Estados militaristas andinos: Introducción

Incluso desde antes de su definición como una sociedad independiente de Tiwanaku, la arqueología relacionada con lo que se conoce como Wari (600 d.C-1000 d.C.) ha sido la base sobre la que se ha generado un importante debate especialmente con respecto a su naturaleza sociopolítica y socioeconómica. En este artículo, desde nuestra perspectiva arqueológica, queremos contribuir a darle sentido y contenido a lo conocido como Wari. En base a nuestro análisis de la materialidad social relacionada con lo Wari hemos encontrado empíricamente que este contiene una serie de manifestaciones de lo que podríamos llamar en nuestro mundo contemporáneo como un estado y hasta un imperio. Sin embargo también entendemos que la naturaleza de Wari se conforma adentro de un proceso histórico particular basado en condiciones materiales especiales que denominamos andinas. En este artículo desplegamos de la mejor forma posible algunos argumentos para darle mayor consistencia a dicha propuesta. Finalmente, utilizamos el caso de Wari para identificar a otros posibles estados militaristas en los andes centrales.

Abstract

Even before its definition as an independent society from Tiwanaku, archeology related to what is known as Wari (600 AD -1000 AD) has been the basis on which it has generated considerable debate especially regarding their sociopolitical and socioeconomic nature. In this article, from our archaeological perspective, we want to help give meaning and content to what is known as Wari. Based on our analysis of the social materiality related with Wari we found empirically that it contains a series of demonstrations of what we might call in our contemporary world as a state and even an Empire. However we also understand that the nature of Wari is formed in a particular historical process based on special materials conditions which we called Andean. In this article we display the best possible arguments to give some consistency to the proposal. Finally, we use the case of Wari to identify other possible militaristic states in the central Andes.

1. Introducción
En la organización político militarista de Wari, se establecieronn cabezas de región, así la administracion del imperio seria mas facil:

  • Viracocha: Pampa -Huamachuco
  • Pachacamac (Lima)
  • Vilca Huai (Huaraz)
  • Wuari Vilca (Huancayo)
  • Socos (Ica)
  • Cajamarquilla (Lima)
  • Piquillacta (Cusco)
  • Qoscopa (Arequipa)

 

Para la mayoría de los arqueólogos andinistas el sitio de Wari, en Ayacucho, en los Andes Centrales, representa la capital de un estado prehispánico que se desarrolló entre los siglos VI y XI d.C. Pese a ello, subsiste un problema ontológico cuando se le relaciona con el concepto de Imperio, lo cual ha generado una serie de discusiones académicas. Más aún, el desafío metodológico desde la arqueología, estribaría en establecer su carácter material y desde ahí inferir su naturaleza socioeconómica y sociopolítica. De esta manera, para efectos metodológicos, lo que persiste como un desafío es la manera en la que este estado se habría expandido materialmente a lo largo de los Andes Centrales y Centro Sur.

Desde la definición histórico cultural de Julio C. Tello (1970[1931]) con la que se inauguró la explicación de lo Wari pasando por el modelo de “imperio” de Luis G. Lumbreras (1974a) hasta el modelo de “emporio” de Ruth Shady (1988a), la discusión acerca del carácter de esta sociedad ha mantenido (pre)ocupados a una serie de investigadores durante las últimas ocho décadas. De este modo, lo Wari ha sido sujeto de una serie de discusiones en torno a su caracterización sociopolítica (Chirinos 2006, Bergh y Jennings 2012). De todas esas definiciones, la que quizá tomó mayor relevancia por su planteamiento original o, por lo menos, sirvió como contrapunto a otras perspectivas arqueológicas fue la de Luis Lumbreras (1974a) quien expresó que el extenso sitio de Huari 2 fue la capital de un Imperio que se extendió por medio del militarismo por un gran área de la sierra peruana e, incluso, llegó a la costa. Pese al tiempo transcurrido desde su planteamiento inicial y sus versiones más sofisticadas, todavía, la idea de Lumbreras sobre Wari no se ha modificado en esencia y esto se debería a que él vio a un estado Wari donde lo militar fue un importante medio de expansión de su territorio y el control de los recursos políticos, una explicación que se identifica con otros imperios, principalmente del Viejo Mundo (por ejemplo ver, Algaze 1993, Sinopoli 1994, Alcock et al. 2001), el principal lugar de procedencia de la mayoría de nuestros modelos y analogías que aplicamos a nuestros materiales arqueológicos en los Andes. Obviamente, y así lo reconoce Lumbreras sin mayor problema, existe una opción política en tal planteamiento y el contexto en el que surgió dicha propuesta y su propia formación familiar son elementos que no pueden ser desvinculados de tal propuesta. Sin embargo, más allá de la subjetividad inherente a una propuesta que necesita seguir siendo explorada y argumentada a través de las evidencias empíricas, es importante reflexionar en torno a la capacidad real o no de la sociedad Wari para expandirse efectivamente por el territorio andino. Claramente, en este artículo nosotros nos encontramos más cercanos a la propuesta de Lumbreras pero, sobre todo, cercanos al materialismo histórico que lo inspiró.

Así, en este artículo desde una perspectiva materialista histórica, retomamos el concepto de estado expansivo Wari, tratando de otorgarle una mayor consistencia a la propuesta lumbreriana. De este modo, siguiendo nuestro proyecto iniciado en base a Chavín de Huántar (Tantaleán 2011) y luego ampliado a otras sociedades que denominamos como “Estados Teocráticos Andinos” (Tantaleán 2012), en esta ocasión queremos explorar la definición de Wari como un Estado Militar Andino y, sobre todo el cómo podemos (como arqueólogos) establecer no solamente su forma sino, especialmente, su contenido. Para ello, procuramos establecer y hacer explícita nuestra forma de ver los materiales arqueológicos, y nos esforzamos en la presentación de diferentes indicadores arqueológicos para dar sustento a nuestra representación arqueológica de Wari como un estado expansivo andino. Aunque los arqueólogos andinistas han propuesto una serie de indicadores (Isbell 1985, Schreiber 2001, Finucane et al. 2007: 579), éstos aun nos parecen insuficientes para explicar una particularidad (por su propia universalidad) y una materialización del fenómeno Wari en su propia trayectoria histórica, así como su contexto histórico de formación y desarrollo.

 

Los Khipus Wari

Los wari forjaron el primer imperio en América del Sur, que incorporó a casi todo el actual territorio peruano. Su imperio duró del 600 d.C. al 1000 d.C., un periodo también conocido como Horizonte Medio. El Museo Americano de Historia Natural, en Nueva York, alberga tres khipus, y uno recientemente donado a Dumbarton Oaks (khipu PC.WBC.2016.068), cuya datación por carbono 14 ha sido determinada en 779- 9811. Existen varios khipus en la colección del Museo Amano y un khipu excavado por Ruth Shady en la Huaca San Marcos, que han sido asociadas a tumbas y piezas de cerámica del Horizonte Medio 2. Estos son los khipus más antiguos que se conocen y están claramente asociados a este periodo, lo que sugiere que los khipus serían una invención wari.

Los Khipus Wari
Autor: Jefffrey Splitstoser

KHIPUS
TIPOS DE KHIPUS WARI

Solo se conoce la existencia de alrededor de una docena completa o casi completa de khipus wari en colecciones y museos del mundo. Cuando se añaden fragmentos de khipus al conjunto, algunos de los cuales quedan una sola cuerda, el número aumenta a unos cuarenta ejemplares, que sigue siendo una muestra muy pequeña. En su forma más básica, los khipus wari están formados por una cuerda principal con cuerdas colgantes (secundarias) ancladas a la cuerda principal con nudos de tipo «presilla de alondra» (cow-hitch) (fig. 13). Las cuerdas colgantes tienen cuerdas subsidiarias, y las cuerdas subsidiarias pueden tener sus propias subsidiarias y así sucesivamente, todas atadas con nudos tipo «presilla de alondra». La cuerda principal es generalmente más gruesa que sus cuerdas colgantes y, en el caso del khipu de Dumbarton Oaks PC.WBC.2016.068 (ver fig. 21) está trenzada. La cabeza de la cuerda principal suele empezar con un lazo y terminar con una larga cola.

l. Cherkinsky y Urton 2014.
2. Shady Salís et al. 2000.
3.Splitstoser 2014.
4.Idem.
5.Arnold y Espejo 2012; Rowe 2007.
6.Cereceda 1986.
7.Mackey 2002; Mackey 1970.
Fig. 13 Representación de tipos de khipus wari.

Los khipus wari presentan al menos tres estilos: lazo y ramal, colgante y entorchado. En los khipus de lazo y ramal, las cuerdas colgantes se anclan directamente a un lazo que se forma con una cuerda separada más gruesa que la cuerda principal. Los khipus de estilo colgante son muy parecidos a los khipus colgantes inca, con una cuerda principal más gruesa que las cuerdas colgantes, con colgantes que se anclan directamente a la cuerda principal. Todos los khipus colgantes y los khipus con la cuerda principal entorchada que se encuentran completos empiezan con un lazo que es, a veces, una cuerda separada y otras, una extensión de la cuerda principal. Los khipus de tipo entorchado se diferencian de los khipus de tipo colgante porque tanto su cuerda principal como la sección entre el lazo y el primer colgante se encuentran entorchadas además de que esta última, es más compleja que en cualquier otro segmento de este estilo de khipu.

 

ORÍGENES DEL KHIPU

La idea de que los wari desarrollaron los primeros khipus es lógica, considerando la necesidad de administrar un imperio grande y complejo, y tomando en cuenta el hecho de que, hasta la llegada de los europeos, las civilizaciones andinas no tuvieron ningún sistema de escritura. Sin embargo, tenían otras formas de transmitir información. Una que consistía en bandas de colores, cuyo ancho y tonalidades tenía significados. De hecho, en el arte Paracas Tardío y Nasca Temprano se muestra con frecuencia a personas sosteniendo cabezas humanas en una mano y varas en la otra. Estas varas están decoradas con bandas de color que el autor considera emblemáticas, relacionadas con la práctica de cortar cabezas que también aparece al final del Horizonte Temprano 3.

Las imágenes representando a personas sosteniendo varas con bandas de colores aparecen tempranamente (500 a.C.), en el sitio de Cerrillos, en el valle alto de lea (fig. 14), diez muestras de varas decoradas con bandas de colores fueron excavadas en una tumba Paracas Tardío4 (fig. 15). Sujetas a las varas había cuerdas entorchadas, que se asemejan a las cuerdas entorchadas de los khipus wari, tanto en forma como en estructura (fig. 16), lo que ha llevado a los investigadores a pensar que estas varas y cuerdas entorchadas halladas en Cerrillos indican una conexión en el desarrollo de khipus.

INTRODUCCIÓN

Fig. 14 Representación de personaje sosteniendo varas en una mano y en la otra una cabeza humana.

No sabemos cómo las varas y cuerdas entorchadas de Cerrillos fueron usadas; sin embargo, se ha observado que algunas comunidades indígenas de los Andes utilizan hasta el día de hoy palos envueltos con bandas similares a las encontradas en el sitio de Cerrillos 5• Llamados musa waraña, son usados por los tejedores para recordar los patrones de bandas tejidos en la vestimenta de las personas que se identifican como miembros de determinadas comunidades indígenas. Las comunidades poseen los patrones y la musa waraña ayuda a los tejedores a llevar la cuenta de la urdimbre y la configuración de mallas. En la actualidad, los tejedores indígenas del pueblo de Isluga tejen bolsas de semillas con franjas cuyo color, brillo y diferencias en los grosores permiten identificar los tipos de semilla o cultivos que se guardan en las bolsas 6

 

Las telas con coloridas franjas diagonales y bandas fueron de uso extendido en la región Paracas-Nasca durante el periodo Intermedio Temprano, y los habitantes del valle de Ayacucho, hogar de los wari, mantenían fuertes lazos con estas prácticas así que es muy probable que estuvieran familiarizados con el propósito, si es que no con el significado de estos patrones. Es posible que los wari desarrollaran los khipus y los coloridos patrones de entorchado que los definen a partir de sus conocimientos sobre franjas y bandas de color, así como de sus prácticas de entorchado.

Es probable que los khipus representen la fusión de antiguas prácticas de entorchado multicolor, que tenían un significado emblemático, con el anudado, que representaba metafóricamente el acto de vinculación o de compromiso. El artefacto resultante funcionaba a todos los efectos y propósitos como un sistema de escritura, cuya efectividad queda clara por el hecho de que los khipus han seguido siendo usados por los incas y sus descendientes hasta el día de hoy, a pesar de la introducción de la escritura y los números. De hecho, algunos pastores de la sierra continúan usando khipus en la actualidad para monitorear su ganado 7

KHIPUS
EL COLOR EN LOS KHIPUS WARI

Fig. 15 Vara con cuerdas entorchadas, hallada en Cerrillos, valle alto de lea.

Los khipus wari son los más coloridos de todas las tradiciones de khipus, posiblemente como reflejo de su conexión con antiguas prácticas de entorchado con color. De hecho, los khipus wari se distinguen por sus cuerdas subsidiarias colgantes y de colores brillantes. La mayoría de cuerdas e hilados entorchados en los khipus wari son de algodón, natural y teñido, si bien se añadía fibra de camélido teñido cuando se requería determinados colores o brillo. Todos los khipus wari tienen cuerdas entorchadas, una característica que no se ha encontrado en los khipus inca, excepto en un tipo de khipus coloniales, que se conocen como khipus de estilo Canuto, que tienen cuerdas entorchadas y cuya estructura es como la de las cuerdas entorchadas de Cerrillos, donde el color es añadido a través del entorchado. La mayoría de cuerdas colgantes son de algodón natural o blanco, y la mayoría de cuerdas subsidiarias adquieren color usando fibras naturales y/o teñidas.

