Una relectura de la cronología de los incas de la Miscelánea antártica de Miguel Cabello Valboa (1586)
Soledad Carmina González Díaza and Francisco Javier Garrido Escobar
aCentro de Estudios Históricos, Universidad Bernardo O’Higgins, Santiago, Chile; bMuseo Nacional de Historia Natural, Santiago, Chile
1. Introducción
La Miscelánea antártica es una extensa obra escrita entre 1576 y 1586 por el clérigo presbítero Miguel Cabello Valboa durante su estancia en las audiencias de Quito y Lima. La Miscelánea está dirigida a Fernando Torres y Portugal, séptimo virrey del Perú, y su nombre se debe, tal como lo indica su autor, a la ‘forzosa mixtura de historias que consigo antecoge el hilo de su proceder […] Fuele puesto por renombre Anthartica respecto de la parte de el mundo donde se escrive’ (Cabello 1951, 4). Perteneciente al género humanista de la varietas, cuyo objetivo era dar cuenta de la variedad de las cosas de la naturaleza creada por Dios, la Miscelánea fue la primera obra en español en llevar este título, lo que la sitúa en un lugar pionero dentro de la literatura no solo indiana sino también peninsular (Rose 2003, 410–11).
La Miscelánea no fue publicada en el transcurso de los siglos XVI al XVIII, sin embargo sabemos que algún manuscrito de esta circuló entre los escritores inmediatamente posteriores: tanto Felipe Guaman Poma de ||Ayala (2001, 1088) como Antonio de León Pinelo y Antonio de la Calancha (Rose 2003, 411) la mencionan en sus respectivas obras. En la actualidad sobreviven tres manuscritos de ella: uno se encuentra en la Hispanic Society of America de Nueva York —el cual solo reproduce la tercera parte—, otro en la New York Public Library y un último en la Universidad de Texas, Austin.1
Desde un punto de vista textual, la Miscelánea está estructurada en tres partes. La primera trata sobre la Creación y la dispersión de los descendientes de Noé por el Orbe; la segunda sobre el origen de los habitantes de las Indias occidentales; y la tercera sobre el gobierno antes y durante el reinado de los incas. En este sentido, y tal como Isaías Lerner (2011, xiv) lo planteó, la Miscelánea responde a una ‘visión unificadora de la historia de carácter humanista’, en donde el pasado andino y la historia de los incas conviven con las antigüedades de Babilonia y Asiria y con reyes persas y egipcios.
Una de las particularidades de la Miscelánea es que Cabello acompañó toda su descripción de la historia del mundo con cálculos cronológicos indicando, por ejemplo, que Abraham había nacido en el 2012 a.C. (Cabello 1951, 85) o que Mayta Capac había muerto en el 1226 d.C. (Cabello 1951, 289). Gracias a este tipo de cálculos la Miscelánea adquirió un rol protagónico dentro de los estudios andinos de la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en aquellos centrados en determinar el origen y el posterior desarrollo del imperio incaico.2
En este contexto destaca la publicación de Absolute chronology in the Andean area del arqueólogo norteamericano John Rowe (1945), quien planteó que las fechas transmitidas
© 2017 Informa UK Limited, trading as Taylor & Francis Group on behalf of CLAR
por Cabello para los gobernantes incas, desde Pachacuti en adelante, debían considerarse como las más plausibles entre todas las cronologías presentes en las crónicas.3 Si bien los postulados de Rowe respecto de la cronología de Cabello fueron ampliamente aceptados en los años posteriores, al menos desde hace dos décadas diversos especialistas han comenzado a cuestionarlos, en gran medida gracias a los resultados alcanzados por las dataciones absolutas radiocarbónicas. Por ello, y tal como lo ha señalado Terence N. D’Altroy (2015, 63), esta sigue siendo utilizada más como una ‘convención’ que como una ‘convicción’.
En el presente trabajo queremos cuestionar esta convención, evidenciando que los cálculos cronológicos de la Miscelánea son arbitrarios y que no poseen la objetividad que Rowe les atribuyó. En ese sentido, y tal como Rolena Adorno lo ha señalado, las demandas de realidad a las crónicas provienen más de nuestras propias expectativas que de las intenciones de sus autores y tratarlas como fuentes históricas transparentes es un procedimiento tan peligroso como anacrónico (Adorno 2008, 6–18).
Aquí proponemos que la cronología de los incas de la Miscelánea constituye una parte del vasto proyecto que su autor tuvo en mente: dar a conocer la historia del mundo teniendo como eje la cuenta del Anno mundi o Edad del Mundo, de una parte, y la del Anno Domini o Era cristiana, de otra. Para concretar su plan, Cabello utilizó una serie de autores contemporáneos vinculados a la Monarquía hispánica, desde donde heredó no solo el contenido de sus narraciones, sino también las fechas que las acompañaban. Estos, a su vez, habían obtenido sus cronologías de autores renacentistas, en donde el más utilizado fue una famosa falsificación de fines del siglo XV. En último término, todas estas cronologías correspondían a reelaboraciones, buenas o malas copias, ajustes o inventos basados en los cálculos que los exégetas de las Escrituras venían realizando desde la Antigüedad, a partir de dos versiones del Antiguo Testamento: la de los Hebreos y la de los Intérpretes.
Dado que para el pasado remoto de las Indias no existían autores que hubiesen transmitido fechas autorizadas, postulamos que Cabello elaboró su cronología de los incas de la misma manera que lo habían hecho sus predecesores: estimando fechas a partir de determinados eventos y proyectando nuevos cálculos en función a la lógica universalista de su crónica.
2. La Miscelánea y la cronología de los incas en la perspectiva de los estudios andinos
Ya antes de Rowe, la Miscelánea había llamado la atención del americanista Philip Ainsworth Means quien, en su libro Ancient civilizations of the Andes (1931), rescató la historia del rey Naymlap transmitida por Cabello para dar cuenta de la larga data y la complejidad social de las culturas andinas prehispánicas.4 A pesar de sus limitaciones, Means fue uno de los pioneros en integrar datos provenientes desde las fuentes históricas a las investigaciones arqueológicas sobre el pasado andino, llegando a la conclusión de que los incas se habían impuesto sobre otras sociedades rivales entre el 1100 y 1400 d.C., fecha esta última en que el imperio había alcanzado ‘its greatest power and greatest glory’ (Means 1931, 49). No obstante, Means advirtió que se trataba de fechas tentativas y aproximadas, indicando que sólo constituían ‘a guide to the reader’s imagination’ (Means 1931, 235).
El trabajo de Rowe, publicado casi quince años después que el de Means, tuvo por objetivo demostrar que las conquistas incas habían tenido lugar unos dos siglos más tarde de lo que este había propuesto (Rowe 1945, 266). Para ello utilizó un corpus de veintiuna crónicas y centró su análisis en las conquistas de Pachacuti, el noveno gobernante, tradicionalmente considerado como el Inca que había iniciado el proceso de expansión. Rowe clasificó a los cronistas en dos grupos: de un lado estaban los que afirmaban, como Garcilaso, que en los inicios del gobierno de Pachacuti los incas ya habían conquistado —partiendo del Cusco— un territorio equivalente a cincuenta millas; y del otro estaban quienes, como Cabello, negaban tal idea (Rowe 1945, 269).
Determinando que las discrepancias entre estos últimos eran pocas, Rowe llegó a la conclusión de que todos derivaban sus informaciones de una tradición indígena común, la cual representaba la visión oficial de la historia inca que él denominó la ‘versión estándar’ (Rowe 1945, 272). Dentro de esta, los datos transmitidos por la Miscelánea —desde Pachacuti en adelante— eran los más plausibles, afirmación que obedecía tanto a la formación erudita de Cabello como a lo razonable que parecían los periodos de tiempo que este había asignado al gobierno de los últimos incas (Rowe 1945, 277–278). Los reinados anteriores, en cambio, correspondían a periodos legendarios durante los cuales, además, no habían sucedido conquistas significativas.
