El origen de Wari

En general, en la arqueología, las explicaciones acerca de los orígenes de las sociedades suelen presentarse como monocausales y/o deterministas. El materialismo histórico no ha escapado a este tipo de explicaciones, decantándose casi siempre por las explicaciones estrictamente económicas. Pese a esta tendencia, la economía tal como se entiende en los escritos de Marx es una economía siempre política, es decir que economía y política, en tanto practicas socioeconómicas y sociopolíticas, mantienen una dialéctica que es la que genera los fenómenos particulares de orden social, sobre todo los que llegan a estar institucionalizados. Condiciones materiales, formas de producción, propiedad y formas de control social son elementos interactuantes que conforman en un proceso irregular a las sociedades sobre todo de tipo estatal y es así como entendemos esta teoría que puede seguir siendo útil para explicar al fenómeno Wari, como muchos otros investigadores explícita o implícitamente han hecho.

Extracto del artículo: «Hacia una teoría arqueológica del estado en los andes
prehispánicos: los estados militaristas andinos»
Autor: Henry TANTALEÁN

De esta manera, a pesar que existe un gran problema en la investigación de las bases sociales del surgimiento de Wari, si asumimos que una base social como la Warpa podría ser el elemento básico para la creación de una formación económicopolítica Wari, es importante entender que los Warpa es una parte de esa cuestión o ecuación. Como muchos colegas han reconocido existe una gran influencia de la costa, concretamente de la zona de la Cuenca del rio Grande. De hecho, el rio Grande durante época Wari sigue teniendo gran importancia no solamente a nivel ideológico sino también económico-político estratégico. Así, la dialéctica costa-sierra, warpa-nasca explica en parte la aparición de lo Wari. Asimismo, es importante la decadencia de Nasca lo cual pone a uno de los “socios” en mejor ventaja. De esta manera, este primer acercamiento se asemeja en algo a los planteamientos asociados a lo conocido como teoría de “Peer-polity”, esbozada originalmente por Renfrew (1986) en la cual dos entidades políticas “compiten” por el poder dentro de un área geográfica en la que ambos conviven. Para ello, también hay que ver un poco más de cerca lo que pasaría en el valle de Huarpa mientras Cahuachi, el principal asentamiento de la época está en pleno apogeo en la cuenca del rio Grande en la costa. Debe existir algún tipo de asentamiento que este mostrando algún tipo de formación de tipo elite. Las causas de esta existencia de elite se explican sin ningún problema por la tradición local pero sobre todo por un aparente control importante de la zonas agrícolas y ganaderas más productivas pero, sobre todo, por una relación entre diferentes espacios ecológicos, uno de los más importante desde el punto de vista económico y político posiblemente el de Nazca. El sitio de Ñawimpukio ya planteado por Lumbreras en su momento sigue siendo ese candidato antecesor de lo Wari, aunque también siguiendo a Isbell no debemos de dejar de lado al mismo asentamiento de Huari previo al siglo VI durante su denominada fase Ocros (400- 600 d.C.).

Arqueologia del Peru
Arqueologia del Peru

Asimismo, no debemos dejar de lado el componente altiplánico que ha demostrado tener mucha importancia a nivel ideológico pero seguramente a nivel político. La sociedad Tiwanaku tiene una mayor profundidad histórica y su existencia también habría promovido relaciones con diferentes sociedades de los andes centro sur del Perú entre ellas la de Ayacucho. Sin llegar a tener que hablar de una relación directa vía colonización, si existiese alguna elite local o una comunidad fuerte abierta a la posibilidad de generar asimetrías socioeconómicas y sociopolíticas, el referente Tiwanaku no solo ideológico sino a nivel de colonizaciones como las de los valles occidentales, cuenca norte del Titicaca y yungas orientales serían

experiencias muy importantes e influenciarían de alguna manera a la formación del estado Wari. Asimismo, otras sociedades de diferentes niveles de organización económica y política, retomando el concepto de “desarrollo desigual”, serían muy importantes para entender las relaciones intersociales en la época previa al surgimiento de Wari. El establecimiento de la capital de este estado en ese proceso, bien podría estar relacionado con un modelo de articulación y apropiación de espacios económicos, políticos e ideológicos.

CAUSAS DE LA EXPANSIÓN WARI
A medida que el proceso de fundación y crecimiento de la ciudad de Huari como correlato del empoderamiento de la elite se iba haciendo más claro, la expansión fue una consecuencia de la necesidad de reproducir objetivamente al grupo en el poder político y económico. Y esto se da porque los recursos materiales deben de proceder en mayor cantidad y calidad de las zonas bajo control de la elite Wari. Aquí ya estamos en un proceso que los arqueólogos han fijado en el siglo VII d.C (McEwan 1996, Isbell 1991: 34, Williams 2001). Obviamente, este proceso de expansión basado, sobre todo, en cuestiones económicas no puede dejar de estar vinculado plenamente con la cuestión política, como decíamos, ambas cuestiones no pueden ser separadas y conviven en tanto prácticas sociales, en este caso del grupo dominante. Así, las causas fundamentadas en las necesidades cada vez mayores y diferenciadas de la elite y de los habitantes de la ciudad-capital misma y otros centros administrativos dentro del valle generarán campañas de control de nuevas zonas. Obviamente, muchas sociedades pueden haberse anexado a Wari por cuestiones políticas (alianzas) pero en el caso en que las sociedades no hayan aceptado o soportado ese control, necesariamente debió darse el conflicto. Muchas veces este conflicto puede dejar huellas en el registro arqueológico (saqueos, incendios, campos de batalla, armas, traumas, representaciones, etc.) pero también si consideramos, tal como hemos hecho arriba, la violencia institucionalizada y sus formas materiales en los andes, es posible que no encontremos muchas de estas huellas. Quizá, uno de los correlatos más potentes que tenemos son los encontrados por Tiffiny Tung (2012) en diversos contextos bioantropológicos en sitios Wari. Adicionalmente, es importante tener en cuenta la geopolítica durante la expansión Wari, pues sociedades vecinas pueden haber actuado como detonantes de la expansión, en el sentido que las elites comienzan a entender el papel de ellas en su desarrollo unilateral y también que dichas sociedades son competidores en potencia si es que ya no lo son. Asimismo, un estado en expansión necesitará los recursos humanos y naturales acumulados o por generar que se encuentran bajo posesión o control de otro grupo o, incluso, comenzarán a interesarse por lugares que contengan importancia ideológica. En ese contexto, no podemos dejar de lado que la expansión de Wari también podría relacionarse a una prolongada sequía (562- 594 d.C.) que obligó a las elites a buscar sus recursos en zonas alejadas de Ayacucho (Williams 2013).

Por lo anterior, es necesario adicionar a las causas económico-políticas causas ideológicas, las cuales en sociedades como las andinas son muy importantes también para controlar a las poblaciones y las nuevas zonas de extracción de recursos naturales. Un ejemplo de esto, quizá sea, la ocupación Wari del sitio de Cerro Baúl en Moquegua.

LAS FORMAS DE EXPANSIÓN DE WARI
Como vimos arriba las formas de expansión, si se quiere tomando el modelo Inca (D´Altroy 1992), necesariamente son limitadas por las condiciones materiales andinas prehispánicas. Definitivamente, la forma más importante para expandirse fue la conquista por medio de la fuerza, la forma violenta, es la forma más extrema de control y dominación social de una sociedad sobre otra. Esta se dio en territorios principalmente de la sierra centro y centro sur con algunos enclaves en la sierra norte como puntos de avanzada en la conquista de nuevos territorios. Sin embargo, parece que esta expansión hacia la sierra norte no terminó de consolidarse. Como hemos visto, hay varios indicadores arqueológicos que plantean la existencia de una violencia coincidente con la expansión territorial de la sociedad Wari en el mundo andino. La segunda forma de expansión Wari debió haber sido una forma de alianza entre las elites Wari y las elites locales de otros territorios. Dichas elites no Wari devendrían en elites intermedias en un contexto mayor relacionado con Wari, y que administrarían en nombre de los ayacuchanos a las regiones asimiladas o anexadas al Imperio Wari. A un nivel de mayor compromiso con las elites Wari, las elites locales asumieron todas las características de la sociedad Wari. A un nivel de menor compromiso, las elites solamente consumieron artefactos de estilo Wari o simplemente los imitaron. Una tercera forma de expansión Wari seguramente fue la alcanzada a través de medios religiosos, forma que todavía se puede encontrar en poblaciones que reproducen ese control de tipo teocrático que se dio en las sociedades formativas precedentes (Tantaleán 2012). La inserción de diferentes grupos en movimientos religiosos y la vinculación de las poblaciones en peregrinajes multirregionales hacia centros políticos religiosos Wari funcionan como parte importante en la estrategia de control de las poblaciones durante el Imperio Wari. La cuarta y última forma de expansión de Wari sería una en que las mismas comunidades o sociedades se habrían vinculado directamente y libremente como poblaciones autónomas y asumirían el control de Wari a través de la capital misma o de los centros provinciales. Así, también vemos que no solamente el control se da de arriba hacia abajo sino que las mismas poblaciones pueden acceder a Wari por interés propio.

EL MANTENIMIENTO Y REPRODUCCIÓN DEL IMPERIO WARI
Un aspecto muy importante es que, visto como un proceso en flujo constante con altas y bajas, el mantenimiento del Imperio Wari fue una cuestión que consumió muchos recursos humanos y naturales. De esta manera, la misma expansión del imperio supuso una necesidad de recursos cada vez mayor y diversificada, sobre todo. Así, esta inversión en la infraestructura y en el sustento de los funcionarios del estado es una parte muy importante a tomar en cuenta para la existencia del Imperio Wari. Asimismo, este mantenimiento que, obviamente se hizo con mano de obra, necesitaría de una justificación para tal esfuerzo. Como ya varios autores han señalado (por ejemplo, Nash 2012, Rosenfeld 2012), muchos de los sitios administrativos Wari y la misma ciudad-capital eran espacios en los cuales se instalaban lugares específicos para la celebración de grandes festejos en los cuales se hacían intercambios de objetos y comidas y, por supuesto, de información orientada hacia objetivos concretos. En ese sentido, la reproducción del estado Wari, se habría servido de tales fiestas para mantener el control y justificar el estatus quo de su elite. Asimismo, habría sido necesario algún tipo de trabajo forzado como la mit´a en el imperio Inca. Este necesariamente es un trabajo no voluntario sino que a manera de tributo o simplemente enajenación de la fuerza de trabajo se habría dado para mantener dicho estado y su materialización en infraestructura y producción consumida por las elites locales y ayacuchanas. Necesariamente este trabajo no voluntario debería haberse conseguido a través de la fuerza o la amenaza de ejercerla por parte de la elite Wari o las elites intermedias. En algunos casos, este mantenimiento de los centros provinciales Wari fue exitoso pero también en algunas situaciones tuvieron que ser abandonados14.

¿QUÉ TIPO DE ESTADO FUE WARI?
Así, después de todo lo anterior vertido, sería necesario establecer qué tipo de estado habría sido Wari. Pero antes, me gustaría decir que no sería Wari. Obviamente, Wari no es una sociedad de tipo comunitario ni una “jefatura compleja”, “cacicazgo”, “curacazgo”, señorío o “sociedad intermedia”. Su expansión por más reducida que se pueda creer siempre alcanzó una extensión física suficiente bajo cualquier propuesta teórica para confirmarse como un estado. Incluso, reconociendo que este haya sido una “ciudad-estado” o restringido a la zona del valle de Ayacucho la jerarquización de los asentamientos y el mismo entramado de la ciudad nos refiere a la existencia de una serie de grupos sociales diferenciados y excluyentes entre sí. Asimismo, no creemos que Wari haya sido solo un movimiento religioso en el cual muchas elites y/o comunidades se hayan entrelazado entre sí alrededor de la ciudad de Huari por una cuestión eminentemente ritual, cultista o de peregrinación. Creemos que una religión de tal magnitud y espectro no podría haber generado tal cantidad de infraestructura y, sobre todo, de cánones estilísticos tan estandarizados en su producción en una zona tan amplia e incrustarse de tal manera en las áreas fuera de Ayacucho e, incluso, en áreas que ya tenían una tradición religiosa muy importante previamente.

Asimismo, tampoco creemos que Wari haya sido un estado laxo que haya establecido relaciones débiles con otros estados (v.gr. “estado segmentario” sensu Southall 1956). Su intromisión en áreas nuevas y alejadas de su lugar de origen así lo certifica. Su existencia y presencia claramente modificó las prácticas sociales y espacios sociales de una manera tan dramática para que solo haya sido un estado más en el universo andino de los siglos VI al XI. Nosotros creemos que Wari, efectiva y objetivamente, fue un Imperio en el sentido como se entiende, por ejemplo, al Imperio romano de su época expansiva, salvando las distancias. Obviamente, el mundo andino le confirió una serie de características a este Imperio en tanto formación histórica original y local. Por eso, a un nivel más profundo, tendríamos que aceptar que las formas económico-políticas variaron en algo con respecto a otros ejemplos imperiales. Por ejemplo, la no existencia de dinero o moneda es un elemento que no permitió la acumulación de riqueza, especialmente de la elite, de la manera en que se dio en otros imperios conocidos. Asimismo, esa inexistencia de dinero condicionó las formas de intercambio entre seres humanos, lo cual se puede reconocer en lo que pudo haber sido un trueque realizado en los espacios controlados por el Imperio Wari y que necesitó, para su aprovechamiento por parte del estado, ser gestionado en esos espacios del estado Wari para poder ser canalizados hacia sus intereses propios. Obviamente, la inexistencia de moneda hizo que las relaciones sociales fuesen mucho más “intimas” en el sentido en que no existió un medio de cambio entre personas, lo cual explicaría que las relaciones sociales fuesen mucho mas importantes a la hora del intercambio de productos. Asimismo, esto imposibilitaría el pago de impuestos en moneda al estado, lo cual devendría que se siguiese utilizando el pago de estos mediante el trabajo humano o de productos.

Asimismo, la forma de control social no solamente fue a través de la fuerza sino también a través de la religión una forma que estaba muy relacionada con tradiciones más tempranas existentes en el mundo andino. Finalmente, la forma de agregación social difirió, como lo han señalado otros autores (Makowski 2012) de las formas imperiales en otras áreas. En este caso, salvo algunas grandes concentraciones humanas como Huari o Conchopata, en general, estamos ante un patrón de poblamiento disperso (lo cual también estaría relacionado con que la forma de reproducción social era mayoritariamente a través de la producción en unidades domesticas cercanas a los campos de cultivo o pastoreo). Sin embargo, lo que sí se puede ver es que esta tendencia hacia la concentración de poblaciones se dio en el Horizonte Medio donde por ejemplo se funda una gran cantidad de asentamientos Wari o relacionados con Wari. Asimismo, la agregación social sin necesidad de ser permanente, no excluyó la concentración temporal de poblaciones para la realización de actividades oficiales y su consecuente aprovechamiento para tareas estatales. Por todo ello, para nosotros Wari es un Imperio de tipo militarista con particularidades andinas, en el sentido en que hemos planteado líneas arriba. Obviamente, se necesita mayor trabajo de campo para afinar nuestros planteamientos pero creemos que podemos avanzar más seguros con indicadores contrastables empíricamente y, sobre todo, otorgándole a las formaciones históricas andinas la posibilidades de ser originales con relación a otras sociedades del mundo, sin dejar de comprender que, al final, más allá de esas particularidades, imperios como el Wari, forman parte de la compleja historia de la humanidad que muchas veces, y sorprendentemente, se asemejan a otras realidades sociales del mundo.

OTROS ESTADOS MILITARISTAS ANDINOS
Aparte del caso del Imperio Inca que ya ha sido definido por otros investigadores y que siguiendo los indicadores aquí planteados encaja claramente dentro de un estado militarista andino, otros casos pueden ser planteados aquí. Sobre todo estos casos se pueden tomar en cuenta a partir de la desaparición de Chavín de Huántar como estado teocrático andino y sus similares (Tantaleán 2012: 63). El caso más relevante aquí es el Estado Chimú (1100-1470 d.C.) de la costa norte peruana el cual, además, fue un importante rival del mismo estado Inca.

Otros posibles candidatos serian estados que no llegaron a consolidarse como Imperios pero que se encontraban en una situación de expansión. El caso del estado Moche (350-900 d.C.) parecería ser uno de ellos, aunque posiblemente no llegó a consolidar ni unificar su poder económico y político tal como lo plantean recientemente sus principales investigadores. Más allá de estos dos ejemplos, queda claro que existieron sociedades andinas prehispánicas que no tuvieron la capacidad real para poder invadir otras sociedades y, posiblemente no tuvieron dicha intención. Así, en el futuro será necesario seguir investigando otras formas políticas existentes aun en el espacio andino. Lo más importante aquí es reconocer que existieron formas socioeconómicas y sociopolíticas con peculiaridades andinas que fueron similares a otras en el mundo en base a sus elementos fundamentales y esenciales. Así pues, el desarrollo de una teoría arqueológica sobre el estado andino prehispánico necesariamente tendrá que abocarse al estudio de estos casos y, en última instancia, encontrar la negación dialéctica de los mismos estados: las sociedades no estatales andinas.

Contextos funerarios y ritualidad durante el Horizonte Tardío en el valle de Tambillos, Áncash

En el marco del Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca tramo Huánuco Pampa – Huamachuco, del Proyecto Qhapaq Ñan, desarrollamos el estudio del centro administrativo– ceremonial Soledad de Tambo. Tambo Inca que, entre los siglos XV y XVI d.n.e., articuló el manejo del territorio vinculado al grupo étnico Pincos con el Tawantinsuyu.

En el presente artículo se expondrán los resultados de la intervención arqueológica realizada en la kancha, y el ushnu de Soledad de Tambo. Se pondrá especial énfasis en el análisis de los contextos funerarios hallados, problematizando sobre su relevancia tanto en el paisaje ritual, así como en el proceso de integración sociopolítica del valle de Tambillos al Tawantinsuyu.

Los incas en el valle de Tambillos12

El valle de Tambillos fue el escenario central del proceso de integración de los pincos al proyecto geopolítico del Tawantinsuyu entre los siglos XV y XVI. Se trata de una zona que abarca diversos pisos ecológicos, entre 4,500 y 2,500 m s. n. m., y es un importante enclave de economía agrícola ganadera. La presencia inca en

.la zona se expresa en los asentamientos administrativos ceremoniales, especialmente en el sitio Soledad de Tambo, y el mismo camino inca, lo cual evidencia la incorporación y el uso político-ideológico por parte del Estado inca de elementos clave de un paisaje ritual en el ámbito provincial.

Desde las alturas de Huaga Punta hasta el fondo del valle del río Puchca, el camino incaico se extiende principalmente por laderas. Consiste en una plataforma de corte talud con muros de sostenimiento y un ancho variable desde 1.3 hasta 8 m. Asimismo, se encuentra asociado directamente a cinco sitios arqueológicos de filiación inca: Huaga, Tambillos, Huagancu, Soledad de Tambo y Ushnu Cruz (Chirinos, Borba y Hurtado, 2011).

Aunque la relación entre los sitios incas identificados en el valle todavía está por definirse, a grandes rasgos podemos decir que el de Huaga es evidentemente ceremonial. Este se localiza en un área estratégica con un dominio visual completo del valle y probablemente estuvo vinculado con los ritos asociados al cerro tutelar, o hirka, Anco. Por su parte, Tambillos es en apa-

riencia un pequeño tambo que serviría para controlar la parte alta de la quebrada y los accesos a Anco; además, se vincularía a la zona ganadera. Finalmente, al estar asociado directamente a un sistema de andenería inca, Ushnu Cruz fue con probabilidad un centro administrativo ceremonial de la producción agrícola en andenería de la parte baja del valle de Tambillos (Vizconde, Chirinos y Hurtado, 2009). Parte de esa producción debió llevarse hasta las colcas de Huagancu.

Es probable que toda la dinámica de la vida política, social, económica y ritual del valle de Tambillos tuviera como centro al sitio Soledad de Tambo. Este se encuentra a 3657 m s. n. m., en el poblado homónimo, y ocupa una planicie en la parte media de una ladera en la margen izquierda del río Tambillos, en las faldas de los cerros Huaguinaj, Llalliraq y Ruku Pauman, con un área de aproximadamente 19.6 ha.[1] Se trata del asentamiento más extenso del valle de Tambillos; fue un centro administrativo y ceremonial inca donde se conservan estructuras como un ushnu, qolqas, kallankas y kanchas. El Qhapaq Ñan lo atraviesa, pasando al lado del ushnu (conocido en la zona como Ecala Machay). Desde este asentamiento parten además diversos caminos secundarios que comunican con los sitios y hirkas más importantes de los alrededores. Por su magnitud y características formales, fue un centro provincial inca en el territorio de los pincos.

Para facilitar su comprensión, lo sectorizamos en tres partes: el sector público y residencial, el ceremonial y el de almacenes o qolqas.

Soledad de Tambo: sector público y residencial

La época inca, en este sector, se caracterizó por una ocupación efímera, estratigráficamente asociada a las capas donde se asentaron los cimientos de gran parte de la arquitectura. Se reconocen dos componentes básicos de esta fase: un conjunto de seis recintos rectangulares asociados a dos espacios abiertos, identificados como kanchas; y contigua a este, una plaza rectangular en cuyo extremo oeste la delimitan dos kallankas (Figura 1).

Los recintos de planta rectangular tienen dimensiones de 10 a 13 m de largo y de 5 m de ancho en promedio. En el interior se puede apreciar hornacinas asociadas en los cuatro muros y dos vanos de accesos que llevan a sendos patios contiguos. El exterior de los recintos se caracteriza por la presencia de muros con doble zócalo, así como por el desarrollo de surcos de cimentación en algunos muros. Estos atributos parecen corresponder a técnicas constructivas locales que fueron incorporadas durante el proyecto constructivo de Soledad de Tambo (Chirinos y Ríos, 2022).

Contextos funerarios en la kancha

Figura 1. Kanchas y kallankas inca Soledad de Tambo (foto: Javier Rojas).

El contexto funerario 1 (CF 1) fue hallado dentro de la unidad de excavación 5 (Figura 2), en el pasadizo formado entre los recintos 5 y 6 de la kancha residencial. Es importante mencionar que este pasadizo se encuentra alineado por el este con Ichiq Wiñaq y por el oeste con Pincosh, dos de los cerros tutelares más importantes de la zona. La excavación realizada en este pasadizo evidenció que la boca de la cista[2] del contexto funerario estaba relacionada con el inicio de la construcción de ambos muros. La boca era circular y tenía una matriz de tierra arcillosa y orgánica. Al interior se encontró un individuo, con orientación noreste, en posición decúbito

lateral derecho, flexionado, y con dos vasijas fragmentadas, una olla que le cubría completamente el cráneo y un cántaro a uno de sus lados (Figura 3). Las características estilísticas de las vasijas son similares a la cerámica local del Periodo Intermedio Tardío y a la del grupo étnico de los pincos. Según el análisis bioantropológico,[3] la causa de muerte es indeterminada y se trata de un adulto de sexo femenino, con una edad promedio entre 35-38 años. El mal estado de conservación no permitió estimar su estatura, pero sí algunas patologías como el marcado desgaste en la cara lingual de los dientes de la mandíbula y maxilar, lo que sugiere un uso constante de los mismos a manera de fricción. El estado fragmentado del cráneo impidió identificar la modificación cefálica; sin embargo, según se pudo ver en las fotos tomadas en campo, podría tratarse de una del tipo tabular oblicuo pseudoanular en grado severo. En las articulaciones de los miembros superiores se observó artropatías leves y, por otro lado, se encontró también pigmento rojo asociado al hueso temporal (Figura 4), que podría tratarse de cinabrio, mineral muy utilizado en ritos funerarios desde el Periodo Formativo (Kaulicke, 1997).

Figura 2. Plano de la kancha con unidades de excavación señaladas con circulo rojo (Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco).

