Los moches, o mochicas, desarrollaron entre los siglos I y IX de nuestra era una de las culturas pre-Incas más complejas en términos de organización social, política y económica de los Andes. Cómo se vestían los moches es una pregunta que no se podría responder cabalmente solo con los restos de tejidos hallados en las intervenciones arqueológicas. Y es que, debido a las condiciones ambientales de la costa del Perú, la mayoría de los tejidos de algodón y lana moches no se han conservado hasta nuestros días, salvo casos especiales. Mejor suerte han tenido las piezas de metal, hueso, piedra, conchas y otros materiales más resistentes a los agentes de deterioro, usados como ornamentos complementarios al vestido.
Autor: Henry Luis Gayoso Rullier
Por ejemplo, la muestra de los tejidos moches mejor conservados en el complejo arqueológico Huacas de Moche, otrora capital de los moches, provino de los edificios monumentales (la Huaca del Sol y la Huaca de la Luna) y la plataforma funeraria Uhle; una muestra reducida aunque bastante aceptable en términos de conservación si la comparamos con los pocos fragmentos pequeños que se encuentran ocasionalmente en el núcleo urbano, el
espacio que separa ambas huacas, y donde se encontraban las residencias y los talleres de producción. Las estructuras son muy frágiles, y su estado de conservación se podría calificar como de regular a malo, aunque la mayor parte de la estructura de los tejidos se conservó lo suficiente como para hacer el análisis tecnológico respectivo. Al respecto, destacan los trabajos de Lila O’Neale (1947), William Coklin (1978), Christopher Donnan y Sharon Donnan (1997), Arabel Fernández (1998, 2001, 2008), María Montoya (2006), entre otros. Con esos antecedentes de estudios tecnológicos, Luis Jaime Castillo y Flora Ugaz (1999: 235-236) elaboraron un listado de las diferentes formas de tejidos que conocieron los moches, identificando cinco grandes grupos: tejidos llanos, sargas, tejidos dobles, gasas y tapices.
El ya mencionado estado deficiente de conservación de las pocas piezas que se logran recuperar, sin embargo, no nos permite a los arqueólogos, en la mayoría de los casos, hacer una identificación de su función y, por lo tanto, acercarnos a la elaboración de un catálogo de productos textiles moches. Solo en un pequeño grupo de contextos funerarios, en el que destacan las tumbas reales de Sipán y de la Señora de Cao, se han conservado los tejidos, permitiéndonos identificar su función.
Algunas crónicas coloniales, sin embargo, permiten hacer una descripción general sobre cómo vestían los norcosteños. Aunque la cultura material mochica desapareció en el siglo IX de nuestra era, la información etnohistórica proporcionada por los cronistas refiere cómo vestían sus descendientes, los lambayeques y los chimúes, principalmente.
Los cronistas Gonzalo Fernández de Oviedo, Pedro Cieza de León, Agustín de Zárate y Pedro Sánchez de la Hoz, coinciden en que las personas de la costa norte del Perú hacían sus prendas de algodón y vestían de manera sencilla. Los hombres vestían camisetas y mantas largas como capas. En las cabezas usaban unos pañetes, diferenciándose en la forma, número y colores de los mismos. Las mujeres usaban una túnica larga y ancha, a manera de capuz, abierta por los lados para dar salida a los brazos. Esta descripción nos da una idea de la vestimenta cotidiana de la gente de la costa norte, sin discriminación de rango o status. Gonzalo Fernández de Oviedo (citado en Valcárcel 1985, v1: 119) al hablar del valle de Trujillo, dice que “Las mujeres se visten como las de Tumbes y los hombres lo hacen con camisetas y pañetes, sólo que llevan en la cabeza unas madejas de lana hilada colorada y muy fina que dan una vuelta y caen como barbiquejo. Los hombres usan una manta como capa y tienen por afrenta andar sin ella”.
Agustín de Zárate (1555/1968, capítulo VI) señala que las mujeres de la costa “visten unos hábitos de algodón hasta los pies, a manera de lobas; los hombres traen panetes y unas camisetas hasta la rodilla, y encima unas mantas; y aunque la manera de vestir es común a todos, difieren en lo que traen en las cabezas, según el uso de cada tierra; porque unos traen trenzas de lana, y otros un solo cordón de lana y otros muchos cordones de diversas colores; y no hay ninguno que no traiga algo en la cabeza, y en cada provincia es diferentemente”.