Rowe (1945, 277) utilizó las fechas presentes en Cabello para construir una cronología absoluta para el incario, partiendo de la fecha de término del gobierno de Viracocha: 1438. Pachacuti, su sucesor, había gobernado desde ese año hasta 1471. También llegó a la conclusión de que Topa Inca había tomado el mando de las operaciones en 1463, aunque su gobierno efectivo había sido desde 1471 hasta 1493, periodo dentro del cual había conquistado Chile en 1473.5 Finalmente, el gobierno de Guayna Capac había transcurrido entre 1493 y 1525, mientras que el de Huáscar desde este último año hasta 1532. Utilizando esta cronología, Rowe elaboró un mapa en el que graficaba la expansión del Tawantinsuyu entre 1438 y 1525, tal como aparece en la Figura 1.
Rowe no fue el único en encontrar en Cabello datos cronológicos plausibles para el incario. El antropólogo italiano José Imbelloni, en su estudio sobre la figura del Inca Pachacuti, concluyó que las fechas de Cabello también debían considerarse las más autorizadas entre las demás cronologías (Imbelloni 1946, 143–44). Imbelloni determinó que la época inca había comenzado en el año 925 de nuestra era, cálculo que obtuvo promediando los años que se registraban en las crónicas que él mismo consideraba como las más reputadas (Imbelloni 1946, 265–66). Más tarde Tom Zuidema realizaría un procedimiento similar al combinar fechas presentes en diferentes crónicas, distinguiendo en Cabello dos momentos: uno de carácter mítico que duraba quinientos años y otro de carácter histórico, que abarcaba desde el gobierno de Viracocha hasta Huáscar (Zuidema 1995, 356).
Las primeras críticas a la cronología de Rowe provinieron del historiador sueco Ake Wedin, quien llamó la atención sobre el criterio que este había utilizado para fijar la versión estándar que constituía la base de su análisis. A juicio de Wedin (1963, 13–28), ni siquiera era posible fijar con certeza el año de muerte de Huayna Capac, que constituía el año prehispánico más tardío y que en las crónicas tempranas oscilaba entre 1524 y 1528. En consecuencia ¿cómo podía saberse con certeza que las conquistas incas, que supuestamente se habían iniciado en 1438, se habían sucedido en la forma mostrada por el mapa de Rowe?
En las décadas posteriores, las críticas se centraron en Cabello mismo, específicamente en la manera en que había construido su cronología. Pierre Duviols (1979, 69–73) planteóque la cronología de la Miscelánea se había ajustado a las reglas del género vigentes en su época, según las cuales era necesario rellenar con fechas precisas la historia del Perú desde la creación del mundo en adelante, idea que también sería compartida por María Rostworowski (2012, 253–54) y Catherine Julien (2000, 225). Susan Niles (1999, xvi), en tanto, señaló que Cabello organizó la historia inca contrastándola con las dinastías de reyes y papas, de manera de que fuesen familiares a un público europeo.
Desde la Arqueología, y también cuestionando la fiabilidad de Cabello, Gordon McEwan (2006, 53) planteó que a fines del siglo XVI no existían testigos directos de los tiempos previos a Pachacuti y que, en consecuencia, cualquier fecha anterior a su gobierno no era confiable. Del mismo modo, Brian Bauer y Alan Covey han señalado que el principal problema de la cronología de la Miscelánea es que Cabello abordó la expansión imperial como producto de la voluntad de gobernantes individuales, desconociendo el largo proceso de complejización social y consolidación regional que conllevó el desarrollo del Imperio inca, tal como lo demuestra la evidencia arqueológica actual (Bauer 1992; Bauer y Covey 2002; Covey 2006).
A partir de entonces, la tendencia en Arqueología ha sido establecer una cronología que tenga como punto de partida los cambios en los estilos artefactuales y tipos de asentamiento presentes en la cuenca del Cusco enfocándose, de este modo, en distinguir aquellos procesos sociales que llevaron a sus comunidades a convertirse en un imperio desde una visión temporal más amplia. En este proceso jugó un rol fundamental el perfeccionamiento de técnicas de fechados absolutos tanto radiocarbónicos como de termoluminiscencia, los que contribuyeron con dataciones más precisas a la contextualización del tradicional registro de estilos cerámicos y arquitectónicos. Esto asumiendo, tal como lo ha planteado Dennis Ogburn (2012, 235–36), el obstáculo que implica la naturaleza probabilística de la datación radiocarbónica y la falta de precisión para datar eventos acontecidos dentro de una misma década.
3. La evidencia arqueológica del desarrollo del Estado inca
A diferencia del modelo cronológico de Rowe basado en Cabello, cuyo punto de partida eran las hazañas personales de los capac incaicos, las investigaciones arqueológicas contemporáneas sobre la expansión del Imperio inca han desarrollado un modelo de análisis centrado en procesos sociales y políticos de larga duración.
Recientes estudios arqueológicos a escala regional, por ejemplo, han evidenciado que el primer desarrollo de un cacicazgo que integró la región del Cusco en una comunidad supralocal, con mayores grados de complejización social, habría surgido entre el 500 a.C. y 200 d.C., periodo arqueológico que se conoce como Formativo Tardío. Tal sociedad ha sido denominada de acuerdo a su estilo cerámico como Chanapata y sus principales sitios en el valle del Cusco fueron Wimpillay y Muyu Orco (Bauer 2004; Covey 2006). Después del colapso del Imperio wari, hacia el 1000 d.C., en cada cuenca de la región se habrían desarrollado pequeños cacicazgos en competencia mutua, los cuales establecieron sitios defensivos o pucaras, durante el periodo denominado Intermedio Tardío (Bauer y Covey 2002; Covey 2006, 2008; Kosiba 2010). En aquel escenario, el antecedente directo de los incas habría sido el cacicazgo killke, el que durante este período mantuvo un radio de expansión de no más de 50 millas a la redonda.6 A partir de dicho control territorial inicial comenzaría un fuerte y rápido proceso de expansión imperial hacia zonas vecinas (Bauer y Covey 2002; Bauer 2004), en donde la sociedad killke se habría consolidado como un Estado alrededor del año 1300 d.C. (Bauer y Smit 2015; Covey 2008). Esta nueva sociedad, que desde ese entonces corresponde a los incas, se habría expandido en dirección a los territorios que serían sus provincias hacia el 1400 d.C., de acuerdo a fechas obtenidas por datación radiocarbónica de contextos con cerámica de estilo inca imperial fuera del área inmediata al Cusco (Bauer 2004; Bauer y Covey 2002; Covey 2006; D’Altroy 2015).
Del mismo modo, en provincias lejanas del Tawantinsuyu como el norte de Chile y el noroeste de Argentina, múltiples fechados radiocarbónicos y de termoluminiscencia han aportado un cúmulo de datos que retrotraen en varias décadas el modelo clásico de Rowe sobre la expansión inca hacia el Collasuyu, problematizando así aquella visión de una conquista rápida y breve (Cornejo 2014; D’Altroy et al. 2007; Lynch 2012; Pärssinen y Siiriäinen 1997; Santoro et al. 2010; Schiappacasse 1999; Uribe y Sánchez 2016). Si bien tales resultados aún están en discusión y desarrollo, indican al menos que la primera fase de influencia incaica a larga distancia, ya sea en términos de intercambio o colonización, comenzó mucho antes de lo planteado por Rowe.
Todos estos antecedentes han llevado a muchos especialistas a cuestionar la fiabilidad de las fechas de Cabello y sus interpretaciones contemporáneas, desarrollando un ‘skeptical approach’ frente a las cronologías transmitidas por las crónicas en general (Covey 2015, 80–81). De ahí que sea importante determinar, desde una perspectiva histórica y textual, el modo en que los cronistas del siglo XVI elaboraban sus cronologías ¿De dónde obtenían estos registros? ¿Cómo calculaban la duración de un determinado gobierno? ¿Existía una cronología estándar para el pasado del Viejo Mundo?
