Contextos funerarios y ritualidad durante el Horizonte Tardío en el valle de Tambillos, Áncash

En el marco del Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca tramo Huánuco Pampa – Huamachuco, del Proyecto Qhapaq Ñan, desarrollamos el estudio del centro administrativo– ceremonial Soledad de Tambo. Tambo Inca que, entre los siglos XV y XVI d.n.e., articuló el manejo del territorio vinculado al grupo étnico Pincos con el Tawantinsuyu.

En el presente artículo se expondrán los resultados de la intervención arqueológica realizada en la kancha, y el ushnu de Soledad de Tambo. Se pondrá especial énfasis en el análisis de los contextos funerarios hallados, problematizando sobre su relevancia tanto en el paisaje ritual, así como en el proceso de integración sociopolítica del valle de Tambillos al Tawantinsuyu.

Los incas en el valle de Tambillos12

El valle de Tambillos fue el escenario central del proceso de integración de los pincos al proyecto geopolítico del Tawantinsuyu entre los siglos XV y XVI. Se trata de una zona que abarca diversos pisos ecológicos, entre 4,500 y 2,500 m s. n. m., y es un importante enclave de economía agrícola ganadera. La presencia inca en

.la zona se expresa en los asentamientos administrativos ceremoniales, especialmente en el sitio Soledad de Tambo, y el mismo camino inca, lo cual evidencia la incorporación y el uso político-ideológico por parte del Estado inca de elementos clave de un paisaje ritual en el ámbito provincial.

Desde las alturas de Huaga Punta hasta el fondo del valle del río Puchca, el camino incaico se extiende principalmente por laderas. Consiste en una plataforma de corte talud con muros de sostenimiento y un ancho variable desde 1.3 hasta 8 m. Asimismo, se encuentra asociado directamente a cinco sitios arqueológicos de filiación inca: Huaga, Tambillos, Huagancu, Soledad de Tambo y Ushnu Cruz (Chirinos, Borba y Hurtado, 2011).

Aunque la relación entre los sitios incas identificados en el valle todavía está por definirse, a grandes rasgos podemos decir que el de Huaga es evidentemente ceremonial. Este se localiza en un área estratégica con un dominio visual completo del valle y probablemente estuvo vinculado con los ritos asociados al cerro tutelar, o hirka, Anco. Por su parte, Tambillos es en apa-

riencia un pequeño tambo que serviría para controlar la parte alta de la quebrada y los accesos a Anco; además, se vincularía a la zona ganadera. Finalmente, al estar asociado directamente a un sistema de andenería inca, Ushnu Cruz fue con probabilidad un centro administrativo ceremonial de la producción agrícola en andenería de la parte baja del valle de Tambillos (Vizconde, Chirinos y Hurtado, 2009). Parte de esa producción debió llevarse hasta las colcas de Huagancu.

Es probable que toda la dinámica de la vida política, social, económica y ritual del valle de Tambillos tuviera como centro al sitio Soledad de Tambo. Este se encuentra a 3657 m s. n. m., en el poblado homónimo, y ocupa una planicie en la parte media de una ladera en la margen izquierda del río Tambillos, en las faldas de los cerros Huaguinaj, Llalliraq y Ruku Pauman, con un área de aproximadamente 19.6 ha.[1] Se trata del asentamiento más extenso del valle de Tambillos; fue un centro administrativo y ceremonial inca donde se conservan estructuras como un ushnu, qolqas, kallankas y kanchas. El Qhapaq Ñan lo atraviesa, pasando al lado del ushnu (conocido en la zona como Ecala Machay). Desde este asentamiento parten además diversos caminos secundarios que comunican con los sitios y hirkas más importantes de los alrededores. Por su magnitud y características formales, fue un centro provincial inca en el territorio de los pincos.

Para facilitar su comprensión, lo sectorizamos en tres partes: el sector público y residencial, el ceremonial y el de almacenes o qolqas.

Soledad de Tambo: sector público y residencial

La época inca, en este sector, se caracterizó por una ocupación efímera, estratigráficamente asociada a las capas donde se asentaron los cimientos de gran parte de la arquitectura. Se reconocen dos componentes básicos de esta fase: un conjunto de seis recintos rectangulares asociados a dos espacios abiertos, identificados como kanchas; y contigua a este, una plaza rectangular en cuyo extremo oeste la delimitan dos kallankas (Figura 1).