Ahora, responder a la pregunta de cómo vestían los moches, qué prendas utilizaban en su vida diaria o en sus eventos especiales, cada uno de los personajes que componían esta sociedad, se puede lograr gracias a la iconografía pictórica y escultórica. Así, la principal fuente de la que disponemos para una catalogación del vestuario moche, es el conjunto de escenas simples y complejas que los artistas moches representaron, principalmente, en la cerámica.
CATÁLOGO DE VESTIMENTA MOCHE
La forma básica del atuendo cotidiano de los moches parece no haberse diferenciado en función del rango, estatus o pertenencia a un grupo socioeconómico determinado. El uso de las mismas prendas y los mismos materiales, en el sentido más básico, indicaban lo que los mismos cronistas destacan como una forma de resaltar su pertenencia étnica, y por lo tanto, su diferenciación con otros grupos. Las diferencias en la vestimenta como marcadores jerárquicos empezaban en la calidad del trabajo, en el uso de ciertas técnicas complejas que implicaban la participación de expertas artesanas, en la carga iconográfica decorativa, y en el uso de elementos adicionales exóticos unidos a su estructura, tales como plumas y piedras semipreciosas, o en el uso de los metales y diferentes tipos de ornamentos corporales.
Veamos ahora las prendas textiles identificadas a partir de la iconografía moche.
Prendas para la cabeza
Son tejidos cuadrados a manera de pañuelo, o en forma de cinta ancha, a manera de vincha. Básicamente, las prendas textiles que se colocan en la cabeza son tres, y las hemos nombrado según la forma en que se colocan: barbiquejo, turbante y vincha. Adicionalmente, se puedan ver prendas textiles especiales, a manera de extensiones o apéndices, que adornan los tocados de personajes importantes, como las de los sacerdotes y guerreros.
Un individuo puede combinar al mismo tiempo dos o tres prendas en una sola puesta. Son prendas de uso masculino, y constituían el tocado más sencillo, probablemente el de uso cotidiano o para ceremonias sencillas, o para personajes de importancia menor dentro de la celebración de rituales. Los tocados más complejos incorporaban otros elementos como el metal, plumas de aves, etc.
Barbiquejo
Cuando se usa como barbiquejo, el pañuelo se pasa, a modo de venda, por debajo de la barbilla y se ata encima de la cabeza; este tipo de pañuelo parece ser más angosto (figura 1a). En algunos casos, el barbiquejo se ata a la altura del mentón, es decir de arriba hacia abajo, y parece sujetar una corona o tocado de metal (Fig. 1, b y c; Fig. 2).
Turbante
El turbante es un pañuelo de forma predominantemente cuadrada, generalmente sin decoración, que cubre la cabeza. Christopher Donnan (2004) ha hecho un estudio de los turbantes moches e identifica tres tipos a los que denomina A, B y C.
La forma más sencilla de colocarlo, es la que describe Christopher Donnan como tipo A. Se forma primero una banda, doblando o enrollando el pañuelo, para luego envolverlo alrededor de la frente, atándolo ya sea a la altura de la frente o del occipucio. De esta forma, el turbante no cubre completamente la coronilla. En su libro, Donnan muestra una fotografía de una vasija retrato con un personaje que se ha colocado el turbante en esta forma (Donnan 2004: 42-44, Figs. 4.1 y 4.2); sin embargo, en la iconografía y en algunas vasijas escultóricas vemos ejemplos de lo que parece ser esta forma de colocación combinándose con otras prendas en una misma puesta, como el caso que se observa en la figura 3, con el amarre hacia atrás, a la altura del occipucio.
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El turbante tipo solera es el tipo B de Donnan, y tiene una forma peculiar de colocación, y parece ser el de más uso. A simple vista se observa que el pañuelo cubre la mitad superior de la cabeza y la nuca. Puesto que el pañuelo no solo parece caer sobre la nuca sino sostener el cabello “encapsulándolo”, es posible que la forma de colocarlo sea la que describe Donnan (2004), es decir, un lado de la tela se pasaba bajo el cabello y sus esquinas eran llevadas hasta la frente donde se ataban. Las puntas eran luego colocadas hacia atrás rodeando la cabeza. El lado opuesto de la tela, que hasta este punto descansa sobre la espalda, es jalado hacia arriba “encapsulando” el cabello y cubriendo la cabeza hasta la frente. Sus puntas son jaladas hacia atrás rodeando la cabeza para finalmente, amarrarse a la altura del occipucio. Parece que no se usa solo, sino que se complementa con otras prendas. En la figura 4a vemos que sobre él se colocó un barbiquejo. En la figura 4b, está rodeado de una vincha. En la figura 4c, sobre la solera se colocó un turbante del tipo C de Donnan. En la figura 5 se observa un personaje que se ha colocado un pañuelo en la forma o tipo B.