4. El cálculo del Anno Mundi en el contexto del siglo XVI
La Miscelánea, como otras crónicas de su época, heredó las fechas presentes en ella de otros autores, los cuales a su vez, recogieron una discusión de larga data en torno a los cálculos cronológicos: la falta de una cronología estándar para los tiempos fundacionales de la humanidad y el proceso de consolidación de la Monarquía hispánica.
El punto de partida de todas las cronologías del Viejo Mundo desde la Antigüedad tardía en adelante fue el Antiguo Testamento, en concreto la breve genealogía de los diez patriarcas prediluvianos contenida en Génesis 5. Junto a los nombres de los patriarcas, esta genealogía indica la edad que cada uno tenía al morir, cuántos años tenía al momento de engendrar al hijo que se transformaría en la siguiente generación de la lista y cuántos años más viviría después de este hecho. Este modelo de enunciación actualmente se conoce con el nombre de relative chronology (Hughes 1990, 5) y, para efectos del cómputo de los tiempos, su importancia radica en que permite acumular los años a partir del nacimiento del primer patriarca —Adán—, equivalente al año 1 del Anno mundi.
Sin embargo, y como es característico en el proceso de transmisión textual de las series numéricas, las edades presentes en Génesis 5 varían en las dos versiones del Pentateuco que se conocieron en el siglo XVI: por ejemplo en la Vulgata, producto de la sistematización de antiguos códices hebreos que Jerónimo de Estridón realizó en el siglo V d.C., Cainán engendró a Malaleel a los 70 años de edad, mientras que en la Biblia griega, correspondiente a la traducción del hebreo al griego que los Intérpretes hicieron en Alejandría hacia el siglo III a.C., lo hizo a la edad de 170 años (Gn 5,12). Variantes como esta implicaron una diferencia de alrededor de 581 años en el cómputo del periodo de tiempo transcurrido desde la Creación al Diluvio, que en la Vulgata corresponde a 1656 años y en la Biblia griega a 2237, con variantes. No obstante estas diferencias, los tratadistas tardo-antiguos y medievales no cuestionaron ni la autoría, atribuida tradicionalmente a Moisés, ni la unidad del Antiguo Testamento. La tendencia fue más bien a justificarlas o ignorarlas: por ejemplo, tanto Agustín de Hipona (1977–1978, II, 165) como Eusebio de Cesarea (1818, 126), concluyeron que la variación no era significativa, puesto que las edades totales de los patriarcas coincidían en ambos registros.
Fue precisamente Eusebio de Cesarea quien hacia el siglo IV diseñó los cánones crónicos, es decir, las tablas que más tarde se convertirían en el modelo para las líneas de tiempo. Eusebio integró por primera vez los anales asirios, griegos, egipcios y persas a la historia bíblica estableciendo, por ejemplo, que el filósofo griego Tales había sido contemporáneo al profeta hebreo Jeremías. La crónica de Eusebio fue actualizada con el correr de los años, tarea que a partir del siglo XV emprendieron los propios impresores a cargo de su publicación. El desafío no solo fue completar más de mil años de historia, sino también ajustar las tablas al formato de la imprenta y facilitar su lectura desarrollando, por ejemplo, índices que permitieran acceder a la información en forma más expedita (Rosenberg y Grafton 2010, 26–28).
Siguiendo el modelo de Eusebio, los primeros intentos por sistematizar en un formato más amable todos los eventos fundacionales de la historia de Occidente, trazando una cronología absoluta para los tiempos remotos del género humano, provinieron de humanistas como Hartmann Schedel —autor de Liber chronicarum (1493)— y Werner Rolevinck — autor de Fasciculus temporum (1474). Este último creó un sistema que compatibiliza otro de los problemas asociados a la cuenta de los tiempos: la diferencia entre el Anno mundi y el Anno Domini o la era cristiana (Rosenberg y Grafton 2010, 36).
Sin embargo, los cálculos que se podían extraer de las Escrituras no fueron suficientes a la hora de proveer de fechas concretas a los incipientes estados de principios del siglo XVI, los cuales necesitaban elaborar sus propias cronologías nacionales. Para el caso de España, la falta de fuentes escritas referentes al origen de su monarquía fue pronto subsanada por Annio de Viterbo, cuya obra creó una narrativa nacional articulada en torno a un linaje legendario de monarcas post-diluvianos (Olds 2015). Su Antiquitatum variarum (1498), una colección de textos espurios sobre los orígenes del mundo y España auspiciada por los Reyes Católicos, ofreció un amplio repertorio de fechas para la recién unificada Monarquía española, las cuales se transmitieron a un inmenso número de autores posteriores, entre ellos varios cronistas de Indias.7
Según Annio de Viterbo, España en tiempos postdiluvianos había sido gobernada por veinticuatro reyes, cuyas hazañas ordenó teniendo como eje una cronología articulada en torno a cinco diluvios, el primero de los cuales había sido el de Noé (Annio de Viterbo 1498, Ivii–Kvi). Para elaborar su cronología, Annio acomodó los cálculos heredados de los exégetas que lo precedieron, agregando años y cambiando fechas de acuerdo a sus propios intereses, el principal de los cuales era dotar a la institución monárquica hispana de una antigüedad que, en la práctica, no tenía.
La cronología de Annio de Viterbo se filtró rápidamente a las crónicas generales de España, una generación de autores vinculados directamente a la Corona cuyo objetivo fue compilar las antigüedades de los diversos reinos peninsulares en pos de la construcción de una historia nacional. No en vano Richard Kagan ha señalado que ‘la Monarquía y la historia van de la mano’ (Kagan 2010, 31). Esto implicaba, de paso, insertar el mítico pasado de los reinos hispanos en la esquiva cuenta del Anno mundi. Dentro de estas crónicas destacan, por ejemplo, los Cuarenta libros del compendio historial de Esteban de Garibay (1571), quien organizó todo el pasado de España teniendo como eje la cronología espuria de Annio de Viterbo, la cual ubicó en el margen exterior de cada página siguiendo la cuenta del Anno Domini.
La cronología de la Antiquitatum también fue heredada por los reportorios de los tiempos, género que compiló conocimientos geográficos, matemáticos y astronómicos, al mismo tiempo que ofrecía a sus lectores una completa cronología desde la creación del mundo hasta el reinado de los Reyes Católicos, Carlos V o Felipe II. El más impreso de estos reportorios fue la Chronographia o Reportorio de los tiempos de Jerónimo de Chávez (primera edición, 1548), en donde la cronología para los veinticuatro reyes míticos de España de Annio de Viterbo aparece estandarizada en una tabla, sin que exista una mención a su procedencia (Chávez 1584, 79v). Respecto a las diferencias entre la cuenta de los Hebreos y los Intérpretes, Chávez optó por incluir ambos valores en diferentes columnas de la tabla para la Primera edad del mundo (Chávez 1584, 57v).
Tanto en Garibay como en Chávez, los reyes de Annio de Viterbo son solo el comienzo de una larga lista que supone una sucesión continua de reyes asturianos, godos y castellanos, lista que solo se interrumpe por algunos inter-reinos, precisamente en los tiempos fundacionales de España. Gracias a las crónicas generales y a los reportorios, la Monarquía española por primera vez tuvo un pasado y una cronología común a todos sus reinos y, lo principal, escrita en español y no en latín, circunstancia que contribuyó a la enorme difusión que estos textos tuvieron tanto en la Península como en las Indias. Cabello recogió el proyecto imperial de estos autores, incorporando a las Indias en la cronología del mundo y los reyes de España.