Los recintos de planta rectangular tienen dimensiones de 10 a 13 m de largo y de 5 m de ancho en promedio. En el interior se puede apreciar hornacinas asociadas en los cuatro muros y dos vanos de accesos que llevan a sendos patios contiguos. El exterior de los recintos se caracteriza por la presencia de muros con doble zócalo, así como por el desarrollo de surcos de cimentación en algunos muros. Estos atributos parecen corresponder a técnicas constructivas locales que fueron incorporadas durante el proyecto constructivo de Soledad de Tambo (Chirinos y Ríos, 2022).

Contextos funerarios en la kancha

Figura 1. Kanchas y kallankas inca Soledad de Tambo (foto: Javier Rojas).

El contexto funerario 1 (CF 1) fue hallado dentro de la unidad de excavación 5 (Figura 2), en el pasadizo formado entre los recintos 5 y 6 de la kancha residencial. Es importante mencionar que este pasadizo se encuentra alineado por el este con Ichiq Wiñaq y por el oeste con Pincosh, dos de los cerros tutelares más importantes de la zona. La excavación realizada en este pasadizo evidenció que la boca de la cista[2] del contexto funerario estaba relacionada con el inicio de la construcción de ambos muros. La boca era circular y tenía una matriz de tierra arcillosa y orgánica. Al interior se encontró un individuo, con orientación noreste, en posición decúbito

lateral derecho, flexionado, y con dos vasijas fragmentadas, una olla que le cubría completamente el cráneo y un cántaro a uno de sus lados (Figura 3). Las características estilísticas de las vasijas son similares a la cerámica local del Periodo Intermedio Tardío y a la del grupo étnico de los pincos. Según el análisis bioantropológico,[3] la causa de muerte es indeterminada y se trata de un adulto de sexo femenino, con una edad promedio entre 35-38 años. El mal estado de conservación no permitió estimar su estatura, pero sí algunas patologías como el marcado desgaste en la cara lingual de los dientes de la mandíbula y maxilar, lo que sugiere un uso constante de los mismos a manera de fricción. El estado fragmentado del cráneo impidió identificar la modificación cefálica; sin embargo, según se pudo ver en las fotos tomadas en campo, podría tratarse de una del tipo tabular oblicuo pseudoanular en grado severo. En las articulaciones de los miembros superiores se observó artropatías leves y, por otro lado, se encontró también pigmento rojo asociado al hueso temporal (Figura 4), que podría tratarse de cinabrio, mineral muy utilizado en ritos funerarios desde el Periodo Formativo (Kaulicke, 1997).

Figura 2. Plano de la kancha con unidades de excavación señaladas con circulo rojo (Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco).

El contexto funerario 2 (CF 2) (Figura 5), localizado en la unidad de excavación 6, se encontró al lado externo del muro del recinto 6. La boca de la cista de este contexto estaba relacionada estratigráficamente con el inicio de la construcción del muro. El individuo en el interior se encontró en posición flexionada con dirección noreste, reposando sobre una capa de piedras angulosas que también revestían el interior de la cista. Los análisis biantropológicos[4] señalan que se trata de un cuerpo de sexo femenino con una edad promedio de 19 a 21 años, con una estatura aproximada de 144.5-147 cm ± 4 cm. Se encontraba en buen estado de conservación; pudo observarse periostitis inactiva en miembros inferiores (fémur y tibia), lo que sugeriría que, en vida, la persona superó una infección sistémica que generó capacidad de respuesta ósea. El cráneo presenta microporosidades en el occipital, sin embargo, no hay indicadores que sugieran hiperostosis porótica propiamente. La modificación cefálica es de tipo tabular oblicuo pseudoanular en grado severo con asimetría hacia la derecha (Figura 6) y, de otro lado, los molares de la mandíbula y maxilar presentan desgaste oclusal sin erupción de dentina. Entre las ofrendas del individuo se registró un pequeño cántaro de 11 cm de alto con el borde y labio completamente fracturados; asimismo, se hallaron las osamentas de un roedor. Las características del cántaro muestran similitudes con la cerámica local del Periodo Intermedio Tardío, vinculada al grupo étnico de los pincos. Adicionalmente, se halló un par de tupus de madera que pudieron haber sido parte de su vestimenta. En los contextos funerarios 1 y 2, la modificación cefálica que presentan los individuos tiene similitud con las registradas en los restos óseos del sitio Marcajirca (Ibarra, 2009), lo cual podría sugerir que se trataba de una práctica local preinca característica de esta región.

Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco).

Figura 8. Fractura cortante en malar izquierdo (foto: Lucía Watson).

El contexto funerario 3 (CF 3) (Figura 7) fue hallado en el pasadizo formado entre el muro perimétrico de la kancha y el recinto 3, dentro de la unidad de excavación 9. La boca de la cista, al igual que en los casos anteriores, también se encontraba asociada al inicio de la construcción del muro del recinto mencionado.

 

Al interior se halló un individuo en posición flexionada. El análisis bioantropológico[5] indica que se trata de uno de sexo masculino, con una edad promedio de 25-30 años, con una estatura aproximada de 163.1-164 cm ± 3 cm y en buen estado de conservación. Pueden observarse en él diversas paleopatologías y traumatismos perimortem. Respecto a las primeras, tenemos, a nivel de los miembros superiores e inferiores, marcadas inserciones musculares, lo que sugiere que, en vida, el individuo realizó actividades repetitivas y de esfuerzo y es compatible con la presencia del nódulo de Schmorl en las vértebras lumbares, que también indica actividades que generan compresión en esa zona de la columna, como sería el levantamiento de peso. Respecto a las huellas de traumatismos perimortem, se observó, en la mitad media del parietal derecho del cráneo, una fractura de forma redondeada con bordes definidos que no llegó a perforarlo; ligeras depresiones focalizadas sobre la zona media de los parietales, y, en el malar izquierdo, una fractura cortante (Figura 8). En la clavícula derecha se identificó un corte causante de la separación del extremo distal, lo que podría considerarse de una letalidad de grado 3, ya que pudo afectar a la arteria subclavia. También se registraron fracturas en la costilla 5, posiblemente provocadas por compresión a nivel del pecho.

Figura 9. Vasija escultórica chimú-inca (Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco).

Adicionalmente, se observaron cortes en los miembros superiores, específicamente en el cúbito y radio izquierdos; el más severo generó un desprendimiento de apófisis estiloides del cúbito derecho. Los miembros inferiores también registran cortes, como en la epífisis proximal el fémur derecho posterior, el peroné derecho en el extremo distal y también la tibia en la apófisis estiloide. Todos estos traumatismos sugieren que el individuo pudo haber tenido una muerte en circunstancias muy violentas.

A diferencia de anteriores contextos, llamó la atención la presencia de algunos elementos que acompañaban al individuo: una vasija escultórica que representa a un músico tocando una tinya con un ave parecida al tucán (familia Ramphastidae) atrás de él, pieza con un acabado superficial pulido/bruñido y que pasó por un tratamiento de cocción en atmosfera reductora, de estilo Chimú-Inca y colocada en posición invertida cerca al cráneo (Figura 9); una vasija con pedestal y asa de canasta de estilo Inca Imperial, con acabado superficial alisado y tratamiento de cocción en atmosfera oxidante; dos cuentas, posiblemente de crisocola, que no son elementos propios del lugar, pero sí han sido halladas en diversas tumbas de la costa norte vinculadas a sacerdotes moche (Castillo, 2000); y una coloración verdosa en el parietal izquierdo, posiblemente por contacto con algún objeto de cobre, metal que solían colocar los chimú sobre la cabeza y extremidades de los individuos enterrados (Chauchat y Guffroy, 2003).

Adicional a los tres contextos funerarios mencionados, en la esquina suroeste de la kancha inca, junto al muro perimétrico de la misma, se halló el entierro de un cánido (Canis familiaris), el cual fue dispuesto en el interior de una zanja de cimentación, durante la construcción de los basamentos del muro que delimita la kancha. Reportes similares se tienen de la Pirámide con Rampa 7 del Santuario de Pachacamac (Pozzi- Escot et al., 2012) y la Huaca 33 del Parque de las Leyendas (Segura et al., 2016). El análisis de la osamenta mencionada aún está en proceso.