El contexto funerario 2 (CF 2) (Figura 5), localizado en la unidad de excavación 6, se encontró al lado externo del muro del recinto 6. La boca de la cista de este contexto estaba relacionada estratigráficamente con el inicio de la construcción del muro. El individuo en el interior se encontró en posición flexionada con dirección noreste, reposando sobre una capa de piedras angulosas que también revestían el interior de la cista. Los análisis biantropológicos[4] señalan que se trata de un cuerpo de sexo femenino con una edad promedio de 19 a 21 años, con una estatura aproximada de 144.5-147 cm ± 4 cm. Se encontraba en buen estado de conservación; pudo observarse periostitis inactiva en miembros inferiores (fémur y tibia), lo que sugeriría que, en vida, la persona superó una infección sistémica que generó capacidad de respuesta ósea. El cráneo presenta microporosidades en el occipital, sin embargo, no hay indicadores que sugieran hiperostosis porótica propiamente. La modificación cefálica es de tipo tabular oblicuo pseudoanular en grado severo con asimetría hacia la derecha (Figura 6) y, de otro lado, los molares de la mandíbula y maxilar presentan desgaste oclusal sin erupción de dentina. Entre las ofrendas del individuo se registró un pequeño cántaro de 11 cm de alto con el borde y labio completamente fracturados; asimismo, se hallaron las osamentas de un roedor. Las características del cántaro muestran similitudes con la cerámica local del Periodo Intermedio Tardío, vinculada al grupo étnico de los pincos. Adicionalmente, se halló un par de tupus de madera que pudieron haber sido parte de su vestimenta. En los contextos funerarios 1 y 2, la modificación cefálica que presentan los individuos tiene similitud con las registradas en los restos óseos del sitio Marcajirca (Ibarra, 2009), lo cual podría sugerir que se trataba de una práctica local preinca característica de esta región.

Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco).

Figura 8. Fractura cortante en malar izquierdo (foto: Lucía Watson).

El contexto funerario 3 (CF 3) (Figura 7) fue hallado en el pasadizo formado entre el muro perimétrico de la kancha y el recinto 3, dentro de la unidad de excavación 9. La boca de la cista, al igual que en los casos anteriores, también se encontraba asociada al inicio de la construcción del muro del recinto mencionado.

 

Al interior se halló un individuo en posición flexionada. El análisis bioantropológico[5] indica que se trata de uno de sexo masculino, con una edad promedio de 25-30 años, con una estatura aproximada de 163.1-164 cm ± 3 cm y en buen estado de conservación. Pueden observarse en él diversas paleopatologías y traumatismos perimortem. Respecto a las primeras, tenemos, a nivel de los miembros superiores e inferiores, marcadas inserciones musculares, lo que sugiere que, en vida, el individuo realizó actividades repetitivas y de esfuerzo y es compatible con la presencia del nódulo de Schmorl en las vértebras lumbares, que también indica actividades que generan compresión en esa zona de la columna, como sería el levantamiento de peso. Respecto a las huellas de traumatismos perimortem, se observó, en la mitad media del parietal derecho del cráneo, una fractura de forma redondeada con bordes definidos que no llegó a perforarlo; ligeras depresiones focalizadas sobre la zona media de los parietales, y, en el malar izquierdo, una fractura cortante (Figura 8). En la clavícula derecha se identificó un corte causante de la separación del extremo distal, lo que podría considerarse de una letalidad de grado 3, ya que pudo afectar a la arteria subclavia. También se registraron fracturas en la costilla 5, posiblemente provocadas por compresión a nivel del pecho.

Figura 9. Vasija escultórica chimú-inca (Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco).

Adicionalmente, se observaron cortes en los miembros superiores, específicamente en el cúbito y radio izquierdos; el más severo generó un desprendimiento de apófisis estiloides del cúbito derecho. Los miembros inferiores también registran cortes, como en la epífisis proximal el fémur derecho posterior, el peroné derecho en el extremo distal y también la tibia en la apófisis estiloide. Todos estos traumatismos sugieren que el individuo pudo haber tenido una muerte en circunstancias muy violentas.

A diferencia de anteriores contextos, llamó la atención la presencia de algunos elementos que acompañaban al individuo: una vasija escultórica que representa a un músico tocando una tinya con un ave parecida al tucán (familia Ramphastidae) atrás de él, pieza con un acabado superficial pulido/bruñido y que pasó por un tratamiento de cocción en atmosfera reductora, de estilo Chimú-Inca y colocada en posición invertida cerca al cráneo (Figura 9); una vasija con pedestal y asa de canasta de estilo Inca Imperial, con acabado superficial alisado y tratamiento de cocción en atmosfera oxidante; dos cuentas, posiblemente de crisocola, que no son elementos propios del lugar, pero sí han sido halladas en diversas tumbas de la costa norte vinculadas a sacerdotes moche (Castillo, 2000); y una coloración verdosa en el parietal izquierdo, posiblemente por contacto con algún objeto de cobre, metal que solían colocar los chimú sobre la cabeza y extremidades de los individuos enterrados (Chauchat y Guffroy, 2003).

Adicional a los tres contextos funerarios mencionados, en la esquina suroeste de la kancha inca, junto al muro perimétrico de la misma, se halló el entierro de un cánido (Canis familiaris), el cual fue dispuesto en el interior de una zanja de cimentación, durante la construcción de los basamentos del muro que delimita la kancha. Reportes similares se tienen de la Pirámide con Rampa 7 del Santuario de Pachacamac (Pozzi- Escot et al., 2012) y la Huaca 33 del Parque de las Leyendas (Segura et al., 2016). El análisis de la osamenta mencionada aún está en proceso.

Sector ceremonial: el ushnu de Soledad de Tambo

Los ushnu eran plataformas ceremoniales incas cuya función era la realización de libaciones en determinadas fechas, de acuerdo con el calendario estatal

(Zuidema, 1989; Pino, 2005). Según Pino y Moreano (2013), las libaciones estarían orientadas a la veneración de las hirkas, o deidades locales, y al Sol —o Punchao—, principal deidad de los incas. En este sentido, los ushnu congregaban a las divinidades del territorio con el dios imperial y el hijo de este —que era el propio Inca—. Conformaban los puntos de reunión donde se convocaba a los ancestros locales, representados en sus ídolos, mallquis y curacas (Pino, 2010; Monteverde, 2010), que acudían a beber con el Punchao. Estas plataformas se construyeron en emplazamientos que posibilitaban una visibilidad privilegiada de las huacas locales, para el establecimiento de una relación tangible entre el Inca y estas durante los ritos ceremoniales.

Figura 10. Modelación 3D del ushnu de Soledad de Tambo (elaboración: Sandro Santos)
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El ushnu de Soledad de Tambo, denominado por los pobladores locales como Ecala Machay,[6] está conformado por una plataforma trapezoidal de 14.2 a 15.9 m de ancho y 19.8 a 21.7 m de largo, presenta muros de contención perimetrales y una altura de 3.80 m aproximadamente. Tiene orientación noreste y conserva en la parte superior un pozo de ofrendas de estructura rectangular, elaborado con piedras finamente labradas de estilo Inca Imperial (Chirinos, Borba y Hurtado, 2011) (ver Figura 10).

 

Es importante mencionar que desde el ushnu se proyectan una serie de líneas visuales hacia lugares de carácter ancestral. Por ejemplo, al proyectar dos líneas diagonales desde las esquinas opuestas del ushnu, estas se conectan con las cimas de los hirkas locales, y unen así los puntos referenciales de ambos lados de la quebrada. De este modo, el alineamiento de oeste a este conecta visualmente al ushnu con la cima del cerro Wiñaq, y el de norte a sur, con el Anco[7] (Chirinos, 2017).

Las crónicas también mencionan a las deidades de esta región. Se sabe que para inicios de la Colonia, en 1581, existía el culto al cerro Anco, como se indica en «La instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus camayos y haciendas», donde Cristoval de Albornoz (1967 [1582]), menciona: «Ancovilca,[8] guaca prencipal de los indios guanocos pincos, es una piedra questá en un cerro pequeno junto al pueblo de Pincos»

(Albornoz, 1967 [1582], p. 30).[9]

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Contexto funerario en el ushnu

Durante la excavación de una trinchera en la parte central del ushnu se localizó el contexto funerario 4 (CF 4). En la capa 3B, un nivel por debajo del pozo de ofrendas, se halló un individuo en posición decúbito dorsal[10] con los brazos flexionados hacia el pecho, orientado hacia el este, y, junto él, a la altura del fémur derecho, se encontró otro individuo de unos seis meses de edad aproximadamente (Figura 11). Como objetos asociados se hallaron tres artefactos de piedra, cinco tiestos, un artefacto de hueso de animal junto a los huesos de la mano derecha y una aguja de cobre en contacto con el borde esternal de la cuarta costilla izquierda, lo cual dejó una tinción de cobre sobre la zona mencionada (Chirinos, 2017). El perfil biantropológico[11] señala que se trata de un individuo de sexo masculino, con un rango de edad entre 25-30 años, considerado adulto joven, con estatura aproximada de 162.2 ± 3.4 cm,[12] en buen estado de conservación y completo en un 95 %. También se registraron paleopatologías, como hipoplasia dental en los caninos inferiores, desgaste excesivo en los caninos e incisivos superiores (mayor en el lado derecho), marcado estrés del lado derecho en ATM (articulación temporomandibular), remodelación del hueso en el parietal y occipital por posible infección del cuero cabelludo, ya curada al momento del deceso del individuo.

Asimismo, se observó, en las extremidades inferiores, polidactilia[13] en el pie derecho (metatarso 5 con dos cabezas; cada una tiene su propia falange proximal) (Figura 12) y sindactilia[14] en las falanges intermedias y distales del pie. El sacro y coxis estaban fusionados al igual que el cuerpo del esternón con el apéndice xifoides, los cuales presentaban dos aperturas, una grande en el cuerpo y otra pequeña, en el apéndice xifoides. También se observaron fracturas antemortem[15] en ambos huesos nasales, depresión por fractura en las márgenes superior e inferior de la órbita derecha y fractura transversa del proceso frontal del maxilar, todas con evidencia de una adecuada regeneración ósea. De la misma forma, se identificaron fracturas perimortem[16] que se consideran de gravedad, una en la parte superior izquierda del tórax que involucra al esternón, la clavícula y las costillas 1 a 3; otra en la parte distal del proceso espinoso de las vértebras cervicales 3 y 4, y una lesión por un objeto punzocortante que generó una muesca entre la lumbar 5 y la sacra 1. Otras lesiones de menor riesgo se sitúan en los miembros superiores: una fractura simple transversa en el húmero derecho, así como fractura en ambas escápulas a nivel del cuerpo y la espina escapular; a nivel del cráneo había daño en el cóndilo occipital izquierdo y trauma en la órbita izquierda (depresión que ingresa en el seno frontal). Por todas las lesiones mencionadas es posible que el individuo haya fallecido en un ambiente muy violento..

Adicionalmente se realizó un análisis de isótopos de ADN, C13 (carbono 13), C14 (carbono 14) y Sr86 (isótopo de estroncio), en el Laboratorio de Paleogenética de la Universidad de California Santa Cruz.[17] El examen de ADN solo se realizó al infante y concluyó que se agrupa con otros individuos de los Andes del norte del Perú y cerca de dos individuos del sitio arqueológico Macajirca —localizado al noreste de Soledad de Tambo a 8 km de distancia aproximadamente—, que data del Periodo Intermedio Tardío. Los valores de C13 obtenidos para el individuo adulto, debido a las diferentes rutas fotosintéticas de la planta (C3, C4 y CAM),[18] se pueden asociar a diversos alimentos vegetales ingeridos. Los valores que van alrededor del 13 ‰, como los obtenidos de la muestra, corresponden a plantas que usan la ruta C4; entre ellas se incluye a las de clima más cálido como el maíz.

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El análisis de C14 realizado al individuo adulto nos indica dos periodos dentro de los cuales el sujeto pudo haber fallecido, uno de 1466-1528 d. C. con una probabilidad del 66 % y otro de 1557-1618 d. C. con una probabilidad del 34 %.[19]

El valor de Sr87/Sr86 obtenido en el infante es de 0.709,

lo cual sugiere que una relación con la zona de Conchucos (Áncash), cuyos valores medios por unidad geológica van desde 0,7078 a 0,7212 dentro de una distancia de 10 km.[20]

Conclusiones

En conexión con el ushnu, principal estructura ceremonial inca y escenario de libaciones y sacrificios, se articuló mediante alineamientos visuales un conjunto de marcadores paisajísticos significativos localmente[21] (Chirinos, 2017). El ushnu se erigió sobre una estructura más antigua (la cual pudo tener una importancia ritual en el ámbito del valle de Tambillos) y vinculada a la huaca local de Azul Rumi (Chirinos y Ríos, 2019).

También las kanchas fueron construidas sobreponiéndose a ocupaciones precedentes y alineadas con los hirkas locales. De igual manera, el establecimiento de una red de caminos y sitios relacionados con los elementos o puntos geográficos de carácter sagrado, vinculados a las hirkas del territorio, muestran una resignificación del paisaje local. En estos marcadores paisajísticos ceremoniales, el Inca afirmaba alianzas de parentesco con las hirkas, ídolos, curacas y mallquis locales. Todos estos elementos conformaron un nuevo paisaje ritual que era ratificado en la memoria colectiva mediante la realización de festividades24 ceremoniales en determinados momentos del año.[22]

Es significativo que en estos marcadores paisajísticos se hayan encontrado los entierros (CF 1, CF 2, CF 3 y CF 4), que muy probablemente fueron realizados durante rituales ceremoniales. Los tres entierros localizados en una de las kanchas fueron colocados en lugares y momentos significativos: en esquinas y pasadizos —los que presentan alineamientos visuales con los hirkas del entorno—, y, de acuerdo con la correlación estratigráfica, al inicio de las construcciones de los recintos de la misma kancha.

El hecho que uno de los individuos enterrados (el del CF 3) presente marcas que indican una muerte vio-

lenta, sugiere que su entierro se dio en un contexto de sacrificio ritual.[23] Si bien no se ha podido determinar la causa de muerte de los individuos en CF 1 y CF 2, la ubicación estratigráfica de los entierros, asociada al inicio de la construcción de los muros incas, sugiere que este y aquellos podrían tratarse de eventos sincrónicos, por lo que es probable que la muerte de ambos

haya sido planificada. Por las características mencionadas, estos podrían tratarse de entierros fundacionales realizados a manera de ofrendas propiciatorias, tal como hace referencia Aldunate et al. (2003) en relación con los pueblos aymara precoloniales, para los cuales era una costumbre realizar ofrendas al inicio de la fase constructiva. Los investigadores encontraron un entierro fundacional localizado en la base de la esquina de una kallanka, asociado a la ocupación inca en el sitio Turi, en Atacama, Chile.[24]

El entierro del ushnu (CF 4) presenta un contexto similar de sacrificio ritual, lo que podría indicar la presencia y recurrencia de esta práctica en Soledad de Tambo. En el individuo adulto enterrado en el ushnu se observan golpes y marcas de heridas mortales sufridos antes del entierro, además de características corporales peculiares, como un pie con seis dedos, posiblemente asociado a un hueso de venado. La polidactilia señala que se trató de un ser especial que podría haberse identificado como un huaca; muy probablemente fue considerado un «parca, hijo del rayo».[25] Estas peculiaridades podrían fortalecer la hipótesis de que su entierro se dio en un contexto de sacrificio ritual.

Sacrificios en los ushnu han sido registrados en las

crónicas tempranas del siglo XVII, como en la de Guaman Poma: «Pacha Cuti Ynga dio orden muy mucha hazienda para sacrificar a las uacas y de las casas del sol y templo de Curi Cancha; el trono y aciento de los Yngas llamado usno en cada wamani señalo» (1987

[1615], fol. 265 [267]).

En general, los sacrificios localizados en el ushnu y en la kancha serían parte de una estrategia planificada desde el Cusco para la articulación de las provincias o wamanin incas, y de los diversos grupos étnicos que las conformaban. En esta se buscaba la cohesión política a través de un culto compartido a las diversas deidades andinas —entendida desde una perspectiva animista y cosmopolítica (Viveiros de Castro, 1996; Depaz, 2015)—, conocido como el culto al wamanin (Favre, 1967; Pino, 2016).

Se sabe por las crónicas de los siglos XVI y XVII (Molina, 1943; Cobo y Peralta, 1892 [1653]; Polo de Ondegardo, 2004 [1559]; Cieza de León, 1986 [1553]) que las ofrendas humanas iban dirigidas tanto a las deidades del panteón inca como a los apus, hirkas o huacas principales de todo el Tawantinsuyu y que los objetivos de las mismas, explicitados a través de las oraciones recitadas durante los ritos ceremoniales, eran garantizar la salud del Inca, la paz del reino, los triunfos en las guerras, que los productos alimenticios se multiplicasen, que no se padezca hambre, que se multiplicasen las gentes. Se buscaba concentrar los esfuerzos dispersos de todas las huacas para recobrar la fuerza vital del imperio (Molina, 1943); es decir, ganar la agencia de las deidades, para que a través de su poder, de su kamaq, garantizaran los objetivos mencionados. Mediante estos rituales complejos —muy bien estudiados para casos incas como la Capaccocha (Duviols, 2016 [1976]) o la Citua (Tomoeda, 1993;

Zuidema, 2010)— todo el cuerpo social reafirmaba su comunión y dependencia con el Inca, y a su vez, cohesionaba y consolidaba el Tawantinsuyu.

En este sentido, las ofrendas humanas son parte de un amplio y complejo sistema de distribución y redistribución de ofrendas, debidamente administrado por los quipucamayocs y que involucraba a todos los agentes, tanto del centro —Cusco— como de la periferia —provincias (Duviols, 2016 [1976])—. Se sabe que varias de las ofrendas humanas, dedicadas a las deidades y

en beneficio del Inca, eran dadas por los curacas locales para estrechar el vínculo con el Inca, pues buscaban su respaldo político para fortalecer y reafirmar su poder local. A manera de hipótesis, consideramos que los contextos funerarios 1 y 2, que evidencian ser de individuos locales, podrían ser parte de esta dinámica. Estos dones ofrecidos por el curaca local generaban una deuda y un compromiso al Inca, que correspondía con una redistribución recíproca a las mencionadas ofrendas, como se puede observar, por ejemplo, en la ceremonia de la Capaccocha (Molina, 1943; Hernández Príncipe, 1923 [1622]).

Por su parte, las características que presenta el individuo del contexto funerario 3 serían indicio de que se trata de un mitmaq[26] (mitimae) chimú. Este contexto podría evidenciar materialmente que la institución de los mitimaes se implementó también en el valle de Tambillos. Este personaje habría sido trasladado por el Estado inca desde la costa norte a cumplir labores específicas en Soledad de Tambo.[27] Se sabe que una de las fun-

ciones de los mitimaes era la de realizar labores en los tambos, como la que realizaba el grupo étnico socota en Cutervo, Cajamarca (Espinoza, 1974). Como mencionamos, las evidencias muestran que este individuo

mitmaq (CF 3) habría sido sacrificado en un contexto ritual. La participación de mitimaes en rituales ceremo-

niales inca como la Citua (Tomoeda, 1993; Zuidema, 2010), muestran el papel importante que desempeñaban en los mismos. A manera de hipótesis postulamos que este individuo fue una ofrenda dada por el Inca a las principales huacas locales, como parte de la redistribución de ofrendas y la reciprocidad que el Inca y el

Estado cusqueño realizaban en los diversos wamanin para consolidar la articulación política del Tawantinsuyu..

Agradecimientos

Expresamos nuestro reconocimiento a Bebel Ibarra, Anne Titelbaum, Lucía Watson y Lars Fehren-Schmitz, por el apoyo en el análisis de materiales. De igual modo, al equipo técnico del Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco: Adriana Lazo, Nilton Ríos, Santiago Andía, José Querevalú, Milagros Yanac, Dante Solís, Alejandro Espinoza, Gonzalo Albarracín, Javier Rojas y Lorenzo Acuache. Estamos agradecidos con los comuneros de Soledad de Tambo, San Francisco de Yanapoto, Castillo y Huachis.

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  1. Esta dimensión corresponde únicamente al área que conserva los vestigios arquitectónicos con su patrón original. Su extensión indudablemente fue mucho mayor, pero quedó alterada por el uso agrícola contemporáneo.

  2. Se denomina cista a un espacio o estructura funeraria individual de pequeñas dimensiones.

  3. Realizado por Lucía Watson en 2018.

  4. Realizados por Lucía Watson en 2017.

  5. Realizado por Lucía Watson y Roxana Guillén en 2018.

  6. Significa ‘cueva de Ecala’. Ecala era una señora conocida y respetada que vivió al lado del ushnu hasta los años ochenta del siglo XX, según información de los pobladores de la comunidad campesina de Huachis.

  7. Estos alineamientos pasan en sus otros extremos cerca de las cimas de las hirkas de Pan de Azúcar (cerro Huayllash Punta) y Llalliraq. Consideramos que las líneas visuales también están señalando a estas hirkas.

  8. Ancovilca corresponde al nevado Anco (vilca es ‘sagrado, nieto’ en quechua).

  9. De acuerdo a la tradición oral de la comunidad campesina de Huachis, hay cuatro cerros tutelares —hirkas— principales en el valle de Tambillos: Anco, Wiñaq, Pan de Azúcar y Llalliraq, a los cuales actualmente se les continúa dedicando ofrendas (Chirinos, 2017).

  10. Entierros en estructuras de ushnu han sido reportados en Huánuco Pampa y Hatun Xauxa. Estos contextos funerarios poseen ciertas características similares con nuestro caso de estudio como la posición extendida decúbito dorsal. Para el caso de Huánuco Pampa se postula que uno de los entierros –un adulto- debió realizarse durante la época colonial y los otros entierros – de infantes- se habrían realizado en época Inca (Bar 2017), mientras que en Hatun Xauxa todo parece indicar que la deposición fue posterior al abandono de la plataforma (Perales y Rodríguez 2016).

  11. Realizado por Anne Tittelbaum en 2016.

  12. Análisis basados en directrices estándar de Buikstra y Ubelaker (1994).

  13. La polidactilia se define como un aumento en el número de dedos (ejes), ya sea en la mano o en el pie.

  14. La sindactilia (de las voces griegas syn, ‘con’, y dáktilos, ‘dedo’) es la fusión del tejido blando y/o hueso entre dedos adyacentes, de las manos o pies, lo que genera una ausencia total o parcial del espacio entre dos dedos.

  15. Lesiones generadas antes de la muerte.

  16. Lesiones generadas alrededor de la muerte.

  17. Dataciones realizadas por Eden Washburn.

  18. La ruta C3 corresponde a árboles, arbustos e hierbas; C4, a pastos de clima cálido; CAM, a plantas suculentas.

  19. Como vimos, los fechados C14 del contexto funerario 4 de Soledad de Tambo indican un intervalo correspondiente a la época prehispánica y otro a la colonial temprana, por lo cual todavía está por definirse en qué periodo se realizaron los entierros. La correlación estratigráfica, el hecho de que el sujeto estaba tapado por una capa en la cual se asienta el pozo de ofrendas de técnica constructiva inca, afirmaría que es de la época inca; sin embargo, por las dataciones y otros elementos, no podemos descartar la posibilidad de que el entierro haya sido realizado en época colonial, tal vez en un periodo inicial de contacto, en un momento en que la presencia española no estaba consolidada en la zona y en la que muy probablemente se practicaban todavía rituales incas.

  20. El estroncio (Sr) se encuentra en concentraciones extremadamente bajas en el lecho rocoso y en el agua subterránea. A medida que los organismos (personas, plantas, animales) consumen alimentos y agua disponibles localmente, estas fuentes de estroncio se mezclan e incorporan a sus tejidos. Posteriormente se puede cuantificar la presencia del mismo en un sujeto y, según los resultados, comparar los valores obtenidos con los de los lechos rocosos y hallar así su procedencia.

  21. Como señalamos, el ushnu evidencia en su materialidad la identificación de los elementos sagrados más relevantes del paisaje cultural, las jircas de Anco y Wiñaq (ancestros de los pincos), y el Punchao (ancestro de los incas) en su paso por el cénit, elementos hacia los cuales se debía rendir culto. Por su posición, el ushnu señalaba probablemente también las fechas específicas en las cuales se debían realizar los rituales correspondientes. La fecha calculada que evidencia la orientación astronómica Az 97° 25’ 30’’ es el 20 de octubre y está vinculada al paso del sol por el cénit (Chirinos, 2017). Estos alineamientos visuales podrían reflejar la concepción de organización espacial inca a través de ceques, la cual habría sido implementada en las diversas cabeceras de provincia del Tawantinsuyu (Duviols, 2016 [1976]; Zuidema, 2010). 24 El análisis de cerámica vinculada a la estratigrafía de los tres momentos de ocupación —el de los pincos, el inca y el colonial—, en el sector de las kanchas, muestra que para la ocupación inca aumentó significativamente el uso de recipientes de líquidos, muy probablemente vinculado a recipientes de chicha de jora usados durante las festividades.

  22. Una de ellas posiblemente en el mes de octubre, de acuerdo con la fecha calculada del paso del Sol por el cénit (ver nota 22).