 

El color aparece en todos los niveles de elaboración de khipus. Incluso los nudos eran ocasionalmente envueltos con hilos de colores (fig. 17). Los colores de las cuerdas pueden ser sólidos, visualmente semejantes a los «poste de barbero» o moteados (dos o más colores), y segmentados (o unidos), donde hilados de diferentes colores se entretejen para crear un cambio de color. Los khipus wari suelen incorporar aproximadamente entre cuatro y seis colores básicos, además de sus matices o tonalidades.

Para entender la importancia del color en los khipus, debemos imaginar vivir en una sociedad donde el color no era simple decoración, como es concebido en la actualidad. Esto no significa que el color no tenga significado en la sociedad occidental, pero el color se escoge sobre todo por razones estéticas, excepto en circunstancias especiales, como cuando se usa metafóricamente, por ejemplo, en las luces de los semáforos o los cordones en el servicio militar. En una sociedad que no conocía la escritura, sin embargo, es probable que el color tuviera una importancia mucho mayor de la que tiene hoy en día. Es muy probable que el uso semiótico del color, donde el color representa arbitrariamente una categoría de información, sea una práctica muy antigua en los Andes.

INTRODUCCIÓN

COLGANTES DE COLORES EN BANDAS, SERIACIÓN Y PATRÓN ALEATORIO

Fig. 16 Detalle de la técnica del entorchado.

Lo que sabemos sobre los khipus wari se infiere, en gran medida, de los khipus inca, aunque también de los khipus coloniales y republicanos. Los colores hallados en las cuerdas wari forman patrones que en los khipus inca pueden ser de bandas, seriados o aleatorios. En los khipus de colores en banda, un conjunto de cuerdas del mismo color o secuencia de colores forma un grupo, que es seguido por otro grupo de cuerdas con colores diferentes y así sucesivamente. Los khipus seriados tienen colgantes con secuencias generalmente de cinco o seis cuerdas de color separadas por espacios vacíos.

 

En los khipus en bandas inca y post-inca, cada color (es decir, cada banda) representa a un miembro del ayllu listado, ya sea, por orden de edad o momento en que se unió a la comunidad. Los khipus seriados representan información agregada, donde la información de los khipus en bandas habría sido resumida y representada en un nivel superior. Cada unidad social estaría representada por una cuerda de color, y cada serie de grupo representaba obligaciones presentadas en un orden memorizado 8• El patrón aleatorio, donde los colores no parecen seguir ninguna pauta, todavía no se entiende muy bien, pero podría representar información narrativa en los khipus inca.

No sabemos si los khipus en bandas o en seriación de color tenían el mismo significado en los khipus wari e inca. El propósito del patrón aleatorio es incluso menos claro. La seriación y el patrón aleatorio son más comunes que las bandas en los khipus wari. De hecho, la seriación se encuentra presente incluso en las cuerdas subsidiarias wari, donde se repiten las secuencias de color en todas las cuerdas subsidiarias de cada cuerda colgante en un grupo de cuerdas colgantes. Las bandas de color son muy raras en los khipus wari, solo conocemos solo un ejemplar que se encuentra en las colecciones del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York (41.2/7678).

8. Hyland s.f, 2016; Medrana y Urton 2018.
9. Por ejemplo, Hyland 2014.
10.Idem.
11.Hyland 2015.
12.Medrana y Urton 2018.

ATRIBUTOS SIGNIFICATIVOS

Fig. 17 Diagrama de nudo envuelto simple.

La información en los khipus wari está codificada en el color y otros atributos, incluyendo la torsión final (por ej., S/Z), torsión del nudo (por ej., S/Z), y la cuerda de anclaje (recto/ verso). Estos atributos son ideales para codificar información binaria como ayllu (por ej., arriba/abajo), masculino/ femenino, etc. Urton sugiere que en los khipus inca una de las dos categorías binarias marcan objetos como fuera de lo común o usual. Por ejemplo, la mayoría de hilos inca tienen una torsión en Z, retorcidos en S, y la mayoría de khipus inca tienen una torsión final en S. Los hilos torcidos en Z, entonces, representarían la categoría marcada, porque no son lo esperado o deseado 9. La mayoría de cuerdas de los khipus wari, al igual que las cuerdas inca, empieza con una torsión en Z, pero son retorcidos varias veces en S para una torsión final en Z, que es una categoría sin marcar en khipus wari. La mayoría de cuerdas wari (91%) tienen una torsión en Z.

Un ejemplo del uso de la marcación puede ser encontrado en el estudio de Uhle de un khipu de pastoreo de Cutusuma, donde la norma son cuerdas torcidas en Z, retorcidas en S. Las cuerdas con torsión en S no estaban marcadas y se referían a la categoría no marcada, las ovejas (hembras), que son deseadas. Las cuerdas con torsión en Z se referían a la categoría marcada, que es menos deseable, machos castrados 10• La mayoría de nudos wari (78%) tienen una torsión en S, convirtiéndose en la categoría no marcada. Por el contrario, la afiliación a un ayllu, que debería ser dividida relativamente equitativa entre «arriba» y «abajo», es representada por una torsión de nudo en un tablero de khipu de Mangas 11 (ver fig. 135), y está marcado por una torsión en la cuerda de los khipus coloniales del valle del Santa 12• En los khipus wari, el anclaje de cuerdas, en «recto» representa el 51 % y en «verso» el 49%, casi idénticos, lo que sugiere que la afiliación del ayllu podría ser registrada con este atributo.

En resumen, los atributos como el grosor de la cuerda y otros como la torsión final, color y grado de torsión pueden arrojar luces en torno a los procesos y prácticas relacionados con la confección de khipus. Por ejemplo, además de revelar posibles categorías marcadas, el grosor de la cuerda está influido por la estructura de la cuerda, y un estudio detallado de estructuras y color de cuerdas permitió deducir que el gran khipu wari de Dumbarton Oaks fue hecho por varias personas y varios recipientes para el teñido. El estudio de la estructura de las cuerdas, sin embargo, deja la pregunta abierta en relación a si el khipu fue armado en un solo momento o a lo largo del tiempo. Un estudio sobre torsión de nudos aclaró la respuesta: la mitad de los nudos del khipu tienen una torsión en S, que corresponde a las primeras cincuenta y dos cuerdas, mientras que la otra mitad tiene una torsión en Z, lo que sugiere que todo khipu fue probablemente hecho al mismo tiempo; de lo contrario los nudos no serían necesariamente tan uniformes. Estudios sobre otros khipus wari, sin embargo, sugieren que fue elaborado por una sola persona. En otras palabras, hay enormes variaciones en las prácticas de hacer khipus.

KHIPUS

SISTEMAS DE ANUDADO, POSICIÓN Y NÚMERO

Sabemos muy poco sobre los sistemas numéricos de los khipu wari, salvo el hecho de que si estos khipus funcionaban de manera similar a los khipus inca o coloniales, los números eran registrados usando nudos y posición pero, al parecer, funcionan de modo muy distinto a los khipus inca y coloniales. Los nudos en los khipus inca contienen información cuantitativa; sin embargo, seguimos sin comprender a cabalidad las funciones de los nudos en los khipus wari.

Por ejemplo, a diferencia del estilo Inca, los khipus tipo colgante, donde los nudos son ubicados en registros que denotan jerarquía numérica, y el tipo de nudo (simple, «de ocho» y largo) y la posición en una cuerda determina su valor, los nudos wari siempre se amarran inmediatamente después del anclaje o entorchado de una cuerda, y se usaban sobre todo nudos simples, aunque también se observan nudos dobles, triples y otros (de hasta ocho veces, como puede verse en el khipu de Dumbarton Oaks PC.WBC.2016.068). Dicho esto, las prácticas de anudación wari se parecen hasta cierto punto a las de los khipus modernos, algunas de las cuales han sido usadas hasta épocas recientes, en haciendas y lugares de pastoreo. Los khipus modernos podrían proporcionar importantes claves para entender la aritmética básica wari. Por ejemplo, los khipus modernos, al igual que los wari, no usan «nudos de ocho» o largos, pero «los nudos propiamente dichos, su posición y su relación espacial en una cuerda registra información numérica» 13 en un sistema de numeración decimal, si bien es dudoso que algo parecido sucediera en los khipus wari.

Mackey 14 descubrió que el grosor de la cuerda servía como una estrategia nemotécnica para indicar las posiciones numéricas de los nudos en los khipus, donde las cuerdas más delgadas representan unos («1»), las cuerdas de grosor medio representan dieces («10»), cienes («100»), etc., hasta que la cuerda más gruesa representa el mayor múltiplo de diez (por ejemplo, 1000s). No sabemos si los wari usaron un sistema de posición y numeración decimal que incorporaba

el concepto del cero, como en los khipus inca, o si usaron un sistema como el que se encontró en algunos khipus modernos; en todo caso, los khipus wari tienen diversos grosores de cuerdas, donde las cuerdas colgantes son más gruesas que las subsidiarias y estas presentan a menudo dos grosores y varias estructuras de cuerdas. Es posible que el grosor de las cuerdas tuviera algún significado en relación a la jerarquía numérica; sin embargo, es más probable que las potencias de diez fueran expresadas con varios nudos simples y entorchados.

Por ejemplo, el número de nudos hechos en las cuerdas individuales de un khipu wari varía entre uno y diez, aunque casi el 70% de ellos no tiene nudos o solo uno, lo que sugeriría quizás la presencia de dos prácticas de contabilidad: una donde un grupo de cuerdas lleva los números del cero al diez y otro grupo de cuerdas que tiene ya sea cero o uno, o cero, uno o dos nudos. La mayoría de khipus wari tiene cuerdas con ambos patrones numéricos.

Con pocas excepciones, las cuerdas no suelen tener más de nueve nudos, por lo que resulta desconcertante entender cómo representaban los wari números mayores que diez. Deben haberlo hecho, ¿pero cómo? Solo dos khipus (R-2689 del Museo Amano y T-1508-A de Castillo de Huarmey) tienen cuerdas con diez nudos simples. Suponiendo que estos khipus usen el sistema numérico decimal, es probable que estas cuerdas representaran ejemplos donde el khipukamayuq -si es que existía ese cargo en el imperio Wari- simplemente representaba el número diez con diez nudos, si bien debe señalarse que en los khipus modernos diez nudos simples representan 10015.

Solo hay otros dos khipus cuyas cuerdas individuales presentan más de diez nudos. En ambos casos, se observa dos tipos de nudos. Una de estas cuerdas (khipu 1932.08.0002 del Museo de la Cultura del Mundo, Gotemburgo) tiene dos nudos simples con torsión en S y ocho nudos simples con torsión en Z, representando 28 si asumimos que el registro superior representa los dieces y el inferior los unos.

El otro espécimen (khipu T-1532 de Castillo de Huarmey) tiene siete nudos simples dobles (torsión S+S), seguidos por nueve nudos simples con torsión en S, y estos son seguidos por una banda de entorchado y luego cuatro nudos simples dobles con torsión en S+S y tres nudos simples son torsión en S. Este valor numérico es especialmente confuso. ¿Los cuatro números representan potencias de diez representando 7000+900+40+3? ¿O el entorchado crea dos números separados, 79 y 43? Independientemente de esto, estas cuatro cuerdas ofrecen pistas sobre la forma en que los wari representaban números mayores que diez.

INTRODUCCIÓN

Los nudos entorchados también se encuentran en los khipus wari. De hecho, alrededor de un tercio de los nudos de los khipus wari son entorchados o dobles, triples simples, etc. Considerando el gran número de nudos complejos, parece posible, incluso probable, que los nudos entorchados wari, nudos con torsión inversa, y diversos nudos simples representarían potencias de diez, aunque esto todavía no ha sido comprobado.

RESUMEN

Esta ha sido una breve introducción a lo que conocemos sobre los khipus wari, una iniciativa que todavía está dando sus primeros pasos, en parte porque existen muy pocos ejemplares. Ni siquiera sabemos qué idioma hablaban los wari, aunque muchos especialistas creen que era aymara 16• Cabe también señalar que probablemente nunca lleguemos a entender los khipus wari al mismo nivel que los khipus inca y los posteriores, pues en estos últimos casos tenemos relatos en español e informes etnográficos escritos por personas que los usaron o que fueron testigos de su uso. De hecho, lo que conocemos de los khipus wari se deduce en gran parte de nuestros conocimientos sobre los khipus inca, coloniales y modernos. Dicho esto, quizás los resultados del detallado estudio sobre los khipus wari realizado por el autor, permita más adelante a los especialistas comparar las semejanzas y diferencias entre los khipus wari, inca y posteriores, que podría ayudarnos a entender mejor las diversas tradiciones que existieron relacionadas con los khipus.

13.Mackey 2002:325.
14.Mackey 2002.
15.Idem.
16.Urton 2012.

En base a asociaciones arqueológicas y al método de datación por carbono 14, es claro que los khipus wari aparecieron primero durante el Horizonte Medio. Probablemente, fueron inventados por los wari como una herramienta para mantener su imperio, el primero que se desarrolló en los Andes. Los wari crearon los khipus combinando sistemas existentes de bandas de colores y haciendo entorchados con nudos, probablemente porque los nudos implicaban metafóricamente obligaciones de carácter vinculante, y sabemos que muchos khipus inca registraban obligaciones laborales como la mit’a.