Sector ceremonial: el ushnu de Soledad de Tambo

Los ushnu eran plataformas ceremoniales incas cuya función era la realización de libaciones en determinadas fechas, de acuerdo con el calendario estatal

(Zuidema, 1989; Pino, 2005). Según Pino y Moreano (2013), las libaciones estarían orientadas a la veneración de las hirkas, o deidades locales, y al Sol —o Punchao—, principal deidad de los incas. En este sentido, los ushnu congregaban a las divinidades del territorio con el dios imperial y el hijo de este —que era el propio Inca—. Conformaban los puntos de reunión donde se convocaba a los ancestros locales, representados en sus ídolos, mallquis y curacas (Pino, 2010; Monteverde, 2010), que acudían a beber con el Punchao. Estas plataformas se construyeron en emplazamientos que posibilitaban una visibilidad privilegiada de las huacas locales, para el establecimiento de una relación tangible entre el Inca y estas durante los ritos ceremoniales.

Figura 10. Modelación 3D del ushnu de Soledad de Tambo (elaboración: Sandro Santos)
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El ushnu de Soledad de Tambo, denominado por los pobladores locales como Ecala Machay,[6] está conformado por una plataforma trapezoidal de 14.2 a 15.9 m de ancho y 19.8 a 21.7 m de largo, presenta muros de contención perimetrales y una altura de 3.80 m aproximadamente. Tiene orientación noreste y conserva en la parte superior un pozo de ofrendas de estructura rectangular, elaborado con piedras finamente labradas de estilo Inca Imperial (Chirinos, Borba y Hurtado, 2011) (ver Figura 10).

 

Es importante mencionar que desde el ushnu se proyectan una serie de líneas visuales hacia lugares de carácter ancestral. Por ejemplo, al proyectar dos líneas diagonales desde las esquinas opuestas del ushnu, estas se conectan con las cimas de los hirkas locales, y unen así los puntos referenciales de ambos lados de la quebrada. De este modo, el alineamiento de oeste a este conecta visualmente al ushnu con la cima del cerro Wiñaq, y el de norte a sur, con el Anco[7] (Chirinos, 2017).

Las crónicas también mencionan a las deidades de esta región. Se sabe que para inicios de la Colonia, en 1581, existía el culto al cerro Anco, como se indica en «La instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus camayos y haciendas», donde Cristoval de Albornoz (1967 [1582]), menciona: «Ancovilca,[8] guaca prencipal de los indios guanocos pincos, es una piedra questá en un cerro pequeno junto al pueblo de Pincos»

(Albornoz, 1967 [1582], p. 30).[9]

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Contexto funerario en el ushnu

Durante la excavación de una trinchera en la parte central del ushnu se localizó el contexto funerario 4 (CF 4). En la capa 3B, un nivel por debajo del pozo de ofrendas, se halló un individuo en posición decúbito dorsal[10] con los brazos flexionados hacia el pecho, orientado hacia el este, y, junto él, a la altura del fémur derecho, se encontró otro individuo de unos seis meses de edad aproximadamente (Figura 11). Como objetos asociados se hallaron tres artefactos de piedra, cinco tiestos, un artefacto de hueso de animal junto a los huesos de la mano derecha y una aguja de cobre en contacto con el borde esternal de la cuarta costilla izquierda, lo cual dejó una tinción de cobre sobre la zona mencionada (Chirinos, 2017). El perfil biantropológico[11] señala que se trata de un individuo de sexo masculino, con un rango de edad entre 25-30 años, considerado adulto joven, con estatura aproximada de 162.2 ± 3.4 cm,[12] en buen estado de conservación y completo en un 95 %. También se registraron paleopatologías, como hipoplasia dental en los caninos inferiores, desgaste excesivo en los caninos e incisivos superiores (mayor en el lado derecho), marcado estrés del lado derecho en ATM (articulación temporomandibular), remodelación del hueso en el parietal y occipital por posible infección del cuero cabelludo, ya curada al momento del deceso del individuo.