  23. La presencia de individuos mitmacunas fue importante para la consolidación del Tawantinsuyu, tal como lo señala Miguel Cornejo (2002) para Pachacamac. Por lo tanto, creemos que la presencia de la cerámica chimú-inca en el CF 3, con la iconografía que representa un músico, indica una relación con los rituales funerarios de la costa norte y, por lo tanto, su procedencia de ahí.

  24. También otros autores reportan contextos similares como en Sacsayhuamán (Julien, 1987-1989).

  25. Gonzales de Holguín define parca a la persona que tiene seis dedos, que es también huaca (Arguedas, 2012). En el segundo suplemento del Manuscrito de Huarochiri (1608) esta característica de parca está vinculado con los individuos ylla de Pariacaca, hijos del rayo, como también son considerados los chuchos y chacpas —los niños gemelos y nacidos de pie respectivamente— (Hernández Príncipe, 1923 [1622]) los cuales en algunos casos también eran sacrificados. El niño enterrado junto con el adulto (CF 1) pudo haber presentado características peculiares como las mencionadas, que desconocemos y que en el contexto arqueológico son difíciles de determinar.

  26. Se han hallado contextos similares durante las investigaciones realizadas en Pachacamac. Allí se localizaron entierros con cerámica foránea y otros elementos que hacían referencia a actividades como la textil o artesanal, lo cual permitió plantear que los entierros podrían ser de mitimaes (Cornejo, 2002).

  27. El Imperio inca eliminó a las principales autoridades de los chimú y las reemplazó por autoridades incas; además movilizó a grupos de pobladores norteños a otras partes del imperio (Rostworowski, 1990).

Periodificación en Arqueología peruana: genealogía y aporía

La periodificación es un estratégico punto de intersección entre la propuesta teórica y la investigación empírica. Su historia resume bien los debates por los que ha atravesado la arqueología peruana. La variedad de periodificaciones postuladas y/o practicadas en el área central andina, las convierte en un privilegiado campo de estudio. Asumida la necesaria reciprocidad entre el avance de toda disciplina y el conocimiento de su historia, se plantea este recorrido por los principales sistemas de periodificación, los enfrentamientos entre tendencias y el panorama actual. No se trata de un enfoque teórico, antes bien historiográfico de un aspecto específico de la arqueología peruana. El objetivo es hacer una genealogía crítica y funcional, es decir presentar la génesis de los esquemas conceptuales actualmente utilizados, sus conexiones y límites.

Autor: Gabriel Ramón Joffré

Palabras claves – Historia de la arqueología peruana, historiografía arqueológica, periodificación, sistemas de clasificación, Perú

Périodisation en archéologie péruvienne : généalogie et aporie
Résumé

La périodisation est un point stratégique d’intersection entre la théorie et la recherche empirique. Son histoire au Pérou résume bien les débats expérimentés par l’archéologie péruvienne. La variété des périodisations postulées et pratiquées dans les Andes l’a transformée en un champ d’étude privilégié. Une fois assumée la réciprocit nécessaire entre le développement d’une discipline et la connaissance de son histoire, l’auteur se livre à cette enquête sur les principaux systèmes de periodisation, les

*  Sainsbury Research Unit. University of East Anglia (Norwich). Correo electrónico: [email protected]

affrontements entre les tendances et le panorama actuel. Ce n’est pas un travail théorique, mais plutôt historiographique sur un aspect spécifique de l’archeologie péruvienne. L’objectif est de faire une généalogie critique et fonctionnelle, c’est-à-dire présenter la genèse des schémas conceptuels utilisés aujourd’hui, leurs liens et leurs limites.

Mots clés – Histoire de l’archéologie péruvienne, historiographie archéologique, périodisation, systèmes de classification, Pérou

Periodization in Peruvian archaeology: genealogy and apory
Abstract

Periodization is a strategic point of intersection between theory and empirical research. Its history reflects the debates which have taken place in Peruvian archaeology. The variety of periodizations postulated and/or practiced in the central Andean area, make it a privileged field of study. Assuming the necessary reciprocal relationship between the advance of every discipline and the knowledge of its history, this survey reviews the main periodization systems, the confrontations between differing tendencies, and the current panorama. This is historiograhic rather than a theoretical work about one specific aspect of Peruvian archaeology. The objective is to construct a critical and functional  genealogy; that is, to present the genesis of the conceptual schemes used now, as well as their connections and limits.

Key words – History of Peruvian Archaeology, archaeological historiography, periodization, classification systems, Peru

What’s in a name? That which we call a rose By any other word would smell as sweet.
William Shakespeare [1597]
Romeo y Julieta, acto 2, escena 1

Vale recordar, que los cambios interpretativos en la arqueología peruana (y probablemente en cualquier arqueología) resultan menos de la necesidad de explicar o clasificar nuevos datos, que del estímulo de ideas con antecedentes en la tradición cultural del propio arqueólogo, no derivadas de los especímenes.
John Rowe
1951: 356

En una entrevista concedida en 1997, un arqueólogo peruano relató una curiosa anécdota: tras sucesivas reediciones, los editores estadounidenses de su manual sobre arqueología andina le solicitaron (en 1992) que lo revisara. El autor pidió que dejaran de publicarlo. Esta renuncia pasaría desapercibida si no se tratara de un clásico local: De los pueblos, de las culturas y las artes del Antiguo Perú de Luis Lumbreras[1]. Esta síntesis fue un hito en la arqueología nacional y su impronta ha resultado decisiva en esta disciplina. Su eficacia estaba íntimamente vinculada a la propuesta de periodificación ensayada en trabajos anteriores (Lumbreras, 1969a) y consagrada en aquella publicación (Lumbreras, 1969b). Luego de tres décadas, e incluso después de la renuncia del propio autor, resulta significativo que el esquema planteado en este libro perdure prácticamente incólume como referencia para muchos especialistas —mayormente locales— dedicados a la historia de los Andes centrales prehispánicos. De los pueblos…. resultó de la estudiada organización de un gran corpus informativo en un esquema evolutivo, sintetizado en su multicitado cuadro cronológico. Sin obviar méritos intrínsecos, entre los diversos motivos para explicar la permanencia de esta propuesta, no puede descartarse la posterior desatención a este tópico. Complementariamente: es preciso interrogarse por el papel de la periodificación para la arqueología peruana actual, no como ornamento, antes bien como trama del razonamiento arqueológico.

Por tradición —y presupuesto— las investigaciones en el área andina se han centrado en determinados sitios o valles. De modo que la abundante información monográfica contrasta con la escasez de trabajos de síntesis (Bonavia, 1991: 6). Y cuando ocasionalmente aparecen, es obvio que pese a la abundante información ofrecida, suelen flaquear en su mecánica interna, es decir, en la nomenclatura y la periodificación. Esto opaca la relación entre corpus e hipótesis. Sin embargo, la importancia de la periodificación no se restringe a las obras generales, siendo relevante desde el grado cero de la investigación arqueológica. Para organizar la información obtenida por los más diversos medios (excavación, prospección, estudio de colecciones, etc.) los arqueólogos utilizan —tácita y/o explícitamente— categorías alusivas al tiempo y al espacio, que son las coordenadas de la periodificación (y de la arqueología). Se trata de un paso previo —imprescindible— a la síntesis, y de la columna vertebral de la disciplina, que permite clasificar significativamente las «culturas», explicar los «procesos» e identificar los «sistemas». Conviene entonces aludir a los motivos de la escasa atención al tema.

Al pasar de la época de las grandes síntesis (típicas de la denominada corriente históricocultural) a la de los problemas específicos (que caracteriza el enjambre de tendencias posteriores), se soslayó la periodificación, ya que había llegado el momento de analizar casos puntuales, de limitarse a las explicaciones sincrónicas[2]. Por lo menos en nuestro medio, la actitud asumida en este trance acarreó una falacia (que la atención a problemas determinados permite obviar su división temporal específica y comparada) y tuvo algunas consecuencias:

a.la permanencia (directa o indirecta) de las categorías planteadas en la primera época;
b.la falta de discusión respecto a los criterios de organización informativa al interior de cada sección específica (léase «cultura»)
c.la proliferación de híbridos que tratan de acoplar nueva información en categorías teórica (y prácticamente) enrarecidas[3].

Parte del indicado conflicto reside en la ausencia de perspectiva histórica elemental. Para plantear la discusión sobre esta herramienta conceptual en la arqueología peruana y ajustar algunos cabos, se ensayará su genealogía razonada. Pese a lo mucho que puede haberse modificado esta disciplina en las últimas décadas, la inclusión de «cuadros» o esquemas, es una constante. El espacio andino ha sido objeto de recurrentes periodificaciones, lo que permite trazar una historia particularmente densa de este tópico4. Dada su continuidad, la comparación de estos esquemas es útil para conocer ¿cómo?, ¿en qué?, e incluso ¿por qué? han variado las interpretaciones acerca del pasado andino[4].

A grandes rasgos, podría decirse que en nuestro medio han primado dos formas de periodificar o clasificar temporalmente el material arqueológico: la evolutiva y la cronológica. Quienes optaron por la primera, han preferido los estadios para organizar sus investigaciones, ordenando sus categorías en base a criterios económicos o políticos. En el segundo caso, se considera al periodo como elemento organizativo clave, no otorgándole más valor que el estrictamente cronológico. No se trata de propuestas excluyentes, pero es preciso distinguirlas[5]. La falta de atención sobre este tema es causa y efecto de graves incongruencias, manifiestas en las investigaciones, en las publicaciones y especialmente en los guiones de los museos. Las recurrentes críticas a las incoherencias en la nomenclatura y la periodificación (Kroeber, 1942; Schaedel en Varios, 1959; Lumbreras, 1981: 22, inter alia) no han implicado —ni implican— desconocer su valor como instrumento metodológico.

1. ARQUEÓLOGOS EN BUSCA DE HORIZONTES[6]

Luego de una primera etapa principalmente dedicada a organizar las colecciones americanas de algunos museos de su tierra natal, y escribir un par de libros sobre el tema, Max Uhle

4 Listas comentadas de cuadros en: Valcárcel (1967: 56-57, 223-251), Ravines (1970: 13-24), Willey (1971) y Silva (2000). Por diversos motivos, pero especialmente desde que fue declarada algo así como «área núclear» del subcontinente, la zona andina ha recibido una atención deferente, manifiesta en una abundante bibliografía arqueológica. Para contrastar con las supuestas «áreas periféricas» sudamericanas, véase el manual de Prous (1992) para Brasil, y el de Ottonello & Lorandi (1987) para Argentina.

(1856-1944) viajó a los Andes[7]. Entre los múltiples aportes de este sinólogo alemán, valga citar dos. Primero, la excavación sistemática en Pachacamac (1896-1897) que le permitió reconocer la superposición de tumbas, que sirvió de base para la primera secuencia cronológica estratigráficamente sustentada. Uhle corroboró su experiencia museográfica previa, distinguiendo entre el material Tiahuanaco e Inca, y ubicando entre ellos los estilos epigonales. En segundo lugar, al observar la relativa ubicuidad sincrónica de determinados estilos, acuñó el concepto de «horizontes cronológicos». Estos le sirvieron para organizar el material hallado durante sus excavaciones por el territorio andino (Uhle, 1902)[8]. Entre 1899 y 1900, con el apoyo de la Universidad de California, trabajó en los valles de Ica y Nazca al sur y de Moche en el norte. Así ratificó su propuesta y ubicó los estilos Proto Chimú y Proto Nazca antes de Tiahuanaco. Finalmente identificó poblaciones de «pescadores incultos» en distintas zonas de la costa, caracterizadas por la presencia de conchales. Todo esto permitió a Uhle (1970 [1910]) contar con sustento para su primera periodificación:

Imperio Incaico

Estilos Epigonales de Tiahuanaco

Cultura Tiahuanaco

Culturas Protoides (Proto Chimú, Proto Nazca)

Pescadores primitivos del litoral

Entre los diversos debates académicos de Uhle, el menos tratado ha sido el que sostuvo con Philip A. Means, autor de varios libros de síntesis sobre el Perú[9]. Como respuesta a un ácido artículo —donde este historiador norteamericano crtiticaba su cuadro cronológico— Uhle decidió presentarlo y sustentarlo en detalle. En este documento no solo amplía la información sobre la costa central sino del área andina en general, en la que es posible distinguir la recurrencia de ciertas manifestaciones culturales (ver cuadro cronológico en Uhle, 1920: 458)[10].

Dedicado a la arqueología, pero principalmente en paises vecinos (Chile, Ecuador), Uhle continuará defendiendo su esquema cronológico general, sin alterar sus rasgos esenciales (cf. 1955 [1939]). Complementariamente, la labor de organizar y estudiar las colecciones recolectadas durante sus excavaciones quedará en manos de Alfred L. Kroeber (1876-1960). Este antropólogo norteamericano y sus colaboradores (Anna Gayton, Lila O’Neale, William Strong) asumirán la publicación sistemática del material de Uhle, complementándola con expediciones al Perú. Uhle había delimitado los bloques mayores del pasado andino: Kroeber emprenderá el primer refinamiento de las cronologías relativas internas de estas grandes secciones, que nace precisamente del afán de clasificar el material publicado. Hacia 1930 su periodificación general comprendía cuatro segmentos: Periodo Temprano, Periodo Medio u Horizonte Epigonal-Tiahuanaco, Periodo Tardio, Periodo (u Horizonte) Inca. Esta clasificación que tenía como base el valle de Moche, permitía distinguir entre estilo y tiempo, y su utilidad hizo que se difundiera rápidamente. Curiosamente fue el propio Kroeber el primero en abandonarla en su último trabajo de síntesis (Rowe, 1959a: 3-4). En este libro, además de presentar su material y sus cronologías específicas, Kroeber (1944: 108) incluyó una sección conceptual, donde definía el estilo de horizonte (horizon style) como:

«[…] one showing definably distinct features some of which extended over a large area, so that its relations with other, more local styles serve to place these in relative time, according as the relations are of priority, consociation, or subsequence».

Paso seguido, Kroeber ubicaba los casos concretos. A los estilos de horizonte ya establecidos: Inca, Tiahuanaco (identificados por Uhle) y Chavín (por Tello), agregó el Negativo y — como posibilidadades— el Blanco sobre Rojo y el Nazca B-Y. Con base en estos marcadores estilístico-cronológicos elaboró un cuadro general más sofisticado (ver cuadro cronológico en Krober 1944: 112).

El tercer personaje de esta primera época es Julio C. Tello (1880-1947) quien en uno de sus primeros trabajos de síntesis propuso su Teoría andina de las tres épocas discutiendo lo que denominó Teoría de las importaciones culturales centroamericanas de Max Uhle. A Tello le interesaba resaltar el papel de la sierra en el proceso histórico andino. En tal sentido, indicó que antes que los pescadores costeños optaran por la agricultura, los pobladores de la selva ya habrían tenido ciertos cultivos, que luego difundieron a la sierra y finalmente al litoral. La civilización sería típicamente serrana, la costa, un área receptora de influencias. Las Tres grandes etapas o épocas derivadas de una misma cultura desarrollada en la sierra comenzaron con una Primera época megalítica o arcaica andina que, por el avance de su arte lítico y textil, habría durado más tiempo (10 siglos). Durante la Segunda época del desarrollo y diferenciación de las culturas del litoral, la civilización habría descendido a los llanos por las quebradas cisándinas, coexistiendo con las nuevas culturas Muchik y Nazca, derivadas de la arcaica andina (8 siglos). Finalmente, la Tercera época de las confederaciones tribales, se extendía hasta los incas (355 años) (Tello, 1929: 17-26). Posteriormente, el médico huarochirano ratificó su esquema, recalcando que mientras en la sierra se daba una especie de continuum cultural, los grandes yacimientos de la costa evidenciaban claras modificaciones (Tello, 1980 [1932]: 108). Los «troncos culturales» serranos se habrían propagado al litoral en sucesivos periodos. Las culturas de Chavín y Mantaro formaron el primer Horizonte o Estrato Inferior del Litoral. Las culturas de Cajamarca, Apurímac y Tiahuanaco unidas a las culturas locales formadas al impulso de las primeras constituyeron el Horizonte Medio. Junto con las culturas desarrolladas, la Inca formó el Estrato superior. Como corolario y sustento de su propuesta produjo un esquema, formalmente muy distinto a los anteriores, dividido en edades12 (ver cuadro cronológico en Tello, 1942 [1939]: lámina VII).

La comparación entre los tres cuadros precedentes permite observar una diferencia estructural: Uhle enfatizaba en la dinámica del proceso, Tello en la permanencia. El primero remarcó las subdivisiones, el segundo las soslayó (y confundió). Kroeber no es

12 Obviadas las descripciones laudatorias, no existe una exégesis de la obra de Tello. Para sus clasificaciones, hay una aproximación en Strong (1948: 93-94) y Roselló (1985).

un punto medio, sino quién precisa e intensifica la ruta de pesquisa instaurada por Uhle, mientras trata de incorporar el caudal informativo obtenido por Tello, de cuyos criterios interpretativos difiere radicalmente (cf. Kroeber, 1942; 1944). Desde entonces, el término horizonte tiene significados opuestos. Para Uhle resulta de una unificación efímera, para Tello ratifica la unidad andina. Kroeber hace del estilo de horizonte una herramienta de trabajo, que le permitirá sintetizar la información existente y ratificar la trilogía clásica: Chavín, Tiahuanaco e Inca.

2. CONSENSOS EVOLUCIONISTAS: LA MESA REDONDA DE CHICLÍN (1946), EL PROYECTO VIRÚ, Y SUS EPÍGONOS

Concluida esta etapa fundacional de las periodificaciones arqueológicas, aparece una nueva generación de investigadores. En el caso peruano se trata de la segunda, en la que destaca el ingeniero Rafael Larco Hoyle (1901-1966), y para los extranjeros, de la tercera. La intersección de ambas se dará en la Mesa Redonda de Chiclín, promovida conjuntamente por los miembros del proyecto del valle del Virú del Institute of Andean Research y Larco Hoyle, en agosto de 1946. Aunque la convocatoria incluía a las principales autoridades nacionales (Jorge Muelle, Julio Tello y Luis Valcárcel), de los peruanos solo participó el anfitrión. En la primera jornada, los arqueólogos norteamericanos presentaron informes parciales sobre sus investigaciones: Junius Bird (Descubrimientos Precerámicos), Donald Collier (Culturas Post Mochica en el Virú), James Ford (Muestreo de Superficie), Gordon Willey (Patrones de Asentamiento en el Virú), Wendell Bennett (Grupo Gallinazo), William Strong (Secuencia Estratigráfica del Virú) y W. Mc Bryde (Aspectos Geográficos del Virú). Al día siguiente, basándose en sus estudios de campo y el abundante material depositado en el museo de su hacienda, Larco presentó su secuencia para la costa norte que —de acuerdo al testimonio de Willey (1946a: 132-134)— salvo en ligeros detalles, coincidía con el cuadro presentado por Strong para el Virú. Según el propio autor la secuencia que expuso comprendía siete épocas: Pre-cerámica, Inicial Cerámica, Evolutiva, Auge, Fusional, Imperial, Conquista (Larco, 1948: 10).

No era la primera vez que Larco planteaba su periodificación. En 1938 (pp. 36-49) había publicado una cronología de las culturas costeñas, que esbozaba siete épocas, pero apenas caracterizadas. En 1946 distinguió más detalladamente Cupisnique, Salinar y Mochica, sin hacer mayores conexiones evolutivas. La secuencia que presentó en la Mesa Redonda de Chiclín sería actualizada con las investigaciones de Bird en el sitio de Huaca Prieta, y presentada en el Congreso de Americanistas (1950). Posteriormente, su periodificación se mantendrá (comparar Larco, 1948 y 1963). Sus épocas estaban principalmente basadas en la cerámica como elemento diagnóstico y divididas en periodos (inicial, medio y último) para realizar una mejor explicación de la «evolución de las culturas». Así, por ejemplo —indicaba Larco— la época evolutiva (que a grandes rasgos correspondería con el formativo de Willey) se iniciaba con la cerámica hecha en molde, sin el felino estilizado como motivo decorativo. En el periodo medio de esta época, el motivo felínico se convertía en elemento diagnóstico básico. Finalmente, en el último, desaparecía, siendo reemplazado por dibujos geométricos incipientes, aplicados con brocha sobre la cerámica sin engobe (Larco, 1963: 18)[11].

Conviene volver a la discusión principal de la Mesa Redonda de Chiclín, ya que estuvo centrada en la periodificación, específicamente en la contraposición entre criterios cronológicos y evolutivos. Se intentaba aclarar si las épocas eran periodos de historia simultáneos en los distintos valles o si eran estadios de desarrollo en los que la contemporaneidad era puramente fortuita. Fue entonces que Willey resumió el rasgo básico de la concepción temporal del proyecto Virú. Debido a las particularidades del área andina, se podía establecer una gruesa equivalencia:

«[…] si las Épocas fueron niveles básicamente horizontales en una trama temporal, la proximidad entre los centros culturales del Antiguo Perú permitía un rápido intercambio, y las tendencias de desarrollo afectaban a todos los centros casi simultáneamente. Así, las Épocas u horizontes temporales parecían corresponder con niveles generales de desarrollo cultural dentro de la intensiva área cultural peruana» (Willey, 1946a: 134).

Se concluyó que la prehistoria peruana podía ser segregada en épocas horizontales significativas (significant horizontal Epochs), de las cuales las principales se aproximarían a las siete ya citadas. Los asistentes al evento resolvieron que el procedimiento válido para definir cualquier epoca histórica horizontal (horizontal historical Epoch) sería determinar una especie de «mínimo común denominador» para todas las culturas pertenecientes a ese periodo[12].

Pocos meses antes de realizar la conferencia de Chiclín (1946), el Institute of Andean Research había iniciado el Proyecto del valle del Virú. La investigación intensiva —y fugaz— en el mencionado valle permitió trazar un cuadro completo de su historia cultural, surgiendo así la primera secuencia referencial —de corte evolutivo— de la arqueología peruana[13]. El ajuste conceptual complementario a la mencionada reunión fue el Simposio de Nueva York (17-19 de julio de 1947) donde participaron básicamente los mismos estudiosos[14]. Se presentaron algunas herramientas conceptuales, como la «co-tradición» (Bennett) o una revisión de los «horizontes» (Willey), algunos resultados puntuales, y ensayos de clasificación evolutiva específica (Strong) y general (Steward). En un momento que se realizaban grandes síntesis sobre los sistemas económico-sociales a nivel mundial, la costa norte, y específicamente la secuencia del valle del Virú, se convirtió en el modelo para interpretar la historia de toda el área andina. La secuencia local quedó automáticamente ajustada a los parámetros de una nomenclatura universal[15].

Un acontecimiento bibliográfico inmediatamente previo al proyecto Virú fue la publicación del Handbook of South American Indians, dirigido por Julian Steward. En su segundo volumen (1946) — una gran síntesis de la historia andina— habían publicado prácticamente todos los participantes de la Mesa de Chiclín. Aún más voluminosas resultaron las consecuencias editoriales: de toda la serie de publicaciones, cabe detenerse en Andean Culture History (1949) de Bennett & Bird, que consagra la proyección teórica del pequeño valle septentrional. Anteriormente Bennett (precisamente en el Handbook… 1946: 80) había planteado un esquema de síntesis, pero las marcadas diferencias respecto a la propuesta posterior dan cuenta de la impronta del mentado proyecto. La nueva periodificación insiste en el problema de distinguir entre lo cronológico (rasgos que permiten ubicar el material en un determinado momento) y lo evolutivo (rasgos que indican de qué tipo de sociedad se trata). Para organizar la información Bennett y Bird asumen dos tipos de horizontes: simples (caracterizados por un rasgo único, p.e. la cerámica o la textilería) y complejos (caracterizados por un conjunto de técnicas). Tales horizontes permitían sincronizar la información de distintos valles. Para situar cronológicamente las manifestaciones culturales de un valle bastaba con ubicar los horizontes (p.e. Inca o Tiahuanaco) y hacer comparaciones con la secuencia del Virú. La presencia de una serie de estilos horizontales en los Andes Centrales proporcionaba pruebas adicionales de su unidad cultural. El concepto de horizonte de estos arqueólogos norteamericanos contaba con un valor esencialmente homotaxial, cultural (ver cuadros cronológicos en Bennett & Bird, 1949: 112; 1960: 82-83). Considerado lo anterior, estos autores esbozaron la periodificación que se convertiría en prototipo de la tendencia evolucionista. Es preciso resumirla como se ve en el cuadro de la página siguiente.