Los khipus wari son mucho más coloridos que los khipus inca y posteriores, que no son entorchados. La tradición de entorchar parece haber desaparecido después del Horizonte Medio, pero esto podría deberse a un muestreo sesgado y/o a problemas de preservación. El entorchado reaparecería recién durante la Colonia, en los khipus tipo «canuto». Muchas de las prácticas wari relacionadas con los khipus se mantuvieron en los khipus inca y coloniales, como el uso de atributos como la torsión del nudo, torsión de la cuerda y la de anclaje para transmitir información. El verdadero significado de estos atributos, sin embargo, parece haber cambiado con el tiempo, de una tradición a otra.

Donde más se diferencian los khipus wari de los inca y aquellos posteriores es en sus prácticas de anudado y numéricas, las que todavía no se llegan a entender del todo para el caso Wari. Los conocimientos básicos de aritmética incluían, aparentemente, dos tipos de contabilidad -una consistía sobre todo de unos y ceros que representaban presencia y ausencia, y otra incluía números del cero al, incluyendo, el diez, que posiblemente representaba sumas de tabulaciones binarias. Más aún, si bien parece casi seguro que se registraban números mayores que diez, su mecanismo se ha perdido, pero podría hallarse en su uso de complejos nudos simples para indicar potencias de diez, aunque esto todavía no se ha confirmado, así que aun queda aún mucho por descubrir.

 

proyecto castillo huarmey
El Proyecto de Investigación Arqueológica Castillo de Huarmey (PIACH) es el primer programa de investigaciones multidisciplinarias con excavaciones arqueológicas en área en el sitio (fotografía Miłosz Giersz).

El complejo arqueológico Castillo de Huarmey se encuentra ubicado a 1 km al este de la ciudad de Huarmey, en el distrito y provincia de Huarmey, región Ancash. El monumento está situado en el extremo norte del valle ribereño, en la entrada de un pequeño barranco seco adyacente, a unos 4 km en dirección este desde el océano Pacífico. Castillo de Huarmey resulta ser el sitio más grande del Horizonte Medio en el sur de la costa norte del Perú. Su parte marcadamente monumental se localiza en la cima de un largo promontorio rocoso que se proyecta hacia el valle. Este promontorio rocoso está formado por sedimentos piroclásticos con rocas afanas en las que aparecen, entre otros tipos, pórfido con plagioclasas y cristales de olivina, y está rodeado por suelos antropogénicos y capas eólicas del desierto costero.

El sitio abarca cerca de 45 ha, mientras que su zona intangible está conformada por 17 ha de restos de arquitectura monumental rodeados por zonas funerarias y posibles sectores residenciales dispersos. Los complejos arquitectónicos son claramente multifuncionales e incorporan espacios para posibles actividades públicas, domésticas y rituales. La mayor parte de las construcciones son visibles en la superficie. Según el catastro publicado por Bonavia (1982: 439), la parte monumental del complejo, la que abarca el llamado «El Castillo» ha sido catalogada bajo el código PV35-79, mientras que los cementerios ubicados en las partes bajas del promontorio, que rodean al núcleo monumental, han sido agrupados por el autor citado (Bonavia 1982: 438-439) en diferentes sectores de sus cementerios PV35-77 y PV35-78. Con Resolución Directoral de la Nación No 854 del día 20 de diciembre del año 1999 se declaró Patrimonio Cultural de la Nación al Complejo Arqueológico Castillo de Huarmey, que comprende tanto el monumento «El Castillo», como la mayoría de cementerios prehispánicos adyacentes.

Las primeras referencias

La historia de las exploraciones del complejo Castillo de Huarmey va ligada a los relatos sobre trabajos pioneros del padre de la arqueología peruana, Julio C. Tello y sus primeras expediciones arqueológicas (Tello 1919). Según los relatos más conocidos, en junio de 1918, Julio C. Tello descubrió una serie de objetos finamente tallados de madera que estaban a la venta en Lima, objetos de una belleza y preservación fascinante y de clara procedencia prehispánica y que, según el vendedor, habían sido encontrados en el valle de Huarmey. Obsesionado con la peculiaridad de estos artefactos, Tello soñaba con organizar una expedición arqueológica con el fin de fundar un museo. El 8 de enero de 1919, el sueño del pionero de la arqueología peruana se hizo realidad (Dagget 2009). Su primera expedición partió de la capital hacia los valles de Huarmey y Culebras, donde hizo varios descubrimientos interesantes (Tello 1919), pero no logró encontrar el lugar de origen de los artefactos de madera que motivaron su excursión científica. Desafortunadamente su equipo tuvo que cambiar de planes y escapar a la sierra vecina debido a un virulento brote de peste bubónica (Dagget 2009: 20-21).

Tello, sin embargo, no olvidó el destino original de su primera expedición a pesar del refinamiento de su interés arqueológico por la cultura Chavín. Once años más tarde le encargó a Eugenio Yacovleff, su asistente, que continuara con la prospección inconclusa en el valle de Huarmey, recorriendo la zona en marzo de 1930, según los cuadernos inéditos depositados en el Archivo Tello (Yacovleff 1930). El mismo Tello visitaba este valle cuando viajaba entre Lima y Nepeña, mientras conducía sus investigaciones en Punkurí y Cerro Blanco. En uno de estos viajes –probablemente el viernes 27 de julio de 1934– el célebre arqueólogo peruano compró otro artefacto de gran rareza al administrador del Hotel Royal de Huarmey, en este caso un tambor de cuero curtido y pintado, procedente de uno de los cementerios prehispánicos del valle (Falcón Huayta y Martínez Navarro 2009). Este instrumento membranófono, decorado con la representación pintada de un personaje frontal que lleva dos varas o cetros en las manos y al que rodea un nimbo radiante, derivado del arte tiwanaku y wari, daba fe de la importancia que esta zona costera de Ancash tuvo durante el Horizonte Medio. Aunque en Huarmey durante las siguientes décadas no se ha efectuado trabajos arqueológicos concernientes al Horizonte Medio, su fama –impulsada por la aparición de vez en cuando de nuevos ejemplos de objetos de exquisito arte wari, provenientes del saqueo de sitios arqueológicos del valle– despertaba la imaginación de los estudiosos.

tambor de huarmey
Famoso tambor de Huarmey adquirido por Julio
C. Tello en 1934, proveniente probablemente de una de las tumbas saqueadas en Castillo de Huarmey. Constituye un raro ejemplo de instrumento membranófono del Horizonte
Medio (cortesía Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú; fotografía Miłosz Giersz).

Casi 50 años más tarde de la primera visita de Julio C. Tello al valle de Huarmey, Dorothy Menzel (1968: 196) propuso la hipótesis que sostenía que en la Época 3 del Horizonte Medio (775 a 850 d.C. según los estimados iniciales de la autora citada) en esta parte de la costa ancashina surgió un nuevo centro de poder y prestigio, donde se producía una alfarería impresa de molde con diseños derivados del repertorio wari. Lastimosamente, por ausencia de investigaciones sistemáticas, la hipótesis de Menzel quedó sin respaldo por otras décadas más. Todo parecería indicar que en los tiempos de las antes mencionadas prospecciones arqueológicas pioneras de Julio C. Tello, Castillo de Huarmey yacía olvidado bajo el polvo desértico y fue un monumento intocado debido a que los campos adyacentes eran manejados directamente por sus propietarios, quienes no permitían ninguna depredación ni que se levantara una vivienda cerca que pudiera hacerle daño (Bueno Mendoza 1979).

Esta situación cambió drásticamente en la década de 1970. El terremoto del 31 de mayo de 1970 dañó la estructura del edificio monumental y probablemente –según sostienen los habitantes del lugar– expuso algunas tumbas intactas y su rico ajuar funerario, escondidas en el corazón de la plataforma de adobe y piedra. A partir de esta fecha el sitio fue saqueado por gavillas de buscadores de tesoros precolombinos a los que se conoce como huaqueros, e incluso por los pobladores del lugar, los cuales no solo depredaban las antiguas sepulturas sino que además extraían el material como si fuera una cantera, aprovechando los adobes, la tierra y las mismas vigas de madera. Las fotografías del complejo tomadas en 1979 por Frédéric André Engel (Prümers 1990, 2001) y Alberto Bueno Mendoza (1979) –cuyos originales deberían formar parte de la actual colección del Museo de Antropología y Agricultura Precolombina de la Universidad Nacional Agraria La Molina (antes llamado Centro de Investigación de Zonas Áridas, CIZA)– demuestran claramente que Castillo de Huarmey ya había sido dañado fuertemente por los excavadores clandestinos. Numerosos fragmentos de periódicos encontrados durante mis propias excavaciones sistemáticas realizadas en los escombros, confirman estas fechas tempranas de la depredación del sitio a gran escala.

Ernesto Tabío (1977) y Duccio Bonavia (1982) iniciaron sus investigaciones en la cuenca del valle de Huarmey y las zonas desérticas vecinas entre 1958 y 1960, casi tres décadas después de las prospecciones realizadas por Eugenio Yacovleff. Ambos visitaron el sitio. Parece que Bonavia lo hizo en diferentes ocasiones, siendo incluso testigo –en febrero de 1977– de la fuerte destrucción realizada por excavadores clandestinos (Bonavia 1982: 439). Las posteriores investigaciones llevadas a cabo por Donald Thompson (1966) y Hans Horkheimer (1965) en dicho valle no se centraron en los vestigios del Horizonte Medio y en «El Castillo» en particular. El sitio fue visitado y brevemente estudiado recién en 1979 por los ya mencionados Frédéric André Engel –quien preparó el primer croquis del sitio y lo documentó con fotografías (Prümers 2001: 291)– y Alberto Bueno Mendoza, quien publicó un artículo dedicado al problema de la «huaquería» ilícita (Bueno Mendoza 1979).

textil wari
Los textiles wari recogidos por Yoshitaro Amano, el famoso anticuario limeño y fundador del museo homónimo, son hasta la fecha los ejemplos más complejos y más finos provenientes de Castillo de Huarmey (cortesía Museo Amano; fotografía Miłosz Giersz).

Las primeras investigaciones en este lugar se limitaron a efectuar un reconocimiento de la superficie y a estudiar determinados artefactos arqueológicos conservados en colecciones de museos, cuya procedencia de Castillo de Huarmey había quedado comprobada. En 1963, el arqueólogo alemán Heinrich Ubbelohde- Doering realizó dos cortas visitas a este lugar animado por Yoshitaro Amano, fundador del museo limeño que lleva su nombre. Allí Ubbelohde-Doering logró reunir una amplia colección de tejidos, fragmentos de cerámica y artefactos de madera, depositados hoy en día en el Museum für Völkerkunde de Múnich. Estos materiales jamás fueron publicados ni tampoco existe un registro escrito o fotográfico en el mismo museo, excepción hecha por un catálogo de textiles recolectados en el valle de Huarmey y redactado por su esposa, Elsa Ubbelohde-Doering (Prümers 2001: 291).

William Conklin llevó a cabo un trabajo muy importante (Conklin 1979) cuando analizó la colección de textiles recogidos por Yoshitaro Amano, los cuales fueron depositados en el museo homónimo y que se asume provienen del Campanario y Castillo. A partir de la observación de las técnicas y de las representaciones iconográficas de los textiles, Conklin sostuvo que Castillo de Huarmey podría haber sido un importante centro sureño influido por los moche durante el Horizonte Medio, atribuyendo estos textiles –que indudablemente databan de la época wari– al estilo nativo mochica.

No obstante algunos fabulosos hallazgos fortuitos, Castillo de Huarmey jamás fue sometido a un estudio basado en la excavación sistemática de contextos arqueológicos primarios antes de que se organizara el Proyecto de Investigación Arqueológica Castillo de Huarmey, una iniciativa llevada a cabo por especialistas polacos y peruanos de la Universidad de Varsovia y de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en el marco de un acuerdo bilateral entre ambas instituciones y dirigida por mi persona a partir de su primera temporada iniciada a comienzos del año 2010. Se sabe, sin embargo, de algunos intentos previos, aunque infructuosos, de iniciar este tipo de estudios. Los aportes más importantes fueron efectuados por Heiko Prümers (Prümers 1990, 2001), quien entre 1985 y 1986 llevó a cabo una prospección intensiva del valle bajo de Huarmey y preparó un estudio monográfico de Castillo de Huarmey. El arqueólogo alemán lastimosamente no consiguió el respaldo institucional necesario para un convenio, lo que se requería para poder trabajar en un sitio con arquitectura monumental. Tuvo así que limitarse a analizar la colección de textiles que él mismo y Heinrich Ubbelohde-Doering recuperaran en las tumbas saqueadas alrededor de «El Castillo». Prümers (1990: 259-758) recolectó también materiales de superficie saqueados del sitio y limpió cinco pozos de huaqueros, recuperando restos interesantes de supuestos ajuares funerarios y reunió una nueva colección consistente, entre otros especímenes, de unos 1600 fragmentos de cerámica, 366 textiles y aproximadamente 1300 fragmentos de madera y mates pirograbados (entre ellos también varios utensilios de tejer como husos, piruros, ovillos, peines y espadas).

El Proyecto de Investigación Arqueológica Castillo de Huarmey (2010-2016)

Desde el año 2010, el complejo arqueológico Castillo de Huarmey se encuentra en un constante proceso de investigación llevado a cabo por los especialistas de la Universidad de Varsovia y la Pontificia Universidad Católica del Perú, en virtud de un compromiso institucional entre ambas instituciones y con participación de diversos expertos y diferentes instituciones peruanas y extranjeras. El Proyecto de Investigación Arqueológica Castillo de Huarmey (PIACH) consiste en la ejecución de un complejo programa de investigaciones multidisciplinarias, incluyendo la aplicación de modernas técnicas no destructivas y la realización de las primeras excavaciones arqueológicas en área del sitio, complementadas por estudios de artefactos y restos óseos con la aplicación de diversas técnicas arqueométricas y biogeoquímicas. Estos trabajos de investigación han brindado aportes cruciales al conocimiento del carácter de la presencia Wari en la costa norte del Perú, dando las primeras pruebas empíricas que respaldan antiguas hipótesis de Julio C. Tello y Dorothy Menzel sobre la importancia de la zona costera de Ancash en el imperio Wari.