Asimismo, se observó, en las extremidades inferiores, polidactilia[13] en el pie derecho (metatarso 5 con dos cabezas; cada una tiene su propia falange proximal) (Figura 12) y sindactilia[14] en las falanges intermedias y distales del pie. El sacro y coxis estaban fusionados al igual que el cuerpo del esternón con el apéndice xifoides, los cuales presentaban dos aperturas, una grande en el cuerpo y otra pequeña, en el apéndice xifoides. También se observaron fracturas antemortem[15] en ambos huesos nasales, depresión por fractura en las márgenes superior e inferior de la órbita derecha y fractura transversa del proceso frontal del maxilar, todas con evidencia de una adecuada regeneración ósea. De la misma forma, se identificaron fracturas perimortem[16] que se consideran de gravedad, una en la parte superior izquierda del tórax que involucra al esternón, la clavícula y las costillas 1 a 3; otra en la parte distal del proceso espinoso de las vértebras cervicales 3 y 4, y una lesión por un objeto punzocortante que generó una muesca entre la lumbar 5 y la sacra 1. Otras lesiones de menor riesgo se sitúan en los miembros superiores: una fractura simple transversa en el húmero derecho, así como fractura en ambas escápulas a nivel del cuerpo y la espina escapular; a nivel del cráneo había daño en el cóndilo occipital izquierdo y trauma en la órbita izquierda (depresión que ingresa en el seno frontal). Por todas las lesiones mencionadas es posible que el individuo haya fallecido en un ambiente muy violento..

Adicionalmente se realizó un análisis de isótopos de ADN, C13 (carbono 13), C14 (carbono 14) y Sr86 (isótopo de estroncio), en el Laboratorio de Paleogenética de la Universidad de California Santa Cruz.[17] El examen de ADN solo se realizó al infante y concluyó que se agrupa con otros individuos de los Andes del norte del Perú y cerca de dos individuos del sitio arqueológico Macajirca —localizado al noreste de Soledad de Tambo a 8 km de distancia aproximadamente—, que data del Periodo Intermedio Tardío. Los valores de C13 obtenidos para el individuo adulto, debido a las diferentes rutas fotosintéticas de la planta (C3, C4 y CAM),[18] se pueden asociar a diversos alimentos vegetales ingeridos. Los valores que van alrededor del 13 ‰, como los obtenidos de la muestra, corresponden a plantas que usan la ruta C4; entre ellas se incluye a las de clima más cálido como el maíz.

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El análisis de C14 realizado al individuo adulto nos indica dos periodos dentro de los cuales el sujeto pudo haber fallecido, uno de 1466-1528 d. C. con una probabilidad del 66 % y otro de 1557-1618 d. C. con una probabilidad del 34 %.[19]

El valor de Sr87/Sr86 obtenido en el infante es de 0.709,

lo cual sugiere que una relación con la zona de Conchucos (Áncash), cuyos valores medios por unidad geológica van desde 0,7078 a 0,7212 dentro de una distancia de 10 km.[20]

Conclusiones

En conexión con el ushnu, principal estructura ceremonial inca y escenario de libaciones y sacrificios, se articuló mediante alineamientos visuales un conjunto de marcadores paisajísticos significativos localmente[21] (Chirinos, 2017). El ushnu se erigió sobre una estructura más antigua (la cual pudo tener una importancia ritual en el ámbito del valle de Tambillos) y vinculada a la huaca local de Azul Rumi (Chirinos y Ríos, 2019).

También las kanchas fueron construidas sobreponiéndose a ocupaciones precedentes y alineadas con los hirkas locales. De igual manera, el establecimiento de una red de caminos y sitios relacionados con los elementos o puntos geográficos de carácter sagrado, vinculados a las hirkas del territorio, muestran una resignificación del paisaje local. En estos marcadores paisajísticos ceremoniales, el Inca afirmaba alianzas de parentesco con las hirkas, ídolos, curacas y mallquis locales. Todos estos elementos conformaron un nuevo paisaje ritual que era ratificado en la memoria colectiva mediante la realización de festividades24 ceremoniales en determinados momentos del año.[22]

Es significativo que en estos marcadores paisajísticos se hayan encontrado los entierros (CF 1, CF 2, CF 3 y CF 4), que muy probablemente fueron realizados durante rituales ceremoniales. Los tres entierros localizados en una de las kanchas fueron colocados en lugares y momentos significativos: en esquinas y pasadizos —los que presentan alineamientos visuales con los hirkas del entorno—, y, de acuerdo con la correlación estratigráfica, al inicio de las construcciones de los recintos de la misma kancha.