El enfoque evolucionista de Bennett y Bird aprovechaba aspectos estilísticos, como los horizontes, para organizar la información. A la trilogía básica (Chavín-Tiahuanaco-Inca) sumaban otros horizontes de referencia (Blanco sobre Rojo y Negro, Blanco y Rojo). A eso le agregaban la supuesta homogeneidad intrínseca del área andina (co-tradición) para justificar la generalización de los estadios. Este manual tuvo un éxito inmediato, e incluso epígonos, aunque no faltaron las críticas[16]. En 1956 Geoffrey Bushnell retomará el esquema, añadiendo el hipotético periodo de los Cazadores tempranos y denominando —a la mexicana— Clásico al de los Maestros Artesanos. Al año siguiente, Alden Mason —inspirándose también en Steward (1948)— combinará más aún el cuadro: Incipiente (Preagrícola y Agrícola temprano), de Desarrollo (Formativo, Cultista y Experimental), Floreciente y Culminante (Expansionista, Urbanista e Imperialista)[17]. Estas últimas fueron solo algunas de las diversas nomenclaturas propuestas, y contribuyeron a una mayor confusión. Se ha observado que estas periodificaciones revelan la principal dificultad de usar estadios como formas de organizar la información, ya que se debe asumir sincronía de eventos semejantes en un área amplia con —supuesta— homogeneidad secuencial. Incluso carecen de coherencia interna: antes que por usar términos enteramente subjetivos (v.g. clásico), por mezclar criterios (artísticos, económicos, etc.) en una misma secuencia. (Lanning, 1967: 23)

Estadio Cronología Rasgos
Primeros agricultores 3000 (?)- 1000 a. C. En general costeños, sin cerámica. La información esencialmente provenía de Huaca Prieta. Con Tello, sostenían que aunque en la costa había evidencias del inicio de la cerámica, se trataba de reflejos serranos.
Cultistas 1000 a. C. – 0 Florecimiento repentino y abrupto, presencia de cerámica bien elaborada. Sin control agrícola completo de los valles. Las manifestaciones del motivo felínico sugieren un fuerte culto religioso y permiten hablar de un horizonte chavín.
Experimentadores 0 – 600 Escasamente vinculados al estadio previo, aunque la cerámica utilitaria, no decorada, mostraría la continuidad de población. Presencia del horizonte Blanco sobre Rojo permitiría sincronizar las manifestaciones culturales, aunque —a diferencia del Chavín— no indicaba uniformidad cultural.
Maestros artesanos 600 – 1000 Culminación tecnológica y artesanal, iniciada en el periodo previo. Sin horizonte estilístico y con profunda regionalización (Nazca, Moche).
Expansionistas 1000- 1200 Caracterizado por la conquista como forma de dominio. Continuas guerras internas y desbarajuste de los sistemas hidráulicos. Presencia del horizonte Tiahuanaco (complejo: cerámica, textiles, lítico) vinculado al fenómeno expansionista. Luego aparecen estilos locales y en la costa norte el horizonte Negro, Blanco y Rojo.
Constructores de ciudades 1200- 1450 Aparecen estilos locales que van más allá de lo Tiahuanaco. En cada área principal hubo una cultura. Caracterizado por la presencia de pueblos planeados a gran escala.
Imperialistas 1450- 1532 Imperio político y horizonte complejo (cerámica, arquitectura, técnicas, textilería, metalurgia). Se complementa con información etnohistórica.
3. SINCRONIZAR CONCEPTOS: LAS MESAS REDONDAS DE LIMA (1953, 1958, 1959)

Es fácil imaginar la situación imperante a inicios de los cincuenta si ya una década antes, Kroeber (1944: 225-226) se quejaba de las disputas sobre nomenclatura. La Mesa Redonda sobre Terminología Arqueológica realizada en enero de 1953 estuvo dedicada a afrontar estas dificultades. Participaron especialistas nacionales (Jorge Muelle, Toribio Mejía, Augusto Soriano, Luis Valcárcel) y estadounidenses (Richard Schaedel, Louis Stumer, William Strong).

Luego de esbozar una «Teoría de sistemas de clasificación», propusieron una serie de términos aplicables a las culturas de la costa y la sierra. La discusión se basó en los sistemas de Julio Tello (Tres Épocas) y Rafael Larco (Siete Épocas), considerando especialmente lo resuelto en Chiclín (1946). Para denominar las culturas se recurrió a dos criterios: étnico y sitio tipo. En caso de contar con evidencia histórica (p.e. crónicas) se aplicaba el primero y se utilizó en los grupos culturales posteriores a la influencia tiahuanacoide. El segundo servía en todos los demás casos y podía ser tanto el primer sitio donde se había identificado la cultura como donde se le encontraba exclusivamente (Varios, 1953). Con base en ambos criterios, se eliminó más de medio centenar de nombres de sitios y estilos costeños: 24 del norte, 23 del norcentro y 10 del sur. Eran patentes los problemas provocados por las periodificaciones apresuradas. Durante las sesiones de discusión, Muelle advirtió:

«Los términos arcaico y clásico son alusivos a estilos artísticos. Cuando los empleamos estamos aludiendo a una clasificación del material, debemos desterrarlos de la clasificación de la cultura». (Varios, 1953: 9)

«Cuando decimos Chavín clásico no [nos] estamos refiriendo a la clasificación político-económica sino al estilo». (Varios, 1953: 12)

Se adoptó dos sistemas paralelos: uno de criterio económico (Pre-agrícola, Agrícola Incipiente y Agrícola) y otro sociopolítico (Formativo, Florecimiento Regional, Gran Fusión, Reinos y Confederaciones, e Imperio). Aunque todavía muy condicionada por la información norcosteña, esta reunión permitió establecer una terminología uniforme. Desde entonces, las convenciones establecidas sirvieron de referencia para los informes de excavación, tanto en la denominación de los estilos como en la nomenclatura de las divisiones temporales[18].

1958 fue un año especialmente significativo para la periodificación. En Estados Unidos, se publicó Method and Theory in American Archaeology, y en Lima se realizaron dos encuentros sobre terminología arqueológica. El libro de Willey & Phillips (1970 [1958]) era un manual para la clasificación cultural, que incluía desde la definición de conceptos operativos hasta la proposición de una clasificación evolutiva continental. En la primera sección se plantea la diferencia entre horizonte y estilo de horizonte, considerando este último como una vía de acceso al primero, que debía ser más ampliamante definido. Caracterizaron al horizonte como «a primarily spatial continuity represented by cultural traits and assemblages whose nature and mode of occurrence permit the assumption of a broad and rapid spread», agregando que las unidades arqueológicas vinculadas por el horizonte eran solo apróximadamente contemporáneas (Willey & Phillips, 1970 [1958]: 33). En la sección dedicada a la síntesis cultural proponían los siguientes estadios: Lítico, Arcaico, Formativo, Clásico y Postclásico. El Lítico correspondía a los orígenes del poblamiento americano, el Arcaico a los cazadores, recolectores y pescadores del Holoceno, sin conocimiento de la cerámica, y teóricamente de la agricultura. El Formativo estaba conformado por los primeros grupos agricultores, generalmente poseedores de cerámica y el Clásico se vinculaba a la edificación de centros urbanos. Finalmente, el Post-Clásico aludía a los estados militaristas. Los primeros tres estadios se detectaban en toda América, los dos últimos solo en los Andes y Mesoamérica[19].

En enero del mismo año se realizaba en Lima un evento de signo opuesto: la Mesa Redonda de Ciencias Antropológicas (Varios, 1958). Fue entonces que Jorge Muelle, Eugene Hammel y Edward Lanning disertaron Sobre el concepto de horizonte en la arqueología peruana. En franca distancia con tendencias anteriores, calificaban a las secuencias evolucionistas apresuradas como «meta-arqueología». Como elemento ordenador para las clasificaciones proponían una redefinición del horizonte. Advertían que no se trataba de un fenómeno plenamente simultáneo, dado que era muy difícil la difusión instantánea de un estilo. El horizonte, podría representarse como una línea ligeramente inclinada. En sus términos, «Horizonte es el plano imaginario que conecta un segmento dado de una columna estratigráfica con el segmento análogo de otras columnas en el esquema clasificatorio. La conexión se hace por la identificación de un mismo complejo morfológico» (Muelle et al., 1958: 73)[20]

Aunque la historia de este encuentro está apenas documentada, hay indicios de que entre las decisiones finales, se reconoció como marco organizativo básico, el cuadro cronológico de John Rowe, entonces denominado esquema «tempo-espacial»[21].

En agosto de 1958, se efectuó la Mesa Redonda de Terminología Arqueológica en el marco del Segundo Congreso Nacional de Historia[22]. La ponencia principal estuvo a cargo de Richard Schaedel quien resumió las conclusiones de la Mesa de 1953 y defendió su vigencia. Para este arqueólogo norteamericano, el sistema de estadios (Steward, Strong, Willey) era indispensable para la comparación transcultural. Para la nominación de sitios insistió en aplicar los criterios ya acordados y en la necesidad de conciliar entre «subdivididores» (principalmente norteamericanos) y «sintetizadores» (mayormente peruanos). En seguida, se pasó a discutir la aplicabilidad de la nomenclatura evolutiva anteriormente aprobada. Si bien hubo diversas observaciones puntuales, la crítica más insistente fue de un alumno de Jorge Muelle: Luis Lumbreras. Resaltó la dificultad de utilizar el sistema sustentado por Schaedel para la Sierra Central, donde el orden de los estadios era distinto, y defendió la utilidad de la propuesta «tempo-espacial» de Rowe. Finalmente se aprobó una modificación específica en la nomenclatura (reemplazar el término Florecimiento por Configuración). Sin embargo, lo más significativo —ya que preludiaba posteriores debates— resultó el contrapunto Schaedel/Lumbreras defendiendo la secuencia evolutiva y el sistema de Horizontes e Intermedios, respectivamente (Varios, 1959: 30-34)[23].

La evidente brecha entre ambas tendencias encontró un escenario idóneo en la Semana de Arqueología Peruana organizada por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en noviembre de 1959. En este hito académico perduraba la búsqueda de conceptos sistematizadores (no necesariamente evolutivos) para la arqueología andina. Lo marcante en tal sentido fue la ponencia de Rowe. Si bien su propuesta general ya se estaba difundiendo indirectamente, este arqueólogo norteamericano presentó entonces un ejemplo práctico de su metodología: explicó la seriación por semejanza del estilo nasca, realizada en colaboración con Lawrence Dawson. No se trataba ya de los «descubrimientos de sitios» o de las «secuencias regionales» de incógnito fundamento. Luego del recuento analítico de las clasificaciones previas de este estilo, Rowe planteaba una solución, es decir una secuencia cronológica relativa. Sin embargo, lo más novedoso era que explicaba su lógica interna. Esta secuencia se concatenaba a una mayor que estaban elaborando para el valle de Ica. En suma, la ponencia era el indicio de una tendencia, de una escuela. Sin embargo, el evento no fue unísono: permitió confrontar una nueva versión de la propuesta de los estadios (Choy) y la incipiente secuencia maestra (Rowe)[24].

4. EL HORIZONTE REDEFINIDO, DESDE ICA

Aunque la propuesta teórica consolidada de John Rowe debe fecharse en 1962, su aproximación documentada al tema podría remontarse a sus primeros ensayos de datación absoluta a partir de fuentes históricas (1945; 1948). Sus críticas a la tendencia evolutiva son inmediatas al proyecto Virú: aparecen bajo la forma de dos reseñas (1949; 1950) al libro de Bennett & Bird (1949). Su puntería estuvo dirigida a la periodificación, mejor dicho, a desmontar el cuadro sinóptico de sus colegas. Cuestionaba la extrapolación de la secuencia del Virú a los Andes, mostraba puntualmente como esta no se cumplía —especialmente en el sur andino— e indicaba una serie de contradicciones en el propio texto debidas a la impuesta homotaxialidad. Como solución para la síntesis, Rowe sugería la presentación de la secuencia nor-costeña, indicando sus diferencias con las —básicamente paralelas— de la sierra norte y la costa central, pasando luego a describir las secuencias —muy distintas— de la costa sur y Tiahuanaco. El impacto de esta reseña fue inmediato, sus consecuencias paulatinas[25].

En los diversos artículos de este arqueólogo norteamericano resulta evidente su distancia conceptual frente a la corriente imperante, que no se limita a la periodificación, sino que implica su complemento, el espacio (la definición de área cultural) y —en general— su percepción del pasado. En 1952 Rowe había iniciado con Dawson el mencionado proyecto de seriación de la cerámica paracas y nazca, al que luego se uniría Dorothy Menzel. En colaboración con otros especialistas —también de la Universidad de California (Berkeley)— viajarían recurrentemente a Ica para realizar estudios intensivos: desde el precerámico hasta la época colonial[26]. Esto le permitió trabajar en dos frentes. El específico, planteando una nueva cronología relativa del material cerámico de Ica. Para elaborar la secuencia del estilo nasca se utilizó como base colecciones de museos. La definición de las fases se sustentó en asociaciones funerarias y en fragmentos hallados en sitios domésticos. Identificados los extremos del estilo (Paracas y Huari), el método de clasificar fue la seriación por parecido, que no asumía a priori la dirección del cambio estilístico, como sí lo habían hecho sus colegas anteriores[27]. Establecida la secuencia preliminar, se le contrastó con las excavaciones más recientes y con 7 fechados radiocarbónicos. El resultado fue una secuencia de 9 fases (Rowe, 1960b). Para seriar el material paracas se aplicó un modelo semejante. Luego de diversos ajustes, la clasificación preliminar de 4 fases desembocaría en una más refinada —y corregida— de 10 (Rowe, 1957; Menzel et al., 1964)[28]. Los periodos posteriores de la misma secuencia (del Horizonte Medio al Horizonte Tardío) fueron sistematizados por Menzel (1964; 1971 [1961]; 1976, inter alia). La labor realizada en esta región fue complementada por trabajos paralelos, como la tesis de Edward Lanning (1960) que sirvió para definir el Periodo Inicial y la de Thomas Patterson (1966) sobre el Intermedio Temprano en la costa central.

En el ámbito general, Rowe (1960a [1959]; 1962) reformuló el sistema de referencia cronológica de toda el área andina[29]. A fin de evitar las dificultades presentadas por los estadios, propuso usar periodos para organizar la información arqueológica. Según su redefinición, estos no aludían a características culturales, servían como mera referencia cronológica —relativa— para organizar el material arqueológico. De este modo se podrían realizar distinciones claras entre estilo y tiempo, trama de la interpretación del proceso cultural[30]. La base comparativa sería la secuencia maestra de Ica, de inusitada minuciosidad, vinculable a otras áreas por criterios de contemporaneidad absoluta y relativa[31]. De acuerdo al método de seriación, se asumían los rasgos diagnósticos de la cerámica de esta zona como pauta para establecer una secuencia referencial para clasificar el material del área andina. Consecuentemente, se propuso:

Horizonte Tardío

Intermedio Tardío

Horizonte Medio

Intermedio Temprano

Horizonte Temprano

Periodo Inicial

Así, el Horizonte Temprano se iniciaba cuando las influencias estilísticas chavín se percibían en el valle de Ica. En la misma forma el Horizonte Tardío comenzaba con las primeras evidencias inca en el mencionado valle y no con la emergencia del estado inca en su área de origen. Esta periodificación se restringía a lo cronológico —o mejor dicho, reconocía su valor como paso previo imprescindible— de modo que los horizontes no significaban la generalización de patrones culturales (como en la definición de Kroeber o Willey) sino solo contemporaneidad, para lo cual se proponía una serie de formas de reconocimiento. Más citado que aplicado, desde fines de los cincuenta, el esquema de Rowe se convirtió en el armazón de las diversas investigaciones de arqueología peruana.

El alcance de los cambios producidos por esta escuela puede calibrarse considerando que no solo se trató de modificar la zona (del Virú a Ica) sino el concepto de referencia (de una secuencia homotaxial a una secuencia maestra). No fue únicamente una reformulación teórica del método de clasificación (de la tipología a la seriación por parecido, de lo cuantitativo a lo cualitativo) sino de su aplicación y contrastación intensiva durante aproximadamente dos décadas. Se buscó anular todo sesgo evolucionista que interfiriese el proceso de periodificación/clasificación cultural. En suma, de una forma distinta de formalizar/concebir el pasado.

5. EL REFLUJO DE LOS ESTADIOS

Corresponde a Emilio Choy (1915-1976) haber reorientado las propuestas evolucionistas. En su artículo de síntesis sobre La revolución neolítica en los orígenes de la civilización americana, presentado en la Semana de Arqueología de 1959, proponía dos clasificaciones. Primero, para el material de la costa norte (valles de Moche, Chicama, Virú) alude al Salvajismo (o Paleolítico), al Neolítico (que incluye Barbarie Inferior, Media y Superior) y a la Civilización, que se iniciaría con Mochica II y Gallinazo II. Su segunda propuesta abarcaba toda el área andina e incluía: Paleolítico, Mesolítico, Neolítico (o Agricultura Incipiente), División de Clases, Reyes Sacerdotales, Estado y Monarquías Confederativas (1960: 196-198). Antes que incorporar información inédita, Choy esbozo una explicación articulada del proceso. Los artículos de este autodidacta chalaco (1960, 1987 [1967], 1969) evidenciaban un uso del trabajo del arqueólogo australiano Gordon Childe para releer el material recopilado por el proyecto Virú[32]. Choy no llegó a desarrollar su propuesta, imbricándola detalladamente con material arqueológico. Tal labor quedaría en manos de otro participante de la Semana de Arqueología (1959).

Luego de algunos trabajos menores, en el artículo Acerca del desarrollo cultural en los Andes expuesto en la Mesa Redonda de Ciencias Prehistóricas y Antropológicas (13-18 de octubre de 1965), Lumbreras (1969a) esbozó una síntesis general. Propuso una división regional de los Andes y definió los «periodos» correspondientes para el Área Central: Lítico, Arcaico (temprano, medio, tardío), Formativo (inferior, medio, superior), Desarrollos Regionales, Expansión Wari, Estados Regionales e Imperio del Tawantinsuyo. Mientras los tres primeros se vinculaban a la propuesta de Willey & Phillips (1970 [1958]), descartaba el uso de los términos Clásico y Post-clásico, para recurrir a una denominación que incidiera en los rasgos locales. Complementariamente, (1969a: 150-152) propuso los siguientes segmentos evolutivos para toda el área andina: Estadio de los Recolectores, Estadio de los Agricultores Aldeanos (Arcaico, Formativo, Culturas Regionales) y Estadio de la Civilización.

El arqueólogo ayacuchano afirmaba que no era preciso contraponer periodos y estadios, dado que se les podía utilizar complementariamente. Sin embargo, en un giro total, arremetía ahora contra lo que consideraba «exceso antievolucionista» de Rowe, que lo habría llevado a variar el contenido de conceptos tales como el de «horizonte»:

«[…] fijándole no el sentido homotaxial que tenía desde su incorporación a la Arqueología andina, sino un tratamiento arbitrariamente “horizontal”, consistente en una línea de tiempo relativo que Rowe fija a partir de una columna de tiempo relativo que él y sus alumnos han establecido por métodos estilísticos en una región de los Andes (Ica)» (Lumbreras, 1969a: 149)

Para Lumbreras (1969a: 149), Rowe había «destruido totalmente la utilidad instrumental del concepto» horizonte. En tal sentido, describe una aparente paradoja: el periodo inca, denominado «Horizonte tardío», comenzaba, según Rowe, en 1476 de nuestra era, dado que el estilo Tacaraca A coincidía temporalmente con el inicio de la ocupación inca del valle de Ica. Sin embargo, la época inca de Ayacucho, cuya conquista antecedió a la de Ica, quedaría en el Intermedio Tardío y la última parte de Chimú se incluiría en el Horizonte Tardío ya que su conquista fue posterior. Como los participantes de la Mesa Redonda de Chiclín (1946), Lumbreras unificaba criterios evolutivos y cronológicos para el área central andina[33]. Su propuesta definitiva apareció en De los Pueblos, de las culturas…(1969b) donde reconocía tres grandes estadios: Recolectores: Lítico (15000-3000 a.C.), Arcaico (40001200 a.C.); Agricultores Aldeanos: Formativo (1200 a.C.-100 d.C.), Desarrollos Regionales (100-800 d.C.); Industriales Urbanos: Viejo Imperio (800-1200 d.C.), Estados Regionales (1200-1470 d.C.), Imperio Tawantinsuyo (1430-1532 d.C.) (ver cuadro cronológico en Lumbreras, 1969b: 28).

6. ¿UN NUEVO CONSENSO?

Aunque con una extraña fortuna crítica, el libro decisivo para la disciplina —y no solo en lo concerniente a la periodificación— había aparecido dos años antes. En Peru before the Incas, el arqueólogo norteamericano Edward Lanning (1930-1985) replanteó el sistema clasificatorio, proponiendo una fluida síntesis[34]. Entre las décadas de los cincuenta y sesenta, sus investigaciones en la costa, principalmente central, le habían permitido el conocimiento detallado del Periodo Inicial y del Precerámico.

Lanning organizó su manual aplicando las herramientas conceptuales presentadas por Rowe en sus artículos sobre periodificación, jerarquía de asentamientos y sistema de clasificación de sitios. Reconoció tres estadios generales, evidenciados por el material arqueológico: el Precerámico, el Inicial y el Cerámico. Para el último asumió la propuesta de su maestro y subdividió el primero en seis segmentos (Precerámico I al VI) con base en los trabajos realizados en colaboración con Patterson. Mientras los diversos horizontes e intermedios eran, por definición, simultáneos en toda el área andina central, el Periodo Inicial comenzaba en diversos momentos, dado que era el único plenamente determinado por un evento cultural: la introducción de la producción alfarera. Para evitar las dificultades acarreadas por la adopción de estadios demasiado rígidos, Lanning escoge ciertos rasgos diagnóstico/comparativos para explicar el proceso: Primeros Habitantes, Aldeas y Templos, Inicios de la Cerámica, Culto Chavín, Surgimiento de Ciudades, Primer Imperio, etc. De modo que, aprovechando la sistematización cronológica, podía incidir en la variabilidad cultural. Esto le permitió articular espacio, tiempo y sociedad, en un cuadro que imbrica —aún hoy— la mayor cantidad de secuencias locales (ver cuadro cronológico en Lanning 1967: 26-27).

Con la propuesta Rowe-Lanning (1962/1967) quedaron planteados los límites lógicos en los cuales se mueve aún la periodificación de la arqueología andina. Lanning es el primero que hace lo que actualmente se considera imprescindible en un trabajo de generalización. ¿Cómo se puede probar esto? A modo de ejemplo ilustrativo, cabe aludir a la periodificación propuesta por el historiador Pablo Macera (1978). Este autor parte por reconocer que en el territorio hoy denominado Perú, se dieron diferentes historias e indica que es posible proceder a su división cronológica. Como criterio de la periodificación manifiesta haber utilizado las relaciones de poder político y económico. Así, dentro de la época denominada Autonomía incluye: Primeras Sociedades Preclasistas (recolectores, cazadores, pescadores); Primeros Horticultores y Pastores; Formativos Andinos; Primeras Diversificaciones Regionales; Horizonte Medio (La expansión wari. Proceso de urbanización); Segunda Diversificación (los señoríos regionales) y Horizonte Tardío (incluida la expansión imperial inca). Pese a insistir —acertadamente— en los plurales (Formativos, Diversificaciones) e indicar que el horizonte chavín y el estadio Formativo, son entidades distintas, no sucede lo mismo con los periodos posteriores, ni —en general— con la estructura de su sistema de clasificación. Este valioso ensayo no incluye una clara distinción entre criterios evolutivos y cronológicos, por lo que el conjunto —simple y llanamente— no cuaja.

El caso palmario de la vigencia del esquema Rowe-Lanning aparece entre los resultados del evento Críticas y perspectivas de la Arqueología Andina (Paracas, 1979). En este coloquio, Michael Moseley recapituló las incongruencias terminológicas precedentes. Indicó que al hacer periodificaciones se había incidido en términos basados en: Desarrollo (lítico, precerámico, formativo, etc.); Períodos (temprano, intermedio, etc.) y Expansión de sitios o estilos arqueológicos (imperio wari, expansión tiahuanaco, etc.) (Lumbreras, 1981: 22). El detalle más signficativo fue el (nuevo) cambio experimentado por Lumbreras: luego de sus incisivas críticas (1969a), acababa recomendando el esquema Rowe-Lanning (!). Aceptada la dificultad de aplicar categorías evolutivas para toda el área andina, Lumbreras (1981: 22-24) planteaba usar la secuencia maestra, considerando que se trataba de criterios puramente cronológicos. Para explicar el pasado andino, sugería categorías comparativas como las usadas por Childe para el Viejo Mundo (orígenes de la agricultura, de la cerámica, de la formación urbana y del estado, etc.). Solo la adopción de criterios coherentes de clasificación evitaría una homogenización por decreto. Si en lo primero el modelo explícito era Rowe (1962), en esto último la referencia (tácita) era Lanning (1967)[35].