En enero de 2010 especialistas polacos de la Universidad de Varsovia llevaron a cabo una prospección arqueológica integral del sitio, dando así inicio al primer proyecto de largo plazo con excavaciones arqueológicas en Castillo de Huarmey. La prospección comparó distintos métodos no destructivos: mapeo con GPS Cinemático en Tiempo Real (RTK) y Estación Total Robotizada, fotogrametría aérea de alta resolución con cometa, gradiometría de saturación y magnetometría de cesio y análisis espacial de la distribución de artefactos en superficie. Los datos que ésta arrojó se combinaron usando una base de datos de sistemas de información geográfica para registrar la arquitectura monumental de adobe, piedra y madera, y la vasta necrópolis colindante, para reflejar así la superficie subyacente del sitio y preparar un plan de manejo para siguientes etapas de la investigación de este complejo arqueológico tan importante (Bogacki et al. 2010, 2012).

Entre Julio y Septiembre de 2010 se emprendieron las primeras excavaciones arqueológicas en áreas delimitadas en base a los resultados de la prospección geofísica, con el fin de tener un conocimiento de la estratigrafía, fases constructivas, y principales componentes culturales del sitio (Giersz y Pimentel Nita 2011). Se efectuaron siete unidades de excavación, ubicadas en diferentes partes del conjunto arqueológico y se intervino la fachada sur del conjunto «El Castillo» (sector C2) y la fachada norte del conjunto arquitectónico, de menor altura y con patio cuadrangular, reconocido tentativamente como la «Plataforma Sur» (sector D2), fijándose en la documentación de vestigios arquitectónicos, técnicas de construcción aplicadas y relaciones estratigráficas entre ambos conjuntos mencionados (Unidad 1; Giersz y Pimentel Nita 2011: 23-26).

textil hallazgo castillo huarmey
Los afamados textiles hallados en los escombros de Castillo de Huarmey por Yoshitaro Amano, demuestran que las tejedoras de las antiguas costas ancashinas dominaban un amplio repertorio de técnicas y motivos iconográficos (cortesía Museo Amano; fotografía Miłosz Giersz).

La continuación de las excavaciones en el conjunto arquitectónico de la «Plataforma Sur» expuso parte de una amplia galería –con vestigios de bases de columnas– y la envergadura de todo el conjunto erigido en diferentes fases constructivas, con presencia de ofrendas dedicatorias de camélidos y humanos (Unidad 5; Giersz y Pimentel Nita 2011: 30-33), comprobando la complejidad de este conjunto, cortado en su parte sur por el camino local y las nuevas casas de los vecinos del sitio que invaden la zona intangible. En la misma temporada se intervino también los primeros vestigios de arquitectura funeraria ubicados en la parte norte de la cima del complejo monumental «El Castillo» (sector C2), tanto en forma de mausoleos, con múltiples recintos y cámara funeraria subterránea (Unidad 2), como en la ladera oriental, dentro del área de la última ampliación del conjunto «El Castillo» (Unidad 6), registrando –en ambas unidades– los primeros contextos funerarios intactos con rico ajuar funerario, pertenecientes a élites del Horizonte Medio (Giersz y Pimentel Nita 2011: 26-28, 34-34). Otra meta importante para la primera temporada de campo del PIACH fue también determinar la naturaleza de las anomalías geofísicas en el subsuelo, reportadas por gradiometría de saturación y magnetometría de cesio en las partes del sitio ubicadas directamente al norte de «El Castillo» y actualmente cubiertas por completo por tierra eólica relacionada con el movimiento de las dunas de arena del desierto (sector B2).

Estas excavaciones revelaron la presencia de ocupaciones posteriores al Horizonte Medio dentro del complejo arqueológico Castillo de Huarmey. Se expusieron restos de un recinto habitacional con paredes de quincha, zonas de producción de alimentos y fogones, así como una gran cantidad de materia orgánica (residuos orgánicos de basura) pertenecientes a los Períodos Intermedio Tardío y Horizonte Tardío (Unidad 3; Giersz y Pimentel Nita 2011: 28-29). Se pudo preparar también la tipología de las anomalías, características en la lectura del magnetómetro, comprobando el tipo de anomalías que corresponden a las zonas estériles, sin huellas de capas culturales (Unidad 4; Giersz y Pimentel Nita 2011: 29-30).

La última intervención arqueológica en la temporada 2010 se fijó en la parte noreste del montículo rodeado por tierras agrícolas modernas (sector B1), donde en la superficie se observaban algunos adobes pequeños y piedras grandes, y donde la prospección geofísica llevada a cabo con la ayuda de gradiómetros de saturación y magnetómetros de cesio reveló la presencia de arquitectura de adobe de trazo ortogonal, con varios recintos rectangulares encerrados por muros perimétricos y dispuestos alrededor de un supuesto patio central. Las excavaciones arqueológicas efectuadas comprobaron la existencia de arquitectura del Horizonte Medio de probable función de zona de producción y residencial, que cubría totalmente estratos de periodos mucho más tempranos, en los cuales se registró parte de un importante cementerio del Horizonte Temprano, con cinco de los primeros contextos funerarios excavados, dándonos nueva información sobre la cronología y complejidad del sitio arqueológico Castillo de Huarmey (Unidad 7; Giersz y Pimentel Nita 2011: 34-36).

Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en la segunda temporada de trabajos de campo del PIACH, realizada entre agosto de 2012 y septiembre de 2013 bajo mi dirección, culminó con el gran hallazgo de la cámara funeraria intacta más grande entre todas las que se registraron hasta la fecha en Castillo de Huarmey, y perteneciente a las altas élites del Horizonte Medio. Se trata de una cámara subterránea que formaba la primera etapa de una construcción de un gran mausoleo y lugar de culto a los ancestros Wari en la costa norte peruana, a la cual dedicaré un capítulo especial del presente libro.

Además del sorprendente hallazgo de este fabuloso contexto funerario, compuesto por una cámara principal subterránea, una antecámara, relicarios y un complejo edificio dedicado al culto póstumo, en la misma unidad de excavación se hallaron otros restos de arquitectura funeraria como mausoleos en forma de torres-chullpas (Isbell 1997), de trazo regular y varios pisos, así como pasadizos que facilitaban el acceso a diferentes partes de este conjunto ceremonial (Unidad 8; Giersz y Pimentel Nita 2014: 53- 82). Durante la temporada 2012-2013, la intervención arqueológica permitió también esclarecer la envergadura del conjunto de la «Plataforma Sur» (sector D2), definiendo su límite sur (Unidad 9; Giersz y Pimentel Nita 2014: 83-90) y delimitando su esquina noreste, la que originalmente ha sido cerrada por un conjunto de inmensos muros de piedras con sistema de pasadizos y entradas restringidas (Unidad 11; Giersz y Pimentel Nita 2014: 114-122). En la misma temporada se continuó también con las excavaciones en el montículo rodeado por tierras agrícolas (sector B1), donde en la temporada anterior se hallaron contextos funerarios pertenecientes al Horizonte Temprano. Trece nuevos contextos funerarios registrados brindaron información valiosa sobre atípicos patrones funerarios relacionados a una variante local de la tradición Cupisnique (Unidad 10; Giersz y Pimentel Nita 2014: 91-113).

La temporada 2014-2015 se centró únicamente en la continuación de las excavaciones arqueológicas en las inmediaciones del gran mausoleo hallado en la temporada anterior en la parte monumental del conjunto «El Castillo» (sector C2). En 2014 el programa pionero de investigaciones no destructivas ejecutado en el marco del PIACH, ha sido complementado por un complejo registro de la arquitectura prehispánica, aplicando un equipo escáner 3D y la tecnología HDS, en virtud de un acuerdo institucional entre el Laboratorio de Escaneo y Modelado 3D de la Universidad Tecnológica de Breslavia, la empresa privada Leica Geosystems Poland y el PIACH. Gracias a la implementación de tecnología de punta se pudo exponer la presencia de las diferentes fases cronológicas de la arquitectura allí presente, también se logró entender el sistema de comunicación entre los diferentes conjuntos, registrar el sistema de acceso a la cima del espolón rocoso mediante las escalinatas monumentales, así como reconocer la presencia de sofisticados rituales de clausura de los espacios sagrados mediante el cierre ritual que incluía clausuras de escalinatas y pasillos, depósito y quema de ofrendas y el tapado de la arquitectura con gruesas capas de relleno y barro (Giersz 2016; Giersz y Pimentel Nita 2016).

Una parte importante de los estudios del PIACH son también los estudios bioarqueológicos y zooarqueológicos, que incluyen tanto los estudios convencionales de restos óseos (Więckowski 2014) como diferentes análisis especializados, entre ellos análisis de diferentes isótopos estables (δ13C, δ15N, δ18O, 87Sr/86Sr y 20nPb/ 204Pb) –tanto de los restos humanos (Knudson et al. 2017) como de camélidos (Tomczyk 2016; Tomczyk y Giersz 2016)–, análisis de micro-desgaste dental (Juszczyk 2017) y estudios paleogenéticos (Więckowski et al. 2016).

Sectorización del complejo arqueológico Castillo de Huarmey

Unos de los primeros retos para el Proyecto de Investigación Arqueológica Castillo de Huarmey en la primera temporada de trabajos de campo en el año 2010 fue la delimitación del área del complejo arqueológico Castillo de Huarmey, con la finalidad de elaborar el primer plano integrado por diferentes sectores bien definidos. La prospección de locación y altitud de elementos en la superficie fue llevada a cabo por Wiesław Małkowski, un experto de la Universidad de Varsovia en la prospección geodésica con la ayuda de dos receptores GPS Topcon HiPer PRO integrados de doble frecuencia (L1, L2). Localmente, la conexión de los sensores fue lograda mediante la banda de radio UHF. Las posiciones fueron registradas en el sistema de coordenadas Universal Transverse Mercator (UTM), zona 17L, de acuerdo al elipsoide referencial World Geodetic System 1984.

urna wari
Los personajes frontales con báculos son
representativos del arte de las culturas Tiwanaku y Wari, como este caso de una enorme urna de estilo Robles Moqo hallada en el sitio Pacheco (fotografía José Miguel Helfer Arguedas).

Durante la segunda mitad del primer milenio de la era cristiana, en el periodo conocido en la arqueología peruana bajo el nombre de Horizonte Medio (Rowe 1962), llegaron a su apogeo dos principales estados prehistóricos. Uno se asentó en las orillas del lago Titicaca, en la actual Bolivia, donde estableció su capital en el sitio de Tiahuanaco. El otro se ubicó en la sierra central del Perú y estableció su sede principal en el sitio de Huari, cerca de lo que ahora es la ciudad de Ayacucho. Ambos desarrollaron grandes centros urbanos, sofisticados gobiernos estatales y un sistema de expansión imperial que les permitió dominar un amplio territorio, el que abarcaba a los actuales Perú (desde Piura y Cajamarca hasta Moquegua) y Bolivia (incluyendo los bosques tropicales de Cochabamba), norte de Chile (al menos hasta San Pedro de Atacama) y noroeste de Argentina (además de la zona de La Aguada en las provincias de Catamarca y La Rioja). Este proceso de desarrollo cultural está relacionado –según la mayoría de estudiosos– a la evolución de los sistemas políticos y al surgimiento de los primeros estados prehispánicos andinos de carácter imperial.

No cabe duda de que este periodo fue un momento de cambio determinante en la prehistoria de la región andina. La nueva ideología oriunda del sur de los Andes, donde los pueblos mantenían una dinámica cultural y costumbres bastante diferentes de las desarrolladas por las sociedades del centro y norte del Perú, se plasma en el nuevo paradigma mortuorio ligado al culto a los ancestros, así como en el arte, en el que se expresaba su sistema de creencias y cosmovisión mediante una original iconografía llena de símbolos religiosos y políticos, utilizando para ello el arte lítico, textil y alfarero. En todo el territorio andino aparecen las túnicas (uncus) decoradas con imágenes estilizadas y los vasos ceremoniales (keros) empleados para brindar con chicha durante las festividades masivas. Diversos objetos de cerámica decorados con diseños polícromos, las famosas gorras de cuatro puntas, variados adornos de metal como alfileres (tupus), artefactos de obsidiana y la metalurgia del bronce y plata, materializan la nueva ideología religiosa y el nuevo poder político. La visión de dos grandes civilizaciones, Wari y Tiwanaku, y las relaciones entre sus centros primarios, Huari y Tiahuanaco1, íntimamente emparentadas por medio de un complejo y característico arte visual y su iconografía, ha sido foco de debate entre los investigadores desde los trabajos pioneros en dichos sitios (Isbell y McEwan 1991; Glowacki 1996; Isbell 2008; Janusek 2008; entre otros).