5. Cabello de Valboa y el cálculo del Anno mundi
Dado el carácter universalista de la Miscelánea, Cabello no estuvo ajeno al debate de la historia del mundo según los parámetros bíblicos: las dos primeras partes de su crónica, de hecho, compilan la historia de la humanidad desde la dispersión del género humano por el Orbe tras el diluvio universal hasta los tiempos de Alejandro Magno. Consciente de las diferencias que existían entre la cronología de los Hebreos y la transmitida por la Biblia griega, Cabello (1951, 19) tuvo la precaución de advertir al lector que guardaría la cuenta de los Hebreos porque era la ‘más recibida entre los escritores’ señalando, de paso, que ‘en realidad, de verdad, no puedo entender que fuese la causa de tanto discremen en cosas de tanta calidad’. Al mismo tiempo, declaraba su intención de contar los años teniendo como eje el nacimiento de Cristo, afirmando que si hubiese algún yerro en sus cuentas no se le culpase por tal negligencia, dado que habían otras cosas de qué hacerle cargo con más justicia (Cabello 1951, 20). Es decir, Cabello estaba consciente de que sus cálculos podían no ser exactos e incluso advirtió al lector sobre aquello.
Para efectos cronológicos, Cabello siguió en las dos primeras partes de la Miscelánea al menos cuatro libros, desde donde obtuvo casi la totalidad de las fechas para el pasado del Viejo Mundo. En realidad, Cabello heredó los cálculos cronológicos al copiar o adaptar las narrativas en los que se encontraban inmersos, de las cuales eran un componente más. Sus principales fuentes aquí fueron la Chronographia de Chávez y los Cuarenta libros de Garibay, precisamente los autores ya mencionados que siguieron la cronología espuria de Annio de Viterbo. Cabello copió de las tablas de Chávez los cálculos relacionados con eventos que toda la humanidad compartía como, por ejemplo, que Isaac había nacido en el 1912 a.C. (Cabello 1951, 37; Chávez 1584, 618) o que Salomón sucedió a David en el 992 a.C. (Cabello 1951, 169; Chávez 1584, 62). De Garibay, en tanto, extrajo las fechas vinculadas al poblamiento del mundo y el pasado de España, como que Noé engendró a sus hijos el año 2045 a.C. (Cabello 1951, 25; Garibay 1571, I, 54), que Gerión —el séptimo de los reyes espurios de Annio de Viterbo— pasó a España el 1793 a.C. (Cabello 1951, 142; Garibay 1571, I, 102) o que la conversión de Recaredo había tenido lugar en el 585 d.C. (Cabello 1951, 247; Garibay 1571, I, 327).
Si bien Cabello declaró seguir la cuenta de los Hebreos, a través de Chávez heredó la cuenta de los Intérpretes, sin saberlo. Dado que Garibay, en cambio, había seguido a los Hebreos, a menudo sucedía que refiriéndose a un mismo evento, las fechas transmitidas por ambos no siempre coincidían. Un ejemplo de esto es el año de nacimiento de Moisés, que según Cabello nació ‘cerca de los años, antes del nacimiento de Cristo 1571, y otros ponen en sus memoriales haber gobernado el pueblo de Israel cerca de el año de 1467’ (Cabello 1951, 148). Esta diferencia se debe a que la primera fecha proviene de Garibay (1571, I, 109) siguiendo a los Hebreos, mientras que la segunda de Chávez (1584, 61) siguiendo a los Intérpretes. Como sus antecesores, Cabello optó por dar cuenta de las diferencias cuando así fuese necesario.
La tabla 1 grafica la cadena de transmisión de la fecha en que Deabos Gerión, el octavo rey de España según la Antiquitatum, pasó a la Península. En ella es posible observar cómo Garibay enmendó el año al copiarlo de Annio de Viterbo, acomodándolo a su propia cronología, y cómo Cabello heredó este cálculo enmendado.
Según Annio de Viterbo, Gerión había pasado a España tiranizándola en el 1803 a.C. Garibay, al tomar este relato, cambió la fecha a 1793, año que Cabello reprodujo agregando, de paso, que Deabos Gerión había pasado a España ‘con bastante número de gente’.
Además de Garibay y Chávez, Cabello también incorporó en su cronología para el Viejo Mundo fechas de la Silva de varia lección de Pedro Mexía (primera edición, 1540), concretamente aquellas relacionadas con el origen y expansión de los turcos, y de la Primera parte de la descripción general de África de Luis de Mármol (1573), desde donde copió algunas fechas referentes a Mahoma, los turcos y la expansión del Islam. Por ejemplo, de Mexía extrajo la fecha en que los escitas habían ocupado Asia Menor y la del nacimiento de Otomano, de quien descendía el imperio turco, en el 800 d.C. y 1300 d.C., respectivamente (Cabello 1951, 39; Mexía 1570, XVv). De Mármol, en tanto, heredó fechas como la del nacimiento de Mahoma: febrero del 569 de la Era Cristiana, que correspondía al 607
Á la fama de la viudez de nuestra madre España, un Aphricano (llamado Deabos Gerion) passo á ella con bastante numero de gente, para lo que pretendia, casi el año antes de la Encarnacion de Christo 1793.
de la Era de César y al 610 en la cuenta de los Alarbes (Mármol 1573, 53). Esta misma ambigüedad está casi textual en Cabello: ‘No muy lejos de la ciudad de la Meca en la Arabia / … / en el mes de febrero de el año de Christo de 569 (aunque otros dicen que a los 610) nació el falso propheta Mahoma para contagio y lepra de el umanal linaje’ (Cabello 1951, 250).
Al análisis del proceso de transmisión de fechas hacia la Miscelánea es necesario añadir un componente textual, en la medida en que no todos los manuscritos de Cabello reproducen la misma fecha para un determinado evento. En efecto, y tal como sucede con los diferentes testimonios de la Biblia griega, existen variantes entre el manuscrito de la NYPL y el de la Universidad de Texas, concretamente en lo relacionado con dos fechas presentes en la Miscelánea. La primera corresponde al año en que el poblamiento de América había tenido lugar, calculo que proviene del mismo Cabello, según el cual esto había acontecido mientras Melicola —otro de los reyes de la genealogía de Annio de Viterbo— reinaba en España. De acuerdo al manuscrito de la NYPL este evento había sucedido en el año 1154 a.C. (Cabello 1951, 148), mientras que de acuerdo al de la Universidad de Texas en el 1164
a.C. (Cabello 2011, 209). La segunda variante, en tanto, se relaciona con el nacimiento de Cristo, fecha que Cabello obtuvo de los Cuarenta libros de Garibay: mientras que el manuscrito de la NYPL señala que Cristo nació a los 1052 años de la fundación de Roma (Cabello 1951, 217), el de Texas indica que esto aconteció en el 752 (Cabello 2011, 272). Esta fecha, en efecto, concuerda con la que entrega Garibay (1571, I, 213–14) y de paso corrobora la hipótesis de Valcárcel (1951, xii) y Lerner (2011, xix) sobre el manuscrito de la Universidad de Texas, considerado como el más cercano al original. Las fechas erradas del manuscrito de la NYPL, en consecuencia, constituirían variantes ocasionadas por un error de transmisión textual, posiblemente de copia. La cuenta del Anno mundi de Cabello, en consecuencia, está permeada por la copia que hizo de autores previos, así como también por errores derivados de la historia textual de los manuscritos de la Miscelánea.
6. Cabello como cronólogo de los incas
Ahora bien, si para escribir sobre el pasado de España Cabello contó con una reserva de fechas provenientes de diversos libros, ¿Cómo estructuró, entonces, su cronología para el pasado andino?
Según el mismo Cabello lo indicó, sus fuentes para elaborar el apartado que trata sobre los incas fueron Polo Ondegardo, Juan de Valboa —criollo limeño y profesor de quechua en la Universidad San Marcos de Lima— y Cristóbal de Molina (Cabello 1951, 257–60).