7. EPÍLOGO: LOS LÍMITES LÓGICOS DE LA SECUENCIA MAESTRA

Desbrozado el panorama, quedan dos puntos por resolver: ¿qué críticas (serias) se han planteado al modelo Rowe-Lanning? y ¿cómo han procedido los periodificadores más recientes? Es preciso comenzar por el final.

Dentro del conjunto de textos dedicados a sintetizar el pasado prehispánico aparecidos en la década de los noventa, resulta pertinente referirse a cuatro casos muy distintos entre sí, a fin de ofrecer un panorama representativo: Duccio Bonavia (1991), Michael Moseley (1992), Daniel Morales (1993) y Peter Kaulicke (1994)[36]. En términos generales, Bonavia y Moseley coinciden en reconocer la utilidad del esquema Rowe-Lanning como elemento organizativo, aunque ambos realizan ciertas atingencias. En la senda de Lanning (1967), Bonavia propone un «esquema de desarrollo cultural» que acompaña a la columna cronológica ya establecida:

Cazadores

Recolectores

De la caza a la agricultura (domesticación de plantas y animales, del villorrío al centro monumental)

Primeras sociedades organizadas

Culturas locales y regionales

Primeros imperios andinos

Renacimiento de las culturas locales y regionales

Imperio incaico[37]

Por su parte Moseley hace breves observaciones sobre el fundamento de su periodificación y divide su texto basándose en la secuencia maestra. En ambos libros resulta patente la dificultad de lidiar con la sección anterior a la alfarería para la que no se cuenta con un adecuado sistema de periodificación. Sintomáticamente, en su cuadro cronológico Bonavia recurre a la propuesta de Lanning (seis periodos precerámicos) que él mismo había demolido en páginas anteriores (Bonavia, 1991: 107-108). Por su parte, Moseley divide esta sección en Lítico y Precerámico, basándose en cambios climáticos (!) (Moseley, 2001 [1992]: 107).

En los manuales de Morales y Kaulicke hay una posición totalmente distinta, y

—significativamente— ninguno incluye cuadros cronológicos que resuman sus propuestas. En su libro, Morales (1993) mezcla los términos evolutivos y los propuestos por Rowe. Luego de referirse al Lítico, Arcaico (o Mesolítico andino) y Formativo pasa al Intermedio Temprano, Horizonte Medio e Intermedio Tardío. Esto provoca una serie de problemas, en la presentación de la información, pero sobre todo en la estructura interpretativa general, que anteriormente han sido evaluados en detalle (Ramón, 1994). La documentada síntesis de Kaulicke tiene un espectro temporal más preciso, pero procede de modo análogo[38]. El libro se dividide en Lítico, Arcaico y Formativo. Considerando que se trata del caso más elaborado de esta tendencia, conviene detenerse en su última sección. El autor justifica la elección del término Formativo «[…] por conveniencia ya que es de uso más frecuente por un gran número de arqueólogos nacionales y extranjeros» (1994: 259). Y, paralelamente, cuestiona el sistema de Rowe:

«El término “Horizonte”, en cambio, se presta a malentendidos ya que depende directamente de la precisión tanto cronológica como estilística de lo que se entiende por el estilo Chavín». (1994: 547)

Kaulicke incluso propone una periodificación parcialmente modificada de aquel estadio. Una de las «novedades» consiste en conceder al término Formativo un valor meramente cronológico y subdividirlo en secciones menores con las fechas respectivas: Temprano (1500-1000 a.C.), Medio (1000-600a.C.), Tardío (600-400a.C), Final (400-200a.C) y Epiformativo (200a.C.-100/200 d.C.)[39]. Según el autor «El término Formativo se emplea aquí sin connotaciones evolucionistas con el afán de simplificar la terminología ya que tiene un uso generalizado en la mayoría de los países latinoamericanos» (?) (Kaulicke, 1994: 547).

Esta incorporación terminológica va precedida de una revisión histórica del término, por lo cual sorprende el resultado. Por definición, el Formativo es un estadio, es decir una categoría evolutiva: quitarle «sus connotaciones evolucionistas» es simplemente mutilarlo. Esto es paradójicamente equivalente a usar un periodo como marcador evolutivo y sostener que se le ha retirado el «componente cronológico»[40]. De todo esto, resultan dos corolarios. Primero, al dividir el Formativo cronológicamente (Temprano, Medio, etc.) y atribuirle fechas se le convierte en un recipiente temporal. Sin embargo, cada una de las subdivisiones de este redefinido Formativo mantiene rasgos culturales propios (descritos por el autor a lo largo del libro) como —por ejemplo— que el Medio sea considerado como la «edad clásica» (Kaulicke, 1994: 554; 1998: 12). Cada sección resulta un estadio generalizado, retornando al problema del proyecto Virú. Segundo, si este Formativo retocado solo marca tiempo ¿por qué no utilizar las categorías ya existentes? precisamente podadas de connotaciones evolutivas, mejor definidas, y que además resultan muy parecidas en términos cronológicos (v.g. el Formativo Temprano corresponde apróximadamente al Periodo Inicial; y el Formativo Medio, Tardío y Final al Horizonte Temprano). Pese a todas las críticas realizadas a los especialistas centrados en la seriación alfarera, lo que definitivamente (sin aludir a las «excepciones») divide Arcaico y Formativo es la presencia de cerámica, lo que equivale al concepto de Precerámico-Periodo Inicial. Incluso esto último es más flexible, ya que se trata de un rango y no de una fecha exacta[41].

Lo curioso es que luego de realizar críticas razonables a las propuestas/secuencias anteriores, el autor vuelve a tomar como base de referencia una suerte de combinación opaca de secuencias cerámicas específicas (las excavaciones de la «Misión japonesa» en la sierra norte) para proyectar sus subdivisiones cronológico-estilísticas convirtiéndolas en secciones estadiales (Kaulicke, 1994: 277, 284, 547). Más aún —como ya se ha indicado— esta innovación carece de efecto práctico ya que la subdivisión es virtualmente la misma. Obviamente esta serie de incongruencias se trasluce en los detalles[42].

Por lo indicado, las críticas constructivas sobre periodificación, serán las que vayan hacia delante de la secuencia maestra. Existen diversas tendencias dentro de la arqueología peruana y latinoamericana actual, sin embargo la coordinación cronológica relativa a nivel nacional sigue siendo un imperativo permanente[43]. No parece que la periodificación se haya transformado aún en una cuestión de museo, o tal vez sí —en el sentido positivo—, ya que sigue marcando sus guiones, que son la forma básica de conexión entre los arqueólogos y el público. Sucede lo mismo con los manuales, que constituyen —largamente— el rubro más consumido de la disciplina[44]. A las críticas ya mencionadas (Mason, 1978 [1957]; Lumbreras, 1969a; Kaulicke, 1994, inter alia) debe agregarse una serie de observaciones aisladas pero no escasas. Estas van desde lo general hasta lo específico, y en este segundo rubro la mayoría está destinada al componente más temprano de la secuencia maestra: el Horizonte Temprano[45].

Según la escueta definición clásica, el Horizonte Temprano, es: «[…] the time from the first appearance of Chavín influence at Ica until polychrome slip painting replaces resin painting in that valley» (Rowe, 1962: 49). Al caracterizar la primera parte de este periodo, Menzel (1971 [1961]: 23-24) especificó más los elementos implicados:

«Para fines prácticos, el archivo arqueológico del valle de Ica comienza con el estilo de Cerrillos, que era aproximadamente contemporáneo con el clásico estilo Chavinoide (Curayacu) de la costa central (Lanning, MS.b). Dawson opina que es probable que eventualmente se llegue a descubrir una fase ligeramente anterior al estilo de Cerrillos con rasgos aún más semejantes a los Chavinoides de la costa central, por lo cual dicho estilo de Cerrillos podrá resultar contemporáneo con una última fase del estilo Curayacu C o con Curayacu D. Lanning ha calculado una antigüedad aproximada de 700 a 500 años A.C. para los estilos Curayacu C y D, sobre la base de las pruebas con el Carbono 14 utilizadas en relación a los estilos conexos de la costa del Norte».

Esta cita muestra cómo se compaginó el inicio del Horizonte Temprano. Sin una secuencia para el Periodo Inicial en Ica, Rowe (1959a: 9) decidió utilizar la información de la tesis de Lanning (1960) para la Costa Central, que mostraba la relación entre los estilos Cerrillos, Curayacu II y una variedad de Cupisnique, vinculados por detalles iconográficos chavín y rasgos técnicos de la cerámica. Según la síntesis posterior del propio Lanning (1967: 107) el trance estaba claramente marcado en Curayacu. Mientras en la ocupación del Periodo Inicial de este sitio hubo un estilo cerámico puro de la costa central y sin vasijas importadas, el Horizonte Temprano comenzaba con el súbito flujo de piezas típicas del estilo chavín indudablemente norteñas, y la proliferación de diseños mitológicos y patrones de textura (texturing devices) chavín en vasijas locales y artefactos óseos. Simultáneamente, apareció vajilla de intercambio no-Chavín de la costa sur y de la sierra. Los diseños mitológicos fueron usados por uno o dos siglos, pero luego solo perduraron los patrones de textura para decorar la superficie exterior de las vasijas, antes usados para el interior. Luego Lanning aludía a otros sitios donde se daba un fenómeno semejante. Resumiendo los hallazgos de sus colegas (Menzel et al., 1964; Rowe, 1962), indicaba que en Paracas los diseños mitológicos chavín habían perdurado un largo tiempo, e incluso, las modificaciones en los detalles de las figuras reflejaban los cambios en la escultura lítica de Chavín de Huántar, indicando contactos sucesivos (Lanning, 1967: 108).

Se ha aludido a esta serie de definiciones para mostrar diversos ángulos de un mismo concepto: el inicio del Horizonte Temprano, el lapso más conflictivo de la secuencia maestra. Esta articulación de distintas secuencias (Chavín de Huántar→Curayacu→Ocucaje) puede ser lógicamente extrapolada, reconociendo los siguientes elementos:

a.el estilo chavín, que —justificando su denominación— se habría originado en el sitio epónimo y luego aparecería en Ocucaje.
b.la influencia chavín, este término implicaría la presencia alternativa y no excluyente

de:i) vasijas de Chavín de Huántar (con el estilo del mismo nombre), ii) vasijas de manufactura local con rasgos chavín, iii) vasijas de áreas intermedias (p.e. Curayacu) con la impronta chavín, iv) vasijas locales con rasgos del estilo chavín de las áreas intermedias.

Aunque las variables pueden incrementarse exponencialmente (incluyendo zonas nointermedias; otro tipo de rasgo diagnóstico en la cerámica [p.e. técnicas de producción, composición de pastas, etc.]; otro tipo de soporte [p.e. textiles, madera, hueso, etc.]) las mencionadas son suficientes para mostrar las múltiples aristas de esta definición y situar las críticas[46].

Shelia y Thomas Pozorski plantearon dos tipos de cuestionamientos. Por un lado indicaron que era muy difícil relacionar el material del valle que excavaban (Moche) con el de la secuencia maestra (Burger, 1988: 108). En segundo lugar, negaron la existencia de un Horizonte Chavín, proponiendo que el Horizonte Temprano debía denominarse Periodo Temprano. Argumentaban que los componentes estilísticos ya existían desde hacía muchos siglos, y que la iconografía chavín no sería más que una variante del sistema ancestral (Pozorski & Pozorski, 1987). Lo primero —que ha sido recurrentemente mencionado por diversos autores— ya había sido contemplado en la propia definición de Rowe (1959a: 11- 12, que alude al caso del Altiplano), ya que es imposible que todas las áreas presenten piezas de intercambio directo. Precisamente esto permite ubicar las zonas donde hay vacíos por resolver, y en todo caso cabe recurrir a los fechados absolutos. El concepto de horizonte no asume que lo sucedido en Ica (presencia chavín) se repita en toda el área andina. Sobre la segunda crítica, Richard Burger (1989b: 552-555) ha compilado una serie de rasgos particulares, que le permiten sostener que el Horizonte chavín no es una quimera estilística. Este autor insiste en el valor heurístico del término, que funcionaria como un estilo de horizonte efectivo para reconocer el proceso cultural asociado.

Pese a trabajar con el esquema Rowe-Lanning, Burger ha sido uno de los más insistentes (y citados) críticos de la secuencia maestra. Su cuestionamiento alude al concepto de influencia chavín. Según Burger (1988: 109-110) las piezas de intercambio chavín llegaron varios siglos antes que la incorporación de los motivos iconográficos chavín en la cerámica del estilo paracas de Ocucaje, aunque no indica detalles del tipo de cerámica intrusiva. Este es uno de los corolarios de las opciones de influencia arriba mencionadas, e implicaría un reajuste de la definición, no su anulación[47]. En todo caso, Anne Paul (1991: 9) ha refutado la propuesta de Burger criticando sus referencias cronológicas y su interpretación[48]. En una revisión general de la secuencia paracas, Paul (1991: 8-11) ha actualizado el tema insistiendo en algunos tópicos claves. Primero, la sucesiva modificación de las fechas atribuidas al inicio del Horizonte Temprano por los propios miembros de la escuela de Berkeley, principalmente debido al refinamiento de los métodos de fechado absoluto. Segundo, ha presentado la reformulación de Sarah Massey, que implica: anular las dos primeras fases (por ausencia de testimonio alternativo y la escasa muestra en que se basaban) y comprimir las 8 fases restantes en solo cuatro[49]. Tercero, ha mostrado la vigencia general de la secuencia reformada a partir de su contrastación con fechados radiocarbónicos.

Si bien la discusión aquí planteada podría extenderse, lo anterior es suficiente para sustentar una conclusión específica: que ninguna de las críticas reseñadas afecta el valor instrumental del Horizonte Temprano, aunque siempre será necesario hacer una serie de precisiones empíricas y ajustes conceptuales. Se ha utilizado estos cuestionamientos para evidenciar la importancia heurística de este tipo de herramientas. Reconocida la arbitrariedad de toda secuencia y la formalización excesiva que todo cuadro cronológico implica, cabe insistir en su carácter aún imprescindible. Al tratar de definir un elemento puntual de una sección de la secuencia maestra, ha aflorado un conjunto de interrogantes que fueron planteadas hace más de cuatro décadas y siguen vigentes (en su doble calidad de hipótesis y problemas). En términos generales: de acuerdo a la información disponible, cualquier avance en periodificación relativa no puede dejar de incorporar lo ya realizado localmente, que no viene a ser más que la tendencia asociada a la secuencia maestra; incluso para refutarla. Lamentablemente, en nuestro medio, la tendencia de los estadios todavía no ha suscitado por si misma interrogantes de tal especificidad, antes bien las ha soslayado: superponiendo bloques de secuencias para «sintetizar», cuando son obvias las desventajas de tal procedimiento. Invirtiendo la proposición de uno de los autores tratados, la gracia del Horizonte Temprano (y de conceptos similares) reside justamente en que dependa de una serie de definiciones (estilísticas y cronológicas) precisas. Esto evitará el reflujo de generalizaciones que insisten en la falacia de concebir el todo sin haber aclarado las pautas para organizar los detalles, es decir (cuando menos) los criterios de periodificación[50].

Agradecimientos

A José Luis Pino, Daniel Dávila, Fiona Menzies, Sara Joffré, Alina Santa Cruz y George Lau. A Lita Gamero, que —un buen día— me regaló los libros que sirvieron de base para este artículo. El núcleo de este texto fue presentado en el Congreso de Estudiantes de Arqueología del Cuzco (noviembre 1994) y apareció en la Revista Investigaciones 4 (1994) del CEAR (UNMSM). La versión actual fue discutida en el evento Nuevas Tendencias en Arqueología II (Lima 2002). Finalmente, agradezco las sugerencias críticas de Augusto Oyuela-Caycedo y el lector anónimo.

Referencias citadas[51]

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  1. La entrevista fue concedida a Manuel Cisneros y titulada «Tenemos que vivir, cambiar y avanzar» (El Comercio. Suplemento Dominical. 12.1.1997). El libro fue publicado en castellano en 1969 y traducido al inglés en 1974, por Betty Meggers. En su reseña Browman (1976) lista las modificaciones introducidas en la traducción. Ver también Rouse (1975).

  2. Una descripción sintética de este cambio en Renfrew & Bahn, 1993: 34-7.

  3. Complementariamente, podría mencionarse algunas consecuencias concretas, como —por ejemplo— que se haya vuelto lugar común acoplar en una misma secuencia criterios tan distintos como «Horizonte Temprano» y «Formativo Superior»; considerar equivalentes el «Intermedio Temprano» y el estadio de los «Desarrollos Regionales»; o aludir al «Periodo Formativo».

  4. La historia de la arqueología peruana ha sido tratada desde las más diversas perspectivas. Aquí solo se abordará un rasgo particular. Un marco general inicial, antiguo pero perceptivo en Porras (1963: 72-103). Pese a sus obvias divergencias —o gracias a ellas— han resultado especialmente útiles los planteamientos de Fung (1965), Patterson (1989) y Makowski (1995): tres nacionalidades, décadas y propuestas distintas. El primero es valioso por las explicaciones prácticas de los métodos usados por los arqueólogos peruanistas, el segundo brinda un contexto social general y el tercero una panorámica sistematización de autores/escuelas. Otros recuentos historiográficos en: Burger (1989a), Lumbreras (1969b: 20-27; 1990), Matos (1990), Schaedel & Shimada (1982). Un informativo mea culpa en Isbell (1995).

  5. Cardoso (1982: 206-208) ubica dos posiciones básicas: los realistas y los convencionalistas. Los primeros sostienen que la periodificación proviene de la naturaleza del objeto investigado. De modo que si son adecuadamente establecidos, los periodos constituyen un reflejo de la realidad histórica. Los otros creen que cualquier periodificación es arbitraria, justificable solo por razones prácticas o didácticas. Sobre el papel crucial de la periodificación (y su coherencia interna) en la historia, ver Panofsky (1991 [1951]: 1-2). Una discusión sobre los límites de la periodificación, que además incide en la arqueología americana (y peruana) en Kubler (1985 [1970]) y Stone-Miller (1993), aunque (en este último caso) los cuadros discutidos no sean los más significativos. Nachtingal (1969) aborda el tema para el Perú, pero desordenadamente.

  6. La distinción de los restos materiales incas/preincas, se remonta –al menos- a fines del siglo dieciocho. Sin embargo, no es posible abordar aquí esta protohistoria de la arqueología peruana, que incluiría a los viajeros-excavadores (v.g. Squier) y a los primeros sistematizadores de la historia prehispánica (v.g. Lorente). Esta sección se limita a las cuatro décadas iniciales del siglo veinte.

  7. La novedad de la obra de Uhle resalta en comparación con sus precedentes continentales. Ver las observaciones de Rowe (1998). Un recuento de las discusiones que conforman el antecedente inmediato de la arqueología en el Perú, en el estudio de Riviale (2000) sobre los viajeros franceses. Lamentablemente el autor no plantea preguntas específicas respecto a la investigación arqueológica. Algunas observaciones en este sentido, en Ramón (2000).

  8. La biografía modelo de Uhle en Rowe (1954). Sobre lo indicado ver también Fung (1965: 90-92), y especialmente Rowe (1998: 17).

  9. Un presentación de la polémica en Rowe (1960c). Simultáneamente a Uhle, algunos historiadores plantearon sus propias periodificaciones, como Clements Markham en 1910, Carlos Wiesse en 1913 y Philip Means en 1917. Ver los cuadros en Ravines (1970: 13). Si bien el primero resulta un esfuerzo «pre-arqueológico» pionero, los dos últimos se vinculan íntimamente al trabajo del arqueólogo alemán. Según Uhle (1920: 448), él entregó su cuadro de periodificación a Wiesse para sus clases universitarias, y Means lo usó tergiversadamente.

  10. Ya que de alguna manera este artículo es también la comparación entre cuadros cronológicos arqueológicos y sus contextos, he especificado la ubicación exacta de los mismos para auxiliar al lector interesado. Remito a las fuentes originales, ya que no son de dificil acceso, y su adecuada reproducción habría incrementado excesivamente la extensión de este texto. Finalmente no creo necesario presentar un esquema que resuma o compare gráficamente los cuadros discutidos, ya que -como precisamente trato de demostrar aquí- en muchos casos son gráficos cualitativamente distintos.

  11. La coincidencia de resultados entre el proyecto Virú y los trabajos de Larco merece estudiarse en detalle. Strong (1948: 100) reconoció que el primero en trabajar con ese sistema de estadios fue el hacendado de Chiclín. Sobre la trascendencia de las clasificaciones de Larco, siempre se cita que el seminario dirigido por J. Rowe —en 1950— comprobó su secuencia específica para el estilo moche (1948) contrastándola con el material excavado por Uhle en el sitio F (Anónimo, 1951). Sobre su vigencia ver Arsenault (1995: 460) y Castillo (2001).

  12. Al publicar su secuencia presentada en la Mesa de Chiclín, Larco (1948: 7) sostuvo una tesis semejante a la de Willey, que asociaba íntimamente el sistema de periodificación y la distribución espacial: «La relativa pequeña distancia que hay entre valle y valle, y entre la costa y sierra, centros de las principales culturas del Perú—, dio por resultado un rápido intercambio de elementos y un desarrollo casi uniforme de ellas. Esta característica permite, al hacer el cuadro sinóptico, dividir las épocas culturales peruanas en líneas horizontales ya que la propagación de estos elementos se llevó a cabo en muy corto tiempo».

  13. Sobre el proyecto ver Willey (1946b; 1999). Respecto a su fugacidad, se ha indicado que durante la única campaña de 1946 se registraron más de 300 sitios. Según testimonios ulteriores del propio Willey, el inventario fue bastante incompleto: el valle contenía tres o cuatro veces más sitios arqueológicos. Ver Arsenault (1995: 446, n. 6).

  14. Además de los miembros del proyecto Virú, presentaron ponencias M. Newman, G. Kubler, S. Lothrop, A. Kidder, J. Steward y J. Rowe, aunque este último no asistió. Larco no estuvo y Kroeber encabezó el encuentro (Bennett, comp., 1948). P. Armillas, se encargó de proyectar el esquema a la secuencia mexicana (cf. también Armillas, 1957).

  15. Sobre la génesis de estas clasificaciones ver Strong (1948: 100-101). La continuación de esta línea en Collier (1960 [1955]) en el simposio mundial dirigido por Steward.

  16. Más adelante se aludirá a las reseñas de Rowe (1949; 1950). En el prólogo a la segunda edición, Bird (1960: IX-XII) reconoce la pertinencia de estas críticas, específicamente de sus observaciones sobre periodificación. Aunque el contenido del libro apenas se modificó, el cuadro cronológico sufrió significativas alteraciones (comparar Bennett & Bird 1949: 12; 1960: 82-83). La representación gráfica del horizonte adquirió el caracter de línea ligeramente inclinada que lo caracterizará por algunos años, se volvió a los tres horizontes, se enfatizó en la variabilidad entre zonas y se agregó la secuencia del norte chileno. Las observaciones de Kubler (1985 [1970]: 401) sobre tal libro van en idéntica dirección, y pueden resumirse en: «Such “stages” displayed an evolutionary circularity of method, whereby the desired conclusions are among the premises».

  17. Mason (1978 [1957]: 29-31) incluye una defensa de la tendencia de «desarrollo funcional», que permite entender la situación de la época.

  18. Ver el cuadro de Stumer, 1954 (en Valcárcel, 1967); Tabío, 1965: 27, inter alia.

  19. Ya que este esquema ha sido tan usado como criticado, vale indicar que sus denominaciones corresponden a distintos criterios: el primer estadio fue definido por un tipo de material (Lítico), otros por un criterio económico (Formativo, caracterizado por la agricultura), mientras el Arcaico no pasó de ser un segmento artificial, sin atributos propios (Prous, 1992: 108-111).

  20. Estos complejos morfológicos eran definidos como el grupo de rasgos típicos asociados.

  21. Según Valcárcel (1967: 56), el cuadro de Rowe (Peruvian Archaeology, Chronological Chart) fue impreso a mimeógrafo en 1955 para uso de los especialistas, y lo reproduce en el anexo de su libro. Bien visto, todavía no es radicalmente «horizontal», sino coincidente con la definición de Muelle, Lanning y Hammel. La referencia a la oficialización del cuadro en la Mesa de enero (1958) en las actas del evento siguiente (Varios, 1959: 31,33, 207). En su ponencia, Muelle, Hammel y Lanning (1958) respaldan explícitamente el esquema de Rowe, de quien —los dos últimos— eran alumnos en la Universidad de California. No he ubicado las actas tal como las cita Ravines (1994: 596, alusión a Matos, 1958). Agradezco a Hernán Amat por facilitarme una copia de las actas a mimeógrafo.

