¿Cuáles son los principales sitios arqueológicos Moche?

La cultura Moche legó un rico patrimonio arqueológico a lo largo de la costa norte del Perú. Algunos de los sitios más importantes e impresionantes son:

Complejo Arqueológico El Brujo
    • Huaca Cao Viejo: Considerado uno de los centros ceremoniales más importantes de la cultura Moche, aquí se encontró la tumba del Señor de Sipán, uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes del siglo XX.
    • Huaca Cortada: Este sitio fue utilizado como un centro administrativo y ceremonial.
    • Huaca Prieta: Se caracteriza por sus estructuras arquitectónicas y murales pintados.
Imagen de Complejo Arqueológico El Brujo
Huacas del Sol y de la Luna

Ubicadas cerca de Trujillo, estas dos pirámides son un testimonio del poder y la complejidad de la sociedad Moche. La Huaca del Sol era el centro administrativo y la Huaca de la Luna, el centro ceremonial.

Imagen de Huacas del Sol y de la Luna
Chan Chan

La ciudadela de barro más grande de América, Chan Chan, fue la capital del reino Chimú, sucesor de los Moche. Aunque Chimú, sus construcciones y urbanismo ofrecen una visión de la vida y la cultura de la región en el período post-Moche.

Imagen de Chan Chan
Otros sitios importantes
    • Huaca Rajada: Famosa por la tumba del Señor de Sipán, este sitio arqueológico ofrece una visión única de la vida de la élite Moche.
    • Huaca Dos Cabezas: Conocida por sus impresionantes frisos con representaciones de personajes míticos.
    • Pampa Grande: Una de las ciudades más grandes de la antigua América, con una extensión de más de 4 kilómetros cuadrados.
Imagen de Huaca Rajada
¿Qué puedes encontrar en estos sitios?

Al visitar estos sitios arqueológicos, podrás apreciar:

  • Arquitectura monumental: Pirámides, plazas, palacios y templos que muestran la habilidad de los constructores Moche.
  • Murals y frisos: Representaciones de dioses, personajes míticos, escenas de la vida cotidiana y rituales.
  • Cerámica: Vasijas con representaciones realistas de personas, animales y eventos históricos.
  • Orfebrería: Joyas y objetos de oro y plata de exquisita elaboración.
  • Tumbas reales: Lugares de enterramiento de gobernantes y miembros de la élite, con ofrendas funerarias de gran valor.
¿Qué más debes saber?
  • Ruta Moche: Muchos de estos sitios forman parte de la Ruta Moche, un circuito turístico que te permitirá conocer lo mejor de la cultura Moche.
  • Museos: Los museos locales, como el Museo Larco y el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, cuentan con importantes colecciones de artefactos Moche.
  • Visitas guiadas: Se recomienda contratar los servicios de un guía turístico para comprender mejor la historia y el significado de estos lugares.
Huaca Cobián: se revela presencia Ichma e Inca

Se revela presencia Ichma e Inca en el valle medio del río Rímac en Huaca Cobián: Un viaje a través del tiempo

Las excavaciones en el sitio arqueológico Cobián, ubicado en Chaclacayo, Lima, han desenterrado un tesoro de información sobre las culturas Ichma e Inca que habitaron el valle medio del río Rímac.

Los patrones arquitectónicos y los vestigios encontrados evidencian la ocupación del lugar por ambas culturas. Se han hallado restos de viviendas, almacenes de alimentos e incluso restos óseos de los pobladores, ofreciendo una ventana a su estilo de vida y costumbres.

Este descubrimiento no solo amplía nuestro conocimiento sobre la organización social y las prácticas cotidianas de estas culturas, sino que también nos permite comprender mejor la dinámica de poder y la interacción entre diferentes grupos en la región.

La investigación en Huaca Cobián es un recordatorio de la riqueza cultural que guarda nuestro suelo y la importancia de su preservación para las generaciones futuras.

El objetivo principal de estas excavaciones ha sido determinar la secuencia ocupacional del sitio, con especial atención en los periodos tardíos. Para lograr este objetivo, se han identificado patrones arquitectónicos, así como la determinación de la funcionalidad y la configuración de los diferentes espacios presentes en Cobián”, sostuvo la directora del Proyecto de Investigación Arqueológica Huaca Cobián e investigadora principal del sitio, Gina Marrou.

La investigadora a cargo del proyecto Huaca Cobián nos ha revelado la imponente naturaleza de este sitio arqueológico. Ubicado en Chaclacayo, Lima, este titán alberga más de 50 estructuras líticas distribuidas en una superficie de 22 hectáreas.

A pesar de su grandiosidad, hasta la fecha solo se ha excavado menos del 5% del total, es decir, solo tres complejos ubicados en el sector norte del sitio. Las excavaciones iniciaron en octubre de 2023, revelando apenas un pequeño fragmento de este tesoro histórico.

La vastedad de Huaca Cobián, con su gran cantidad de estructuras y su amplia extensión, sugiere un potencial sin precedentes para comprender mejor las culturas Ichma e Inca que habitaron el valle medio del río Rímac. Cada nueva excavación promete desenterrar nuevas piezas de este rompecabezas cultural, acercándonos a su organización social, sus prácticas cotidianas, su cosmovisión y su historia.

A medida que se avance en las excavaciones, nos embarcaremos en un viaje en el tiempo, recorriendo los pasillos de una civilización ancestral y descubriendo sus secretos mejor guardados. Huaca Cobián se convierte en un portal hacia el pasado, permitiéndonos conocer a fondo a estas culturas que dejaron su huella en el valle medio del río Rímac.

La investigación en Huaca Cobián no solo enriquece nuestro conocimiento sobre el pasado prehispánico, sino que también contribuye a la preservación de nuestro patrimonio cultural para las generaciones venideras. Cada hallazgo nos acerca a nuestras raíces y nos recuerda la importancia de proteger y valorar nuestro legado histórico.

El sitio arqueológico Cobián se ubica en la urbanización Alfonso Cobián, de cuyo apellido tomó la denominación, a la altura del kilómetro 21 de la Carretera Central, pasando la urbanización Ñaña y antes del condominio El Cuadro, en el distrito de Chaclacayo. El asentamiento humano fue construido sobre un terreno elevado delante de un cerro que está en el sector alto de la urbanización Alfonso Cobián, en la margen izquierda del río Rímac.

Huaca Cobián: Un oasis arqueológico en Chaclacayo

Un tesoro escondido en las afueras de Lima: El sitio arqueológico Cobián se encuentra en la urbanización Alfonso Cobián, en el distrito de Chaclacayo, a la altura del kilómetro 21 de la Carretera Central. Su nombre hace honor al urbanizador de la zona, y su ubicación privilegiada, sobre un terreno elevado frente a un cerro y junto al río Rímac, la convierte en un oasis arqueológico por descubrir.

Este asentamiento humano, construido por antiguas civilizaciones, yace en la margen izquierda del río Rímac, albergando vestigios de un pasado fascinante. A pesar de estar a solo 21 kilómetros del bullicio de Lima, Cobián ofrece un remanso de paz y la oportunidad de adentrarse en los misterios de las culturas que habitaron este valle.

Huaca Cobián es como emprender un viaje en el tiempo. Sus estructuras, aún por explorar en gran parte, esperan pacientemente a que los arqueólogos desentierren sus secretos y nos revelen las historias que guardan entre sus muros.

La vastedad del sitio, con una extensión de 22 hectáreas y más de 50 estructuras líticas, sugiere un potencial sin precedentes para comprender mejor las culturas que aquí vivieron. Cada excavación promete desenterrar nuevas piezas de este rompecabezas cultural, acercándonos a su organización social, sus prácticas cotidianas, su cosmovisión y su historia.

La investigación en Huaca Cobián no solo enriquece nuestro conocimiento sobre el pasado prehispánico, sino que también contribuye a la preservación de nuestro patrimonio cultural para las generaciones venideras. Cada hallazgo nos acerca a nuestras raíces y nos recuerda la importancia de proteger y valorar nuestro legado histórico.

Escuela de campo universitario

“Nosotros hemos venido excavando como parte del proyecto de investigación arqueológica que sirve también como ‘escuela de campo’ para estudiantes de la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional Federico Villarreal que llevan el curso Técnicas de excavación. Como egresada de dicha universidad decidí que mi proyecto funcione también como escuela de campo”, indicó Marrou.

Comentó que la primera temporada de excavación se desarrolló con alumnos del tercer año de la carrera de Arqueología de la Universidad Nacional Federico Villarreal y culminó en febrero de este año. “Vamos a empezar una segunda temporada en setiembre próximo porque queremos que continúe la escuela de campo”, expresó.

Hallazgos y evidencias arqueológicas

Gina Marrou precisó que entre los primeros hallazgos de las excavaciones realizadas en el sitio arqueológico Cobián destaca un conjunto de recintos de plantas semicirculares, aglomerados e interconectados por escaleras. Ello correspondería a una primera ocupación por parte de la cultura Ichma.

“No hay una arquitectura monumental en el sitio arqueológico Cobián y las construcciones fueron hechas con piedras extraídas de cerros”, puntualizó.

Agregó que también se encontró evidencias orgánicas como restos de cultivos de maíz (corontas), de frijol, de frutas como lúcuma y de algodón.

Asimismo, se hallaron productos de intercambio con otras poblaciones costeras, como productos marinos (caracoles, choros, cangrejos, entre otros). “Esto nos indica la interacción económica y el intercambio de productos. Hemos hallado también ecosistemas ribereños como cañas, carrizos, entre otros vegetales, lo que nos da luces sobre el aprovechamiento de la fertilidad del valle y las áreas circundantes”, manifestó.

Otros testimonios de la vida doméstica en el sitio arqueológico Cobián que se encontraron en las excavaciones dirigidas por Marrou tienen que ver con fragmentos de cerámica Ichma e Inca, lo que revela que hubo doble ocupación del lugar.

“La primera ocupación sería del periodo final del Intermedio Tardío, evidenciada por la presencia Ichma, y una segunda ocupación ocurrida en el Horizonte Tardío, correspondiente al dominio Inca, dado que se ha observado remodelaciones en la arquitectura, adoptando un patrón ortogonal”, argumentó.

La arqueóloga dijo, igualmente, que se descubrieron en espacios mortuorios los restos óseos de dos individuos, los cuales serán analizados para determinar su sexo, edad y otras características. “Los restos óseos están incompletos y parece que han sido alterados al parecer por el impacto de huaicos que ocurren en esa zona durante la temporada de lluvias o tal vez por actos de huaqueo que se han registrado también en otros sitios arqueológicos”, anotó.

Comentó que estos descubrimientos están corroborando la hipótesis que dio el investigador Francisco Iriarte, quien dio cuenta de la existencia de este sitio arqueológico en la década de 1970, aunque no llegó a realizar ninguna excavación en la zona.

Marrou recordó que las investigaciones arqueológicas en la margen izquierda del río Rímac solo habían llegado hasta Huaycán de Pariachi. “Para este lado del valle medio no se habían hecho excavaciones y todo se basaba en la margen derecha como Ñaña y Carapongo. Por ello somos los primeros en excavar en el sitio arqueológico Cobián”, aseveró.

Importancia del sitio arqueológico Cobián

Resaltó que el sitio arqueológico Cobián constituyó un importante centro doméstico y de almacenamiento de alimentos vegetales como maíz y maní, por donde pasaba un camino inca que era un ramal del Qhapaq Ñan o gran sistema vial andino que unía todos los confines del imperio inca o Tahuantinsuyo y que facilitaba el intercambio económico.

Agregó que, de acuerdo con los hallazgos obtenidos hasta ahora en las excavaciones, se descarta que haya existido una ocupación anterior a la Ichma.

“Las excavaciones en Cobián están proporcionando una visión más completa y detallada de la historia antigua del Perú. Este trabajo arqueológico es fundamental para comprender la dinámica social y económica de la población que habitó la región, y para preservar y proteger nuestro invaluable patrimonio cultural”, enfatizó finalmente Marrou.

Perfil de la investigadora

Gina Marrou es egresada de la Facultad de Arqueología de la Universidad Nacional Federico Villarreal, con maestría en Conservación del Patrimonio en la Universidad Nacional de Ingeniería.

También ha llevado cursos de especialización en manejo de dron y uso de la tecnología Lidar (del inglés “light detection and ranging”) que es una tecnología de teledetección que utiliza rayos láser para medir distancias y movimientos precisos en un entorno, en tiempo real.

 

Fuente: Andina
Cronología de los gobernantes incas

La cronología de los gobernantes incas en la Miscelánea antártica de Cabello Valboa (1951).

Cabello indicó los años que un determinado Inca había vivido sólo en algunos casos, mientras que en otros señaló los que había gobernado. Por ejemplo, en el caso de Sinchi Roca menciona que tuvo 77 años de vida, mientras que en el de Lloque Yupanqui señala que murió habiendo reinado 78. En el único caso en que Cabello entrega los valores de ambos cálculos, es decir los años vividos y los años reinados por un determinado Inca, es en el de Manco Capac que ‘habiendo cumplido (según la cuenta) 91 años de su edad y gobernado gentes y familia más de los 60, murió cerca de los años del nacimiento de Cristo de mil y seis’ (Cabello 1951, 271). A partir de este dato es posible deducir la edad en que Manco Capac se convirtió en gobernante: 31, cifra que se obtiene sustrayendo de sus 91 años de vida los 60 que duró su reinado.