Una tercera forma de colocarse el turbante descrita por Donnan, su tipo C, consiste en doblarlo diagonalmente dándole forma triangular y colocar la parte media de la tela en la mitad de la coronilla o a la altura de la frente. La tela se jala hasta el mentón rodeándolo y subiendo luego hasta la coronilla donde se amarra. En la figura 6, ejemplos a y c, y la figura 7, la posición inicial del turbante es la mitad de la coronilla, mientras que en la figura 6b, la posición inicial es la frente. La figura 6c es un ejemplo de turbante decorado. Otra vez observamos la combinación de diferentes turbantes en una sola puesta. En la figura 6a está cubriendo un pañuelo tipo B de Donnan, en la figura 6b estaría cubriendo un turbante tipo A, y en la figura 6c está cubriendo un turbante tipo B y una vincha (Donnan 2004: 58).
Vincha
Prenda en forma de cinta ancha que se coloca rodeando la cabeza a la altura de la frente, sin cubrir la coronilla. La posición inicial implica que se tomen las puntas y se acomode la parte media de la tela a la altura de la frente para, a partir de esa posición, empezar a rodear la parte superior de la cabeza una o más veces (generalmente dos), amarrándose de tal forma las puntas, hacia adelante (Fig. 9c) o hacia atrás (Fig. 9 a y b). Generalmente tienen decoración, con motivos geométricos y uno de los bordes aserrado.
Donnan (2004: 52-52) identifica una variante que tiene una tela adicional que pende en la parte central de la faja. En este caso la faja se coloca de atrás hacia adelante, de suerte que la tela adicional descansa a la altura de la nuca; tal como se observa en la pieza de la figura 8.
Prendas para el cuerpo
Son las camisas, camisones, cinturones o fajines, faldellines, mantas, los pañetes o taparrabos y las bufandas.
Camisa
Prenda con mangas o sin ellas, que cubre la parte superior del cuerpo, entre el cuello y la cintura (Figs. 10 y 11). Parece ser una prenda exclusiva de los guerreros en sus diferentes facetas rituales (guerrero, cazador de venados, recolector de caracoles, bailarín, corredor), de los cazadores rituales de focas, recolectores rituales de caracoles, pescadores rituales, así como algunos corredores. Las camisas de los guerreros son las más elaboradas, incluso algunas llevan objetos laminares de metal, sean placas o lentejuelas, que le dan a la camisa una apariencia de cota, aunque desconocemos si esa fue su intención.
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Camisón
Prenda larga, con o sin mangas, que pasa la altura de la cintura y que llega a veces hasta por debajo de las rodillas. Es una prenda tanto masculina como femenina (Figs. 12 y 13). Los hay de un tejido llano sencillo, sin decoración, mientras que los más elaborados pudieron llegar a tejerse con hilos de dos o más colores creando motivos, o cosiéndole placas de metal a manera de colgantes, o combinando ambas formas de decoración.
Cinturón o fajín
Cinto que se coloca a la altura de la cintura para sujetar el faldellín, adornar el pañete, o, en el caso de las mujeres, ceñir el camisón a la cintura. Algunos parecen ser sencillos, hechos de una tela llana, mientras que otros son decorados y muy elaborados (Fig. 14). Los personajes masculinos que usan camisón, generalmente no usan cinturón o fajín.
Faldellín
Es una tela de forma rectangular que se sujeta en uno de sus lados mayores a una tira que a la vez permite atárselo a la cintura (Fig. 15a). Una variante que se observa en la iconografía moche, presenta las pitas para amarrarlo en ambas partes laterales de la pieza (Fig. 15c). En otra variante del faldellín, la prenda está conformada por varias secciones que cuelgan a manera de flecos (figura 15b).
Técnicamente es una falda corta, que no pasa las rodillas, de uso masculino. En la iconografía, parece ser una prenda usada exclusivamente por la mayoría de los guerreros (Fig. 16), incluso en su faceta de sacerdotes, lanzadores de venablos, cazadores de venados, de corredores, de recolectores de caracoles y de bailarines. Los más elaborados llevan objetos laminares de metal cosidos, sean placas o lentejuelas.
En algunos casos, se observa corredores usando faldellín, aunque en la mayoría de las escenas, estos usan pañete.