  22. Las actas de la Mesa consignan la participación oral de: J. Castro, T. Catanzaro, B. Flornoy, G. Fuentes, L. Lumbreras, J. Matos, T. Mejía, O. Nuñez, A. Rossell, R. Schaedel, L. Stumer, P. Villar (Varios, 1959: 30-34).

  23. Además de invocar la pertinencia de la propuesta de Rowe, Lumbreras la usó en el cuadro sinóptico de su ponencia (Varios, 1959: 226). Lo mismo hicieron otros dos miembros de la nueva generación de arqueólogos peruanos (Duccio  Bonavia y Ramiro Matos) (Varios, 1959: 167, 207).

  24. La edición de las actas estuvo a cargo de R. Matos (1960). La referencia al roce conceptual Choy-Rowe en el epílogo de Muelle (397).

  25. Hubo una rápida reacción de Willey (1951). Al responder, Rowe (1951) insistirá en su crítica a la co-tradición de Bennett inspirada en los hallazgos del Virú y en la propuesta de Kroeber. En el mismo sentido iba su cuestionamiento al concepto de área-cultural usado por George Murdock en su libro sobre etnias sudamericanas (Rowe, 1953). En la segunda edición de Bennett & Bird (1960) es patente el interés por atender a las observaciones de Rowe, especialmente en el cuadro cronológico, que resultó más complejo (ver nota 18).

  26. Una caracterización de la obra de Rowe en Menzel (1969), Hammel (1969) y Patterson (1989: 49-50). La descripción del proyecto en Rowe (1956; 1970 [1961]) y Menzel (1960; 1971 [1961]).

  27. La explicación del método de seriación por parecido en Rowe (1959b; 1961).

  28. La piedra angular de la secuencia (1964) fue reseñada por Lathrap (1966).

  29. Ya que la propuesta de Rowe muestra variaciones, solo se aludirá a su versión definitiva (1962). Estas modificaciones se evidencian al comparar el mencionado cuadro de 1955 (en Valcárcel, 1967) y el cuadro enteramente «horizontal» de 1958 (Rowe, 1960a [1959]: 16). La diferencia se explica a partir de la concepción de la secuencia maestra.

  30. Rowe (1959a: 3-5) alude a los antecedentes de su propuesta: tanto Alfred Kroeber como James Ford habían esbozado sistemas de clasificación parcialmente semejantes, pero los abandonaron.

  31. La primera secuencia maestra fue presentada en Menzel (1971 [1961]). Una versión corregida y correlacionada a otras áreas aparece en Rowe & Menzel (1967: 2-3). Los criterios de contemporaneidad en Rowe, 1962: 49-50 y —en la misma línea— Patterson, 1963.

  32. Aunque nunca se menciona, Rowe (1962: 46-47) también usó —aunque de otro modo— las propuestas de Childe. La conexión Childe-Choy ha sido enfatizada por Flannery (1994).

  33. Un temprano cuestionamiento a los planteamientos de Lumbreras, en Macera (1968). Una crítica al carácter híbrido de su esquema de periodificación, en Browman (1976:191), Burger (1988: 110) y —además a su carencia de fundamentos cronológicos— en Paul (1991: 9).

  34. Las valiosas observaciones críticas de Fung (1969) se restringen a la primera parte (el Precerámico y el Periodo Inicial) y no afectan en modo alguno el aspecto aquí destacado del texto. Lathrap (1969) lista una serie de errores puntuales, pero lo reconoce como el mejor trabajo general, e incluso vaticina su proyección futura. Critica su «costa-centrismo», en contraste con el «Virú-centrismo» de los libros anteriores. En la necrología de Lanning, Bonavia & Matos (1985: 348) destacan los méritos del libro comentado. Patterson (1989: 51-53), condiscípulo de Lanning, dedica varias páginas a explicar el carácter innovador de su obra y específicamente de su trabajo de síntesis. Todos coinciden en afirmar el quiebre que significó este autor para la arqueología peruana, tanto en la extensión del corpus empírico como en su sistematización teórica.

  35. Más aún: una década antes, Gordon Willey (1971, II: 82) había dado un giro análogo. En su manual de arqueología sudamericana, asumía el sistema Rowe-Lanning para organizar la información sobre Perú. Poco después, Rowe (1975) cuestionará incluso el esquema de Willey (y Sabloff) para periodificar la historia de la arqueología.

  36. La segunda edición de Moseley (2001) no incluye modificaciones sobre periodificación. El conjunto de manuales podría complementarse aludiendo a los textos de Morris & Von Hagen (1993), Ravines (1994), Richardson III (1994), Stone-Miller (1995), Silva (2000), y a los textos colectivos dirigidos por Keatinge (1988) y Lumbreras (1999). No se hace por falta de espacio y ya que no se ha ubicado novedades en el tema de periodificación.

  37. Estos son los títulos de la subdivisión del cuadro final. La organización del indice (y del libro) es básicamente la misma.

  38. El texto ha sido reseñado por Dillehay (1996).

  39. Además de este grupo de fechas (547) el autor incluye otras ligeramente distintas (284).

  40. El entrampe lógico de este procedimiento también ha sido advertido por Silverman (1996: 104).

  41. Con «excepciones» se alude a casos tipo «Formativo sin cerámica» lo que significa haber hallado sitios en los que pese a incluir rasgos culturales propios de la definición teórica de Formativo, no se han identificado tiestos. Esto no solo muestra que se sigue tratando de un estadio sino que continúa siendo «cerámico-céntrico». Cabe distinguir que si Lumbreras (1969b: 76-78) utiliza la aparición de la cerámica para caracterizar su Arcaico tardío, Kaulicke (1994) la hace coincidir con el inicio de su Formativo.

  42. Un buen ejemplo de la difusión de esta tendencia y de las dificultades de adoptar un estadio como marcador cronológico son las actas del coloquio sobre el Formativo (Kaulicke, ed., 1998). En esta compilación, el Formativo es una subdivisión cronológica (aunque prácticamente cada participante le da límites temporales distintos) pero que presenta características curiosamente semejantes, ergo es un estadio. Una explicación (y aplicación) de la propuesta de Kaulicke (1994) en el artículo de Vega-Centeno (1998). Recientemente ha habido propuestas loables para sistematizar críticamente los fechados absolutos del Formativo, como la de Velarde (1998). Lamentablemente, este autor nunca define tal estadio, sino que lo asume como la unión del Periodo Inicial y el Horizonte Temprano. Esto demuestra el poco valor de las listas de fechados calibrados si no se aclara el concepto que los hace significativos.

  43. Aunque no hay nada parecido a un consenso continental. Véase, por ejemplo, Borrero (1993) para Argentina.

  44. Sobre esto último, basta verificar la lista de textos reeditados y traducidos: Bennett & Bird (1949), Bushnell (1962 [1956]), Mason (1978 [1957]), Lumbreras (1969b). Entre los solo reeditados: Keatinge (1988), Moseley (2001 [1992]), Morales (1993). El libro de Lanning (1967) ha sido recientemente traducido.

  45. Por cuestiones de espacio, y considerando que en términos conceptuales, las críticas a los Periodos y Horizontes siguientes deberían ser análogas, no se les tratará. La cerámica del Periodo Inicial de Ocucaje no fue sometida a una clasificación específica, ver adelante. Por definición, el Precerámico no forma parte de la secuencia maestra (ya que se trata de una secuencia cerámica). En todo caso, su división ha sido la más criticada, menos defendida, y —prácticamente— descartada. Ver las observaciones de Fung (1969), Bonavia (1991) y Chauchat (en Keatinge, 1988).

  46. Las posibilidades de la relación entre Chavín y Paracas son discutidas en Menzel et al. (1964: 257-258).

  47. Aunque Bischof (1996: 75-76) ha optado por una secuencia evolutiva (alude al Formativo), algunas de sus observaciones críticas al concepto de Horizonte Temprano podrían resultar útiles en este sentido.

  48. Las críticas de Paul (1991: 31, n. 14) a Burger (1988) son: a. los dos primeros fechados de su tabla no corresponden a asociaciones con niveles Ocucaje 3 sino 7, según el propio D. Wallace, que obtuvo las muestras; b. cita pero no incluye un fechado (GX-1345) que, al realizar los promedios, envejece en tres siglos la fase Ocucaje 3; c. usa fechados de contextos inciertos o mal documentados. Los cuestionamientos de Burger (1988) estaban orientados a compaginar su fase Janabarriu (390-200 a.C.) con el inicio del Horizonte Temprano. A la crítica citada, se suma la de Massey (1991: 344, n. 2) para quien Ocucaje 3 precede a Janabarriu. Sintomáticamente, las observaciones de Inokuchi (1998: 176) sobre Kuntur Wasi (Cajamarca) van en el mismo sentido. Según los fechados radiocarbónicos, la fase homónima (700-450 a.C.) antecede a Janabarriu, de la que supuestamente era consecuencia.

  49. Ver además Massey 1986: 27-39; Silverman 1991: 377-379; Cook 1999: 68-69. Una posición contraria a las anteriores —es decir favorable a la secuencia original— en Tellenbach 1998, I: 123-124.

  50. La periodificación no puede aislarse de otras categorías, por lo que sería preciso plantear una discusión análoga sobre el concepto de área (corologías) y los criterios de clasificación social.

  51. En el caso de los manuales (síntesis) de arqueología peruana en inglés, las referencias se toman de la edición original. De haber traducción castellana, se cita la primera edición, y se indica la fecha original de publicación [entre corchetes] para respetar el orden cronológico. Toda excepción va indicada.

Descubren 168 nuevas figuras en Nazca: así se utilizó la inteligencia artificial

La Universidad de Yamagata (Japón) e IBM explican cómo funciona la inteligencia artificial que permitió el hallazgo.

Hace dos semanas se hizo público el hallazgo de 143 nuevos geoglifos que representan a seres vivos y otros objetos sobre las pampas de Nasca, hito que fue posible gracias a un estudio de la Universidad de Yamagata (Japón) basado en la tecnología de inteligencia artificial (IA) de IBM.

¿Como fue posible?

Akihisa Sakurai, ingeniero de IBM y miembro de la Academia de tecnología de IBM, IBM Research – Tokio, señaló a la Agencia Andina que los investigadores desarrollaron un modelo de IA en el servidor IBM Power System AC922.

«Es la misma tecnología de hardware detrás de las supercomputadoras más poderosas del mundo, como la Summit del Departamento de Energía de Estados Unidos (que, desde junio de 2018, es considerada la más veloz del mundo, con una velocidad de 200 mil billones de operaciones por segundo) o Sierra (de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear, con una velocidad de 125 mil billones de operaciones por segundo)», refirió.

Sakurai explicó que usaron algoritmos de Deep Learning o aprendizaje profundo para detectar figuras en el suelo. Esta técnica utiliza varias capas de análisis de información, en las que la información de ‘salida’ de una es la misma que la de ‘entrada’ de otra, permitiendo un análisis complejo y el reconocimiento de patrones.

«El aprendizaje emula la estructura del cerebro con redes neuronales implementadas entre ‘entrada’ y ‘salida’ (de información) del modelo de Deep Learning. Al repetir este proceso varias veces, las redes neuronales aprenden cómo deben conectarse entre sí, en base a parámetros de aprendizaje como las líneas que son parte de los geoglifos», agregó.

Combinando IA y Ciencias Sociales

Para el hallazgo de los nuevos geoglifos con inteligencia artificial se analizaron imágenes de la pampa de Nasca.

«Se usaron todo tipo de imágenes (de drones, aviones o satelitales), caso por caso», refiere Sakurai. Luego, los descubrimientos fueron validados con fotografías aéreas impresas y con visitas a la zona.

Para Sakurai, permitir que la información obtenida por inteligencia artificial sea usada en arqueología,  antropología y otras disciplinas es un objetivo plasmado en el uso de big data IBM PAIRS-Geoscope. Se trata de una plataforma para almacenar enormes volúmenes de información geoespacial y temporal sobre mapas, información satelital, clima, entre otros.

El profesor Masato Sakai, antropólo y arqueólogo líder del equipo de la Universidad de Yamagata (Japón) que realizó el descubrimiento junto con IBM, destacó a la Agencia Andina que su equipo lleva trabajando en la pampa de Nasca desde el 2010. Pero su interés en el tema data del 1994.

Admitió que es muy complicado identificar geoglifos solo a través de fotografías aéreas y drones. «Necesitamos caminar o realizar estudios en la pampa. Necesitamos más tiempo para conocer bien las líneas (de Nasca). Cuanto más sabemos sobre ellas, más conocemos sobre nuestra ignorancia», sostuvo.

Cabe señalar que la Universidad de Yamagata cuenta con el Instituto Universitario Yamagata de Nasca, que funciona en el país asiático gracias a un acuerdo con el Ministerio de Cultura del Perú, celebrado en 2015, para fomentar la investigación y protección de las líneas de Nasca.

Un misterio que sigue asombrando

El equipo dirigido por el profesor Sakai concluyó que los nuevos geoglifos datan de al menos 100 AC a 300 AC. En abril de 2018 se descubrieron más de 50 geoglifos en Palpa, cerca de la pampa de Nasca, con figuras como la danzante, el mono, la orca, el tumi o el reloj solar. Ahora se suman los 143 de este año.

Aquel descubrimiento fue posible gracias al uso de drones y al trabajo de un equipo de la Pontificia Universidad Católica del Perú. El arqueólogo del proyecto Nasca-Palpa (y parte del equipo descubridor), Johnny Isla, refirió entonces que las figuras serían, al parecer, más antiguas que sus hermanas de la cultura Nasca, y pertenecerían a la cultura Paracas.

En el libro sobre las líneas de Nasca de Eduardo Herrán (colaborador de María Reiche fallecido en 2015), que recopila investigaciones y descubrimientos pasados, se señala que figuras como el cóndor fueron hechas como ofrenda a los cóndores y como parte de un ritual para pedir agua a los dioses, una teoría afín con la del norteamericano Johan Reinhard quien, en 1988, postuló que los geoglifos tenían relación con el agua y la fertilidad.

Otras investigaciones revelan funciones ceremoniales ante la cercanía de las pirámides de Cahuachi. Aunque existen muchas explicaciones desde la academia sobre la construcción y simbología de los geoglifos, se sabe que fueron trazados por la cultura Nazca (el nombre de la provincia usa «s» y no «z», según precisa una ley de 2014).

Las Líneas de Nasca fueron inscritas como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 1994.

Tecnología al servicio de la historia

El descubrimiento de los 143 nuevos geoglifos fue posible gracias a un acuerdo entre IBM Power Systems y la Universidad de Yamagata, cuya primera etapa concluyó en 2018 y fue renovada para continuar con la investigación.

Narciso Lema, CTO en IBM Perú, precisó que la división de investigación y desarrollo de IBM  lleva un buen tiempo explorando tecnologías, técnicas de inteligencia artificial y machine learning (aprendizaje de máquinas), cuyas posibilidades de uso son enormes e incluyen, por supuesto, investigaciones arqueológicas e históricas, además del desarrollo de estudios sobre temas de salud y tecnología.

«Creemos que la IA transformará el mundo de manera dramática en los próximos años. También estamos trabajando para acelerar la investigación de IA a través de la colaboración con instituciones y personas que comparten nuestras mismas ideas para empujar los límites de la inteligencia artificial más rápido, en beneficio de la industria y la sociedad», dijo.

Descubren 168 nuevas figuras en Nazca

Científicos japoneses han descubierto 168 nuevos geoglifos al sur de Perú, cerca de las líneas de Nazca. Este equipo de académicos de la Universidad de Yamagata, liderado por Masato Sakai, encontró las figuras con ayuda de arqueólogos locales. Como se puede ver en el vídeo que acompaña esta noticia, utilizaron drones para capturar imágenes aéreas de las laderas y cerros de la zona. Gracias a este sistema lograron localizar estos nuevos dibujos de gran tamaño que, según la Universidad de Yamagata, están considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco desde 1994. “En total hemos encontrado 168 figuras: unas 50 humanas, así como de aves, felinos, serpientes y también muchas figuras lineales y trapezoides”, ha dicho Sakai, que ha destacado que también se han encontrado distintas cerámicas

La Universidad de Yamagata anunció el 8 de diciembre que descubrió 168 nuevos geoglifos de Nazca cerca de la meseta de Nazca y el área urbana de Nazca en Perú, América del Sur. Como resultado de una investigación conjunta con un arqueólogo peruano, los geoglifos se descubrieron mediante levantamientos aéreos con láser, levantamientos de campo con drones (realizados entre junio de 2019 y febrero de 2020) y análisis de datos.

Se cree que los geoglifos descubiertos esta vez se dibujaron entre el 100 a. De los geoglifos descubiertos, se dice que 36 fueron encontrados en el distrito de Aja, que está muy cerca de la ciudad de Nazca.

Se dice que los geoglifos que descubrieron se crearon quitando las piedras negras de la superficie del suelo para exponer la arena blanca debajo. Hay dos tipos de métodos de producción, un tipo que quita piedras en una línea y un tipo que quita piedras en un plano. De los geoglifos descubiertos esta vez, solo 5 eran del primer tipo y 163 eran del segundo tipo. En particular, este último era un geoglifo pequeño de menos de 10m, y tendía a estar distribuido a lo largo del camino.

En 2013-2014, se encontraron un total de 41 geoglifos en el distrito de Aha. En 2017, se estableció un parque arqueológico en el distrito de Aha para proteger estos geoglifos. Este hallazgo reveló que en el Parque de las Ruinas se concentran un total de 77 geoglifos.

Un equipo de investigación de la Universidad de Yamagata obtuvo oficialmente el permiso para la investigación del Ministerio de Cultura de Perú, y se dice que es el único en el mundo que lleva a cabo una investigación académica en la Meseta de Nazca. Entre 2004 y 2018, se descubrieron 190 geoglifos y, en 2012, se estableció el Instituto de Investigación de Nazca de la Universidad de Yamagata en la ciudad de Nazca. Los resultados de esta investigación se utilizarán para estudios de distribución y actividades de conservación de las Líneas de Nazca utilizando IA.

 

Galeria: Inti Raymi 2022

Este año regresó la gran fiesta del Inti Raymi, despues de dos años de ausencia a causa de la pandemia. La poblacion cusqueña, el turista nacional y visitantes de todas partes del mundo disfrutaron de esta maravillosa fiesta cultural.

Arqueologiadelperu.com estuvo presente y comparte contigo estas fotografías. Eres libre de usar las fotografias y videos, solo tienes que mencionar la fuente.

Dia 24 de junio del 2022

Fotografías de Inti Raymi 2022:

 

Videos de Inti Raymi 2022:

Inscripción

El Qhapaq Ñan-Sistema Vial Andino (Perú) (C 2014) fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Convención de la UNESCO de 1972 como bien cultural bajo los criterios (ii) (iii) (iv) (vi), en la 38ª Sesión del Comité del Patrimonio Mundial, realizada en Doha, Qatar, el 25 de junio de 2014.

Qhapaq Ñan inscripcion unesco-patrimonio humanidad
Qhapaq Ñan inscripción unesco patrimonio humanidad
Significado Cultural

El Qhapaq Ñan-Sistema Vial Andino es una extensa red de caminos que abarca uno de los ámbitos geográficos más extremos del mundo: la Cordillera de los Andes y la costa occidental de Sudamérica. Construido a lo largo de varios siglos por las sociedades prehispánicas andinas y los incas, la red alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, cuando se extendió por más de 30000 kilómetros, abarcando un territorio que hoy pertenece a seis naciones sudamericanas (Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú). Además de las vías de tránsito, el Qhapaq Ñan comprende una serie de sitios con funciones especializadas que complementan el sistema de comunicación, intercambio, defensa e inclusive culto concebido por el Imperio inca. Todo el conjunto constituye un testimonio excepcional de las estrategias de dominación territorial e integración poblacional ideadas por uno de los órdenes políticos más complejos que alguna vez surgieron en América.

El Qhapaq Ñan fue el soporte dador de vida del Imperio inca y un eje articulador en el paisaje andino, considerado sagrado en muchas partes. La red estuvo basada en cuatro rutas principales, que se originaban en la plaza inca Hanan Hauk’aypata, actual Plaza de Armas de la ciudad del Cusco, la capital del Tawantinsuyu. Estas rutas estaban conectadas a otras redes de caminos de menor jerarquía, formando un complejo entramado que llegó a cubrir varios miles de kilómetros. Gracias a este sistema vial, fue posible unir la capital imperial con centros de población ubicados a grandes distancias, además de importantes centros de producción agrícola, fuentes de recursos naturales, minas, fortalezas de frontera, en inclusive santuarios reverenciados. Por el camino discurrieron mensajeros y viajeros en solitaria travesía, pero también cortejos reales y vastas aglomeraciones de personas persiguiendo fines militares, peregrinaciones, programas de colonización o para pagar tributo al Estado en forma de prestaciones laborales.

Además de su gran magnitud, el Qhapaq Ñan destaca por las ingeniosas soluciones de ingeniería vial aplicadas para hacer frente a los climas y terrenos más adversos. El camino tuvo que sortear empinadas montañas de laderas pedregosas, gélidos páramos altoandinos, ríos, lagunas, pantanos, desiertos absolutos, la densa selva tropical y valles fértiles. Se consiguió mantener una superficie llana y firme de tránsito haciendo recurso de distintas soluciones técnicas expresadas en distintos tipos de puentes (fijos, colgantes, flotantes), extensas escalinatas, muros de contención, ductos de drenaje, calzadas y pavimentos de distintos tipos. Conscientes de que todo buen sistema de comunicación y transporte debe ir acompañado de una adecuada logística, se dotó al camino de diferentes establecimientos que brindaron distintos tipos de servicios a los viandantes, tales como estaciones de descanso con corrales para llamas (tambos), conjuntos de depósitos, puestos de control e incluso altares para sus adoraciones. Un registro de los 137 segmentos mejor conservados del Qhapaq Ñan, que en total suman 697 kilómetros de largo, arrojó 273 sitios especializados de tales tipos asociados al camino.

El Qhapaq Ñan, por su gran escala y calidad es un logro único de habilidades de ingeniería, que une las cordilleras nevadas de los Andes, a una altura de más de 6600 metros, hasta la costa, corriendo a través de selvas cálidas, valles fértiles y desiertos absolutos. Es una arteria vital que permitió la existencia del Imperio inca, continúa constituyendo la principal vía de comunicación entre muchas comunidades asentadas en las partes más agrestes y remotas de los Andes. Es altamente valorado entre estas poblaciones por seguir desempeñando la función de gran articulador social. Más que un resto arqueológico, es visto por estas como un patrimonio cultural, mantenido y reparado regularmente aplicando técnicas y procedimientos que poco o nada han cambiado desde el tiempo de los incas; asimismo, se continúan salvaguardando las tradiciones culturales inmateriales asociadas, incluyendo los idiomas.

Criterio (ii): El Qhapaq Ñan exhibe importantes procesos de intercambio de bienes, comunicaciones y tradiciones culturales dentro de un área cultural del mundo que creó un vasto imperio de hasta 4200 km de extensión en su apogeo en el siglo XV. Se basa en la integración del conocimiento ancestral andino anterior y los aspectos específicos de las comunidades y culturas andinas que forman un sistema organizativo estatal que permitió el intercambio de valores sociales, políticos y económicos para la política imperial. Varias estructuras en el camino proporcionan evidencia duradera de recursos valiosos y bienes comercializados a lo largo de la red, tales como metales preciosos, mullu (Spondylus sp), alimentos, suministros militares, plumas, madera, coca y textiles transportados desde las áreas donde fueron recolectados, producidos o fabricados, para los centros incas de varios tipos y para la propia capital.

Varias comunidades, que siguen siendo custodios de los componentes de esta vasta red de comunicación inca, son recordatorios vivos del intercambio de valores culturales incluyendo el idioma.

Criterio (iii): El Qhapaq Ñan es un testimonio excepcional y único de la civilización inca basado en los valores y principios de reciprocidad, redistribución y dualidad construidos en un sistema singular de organización llamado Tawantinsuyu. La red vial fue el apoyo vital al Imperio inca integrado en el paisaje andino. Como testimonio del Imperio inca, ilustra miles de años de evolución cultural y fue un símbolo omnipresente de la fortaleza y extensión del Imperio en los Andes. Este testimonio influye en las comunidades a lo largo del Qhapaq Ñan hasta hoy, en particular en relación con el tejido social de las comunidades locales y las filosofías culturales que dan sentido a las relaciones entre las personas y entre las personas y la tierra.