Junto con ello, Cabello (1951, 8) también señaló en los primeros capítulos que daría cuenta de los años en que los reyes incas habían comenzado ‘con tanta certeza cuanta humana diligencia ha bastado averiguar, según los quipos y cuentas indianas’, señalando los años que había vivido cada uno. Este argumento es reiterado más adelante cuando declara haber obtenido su cronología concordando ‘las cuentas nuestras con las que estos naturales tienen por sus quipos y nudos de sus reyes’, sin entregar detalles respecto a cómo esta conversión se había llevado a cabo (Cabello 1951, 264). Cabello dispuso estos datos al finalizar la biografía de cada inca, información que se sintetiza en la tabla 2.
Como se observa en la tabla 2, Cabello indicó los años que un determinado Inca había vivido sólo en algunos casos, mientras que en otros señaló los que había gobernado. Por ejemplo, en el caso de Sinchi Roca menciona que tuvo 77 años de vida, mientras que en el de Lloque Yupanqui señala que murió habiendo reinado 78. En el único caso en que Cabello entrega los valores de ambos cálculos, es decir los años vividos y los años reinados por un determinado Inca, es en el de Manco Capac que ‘habiendo cumplido (según la cuenta) 91 años de su edad y gobernado gentes y familia más de los 60, murió cerca de los años del nacimiento de Cristo de mil y seis’ (Cabello 1951, 271). A partir de este dato es posible deducir la edad en que Manco Capac se convirtió en gobernante: 31, cifra que se obtiene sustrayendo de sus 91 años de vida los 60 que duró su reinado.
Tabla 2 La cronología de los gobernantes incas en la Miscelánea antártica de Cabello Valboa (1951).
|
Referencia en Cabello (1951 [1586]) |
Inca |
Edad total |
Años que gobernó |
Año de muerte |
1 |
270–271 |
Manco Capac |
91 |
60 |
1006 |
2 |
280 |
Sinche Ruca |
77 |
. |
1083 |
3 |
286 |
Lluqui yupangui |
. |
78 |
1161 |
4 |
289 |
Mayta Capac |
. |
65 |
1226 |
5 |
291 |
Capac Yupangui |
80 |
. |
1306 |
6 |
294 |
Yngaruca |
50 |
. |
1356 |
7 |
296 |
Yaguar Guaca |
. |
30 |
1386 |
8 |
301 |
Viracocha |
. |
50 |
1438 |
9 |
337, 341 |
Inga Yupangui |
. |
36 |
1473 |
10 |
354 |
Topa inga/ Pachacuti |
. |
‘auiendo sido Señor mas de 22 años y gobernado gente mas de 30’ |
1493 |
11 |
394 |
Guayna Capac |
. |
33 |
1525 |
Este mismo procedimiento, es decir la obtención de valores no explicitados en la cronología a partir de los datos transmitidos por ella, fue utilizado por los exégetas de la Biblia para el cálculo del Anno mundi que se desprende de la relative chronology transmitida por Génesis 5. Así, por ejemplo, Agustín de Hipona y otros (1977–1978, II, 167) siguiendo la cronología de los Intérpretes calcularon que Matusalén había muerto 14 años después del diluvio de Noé, del cual se suponía que solo habían sobrevivido Noé, su esposa y sus tres hijos con sus respectivas esposas (Gn 8,18). Aplicando este mismo tipo de análisis a la Historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa pudimos concluir en un trabajo anterior (González 2015, 170) que, si bien en ocasiones su cronología era coherente con la biografía de algunos Incas, en otras no: tal es el caso de Pachacuti, del cual Sarmiento señala que siempre traía consigo a su nieto Guayna Capac quien, según los datos implícitos que se desprenden de su cronología, nació 47 años después de la muerte de su abuelo. Es decir, en este caso, la narración y la cronología de Sarmiento no coinciden.
El empleo de este mismo examen en el análisis de la cronología de los incas de la Miscelánea evidencia las dificultades que Cabello tuvo para que sus cómputos fuesen coherentes con las biografías de los gobernantes que, a fin de cuentas, constituían el correlato textual de las fechas. Al igual que Sarmiento, sólo algunos cálculos ligados a los incas coinciden con los datos sobre sus vidas: analizando los datos de Manco Capac, por ejemplo, se desprende que comenzó a reinar en el 946, año muy próximo al que Cabello (1951, 264), en efecto, registra como el del origen de los incas, que ‘parece resultar / … / cerca de los años del nacimiento de Cristo, nuestro Redemptor, de 945’.
En el caso de Sinchi Roca, por el contrario, esta coherencia no es tal. Cabello señala expresamente que murió en el 1083 a los 77 años, de lo que se deduce que debió haber nacido en el 1006. Este año corresponde al de la muerte de Manco Capac, su padre, información que no concuerda con el relato que Cabello entrega para las vidas de ambos incas, según el cual Mama Ocllo parió a Sinchi Roca en su travesía desde Pacaritambo al Cusco, estando Manco Capac vivo. Incluso, según el relato, Sinchi Roca ya era un hombre de ‘experiencia y artificio’ cuando Manco Capac murió, testimonio que da cuenta de que en la narración de Cabello ambos estuvieron vivos al mismo tiempo (Cabello 1951, 271).
Las dificultades que Cabello tuvo en la composición de su cronología también quedan en evidencia al calcular la duración efectiva del incario: si se toma como punto de partida el año 945 y como fecha de término 1525, en la que Guayna Capac habría muerto (Cabello 1951, 394), entonces se deduce que el Tawantinsuyu se extendió por un periodo de 580 años. Sin embargo, si se suman las edades totales o los años de gobierno de todos los capac, suponiendo que equivalen a lo mismo, se obtiene una cifra que varía de 581 a 589, dependiendo de si se consideran 22 o 30 años para el gobierno de Topa Inca (Cabello 1951, 354). Y es que en Cabello, además, casi siempre los cálculos van acompañados de expresiones que indican su valor aproximado como, por ejemplo, ‘murió cerca de los años’ al referirse a Manco Capac (Cabello 1951, 270) o ‘parece por la cuenta que vamos siguiendo’ al referirse al comienzo del reinado de Lloque Yupanqui (Cabello 1951, 280). Todos estos antecedentes indican que Cabello elaboró la cronología de los incas por sí mismo, y que el procedimiento no estuvo exento de obstáculos.
Finalmente, un último aspecto a tener en cuenta es de qué manera Cabello fijó el año 945 como punto de partida del incario, cuestión que remite no sólo al carácter universalista de la Miscelánea, sino también al providencialismo que rige la escritura de Cabello (Camacho 2007, 109). Su historia está guiada por los juicios de Dios y los incas constituyen una pieza más del complejo engranaje que es la ‘fábrica del mundo’ (Cabello 1951, 7). En palabras del mismo Cabello ‘la omnipotencia y ciencia de Dios (cuyo auxilio y protección invoco), como sin principio, sea la mayor de las cosas invisibles’ (Cabello 1951, 11). Los reinos gentiles, en la perspectiva del autor, también forman parte de este plan divino: como el de los babilonios, asirios o persas, el imperio de los incas era practicante de cultos idólatras, los cuales ‘el Señor con su prometida misericordia lo remedie y ataje, alumbrando los confusos entendimientos de tantas gentes ciegas’ (Cabello 1951, 36).
En ese sentido, no es casualidad que el capítulo en donde se narra el origen de los incas se denomine ‘De lo que se tiene por verdadero acerca de el principio y origen de los reyes yngas y de las cosas que subcedian en el mundo conocido cuando en este comenzaron a reinar estos príncipes. Y de la descendencia de los turcos y otras curiosidades’ (Cabello 1951, 264). Y es que para Cabello el origen de los incas es contemporáneo al de los turcos.