Orígenes altiplánicos

Tratando de rastrear los orígenes de este fenómeno cultural, las evidencias apuntan al peculiar e importante proceso de desarrollo formativo acontecido en uno de los más duros e inhóspitos ecosistemas andinos: el Altiplano. La cuenca del lago Titicaca y sus llanuras alto andinas jugaron un rol primordial en el surgimiento y posterior difusión de la nueva tradición que, en su apogeo, durante el Horizonte Medio, se manifestó en casi toda el área de los Andes Centrales. En este sentido, el impresionante y monumental sitio Tiahuanaco, ubicado en la cuenca meridional del lago Titicaca sobre los 3880 msnm, la hipotética capital del Estado altiplánico, se debe entender como el fruto de un largo proceso cultural y socioeconómico iniciado en esta zona durante el período Formativo (Stanish 2003; Hastorf 2008). El antecedente Tiwanaku más importante en la cuenca del lago Titicaca es la cultura Pucará (250 a.C. – 380 d.C.), con sus propios antecedentes en las tradiciones Qaluyo (1400 a. C.) y Cusipata (o Pucará Inicial; 500 a.C. – 200 a. C.). La cultura Pucará ha sido relativamente poco estudiada y se la conoce sobre todo a través de los hallazgos registrados en el sitio del mismo nombre, ubicado en la cuenca noroccidental del lago en el actual departamento de Puno, en el Perú (Valcárcel 1925; Franco Inojosa 1940).

El complejo arqueológico de Pucará es sin duda el centro político y religioso de carácter monumental más antiguo de la civilización altiplánica. Comprende diferentes estructuras de piedra y tierra que se extienden en un área de 500 hectáreas aproximadamente, conteniendo seis pirámides escalonadas. La más grande de ellas, llamada Qalasaya, tiene una extensión de 300 m de un lado, 315 m del otro y una altura de 30 m. Al pie de ella se ubica una plataforma baja con el característico patio hundido de planta cuadrangular (55 m por lado), con paredes revestidas de lajas de piedra trabajadas, muy parecida a otra registrada en el extremo sur del lago, en el sitio de Chiripa (Hastorf 1999).

imperio wari mapa
El imperio Wari y su rango geográfico (Mapa Ediciones del Hipocampo).

Autor: Miłosz Giersz
Extracto de la Obra: Castillo de Huarmey – Un centro del Imperio Wari en la Costa Norte del Perú

Wari : primer imperio del Perú

Un conjunto de piezas de cerámica descubierta en el complejo arqueológico Wari, en Ayacucho, desentraña el origen de esta civilización andina, el primer Estado imperial del Perú, base del desarrollo del imperio de los incas.

José Ochatoma Paravecino, arqueólogo de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga y responsable de las investigaciones en el complejo Wari, sostuvo en diálogo con la Agencia Andina, que las imágenes esculpidas y pintadas en las 45 piezas de cerámica que han sido reconstruidas hasta ahora revelan que los orígenes de Wari están vinculados a las culturas Nasca y Huarpa.

Los investigadores han determinado que en el complejo Wari se asentó la capital de esta bien organizada civilización prehispánica, surgida entre los años 600 y 1,200 d.C.

Las figuras en los ceramios de diversas etapas del desarrollo Wari representan a animales de la costa y productos marinos (algas, peces, pulpos), similares a los encontrados en la iconografía de la cultura Nasca. Esto indica que la civilización que se desarrolló en el ahora territorio del departamento de Ica influenció en el origen de Wari.

«Las investigaciones nos revelan que no es cierto, como se creía anteriormente, que Wari había surgido de la influencia simultánea de las culturas Nasca y Tiahuanaco. Hay una primera influencia, muy decisiva, de la cultura Nasca.Posteriormente vino la influencia Tiahuanaco, en la época de mayor desarrollo Wari, lo cual se evidencia en la figura del dios estilizado que sostiene con sus manos los báculos cuya punta tiene forma de cóndor, como la que se observa en la Puerta del Sol», anotó.

El complejo arqueológico está ubicado a 25 kilómetros al noreste de la ciudad de Ayacucho. Forma parte del proceso de conservación y puesta en valor del patrimonio cultural Wari. El arqueólogo sostuvo que la labor de reconstrucción de la cerámica descubierta en el lugar demanda mucho tiempo y dedicación debido a que las piezas se encuentran en pedazos de diverso tamaño.

«Los estudios realizados dan cuenta que había una costumbre en la civilización Wari de destruir ritualmente la cerámica. En algunos casos se encontraron las piedras utilizadas para romper las vasijas y otras piezas de cerámica. Por eso es muy difícil reconstruir por completo algunos ceramios», puntualizó.

Refirió que la secuencia y superposición de las edificaciones encontradas en las excavaciones han permitido observar las diversas fases de desarrollo cultural del complejo arqueológico.

Respecto a la cultura Huarpa, antecesora de Wari, el arqueólogo Ochatoma afirmó que se conoce muy poco. «Lo que vamos encontrando en las investigaciones es que debajo de la ocupación urbana Wari existe una ocupación Huarpa bastante densa», aseveró.

Agregó que los hallazgos indican que la sede de la civilización Huarpa,contemporánea de Nasca, Moche y Recuay, es la misma que tiempo después tuvo la civilización Wari.

Las investigaciones también dan cuenta que Wari, aún después de su colapso, influenció en la civilización Chanka, que reinó en la sierra centro sur del Perú,  y rivalizó con los incas, que empezaban a expandirse desde el Cusco.

«Hemos encontrado que los Chankas sepultaban a sus muertos en la ciudad capital Wari de Ayacucho. Tenemos evidencia de que la mayoría de entierros encontrados pertenecen a la civilización Chanka. Lamentablemente, las tumbas Wari han sido saqueadas. En los cuatro años que hemos excavado no hemos encontrado ninguna tumba Wari intacta», comentó.

Sin embargo, Ochatoma consideró que es probable que existan tumbas Wari intactas porque lo excavado hasta ahora solo representa una mínima parte de la ciudad capital.

“Se estima que en el área donde se construyó la ciudad capital existen palacios, mausoleos, centros de producción artesanal, conjuntos habitacionales, entre otros espacios que componen toda gran urbe”, acotó.

Dificultades en la investigación

El responsable del proyecto de investigación en el complejo arqueológico Wari sostuvo que la labor desplegada con mucho esfuerzo desde hace siete años tuvo, lamentablemente, un involuntario receso durante el año 2018 debido al desinterés del entonces gobierno regional que recibió una importante partida del Ejecutivo.

«Lamentablemente, durante el 2018 no se pudo avanzar nada pese a que había presupuesto. El Ejecutivo transfirió 4 millones 700,000 soles al gobierno regional, que estaba en su último año de gestión, y no destinó financiamiento alguno para el proyecto arqueológico», manifestó Ochatoma.

Indicó que el entonces gobierno regional designó un supervisor y un residente para el proyecto arqueológico, pero ambos funcionarios regionales no hicieron un trabajo adecuado. «Nos compraban implementos sobrevalorados que eran entregados a destiempo; nos quitaban los obreros, entre otros problemas», denunció.

Ochatoma destacó las gestiones de congresistas por Ayacucho para la creación de una unidad ejecutora para el sitio arqueológico Wari. «Con una unidad ejecutora el manejo financiero sería más fluido y eso permitiría un mejor trabajo de conservación, restauración y puesta en valor. Si bien se ha creado la Unidad Ejecutora, esta carece de presupuesto. El actual gobernador regional tiene voluntad de apoyar, pero nos ha dicho que no tiene presupuesto porque este fue elaborado el año pasado por la anterior administración», anotó.

Dijo que esta falta de recursos económicos los obligó a desarrollar una labor de conservación preventiva, cubriendo con calaminas las zonas excavadas, y que representan apenas el 2% de lo que representa el área total de este complejo urbano.

Para que las labores de excavación, restauración, conservación y puesta en valor se desarrollen de manera sostenida, la unidad ejecutora requeriría un presupuesto de al menos 5 millones de soles anuales, estimó Ochatoma Paravecino.

Reinicio de trabajos en el complejo

Pese a las dificultades, Ochatoma Paravecino anunció que gracias al apoyo de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, que destinó significativos recursos propios procedentes del canon gasífero de Camisea, han previsto reiniciar esta semana los trabajos en el complejo arqueológico Wari.

Precisó que no se excavarán zonas nuevas, sino que se continuarán trabajando en aquellos lugares donde se tuvo que suspender las excavaciones por falta de presupuesto.

«Hemos identificado tres zonas donde falta completar las investigaciones: Vegachayoq Moqo, donde se encuentra un patio ceremonial en cuyo interior se detectó unas escalinatas. Otro sector es Capillapata, donde existe un centro ceremonial en forma de letra ‘D’ mayúscula que cuenta con espacios construidos con piedras labradas. Y el tercero es un sector nuevo llamado Sullu Cruz, que está cerca de Capillapata, donde también hay un centro ceremonial. Para estas intervenciones contamos con la autorización del Ministerio de Cultura», detalló.

Adelantó que han proyectado, para fin de año, publicar los resultados de las investigaciones. Las piezas de cerámica y los demás objetos restaurados los entregarán al Ministerio de Cultura para su adecuada conservación y exposición al público.

Atractivo turístico

Ochatoma adelantó que otro objetivo de las investigaciones arqueológicas es lograr que el complejo arqueológico Wari se convierta en un atractivo turístico importante en Ayacucho.
«Vamos a tratar que se haga un circuito turístico en las áreas ceremoniales en forma de letra «D» mayúscula para descentralizar la visita. Si bien el turismo se ha incrementado en Ayacucho, es necesario ofrecer más alternativas. Nuestra idea es que la ciudad Wari se convierta en un atractivo turístico de primer orden, dado que se trata de la capital del primer Estado imperial en los Andes del Perú», enfatizó.

Subrayó que la civilización Wari construyó la red de caminos que dieron lugar al Qhapaq Ñan o gran Camino Inca, teniendo en cuenta que sus dominios se extendieron hasta Cajamarca por el norte y hasta Moquegua por el sur.Entre los enclaves administrativos destaca Pikillaqta en Cusco. Asimismo, crearon los «quipus» o sistema contable que fue muy utilizado por los incas.

Y en arquitectura, los Wari innovaron con el diseño trapezoidal presente en puertas y ventanas de las edificaciones incas. «La base del desarrollo y organización política, económica y social, e incluso militar de los incas se inspira en la cultura Wari. Por eso queremos contribuir al conocimiento de la vida cotidiana mediante la investigación, reconstrucción, conservación y puesta en valor de este complejo arqueológico que es un hito importante en la identidad e historia ayacuchana y peruana», remarcó.

José Ochatoma lidera un equipo integrado por tres arqueólogos titulados; a quienes se suman 30 universitarios (20 bachilleres y 10 estudiantes de arqueología) y 30 obreros.

Las mujeres de la élite WARI y su atuendo

En las últimas décadas, los estudios de arqueología andina han mostrado un creciente interés por explorar el tema de las mujeres y el papel que desempeñaron en la sociedad antigua. Esta situación se debe, sin duda, tanto a los descubrimientos de nuevos contextos funerarios de mujeres de alto rango en los Andes, como al surgimiento de los estudios de género en la arqueología en general. Estos últimos, fundamentados en las teorías feministas, contribuyeron de modo decisivo a enriquecer el conocimiento del tema del género en la prehistoria andina y, lo que es importante, permitieron presentar una visión menos distorsionada de los roles e identidades sociales del pasado. En este caso es de particular importancia el examen del concepto de la dualidad de género (masculino/ femenino) y su correlación con el sexo biológico, lo que en los Andes se presenta de modo mucho más complejo al basarse en la relación binaria y complementaria1.

Fig. 56 Anónimo cuzqueño. Manuela Túpac Amaru. ca. 1777. Óleo sobre tela. 167 x 106 cm. Museo de Arte de Lima. Donación Colección Petrus y Verónica Fernandini. 2013. 12. 1

Tanto las evidencias funerarias como las representaciones iconográficas muestran que a lo largo del tiempo, las mujeres andinas de élite ocuparon diferentes posiciones sociales, culturales, políticas y económicas. Por lo tanto, se puede observar claramente que su éxito y prestigio social dependía, al igual que en otras partes del mundo, del acceso a bienes materiales y simbólicos. Por ello, en el caso del mundo prehispánico caracterizado por la presencia de culturas ágrafas, los contextos arqueológicos son lo más importante para el estudio de los roles de género, así como para explicar los estereotipos de las mujeres de la antigüedad. El rango de las personas se refleja tanto en la cantidad y la calidad de los objetos y ofrendas que formaban sus ajuares funerarios, como en las características propias de sus tumbas y en su ubicación en los espacios arquitectónicos.

Desafortunadamente, la mayoría de los entierros ricos corresponden a las culturas del periodo Intermedio Temprano (200-800 d.C.), donde se observa una notable diversificación social de la nobleza femenina. Una de las tumbas más notables es la de la “Señora de Cao”, que fue hallada en el complejo monumental de la huaca de Cao Viejo junto con su ajuar, compuesto por objetos de prestigio de metal y otros materiales valiosos2. Lo que llama la atención es que entre sus bienes figuraban los atributos usualmente relacionados con el poder y el prestigio masculinos, como armas. Otros contextos arqueológicos, como las tumbas de San José de Moro, en el valle de Jequetepeque3, o de Illimo y Chornancap, en el valle de Lambayeque4, proporcionan valiosa información acerca de las mujeres de la élite norteña en la fase tardía de la cultura Moche y tradición Lambayeque. El ajuar y la pompa fúnebre sugieren que estas señoras de la costa septentrional del antiguo Perú animaban la vida espiritual de la época, desempeñando el posible papel de funcionarios del culto religioso.