Lo más importante es que la vida todavía está definida por vínculos entre parientes cercanos y una ética de apoyo mutuo.

Criterio (iv): El Qhapaq Ñan-Sistema Vial Andino, es un ejemplo sobresaliente de un tipo de conjunto tecnológico que, a pesar de las condiciones geográficas más difíciles, creó un sistema de comunicación y comercio continuo y en funcionamiento con habilidades tecnológicas y de ingeniería excepcionales en entornos rurales y remotos. Varios elementos ilustran tipologías características en términos de muros, caminos, escalones, zanjas, tuberías de alcantarillado, desagües, etc., con métodos de construcción exclusivos del Qhapaq Ñan, aunque varían según la ubicación y el contexto regional. Muchos de estos elementos fueron estandarizados por el Estado inca, lo que permitió el control de la igualdad de condiciones a lo largo de la red vial.

Criterio (vi): El Qhapaq Ñan desempeñó un papel esencial en la organización del espacio y la sociedad en una amplia área geográfica a lo largo de los Andes, donde las carreteras se utilizaron como un medio para compartir valores culturales con una importancia intangible destacada. El Qhapaq Ñan continúa brindando a las comunidades un sentido de identidad y permite que sus prácticas y expresiones culturales y habilidades tradicionales sigan transmitiéndose de generación en generación. Los miembros de estas comunidades basan su propia existencia en una cosmovisión andina, que es única en el mundo. Esta cosmovisión se aplica a todos los aspectos de la vida cotidiana. Hoy en día, Qhapaq Ñan está directamente asociado con los valores intangibles compartidos por las comunidades en el mundo andino, como el comercio tradicional, las prácticas rituales y el uso de tecnología antigua, entre otros, que son tradiciones y creencias vivas esenciales para la identidad cultural de las comunidades interesadas. El Sistema Vial Andino continúa cumpliendo sus funciones originales de integración, comunicación, intercambio y flujo de bienes y conocimientos, y, a pesar de los cambios comerciales y sociales actuales, mantiene su pertinencia e importancia a lo largo de los siglos y su papel como referencia cultural que contribuye a reforzar la identidad dentro del mundo andino.

Condiciones de Integridad y Autenticidad

El bien nominado comprende una serie de segmentos del Qhapaq Ñan y sitios asociados, repartidos en seis países distintos.

La serie seleccionada es lo suficientemente exhaustiva para ilustrar la variedad de elementos tipológicos, tecnológicos y funcionales que caracterizaron al camino, permitiendo una comprensión total de su rol histórico y contemporáneo.

El número de segmentos seleccionados es adecuado para comunicar los atributos clave del itinerario cultural, a pesar del hecho que están fragmentados en componentes individuales, que son los mejor conservados de una red vial previamente continua.

La condición de integridad sigue siendo vulnerable para una serie de componentes del sitio, por lo que se recomienda que los Estados parte desarrollen criterios para definir la integridad mínima en relación con las diferentes categorías tecnológicas y arquitectónicas identificadas y las distintas regiones geográficas y niveles de lejanía. De acuerdo con estos criterios, esta condición debe ser monitoreada en el futuro para que se garantice a largo plazo que los componentes del sitio permanezcan libres de amenazas que puedan reducir la condición de integridad.

Para garantizar que los visitantes futuros puedan entender bien las distintas relaciones entre los diferentes sitios en términos de continuidad a pesar de su fragmentación, se recomienda que se desarrollen mapas apropiados o un sistema SIG que ilustre las relaciones sociales y funcionales entre los diferentes componentes del sitio y su rol destacado en toda la red Qhapaq Ñan.

La autenticidad de los componentes del Qhapaq Ñan es muy alta, pues los rasgos característicos conservan su forma y diseño y la variedad de logros específicos de arquitectura e ingeniería bien preservados facilitan la comunicación de forma general y el diseño de la red. Los materiales utilizados son principalmente de piedra y tierra, con tipos de piedra que varían de una región a otra; y las medidas de reparación y mantenimiento, cuando son necesarias, se llevan a cabo con técnicas y materiales tradicionales. Estos son llevados a cabo principalmente por las poblaciones locales, que mantienen el conocimiento de las técnicas tradicionales de manejo de caminos y que son los socios clave para mantener la superficie de la calzada y sus características asociadas.

En los sitios que son de interés arqueológico o cultural específico, se han aplicado técnicas profesionales de estabilización y restauración con gran respeto a los materiales y la sustancia originales. En las secciones de caminos, los sistemas de gestión local conducen los procesos de toma de decisiones, a menudo con un alto grado de participación de la comunidad, por lo que estos han conservado los más altos grados de autenticidad, ya que la reutilización de los materiales históricos sigue siendo más eficiente que la introducción de nuevos materiales.

La configuración y el entorno visual de la mayoría de los componentes de Qhapaq Ñan es muy bueno y en muchos casos prístino. Para muchos sitios ceremoniales de altura, las visuales incluyen rangos de horizonte de 360 grados que se mantienen a muchos kilómetros a la redonda. El Qhapaq Ñan también atraviesa paisajes muy hermosos, cuya belleza depende de la fragilidad de las visuales asociadas, por lo que es necesario que sean monitoreados para garantizar que cualquier desarrollo moderno en el paisaje tenga el mínimo impacto visual posible.

Varios sitios son de difícil acceso y su lejanía los ha preservado en muy buenas condiciones durante siglos. La mayoría de los componentes de Qhapaq Ñan están ubicados en entornos rurales que, afortunadamente, los dejaron libres de intrusiones modernas. Los valores intangibles asociados y las prácticas de gestión siguen siendo muy sólidos, especialmente en las secciones más remotas de la red vial, lo que contribuye a la protección de los auténticos mecanismos de gestión. Las fuentes de información de espíritu y sentimiento, así como el espacio, son muy relevantes, ya que muchas de las comunidades tienen fuertes asociaciones con el Qhapaq Ñan y continúan siendo guardianes de algunas de las estructuras ceremoniales.

Gestión El Qhapaq Ñan está protegido por la Constitución Política del Perú (artículo 21°) y por la Ley N° 28296, Ley General del Patrimonio Cultural, de julio de 2004. En el año 2001, el Gobierno Peruano creó el Proyecto Integral Qhapaq Ñan mediante Decreto Supremo N° 031-2001-ED que declara de interés nacional la investigación, registro, protección, conservación y puesta en valor del Camino Inca y le asigna un fondo de financiamiento permanente para el desarrollo de programas y actividades de registro, documentación, investigación, conservación, promoción y uso social. Mediante la Ley N° 28260, de junio de 2004, se otorga fuerza de ley al anterior Decreto Supremo, siendo el primer proyecto peruano de esta magnitud que cuenta con una aprobación por ley del Congreso Nacional.

En su condición de bien seriado trasnacional, el Qhapaq Ñan se extiende sobre la jurisdicción de seis países y, dentro de estos, sobre distintas jurisdicciones locales. Entre el 2010 y 2012, los países involucrados firmaron una serie de declaraciones de compromiso que resaltan su interés de proteger los segmentos del Qhapaq Ñan que aún se conservan al más alto nivel. La protección se establece respetando lo determinado en las respectivas legislaciones nacionales que versan sobre el patrimonio cultural y provee resguardo al más alto nivel legal para todos los componentes del bien. Por su parte el Perú se comprometió a apoyar el establecimiento de una secretaría de coordinación técnica donde se recopilará información y se comunicará a los expertos de todos los Estados miembros del Qhapaq Ñan y desde donde se organizarán reuniones técnicas frecuentes.

Dentro de los contextos nacionales se han desarrollado sistemas de gestión en cooperación con las comunidades locales que incluyen una preocupación por perpetuar las tradiciones vivas asociadas al Qhapaq Ñan. La mayoría de estos son sistemas de manejo tradicional que han existido durante siglos y que se han desarrollado desde el nivel de la comunidad local hasta acuerdos más formales establecidos con las autoridades gubernamentales pertinentes. La importancia de preservar la traza actual del camino en áreas que están siendo promovidas por las comunidades, debe ser resaltada como parte de los acuerdos de gestión. Es necesario desarrollar protocolos adecuados de gestión de riesgos para garantizar la seguridad de las poblaciones y los bienes culturales en caso de desastres naturales.

El 29 de noviembre de 2012, se creó un marco de políticas generales para el Qhapaq Ñan, que resultó en la suscripción del documento Estrategia de Gestión por parte de los seis Estados implicados. En adición a este acuerdo internacional, se están desarrollando planes de gestión a nivel regional para cada segmento individual del sistema de caminos. Estos planes tienen un fuerte enfoque participativo, buscando empoderar a las comunidades locales con funciones relativas a la tutela del patrimonio y procurando preservar las tradiciones vivas asociadas al Qhapaq Ñan. Muchas de estas poblaciones han manifestado un interés por emprender actividades turísticas promovidas y administradas desde la comunidad. En la actualidad, hay pocas instalaciones para visitantes y centros de turistas relacionados con el Qhapaq Ñan y se considera de suma importancia que las comunidades aprovechen las que se implementarán en el futuro para compartir sus experiencias e historias.

Galería fotográfica de QHAPAQ ÑAN : Sistema Vial Andino – Patrimonio de la Humanidad

Tramo Lares – Valle Lacco

 

Tramos Choquequirao – Vitkus

Tramo Huánuco Pampa – Huamachuco

Tramo

Tramo Xauxa – Pachacamac

Saqsaywaman

El Parque Arqueológico de Saqsaywaman (PAS), es uno de los espacios histórico culturales más importantes del Perú y de América. Fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación mediante Resolución Directoral Nacional N° 829-2006; cuenta con una extensión de 2,997.265 hectáreas. El PAS cuenta con 96 sitios arqueológicos, entre los cuales destacan Q’enqo, Tambomachay, Kallachaca, Patallaqta, Amaro – Markawasi y el área monumental conformado por los Baluartes, Muyuqmarca, Rodadero y Chinkana. En el periodo colonial, el PAS era parte de las antiguas parroquias de San Blas, San Cristóbal y San Sebastián, que conformaban los actuales distritos de Cusco y San Sebastián.

Sacsayhuamán (en quechua Saqsaywaman, de saqsay, lleno o satisfecho, y waman, halcón, es decir, «halcón satisfecho») es una fortaleza ceremonial inca, ubicada a dos kilómetros al norte de la ciudad de Cuzco. Se comenzó a construir durante el gobierno del sapa inca Pachacútec, en el siglo XV; sin embargo, fue Huayna Cápac quien la culminó en el siglo XVI.1​

No se conoce con exactitud los métodos empleados para la construcción de esta monumental fortaleza o santuario, a pesar de que son descritos por cronistas como Bernabé Cobo y Felipe Guamán Poma de Ayala (uso de terraplenos, rampas y maromas), la cual produjo la admiración de Francisco Pizarro y sus hombres. Pedro Sánchez de la Hoz, secretario de Pizarro, dejó una primera descripción del edificio, pero la más detallada es la del cronista Inca Garcilaso de la Vega.

La fortaleza ceremonial de Sacsayhuamán es, con sus muros megalíticos, la mayor obra arquitectónica que realizaron los incas durante su apogeo. Desde la fortaleza se tiene una singular vista panorámica de los entornos, incluyendo la ciudad del Cuzco.

Según el Sistema de Ceques del Valle del Cusco está ubicado al interior de los cuadrantes del Chinchaysuyu y el Antisuyu. Saqsaywaman fue el lugar más importante después de la llaqta del Qosqo, fue consagrada como “la Casa del Sol del Hanan Qosqo” y su edificación se inició durante el gobierno del noveno Inka Pachakuteq, siendo continuada por sus descendientes Topa Inka Yupanqui, Huayna Qhapaq y Huáscar Inka.

De acuerdo a imágenes obtenidas por medio de radar, Sacsayhuamán se comunica en línea recta con el Coricancha, con Marcahuasi (Convento de Santa Catalina en Cuzco), el templo de Inca Huiracocha (hoy Catedral de Cuzco), el Palacio de Huáscar, el templo de Manco Cápac (Colcampata) y Huamanmarca.

¿Dónde se encuentra Sacsayhuaman?

El recinto arqueológico de Sacsayhuaman se encuentra a 2 kilómetros al norte de la Plaza de Armas del Cusco. Se ubica a 3,700 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.).

Se extiende en una superficie de más de 3 mil hectáreas, en una colina cercada por montañas. El lugar tiene hermosos paisajes con abundante flora y fauna (destacan las llamas y los halcones).:

¿Qué significa Sacsayhuaman?

El término Sacsayhuaman significa en quechua “lugar donde se sacia el halcón”. El nombre seguramente se debe a la presencia de estas aves. Se presume que fue una fortaleza, aunque también se cree que pudo ser un centro ceremonial.

Debido a su estructura con aspecto militar, los españoles, a su llegada en el siglo XVI, la habrían nombrado ‘fortaleza’. Cuando se repelió el ataque español allí durante la rebelión de los incas de Vilcabamba, el lugar sirvió de fortaleza inca.

¿Cómo llegar a Sacsayhuaman?

Sacsayhuaman se encuentra a solo 10 minutos de la Plaza de Armas del Cusco (en automóvil) o a 45 minutos caminando. Otra opción es tomar un ‘City Tour’, el cual incluye el transporte a este sitio arqueológico. El ingreso es con el Boleto Turístico del Cusco.

Arquitectura de Sacsayhuaman

La arquitectura en Sacsayhuaman posee construcciones sagradas como edificios residenciales, torreones, adoratorios, almacenes, caminos y acueductos. Es por eso que, la forma y la armonía del paisaje guarda similitud con otros lugares sagrados incas como Machu Picchu.

El muro principal de Sacsayhuaman está construido en zigzag con piedras gigantescas de hasta 5 metros de alto y 2.5 metros de ancho (entre 90 y 125 toneladas de peso).

El lado sur está limitado por un muro pulido de aproximadamente 400 metros de largo. El este y oeste se limitan por otros muros y andenes.

Según el cronista peruano Inca Garcilaso de la Vega, Sacsayhuaman fue la mayor obra arquitectónica que construyeron los incas durante su apogeo.

¿Qué ver en Sacsayhuaman?

Sacsayhuaman ofrece una asombrosa vista del Cusco. Se puede apreciar las cumbres del Ausangate, Pachatusán y el Cinca. Estas cumbres fueron consideradas sagradas para los incas. El complejo arqueológico en sí tiene lugares muy asombrosos, algunos de ellos con historia y significado propio.

Sacsayhuaman la misteriosa fortaleza Inca

Conozca mas sobre Sacsayhuaman precios, rutas y más, el gran misterio inca, una de las maravillas inca del Cusco.

Los Torreones

Los torreones están ubicados sobre los muros en zigzag. Son denominados Muyucmarca, Paucamarca y Sallaqmarca. Se sabe que en este lugar había abundante agua. Incluso ahora podemos ver los acueductos.

  • Muyucmarca: También conocida como ‘La torre de Cahuide’. Se trata de un enorme edificio (hoy solo queda la base) con un valor histórico importante. Se sabe que el general inca Titu Cusi Huallpa (también llamado Cahuide) saltó desde la parte más alta para no caer prisionero por los españoles durante la resistencia inca de 1536.
  • Paucamarca: Los restos de esta torre se ubican al este del recinto arqueológico. Según los cronistas, servían para guardar agua. Actualmente está cubierto de tierra y es probable que tuviera una forma cuadrada.
  • Sallaqmarca: Los restos de este torreón se ubican al centro de Sacsayhuaman. Se intercomunicaba con las demás torres por túneles. En la actualidad solo quedan los cimientos de los torreones, ya que fueron destruidos por los españoles durante la colonia.

Mapa del recorrido a Sacsayhuamán

Grupo de Recintos

Se tratan de habitaciones apoyadas en la colina a poca distancia de los torreones. Están dirigidas en dirección a la Plaza de Armas de la ciudad del Cusco. Se encuentran comunicadas entre sí por puertas trapezoidales.

¿Cómo visitar Sacsayhuaman con tour y por propia cuenta?

Un guía oficial de turismo en Machu Picchu te cuenta cómo poder visitar Sacsayhuaman, ya sea con un tour todo incluido o por tu propia cuenta. También te cuenta algunos detalles del viaje a este espectacular atractivo del Cusco.

Las Murallas (Los Baluartes)

Esta área está formada por plataformas de forma dentada (zigzag) cuyas enormes murallas de piedra caliza encajan perfectamente entre sí.

Los historiadores afirman que los primeros españoles que vieron estas murallas les atribuyeron su construcción a demonios. Incluso hoy en día, su elaboración sigue siendo un misterio.

El primer piso de los baluartes presenta las murallas de mayor tamaño. La de mayor tamaño pesa hasta 128 toneladas. Debido a esta y muchas formidables construcciones, Sacsayhuaman se ha ganado el título de uno de los lugares más misteriosos del planeta.

Las Puertas

Se encuentran en la parte media y central de los baluartes. Tienen forma trapezoidal y servían de ingreso al área de los torreones. Cada puerta tiene su propia denominación: Ajawanapunku, T’iopunku y Wiracochapunku.

Suchuna (Rodaderos)

Los rodaderos son una formación natural de diorita de origen volcánico. Con el pasar de los años, se moldeó de forma arqueada a modo de deslizadero (tobogán).

El trono del inca

El trono del inca o K’usilluc Jink’ian (Dónde se empina el mono) es una estructura de piedra en forma de asiento o escaño. Fueron pulidas de forma simétrica con tanta perfección que se ganó la dimensión de ‘Trono’.

Chincanas (Túneles)

Las ‘chincanas’ son túneles o cuevas subterráneas en Sacsayhuaman. Son dos, la más pequeña mide alrededor de 15 metros y se ha convertido en una distracción para los viajeros. La grande, se encuentra al norte del complejo.

Según la tradición oral, muchas personas intentaron encontrar el final del túnel más grande sin éxito. Incluso algunos no lograron salir. Se cree que este túnel conduce al Coricancha (Templo del Sol). Actualmente, la entrada a esta chincana está cerrada.

 

Sacsayhuamán – Galería de fotos

 

 

Información sobre Sacsayhuaman: clima, horario, precio
  • Clima: Sacsayhuaman tiene un clima seco y templado. La temperatura promedio al año es de 12°C. Hay 2 estaciones durante el año. La época lluviosa (de noviembre a marzo) presenta mayor cantidad de precipitaciones fluviales. La época seca (de abril a octubre) tiene días más calurosos en el día y frías por la noche.
  • Horarios: Sacsayhuaman abre sus puertas de 7 a.m. a 6 p.m.
  • Precios: Para visitar Sacsayhuaman se necesita el Boleto Turístico del Cusco el que tiene un costo aproximado de 10 dolares o 20 dolares, el primer caso es el medio boleto  que permite visitar varios sitios arqueologicos en un solo día, y el segundo precio es el del boleto completo que permite visitar muchos mas sitios y tiene una vigencia de 10 días.

 

 

 

El sistema de Ceques del Valle del Cusco

EL SISTEMA DE CEQUES

Introducción

El presente trabajo es parte del curso Arqueología e Historia Inka y tiene la finalidad de dar a conocer un aspecto fundamental en la organización del estado Inka. Ya que los Ceques cumplían funciones de orden Político, Social y Religioso.

Los Ceques consistían en líneas imaginarias que partían desde el Coricancha y se dirigían hacia cada huaca, conformando un total de 328 huacas.

…es importante reconocer que el sistema de ceques, paralelo físico (y, presumiblemente cultural) más cercano a los centros radiales, incluía entre sus múltiples funciones tanto la provisión de agua como las orientaciones astronómicas… El sistema de Ceques… era un dispositivo mnemónico construido sobre la topografía natural y artificial del Cuzco con el fin de unificar la organización religiosa, social y política de los incas, así como la administración del agua, el calendario y la astronomía.

El sistema de ceques se componía de un número de líneas imaginarias (ceques) producidas por la alineación de huacas o sitios sagrados. Los ceques salían, en direcciones más o menos intercardinales, de Coricancha, el denominado Templo del Sol, que se encontraba en la confluencia de los ríos del Cuzco, y estaban agrupados por zonas de acuerdo con su ubicación dentro de cada una de las cuatro partes o suyus del Cuzco.

CAPÍTULO I:

Antecedentes del Sistema de Ceques en las Sociedad Preincaicas.

  1. Silverman vio que las líneas paralelas localizadas en la Pampa de Nazca salen todas desde Cahuachi y señala que se hacía una especie de procesión al seguir una línea recta, evidenciado en la cerámica fragmentada hallada en una pampa cercana, ya que la Pampa de Nazca, al ser barrida por María Reich, pudo botar los fragmentos de esta pampa.
  2. En la Meseta de Nazca
  3. En Huaca Soledad (Costa Norte del Perú)

En el recinto en forma de «U» en Huaca Soledad, construido alrededor de 1000 a 1100 D.C., Shimada encontró una serie de marcas geométricas incisas y punzonales. Donde la mayoría de estas marcas pueden ser descritas como una serie de líneas aisladas e interligadas radiando desde un punto central.

Para Shimada:

Una serie de patrones radiales interligados parecen estar organizados por un sistema pareciado a la escala. Hay once patrones radiales claramente reconocibles. En suma, hay una línea larga de 67 centímetro hacia pozos circulares y perforados (aproximadamente 1 cm. de diámetro) sobre la cara norte de la plataforma.

Según Shimada:

…la evidencia de la «influencia» de las culturas del Sur Huari y Pachacamac. La cerámica y los murales descubiertos en alto grado entonces en Batán Grande testimonia la vinculación iconográfica de estas culturas durante el Horizonte Medio 1B y 2… también muestran la asociación de Pachacamac con el estilo Sican Medio. Estas líneas de evidencias sugieren un posible mecanismo y regulación del tiempo de la trasmisión del sistema ceque, desde el sur, asumiendo que aquí se originó más temprano…

CAPÍTULO II:

El Sistema de Ceques Incaico

El sistema de Ceques consistía en 41 líneas imaginarias, las cuales partían desde el Coricancha y se dirigían hacia cada huaca, haciendo un total de 328 huacas. Sin embargo, estas líneas imaginarias sólo eran conocidas por el cuerpo de sacerdotes y la distancia entre huaca y huaca era de entre cinco a ocho kilómetros.

Como dice Zuidema se trata de: «…328 lugares sagrados del Cuzco y sus alrededores, que incluyen piedras, manatiales o casas que, por una razón u otra, fueron de particular relevancia en la historia o en la mitología Inca. Estos sitios estaban divididos en grupos, cada uno de los cuales se concebía como dispuesto en una línea imaginaria llamada ceque. Es importante señalar que todas estas líneas convergían en el centro del Cuzco…»

Rostworowski dice sobre el sistema de Ceques:

Este complejo sistema de organización compuesto por ceques y huacas, hacía la veces de un gran quipu que con sus «cuerdas y nudos» cubría toda la ciudad. El culto de cada uno de los 348 lugares se encontraba a cargo de un grupo social, el cual debía ser practicado según el calendario ritual. Estas líneas también fueron referencias para delimitar la propiedad de las tierras de los ayllus cusqueños. Finalmente, algunas huacas fueron observatorios astronómicos orientados en dirección de puntos precisos del horizonte, con los cuales los incas registraban las salidas y puestas de sol de los astros.

Con el término huaca no sólo nos referimos a los edificios construidos, sino a un lugar sagrado, en el cual se hacen peregrinaciones; debido a que emana «algo sobrenatural» a través de los contenidos revelados por los sacerdotes y donde los fieles hacen peregrinaciones.

Como lo dice Bauer:

Al igual que todas las comunidades andinas, el Cuzco estaba rodeado de objetos y lugares sagrados a los que generalmente se les conoce como huacas. Estos objetos y lugares tenían un papel trascendental en la definición de la topografía de los Andes y de la vida de los pueblos indígenas que vivieron allí. .. «El paisaje andino está imbuido de sacralizad. Los destinos humanos están determinados en parte por los poderes ctónicos de los espíritus de las montañas, rocas, manantiales, ríos y otros rasgos topográficos, y generalizados en la Pachamama, la matriz terrena». En otras palabras, los nativos peruanos adoraban a los poderes cósmicos en objetos y rasgos específicos del paisaje, en y alrededor d sus comunidades.