Referencia en Cabello (1951 [1586]) Inca Edad total Años que gobernó Año de muerte
1 270–271 Manco Capac 91 60 1006
2 280 Sinche Ruca 77 . 1083
3 286 Lluqui yupangui . 78 1161
4 289 Mayta Capac . 65 1226
5 291 Capac Yupangui 80 . 1306
6 294 Yngaruca 50 . 1356
7 296 Yaguar Guaca . 30 1386
8 301 Viracocha . 50 1438
9 337, 341 Inga Yupangui . 36 1473
10 354 Topa inga/ Pachacuti . ‘auiendo sido Señor mas de 22 años y gobernado gente mas de 30’ 1493
11 394 Guayna Capac . 33 1525

 

Cronología de los incas – de la Miscelánea antártica de Miguel Cabello Valboa (1586)

Una relectura de la cronología de los incas de la Miscelánea antártica de Miguel Cabello Valboa (1586)

Soledad Carmina González Díaza and Francisco Javier Garrido Escobar

aCentro de Estudios Históricos, Universidad Bernardo O’Higgins, Santiago, Chile; bMuseo Nacional de Historia Natural, Santiago, Chile

1. Introducción

La Miscelánea antártica es una extensa obra escrita entre 1576 y 1586 por el clérigo presbítero Miguel Cabello Valboa durante su estancia en las audiencias de Quito y Lima. La Miscelánea está dirigida a Fernando Torres y Portugal, séptimo virrey del Perú, y su nombre se debe, tal como lo indica su autor, a la ‘forzosa mixtura de historias que consigo antecoge el hilo de su proceder […] Fuele puesto por renombre Anthartica respecto de la parte de el mundo donde se escrive’ (Cabello 1951, 4). Perteneciente al género humanista de la varietas, cuyo objetivo era dar cuenta de la variedad de las cosas de la naturaleza creada por Dios, la Miscelánea fue la primera obra en español en llevar este título, lo que la sitúa en un lugar pionero dentro de la literatura no solo indiana sino también peninsular (Rose 2003, 410–11).

La Miscelánea no fue publicada en el transcurso de los siglos XVI al XVIII, sin embargo sabemos que algún manuscrito de esta circuló entre los escritores inmediatamente posteriores: tanto Felipe Guaman Poma de ||Ayala (2001, 1088) como Antonio de León Pinelo y Antonio de la Calancha (Rose 2003, 411) la mencionan en sus respectivas obras. En la actualidad sobreviven tres manuscritos de ella: uno se encuentra en la Hispanic Society of America de Nueva York —el cual solo reproduce la tercera parte—, otro en la New York Public Library y un último en la Universidad de Texas, Austin.1

Desde un punto de vista textual, la Miscelánea está estructurada en tres partes. La primera trata sobre la Creación y la dispersión de los descendientes de Noé por el Orbe; la segunda sobre el origen de los habitantes de las Indias occidentales; y la tercera sobre el gobierno antes y durante el reinado de los incas. En este sentido, y tal como Isaías Lerner (2011, xiv) lo planteó, la Miscelánea responde a una ‘visión unificadora de la historia de carácter humanista’, en donde el pasado andino y la historia de los incas conviven con las antigüedades de Babilonia y Asiria y con reyes persas y egipcios.

Una de las particularidades de la Miscelánea es que Cabello acompañó toda su descripción de la historia del mundo con cálculos cronológicos indicando, por ejemplo, que Abraham había nacido en el 2012 a.C. (Cabello 1951, 85) o que Mayta Capac había muerto en el 1226 d.C. (Cabello 1951, 289). Gracias a este tipo de cálculos la Miscelánea adquirió un rol protagónico dentro de los estudios andinos de la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en aquellos centrados en determinar el origen y el posterior desarrollo del imperio incaico.2

En este contexto destaca la publicación de Absolute chronology in the Andean area del arqueólogo norteamericano John Rowe (1945), quien planteó que las fechas transmitidas

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por Cabello para los gobernantes incas, desde Pachacuti en adelante, debían considerarse como las más plausibles entre todas las cronologías presentes en las crónicas.3 Si bien los postulados de Rowe respecto de la cronología de Cabello fueron ampliamente aceptados en los años posteriores, al menos desde hace dos décadas diversos especialistas han comenzado a cuestionarlos, en gran medida gracias a los resultados alcanzados por las dataciones absolutas radiocarbónicas. Por ello, y tal como lo ha señalado Terence N. D’Altroy (2015, 63), esta sigue siendo utilizada más como una ‘convención’ que como una ‘convicción’.

En el presente trabajo queremos cuestionar esta convención, evidenciando que los cálculos cronológicos de la Miscelánea son arbitrarios y que no poseen la objetividad que Rowe les atribuyó. En ese sentido, y tal como Rolena Adorno lo ha señalado, las demandas de realidad a las crónicas provienen más de nuestras propias expectativas que de las intenciones de sus autores y tratarlas como fuentes históricas transparentes es un procedimiento tan peligroso como anacrónico (Adorno 2008, 6–18).

Aquí proponemos que la cronología de los incas de la Miscelánea constituye una parte del vasto proyecto que su autor tuvo en mente: dar a conocer la historia del mundo teniendo como eje la cuenta del Anno mundi o Edad del Mundo, de una parte, y la del Anno Domini o Era cristiana, de otra. Para concretar su plan, Cabello utilizó una serie de autores contemporáneos vinculados a la Monarquía hispánica, desde donde heredó no solo el contenido de sus narraciones, sino también las fechas que las acompañaban. Estos, a su vez, habían obtenido sus cronologías de autores renacentistas, en donde el más utilizado fue una famosa falsificación de fines del siglo XV. En último término, todas estas cronologías correspondían a reelaboraciones, buenas o malas copias, ajustes o inventos basados en los cálculos que los exégetas de las Escrituras venían realizando desde la Antigüedad, a partir de dos versiones del Antiguo Testamento: la de los Hebreos y la de los Intérpretes.

Dado que para el pasado remoto de las Indias no existían autores que hubiesen transmitido fechas autorizadas, postulamos que Cabello elaboró su cronología de los incas de la misma manera que lo habían hecho sus predecesores: estimando fechas a partir de determinados eventos y proyectando nuevos cálculos en función a la lógica universalista de su crónica.

2. La Miscelánea y la cronología de los incas en la perspectiva de los estudios andinos

Ya antes de Rowe, la Miscelánea había llamado la atención del americanista Philip Ainsworth Means quien, en su libro Ancient civilizations of the Andes (1931), rescató la historia del rey Naymlap transmitida por Cabello para dar cuenta de la larga data y la complejidad social de las culturas andinas prehispánicas.4 A pesar de sus limitaciones, Means fue uno de los pioneros en integrar datos provenientes desde las fuentes históricas a las investigaciones arqueológicas sobre el pasado andino, llegando a la conclusión de que los incas se habían impuesto sobre otras sociedades rivales entre el 1100 y 1400 d.C., fecha esta última en que el imperio había alcanzado ‘its greatest power and greatest glory’ (Means 1931, 49). No obstante, Means advirtió que se trataba de fechas tentativas y aproximadas, indicando que sólo constituían ‘a guide to the reader’s imagination’ (Means 1931, 235).

El trabajo de Rowe, publicado casi quince años después que el de Means, tuvo por objetivo demostrar que las conquistas incas habían tenido lugar unos dos siglos más tarde de lo que este había propuesto (Rowe 1945, 266). Para ello utilizó un corpus de veintiuna crónicas y centró su análisis en las conquistas de Pachacuti, el noveno gobernante, tradicionalmente considerado como el Inca que había iniciado el proceso de expansión. Rowe clasificó a los cronistas en dos grupos: de un lado estaban los que afirmaban, como Garcilaso, que en los inicios del gobierno de Pachacuti los incas ya habían conquistado —partiendo del Cusco— un territorio equivalente a cincuenta millas; y del otro estaban quienes, como Cabello, negaban tal idea (Rowe 1945, 269).

Determinando que las discrepancias entre estos últimos eran pocas, Rowe llegó a la conclusión de que todos derivaban sus informaciones de una tradición indígena común, la cual representaba la visión oficial de la historia inca que él denominó la ‘versión estándar’ (Rowe 1945, 272). Dentro de esta, los datos transmitidos por la Miscelánea —desde Pachacuti en adelante— eran los más plausibles, afirmación que obedecía tanto a la formación erudita de Cabello como a lo razonable que parecían los periodos de tiempo que este había asignado al gobierno de los últimos incas (Rowe 1945, 277–278). Los reinados anteriores, en cambio, correspondían a periodos legendarios durante los cuales, además, no habían sucedido conquistas significativas.

Rowe (1945, 277) utilizó las fechas presentes en Cabello para construir una cronología absoluta para el incario, partiendo de la fecha de término del gobierno de Viracocha: 1438. Pachacuti, su sucesor, había gobernado desde ese año hasta 1471. También llegó a la conclusión de que Topa Inca había tomado el mando de las operaciones en 1463, aunque su gobierno efectivo había sido desde 1471 hasta 1493, periodo dentro del cual había conquistado Chile en 1473.5 Finalmente, el gobierno de Guayna Capac había transcurrido entre 1493 y 1525, mientras que el de Huáscar desde este último año hasta 1532. Utilizando esta cronología, Rowe elaboró un mapa en el que graficaba la expansión del Tawantinsuyu entre 1438 y 1525, tal como aparece en la Figura 1.

Rowe no fue el único en encontrar en Cabello datos cronológicos plausibles para el incario. El antropólogo italiano José Imbelloni, en su estudio sobre la figura del Inca Pachacuti, concluyó que las fechas de Cabello también debían considerarse las más autorizadas entre las demás cronologías (Imbelloni 1946, 143–44). Imbelloni determinó que la época inca había comenzado en el año 925 de nuestra era, cálculo que obtuvo promediando los años que se registraban en las crónicas que él mismo consideraba como las más reputadas (Imbelloni 1946, 265–66). Más tarde Tom Zuidema realizaría un procedimiento similar al combinar fechas presentes en diferentes crónicas, distinguiendo en Cabello dos momentos: uno de carácter mítico que duraba quinientos años y otro de carácter histórico, que abarcaba desde el gobierno de Viracocha hasta Huáscar (Zuidema 1995, 356).

Las primeras críticas a la cronología de Rowe provinieron del historiador sueco Ake Wedin, quien llamó la atención sobre el criterio que este había utilizado para fijar la versión estándar que constituía la base de su análisis. A juicio de Wedin (1963, 13–28), ni siquiera era posible fijar con certeza el año de muerte de Huayna Capac, que constituía el año prehispánico más tardío y que en las crónicas tempranas oscilaba entre 1524 y 1528. En consecuencia ¿cómo podía saberse con certeza que las conquistas incas, que supuestamente se habían iniciado en 1438, se habían sucedido en la forma mostrada por el mapa de Rowe?

En las décadas posteriores, las críticas se centraron en Cabello mismo, específicamente en la manera en que había construido su cronología. Pierre Duviols (1979, 69–73) planteóque la cronología de la Miscelánea se había ajustado a las reglas del género vigentes en su época, según las cuales era necesario rellenar con fechas precisas la historia del Perú desde la creación del mundo en adelante, idea que también sería compartida por María Rostworowski (2012, 253–54) y Catherine Julien (2000, 225). Susan Niles (1999, xvi), en tanto, señaló que Cabello organizó la historia inca contrastándola con las dinastías de reyes y papas, de manera de que fuesen familiares a un público europeo.
Desde la Arqueología, y también cuestionando la fiabilidad de Cabello, Gordon McEwan (2006, 53) planteó que a fines del siglo XVI no existían testigos directos de los tiempos previos a Pachacuti y que, en consecuencia, cualquier fecha anterior a su gobierno no era confiable. Del mismo modo, Brian Bauer y Alan Covey han señalado que el principal problema de la cronología de la Miscelánea es que Cabello abordó la expansión imperial como producto de la voluntad de gobernantes individuales, desconociendo el largo proceso de complejización social y consolidación regional que conllevó el desarrollo del Imperio inca, tal como lo demuestra la evidencia arqueológica actual (Bauer 1992; Bauer y Covey 2002; Covey 2006).

A partir de entonces, la tendencia en Arqueología ha sido establecer una cronología que tenga como punto de partida los cambios en los estilos artefactuales y tipos de asentamiento presentes en la cuenca del Cusco enfocándose, de este modo, en distinguir aquellos procesos sociales que llevaron a sus comunidades a convertirse en un imperio desde una visión temporal más amplia. En este proceso jugó un rol fundamental el perfeccionamiento de técnicas de fechados absolutos tanto radiocarbónicos como de termoluminiscencia, los que contribuyeron con dataciones más precisas a la contextualización del tradicional registro de estilos cerámicos y arquitectónicos. Esto asumiendo, tal como lo ha planteado Dennis Ogburn (2012, 235–36), el obstáculo que implica la naturaleza probabilística de la datación radiocarbónica y la falta de precisión para datar eventos acontecidos dentro de una misma década.