Manto
Prenda que se usa a manera de capa (Fig. 17 a, b, c, d y e; Fig. 19). A veces, la manta se dobla y se usa colgando de la espalda, amarrado al cuello (Fig. 17f), incluso para cargar cosas (Fig. 17g; Fig. 18), y en el caso de las mujeres, para cargar a los niños (Fig. 17h).
Pañete o taparrabo
Es un tipo de calzón, de uso permanente, y exclusivamente masculino, aparentemente. No habría sido considerada una prenda íntima (Figs. 20 y 21). Consiste en una tela rectangular que tiene unas pitas en cada una de sus cuatro esquinas (Fig. 20a). La tela se pasa entre las piernas y se ata por medio de las pitas, a la altura de la cintura.
Faldellín trasero
Peculiar pieza que se cuelga a la cintura a manera de delantal a la inversa, y que cubre el trasero y parte de las piernas. En la figura 22, los cinco primeros personajes (a-e) forman parte de escenas de ofrendas o intercambio, mientras que el personaje de la figura 22f es un mítico adivinador o jugador.
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Bufanda
Prenda alargada y estrecha que rodea el cuello y se amarra en la parte posterior del cuello. Esta prenda es usada por músicos y bailarines (figura 23a, b, c y d), así como en escenas de lanzamiento de flores (Fig. 23e y f). Un personaje que participa en una escena de intercambio u ofrenda de alimentos parece también vestir este tipo de prenda (Fig. 23g)
Otros
En este grupo señalamos prendas textiles que complementa el vestido clásico moche, como las bolsas y las extensiones de cascos, tocados y armas.
Bolsa
Saco de tela que permite guardar y transportar objetos por medio de un asa hecha del mismo material para llevar a mano o colgada del hombro (Fig. 24 a y b).
Extensiones
Son prendas textiles alargadas, de forma variada, que cuelgan de los cascos, tocados, y armas de algunos personajes. A veces imitan la forma de las cabezas o colas de algunos animales, o de cuerpos de serpientes, etc. (Fig. 24c, d, e y f; Fig. 25). En algunos casos, se combinan con otros materiales como por ejemplo el metal.
CALZADO Y ORNAMENTOS CORPORALES
Poco se sabe sobre el calzado moche, y los materiales utilizados para su confección. Incluso, en la mayoría, si no todas las escenas iconográficas moches, los personajes humanos y míticos son representados descalzos, a veces con los pies y pantorrillas pintados. Pero sabemos que sí conocieron el calzado, tal como lo demuestra el ajuar funerario de las tumbas reales de los señores de Sipán, en el valle de Lambayeque, donde se registraron sandalias hechas de algodón y metal. Es posible que el calzado más sencillo, aquel usado por los comuneros, fuese hecho de fibras coriáceas, cuero y algodón, aunque desconocemos la frecuencia de su uso.
La iconografía demuestra que los moches usaron una gran variedad de ornamentos corporales. Lamentablemente, la iconografía moche solo representó, en los casos en que se involucran seres humanos o seres antropomorfos, escenas rituales y míticas. No se representaron personas comunes en situaciones comunes, de la vida diaria. Esto nos limita en cuanto a la capacidad de afirmar cuáles prendas estuvieron restringidas a determinados personajes y grupos sociales.
A priori, asumimos que los ornamentos más elaborados, tanto en el sentido técnico y artístico, como en la carga iconográfica y los materiales empleados pueden ser un indicador del grado de restricción que tuvieron. Por ejemplo, los moches usaron collares y pectorales hechos de cuentas (chaquiras) y colgantes de cerámica, hueso, conchas, piedras semipreciosas e incluso de metal. Siguiendo la reflexión arriba señalada, en principio su uso no debió estar restringido. Pero, en la medida en que su estructura (número de hilos) era más compleja, o que sus partes integrantes eran más numerosas, más elaboradas, o estaban hechas de un material especial (digamos metal o piedras semipreciosas), se convertían en bienes de prestigio, de uso restringido a las elites.