El alto estatus de la mujer de la época no quedaba limitado únicamente a las llanuras costeñas. Los contextos funerarios con mujeres de alto rango hallados en Queyash Alto5, Pashash6 o Pacopampa7, revelan que en la sierra las mujeres también gozaban de una posición elevada vinculada al poder económico, político y religioso. Ellas tenían acceso a los bienes de lujo (objetos de metal) y desempeñaban un papel central en la preparación de alimentos y bebidas –como la chicha– para los banquetes rituales u otros eventos sociales en los cuales participaban activamente.

Fig. 57 Dibujo de la crónica de Felipe Guamán Poma de Ayala de mujer curaca inca

Lo relevante es que estas evidencias arqueológicas reflejan una amplia estratificación de la nobleza femenina y sugieren además, según la interpretación prevaleciente, que el estatus de la mujer en la sociedad no fue necesariamente inferior al del varón. Desafortunadamente no disponemos de registros arqueológicos y datos notables para todos los periodos de la cronología andina. El tema se complica aún más para el caso de las culturas relacionadas con la difusión de las tradiciones sureñas por todo el ámbito andino, es decir, a las culturas Tiwanaku, Wari e Inca. Esto se debe a que son pocos los contextos funerarios relativamente modestos de la nobleza, que escaparon intactos a la destrucción de los saqueadores y sobrevivieron hasta nuestros días, así como a la rarísima presencia de la mujer en la iconografía de la época. Entre los escasos entierros de élite investigados en los centros de Huari y Conchopata8, las únicas afirmaciones referidas a los contextos funerarios femeninos se limitan a represen-tantes de supuestas élites de clase media alta, como por ejemplo la mujer adulta sepultada en una tumba de cista, con la cabeza cubierta con una olla utilitaria del estilo huamanga (EA-105, Conchopata)9. A partir de estos hallazgos, algunos investigadores sugieren que este último constituye un patrón representativo de todos los entierros de mujeres y jóvenes del lugar, el que está relacionado con los conceptos e ideas de género10. Aunque son escasas las evidencias arqueológicas que se han conservado debido a las desfavorables condiciones climáticas de la región, puede suponerse que durante este periodo las mujeres gozaban de un elevado estatus tanto social como económico, lo que se desprende de su ajuar funerario, que incluía distintos bienes suntuarios tales como cerámica de diversos estilos, objetos de metal, turquesa y Spondylus sp.

Otros datos relevantes, que abren una ventana al ajuar funerario de las mujeres de élite, provienen de la periferia del imperio Wari. Las evidencias arqueológicas recuperadas en la sierra así como en la costa sur y central11, demostraron la existencia de contextos funerarios de mayor riqueza, pero debido a la gran destrucción causada por los saqueadores, los trabajos arqueológicos se limitaron a reconstruir solo una parte de los ajuares. Sin embargo, los hallazgos recuperados dejan en claro que durante esta época, tanto los hombres como las mujeres estuvieron rodeados de bienes de la mejor calidad producidos con materiales provenientes de lugares fuera del ámbito local, lo que legitimaba su estatus y prestigio social. Se supone que el ajuar de los miembros de la elevada élite, como en el caso de las tumbas de La Real, estuvo caracterizada por su gran variedad, no sólo en lo que se refiere a objetos considerados como bienes de lujo y que eran visualmente atractivos, sino también por los instrumentos de carácter utilitario relacionados con la producción artesanal12.

Conjunto de orejeras de forma tubular con motivos geométricos y zoomorfos. Hueso tallado e inciso. Dimensiones variadas. PIA Castillo de Huarmey. Ministerio de Cultura del Perú.

Dadas las limitaciones de los contextos funerarios y de los registros iconográficos documentados y analizados por los arqueólogos, los investigadores suelen apoyarse más bien en datos históricos y etnográficos (Fig. 56).

La mayoría de estos fueron examinados por María Rostworowski13, quien no sólo señaló el papel de las coyas o reinas incaicas, poseedoras de tierras propias y numerosos yana o servidores, sino que además resaltó que en el mundo andino el poder no era un privilegio del varón, ya que hubo señoríos gobernados por mujeres curacas (Fig. 57). La dualidad, tan distintiva en el mundo andino, se reflejó también en dos formas opuestas de concebir el ideal de una mujer de alta alcurnia; basta recordar en este sentido a las mujeres míticas del incario:

Mama Ocllo, la mujer noble subordinada, y Mama Huaco, la valiente mujer guerrera libre e independiente. Por supuesto que el estudio de las fuentes etnohistóricas brinda muchos otros testimonios de la presencia femenina en distintos ámbitos de la sociedad prehispánica, que contribuyen de manera significativa al conocimiento del mundo antiguo. Sin embargo, para poder cruzar información distinta con el fin de explorar a profundidad los aspectos del pasado, como en este caso la naturaleza del ajuar personal de las mujeres de élite, tenemos que disponer de contextos mortuorios completos.

Conjunto de orejeras de forma tubular. Plata y oro laminado y enrollado. Dimensiones variadas. PIA Castillo de Huarmey. Ministerio de Cultura del Perú.

El descubrimiento de la tumba del mausoleo imperial Castillo de Huarmey constituye el primer contexto funerario hallado intacto, que aporta datos relevantes sobre las mujeres de la alta nobleza wari. Se trata de un descubrimiento en donde tanto el rango como el número de sus ofrendas funerarias, supera de lejos todo lo que antes se conocía para las Culturas Wari y Tiwanaku. Entre los artefactos descubiertos figuran piezas únicas, sin paralelos en el arte prehispánico en general. La cantidad y la riqueza del ajuar funerario, que comprende más de mil trescientos objetos de la más variada índole, no sólo impactan y estimulan la imaginación, sino que además ofrecen datos importantes sobre la identidad de las mujeres de alto estatus de la época. La importancia de la singularidad de las mujeres sepultadas quedó reflejada también en la planificación y delimitación del espacio de la tumba, que formaba parte –junto con una serie de recintos menores repletos de ofrendas– del mausoleo principal de la élite wari que dominaba el paisaje del valle bajo, que incluía el litoral marino. En los cimientos del mausoleo se encontró la cámara principal, que ocultaba a sesenta y cuatro individuos, cincuenta y ocho de los cuales pertenecían a la nobleza femenina más encumbrada, que fueron enterradas con sus objetos personales más íntimos y valiosos.

Notas:
( 1) Entre otros: Moore, Henrietta.
A Passion for Difference. Essays in Anthropology and Gender. Bloomington: Indiana University Press, 1995; Ebert, Virginia, y Thomas C. Patterson. “Gender in South American Archeology”, en Nelson, Sarah Milledge (Ed.), Worlds of Gender: The Archaeology of Women’s Lives Around the Globe. Lanham: Altamira Press 2007, pp. 259-280; Vogel, Melissa A., y Robyn E. Cutright. “Gender in South American Prehistory”, en Bolger, Diane (Ed.), A companion to Gender Prehistory. Chichester: John Wiley & Sons 2013, pp. 585-607; Lyon, Patricia.“Female Supernaturals in Ancient Peru”, Ñawpa Pacha, 16: 95-140, 1978; Hocquenghem, Anne Marie, y Patricia J. Lyon.
“A Class of Anthropomorphic Supernatural Female in Moche Iconography”, Ñawpa Pacha 18: 27-50, 1980; Ulla Holmquist. El personaje mítico femenino en la iconografía moche. Memoria de bachillerato. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992; Gero, Joan M. “Genderlithics: Women’s Roles in Stone Tool Production”, en Gero, Joan M., y Margaret W. Conkey (Eds.), Engendering Archeology: Women and Prehistory. Oxford: Blackwell Publishing, 1991, pp. 163-193; Rostworowski de Diez Canseco, María. La mujer
en la época prehispánica. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1986.
(2) Mujica Barreda, Elías, et al. El Brujo: Huaca Cao, centro ceremonial moche en el valle de Chicama. Lima: Fundación Augusto N. Wiese, 2007.
(3) Castillo, Luis Jaime, y Ulla Holmquist. “Mujeres y poder en la sociedad mochica tardía”, en Henríquez, Narda (Ed.), El hechizo de las imágenes: estatus social, género y etnicidad en la historia peruana. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2000, pp. 13-34; Donnan, Christopher, y Luis Jaime Castillo. “Excavaciones de tumbas de sacerdotisas moche en San José de Moro, Jequetepeque”,
en Uceda, Santiago, y Elías Mujica (Eds.). Moche propuestas y perspectivas. Actas del Primer Coloquio sobre la Cultura Moche, Trujillo, 12 a 16
de abril de 1993. Trujillo-Lima: Universidad Nacional de La Libertad-Institut Français d’Études Andines, 1994, pp. 415-424.
(4) Cordy-Collins, Alana. “Labretted Ladies: Foreign Women in Northern Moche and Lambayeque Art”, en Pillsbury, Joanne (Ed.), Moche Art and Archaeology in Ancient Peru. Washington, D.C: National Gallery of Art, 2001, pp. 246-257; http://festivalcortometrajesperu.files.wordpress.com/2012/08/sec3b1ora-de-chornancap.pdf.
(5) Gero, Joan M. “Field Knots and Ceramic Beaus: Interpreting Gender in the Peruvian Early Intermediate Period”, en Klein, Cecelia F. (Ed.), Gender in Pre-Hispanic America. Washington, D.C.: Dumbarton Oaks 2001, pp. 15-55.
(6) Grieder, Terence. The Art and Archaeology of Pashash. Austin: University of Texas Press, 1978.
(7) Seki, Yuji, Juan Pablo Villanueva et al. “Nuevas evidencias del sitio arqueológico de Pacopampa, en la sierra norte del Perú”, Boletín de Arqueología PUCP 12: 69-96, 2008.
(8) Entre otros: Cook, Anita G., y Tiffiny A. Tung.“Expressing life through death: mortuary rituals in Huari society”. Ponencia presentada en la 71ª reunión anual de la Society for American Archeology, San Juan, 2006; Isbell, William H., y Anita G. Cook. “A New Perspective on Conchopata and the Andean Middle Horizon”, en Silverman, Helaine, y William H. Isbell (Eds.), Andean Archaeology, Vol. II: Art, Landscape and Society. Nueva York: Kluwer Academic/Plenum Publishers, 2002 pp. 249-305; Isbell, William H., y Antti Korpisaari. “Burial in the Wari and the Tiwanaku heartlands: Similarities, differences, and meanings”. Diálogo Andino: Revista de Historia, Geografía y Cultura Andina 39: 91-122, 2012; Tung, Tiffiny A. Violence, Ritual and the Wari Empire.
A Social Bioarcheology of Imperialism in the Ancient Andes. Gainesville: University Press of Florida, 2012.
(9) Isbell, William H., y Antti Korpisaari.“Burial in the Wari and the Tiwanaku heartlands”.
(10) Isbell, William H., y Antti Korpisaari. Op. cit., pp. 103-105.
(11) Entre otros: Yépez Álvarez,
Willy J., y Justin Jennings (Eds.), ¿Wari en Arequipa? Análisis de los contextos funerarios de La Real. Arequipa: Museo Arqueológico José María Morante, Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, 2012; Schreiber, Katharina J. Wari
Imperialism in Middle Horizon Peru. Ann Arbor: University of Michigan, 1992; Billman, Brian R. “Regional Approaches to the Study of Prehistoric Empires: Examples from Ayacucho and Nasca, Peru”, en Billman, Brian R., y Gary M. Feinman (Eds.), Settlement Patterns Studies in the Americas: Fifty Years Since Viru. Washington, D.C: Smithsonian Institution, 1999; Pozzi-Escot, Denise, y Rommel Ángeles. Entrelazando el pasado, textiles de Huaca Malena. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2011.
(12) Yépez Álvarez, Willy J., y Justin Jennings (Eds.), ¿Wari en Arequipa?
(13) Rostworowski de Diez Canseco, María, La mujer en la época prehispánica.

 

Autora: Patrycja Przadka Giersz
Universidad de Varsovia

Extracto del artículo:
«Ajuar personal: las mujeres de la élite wari y su atuendo»
Contenido en el libro:
«Castillo de Huarmey, El Mausoleo Imperial Wari»

Who were the Wari?

Figure in a Litter, 600–1000 Peru, Wari style Ceramic and slip

Many people are familiar with the Inca Empire of South America, one of the most expansive empires in the history of world civilization, which was conquered by the Spanish after 1532 during the conquest of the Americas. Far less familiar are the histories of the civilizations that preceded the Incas, some of which date as far back as the Old Kingdom of Egypt. Among the various societies that arose in the Andean region, the Wari civilization flourished in central Peru during a period called the Middle Horizon, from AD 600–1000. This complex society is of particular interest to historians because it is a rare example of a “pristine” empire, meaning that it emerged as the first of its kind in a region where no prior empires existed. The Wari created their empire with no previous examples of conquest and expansion to draw upon, and in fact the Inca likely adopted many Wari innovations during the rise of their empire centuries later. Thus, the Wari represent a major development in Andean civilization, and learning about their society in the classroom will enrich students’ understanding of the history of the Americas.

Despite the influence of the Wari Empire on Andean social and cultural development, the history of Wari scholarship is relatively short. The Wari culture was first identified in the 1930s after the Peruvian archaeologist Julio C. Tello uncovered an ancient city in 1931 near the modern city of Ayacucho, Peru. Tello called this culture the Wari after the name of the site he uncovered, which he later concluded to be their capital city. The great significance of Tello’s discovery lay in the fact that since the late nineteenth century, archaeologists had been finding artifacts throughout Peru with similar styles of iconography, but the source of this iconographic style remained unknown. Prior to the discovery and excavation of the city of Wari, this iconographic style was referred to as “Tiwanakoid,” linking it to a then-better-known Middle Horizon city called Tiwanaku, located near Lake Titicaca to the south. Tello’s discovery opened the door to the idea that another great civilization existed in the central highlands of Peru, alongside Tiwanaku, but it would be decades before there would be enough archaeological evidence to confirm that the Wari culture was the source of this “Tiwanakoid” style.