3. La evidencia arqueológica del desarrollo del Estado inca

A diferencia del modelo cronológico de Rowe basado en Cabello, cuyo punto de partida eran las hazañas personales de los capac incaicos, las investigaciones arqueológicas contemporáneas sobre la expansión del Imperio inca han desarrollado un modelo de análisis centrado en procesos sociales y políticos de larga duración.

Recientes estudios arqueológicos a escala regional, por ejemplo, han evidenciado que el primer desarrollo de un cacicazgo que integró la región del Cusco en una comunidad supralocal, con mayores grados de complejización social, habría surgido entre el 500 a.C. y 200 d.C., periodo arqueológico que se conoce como Formativo Tardío. Tal sociedad ha sido denominada de acuerdo a su estilo cerámico como Chanapata y sus principales sitios en el valle del Cusco fueron Wimpillay y Muyu Orco (Bauer 2004; Covey 2006). Después del colapso del Imperio wari, hacia el 1000 d.C., en cada cuenca de la región se habrían desarrollado pequeños cacicazgos en competencia mutua, los cuales establecieron sitios defensivos o pucaras, durante el periodo denominado Intermedio Tardío (Bauer y Covey 2002; Covey 2006, 2008; Kosiba 2010). En aquel escenario, el antecedente directo de los incas habría sido el cacicazgo killke, el que durante este período mantuvo un radio de expansión de no más de 50 millas a la redonda.6 A partir de dicho control territorial inicial comenzaría un fuerte y rápido proceso de expansión imperial hacia zonas vecinas (Bauer y Covey 2002; Bauer 2004), en donde la sociedad killke se habría consolidado como un Estado alrededor del año 1300 d.C. (Bauer y Smit 2015; Covey 2008). Esta nueva sociedad, que desde ese entonces corresponde a los incas, se habría expandido en dirección a los territorios que serían sus provincias hacia el 1400 d.C., de acuerdo a fechas obtenidas por datación radiocarbónica de contextos con cerámica de estilo inca imperial fuera del área inmediata al Cusco (Bauer 2004; Bauer y Covey 2002; Covey 2006; D’Altroy 2015).

Del mismo modo, en provincias lejanas del Tawantinsuyu como el norte de Chile y el noroeste de Argentina, múltiples fechados radiocarbónicos y de termoluminiscencia han aportado un cúmulo de datos que retrotraen en varias décadas el modelo clásico de Rowe sobre la expansión inca hacia el Collasuyu, problematizando así aquella visión de una conquista rápida y breve (Cornejo 2014; D’Altroy et al. 2007; Lynch 2012; Pärssinen y Siiriäinen 1997; Santoro et al. 2010; Schiappacasse 1999; Uribe y Sánchez 2016). Si bien tales resultados aún están en discusión y desarrollo, indican al menos que la primera fase de influencia incaica a larga distancia, ya sea en términos de intercambio o colonización, comenzó mucho antes de lo planteado por Rowe.

Todos estos antecedentes han llevado a muchos especialistas a cuestionar la fiabilidad de las fechas de Cabello y sus interpretaciones contemporáneas, desarrollando un ‘skeptical approach’ frente a las cronologías transmitidas por las crónicas en general (Covey 2015, 80–81). De ahí que sea importante determinar, desde una perspectiva histórica y textual, el modo en que los cronistas del siglo XVI elaboraban sus cronologías ¿De dónde obtenían estos registros? ¿Cómo calculaban la duración de un determinado gobierno? ¿Existía una cronología estándar para el pasado del Viejo Mundo?

4. El cálculo del Anno Mundi en el contexto del siglo XVI

La Miscelánea, como otras crónicas de su época, heredó las fechas presentes en ella de otros autores, los cuales a su vez, recogieron una discusión de larga data en torno a los cálculos cronológicos: la falta de una cronología estándar para los tiempos fundacionales de la humanidad y el proceso de consolidación de la Monarquía hispánica.

El punto de partida de todas las cronologías del Viejo Mundo desde la Antigüedad tardía en adelante fue el Antiguo Testamento, en concreto la breve genealogía de los diez patriarcas prediluvianos contenida en Génesis 5. Junto a los nombres de los patriarcas, esta genealogía indica la edad que cada uno tenía al morir, cuántos años tenía al momento de engendrar al hijo que se transformaría en la siguiente generación de la lista y cuántos años más viviría después de este hecho. Este modelo de enunciación actualmente se conoce con el nombre de relative chronology (Hughes 1990, 5) y, para efectos del cómputo de los tiempos, su importancia radica en que permite acumular los años a partir del nacimiento del primer patriarca —Adán—, equivalente al año 1 del Anno mundi.

Sin embargo, y como es característico en el proceso de transmisión textual de las series numéricas, las edades presentes en Génesis 5 varían en las dos versiones del Pentateuco que se conocieron en el siglo XVI: por ejemplo en la Vulgata, producto de la sistematización de antiguos códices hebreos que Jerónimo de Estridón realizó en el siglo V d.C., Cainán engendró a Malaleel a los 70 años de edad, mientras que en la Biblia griega, correspondiente a la traducción del hebreo al griego que los Intérpretes hicieron en Alejandría hacia el siglo III a.C., lo hizo a la edad de 170 años (Gn 5,12). Variantes como esta implicaron una diferencia de alrededor de 581 años en el cómputo del periodo de tiempo transcurrido desde la Creación al Diluvio, que en la Vulgata corresponde a 1656 años y en la Biblia griega a 2237, con variantes. No obstante estas diferencias, los tratadistas tardo-antiguos y medievales no cuestionaron ni la autoría, atribuida tradicionalmente a Moisés, ni la unidad del Antiguo Testamento. La tendencia fue más bien a justificarlas o ignorarlas: por ejemplo, tanto Agustín de Hipona (1977–1978, II, 165) como Eusebio de Cesarea (1818, 126), concluyeron que la variación no era significativa, puesto que las edades totales de los patriarcas coincidían en ambos registros.

Fue precisamente Eusebio de Cesarea quien hacia el siglo IV diseñó los cánones crónicos, es decir, las tablas que más tarde se convertirían en el modelo para las líneas de tiempo. Eusebio integró por primera vez los anales asirios, griegos, egipcios y persas a la historia bíblica estableciendo, por ejemplo, que el filósofo griego Tales había sido contemporáneo al profeta hebreo Jeremías. La crónica de Eusebio fue actualizada con el correr de los años, tarea que a partir del siglo XV emprendieron los propios impresores a cargo de su publicación. El desafío no solo fue completar más de mil años de historia, sino también ajustar las tablas al formato de la imprenta y facilitar su lectura desarrollando, por ejemplo, índices que permitieran acceder a la información en forma más expedita (Rosenberg y Grafton 2010, 26–28).

Siguiendo el modelo de Eusebio, los primeros intentos por sistematizar en un formato más amable todos los eventos fundacionales de la historia de Occidente, trazando una cronología absoluta para los tiempos remotos del género humano, provinieron de humanistas como Hartmann Schedel —autor de Liber chronicarum (1493)— y Werner Rolevinck — autor de Fasciculus temporum (1474). Este último creó un sistema que compatibiliza otro de los problemas asociados a la cuenta de los tiempos: la diferencia entre el Anno mundi y el Anno Domini o la era cristiana (Rosenberg y Grafton 2010, 36).

Sin embargo, los cálculos que se podían extraer de las Escrituras no fueron suficientes a la hora de proveer de fechas concretas a los incipientes estados de principios del siglo XVI, los cuales necesitaban elaborar sus propias cronologías nacionales. Para el caso de España, la falta de fuentes escritas referentes al origen de su monarquía fue pronto subsanada por Annio de Viterbo, cuya obra creó una narrativa nacional articulada en torno a un linaje legendario de monarcas post-diluvianos (Olds 2015). Su Antiquitatum variarum (1498), una colección de textos espurios sobre los orígenes del mundo y España auspiciada por los Reyes Católicos, ofreció un amplio repertorio de fechas para la recién unificada Monarquía española, las cuales se transmitieron a un inmenso número de autores posteriores, entre ellos varios cronistas de Indias.7

Según Annio de Viterbo, España en tiempos postdiluvianos había sido gobernada por veinticuatro reyes, cuyas hazañas ordenó teniendo como eje una cronología articulada en torno a cinco diluvios, el primero de los cuales había sido el de Noé (Annio de Viterbo 1498, Ivii–Kvi). Para elaborar su cronología, Annio acomodó los cálculos heredados de los exégetas que lo precedieron, agregando años y cambiando fechas de acuerdo a sus propios intereses, el principal de los cuales era dotar a la institución monárquica hispana de una antigüedad que, en la práctica, no tenía.

La cronología de Annio de Viterbo se filtró rápidamente a las crónicas generales de España, una generación de autores vinculados directamente a la Corona cuyo objetivo fue compilar las antigüedades de los diversos reinos peninsulares en pos de la construcción de una historia nacional. No en vano Richard Kagan ha señalado que ‘la Monarquía y la historia van de la mano’ (Kagan 2010, 31). Esto implicaba, de paso, insertar el mítico pasado de los reinos hispanos en la esquiva cuenta del Anno mundi. Dentro de estas crónicas destacan, por ejemplo, los Cuarenta libros del compendio historial de Esteban de Garibay (1571), quien organizó todo el pasado de España teniendo como eje la cronología espuria de Annio de Viterbo, la cual ubicó en el margen exterior de cada página siguiendo la cuenta del Anno Domini.

La cronología de la Antiquitatum también fue heredada por los reportorios de los tiempos, género que compiló conocimientos geográficos, matemáticos y astronómicos, al mismo tiempo que ofrecía a sus lectores una completa cronología desde la creación del mundo hasta el reinado de los Reyes Católicos, Carlos V o Felipe II. El más impreso de estos reportorios fue la Chronographia o Reportorio de los tiempos de Jerónimo de Chávez (primera edición, 1548), en donde la cronología para los veinticuatro reyes míticos de España de Annio de Viterbo aparece estandarizada en una tabla, sin que exista una mención a su procedencia (Chávez 1584, 79v). Respecto a las diferencias entre la cuenta de los Hebreos y los Intérpretes, Chávez optó por incluir ambos valores en diferentes columnas de la tabla para la Primera edad del mundo (Chávez 1584, 57v).

Tanto en Garibay como en Chávez, los reyes de Annio de Viterbo son solo el comienzo de una larga lista que supone una sucesión continua de reyes asturianos, godos y castellanos, lista que solo se interrumpe por algunos inter-reinos, precisamente en los tiempos fundacionales de España. Gracias a las crónicas generales y a los reportorios, la Monarquía española por primera vez tuvo un pasado y una cronología común a todos sus reinos y, lo principal, escrita en español y no en latín, circunstancia que contribuyó a la enorme difusión que estos textos tuvieron tanto en la Península como en las Indias. Cabello recogió el proyecto imperial de estos autores, incorporando a las Indias en la cronología del mundo y los reyes de España.

5. Cabello de Valboa y el cálculo del Anno mundi

Dado el carácter universalista de la Miscelánea, Cabello no estuvo ajeno al debate de la historia del mundo según los parámetros bíblicos: las dos primeras partes de su crónica, de hecho, compilan la historia de la humanidad desde la dispersión del género humano por el Orbe tras el diluvio universal hasta los tiempos de Alejandro Magno. Consciente de las diferencias que existían entre la cronología de los Hebreos y la transmitida por la Biblia griega, Cabello (1951, 19) tuvo la precaución de advertir al lector que guardaría la cuenta de los Hebreos porque era la ‘más recibida entre los escritores’ señalando, de paso, que ‘en realidad, de verdad, no puedo entender que fuese la causa de tanto discremen en cosas de tanta calidad’. Al mismo tiempo, declaraba su intención de contar los años teniendo como eje el nacimiento de Cristo, afirmando que si hubiese algún yerro en sus cuentas no se le culpase por tal negligencia, dado que habían otras cosas de qué hacerle cargo con más justicia (Cabello 1951, 20). Es decir, Cabello estaba consciente de que sus cálculos podían no ser exactos e incluso advirtió al lector sobre aquello.

Para efectos cronológicos, Cabello siguió en las dos primeras partes de la Miscelánea al menos cuatro libros, desde donde obtuvo casi la totalidad de las fechas para el pasado del Viejo Mundo. En realidad, Cabello heredó los cálculos cronológicos al copiar o adaptar las narrativas en los que se encontraban inmersos, de las cuales eran un componente más. Sus principales fuentes aquí fueron la Chronographia de Chávez y los Cuarenta libros de Garibay, precisamente los autores ya mencionados que siguieron la cronología espuria de Annio de Viterbo. Cabello copió de las tablas de Chávez los cálculos relacionados con eventos que toda la humanidad compartía como, por ejemplo, que Isaac había nacido en el 1912 a.C. (Cabello 1951, 37; Chávez 1584, 618) o que Salomón sucedió a David en el 992 a.C. (Cabello 1951, 169; Chávez 1584, 62). De Garibay, en tanto, extrajo las fechas vinculadas al poblamiento del mundo y el pasado de España, como que Noé engendró a sus hijos el año 2045 a.C. (Cabello 1951, 25; Garibay 1571, I, 54), que Gerión —el séptimo de los reyes espurios de Annio de Viterbo— pasó a España el 1793 a.C. (Cabello 1951, 142; Garibay 1571, I, 102) o que la conversión de Recaredo había tenido lugar en el 585 d.C. (Cabello 1951, 247; Garibay 1571, I, 327).