Para elaborar este capítulo, Cabello se valió de la ya mencionada Primera parte de la descripción de África de Luis de Mármol el cual, al igual que Esteban de Garibay, había dispuesto todo su recuento historial señalando al margen de cada párrafo el año en que había acontecido tal o cual evento. En su composición Cabello tomó de Mármol (1573, 128v) la descripción del origen de los turcos y la forma en que estos se habían transformado poco a poco en un poderoso ejército al servicio de príncipes mahometanos en constante conflicto, para luego destronar a estos señores y usurparles sus reinos y conquistas en torno al 959 d.C. Y es al relatar la genealogía de los jefes turcos en donde Cabello (1951, 273) menciona que este ‘pujante señorío [el de los turcos] / … / crecía en los mismos años y tiempos que el de los yngas indianos iba creciendo, más Dios (por sus ocultos juicios) permitió que el uno de [sic] acabase para principio de tanto bien, y el otro permaneciese para tanto mal y daño’. En otras palabras: para Cabello existía un equilibrio en los ocultos juicios de Dios, que si bien había dejado que dos señoríos enemigos de la cristiandad nacieran simultáneamente, también había permitido que solo uno de ellos —el turco— sobreviviera. Esto pareciera demostrar que Cabello situó el origen los incas en el año 945 teniendo como referencia la cronología que Luis de Mármol había elaborado para la descripción del origen de los turcos, cuyo imperio constituía el principal enemigo de la Monarquía católica en el siglo XVI.
El análisis de la cronología de los incas de la Miscelánea, en consecuencia, evidencia los problemas que su autor enfrentó al momento de calcular por sí mismo las fechas asociadas a los gobiernos de los capac incaicos, para lo cual se inspiró en autores previos. Dicha operación estuvo regida, además, por la lógica providencialista que atraviesa una buena parte de la escritura de Indias. En Cabello el destino de los incas constituye un instrumento en el plan de la Divina Providencia, en donde España tiene el rol protagónico.
7. Comentarios finales
Hasta ahora, la mayoría de las críticas a la cronología de Cabello se ha basado en la plausibilidad de sus fechas para el incario, centrándose en si estas son o no ciertas. Aquí, sin embargo, quisimos cambiar las coordenadas desde donde tradicionalmente se ha formulado esta interrogante, preguntándonos primero qué prácticas involucraba la elaboración de una cronología en el siglo XVI, para luego reevaluar la interrogante inicial: ¿es pertinente preguntarse si la cronología de Cabello refleja realmente la temporalidad dinástica y la expansión incaica?
El argumento central que hemos desarrollado en el presente artículo es que la dificultad interpretativa que implica el análisis de la cronología inca desde la perspectiva de las crónicas, más allá del caso concreto de la Miscelánea, no radica sólo en la imposición de una estructura lineal y cronológica europea a un género de historia andina no lineal. El problema está en que la propia construcción de las cronologías europeas parte de premisas que no están basadas en eventos históricos, sino que en ejercicios especulativos ex post facto a partir, por ejemplo, de textos abiertamente espurios. Más que un problema de traducción entre mundos distintos, la cronología de Cabello refleja el proceso de invención de un pasado para el Viejo y el Nuevo Mundo, cuyas historias se estaban escribiendo al mismo tiempo: la política de la recién unificada Corona española requería de un pasado no sólo para su imperio, sino también para sí misma.
En ambos casos se trataba de un pasado sin fechas, solo que para España el problema ya estaba resuelto: Annio de Viterbo, basándose en el Génesis y autores clásicos, había inventado una completa cronología para el pasado remoto de la península, mientras que para las Indias se trataba de una tarea aún pendiente. Y es que para los humanistas, las falsificaciones eran un medio legítimo para reemplazar un registro ausente (Córdoba 1985) y, por ende, la invención de fechas arbitrarias era una práctica común.
Cabello no estuvo solo en este camino. Sabemos, por ejemplo, que Pedro Sarmiento de Gamboa obtuvo una buena parte de las fechas relacionadas al pasado del Viejo Mundo de la Primera parte de la corónica general de toda España, y especialmente del reyno de Valencia de Anton Beuter y del Reportorio de Chávez (González 2015, 156). Este último autor también fue seguido por Felipe Guaman Poma de Ayala en su Nueva corónica y buen gobierno (Fleming 1994; Barnes 1995; Plas 1996; González 2012b). Todas estas cronologías, en último término, tuvieron su origen en los textos espurios de Annio de Viterbo.
Finalmente, creemos que si bien existen algunas coincidencias generales entre la cronología de Cabello, la de Rowe e incluso otras obtenidas a través de dataciones radiocarbónicas, estas son de corte circunstancial y en ningún caso deben interpretarse como pruebas independientes de un mismo proceso. No se trata de negar que pudieron existir géneros narrativos o registros que, en efecto, diesen cuenta del pasado incaico, sino más bien de abandonar la pretensión de que estos puedan tener un correlato cronológico certero y comprobable.
Por ello, más que esforzarse en tratar de compatibilizar las fuentes etnohistóricas, como la Miscelánea de Cabello, y la datación radiocarbónica del registro material, la Arqueología tiene un rol crucial en continuar su tarea de establecer una cronología basándose en fechados absolutos. Esto implica reevaluar el rol protagónico que las hazañas de los gobernantes incaicos individuales tienen en las crónicas, centrándose en procesos más generales como, por ejemplo, los momentos iniciales de formación del Estado inca y su expansión en lo que serían los diversos territorios que más tarde constituyeron su Imperio.
Notas
1. El incompleto manuscrito de la Hispanic Society of America fue traducido al francés y publicado por Henri Ternaux Compans en 1840, para luego ser retraducido al español y publicado nuevamente por Carlos Romero y Horacio Urteaga en 1920 (Lerner 2011, xx). El de la New York Public Library (NYPL) perteneció al mismo Henri Ternaux Compans y alrededor de 1850 pasó a manos de Obadiah Rich, cuya colección fue adquirida posteriormente por James Lenox. La biblioteca de Lenox, junto con otros fondos, pasó en 1896 a la NYPL. Sobre este manuscrito Jacinto Jijón y Caamaño y Luis Valcárcel elaboraron sus ediciones, en 1945 y 1951 respectivamente. Esta última es la más difundida en los estudios andinos y es la que seguimos en el presente trabajo. El manuscrito de la Universidad de Texas, Austin, fue adquirido al mismo tiempo que Valcárcel trabajaba en su edición. Había pertenecido a la biblioteca del Conde Duque de Olivares y luego a la de Joaquín García Icazbalceta (Valcárcel 1951, xiv). Fue publicado por Isaías Lerner recientemente, en el año 2011.
2. A pesar de constituir un texto capital para los estudios andinos, la Miscelánea aún no ha sido objeto de una investigación sistemática en el contexto de estos, en donde su importancia trasciende las cronologías que conlleva puesto que también transmite una valiosa información respecto al pasado andino prehispánico y al desarrollo del Estado incaico. Una dimensión parcialmente explorada pero no analizada en profundidad es el eventual vínculo de la Miscelánea con la Historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa y la Historia general del Perú de Martín de Murúa, con quienes comparte innegables similitudes en ciertos apartados. Rowe (1945, 277), en una primera etapa pensó que Cabello se había basado en Sarmiento, idea compartida por autores posteriores como Galen Brokaw siguiendo a Raúl Porras Barrenechea (Brokaw 2010, 140–41). Luis Valcárcel (1951, xxxiv) matizó esta idea, sugiriendo que se trataba de fuentes independientes, sin descartar la idea de que Cabello hubiese consultado, en efecto, a Sarmiento. Con el correr de los años Rowe (1985, 200–1) concentró su atención en las similitudes entre Cabello y Murúa, sugiriendo que el parecido podría deberse a que ambos autores consultaron una fuente común: la Historia de los incas de Cristóbal de Molina, perdida en la actualidad. El planteamiento de Rowe fue seguido por Catherine Julien (2000), no obstante lo cual aún no se ha desarrollado un proyecto centrado exclusivamente en reconstruir la historia textual de la Miscelánea.
