorecía al grupo (que incluía a Strong, Bennett, Willey, Ford, Bird y Collier) con sus ideas sobre la arqueología peruana. En adelante siempre disfrutamos la gran hospitalidad de toda la familia Larco en un suntuoso y delicioso almuerzo. Luego nos retirábamos a estudiar con una oferta de cigarros importados de alta calidad, brandy y algo de chicha añejada hecha en la Hacienda para agradables conversaciones sobre economía, política y problemas de las plantaciones de azúcar. Pero siempre tarde o temprano la conversación cambiaría al tema de la arqueología peruana. Durante estas sesiones siempre me asombró cómo aunque a veces no tenía tiempo para leer el último artículo o monografía sobre arqueología en su excelente biblioteca, Larco mostraba un profundo conocimiento de los diez mil objetos en el museo. Tenía tal memoria fotográfica de las colecciones y de los detalles etnográficos mostrados en algunas cerámicas que podía a menudo establecer un argumento al traer un espécimen que le probara tener la razón.

El profundo conocimiento de cientos de objetos en las colecciones del Museo se veía reflejada en las sorprendentes contribuciones a la mitología y estructura sociopolítica Mochica, basadas en escenas de las vasijas pintadas y moldeadas; su análisis de las modificaciones de las formas de los vertederos de las vasijas Mochica, que permitió establecer subdivisiones en subperiodos; y los detallados estudios de cerámica erótica precolombina para mencionar sólo unas cuantas publicaciones. Siempre llevó a cabo cada proyecto con intensidad y rigurosidad documentando un argumento con una gran cantidad de especímenes. Su mayor fracaso profesional fue no poder documentar completamente la base para sus conclusiones, en parte debido a las múltiples obligaciones que demandaban su tiempo. Sus últimos libros fueron producidos bajo gran presión y apuro. Poco tiempo antes de su muerte de un ataque al corazón en Lima el 23 de Octubre de 1966, estaba trabajando en una nueva monografía bien ilustrada sobre keros de madera, basada en lo que probablemente es la colección de keros más grande reunida en un museo.

Mediante su dinamismo y determinación para no dejar nada obstruir su camino, Don Rafael Larco Hoyle no sólo manejó bien las propiedades familiares sino que avanzó la arqueología en el norte de la costa peruana, en un época cuando se conocía poco del desarrollo secuencial de las culturas precolombinas de esa región. Sus clásicas contribuciones al periodo formativo han resistido la prueba del tiempo. Dirigió y organizó tan bien la Conferencia de Chiclín sobre arqueología del Norte del Perú en 1946 al terminar el Proyecto del Valle de Virú, que es lamentable que otras conferencias como ésta no se hayan podido organizar para facilitar el intercambio de ideas. Trágicamente su débil salud en la última década, su ocupación con los negocios familiares y su limitado tiempo para la arqueología lo aislaron de la comunidad científica peruana a la cual contribuyó tanto. Sin embargo, sus publicaciones, las colecciones del museo Rafael Larco Herrera y su perpetuación para administrar y dirigir el museo han asegurado a Rafael Larco Hoyle el lugar como el cuarto gran pionero de la arqueología peruana.

Fuente: Museo Larco

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