Si bien Cabello declaró seguir la cuenta de los Hebreos, a través de Chávez heredó la cuenta de los Intérpretes, sin saberlo. Dado que Garibay, en cambio, había seguido a los Hebreos, a menudo sucedía que refiriéndose a un mismo evento, las fechas transmitidas por ambos no siempre coincidían. Un ejemplo de esto es el año de nacimiento de Moisés, que según Cabello nació ‘cerca de los años, antes del nacimiento de Cristo 1571, y otros ponen en sus memoriales haber gobernado el pueblo de Israel cerca de el año de 1467’ (Cabello 1951, 148). Esta diferencia se debe a que la primera fecha proviene de Garibay (1571, I, 109) siguiendo a los Hebreos, mientras que la segunda de Chávez (1584, 61) siguiendo a los Intérpretes. Como sus antecesores, Cabello optó por dar cuenta de las diferencias cuando así fuese necesario.

La tabla 1 grafica la cadena de transmisión de la fecha en que Deabos Gerión, el octavo rey de España según la Antiquitatum, pasó a la Península. En ella es posible observar cómo Garibay enmendó el año al copiarlo de Annio de Viterbo, acomodándolo a su propia cronología, y cómo Cabello heredó este cálculo enmendado.

Según Annio de Viterbo, Gerión había pasado a España tiranizándola en el 1803 a.C. Garibay, al tomar este relato, cambió la fecha a 1793, año que Cabello reprodujo agregando, de paso, que Deabos Gerión había pasado a España ‘con bastante número de gente’.

Además de Garibay y Chávez, Cabello también incorporó en su cronología para el Viejo Mundo fechas de la Silva de varia lección de Pedro Mexía (primera edición, 1540), concretamente aquellas relacionadas con el origen y expansión de los turcos, y de la Primera parte de la descripción general de África de Luis de Mármol (1573), desde donde copió algunas fechas referentes a Mahoma, los turcos y la expansión del Islam. Por ejemplo, de Mexía extrajo la fecha en que los escitas habían ocupado Asia Menor y la del nacimiento de Otomano, de quien descendía el imperio turco, en el 800 d.C. y 1300 d.C., respectivamente (Cabello 1951, 39; Mexía 1570, XVv). De Mármol, en tanto, heredó fechas como la del nacimiento de Mahoma: febrero del 569 de la Era Cristiana, que correspondía al 607

Á la fama de la viudez de nuestra madre España, un Aphricano (llamado Deabos Gerion) passo á ella con bastante numero de gente, para lo que pretendia, casi el año antes de la Encarnacion de Christo 1793.

de la Era de César y al 610 en la cuenta de los Alarbes (Mármol 1573, 53). Esta misma ambigüedad está casi textual en Cabello: ‘No muy lejos de la ciudad de la Meca en la Arabia / … / en el mes de febrero de el año de Christo de 569 (aunque otros dicen que a los 610) nació el falso propheta Mahoma para contagio y lepra de el umanal linaje’ (Cabello 1951, 250).

Al análisis del proceso de transmisión de fechas hacia la Miscelánea es necesario añadir un componente textual, en la medida en que no todos los manuscritos de Cabello reproducen la misma fecha para un determinado evento. En efecto, y tal como sucede con los diferentes testimonios de la Biblia griega, existen variantes entre el manuscrito de la NYPL y el de la Universidad de Texas, concretamente en lo relacionado con dos fechas presentes en la Miscelánea. La primera corresponde al año en que el poblamiento de América había tenido lugar, calculo que proviene del mismo Cabello, según el cual esto había acontecido mientras Melicola —otro de los reyes de la genealogía de Annio de Viterbo— reinaba en España. De acuerdo al manuscrito de la NYPL este evento había sucedido en el año 1154 a.C. (Cabello 1951, 148), mientras que de acuerdo al de la Universidad de Texas en el 1164

a.C. (Cabello 2011, 209). La segunda variante, en tanto, se relaciona con el nacimiento de Cristo, fecha que Cabello obtuvo de los Cuarenta libros de Garibay: mientras que el manuscrito de la NYPL señala que Cristo nació a los 1052 años de la fundación de Roma (Cabello 1951, 217), el de Texas indica que esto aconteció en el 752 (Cabello 2011, 272). Esta fecha, en efecto, concuerda con la que entrega Garibay (1571, I, 213–14) y de paso corrobora la hipótesis de Valcárcel (1951, xii) y Lerner (2011, xix) sobre el manuscrito de la Universidad de Texas, considerado como el más cercano al original. Las fechas erradas del manuscrito de la NYPL, en consecuencia, constituirían variantes ocasionadas por un error de transmisión textual, posiblemente de copia. La cuenta del Anno mundi de Cabello, en consecuencia, está permeada por la copia que hizo de autores previos, así como también por errores derivados de la historia textual de los manuscritos de la Miscelánea.

6. Cabello como cronólogo de los incas

Ahora bien, si para escribir sobre el pasado de España Cabello contó con una reserva de fechas provenientes de diversos libros, ¿Cómo estructuró, entonces, su cronología para el pasado andino?

Según el mismo Cabello lo indicó, sus fuentes para elaborar el apartado que trata sobre los incas fueron Polo Ondegardo, Juan de Valboa —criollo limeño y profesor de quechua en la Universidad San Marcos de Lima— y Cristóbal de Molina (Cabello 1951, 257–60).

Junto con ello, Cabello (1951, 8) también señaló en los primeros capítulos que daría cuenta de los años en que los reyes incas habían comenzado ‘con tanta certeza cuanta humana diligencia ha bastado averiguar, según los quipos y cuentas indianas’, señalando los años que había vivido cada uno. Este argumento es reiterado más adelante cuando declara haber obtenido su cronología concordando ‘las cuentas nuestras con las que estos naturales tienen por sus quipos y nudos de sus reyes’, sin entregar detalles respecto a cómo esta conversión se había llevado a cabo (Cabello 1951, 264). Cabello dispuso estos datos al finalizar la biografía de cada inca, información que se sintetiza en la tabla 2.

Como se observa en la tabla 2, Cabello indicó los años que un determinado Inca había vivido sólo en algunos casos, mientras que en otros señaló los que había gobernado. Por ejemplo, en el caso de Sinchi Roca menciona que tuvo 77 años de vida, mientras que en el de Lloque Yupanqui señala que murió habiendo reinado 78. En el único caso en que Cabello entrega los valores de ambos cálculos, es decir los años vividos y los años reinados por un determinado Inca, es en el de Manco Capac que ‘habiendo cumplido (según la cuenta) 91 años de su edad y gobernado gentes y familia más de los 60, murió cerca de los años del nacimiento de Cristo de mil y seis’ (Cabello 1951, 271). A partir de este dato es posible deducir la edad en que Manco Capac se convirtió en gobernante: 31, cifra que se obtiene sustrayendo de sus 91 años de vida los 60 que duró su reinado.

Tabla 2 La cronología de los gobernantes incas en la Miscelánea antártica de Cabello Valboa (1951).

Referencia en Cabello (1951 [1586]) Inca Edad total Años que gobernó Año de muerte
1 270–271 Manco Capac 91 60 1006
2 280 Sinche Ruca 77 . 1083
3 286 Lluqui yupangui . 78 1161
4 289 Mayta Capac . 65 1226
5 291 Capac Yupangui 80 . 1306
6 294 Yngaruca 50 . 1356
7 296 Yaguar Guaca . 30 1386
8 301 Viracocha . 50 1438
9 337, 341 Inga Yupangui . 36 1473
10 354 Topa inga/ Pachacuti . ‘auiendo sido Señor mas de 22 años y gobernado gente mas de 30’ 1493
11 394 Guayna Capac . 33 1525

Este mismo procedimiento, es decir la obtención de valores no explicitados en la cronología a partir de los datos transmitidos por ella, fue utilizado por los exégetas de la Biblia para el cálculo del Anno mundi que se desprende de la relative chronology transmitida por Génesis 5. Así, por ejemplo, Agustín de Hipona y otros (1977–1978, II, 167) siguiendo la cronología de los Intérpretes calcularon que Matusalén había muerto 14 años después del diluvio de Noé, del cual se suponía que solo habían sobrevivido Noé, su esposa y sus tres hijos con sus respectivas esposas (Gn 8,18). Aplicando este mismo tipo de análisis a la Historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa pudimos concluir en un trabajo anterior (González 2015, 170) que, si bien en ocasiones su cronología era coherente con la biografía de algunos Incas, en otras no: tal es el caso de Pachacuti, del cual Sarmiento señala que siempre traía consigo a su nieto Guayna Capac quien, según los datos implícitos que se desprenden de su cronología, nació 47 años después de la muerte de su abuelo. Es decir, en este caso, la narración y la cronología de Sarmiento no coinciden.

El empleo de este mismo examen en el análisis de la cronología de los incas de la Miscelánea evidencia las dificultades que Cabello tuvo para que sus cómputos fuesen coherentes con las biografías de los gobernantes que, a fin de cuentas, constituían el correlato textual de las fechas. Al igual que Sarmiento, sólo algunos cálculos ligados a los incas coinciden con los datos sobre sus vidas: analizando los datos de Manco Capac, por ejemplo, se desprende que comenzó a reinar en el 946, año muy próximo al que Cabello (1951, 264), en efecto, registra como el del origen de los incas, que ‘parece resultar / … / cerca de los años del nacimiento de Cristo, nuestro Redemptor, de 945’.

En el caso de Sinchi Roca, por el contrario, esta coherencia no es tal. Cabello señala expresamente que murió en el 1083 a los 77 años, de lo que se deduce que debió haber nacido en el 1006. Este año corresponde al de la muerte de Manco Capac, su padre, información que no concuerda con el relato que Cabello entrega para las vidas de ambos incas, según el cual Mama Ocllo parió a Sinchi Roca en su travesía desde Pacaritambo al Cusco, estando Manco Capac vivo. Incluso, según el relato, Sinchi Roca ya era un hombre de ‘experiencia y artificio’ cuando Manco Capac murió, testimonio que da cuenta de que en la narración de Cabello ambos estuvieron vivos al mismo tiempo (Cabello 1951, 271).

Las dificultades que Cabello tuvo en la composición de su cronología también quedan en evidencia al calcular la duración efectiva del incario: si se toma como punto de partida el año 945 y como fecha de término 1525, en la que Guayna Capac habría muerto (Cabello 1951, 394), entonces se deduce que el Tawantinsuyu se extendió por un periodo de 580 años. Sin embargo, si se suman las edades totales o los años de gobierno de todos los capac, suponiendo que equivalen a lo mismo, se obtiene una cifra que varía de 581 a 589, dependiendo de si se consideran 22 o 30 años para el gobierno de Topa Inca (Cabello 1951, 354). Y es que en Cabello, además, casi siempre los cálculos van acompañados de expresiones que indican su valor aproximado como, por ejemplo, ‘murió cerca de los años’ al referirse a Manco Capac (Cabello 1951, 270) o ‘parece por la cuenta que vamos siguiendo’ al referirse al comienzo del reinado de Lloque Yupanqui (Cabello 1951, 280). Todos estos antecedentes indican que Cabello elaboró la cronología de los incas por sí mismo, y que el procedimiento no estuvo exento de obstáculos.

Finalmente, un último aspecto a tener en cuenta es de qué manera Cabello fijó el año 945 como punto de partida del incario, cuestión que remite no sólo al carácter universalista de la Miscelánea, sino también al providencialismo que rige la escritura de Cabello (Camacho 2007, 109). Su historia está guiada por los juicios de Dios y los incas constituyen una pieza más del complejo engranaje que es la ‘fábrica del mundo’ (Cabello 1951, 7). En palabras del mismo Cabello ‘la omnipotencia y ciencia de Dios (cuyo auxilio y protección invoco), como sin principio, sea la mayor de las cosas invisibles’ (Cabello 1951, 11). Los reinos gentiles, en la perspectiva del autor, también forman parte de este plan divino: como el de los babilonios, asirios o persas, el imperio de los incas era practicante de cultos idólatras, los cuales ‘el Señor con su prometida misericordia lo remedie y ataje, alumbrando los confusos entendimientos de tantas gentes ciegas’ (Cabello 1951, 36).

En ese sentido, no es casualidad que el capítulo en donde se narra el origen de los incas se denomine ‘De lo que se tiene por verdadero acerca de el principio y origen de los reyes yngas y de las cosas que subcedian en el mundo conocido cuando en este comenzaron a reinar estos príncipes. Y de la descendencia de los turcos y otras curiosidades’ (Cabello 1951, 264). Y es que para Cabello el origen de los incas es contemporáneo al de los turcos.