Varios de los cronistas tempranos del Perú definieron el vocablo quechua huaca como «ídolo»…

Citando a Pedro de Villagómez:

&2. En muchas partes (especialmente en la Sierra) adoran al Sol con el nombre de Punchau, que significa el día, y debajo de su propio nombre Inti, y también en la Luna, que es Quilla, y a algunas estrellas especialmente a Oncoy (que son las siete cabrillas). Adoran a Libiac (que es el rayo), y es muy ordinario en la Sierra y así muchos toman el nombre y apellido de Libiac, o Hillapa que es lo mismo.

&3. El adorar a estas cosas no es todos los días, sino en el tiempo señalado para hacerles fiesta, y cuando se ven en alguna necesidad, o enfermedad, o han de hacer algún camino, levantan las manos, y se tiran las cejas, y las soplan hacia arriba hablando con el Sol, y con Libiac llamándole su hacedor, y su criador, y pidiéndole ayuda.

&4. A Mamacocha, que es la mar, invocan de la misma manera todos los que bajan de la Sierra a los llanos en viéndola, y le piden en particular, que no les deje enfermar, y que vuelvan presto con salud, y plata de la mita, y esto hacen todos sin faltar ninguno, aun muchachos muy pequeños.

&5. A Mamapacha, que es la tierra, también reverencian especialmente las mujeres al tiempo que han de sembrar, y hablan con ella diciendo que el de buena cosecha, y derraman para esto chicha, y maíz molido, o por su mano, o por medio de hechiceros.

&6. A los puquios, que son los manantiales, y fuentes adoran de la misma manera, especialmente donde tienen falta de agua, pidiéndoles que no se sequen.

&7. A los ríos, cuando han de pasarlos, toman un poco de agua con la mano, y bebiéndola, les piden, hablando con ellos que no les deje pasar, y no los lleve, y esta ceremonia llaman Mayuchulla, y lo mismo hacen los pescadores cuando entran a pescar.

&8. A cerros altos, y montes, y algunas piedras muy grandes también adoran, y mochan, y les llaman con nombres particulares, y tienen sobre ellos mil fábulas de conversiones, y metamorfosis, y que fueron antes hombres, que se convirtieron en aquellas piedras.

&9. Las Sierras nevadas que llaman Razu, o por síncopa rao o ritti, que todo quiere decir nieve, y también a las casas de los Huaris que son los primeros pobladores de aquella tierra, que ellos dicen fueron gigantes, y de la tierra dellos, llevan para sus enfermedades, y para malos fines de amores, etc. Invocan al Huari, que dicen es el Dios de las fuerzas, cuando han de hacer sus chacras, o casas para que se las preste.

&10. A las Sacarinas que es de donde ellos dicen que descienden, reverencian también, que como no tienen conocimiento de su primer origen de nuestros primos padres Adán, y Eva, tienen en este punto muchos errores, y todo, especialmente las cabezas de ayllos saben, y nombran sus Sacarinas.

&11. Todas las cosas sobredichas son huacas, que adoran como a Dios, y ya que no se les puede quitar de delante de los ojos, porque son fijas, e inmóviles, se ha de procurar quitárselas del corazón, enseñándoles la verdad, y desengañándoles de la mentira; y assí es necesario enseñandoles muy de propósito las causas de las fuentes de los ríos, y cómo se fraguan de propósito las causas de las fuentes y de los ríos, y cómo se fraguan los rayos en las nubes y se congelan las aguas, y otras cosas muy naturales, que ha menester saber quien las enseña.

&12. Otras Huacas hay móviles, que son las ordinarias; y de ordinario son de piedra, y las más veces sin figura ninguna, otras tienen diversas figuras de hombres o mugeres, y algunas destas huacas, dicen que son hijos, o muger de otras Huacas, y otras tienen figura de animales. Todas tienen sus particulares nombres, con que las invocan, y no hay muchacho que no sabiendo hablar, no sepa el nombre de la Huaca de su Ayllo: porque cada parcialidad o Ayllo tiene su Huanta principal, y otras menos principales algunas veces, y dellas suelen tomar el nombre muchos de aquel Ayllo Algunas destas las tienen como a guardas, y abogados de sus pueblos; que sobre el nombre propio llaman Marcaaparac, o Macarcharac.

&13. Estas Huacas tienen todas sus particulares sacerdotes, que ofrecen los sacrificios; y aunque saben todos hácia adónde están, pocos las ven, porque ellos se suelen quedar atrás, y solo el sacerdote es el que las ghabla, y ofrenda: y asó no es pequeña causa, y motivo de admiración, y de desengaño del común del pueblo, cuando ven lo que habían visto, y adoraban, y temían tanto. Y no solo reverencian las Huacas, pero aun los lugares donde dicen que descanzaron, o estuvieron las Huacas, las llaman Zamana, y a otros lugares de donde ellos las invocan, que llaman Cayan, también los reverencian.

&14. Despues destas: Huacas de piedra, la mayor veneración, y adoración es la de sus Malquis, que en los llanos llaman Mundos, que son los huesos, o cuerpos enteros de sus progenitores gentiles, que ellos dicen que son hijos de las Huacas…

Como lo señala Kauffmann Doig:

»E1 tema de los ritos de iniciación introduce la organización espacial del sistema ceque y sus intereses sociales y políticos. Cada una de las 328 huacas estaba asignada a una familia, que debía venerar una huaca en especial un día determinado del año. De esta forma se establecía para todo el año una distribución de las tareas económicas y rituales. Además de su función de calendario el sistema ceque era un sistema de clasificación cultural total. Las 328 huacas (=días) estaban distribuidas entre los ceques en números desiguales y los ceques se organizaban ante todo de acuerdo con un sistema de clasificiación bipartita de todo el valle. Estas mitades se llamaban Hanan (superior) y Hurin (inferior).

Cada una de ellas estaba subdividida en dos partes, creando así cuatro cuadrantes o suyus. señalados por los números romanos I, II, III, IV. Estos suyus llevaban nombres geográficos que correspondían a la división en cuatro de todo el imperio: Chinchaysuyu, Collasuyu, Antisuyu y Cuntisuyu. En el se de cada suyu, los ceques estaban organizados en tres grupos de tres ceques, excepto en el caso del suyu IV. En este último, os 14 ceques estaban reunidos en tres grupos de 4,4 y 6 ceques, respectivamente.

Los ceques poseían una clasificación jerárquica socio-política a través de términos tales como Collana (primero), Payan (segundo y Cayao (origen). La partición en cuatro podía expresarse también en términos de clasificación abandonando una parte considerada como adicional, porque la partición en tres se consideraba la división de base de la sociedad. Collana se identificaba con los con quistadores, Cayao con los pueblos conquistados y Payan con el producto de la combinación de ambos…

CAPÍTULO III:

Funciones que Cumplían los Ceques:

Según Bauer:

Algunos de los santuarios del sistema de ceques cuzqueño sirvieron como linderos espaciales, otros indicaban lugares en donde habían tenido lugar importantes acontecimientos del pasado, y unos cuantos funcionaban como señalizadotes calendarios. Es más, el paso ritual de los diversos grupos cuzqueños por sus distintos ceques y por segmentos específicos del paisaje, ciertamente era un componente importante de la continua redefinición del poder social en la región. Dicho de modo más general, las huacas y ceques del Cuzco servían como un medio con el cual controlar el espacio y el tiempo, así como un medio a través del cual se podía reafirmar el orden social… La forma que el sistema asumía a medida que cruzaba por el campo era un precipitado de las relaciones sociales y territoriales específicas del valle, en un momento dado…

  1. Como lo señala Zuidema:La «Relación» [hecha por Bernabé Cobo] describe… la división regional del Cuzco en cuatro barrios: Chinchaysuyu, más o menos al Norte; Collasuyu, al Sur; Antisuyu, al Este, y Cuntisuyu, al Oeste… Con la excepción de Cuntisuyu, en cada barrio había nueve ceques, divididos en tres grupos de líneas, cada uno. Los ceques de cada grupo se llamaban genéricamente Collana, Payan y Cayao… Así, en Cuntisuyu había 14 ceques, i.e. cuatro grupos de tres, un ceque con dos partes, una Collana y otra Cayao, y otro ceque que, como se verá después, era Payan y tenía nombre específico… La secuencia de los ceques en Chinchaysuyu y Antisuyu era (en sentido horario) a, b, c [Collana, Payan y Cayao] en cada grupo de líneas. Curiosamente, en Cuntisuyu y en Collasuyu, la secuencia era también a, b, c [Collana, Payan y Cayao], pero en sentido anti-horario…

    ….en Cuntisuyu, el solitario ceque b [Payan] y el ceque partido en Collana y Cayao, forman juntos un quinto grupo de tres ceques…

    Para Sherbondy: «…los límites de las subdivisiones del Cusco se basan en la hidrología del valle.». Además agrega:

    …Los ceques que incluían las huacas que marcaban las fuentes de agua para los canales principales del Cusco siempre estaban a cargo de una panaca o ayllu. Y esta asignación determinaba que esta panaca o ayllu tenía derechos a las aguas de ese canal… era inconcebible que un ayllu tuviera a su cargo el cuidado y la adoración de una huaca que es una fuente de agua si no fuera suya. Esto se debe a la creencia según la cual los antepasados, que fundaron el ayllu, originalmente emergieron del interior de la tierra por las aberturas, así como ocurre con los manantiales, lagos y ríos. Este acto inicial de fundación del ayllu confería todo tipo de derechos sobre las aguas y las tierras que riegan…

  2. Función PolíticaLos ayllus adoraban a las panacas que les era correspondida. Según Sherbondy «…conforme a la tradición andina, van juntos el derecho a adorar una fuente y el derecho al uso del agua que emana…»Las cuarentiún líneas, o ceques, fueron delineado por un número de huacas, cada una encargada de unos rituales específicos de la época del año. Dos de estas líneas, por supuesto, sirvió para dividir el Imperio Inca (Tahuantinsuyo) en cuatro suyos o cuarteles. Asimismo para organizar este espacio dentro del Valle del Cuzco, y por lo menos la extensión del Imperio, el ceque y las huacas estuvieron asociados con diferentes grupos socio-políticos y clases enlazados (Ziudema 1964).
  3. Función Religiosa
  4. Función Social

Según Zuidema: «…para los mismos inas, el sistema de ceques constituía el punto centradle sus propias concepciones de la organización de la sociedad…»

Como lo señala Bauer:

…El modelo más conservador que se puede reconstruir a partir de la Relación de las huacas sugiere que cada una de las diez panacas (o ayllus de la realeza) mantenía las huacas de ceques distintos. Es asimismo evidente que dos panacas distintas no mantenían ceques dentro del mismo haz de líneas y que su posición relativa en el orden social cuzqueño determinaba qué ceque sería mantenido por cada grupo. Las panacas de los primeros cinco Incas (tradicionalmente asociados a Hurin Cuzco) eran responsables por los ceque del Bajo Cuzco, mientras que las de los siguientes cinco Incas (convencionalmente ligados a Hanan Cuzco) conservaban las líneas del Alto Cuzco.

Además de los diez ayllus de la realeza, la ciudad del Cuzco también tuvo otros diez ayllus que no formaban parte de ella. Un segundo modelo del sistema de ceques cuzqueño, más complejo y especulativo, propone que cada uno de estos últimos ayllus estaba conceptualmente emparejado con una panaca específica, y que ellos mantenían una línea dentro del mismo haz de ceques que su panaca. Sin embargo, debemos indicar que seguimos sin saber qué grupos mantenían a casi la mitad de las líneas del sistema, aún en el caso de aceptar esta reconstrucción altamente tentativa de las obligaciones rituales.

Conclusiones

  • Los incas tomaban lo mejor de las sociedades anteriores y aplicaban sus conocimientos para su propio desarrollo.
  • El sistema de Ceques tenía una función organizativa, oculta dentro de la función religiosa; para así lograr mantener ritos de limpiezas de acequias.
  • Si bien como lo dice Sherbondy, los en el Cuzco incaico se utilizaban los principios de relacionar las huacas y las fuentes de agua o en todo caso los cerros. Cabe señalar, que las huacas mismas pueden ser las fuentes de agua, los cerros, huancas (piedras sagradas) y demás lugares sagrados. No sólo debe considerarse a los sitios construidos como Huacas, ya que estos fueron construidos sobre lugares que irradian poderes sobrenaturales, y por tanto tienen un carácter de sagrado.
  • El sistema de ceques ayuda a dividir el territorio del Tahuantinsuyu siguiendo la ideología andina. En base a la Cuatripartición, la tripartición y la bipartición.
  • Los 41 ceques representan las 41 semanas en el calendario inca. Donde cada huaca representa una noche de este calendario, haciendo un total de 328 noches. Puesto que se habla de un año lugar, con doce meses. De los cuales se dividen en 27 días y 1/3 de día.

Bibliografía:

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  1. KAUFFMANN DOIG, Federico
  2. El Espacio Sagrado de los Incas: El Sistema de Ceques del Cuzco. Ed. Centro de Estudios Regionales Andinos.
  3. Historia del Perú Antiguo. Tomo 6, pp. 994-947. Ed. PEISA

SILVERMAN, Aveni

  1. Las Líneas en la Pampa de Nazca

SHERBONDY, Jeannette E.

Los Ceques: Código de canales en el Cusco Incaico.

ROSTWOROWSKI, María

  1. Los Incas, pg. 113. Ed. El Comercio Ediciones

SHIMADA, Izumi

  1. La natualeza Pan-Andina del Sistema de Ceques. En Batan Grande y la Unidad Cosmológica en los Andes Centrales Prehistóricos, pp. 31-45. Ed. Emilio Choy N° 21

VILLAGÓMEZ, Pedro de (1585-1617)

  1. Exortaciones e instrucción acerca de las idolatrías de los indios del arzobispado de Lima. Ed. Sanmarti, 1919

ZUIDEMA, Reiner Tom

1995 El Sistema de Ceques del Cuzco: La Organizacion social de la capital de los incas. Ed. Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial.

Ilustraciones

El complejo Sistema de Ceques

Los ceques según Rebeca Stone-Miller.

El sistema radial

 

 

Centro Histórico de Lima – Patrimonio de la Humanidad

Inscripción

El Centro Histórico de Lima (Perú) (C 500) fue inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Convención de la UNESCO de 1972 como bien cultural bajo el criterio (iv), en la 15ª Sesión del Comité del Patrimonio Mundial, realizada en Cartago, Túnez, el 13 de diciembre de 1991.

Previamente, el Templo y Convento de San Francisco se inscribió en la 12ª Sesión del Comité del Patrimonio Mundial, realizada en Brasilia, Brasil el 9 de diciembre de 1988.

Significado Cultural

El Centro Histórico de Lima, conocido como la Ciudad de los Reyes, se ubica en el valle del río Rímac en la costa central del Perú. Fundada por el conquistador español Francisco Pizarro en enero de 1535 sobre el territorio y edificios principales de un antiguo curacazgo prehispánico, Lima fue la capital política, administrativa, religiosa, económica y militar del virreinato del Perú y la ciudad más importante dentro de los dominios españoles en América del Sur. La ciudad jugó un rol de liderazgo en la historia del Nuevo Mundo desde 1542 hasta el siglo XVIII, cuando la creación de los virreinatos de Nueva Granada en 1718 y La Plata en 1777, puso gradualmente fin a la omnipotencia de la colonia española más antigua en América del Sur y, en consecuencia, a la condición de dominio absoluto que ostentó esta imponente ciudad.

En su condición de capital virreinal, Lima fue objeto de una intensa actividad constructiva que produjo los más insignes ejemplos de arquitectura monumental española. El proceso de evangelización trajo numerosas órdenes religiosas a finales del siglo XVI para emprender la complicada labor de evangelizar las diversas poblaciones asentadas en esta parte del continente.

Estas órdenes obtuvieron un gran reconocimiento que se tradujo en la construcción de muchas iglesias y conventos de gran extensión y sofisticación, además de hospitales, escuelas y universidades. La Universidad de San Marcos, fundada en 1551, posee el título de ser la más antigua de América. La vida religiosa, social y cultural de la ciudad se organizó dentro de estos lugares, otorgándole al centro histórico una imagen conventual que caracterizó su perfil urbano hasta la primera mitad del siglo XX. Allí, la creación y producción artística de alto nivel tuvo lugar e influyó en la mayoría de las regiones de América del Sur.

A pesar del intenso proceso de modernización urbana que experimentó el centro histórico en el siglo XX, se pueden apreciar todavía algunos conjuntos notables agrupados alrededor de la Plaza de Armas (con la Catedral, la Capilla del Sagrario y el Palacio Arzobispal), la Plaza de la Vera Cruz (con el convento e iglesia de Santo Domingo) y, especialmente, el complejo monumental del Convento de San Francisco que se destaca por su superficie, su coherencia, la belleza de su arquitectura y la riqueza de sus decoraciones interiores.

Muchas de las obras públicas construidas durante el virreinato son, hoy día, importantes monumentos históricos. Además de numerosos conventos e iglesias, se cuentan el puente de piedra sobre el río Rímac (1610), el Paseo de Aguas y la Alameda de los Descalzos (1610) y la Plaza de Toros de Acho (1762) ubicados en el actual distrito del Rímac, así como el Cementerio General (1808), actualmente llamado Presbítero Matías Maestro.

En el siglo XVII la ciudad estuvo rodeada por una masiva muralla defensiva dotada de 34 baluartes entre 1689 y 1875.

Durante este período, la arquitectura de Lima cambió debido a grandes terremotos ocurridos en 1586, 1687 y, especialmente, en 1746 que trajo una notable devastación. Las iglesias y otros edificios púbicos fueron restaurados. La arquitectura civil desarrolló una adaptación para hacer frente a los movimientos sísmicos, que consistió en una sólida primera planta construida con adobes y ladrillos, y una segunda planta levantada con una técnica de materiales aligerados (quincha) inspirada en tradiciones constructivas prehispánicas, mejorando, así, el comportamiento estructural durante los terremotos. Las grandes residencias exhibieron portentosas fachadas, corredores, patios y, particularmente, balcones cerrados o de cajón que variaron ligeramente en estilo y tipo durante el período republicano hasta el final del siglo XIX, cuando empezó la modernización urbana y se introdujeron nuevos estilos arquitectónicos inspirados en modelos europeos. Los monumentos históricos (edificios religiosos o públicos, como el palacio de Torre Tagle) que datan de los siglos XVII y XVIII, son ejemplos típicos del barroco hispanoamericano. La arquitectura de los otros edificios es a menudo representativa del mismo período. Así, a pesar de la adición de ciertas construcciones del siglo XIX (como la Casa Courret en el estilo Art Nouveau) al tejido urbano antiguo, el núcleo histórico de la ciudad todavía recuerda, en muchos aspectos, a Lima durante el tiempo del virreinato español del Perú.

Criterio (iv): El Centro Histórico de Lima ofrece testimonio del desarrollo arquitectónico y urbano de una ciudad colonial española de gran relevancia política, económica y cultural en América Latina. Representa una expresión excepcional de un proceso cultural regional, que preserva sus valores arquitectónicos, tecnológicos, tipológicos, estéticos, históricos y urbanos adaptados en términos de la disponibilidad de materiales, clima, movimientos sísmicos y los requisitos de la sociedad. San Francisco de Lima es un ejemplo sobresaliente de un conjunto conventual del período colonial en América Latina y es uno de los más completos.

Condiciones de Integridad y Autenticidad

A pesar de haber sido severamente dañada por diversos terremotos en el siglo XX (1940, 1966, 1970 y 1974), el área delimitada como Centro Histórico de Lima conserva todos los elementos y características físicas que transmiten su Valor Universal Excepcional como antigua capital del virreinato del Perú. El área protegida, que totaliza 259.36 hectáreas, es lo suficientemente amplia para preservar, además de la traza urbana original, numerosos testimonios de arquitectura doméstica, pública, religiosa, militar e industrial que datan de los siglos XVII a XX. Entre ellos resaltan notables conjuntos religiosos, como la Catedral, el convento de San Francisco, Santo Domingo, San Pedro, Santa Teresa, San Agustín y La Merced. Adicionalmente, similares características urbanas y constructivas permanecen en la zona de amortiguamiento, donde se encuentran muchas construcciones principalmente de los siglos XIX e inicios del XX que testimonian el desarrollo urbano del centro histórico. Además del deterioro natural que afecta la integridad material de los edificios por factores ambientales y el transcurso del tiempo, el Centro Histórico de Lima registra factores adicionales derivados de la sobrepoblación, el tránsito y el comercio.

La autenticidad del Centro Histórico de Lima se preserva en gran medida, en tanto éste mantiene los rasgos originales de su diseño fundacional urbano, que adquirió la forma de un damero organizado alrededor de antiguos caminos prehispánicos.

El centro histórico integra también parte del área de expansión desde el siglo XVI hasta el XIX, dentro y fuera de los límites demarcados por una muralla defensiva.

Numerosos edificios públicos, privados y religiosos conservan generalmente sus valores arquitectónicos, tecnológicos, tipológicos, estéticos, históricos y urbanos originales, fruto de la implantación de estilos europeos propios de diferentes etapas del proceso histórico-evolutivo de la ciudad desde el siglo XVI hasta el XX. Estos edificios denotan, adicionalmente, una ingeniosa adaptación al medio ambiente local en términos de materiales, protección frente al clima, medidas antisísmicas y requisitos sociales. El uso, las funciones y las tradiciones relacionadas con la vida de la ciudad, expresados en su traza y el patrimonio edificado, otorgan al Centro Histórico de Lima su propio carácter, singularidad e identidad y representa una expresión única e irrepetible de un proceso cultural regional. La autenticidad del bien se ve, ocasionalmente, amenazada por presiones y desarrollos urbanos inapropiados que son controlados a través de la aplicación de regulaciones y directrices precisas.

Gestión El Centro Histórico de Lima está protegido por distintas leyes, ordenanzas municipales y resoluciones diversas, siendo las más destacadas la Constitución Política del Perú (artículo 21°) y la Ley N° 28296, Ley General del Patrimonio Cultural de la Nación de julio de 2004. La Resolución Suprema N° 2900-72-ED, promulgada en diciembre de 1972, declara a la ciudad antigua como zona monumental y a sus edificios con valor histórico como monumentos nacionales. Desde entonces, numerosos documentos legales, que incluyen resoluciones ministeriales, resoluciones del Instituto Nacional de Cultura, ahora Ministerio de Cultura, así como ordenanzas municipales, han distinguido a numerosos edificios históricos como monumentos con valor patrimonial.

Los límites del Centro Histórico de Lima, con su máxima protección y zonas de amortiguamiento, están claramente establecidos por la Ordenanza Municipal N° 062, emitida por la Municipalidad Metropolitana de Lima de agosto de 1994. Esta misma ordenanza contempla un reglamento para administrar el centro histórico, incluyendo una propuesta de zonificación que considera, además de dos zonas nucleares, una tercera zona de protección paisajística de uso fundamentalmente recreativo.

Los tipos de intervenciones permisibles en los edificios históricos y su entorno monumental están establecidos en este documento y regulados en la Norma A-140 (Título IV) del Reglamento Nacional de Edificaciones.

La Municipalidad Metropolitana de Lima comparte la responsabilidad de la gestión del Centro Histórico de Lima con la Municipalidad Distrital del Rímac, a quien le corresponde parte del área inscrita como Patrimonio Mundial. El Ministerio de Cultura es la institución gubernamental especializada en preservar el Patrimonio Cultural de la Nación y coordina con estos municipios asuntos relacionados con la protección y recuperación del bien.

La Municipalidad cuenta con el Programa Municipal para la Recuperación del Centro Histórico de Lima (PROLIMA), de la Gerencia de Desarrollo Urbano y la Empresa Municipal Inmobiliaria de Lima (EMILIMA) encargado de desarrollar proyectos de renovación urbana destinados a revalorizar el centro histórico de la ciudad. Ellos trabajan en estrecha coordinación con el Ministerio de Cultura siguiendo los lineamientos establecidos en el Plan del Cercado del Centro Histórico de Lima y su Zona de Influencia al 2010 (Plan Maestro del Centro de Lima). Este documento establece regulaciones y normas básicas y propone intervenciones y proyectos relacionados a la estructura y situación urbana, medio ambiente, uso de suelos, sistemas de transporte, habitabilidad y dinámicas urbanas, entre otros. Son importantes los proyectos de recuperación de inmuebles históricos y ambientes urbanos monumentales que realiza la Municipalidad (tal como el jirón Ancash), y el proyecto de Revitalización de Centros Históricos que viene organizando el Ministerio de Cultura con la participación del Banco Interamericano de Desarrollo para los próximos cuatro años.

Galería fotográfica del Centro Histórico de Lima
Mapa de Ubicación del Centro Histórico de Lima