3. Rowe identificó en las fuentes coloniales, además de la cronología de Cabello, otras dos. Laprimera corresponde a la de Pedro Sarmiento de Gamboa en su Historia de los incas (1572), que Rowe calificó de ‘wild and impossible’, y la segunda a la del Compendio y descripción de las Indias occidentales de Antonio Vázquez de Espinosa (c. 1630), que para Rowe era ‘nearly as bad’ (Rowe 1945, 277). Sin embargo, estos no fueron los únicos textos que transmitieron una cronología para los capac incas. También lo hicieron, cada uno con características propias, la Historia de las guerras civiles del Perú o quinquenarios (1595–1603) de Pedro Gutiérrez de Santa Clara, el Discurso sobre la descendencia y gobierno de los incas (¿1602– 1608?) de autor desconocido, la Nueva corónica y buen gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala (1615–1616) y las Memorias antiguas historiales y políticas del Pirú de Fernando de Montesinos (1644). Tal como lo ha señalado Alan Covey (2015, 79) todas estas fuentes permanecieron manuscritas hasta fines del siglo XIX o principios del XX.
4. La historia de Naymlap corresponde a una digresión que Cabello realiza a propósito de laentrada de Topa Inca a Quito. En ella narra cómo Lambayeque fue poblado por Naymlap y su corte, a quienes sucedieron varias generaciones de señores hasta que uno de ellos llamado Fempellec durmió con el diablo en forma de mujer. Tras ello, todo su pueblo fue castigado y quedó sin gobierno hasta la llegada del tirano Chimo capac, cuya descendencia siguió señoreando Lambayeque hasta el tiempo de los incas y los españoles (Cabello 1951, 327–30).
5. No obstante Rowe precisó que estas fechas provenían de Cabello, existen discrepancias entresu formulación y la información contenida en la Miscelánea. En primer lugar, y si bien no todas las crónicas ofrecen la misma secuencia para los gobernantes incas, en la genealogía de Cabello Topa Inca y Pachacuti son la misma persona: en efecto, gracias a la dedicación que Topa Inca había puesto en la expansión del imperio había recibido el nombre de Pachacuti, que quería decir ‘vuelta de mundo’. Por error otros cronistas habían añadido a Pachacuti al número de gobernantes como si se tratase de otro Inca, pero lo cierto era que ‘Topa Ynga Yupangui y Pachacuti es todo uno’ (Cabello 1951, 339). De hecho en la Miscelánea el padre de Topa Inca es Inca Yupanqui, caracterizado como un cruel tirano que protagonizó el ciclo bélico contra los chancas y los soras y que le arrebató la borla a su padre Viracocha (Cabello 1951, 299–301). Y es este Inga Yupanqui el que, en la cronología de Cabello, asume en 1438, no Pachacuti como señala Rowe en su artículo (Cabello 1951, 301 y 341). En otras palabras: el Pachacuti de Rowe no es el mismo de Cabello. En segundo lugar, en la Miscelánea la muerte de Inca Yupanqui sucedió en 1473 ‘durante la ausencia que Topa Ynga Yupangui auia hecho en esta jornada de Collao y Chile’ y no en 1471 como lo planteó Rowe (Cabello 1951, 337).
6. Este radio de expansión fue calculado en función a la distribución de la cerámica de estiloKillke en el área del Cusco, lo cual no significa necesariamente un dominio homogéneo sobre dicho territorio (Bauer y Covey 2002; Bauer 2004). Este estilo cerámico ha dado nombre al cacicazgo o señorío pre-estatal del Cusco, que más adelante se convertiría en la sociedad inca.
7.Annio de Viterbo suponía que los autores paganos habían consignado la existencia de lospatriarcas bíblicos bajo otros nombres, que variaban de acuerdo a la lengua o el lugar en que habían sido registrados. La manera en que Annio autorizó sus textos espurios fue combinando sus invenciones con la información presente en autores de la tradición clásica, de manera que sus falsificaciones coincidieran con el testimonio de autores verdaderos. Para más información sobre la influencia de Annio de Viterbo en la cronística de Indias ver González 2012a.
8.En la edición de 1584 de Chávez que seguimos existe un error tipográfico asociado al año denacimiento de Isaac. Dice ‘1219’, pero en realidad es ‘1912’, como se desprende de otras ediciones, por ejemplo la de 1554. Esta errata constituye otra evidencia de cómo los valores numéricos a menudo fueron alterados accidentalmente en su proceso de transmisión.
Agradecimientos
A los evaluadores de esta y las versiones anteriores del presente manuscrito, cuyos comentarios han ayudado enormemente a estructurar y orientar mejor la exposición de las ideas planteadas. Al proyecto Fondecyt de Iniciación 11160141 ‘La Historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa en la perspectiva de los estudios andinos: hacia una reconstrucción de su historia textual’, cuya investigadora responsable es Soledad González Díaz.
Notas biográficas
Soledad Carmina González Díaz
es Magíster en Historia, mención Etnohistoria, por la Universidad de Chile y Doctora en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona. Sus líneas de investigación se centran en las crónicas andinas, los textos de Indias y la etnohistoria del Norte de Chile. Sus publicaciones más recientes incluyen ‘Del Génesis a los Andes: la cronología del incario en la Historia de los Incas de Pedro Sarmiento de Gamboa (1572)’ (2015), co-autor de Qhapaq Ñan. El sistema vial andino y los incas en el norte de Chile (2015) y ‘Guaman Poma y el Repertorio Anónimo (1554): Una nueva fuente para las Edades del Mundo en la Nueva Corónica y Buen Gobierno (2012).
Francisco Javier Garrido Escobar
es conservador en el Museo Nacional de Historia Natural, en Santiago de Chile. Obtuvo su licenciatura en arqueología de la Universidad de Chile, y su doctorado en antropología de la Universidad de Pittsburgh. Sus intereses de investigación se centran en la arqueología de la expansión inca, las comunidades mineras prehispánicas y la infraestructura imperial. Sus artículos han aparecido en las revistas Journal of Anthropological Archaeology, Archaeological and Anthropological Sciences, y en el Boletín del Museo Nacional de Historia Natural
(Chile).
Bibliografía
Adorno, Rolena. 2008. The polemics of possession in Spanish American narrative. New Haven: Yale University Press.
Agustín de Hipona. 1977–1978. La ciudad de Dios. Obras completas de San Agustín. Tomos XVI y XVII. Introducción y notas de Victorino Capánaga. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.
Annio de Viterbo. 1498. Auctores vetustissimi, vel opera diversorum auctorum de antiquitatibus loquentium / cum commentario eiusdem Joh. Annii. Chronographia etrusca et italica. De novem institutionibus etruscis. Quadraginta quaestiones. De primis temporibus et regibus primis Hispaniae. Roma: Eucharius Silber.
Barnes, Monica. 1995. Las edades del hombre y del mundo según Hierónimo Chaves, de Sevilla, y Guaman Poma de Ayala, del Perú. En Humanismo siglo XX: estudios dedicados al dr. Juan Adolfo Vázquez, edición de J. Schobinger, 291–97. San Juan: Universidad Nacional de San Juan.
Bauer, Brian. 1992. The development of the Inca state. Austin: University of Texas Press.
——— 2004. Ancient Cuzco: Heartland of the Inca. Austin: University of Texas Press.
Bauer, Brian, y Alan Covey. 2002. Processes of state formation in the Inca heartland (Cuzco, Peru). American Anthropologist 104 (3): 846–64.
Bauer, Brian, y Douglas Smit. 2015. Separating the wheat from the chaff: Inka myths, Inka legends, and the archaeological evidence for state development. En The Inka empire: A multidisciplinary approach, edición de I. Shimada, 67–80. Austin: University of Texas Press.
Brokaw, Galen. 2010. A history of the khipu. Nueva York: Cambridge University Press.
Cabello Valboa, Miguel. 1951. Miscelánea antártica [1586]. Edición de Luis Valcárcel. Lima: Instituto de Etnología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
——— 2011. Miscelánea antártica [1586]. Edición de Isaías Lerner. Sevilla: Fundación José Manuel Lara.