Para elaborar este capítulo, Cabello se valió de la ya mencionada Primera parte de la descripción de África de Luis de Mármol el cual, al igual que Esteban de Garibay, había dispuesto todo su recuento historial señalando al margen de cada párrafo el año en que había acontecido tal o cual evento. En su composición Cabello tomó de Mármol (1573, 128v) la descripción del origen de los turcos y la forma en que estos se habían transformado poco a poco en un poderoso ejército al servicio de príncipes mahometanos en constante conflicto, para luego destronar a estos señores y usurparles sus reinos y conquistas en torno al 959 d.C. Y es al relatar la genealogía de los jefes turcos en donde Cabello (1951, 273) menciona que este ‘pujante señorío [el de los turcos] / … / crecía en los mismos años y tiempos que el de los yngas indianos iba creciendo, más Dios (por sus ocultos juicios) permitió que el uno de [sic] acabase para principio de tanto bien, y el otro permaneciese para tanto mal y daño’. En otras palabras: para Cabello existía un equilibrio en los ocultos juicios de Dios, que si bien había dejado que dos señoríos enemigos de la cristiandad nacieran simultáneamente, también había permitido que solo uno de ellos —el turco— sobreviviera. Esto pareciera demostrar que Cabello situó el origen los incas en el año 945 teniendo como referencia la cronología que Luis de Mármol había elaborado para la descripción del origen de los turcos, cuyo imperio constituía el principal enemigo de la Monarquía católica en el siglo XVI.

El análisis de la cronología de los incas de la Miscelánea, en consecuencia, evidencia los problemas que su autor enfrentó al momento de calcular por sí mismo las fechas asociadas a los gobiernos de los capac incaicos, para lo cual se inspiró en autores previos. Dicha operación estuvo regida, además, por la lógica providencialista que atraviesa una buena parte de la escritura de Indias. En Cabello el destino de los incas constituye un instrumento en el plan de la Divina Providencia, en donde España tiene el rol protagónico.

7. Comentarios finales

Hasta ahora, la mayoría de las críticas a la cronología de Cabello se ha basado en la plausibilidad de sus fechas para el incario, centrándose en si estas son o no ciertas. Aquí, sin embargo, quisimos cambiar las coordenadas desde donde tradicionalmente se ha formulado esta interrogante, preguntándonos primero qué prácticas involucraba la elaboración de una cronología en el siglo XVI, para luego reevaluar la interrogante inicial: ¿es pertinente preguntarse si la cronología de Cabello refleja realmente la temporalidad dinástica y la expansión incaica?

El argumento central que hemos desarrollado en el presente artículo es que la dificultad interpretativa que implica el análisis de la cronología inca desde la perspectiva de las crónicas, más allá del caso concreto de la Miscelánea, no radica sólo en la imposición de una estructura lineal y cronológica europea a un género de historia andina no lineal. El problema está en que la propia construcción de las cronologías europeas parte de premisas que no están basadas en eventos históricos, sino que en ejercicios especulativos ex post facto a partir, por ejemplo, de textos abiertamente espurios. Más que un problema de traducción entre mundos distintos, la cronología de Cabello refleja el proceso de invención de un pasado para el Viejo y el Nuevo Mundo, cuyas historias se estaban escribiendo al mismo tiempo: la política de la recién unificada Corona española requería de un pasado no sólo para su imperio, sino también para sí misma.

En ambos casos se trataba de un pasado sin fechas, solo que para España el problema ya estaba resuelto: Annio de Viterbo, basándose en el Génesis y autores clásicos, había inventado una completa cronología para el pasado remoto de la península, mientras que para las Indias se trataba de una tarea aún pendiente. Y es que para los humanistas, las falsificaciones eran un medio legítimo para reemplazar un registro ausente (Córdoba 1985) y, por ende, la invención de fechas arbitrarias era una práctica común.

Cabello no estuvo solo en este camino. Sabemos, por ejemplo, que Pedro Sarmiento de Gamboa obtuvo una buena parte de las fechas relacionadas al pasado del Viejo Mundo de la Primera parte de la corónica general de toda España, y especialmente del reyno de Valencia de Anton Beuter y del Reportorio de Chávez (González 2015, 156). Este último autor también fue seguido por Felipe Guaman Poma de Ayala en su Nueva corónica y buen gobierno (Fleming 1994; Barnes 1995; Plas 1996; González 2012b). Todas estas cronologías, en último término, tuvieron su origen en los textos espurios de Annio de Viterbo.

Finalmente, creemos que si bien existen algunas coincidencias generales entre la cronología de Cabello, la de Rowe e incluso otras obtenidas a través de dataciones radiocarbónicas, estas son de corte circunstancial y en ningún caso deben interpretarse como pruebas independientes de un mismo proceso. No se trata de negar que pudieron existir géneros narrativos o registros que, en efecto, diesen cuenta del pasado incaico, sino más bien de abandonar la pretensión de que estos puedan tener un correlato cronológico certero y comprobable.

Por ello, más que esforzarse en tratar de compatibilizar las fuentes etnohistóricas, como la Miscelánea de Cabello, y la datación radiocarbónica del registro material, la Arqueología tiene un rol crucial en continuar su tarea de establecer una cronología basándose en fechados absolutos. Esto implica reevaluar el rol protagónico que las hazañas de los gobernantes incaicos individuales tienen en las crónicas, centrándose en procesos más generales como, por ejemplo, los momentos iniciales de formación del Estado inca y su expansión en lo que serían los diversos territorios que más tarde constituyeron su Imperio.

Notas

1. El incompleto manuscrito de la Hispanic Society of America fue traducido al francés y publicado por Henri Ternaux Compans en 1840, para luego ser retraducido al español y publicado nuevamente por Carlos Romero y Horacio Urteaga en 1920 (Lerner 2011, xx). El de la New York Public Library (NYPL) perteneció al mismo Henri Ternaux Compans y alrededor de 1850 pasó a manos de Obadiah Rich, cuya colección fue adquirida posteriormente por James Lenox. La biblioteca de Lenox, junto con otros fondos, pasó en 1896 a la NYPL. Sobre este manuscrito Jacinto Jijón y Caamaño y Luis Valcárcel elaboraron sus ediciones, en 1945 y 1951 respectivamente. Esta última es la más difundida en los estudios andinos y es la que seguimos en el presente trabajo. El manuscrito de la Universidad de Texas, Austin, fue adquirido al mismo tiempo que Valcárcel trabajaba en su edición. Había pertenecido a la biblioteca del Conde Duque de Olivares y luego a la de Joaquín García Icazbalceta (Valcárcel 1951, xiv). Fue publicado por Isaías Lerner recientemente, en el año 2011.
2. A pesar de constituir un texto capital para los estudios andinos, la Miscelánea aún no ha sido objeto de una investigación sistemática en el contexto de estos, en donde su importancia trasciende las cronologías que conlleva puesto que también transmite una valiosa información respecto al pasado andino prehispánico y al desarrollo del Estado incaico. Una dimensión parcialmente explorada pero no analizada en profundidad es el eventual vínculo de la Miscelánea con la Historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa y la Historia general del Perú de Martín de Murúa, con quienes comparte innegables similitudes en ciertos apartados. Rowe (1945, 277), en una primera etapa pensó que Cabello se había basado en Sarmiento, idea compartida por autores posteriores como Galen Brokaw siguiendo a Raúl Porras Barrenechea (Brokaw 2010, 140–41). Luis Valcárcel (1951, xxxiv) matizó esta idea, sugiriendo que se trataba de fuentes independientes, sin descartar la idea de que Cabello hubiese consultado, en efecto, a Sarmiento. Con el correr de los años Rowe (1985, 200–1) concentró su atención en las similitudes entre Cabello y Murúa, sugiriendo que el parecido podría deberse a que ambos autores consultaron una fuente común: la Historia de los incas de Cristóbal de Molina, perdida en la actualidad. El planteamiento de Rowe fue seguido por Catherine Julien (2000), no obstante lo cual aún no se ha desarrollado un proyecto centrado exclusivamente en reconstruir la historia textual de la Miscelánea.
3. Rowe identificó en las fuentes coloniales, además de la cronología de Cabello, otras dos. Laprimera corresponde a la de Pedro Sarmiento de Gamboa en su Historia de los incas (1572), que Rowe calificó de ‘wild and impossible’, y la segunda a la del Compendio y descripción de las Indias occidentales de Antonio Vázquez de Espinosa (c. 1630), que para Rowe era ‘nearly as bad’ (Rowe 1945, 277). Sin embargo, estos no fueron los únicos textos que transmitieron una cronología para los capac incas. También lo hicieron, cada uno con características propias, la Historia de las guerras civiles del Perú o quinquenarios (1595–1603) de Pedro Gutiérrez de Santa Clara, el Discurso sobre la descendencia y gobierno de los incas (¿1602– 1608?) de autor desconocido, la Nueva corónica y buen gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala (1615–1616) y las Memorias antiguas historiales y políticas del Pirú de Fernando de Montesinos (1644). Tal como lo ha señalado Alan Covey (2015, 79) todas estas fuentes permanecieron manuscritas hasta fines del siglo XIX o principios del XX.
4. La historia de Naymlap corresponde a una digresión que Cabello realiza a propósito de laentrada de Topa Inca a Quito. En ella narra cómo Lambayeque fue poblado por Naymlap y su corte, a quienes sucedieron varias generaciones de señores hasta que uno de ellos llamado Fempellec durmió con el diablo en forma de mujer. Tras ello, todo su pueblo fue castigado y quedó sin gobierno hasta la llegada del tirano Chimo capac, cuya descendencia siguió señoreando Lambayeque hasta el tiempo de los incas y los españoles (Cabello 1951, 327–30).
5. No obstante Rowe precisó que estas fechas provenían de Cabello, existen discrepancias entresu formulación y la información contenida en la Miscelánea. En primer lugar, y si bien no todas las crónicas ofrecen la misma secuencia para los gobernantes incas, en la genealogía de Cabello Topa Inca y Pachacuti son la misma persona: en efecto, gracias a la dedicación que Topa Inca había puesto en la expansión del imperio había recibido el nombre de Pachacuti, que quería decir ‘vuelta de mundo’. Por error otros cronistas habían añadido a Pachacuti al número de gobernantes como si se tratase de otro Inca, pero lo cierto era que ‘Topa Ynga Yupangui y Pachacuti es todo uno’ (Cabello 1951, 339). De hecho en la Miscelánea el padre de Topa Inca es Inca Yupanqui, caracterizado como un cruel tirano que protagonizó el ciclo bélico contra los chancas y los soras y que le arrebató la borla a su padre Viracocha (Cabello 1951, 299–301). Y es este Inga Yupanqui el que, en la cronología de Cabello, asume en 1438, no Pachacuti como señala Rowe en su artículo (Cabello 1951, 301 y 341). En otras palabras: el Pachacuti de Rowe no es el mismo de Cabello. En segundo lugar, en la Miscelánea la muerte de Inca Yupanqui sucedió en 1473 ‘durante la ausencia que Topa Ynga Yupangui auia hecho en esta jornada de Collao y Chile’ y no en 1471 como lo planteó Rowe (Cabello 1951, 337).
6. Este radio de expansión fue calculado en función a la distribución de la cerámica de estiloKillke en el área del Cusco, lo cual no significa necesariamente un dominio homogéneo sobre dicho territorio (Bauer y Covey 2002; Bauer 2004). Este estilo cerámico ha dado nombre al cacicazgo o señorío pre-estatal del Cusco, que más adelante se convertiría en la sociedad inca.
7.Annio de Viterbo suponía que los autores paganos habían consignado la existencia de lospatriarcas bíblicos bajo otros nombres, que variaban de acuerdo a la lengua o el lugar en que habían sido registrados. La manera en que Annio autorizó sus textos espurios fue combinando sus invenciones con la información presente en autores de la tradición clásica, de manera que sus falsificaciones coincidieran con el testimonio de autores verdaderos. Para más información sobre la influencia de Annio de Viterbo en la cronística de Indias ver González 2012a.
8.En la edición de 1584 de Chávez que seguimos existe un error tipográfico asociado al año denacimiento de Isaac. Dice ‘1219’, pero en realidad es ‘1912’, como se desprende de otras ediciones, por ejemplo la de 1554. Esta errata constituye otra evidencia de cómo los valores numéricos a menudo fueron alterados accidentalmente en su proceso de transmisión.

Agradecimientos

A los evaluadores de esta y las versiones anteriores del presente manuscrito, cuyos comentarios han ayudado enormemente a estructurar y orientar mejor la exposición de las ideas planteadas. Al proyecto Fondecyt de Iniciación 11160141 ‘La Historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa en la perspectiva de los estudios andinos: hacia una reconstrucción de su historia textual’, cuya investigadora responsable es Soledad González Díaz.

Notas biográficas

Soledad Carmina González Díaz

es Magíster en Historia, mención Etnohistoria, por la Universidad de Chile y Doctora en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus líneas de investigación se centran en las crónicas andinas, los textos de Indias y la etnohistoria del Norte de Chile. Sus publicaciones más recientes incluyen ‘Del Génesis a los Andes: la cronología del incario en la Historia de los Incas de Pedro Sarmiento de Gamboa (1572)’ (2015), co-autor de Qhapaq Ñan. El sistema vial andino y los incas en el norte de Chile (2015) y ‘Guaman Poma y el Repertorio Anónimo (1554): Una nueva fuente para las Edades del Mundo en la Nueva Corónica y Buen Gobierno (2012).