Diversos personajes masculinos usaron orejeras que, técnicamente, son un tipo de arete o pendiente de oreja. Solo un personaje femenino ha sido representado con orejeras en el arte moche: la divinidad femenina, la Gran Sacerdotisa, la diosa de la Luna. La iconografía y los objetos recuperados en los sitios arqueológicos, como Huaca de la Luna, nos muestran diversos tipos de orejeras, tanto fijas como pendientes, según se observa en las figura 26. En el grupo de las orejeras fijas tenemos las discoidales y las tubulares. La orejera discoidal tiene un vástago o tubo que nace de la cara interna del disco, que se introduce en el lóbulo de la oreja, sin necesidad de rosca para asegurarlo (Fig. 26 a, b y c; Fig. 27). La orejera tubular es, como su nombre lo indica, un elemento en forma de tubo que atraviesa el lóbulo (Fig. 26, d y e). El grupo de las orejeras pendientes lo conforman diversas formas colgantes, geométricas o escultóricas, que se sujetan al lóbulo por medio de un alambre a manera de gancho (Figs. 26, f, g y h; Fig. 28). Existen un tipo de falsa orejera, que son ornamentos con forma de orejeras discoidales, pero que no se fijan ni cuelgan de las orejas, pues no presentan vástago, sino que están sujetas a los cascos de los guerreros, o a los tocados de los sacerdotes u a otros elementos de adorno. De allí que presenten en su estructura cuatro perforaciones, dos arriba y dos abajo, para fijarlas, tal como se observa en los dos ejemplares de la figura 29.
Las narigueras son pendientes de estructura laminar que se coloca en los orificios nasales, sujetándose al cartílago blando de la punta nasal mediante presión, sin perforarlo (Figs. 30 y 31). De acuerdo a la iconografía (son usados por guerreros y sacerdotes), y al uso exclusivo de metal en su fabricación, se puede afirmar que son ornamentos de prestigio y de uso restringido. También existen otros ornamentos que claramente son bienes de prestigio y uso restringido, tales como las coronas (Figs. 32 y 33), las diademas (Figs. 34 y 35), las muñequeras, los tocados, entre otros.
LA VESTIMENTA SEGÚN EL GÉNERO Y LOS PERSONAJES
Apoyándonos en la información colonial mencionada y en el corpus iconográfico del que disponemos para la cultura Moche, podemos discernir cuáles son las prendas usadas por los hombres y cuáles las de las mujeres. Así, los hombres usaban los turbantes (pañetes) o vinchas, colocados y combinados de diferentes formas. Probablemente, en el verano solo usaban un taparrapo para cubrir sus partes íntimas, además del turbante o la vincha. En el invierno, usaban turbantes o las vinchas, además del taparrabo, y una camisa, a veces con mangas cortas, a veces sin mangas. Completaba el atuendo, una manta que a veces se usaba como capa, otras para cargar cosas, otras como tapete para sentarse. La vestimenta se complejiza en cuanto a elementos conformantes, en función de la ocupación, el rango o el estatus.
Dentro del género masculino, encontramos ocupaciones que les son tradicionalmente inherentes, tales como la de guerrero, corredor, recolector ritual de caracoles o cazador ritual de focas. Los guerreros visten un casco de forma variable, probablemente de madera, protegido o decorado con diferentes materiales, incluidas plumas, láminas de metal y forros textiles. A veces llevan el torso desnudo, cubierto de tatuajes o pinturas. Otras, el torso está cubierto por una camisa. Abajo, está cubierto por un taparrabo y un faldellín. Un cinturón o fajín completa a veces la indumentaria; de dicha prenda parece colgar el cuchillo ceremonial con hoja tipo tumi. Los sacerdotes, en cambio, llevan siempre un turbante y un camisón como vestimenta básica, además del manto. La indumentaria se complejiza en la medida en que aumenta su rango y status, especialmente en lo que se refiere al tocado. Los recolectores rituales de caracoles y cazadores rituales de focas visten camisa y taparrabo; en la cabeza exhiben penachos o coronas sujetados con una vincha, un turbante o un barbiquejo. En algunas escenas, se observa a guerreros participando en la recolección ritual de caracoles, identificables gracias al uso del faldellín, prenda que parece ser casi de su uso exclusivo.
La vestimenta de la mujer, en cambio, se basa en el uso de un camisón largo, por debajo de las rodillas, a veces ceñido al cuerpo por un cinturón. Cuando la cabellera es larga, trenzan el pelo con un tejido. En algunas escenas, llevan una manta sobre la espalda, o amarrada al cuello cargando un niño o una vasija. Al igual que en el caso de los varones, la vestimenta se complejiza en cuanto a elementos conformantes, en función de la ocupación, el rango o el estatus. La vestimenta más compleja que se observa en la iconografía, es la de la sacerdotisa de la Luna, la cual viste un camisón decorado, un manto, extensiones que parten desde el cuello a manera de bufandas, que terminan en cabezas de serpiente. En la cabeza llevan un tocado conformado por una corona, penachos y borlas.
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