Perhaps the greatest challenge in uncovering Wari history is the fact that they never developed a written language and left no inscriptions that would otherwise provide critical clues to their customs and beliefs. Instead, the knowledge thus far gathered on the Wari has come entirely from studies of their material culture. Examples of Wari material culture include a large body of richly decorated pottery and textiles, a distinctive architectural style, mortuary remains, and other remnants of settlement patterns such as trash pits and road systems. All of the objects included in the exhibition Wari: Lords of the Ancient Andes (October 28, 2012–January 6, 2013) have contributed in one way or another to modern-day knowledge about the Wari civilization. This momentous exhibition brings together 167 objects gathered together from public and private collections all over the world. It is only the second exhibition in the world to be devoted to the arts of the Wari Empire, and the first of its kind in North America.

Among the central themes to be explored by Wari: Lords of the Ancient Andes are the relationship between religion and political power in Wari expansion, gift-giving via feasts and offerings as a political and social act, and the tapestry-woven tunic as a platform for innovation in design and mathematics. The following guide elaborates on these and other related themes as they might relate to particular subjects taught in schools. This guide is structured according to academic subjects, beginning with an explanation of how the content of this exhibition relates to a given subjects and includes a listing of relevant content standards for the state of Ohio. This is followed by a more in-depth examination of two themes per subject that can be discussed in light of the objects on display as well as a few questions intended to spark class discussion. However, due to the interdisciplinary nature of this exhibition and this packet, many of the themes may work well with the curricula and content standards of more than one subject. Therefore, it is advised that teachers review the themes under every subject heading before determining which themes are most applicable to his or her particular curriculum. A note on the topic of human sacrifice. Although the topic of human sacrifice has not been highlighted as a theme for this guide, images of sacrifice are nevertheless present in several objects on display.

The most common representations of human sacrifice in Wari art are depicted through images of trophy heads, or of the supernatural sacrificer personage who holds a knife or axe in one hand and a trophy head or body part in the other. Like other ancient Andean societies, the Wari practiced trophy head-taking—most likely of their enemies—as an act of warfare, a demonstration of political power, or as a profoundly efficacious offering to supernatural forces in exchange for favorable conditions in the natural environment. Such images indicate that the Wari used violence, among other strategies, to conquer other societies and expand their empire

 

By Andrea F. Vazquez
Source: «Wari: Lords of the Ancient Andes»
The Cleveland Museum of Art

 

Jotoro: el imperio Wari en la región Lambayeque

jotoro_1En el distrito de Jayanca, las excavaciones han permitido encontrar ocho entierros de más de 600 años de antigüedad, en la zona oeste del complejo arqueológico Jotoro.Los vestigios arqueológicos como Jotoro en el distrito de Jayanca o el cerro de Pátapo demostrarían la presencia de los Wari en Lambayeque.

En algunos lugares de la región Lambayeque, en los últimos años, se han realizado hallazgos arqueológicos que demostrarían que los Wari, sí se asentaron durante una época en lo que hoy llamamos Lambayeque y nos dejaron varias ciudadelas amuralladas.

Muchos cuestionan que los Wari se hayan asentado en lares lambayecanos, pero para el arqueólogo César Soriano Ríos, los vestigios arqueológicos como Jotoro en el distrito lambayecano de Jayanca o el cerro de Pátapo en el distrito chiclayano del mismo nombre, demostrarían lo contrario.

Soriano dice que dichos vestigios demostrarían que los Wari desarrollaron un estado aristocrático que administraba todo el valle y cuya presencia militar fue imponente por la existencia de varias fortalezas amuralladas que existen y que no han sido estudiadas, y en los libros escolares de historia ni se las menciona.

El arqueólogo señala que en Pátapo hay evidencias de celdas así como un área que habría sido para sacrificios, pues en la parte baja del cerro Pátapo se han encontrado muchas osamentas dispersas de las que habrían sido las víctimas.

En el distrito de Jayanca, las excavaciones han permitido encontrar ocho entierros de más de 600 años de antigüedad, en la zona oeste del complejo arqueológico Jotoro, ubicado a 6 kilómetros al este de la capital distrital, en la provincia de Lambayeque.

Ciudades dispersas

Para el presidente del Instituto Americano de Investigación y Conservación, César Maguiña Gómez, hay más ciudadelas de los Wari dispersas en las laderas de los cerros donde empieza la zona andina que no han sido estudiadas y muchas de ellas están cubiertas de maleza.

Maguiña señala que el hoy conocido como Imperio Wari (año 500 a 1.200 d. C.) es el resultado de un largo proceso cultural que se inició en los andes centrales; y que según el arqueólogo ayacuchano Adán Castilla Rivera, los Wari llegaron a territorios de la costa norte, Piura, Lambayeque, Cajamarca, La Libertad, estableciendo centros administrativos y ceremoniales amurallados, aproximadamente por los años 700 a 800 d.C. (siglo VIII).

La mayoría de arqueólogos o antropólogos siempre han marcado con énfasis la existencia de la civilización Mochica y Lambayeque o Sicán en esta región, pero poco o casi nada se menciona de la permanencia del imperio Huari en Lambayeque al finalizar la era Moche.

 

Chavín de Huantar – Cultura Chavín


Hace aproximadamente 3000 años, en el área andina septentrional del Perú, existió una civilización que alcanzó un amplio conocimiento de las técnicas arquitectónicas, un cierto nivel de complejidad en la elaboración de piezas de cerámica; además de un desarrollo político y religioso capaz de influir en otras civilizaciones. A este grupo organizado de habitantes se le llamó cultura Chavín.

La cultura Chavín fue descubierta por el antropólogo y arqueólogo peruano Julio César Tello, en 1919.  Por medio de investigaciones se determinó que la cultura se originó en el pueblo denominado Chavín de Huántar, ubicado en el departamento de Áncash, 300 Km al norte de la ciudad de Lima. Su influencia se extendió desde Lambayeque hasta Palpa (Ica), por la costa, y desde Cajamarca hasta Ayacucho, por la sierra.

Durante mucho tiempo se creyó que Chavín fue la civilización más antigua del Perú preincaico. Hoy se conoce que existieron civilizaciones aún más antiguas, entre las cuales se encuentra Caral – Supe.

El mayor vestigio de existencia de la cultura Chavín, fue la construcción de un conjunto arquitectónico con fines ceremoniales, conocido como complejo Chavín de Huántar. Este recinto se ubica en el valle alto del río Mosna, a 3150 m.s.n.m. y para acceder a él se debe llegar primero a Huaraz, capital del departamento de Áncash y recorrer 4 horas en dirección sur este.

Su desarrollo


La cumbre de desarrollo del Horizonte Temprano (1100 y 700 A.C), estuvo determinada por la construcción del centro ceremonial de Chavín de Huántar, en el actual departamento de Áncash. Los restos hallados en Chavín constituían un complejo templo formado por diversas estructuras rectangulares de piedra, con habitaciones interiores y pasadizos subterráneos de estructura laberíntica. El templo está decorado con esculturas que representan figuras antropomorfas con rasgos de felino y serpiente.

Como resultado de las excavaciones y el análisis de los restos encontrados en el complejo de Chavín de Huántar (más de 600 000 fragmentos de cerámica, huesos, moluscos, etc) se cree que la ciudadela constituyó un centro de culto religioso muy importante, que unificó comunidades previamente aisladas.  Luego de los trabajos de reconstrucción, se lograron rescatar aproximadamente 600 ceramios. Los arqueólogos lograron determinar que éstos pertenecían a una variedad de estilos de la época. Por ejemplo, se encontraron vasijas del norte (Cajamarca); de la sierra central (Junín, Huánuco, La Libertad); de la costa (Lambayeque, Trujillo, Lima) y de la Selva.

Chavín era, en ese entonces, un área civilizada de desarrollo complejo, rodeada por sociedades más bien tribales. El hallazgo de los objetos que fueron llevados a Chavín, permitió determinar lo que acontecía en esa época. Para el arqueólogo peruano Luis Lumbreras, Chavín no fue un imperio que sojuzgó a las sociedades vecinas. “Más bien parece que era un centro religioso, un oráculo que convocaba a los pueblos vecinos y lejanos, que iban allí para ocasiones rituales”. El argumento de Lumbreras es que no se nota una imposición del estilo Chavín sobre otras culturas contemporáneas, como sucedió, por ejemplo, con la cultura Inca. “Por el contrario, la relación parece de libre intercambio, y la hegemonía pudo haberse debido a una situación de prestigio religioso y cultural”. (D´Achille, 1996: 211).

Distribución de edificaciones



El conjunto arquitectónico de Chavín de Huantar estuvo conformado por diversas construcciones piramidales (algunas sobrepasan los 10 metros de altura), pero básicamente se ha podido determinar que el complejo tiene dos templos adyacentes bien definidos; uno de ellos era el Templo Antiguo, con su plaza circular hundida.

Este templo tiene forma de “U” y se encuentra atravesado por una serie de galerías subterráneas, en una de cuyas intersecciones fue encontrado el ídolo principal del complejo, denominado Lanzón Monolítico (o Lanzón de Chavín). Esta escultura, elaborada de granito blanco y trabajada en bajo relieve, alcanza los 5 metros y 53 centímetros de alto, y tiene la forma de un gran cuchillo clavado en el centro del templo. Representa a un personaje pequeño con rasgos de felino y serpiente y se cree que fue una de las divinidades más importantes de la cultura Chavín.


Otra escultura asociada al Templo Antiguo es el Obelisco Tello, que aunque fue hallado fuera de contexto, probablemente estuvo ubicado en el centro de la plaza circular. Representa un estadío posterior en el desarrollo de la iconografía Chavín. Muestra a una pareja de seres míticos con forma de grandes caimanes, con rasgos de felino y serpiente. Existen evidencias de que el Templo Antiguo atrajo a un gran número de fieles, incluso de pueblos lejanos, cuya huella ha quedado registrada a través de sus ofrendas.

Cabeza Clava

Posteriormente se construyó en Chavín el Templo Nuevo, como una necesidad ante la afluencia de visitantes. Esta edificación se encuentra ubicada en el ala derecha del complejo arquitectónico y posee una portada monumental con dos columnas líticas, ambas talladas con motivos de aves. Frente a él, se encuentra una gran plaza cuadrada con edificaciones secundarias en sus alas. Las paredes del Templo Nuevo estuvieron en aquél tiempo adornadas por cabezas clavas, esculturas en piedra incrustadas en la parte alta. Existen varias conjeturas acerca del significado de las cabezas clavas (mezcla de figuras humanas y felinas), algunos investigadores creen que representaron a los enemigos de los pobladores de Chavín, otros sostienen que se trata de retratos de los sacerdotes sagrados. Hoy en día sólo queda una cabeza clava en su ubicación original.

Durante el siglo XIX, el naturalista Antonio Raimondi encontró una estructura lítica cuyos grabados muestran a un personaje antropomorfo con rasgos felinos (colmillos y garras) que sostiene en cada mano un báculo o cetro. A esta figura, se le llamó Estela Raimondi, y en la actualidad se cree que fue la divinidad principal del Templo Nuevo. Este templo tuvo un largo período de esplendor, antes de que Chavín de Huantar fuese abandonada.En 1985, el sitio arqueológico Chavín de Huantar fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Los trabajos artísticos

Además de sus edificaciones y trabajos en piedra, los habitantes de Chavín desarrollaron conocimientos en cerámica, textilería, metalurgia y domesticación de plantas y animales.

Cerámica

El estilo de la cerámica en Chavín se caracterizó por ser monocromático, es decir, emplearon un sólo color, siendo el más común el gris oscuro, el marrón o aquél que se asemejase más al color de la piedra. Otra característica de su cerámica fue la forma globular, casi redonda de la base y la terminación en un asa, en la parte superior. Los motivos recreados en su cerámica fueron animales y plantas, pero la tendencia mayor fue la representación de felinos, en especial, el jaguar.

Textileria

En Textilería, emplearon telares de algodón y utilizaron los colores rojo, anaranjado, verde-oliva, marrón de varias tonalidades y azul. Representaron también personajes con rasgos felinos.En cuanto a sus conocimientos en metalurgia, los pobladores de Chavín trabajaron predominantemente con oro, para la elaboración de ornamentas, sin embargo, también se han encontrado trabajos en donde realizaron aleaciones de oro y plata.



Chullpa o Chullpar, las torres funerarias

chullpa_puno_1Una chullpa o chullpar es una antigua torre funeraria, de base angular o redonda, construida originalmente para personas de alto status. La tradición chullparia del Collao data de los siglos XIII y XIV, posterior a la caída de Tiahuanaco y su uso como mausoleo de autoridades se hace tradicional rápidamente en zonas colindantes al altiplano hasta inicios del siglo XVI (colonial-temprano).

Descripciones en tiempos de cronistas

Es en las crónicas de Cieza de León, Cobo y Vásquez de Espinoza donde se encuentran las primeras descripciones -sin nombrar la palabra
chullpa de aquellas practicas de carácter mortuorio de los indígenas del altiplano que tenían una expresión artística en la construcción de grandes monumentos. Se atribuye a Matienzo, el que usa por primera vez la palabra chullpa, su asociación con los entierros de los caciques y grandes señores, con sus magnificas ofrendas (Aldunate et al 1981:1). La historia gráfica contada por Felipe Guamán Poma de Ayala (1980 [1613]) también sirvió para la comprensión y conceptualización tanto gráfica como estética del término chullpa. En sus láminas se describían aquellas interpretaciones y significados que daba el Inca al momento de ritualidad fúnebre y su relación con los ancestros.