Francisco Javier Garrido Escobar

es conservador en el Museo Nacional de Historia Natural, en Santiago de Chile. Obtuvo su licenciatura en arqueología de la Universidad de Chile, y su doctorado en antropología de la Universidad de Pittsburgh. Sus intereses de investigación se centran en la arqueología de la expansión inca, las comunidades mineras prehispánicas y la infraestructura imperial. Sus artículos han aparecido en las revistas Journal of Anthropological Archaeology, Archaeological and Anthropological Sciences, y en el Boletín del Museo Nacional de Historia Natural
(Chile).

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El Coricancha: El corazón espiritual del Imperio Inca

En las entrañas de los Andes peruanos, se esconde un tesoro invaluable que va más allá de las famosas Machu Picchu y Cajamarca: el Coricancha. Este majestuoso complejo, conocido como el «Templo del Sol», alguna vez revestido de oro y venerado como el lugar más sagrado del Imperio Inca, ofrece una ventana fascinante a la cosmovisión, la arquitectura y la historia de esta civilización milenaria.

Un viaje al pasado para descubrir el corazón del Tahuantinsuyo:

El auge del Coricancha: Bajo el mandato del Inca Pachacútec, el Coricancha experimentó una transformación monumental, convirtiéndose en un símbolo de la opulencia y el poderío del Imperio Inca. Se dice que sus paredes estaban recubiertas de oro macizo y que sus puertas y portadas brillaban con tal intensidad que podían verse desde kilómetros de distancia.

Arquitectura incaica: una obra maestra de ingeniería: La construcción del Coricancha se caracterizó por una técnica única: el traslado de piedras parcialmente trabajadas desde las canteras hasta el sitio de construcción. Allí, los incas ajustaban cada piedra con precisión milimétrica, creando un encaje perfecto que desafía el paso del tiempo. Las «piedras cuña», talladas con maestría, no solo cumplían una función estructural, sino que también añadían un elemento de belleza intrincada a la construcción.

Un lugar sagrado y un símbolo del poder inca: El Coricancha era más que un templo, era un centro del cosmos incaico. Allí se celebraban rituales sagrados para honrar a Inti, el dios Sol, y se realizaban ofrendas para asegurar la prosperidad y la estabilidad del imperio. El Coricancha era un símbolo del poder divino de los incas y un recordatorio de su conexión con los dioses.

El saqueo y la superposición cultural:

La llegada de los conquistadores españoles: En 1533, la llegada de Francisco Pizarro y sus hombres marcó un punto de inflexión en la historia del Coricancha. El templo fue saqueado sin piedad, despojándolo de sus tesoros de oro y plata. Los incas, abrumados y sin un liderazgo claro, no pudieron defender su lugar más sagrado.

Santo Domingo: un símbolo de la conquista española: Sobre las ruinas del Coricancha, los conquistadores españoles erigieron la Iglesia de Santo Domingo. Esta construcción, que aún hoy se yergue en Cusco, es un recordatorio tangible de la superposición cultural y religiosa que caracterizó la conquista española en América.

El Coricancha hoy: un legado que perdura:

Un sitio arqueológico de gran valor: A pesar de las transformaciones sufridas a lo largo de los siglos, el Coricancha sigue siendo un sitio arqueológico de gran valor. Sus imponentes muros, sus plazas ceremoniales y sus cámaras subterráneas aún conservan la esencia de lo que fue el corazón espiritual del Imperio Inca.

Un destino turístico y espiritual: El Coricancha es uno de los principales destinos turísticos de Cusco. Miles de visitantes de todo el mundo llegan cada año para admirar su arquitectura, conocer su historia y conectar con la energía espiritual que aún emana de este lugar sagrado.

 

Cómo desapareció la civilización de los Tiwanaku, conocida como la «cultura madre» de América del Sur

Extensión aproximada de la cultura Tiwanaku

En el corazón de los Andes, entre las imponentes cumbres y el espejo del lago Titicaca, floreció una civilización legendaria: la cultura Tiahuanaco. Su legado aún resuena en el tiempo, cautivando a investigadores y viajeros con sus enigmáticas ruinas, su iconografía única y su profunda conexión con la naturaleza.

Un imperio que floreció entre el 1500 a.C. y el 1187 d.C., Tiahuanaco extendió su influencia a través de vastos territorios que hoy abarcan Bolivia, Perú, el norte de Chile y el extremo norte de Argentina. Su capital, la ciudad de Tiwanaku, ubicada en las orillas del río homónimo, era un centro neurálgico de poder, religión y comercio.

La monumentalidad de sus construcciones es un testimonio de su avanzada ingeniería y su profundo respeto por la naturaleza. La Puerta del Sol, la Pirámide de Akapana y el Kalasasaya son solo algunas de las obras maestras que aún hoy nos asombran.

Su iconografía, plasmada en magníficos textiles, cerámica y objetos religiosos, refleja una cosmovisión compleja y rica en simbolismos. Figuras aladas, cabezas antropomorfas y motivos geométricos narran historias de dioses, animales sagrados y rituales ancestrales.

La sociedad Tiahuanaco era altamente estratificada, con una élite gobernante, sacerdotes y artesanos que ocupaban los puestos más altos. La agricultura, la ganadería y el comercio eran las bases de su economía, permitiéndoles prosperar en un entorno desafiante.

Su dominio se extendía más allá de sus fronteras físicas, a través de redes de intercambio y control de rutas comerciales. Objetos Tiahuanaco han sido encontrados en lugares remotos, lo que evidencia su amplia influencia cultural y económica.

El Puma Punku (Puerta del Puma), fue elaborado con bloques macizos de arenisca, de hasta 130 toneladas de peso, ensamblados con grapas de cobre. (Getty)

El colapso de Tiahuanaco alrededor del año 1187 d.C. sigue siendo un enigma. Sequías prolongadas, conflictos internos, invasiones o una combinación de estos factores podrían haber llevado a su declive.

A pesar de su desaparición física, el legado de Tiahuanaco perdura en las tradiciones y cosmovisión de los pueblos andinos. Su arte, arquitectura y conocimiento siguen inspirando a las generaciones presentes y futuras.

Tiahuanaco nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de las civilizaciones y la importancia de preservar nuestro patrimonio cultural. Su historia es un recordatorio de la capacidad humana para construir, crear y dejar una huella imborrable en el mundo.

Un viaje al pasado para descubrir los misterios de una civilización legendaria

Su esplendorosa capital: Tiwanaku

A orillas del lago Titicaca, a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar, se erguía la majestuosa ciudad de Tiwanaku. Un centro neurálgico planificado con precisión, donde se levantaban imponentes pirámides, palacios y residencias para la élite. Su extensión abarcaba entre 4 y 6 kilómetros cuadrados, albergando a una población estimada de 20.000 a 40.000 habitantes.

Un imperio próspero y multilingüe

Los Tiwanaku basaron su economía en el comercio y la agricultura. Su dominio del agua les permitió desarrollar un sofisticado sistema de riego que garantizaba la productividad de sus campos agrícolas, conocidos como «sukakollos».

Kero tiahuanacota, 400 – 1000.

La ciudad era un crisol de culturas, atrayendo a personas de diversas regiones. Se estima que era una ciudad multilingüe, donde se intercambiaban ideas, productos y saberes. La evidencia arqueológica sugiere la presencia de barrios diferenciados y una alta diversidad étnica.

Innovaciones tecnológicas y expansión imperial

Los Tiwanaku no solo destacaron por su organización social y comercial, sino también por sus avances tecnológicos. Su dominio de la piedra les permitió construir estructuras monumentales como la Pirámide de Akapana, la más grande y antigua de su tipo en Sudamérica.

Su poderío político y económico se extendió a través de colonias estratégicamente ubicadas, controlando rutas comerciales y obteniendo recursos valiosos como productos del bosque tropical.

Un final enigmático: el colapso de Tiwanaku

A pesar de su grandeza, la civilización Tiwanaku desapareció misteriosamente alrededor del año 900 d.C. Las causas de su colapso aún son objeto de debate entre los investigadores.

Hipótesis del colapso:

Crisis ambiental: Sequías prolongadas habrían afectado severamente la agricultura, base de su economía.
Invasiones externas: Algunos estudios sugieren la presencia de invasores provenientes del sur.
Descontento social: Se ha planteado la posibilidad de rebeliones campesinas debido a la desigualdad y las tensiones sociales.
Confluencia de factores: Es probable que la combinación de varios factores, como los mencionados anteriormente, haya precipitado el colapso de Tiwanaku.
Un legado que perdura

Aunque su civilización desapareció, el legado de los Tiwanaku sigue presente en la cultura andina. Su influencia se observa en la arquitectura, la cerámica, los textiles y las tradiciones de los pueblos indígenas de la región.

Reflexiones finales:

La historia de los Tiwanaku nos recuerda la fragilidad de las civilizaciones y la importancia de comprender el pasado para construir un futuro más sostenible. Su legado nos invita a valorar la diversidad cultural, la innovación y la capacidad de adaptación ante las adversidades.

Toribio Mejía Xesspe

Toribio Mejía Xesspe
Toribio Mejía Xesspe

Manuel Toribio Mejía Xesspe (Toro, 16 de abril de 1896 – Lima, 2 de noviembre de 1983) fue un arqueólogo peruano, discípulo de Julio César Tello.

Nacido en el seno de una familia de agricultores en Toro, Arequipa, Toribio Mejía Xesspe desde pequeño se sintió atraído por los misterios del pasado peruano. Cursó sus estudios primarios en su pueblo natal y los secundarios en el Colegio Nacional San Luis Gonzaga de Chuquibamba, donde su mente curiosa empezó a vislumbrar el fascinante mundo de la arqueología.

En 1920, Mejía Xesspe se trasladó a Lima, donde su afán por el conocimiento lo llevó a relacionarse con figuras notables como el médico Hermilio Valdizán y el químico Ángel Maldonado. Con ellos compartió sus conocimientos de medicina popular, un tema que lo cautivó y sobre el cual colaboró en la Revista de Psiquiatría y Ciencias Conexas entre 1921 y 1923.

Un encuentro fortuito con el reconocido arqueólogo Julio C. Tello marcó un punto de inflexión en la vida de Mejía Xesspe. En 1924, ingresó como alumno libre en el Seminario de Antropología de la Universidad Mayor de San Marcos, bajo la tutela de Tello. Esta relación lo impulsó a dedicarse de lleno a la arqueología peruana, iniciando un camino lleno de descubrimientos y aportes invaluables.

Guiado por su pasión y bajo la dirección de Tello, Mejía Xesspe participó en numerosas excavaciones arqueológicas por todo el Perú. Desde Asia y Paracas (1925-1926) hasta Nasca e Ica (1927), pasando por Paracas nuevamente (1927-1930), su espíritu aventurero lo llevó a recorrer el valle del Mantaro (1930-1937), los valles del Rímac, Nepeña y Casma, Chavín de Huántar (1941), los valles del Mantaro, Apurímac y Urubamba (1942), Pachacámac (1942) y Ancón (1945-1947). Su incansable labor de exploración lo convirtió en un referente de la arqueología peruana.

La trayectoria de Toribio Mejía Xesspe no se limita a su labor de campo. Ejerció como auxiliar del Instituto de Investigaciones Antropológicas (1931-1945), fue jefe del Departamento de Exploraciones Arqueológicas del Museo Nacional de Antropología y Arqueología (1945-1947), subdirector del Museo (1947-1966) y director emérito (1966). Además, ocupó el cargo de inspector general de Monumentos Arqueológicos (1947-1948) y catedrático de Arqueología Incaica en la Universidad de San Marcos (1946-1953). Entre 1957 y 1960, continuó sus exploraciones y excavaciones en los valles de Ica y Piura.

Toribio Mejía Xesspe, un explorador incansable con una pasión profunda por el pasado peruano, dejó una huella imborrable en la arqueología del país. Su espíritu aventurero y su aguda perspicacia lo llevaron a desenterrar secretos milenarios que enriquecieron nuestro conocimiento sobre las culturas prehispánicas.

En 1927, Mejía Xesspe participó en un descubrimiento que cambiaría para siempre la historia de la arqueología peruana: las Líneas de Nasca. Estos geoglifos gigantescos, trazados sobre el desierto, abrieron una ventana a la cosmovisión y las prácticas de las antiguas civilizaciones.

La mente inquisitiva de Mejía Xesspe no se limitó a Nasca. En Ica, descubrió las tumbas con los fardos Paracas Necrópolis, revelando detalles sobre las técnicas de momificación y las creencias funerarias de estas culturas. En Cumbemayo (Cajamarca), se topó con un acueducto megalítico, una obra de ingeniería impresionante que nos habla de la sofisticación tecnológica de nuestros ancestros.

La pasión de Mejía Xesspe por la arqueología lo llevó a organizar el primer museo de sitio del Perú en Chavín de Huántar, un espacio dedicado a preservar y exhibir los tesoros encontrados en este importante centro ceremonial. Su colaboración con Julio C. Tello, el reconocido arqueólogo peruano, fue fundamental para el avance de la investigación en sitios como el Templo del Cerro Sechín.

Mejía Xesspe no se conformó con un solo lugar. Sus excavaciones se extendieron a Pachacámac, los valles de Ica y Piura, y Ancón, donde continuó explorando incluso después de la muerte de Tello. Su incansable labor lo convirtió en un referente de la arqueología peruana, dejando un legado invaluable para las generaciones venideras.