Camacho, José Manuel. 2007. La Miscelánea antártica de Miguel Cabello Valboa. El palimpsesto bíblico de un cura de Archidona. En Herencia cultural de España en América: poetas y cronistas andaluces en el Nuevo Mundo. Siglo XVI, edición de Trinidad Barrera, 107–30. Sevilla: Universidad de Sevilla.
Chávez, Jerónimo de. 1584. Chronographia o Reportorio de los tiempos [1548]. Sevilla: Fernando Díaz.
Córdoba, Pedro. 1985. Las leyendas en la historiografía del Siglo de Oro: el caso de los ‘falsos cronicones’. Revista Criticón 30: 235–53.
Cornejo, Luis. 2014. Sobre la cronología del inicio de la imposición cuzqueña en Chile. Estudios Atacameños 47: 101–16.
Covey, Alan. 2006. Chronology, succession, and sovereignty: the politics of Inka historiography and its modern interpretation. Comparative Studies in Society and History 48 (1): 169–99.
——— 2008. Multiregional perspectives on the archaeology of the Andes during the late intermediate period (c. A.D. 1000–1400). Journal of Archaeological Research 16 (3): 287.
——— 2015. Chronology, Inca. En Encyclopedia of the Incas, edición de Gary Urton y Adriana Von Hagen. Lanham, MD: Rowman & Littlefield.
D’Altroy, Terence. 2015. The Incas. Malden, MA: Blackwell Publishing.
D’Altroy, Terence, Verónica Williams, y Ana María Lorandi. 2007. The Inkas in the southlands. En Variations in the expression of Inka power, edición de Richard Burger, Craig Morris y Ramiro Matos, 85–134. Washington, D.C.: Dumbarton Oaks.
Duviols, Pierre. 1979. La dinastía de los incas: ¿monarquía o diarquía? Argumentos heurísticos a favor de una tesis estructuralista. Journal de la Société des Américanistes 66: 67–83.
Eusebio de Cesarea. 1818. Eusebii Pamphili Chronicon Bipartitum. Venecia: Jean Baptiste Aucher. Typis Coenobii pp. Armenorum in Insula S. Lazari.
Fleming, David. 1994. Guaman Poma, Hieronymo de Chaves and the Kings of Persia. Latin American Indian Literatures Journal 10 (1): 46–60.
Garibay, Esteban de. 1571. Cuarenta libros del compendio historial de las chronicas y universal historia de todos los reynos de España. Amberes: Christophe Plantin.
González Díaz, Soledad. 2015. Del Génesis a Los Andes: la cronología del incario en la Historia de los incas de Pedro Sarmiento de Gamboa (1572). Estudios Atacameños 51: 153–75.
——— 2012a. Genealogía de un origen: Túbal, el falsario y la Atlántida en la Historia de los Incas de Pedro Sarmiento de Gamboa. Revista de Indias 72: (255): 497–526.
——— 2012b. Guaman Poma y el Repertorio anónimo (1554). Una nueva fuente para las edades del mundo en la Nueva corónica y buen gobierno. Chungara 44 (3): 377–88.
Guaman Poma de Ayala, Felipe. 2001. Nueva corónica y buen gobierno [1615/1616]. Transcripción y edición de John V. Murra, Rolena Adorno y Jorge L. Urioste, corregida por Ivan Boserup y Rolena Adorno. Edición virtual de Det Kongelige Bibliotek [Dinamarca]. http://www.kb.dk/ permalink/2006/poma/titlepage/es/text/?open = idp23904 (10 enero 2017).
Hughes, Jeremy. 1990. Secrets of the times. Myth and history in biblical chronology. Sheffield: JSOT Press/Sheffield Academic Press.
Imbelloni, José. 1946. Pachakuti IX (El inkario crítico). Buenos Aires: Editorial Humanior.
Julien, Catherine. 2000. Reading Inca history. Iowa City: University of Iowa Press.
Kagan, Richard. 2010. Los cronistas y la Corona. Madrid: Centro de Estudios Europa Hispánica y Marcial Pons Historia.
Kosiba, Steve. 2010. Becoming Inka: The transformation of political place and practice during Inka state formation (Cusco, Peru). Tesis doctoral del departamento de Antropología. Chicago: The University of Chicago.
Lerner, Isaías. 2011. Introducción. En Miscelánea antártica [1586] de Miguel Cabello Valboa, ix– xxi. Sevilla: Fundación José Manuel Lara.
Lynch, Julieta. 2012. Una aproximación cronológica al centro administrativo Hualfín Inka, Catamarca, Argentina. Revista Española de Antropología Americana 42 (2): 321–37.
Mármol, Luis de. 1573. Primera parte de la descripción general de África. Granada: René Rabut.
McEwan, Gordon. 2006. The Incas. New perspectives. Santa Barbara, CA: ABC-CLIO.
Means, Philip Ainsworth. 1931. Ancient civilizations of the Andes. Nueva York: Charles Scribner’s Sons.
Mexía, Pedro. 1570. Silva de varia lección de Pedro Mexía [1540]. Sevilla: Hernando Díaz.
Niles, Susan. 1999. The shape of Inca history. Iowa City: University of Iowa Press.
Ogburn, Dennis. 2012. Reconceiving the chronology of Inca imperial expansion. Radiocarbon 54
(2): 219–37.
Olds, Katrina. 2015. Forging the past. New Haven: Yale University Press.
Pärssinen, Martti, y Ari Siiriäinen. 1997. Inka-style ceramics and their chronological relationship to the Inka expansion in the Southern Lake Titicaca area (Bolivia). Latin American Antiquity 8 (3): 255–71.
Plas, Sophie. 1996. Une source européenne de la Nueva corónica y buen gobierno de Guaman Poma. Journal de la Société des Américanistes 82: 97–116.
Rose, Sonia. 2003. La ‘varietas’ indiana: el caso de la ‘Miscelánea antártica’ de Miguel Cabello Valboa. En Grafías del imaginario. Representaciones culturales en España y América (siglos XVI–XVIII), edición de C. González y E. Vila, 410–21. México D. F.: Fondo de Cultura Económica.
Rosenberg, Daniel, y Anthony Grafton. 2010. Cartographies of time. Nueva York: Princeton Architectural Press.
Rostworowski, María. 2012. Historia del Tahuantinsuyu [1988]. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Rowe, John. 1945. Absolute chronology in the Andean area. American Antiquity 10 (3): 265–84.
——— 1985. Probanza de los incas nietos de conquistadores. Revista Histórica 9 (2): 193–245.
Santoro, Calógero, Verónica Williams, Daniela Valenzuela, Álvaro Romero, y Vivien Standen. 2010. An archaeological perspective on the Inka provincial administration of the south-central Andes. En Distant provinces in the Inka empire, edición de Michael Malpass y Sonia Alconini 44–74. Iowa City: University of Iowa Press.
Schiappacasse, Virgilio. 1999. Cronología del Estado inca. Estudios Atacameños 18: 133–40.
Uribe, Mauricio, y Rodrigo Sánchez. 2016. Los incas en Chile. Aportes de la arqueología chilena a la historia del Tawantinsuyu (ca. 1400 a 1536 años d.C.). En Prehistoria en Chile. Desde sus primeros habitantes hasta los incas, edición de Fernanda Falabella, Mauricio Uribe, Lorena Sanhueza, Carlos Aldunate y Jorge Hidalgo, 529–72. Chile: Sociedad Chilena de Arqueología y Editorial Universitaria.
Valcárcel, Luis. 1951. Introducción. En Miscelánea antártica [1586] de Miguel Cabello Valboa, ix–xl. Lima: Instituto de Etnología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Wedin, Ake. 1963. La cronología de la historia incaica: estudio crítico. Madrid: Ínsula.
Zuidema, Tom. 1995. El sistema de ceques del Cuzco [1964]. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.