Cabe destacar que las primeras descripciones no hacen relación a la chullpa como monumento funerario, sino que más bien de describía su función mortuoria. Es el cronista Bertonio (Bertonio (1956 [1612) en Aldunate y Castro 1981) , quien hace una distinción en las definiciones de que es un enterramiento. El habla de tipos de enterratorio aymara en el siglo XVI, los cuales describe y define como:
imavi a la “sepultura debaxo de la tierra cavada nomás”, amaya via a “sepultura como casa sobre la tierra, callca a la “sepultura como caxa de muchas piedras para enterrar a la gente principal debaxo de la tierra” y chullpa vel asanco a una “sepultura o serón como isanga donde ponían el difunto”
(Bertonio (1956 [1612) en Aldunate y Castro 1981).

Arquitectura

chullpa_puno_2La mayoría de chullpas fueron hechas de barro, pero existen una gran cantidad de chullpas hechas de piedra.

Sobre las chullpas de piedra existen algunas hechas de piedra pulida y unida sin argamasa (al estilo incaico) de las cuales pueden ser de base cuadrada o redonda, así como también existen otras hechas con pequeñas piedras unidas con argamasa de barro y paja, formando torres o conos, en el caso de las chullpas asociadas a la sociedad Canas existe vestigio de por lo menos una chullpa rematada con una cúpula (chullpa de Maukallajta). Algunas de las chullpas de piedra, además contienen algunos tallados generalmente representando lagartos (como en el caso de Sillustani) o felinos (como el caso de Cutimbo).

En el caso de las chullpas de barro, la mayoría son de base cuadrada o rectangular con diversos diseños e incluso con motivos pictóricos en donde predominan el rojo, amarillo y blanco, en menor medida el verde y azul. Algunas presentan base de piedra y cuerpo trapezoidal, que en algunos casos fue invertido, las puertas de ingreso en las chullpas de barro es diverso, existiendo puertas cuadradas, triangulares u ojivales. Las chullpas polícromas eran realizadas con dos técnicas distintas, la primera consistía en hacer adobes de barro coloreado que luego fueron colocados dando forma a motivos geométricos; la otra técnica fue hacer la estructura con barro sin colorear y luego revestirla con pedazos geométricos de barro coloreado.

maukullacta_chullpasLa mayoría de las chullpas de barro como las de piedra tuvieron sus ingresos orientados al este, aunque existen algunas chullpas con 2 aberturas, una opuesta a la otra; así como chullpas con puertas orientadas a otros puntos cardinales.

Sobre la ubicación en relación con la residencia del gobernante enterrado, ésto dependía del grupo social que las construía. Existen conjuntos chullparios en lo alto de cerros de difícil acceso, así como otras ubicadas en territorios llanos; en todos los casos adjuntos a territorios geográficos considerados sagrados por los constructores. Asimismo, se han encontrado algunas chullpas dentro de complejos arqueológicos domésticos, al costado de viviendas. Durante el periodo incaico, muchos grupos étnicos fueron trasladados a lugares aledaños al Capac Ñan, aún asi, los cementerios (lugares dotados de sacralidad) siguieron siendo utilizados. Existen datos sobre el esfuerzo que hicieron varios grupos étnicos en conjunto para construir dos chullpas para el mallku Tata Paria, jefe de los «karakara», una en la ciudad de Macha (capital incaica de los «karakara») y la otra en Carata; estas chullpas fueron construidas por 5 naciones que fueron Chui, Killaka, Sora, Carangas y Karakara); este hecho nos demuestra que en tiempos incaicos los enterramientos fueron cambiando de lugar, teniendo en cuenta que la capital tradicional «karakara» fue «Chayanta», el entierro se hizo en una ubicación que le otorgó el inca al mallku. En el caso Lupaca, en cambio, se documentan poblaciones y mallkus trasladados como mitkmas a otros lugares del Tahuantinsuyo, pero aun así continuaron utilizando sus lugares tradicionales de enterramiento, como lo demuestra el sitio arqueológico de Cutimbo situado a menos de 20 km de Chucuito (capital Lupaca).

Asimismo, se sabe que en algunos casos las chullpas también sirvieron como hitos territoriales, teniendo en cuenta que cada señorío tenía subdivisiones y éstos contaban con líderes que iban ganando prestigio al incrementar su economía o su poderío bélico.

Distribución geográfica de hallazgos de chullpas

Las chullpas se hayan asociadas al altiplano, pero también se han denominado chullpas a varias torres funerarias en la zona andina centro y norte del Perú (Chachapoyas, Chota, Cutervo y Canta).

Las chullpas del altiplano, en cambio, están asociadas a los reinos o señoríos aymaras que habitaron desde Canas y Canchis en Perú, hasta el departamento de Potosí en Bolivia; aun así no todos las sociedades aymaras construyeron chullpas, como lo demuestran los casos de las sociedades «karakara» del norte («karakara» del sur si presenta chullpas) y «yampará»; y no todas las chullpas parecen ser aymaras, puesto que existen chullpas con orientación oeste y norte en zonas puquinas al este del lago Titicaca.

Generalmente las chullpas se han asociado a las punas, pero se han descubierto muchas chullpas en la vertiente oriental de los andes en territorios de espesura forestal y otras en los valles interandinos de Bolivia, Chile y Perú. La mayoría de las chullpas de la zona amazónica son de piedra pero según crónicas europeas existieron en el Beni chullpas de barro, de las cuales en la actualidad no hay vestigios descubiertos.

Entierros

Sin lugar a dudas, las chullpas sirvieron para enterrar a los «mallkus» o «líderes étnicos»; su objetivo práctico era proteger el cuerpo para poder recibir veneración, pero además servía como un recuerdo del poder que el «mallku» ejercía en vida y que seguía ejerciendo.2 La veneración del «mallku» en la cultura andina (tanto aymara, quechua, uro y puquina) servía para fortalecer los lazos familiares.

Es importante acotar que la mayoría de las chullpas no eran exclusivas para el «mallku», si no que también albergaban los cuerpos de sus esposas y familiares, además hay vestigios de entierros de sirvientes que fueron sacrificados durante los entierros. En algunos casos se han encontrado hornacinas dentro y fuera de las chullpas que pudieron contener ídolos u objetos valiosos para el mallku, en algunas chullpas se ha documentado que en aquellas hornacinas colocaban un k’ero conteniendo chicha.2

La chullpa no era lo único necesario para el entierro, puesto que los cuerpos iban dentro de textiles o cueros de auquénido, en otros casos eran puestos sobre cestos hechos de ichu o totora entretejida. Algunas chullpas tuvieron cámaras subterráneas en donde colocaban los cuerpos.

La tradición chullparia del altiplano

La tradición de las chullpas en el altiplano aparece después del ocaso Tiahuanaco (1000 – 1100), y prevalece hasta la conquista española (aprox. 1450). Según estudios de radiocarbono hechas a 32 torres en el área del Collao, los más antiguos corresponden a la parte norte del Lago Poopo (mediados del siglo XIII). Existen un grupo de chullpas en Toconce, al norte de San Pedro de Atacama que tienen más antiguedad, pero éstas no son consideradas chullpas en el sentido estricto de la palabra, por carecer de enterramientos. Por otro lado las chullpas del norte peruano, que son más antiguas (datan del «intermedio temprano») no pueden ser puestas en el mismo fenómeno que explica la aparición de la tradición chullparia en el altiplano.

Las chullpas del altiplano tienen rápida difusión, se hacen más comunes entre los siglos XIV en varios señoríos aymaras y luego, la tradición se extiende a otros grupos puquinas. Con la conquista incaica, la tradición de los chullpares se mantiene y se perfeccionan los acabados. Las chullpas de Ollantaytambo y Churajón (Arequipa), datadas en los siglos XIV y XV, parecen responder a esta misma corriente tradicional de enterramientos.

Las chullpas cuadradas son las más antiguas, mientras que las redondas aparecen de manera más temprana entre la zona Lupaca y Pacaje. Las chullpas con piedra de mampostería, aparecen en los Collas, Lupacas y Pacajes antes de la conquista incaica (esto tomando en cuenta la cerámica encontrada en los enterramientos).

En el caso de las chullpas de barro con decorados geométricos, aparecen en Pacaje y Carangas luego de la anexión al Tahuantinsuyu. De igual manera, la mampostería de mayor perfección en los territorios Collas, Lupacas y Pacajes aparecen luego de la anexión al incario.

Las diferencias entre las estructuras chullparias parecieran reflejar una identidad étnica, salvo algunos casos en los cuales existe una gran cantidad de formas y acabados en un mismo lugar. Cutimbo presenta chullpas de piedra mamposteada de base cuadrada y circular, Sillustani presenta chullpas redondas con acabado de mampostería y otras de barro blanco, Caquiaviri presenta chullpas de base cuadrada y circular, tanto llanas como cónicas; en éstos tres lugares, un mismo grupo étnico utilizó varios modelos arquitectónicos en un mismo lugar

La tradición chullparia del altiplano continúa durante los primeros años de la conquista española, existen evidencias de chullpas en Sillustani que quedaron a medio construir. En tanto la chullpa grande de Markiviri dio un fechado radiocarbónico entre 1658-1666, esto es varios años después de la incursión española en el Collao. Al parecer, la lejanía de algunos lugares con respecto a las ciudades fundadas por los españoles contribuyó a que la tradición chullparia se conservara en algunas zonas.

Por otra parte, algunos arqueólogos planteaban que las chullpas habían surgido de la tradición funeraria tiahuanacota, pero los estudios demuestran que las chullpas aparecieron en el área del río Tiwanaku entre el 1300 y 1400, por lo menos 200 años después del ocaso de Tiahuanaco y posterior a las chullpas del norte del lago Poopó.

Sillustani

En una península de la laguna Umayo, Perú se encuentra el sitio arqueológico de Sillustani, un cementerio donde se pueden ver una serie de impresionantes tumbas pertenecientes a la cultura Kolla (1200 – 1450) que se desarrolló en la parte norte de la laguna, en la localidad conocida como Hatuncolla. Las tumbas, llamados chullpas, que tienen la forma de troncos de cono invertidos, son construcciones que en menor número se encuentran también en varios otros locales del altiplano, como Acora o Ilave.

Las Chullpas de Sillustani son los restos de un santuario levantado por los Collas para guardar la memoria de sus  antepasados. Están ubicadas en la planicie que rodea la laguna Umayo, a unos 35km. de Puno y 20km. del lago Titicaca. Las chullpas son criptas abovedadas donde se guardaban las momias de los jerarcas collas en tiempo de los incas y desde
unos siglos atrás; cubiertas por una mampostería de piedras finamente labradas de estilo tradicional incaico. Las torres medían en algunos casos más de 12m. de alto y eran tanto de planta cuadrada como circular con una pequeña puerta de acceso para el servicio de los muertos y espacios destinados a contener las ofrendas

El nombre Sillustani proviene de las palabras sillus (uña) y llustani (resbaladero). La traducción literal de Sillustani sería entonces resbaladero de uñas, quizás haciendo referencia a que la unión de los bloques externos de las chullpas no permite ni el pasaje de una uña.

Descripción de las tumbas en Sillustani

Antes de ser colocados en la chullpa, el cadáver era momificado en posición fetal. Conjuntamente con la momia se colocaban sus pertenencias, en algunos casos objetos de oro y plata, utensilios de cerámica y alimentos, puesto que las creencias decían que después de la muerte resucitarían en otra parte donde habrán de comer y beber a voluntad, como antes de morir.

Se observan diferentes tipos de entierros, desde los más rústicos, Pre-Incas, hasta los mausoleos más sofisticados, con piedras de muchos ángulos perfectamente encajados en la parte externa.

Entre las principales características de estas construcciones funerarias se destacan:

  • Una entrada, siempre dirigida hacia el Este, que servía para la comunicación del espíritu del difunto con el dios sol. La entrada es siempre demasiado pequeña para que a través de ella se haya podido introducir el fardo funerario. Se considera que el fardo era introducido en la bóveda, antes de ser cerrada.
  • La cámara mortuaria abovedada formada con piedras de pequeñas dimensiones. Estas piedras no son labradas.
  • Revestimiento exterior con bloques de piedras labradas de grandes dimensiones, perfectamente encajadas unas en otras sellando el exterior sin necesidad de argamasa. Internamente, como se puede observar en las fotos, los bloques de piedra son apuntalados y apoyados por medio de piedras más pequeñas. Lateralmente, los bloques de piedra del recubrimiento exterior presentan hendiduras y protuberancias para permitir una cierta flexibilidad de la estructura, como un todo, frente a los sismos.
  • La parte superior de las chullpas, de la época incaica, presentan una hilera sobresaliente, formando la cornisa que adorna la chullpa. Algunas piedras presentan bajorrelieves representando principalmente lagartos y culebras. Otras piedras exteriores presentan, a semejanza de las que también se observan en Ollantaytambo, protuberancias, quizás utilizadas para ayudar el manipuleo de las mismas

Acceso al Complejo Arqueológico

Terrestre, Carretera hacia el norte en dirección a Juliaca, se pasa por Paucarcolla en el Km. 12, continuando por la carretera en el Km 20 hay un desvío que va hacia la izquierda que luego de pasar los campos de cultivo se llega a Hatunkolla otro pueblo, se continúa el viaje hasta llegar a la península de Sillustani.

Distancia en Kms: Se encuentra aproximadamente a 34 km. desde la ciudad de Puno, capital la Región Puno.

Tiempo: 30 minutos desde Puno.

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