Toribio Mejía Xesspe falleció en 1970, dejando un legado invaluable para la arqueología peruana. Sus descubrimientos, investigaciones y aportes a la docencia lo convirtieron en un pionero de esta disciplina, inspirando a generaciones de arqueólogos a desenterrar los secretos del pasado prehispánico del Perú.

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Rebeca Carrión Cachot

Rebeca Carrión Cachot (Lima, 18 de diciembre de 1907 – Guatemala, 6 de abril de 1960) fue una arqueóloga, historiadora y docente peruana, discípula de Julio César Tello.

Sus padres fueron Pedro José Carrión (coronel del ejército peruano) e Isabel Cachot (concertista y compositora). Estudió en el Liceo Fanning, donde tuvo como maestra a Elvira García y García. Luego cursó estudios superiores en la Universidad de San Marcos (UNMSN), donde se graduó de bachiller en Letras en 1925. Por entonces empezó a colaborar con Julio C. Tello en sus investigaciones arqueológicas y en la publicación de la revista Inca (1923). En 1928 ocupó el cargo de conservadora del Museo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se doctoró en Historia y Letras en 1931, a mérito de su tesis «La indumentaria en la antigua Paracas», que fue aprobada por aclamación, rara distinción que por aquellos tiempos obtenían los graduandos.

Rebeca Carrión Cachot, no solo se destacó como la primera arqueóloga peruana, sino que también fue una de las primeras mujeres en ocupar una cátedra universitaria. Su camino hacia la arqueología estuvo marcado por la influencia de su maestra Elvira García y García, quien encendió en ella la pasión por el pasado prehispánico del Perú.

Tras obtener el grado de bachiller en Letras, Rebeca Carrión Cachot se unió al equipo de Julio C. Tello, el reconocido arqueólogo peruano. Juntos, emprendieron diversas investigaciones que ampliaron nuestro conocimiento sobre las culturas precolombinas del país.

A pesar de su prematuro fallecimiento, Rebeca Carrión Cachot dejó un legado invaluable para la arqueología peruana. Entre sus obras más importantes se encuentran «El culto al agua en el antiguo Perú» y «La religión en el antiguo Perú». Además, dejó inéditos trabajos como «Civilización Chavín», «La Navegación en el litoral del antiguo Perú», y «La agricultura en el periodo Chavín y generalidades sobre el ambiente forestal».

Su valiosa labor en el campo de la arqueología la llevó a ser incorporada a numerosas sociedades científicas nacionales e internacionales. Rebeca Carrión Cachot fue una mujer visionaria que abrió camino para las futuras generaciones de arqueólogas peruanas, inspirándolas con su dedicación, pasión y rigor científico.

Estados militaristas andinos: Introducción

Incluso desde antes de su definición como una sociedad independiente de Tiwanaku, la arqueología relacionada con lo que se conoce como Wari (600 d.C-1000 d.C.) ha sido la base sobre la que se ha generado un importante debate especialmente con respecto a su naturaleza sociopolítica y socioeconómica. En este artículo, desde nuestra perspectiva arqueológica, queremos contribuir a darle sentido y contenido a lo conocido como Wari. En base a nuestro análisis de la materialidad social relacionada con lo Wari hemos encontrado empíricamente que este contiene una serie de manifestaciones de lo que podríamos llamar en nuestro mundo contemporáneo como un estado y hasta un imperio. Sin embargo también entendemos que la naturaleza de Wari se conforma adentro de un proceso histórico particular basado en condiciones materiales especiales que denominamos andinas. En este artículo desplegamos de la mejor forma posible algunos argumentos para darle mayor consistencia a dicha propuesta. Finalmente, utilizamos el caso de Wari para identificar a otros posibles estados militaristas en los andes centrales.

Abstract

Even before its definition as an independent society from Tiwanaku, archeology related to what is known as Wari (600 AD -1000 AD) has been the basis on which it has generated considerable debate especially regarding their sociopolitical and socioeconomic nature. In this article, from our archaeological perspective, we want to help give meaning and content to what is known as Wari. Based on our analysis of the social materiality related with Wari we found empirically that it contains a series of demonstrations of what we might call in our contemporary world as a state and even an Empire. However we also understand that the nature of Wari is formed in a particular historical process based on special materials conditions which we called Andean. In this article we display the best possible arguments to give some consistency to the proposal. Finally, we use the case of Wari to identify other possible militaristic states in the central Andes.

1. Introducción
En la organización político militarista de Wari, se establecieronn cabezas de región, así la administracion del imperio seria mas facil:

  • Viracocha: Pampa -Huamachuco
  • Pachacamac (Lima)
  • Vilca Huai (Huaraz)
  • Wuari Vilca (Huancayo)
  • Socos (Ica)
  • Cajamarquilla (Lima)
  • Piquillacta (Cusco)
  • Qoscopa (Arequipa)

 

Para la mayoría de los arqueólogos andinistas el sitio de Wari, en Ayacucho, en los Andes Centrales, representa la capital de un estado prehispánico que se desarrolló entre los siglos VI y XI d.C. Pese a ello, subsiste un problema ontológico cuando se le relaciona con el concepto de Imperio, lo cual ha generado una serie de discusiones académicas. Más aún, el desafío metodológico desde la arqueología, estribaría en establecer su carácter material y desde ahí inferir su naturaleza socioeconómica y sociopolítica. De esta manera, para efectos metodológicos, lo que persiste como un desafío es la manera en la que este estado se habría expandido materialmente a lo largo de los Andes Centrales y Centro Sur.

Desde la definición histórico cultural de Julio C. Tello (1970[1931]) con la que se inauguró la explicación de lo Wari pasando por el modelo de “imperio” de Luis G. Lumbreras (1974a) hasta el modelo de “emporio” de Ruth Shady (1988a), la discusión acerca del carácter de esta sociedad ha mantenido (pre)ocupados a una serie de investigadores durante las últimas ocho décadas. De este modo, lo Wari ha sido sujeto de una serie de discusiones en torno a su caracterización sociopolítica (Chirinos 2006, Bergh y Jennings 2012). De todas esas definiciones, la que quizá tomó mayor relevancia por su planteamiento original o, por lo menos, sirvió como contrapunto a otras perspectivas arqueológicas fue la de Luis Lumbreras (1974a) quien expresó que el extenso sitio de Huari 2 fue la capital de un Imperio que se extendió por medio del militarismo por un gran área de la sierra peruana e, incluso, llegó a la costa. Pese al tiempo transcurrido desde su planteamiento inicial y sus versiones más sofisticadas, todavía, la idea de Lumbreras sobre Wari no se ha modificado en esencia y esto se debería a que él vio a un estado Wari donde lo militar fue un importante medio de expansión de su territorio y el control de los recursos políticos, una explicación que se identifica con otros imperios, principalmente del Viejo Mundo (por ejemplo ver, Algaze 1993, Sinopoli 1994, Alcock et al. 2001), el principal lugar de procedencia de la mayoría de nuestros modelos y analogías que aplicamos a nuestros materiales arqueológicos en los Andes. Obviamente, y así lo reconoce Lumbreras sin mayor problema, existe una opción política en tal planteamiento y el contexto en el que surgió dicha propuesta y su propia formación familiar son elementos que no pueden ser desvinculados de tal propuesta. Sin embargo, más allá de la subjetividad inherente a una propuesta que necesita seguir siendo explorada y argumentada a través de las evidencias empíricas, es importante reflexionar en torno a la capacidad real o no de la sociedad Wari para expandirse efectivamente por el territorio andino. Claramente, en este artículo nosotros nos encontramos más cercanos a la propuesta de Lumbreras pero, sobre todo, cercanos al materialismo histórico que lo inspiró.

Así, en este artículo desde una perspectiva materialista histórica, retomamos el concepto de estado expansivo Wari, tratando de otorgarle una mayor consistencia a la propuesta lumbreriana. De este modo, siguiendo nuestro proyecto iniciado en base a Chavín de Huántar (Tantaleán 2011) y luego ampliado a otras sociedades que denominamos como “Estados Teocráticos Andinos” (Tantaleán 2012), en esta ocasión queremos explorar la definición de Wari como un Estado Militar Andino y, sobre todo el cómo podemos (como arqueólogos) establecer no solamente su forma sino, especialmente, su contenido. Para ello, procuramos establecer y hacer explícita nuestra forma de ver los materiales arqueológicos, y nos esforzamos en la presentación de diferentes indicadores arqueológicos para dar sustento a nuestra representación arqueológica de Wari como un estado expansivo andino. Aunque los arqueólogos andinistas han propuesto una serie de indicadores (Isbell 1985, Schreiber 2001, Finucane et al. 2007: 579), éstos aun nos parecen insuficientes para explicar una particularidad (por su propia universalidad) y una materialización del fenómeno Wari en su propia trayectoria histórica, así como su contexto histórico de formación y desarrollo.

 

El tesoro arqueológico que rivaliza con Machu Picchu

En los Andes peruanos, solo se puede llegar a las ruinas del antiguo asentamiento inca de Choquequirao a pie o en mula, aunque un teleférico propuesto podría hacer que el sitio sea más accesible. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

La prestigiosa National Geographic publica un artículo en español donde menciona, ya evidente por algún tiempo, el gran valor que tiene el sitio arqueológico peruano de Choquequirao, lugar que comparten los departamentos peruanos de Cusco y Apurimac. Desde hace algunos años viene siendo visitado por exploradores expertos extranjeros y locales que no quieren esperar mas a poder experimentar, no solo las espectaculares edificaciones inca, sino tener el privilegio de ser de los cientos de primeros visitantes exclusivos antes que este tesoro arqueológico termine de ser puesta en valor y que el turismo comercial abra sus puertas al común de los visitantes y que incluso luego se vea limitada la experiencia por las necesarias medidas de conservación. Los que vivimos en Cusco sabemos que visitar Choquequirao es algo que hay que hacer antes de morir, y que de otro lado significa la inversión de por lo menos 4 días y a un promedio de 500 dolares de inversión. Es una larga caminata que tiene que ser realizada con un guía turístico autorizado. Si alguien hizo el tour de camino inca en Cusco, bueno esto es algo parecido en esfuerzo físico, sino que por obvias razones la extensión de  cuatro dias significa un esfuerzo adicional.

Saludamos el artículo, pero una observación para nuestros amigos de National Geographic, los que valoramos nuestros sitios arqueológicos, hace años hemos dejado de llamarlos «ruinas» por obvias razones del significado de la palabra. Es mas la palabra «ruinas» hasta nos resulta ofensiva.

Reproducimos el valioso artículo de NATGEO para vuestro deleite, no sin antes invitarlos a nuestro bello y cariñoso pais: Perú. Son bienvenidos.

Titulo original: Estas remotas ruinas incas rivalizan con Machu Picchu
Una caminata en lo alto de los Andes peruanos revela deslumbrantes edificios antiguos, vistas estelares y misterioso arte de llamas.
Autor: LUCIEN CHAUVIN

Las llamas parecen pastar por todas partes en Perú, pero ninguna de ellas es tan memorable como la manada en Choquequirao, un extenso complejo arqueológico precolombino en el sur de los Andes. Aquí, rocas blancas incrustadas en las paredes de terrazas de piedra de esquisto gris representan dos docenas de llamas, impresionando a turistas y arqueólogos por igual.

“No hay nada como esto en los Andes”: arte rupestre único incrustado en terrazas de piedra ...
“No hay nada como esto en los Andes”: arte rupestre único incrustado en terrazas de piedra en Choquequirao representa un desfile de llamas. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

“No hay nada como esto en los Andes. Fue una innovación artística que ocurrió antes del siglo XVI y nunca se repitió”, dice Gori-Tumi Echevarría, quien se especializa en arte rupestre prehistórico y ha trabajado en el sitio desde que se desenterraron las llamas en 2005.

Choquequirao, o Choque para los lugareños, es un primo del más visitado Machu Picchu. Construido por los incas, incluye salones ceremoniales, cámaras que alguna vez albergaron momias, intrincadas terrazas agrícolas y cientos de edificios donde los pueblos antiguos trabajaron y vivieron. Las llamas, en una procesión perpetua hacia la plaza central de las ruinas donde sus parientes de la vida real habrían sido sacrificados, son la atracción principal.

La ruta al Choquequirao de 3000 metros de altura no es para los pusilánimes. A la mayoría de los excursionistas les toma dos o tres días caminar de ida y vuelta, a lo largo de un sendero de 62 kilómetros que a menudo bordea el acantilado mientras el río Apurímac ruge debajo. El camino está sembrado de rocas y bordeado de ramas espinosas.

Un par de caminantes regresan al campamento de Capuilyoc, una de las primeras estaciones de paso ... Un arriero y sus caballos se muestran en el camino a Choquequirao. Mientras que muchos viajeros ...
Izquierda:

Un par de caminantes regresan al campamento de Capuilyoc, una de las primeras estaciones de paso en la ruta a Choquequirao.
Derecha:
Un arriero y sus caballos se muestran en el camino a Choquequirao. Mientras que muchos viajeros recorren la ruta de 62 kilómetros a gran altitud hacia y desde las ruinas, otros montan animales de carga durante parte o la totalidad del viaje.
FOTOGRAFÍAS DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

 

Gruesos muros de piedra y construcciones en terrazas caracterizan el asentamiento de Choquequirao, que los eruditos ...
Gruesos muros de piedra y construcciones en terrazas caracterizan el asentamiento de Choquequirao, que los eruditos creen que los incas construyeron en los siglos XV y XVI. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

Pero cada dedo del pie golpeado y cada brazo arañado valen la pena por las vistas de los Andes nevados, las pasturas impresionantes y las estructuras enigmáticas a lo largo del camino.

Choquequirao es accesible solo a pie (humano o mulo). Eso podría cambiar si las autoridades peruanas aceptan una propuesta de 2011 para crear un teleférico para transportar a los visitantes a la base de las ruinas. Los defensores afirman que el teleférico aumentaría el turismo y generaría ingresos sin detener a los excursionistas en el proceso. Los opositores argumentan que el teleférico no solo estropearía Choquequirao, sino que también podría hacer que todo el complejo se derrumbara.

Por ahora, la lejanía del sitio y la dificultad para llegar a sus ruinas lo ayudan a conservar una cualidad mágica y mítica. ¿Pero el progreso cambiará todo eso?

Una mítica ‘cuna de oro’

Choquequirao, traducida como «cuna de oro» en el idioma indígena quechua de Perú, se encuentra a lo largo de una ruta utilizada por los pueblos precolombinos para moverse entre los picos andinos y las tierras bajas de la selva. Tanto él como Machu Picchu (43 kilómetros al noreste) fueron mapeados en la década de 1910 por el explorador estadounidense Hiram Bingham, quien dirigió cuatro expediciones al área patrocinadas por la Universidad de Yale y la National Geographic Society.

FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC , NATIONAL GEOGRAPHIC

Los dos sitios han evolucionado de manera bastante diferente desde los esfuerzos de mapeo de Bingham. En la década de 1920, Machu Picchu fue anunciada (incorrectamente) como una «ciudad perdida», lo que provocó un aumento en el turismo. El complejo de terrazas se convirtió en la postal del Perú para el mundo, una ciudadela en la cima de una montaña a la que se puede acceder por senderos o mediante una combinación de tren y autobús. En 1983, se inscribió en la lista del Patrimonio Mundial y el número de viajeros aumentó aún más. En los primeros seis meses de 2022, el sitio atrajo a casi 413 000 visitantes, según el Ministerio de Comercio y Turismo de Perú.

Choquequirao, en cambio, solo recibió 2353 excursionistas en la primera mitad de este año. Esa no es la única diferencia. Mientras que la mayoría de los visitantes de Machu Picchu transitan por el pequeño pueblo de Aguas Calientes, con su abundante comida y alojamiento, la ruta a Choquequirao carece de muchas comodidades. Llegar es, como muchos prefieren, una aventura.

Tesoros aún por descubrir

Al igual que Machu Picchu, Choquequirao muestra la progresión de las técnicas de construcción inca, comenzando con estructuras de piedra simples y evolucionando hacia bloques macizos finamente tallados que se entrelazan como piezas de un rompecabezas. El corazón de Choquequirao, con sus nichos de momias y su plataforma de sacrificio ceremonial, es más pequeño que lo que los turistas ven en Machu Picchu, pero el complejo en sí es mucho más grande.

Los turistas y su guía exploran la parte superior del sitio arqueológico de Choquequirao. El complejo ...
Los turistas y su guía exploran la parte superior del sitio arqueológico de Choquequirao. El complejo es más grande que Machu Picchu, aunque se ha excavado menos. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC
Pablo Guevara, un turista de Cusco, visitó Choquequirao en mayo de 2022.
Pablo Guevara, un turista de Cusco, visitó Choquequirao en mayo de 2022. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

El tamaño y la lejanía de Choquequirao significan que gran parte del sitio nunca ha sido excavado. Nelson Sierra, que opera una empresa de trekking de alta montaña, Ritisuyo, señala elevaciones cubiertas de enredaderas que se levantan más allá del claro central. No son pequeños cerros, sino estructuras derrumbadas reclamadas por una densa vegetación. “Todavía se necesita mucho trabajo aquí, pero restaurarlo todo sería un trabajo enorme”, dice.

A medida que los excursionistas se acercan a las ruinas, lo primero que ven son terrazas, plataformas escalonadas que convierten las laderas en tierra cultivable, que todavía utilizan los agricultores de las tierras altas de Perú. Choquequirao tiene kilómetros y kilómetros de ellas, la mayoría aún enterradas. Las terrazas se extienden desde la parte superior de las ruinas casi un kilómetro y medio hacia el río Apurímac.

Mabel Covarrubias, cuya familia ha vivido en la comunidad cercana de Marampata durante más de un siglo, dice que sus antepasados ​​​​utilizaron las terrazas para sembrar y pastorear ganado hasta la década de 1980.

El trabajo en las terrazas llevó a los arqueólogos a las llamas de piedra. Sus cuerpos de piedra blanca contrastan con las paredes grises, lo que sugiere profundidad y dimensión. Reflejan la luz del sol cuando los rayos inciden por primera vez cada mañana. Echevarría dice que las terrazas de llamas pueden haber sido construidas como una ofrenda simbólica al dios sol, incluso cuando no había animales vivos disponibles para el sacrificio.

Adhesivos cubren un letrero de las ruinas de Choquequirao. Como muchas personas que viven en la ruta a Choquequirao, Samuel Quispe trabaja en turismo, atendiendo ...

Izquierda:
Adhesivos cubren un letrero de las ruinas de Choquequirao.

Derecha:
Como muchas personas que viven en la ruta a Choquequirao, Samuel Quispe trabaja en turismo, atendiendo a los senderistas con un campamento nocturno y transporte a caballo y en mula.
FOTOGRAFÍAS DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

 

Yain Tapia mira hacia su pueblo natal, Marampata. Es uno de los pocos lugares con servicios ...
Yain Tapia mira hacia su pueblo natal, Marampata. Es uno de los pocos lugares con servicios para senderistas en el camino a Choquequirao. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

Esa conjetura es una de una larga lista de suposiciones sobre el sitio. “Existen muchos mitos alrededor de Choquequirao”, dice Echevarría. Bingham y varios exploradores e investigadores han planteado teorías sobre los orígenes de Choquequirao, su relación con otras ruinas y el papel que desempeñó durante el Imperio inca.

Primero, hay un mito fundacional que sostiene que Manco Inca, el líder de la resistencia inca del siglo XV, se refugió aquí en la ciudadela durante parte de los 40 años que libró una guerra de guerrillas contra los españoles.

“Es una bonita historia, pero no tiene nada que ver con la realidad”, dice Echevarría. “No tengo ninguna duda de que Manco Inca estuvo en Choquequirao, como estuvo en Machu Picchu, pero la ciudadela no fue construida para la resistencia”.

Samuel Quispe, quien ha trabajado como guardia, guía y restaurador en Choquequirao desde la década de 1990, postula que el complejo fue construido por los chancas, rivales de los incas en la vecina región de Apurímac, en los siglos XIV y XV. Echevarría cuestiona esa teoría, creyendo que la mayoría de las estructuras se levantaron durante la expansión del Imperio inca en el siglo XV.

El dilema del teleférico

El descubrimiento de las llamas centró una nueva atención en las ruinas y creó el mito más reciente, uno que continúa ganando terreno debido a la política desordenada de Perú.

La exprimera dama de Perú Eliane Karp jugó un papel decisivo en la obtención de asistencia financiera para acelerar la restauración de Choquequirao, en 2002. Ahora, ella y su esposo, el expresidente Alejandro Toledo, están bajo sospecha de presunta corrupción. Si bien ninguna de las acusaciones se relaciona con Choquequirao, la controversia ha puesto en duda todo lo que la pareja hizo mientras estuvo en el poder. Abundan los rumores de que Karp viajó en helicóptero a Choquequirao para sacar baúles de artefactos dorados.

Los turistas disfrutan de una vista de Choquequirao desde una de sus muchas terrazas.
Los turistas disfrutan de una vista de Choquequirao desde una de sus muchas terrazas. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC

Karp no se llevó el oro, pero presionó para que un teleférico accediera a Choquequirao. En teoría, el tranvía podría ser bueno para el turismo peruano y las economías locales. Pero continúa dividiendo a las comunidades, arqueólogos y políticos que deben aprobar su financiación.

Un argumento potente, y que se ha desatado en torno a Machu Picchu, es el impacto de los turistas en las ruinas. En 2016, la UNESCO amenazó con poner a Machu Picchu en una lista de “peligro” debido a la cantidad de visitantes. Un sistema de teleférico no solo traería más visitantes a Choquequirao, sino también el tipo de infraestructura que podría dañar el frágil sitio.

Algunos se quejan de que el acceso masivo al sitio sagrado podría estropear su atractivo remoto y desconocido, y los grupos de turismo de base que ahora atraen a la gente aquí. Melchora Puga, que ofrece alojamiento y un restaurante en Chiquisca en el lado Apurímac del sendero, teme que el teleférico la obligue a ella y a otros a abandonar su forma de vida.

“Dependemos del turismo. El teleférico sería como matar las raíces de un árbol y pensar que el árbol podría vivir. No sobreviviríamos”, dice Puga.

Trabajadores de la construcción levantan un nuevo edificio en Marampata, un pueblo cercano a Choquequirao con ...
Trabajadores de la construcción levantan un nuevo edificio en Marampata, un pueblo cercano a Choquequirao con alojamiento turístico y restaurantes. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC
Los viajeros Etienne Casas y Lea Luong cenan con el guía local Jorge Luis Roldan en ...
Los viajeros Etienne Casas y Lea Luong cenan con el guía local Jorge Luis Roldan en un campamento en Marampata, a menos de 3 kilómetros de Choquequirao. FOTOGRAFÍA DE VICTOR ZEA DIAZ NATIONAL GEOGRAPHIC
Quispe, ahora un arriero semi-retirado, dice que el teleférico eliminaría el sustento de una variedad de proveedores de servicios cuyos negocios serían pasados ​​por alto por un rápido viaje en teleférico. Uno de sus siete hijos, José Luis, es arriero, mientras que otro trabaja para el proyecto del gobierno que restaura más terrazas de Choquequirao. La familia tiene una pequeña tienda y un campamento en Cocamasana a lo largo del sendero.

El teleférico permanece en el limbo. Pero esto no molesta a la mayoría de los senderistas incondicionales.

“Lo atractivo de Choquequirao es que lleva tiempo, por lo que hay un compromiso de hacerlo”, dice Madison McDonald, de 26 años, de Houston, Texas (EEUU), quien visitó Choquequirao en mayo.

Sierra, de Ritisuyo Travel, dice que el gobierno debería centrarse en mejorar la infraestructura existente en lugar de discutir sobre un teleférico. “El mantenimiento del sendero y mejores servicios permitirían un mayor flujo de turistas y asegurarían los medios de vida locales. No sería como Machu Picchu, pero a las personas que visitan Choquequirao no les interesa otro Machu Picchu. Choquequirao es el sitio acompañante perfecto.”

SI VAS

Cómo llegar: Cusco, Perú, es la puerta de entrada a Choquequirao. Desde la ciudad colonial, es un viaje de cuatro horas en autobús o coche por una carretera pavimentada hasta Cachora (3000 metros sobre el nivel del mar), donde se encuentra el comienzo del sendero. Varias empresas, como Ritisuyo, Salkantaytrekking e Intenseperu ofrecen caminatas guiadas.

Qué esperar: la caminata a Choquequirao es rigurosa y, si bien se puede hacer en dos días, se recomienda un mínimo de tres para pasar tiempo de calidad en las ruinas. La altitud comienza a 3000 metros en el comienzo del sendero y sube y baja (hasta 914 metros).

Esto puede ser una dificultad para muchos excursionistas, particularmente para aquellos que aún no se han adaptado. El primer día caminará desde Cachora hasta Chiquisca (1834 metros), cerca del río Apurímac. Hay alojamiento, comida y bebida disponibles. Puede pasar la noche en Chiquisca o continuar hasta el campamento de Santa Rosa (1889 metros) o Marampata (2865 metros), que también ofrece alojamiento y comida. Choquequirao está a unas dos horas de caminata desde Marampata.

Después de visitar las ruinas, quédese en Marampata o regrese a Chiquisca. Tenga en cuenta el tiempo y sepa que el sol se pone alrededor de las 18h30 la mayor parte del año, ya que el sitio se encuentra a unos 13 grados al sur del ecuador. (Subir rocas en la oscuridad es arriesgado). Las botas y los bastones de senderismo son imprescindibles, al igual que una linterna, bloqueador solar y repelente de insectos.

Tours: Los tours, incluidos los porteadores y los equipos de mulas, están ampliamente disponibles para acompañarlo desde Cusco a Choquequirao y viceversa. Los excursionistas experimentados utilizan los cuatro sitios a lo largo del sendero que ofrecen comida, bebida, baños y alojamiento.

Un recorrido de tres días con un portero cuesta alrededor de 700 dólares por persona. Si vas solo, hay una tarifa de entrada de 15 dólares.

Lucien Chauvin es escritor y colaborador frecuente de National Geographic, con sede en América del Sur

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