El hecho que uno de los individuos enterrados (el del CF 3) presente marcas que indican una muerte vio-

lenta, sugiere que su entierro se dio en un contexto de sacrificio ritual.[23] Si bien no se ha podido determinar la causa de muerte de los individuos en CF 1 y CF 2, la ubicación estratigráfica de los entierros, asociada al inicio de la construcción de los muros incas, sugiere que este y aquellos podrían tratarse de eventos sincrónicos, por lo que es probable que la muerte de ambos

haya sido planificada. Por las características mencionadas, estos podrían tratarse de entierros fundacionales realizados a manera de ofrendas propiciatorias, tal como hace referencia Aldunate et al. (2003) en relación con los pueblos aymara precoloniales, para los cuales era una costumbre realizar ofrendas al inicio de la fase constructiva. Los investigadores encontraron un entierro fundacional localizado en la base de la esquina de una kallanka, asociado a la ocupación inca en el sitio Turi, en Atacama, Chile.[24]

El entierro del ushnu (CF 4) presenta un contexto similar de sacrificio ritual, lo que podría indicar la presencia y recurrencia de esta práctica en Soledad de Tambo. En el individuo adulto enterrado en el ushnu se observan golpes y marcas de heridas mortales sufridos antes del entierro, además de características corporales peculiares, como un pie con seis dedos, posiblemente asociado a un hueso de venado. La polidactilia señala que se trató de un ser especial que podría haberse identificado como un huaca; muy probablemente fue considerado un «parca, hijo del rayo».[25] Estas peculiaridades podrían fortalecer la hipótesis de que su entierro se dio en un contexto de sacrificio ritual.

Sacrificios en los ushnu han sido registrados en las

crónicas tempranas del siglo XVII, como en la de Guaman Poma: «Pacha Cuti Ynga dio orden muy mucha hazienda para sacrificar a las uacas y de las casas del sol y templo de Curi Cancha; el trono y aciento de los Yngas llamado usno en cada wamani señalo» (1987

[1615], fol. 265 [267]).

En general, los sacrificios localizados en el ushnu y en la kancha serían parte de una estrategia planificada desde el Cusco para la articulación de las provincias o wamanin incas, y de los diversos grupos étnicos que las conformaban. En esta se buscaba la cohesión política a través de un culto compartido a las diversas deidades andinas —entendida desde una perspectiva animista y cosmopolítica (Viveiros de Castro, 1996; Depaz, 2015)—, conocido como el culto al wamanin (Favre, 1967; Pino, 2016).

Se sabe por las crónicas de los siglos XVI y XVII (Molina, 1943; Cobo y Peralta, 1892 [1653]; Polo de Ondegardo, 2004 [1559]; Cieza de León, 1986 [1553]) que las ofrendas humanas iban dirigidas tanto a las deidades del panteón inca como a los apus, hirkas o huacas principales de todo el Tawantinsuyu y que los objetivos de las mismas, explicitados a través de las oraciones recitadas durante los ritos ceremoniales, eran garantizar la salud del Inca, la paz del reino, los triunfos en las guerras, que los productos alimenticios se multiplicasen, que no se padezca hambre, que se multiplicasen las gentes. Se buscaba concentrar los esfuerzos dispersos de todas las huacas para recobrar la fuerza vital del imperio (Molina, 1943); es decir, ganar la agencia de las deidades, para que a través de su poder, de su kamaq, garantizaran los objetivos mencionados. Mediante estos rituales complejos —muy bien estudiados para casos incas como la Capaccocha (Duviols, 2016 [1976]) o la Citua (Tomoeda, 1993;

Zuidema, 2010)— todo el cuerpo social reafirmaba su comunión y dependencia con el Inca, y a su vez, cohesionaba y consolidaba el Tawantinsuyu.

En este sentido, las ofrendas humanas son parte de un amplio y complejo sistema de distribución y redistribución de ofrendas, debidamente administrado por los quipucamayocs y que involucraba a todos los agentes, tanto del centro —Cusco— como de la periferia —provincias (Duviols, 2016 [1976])—. Se sabe que varias de las ofrendas humanas, dedicadas a las deidades y

en beneficio del Inca, eran dadas por los curacas locales para estrechar el vínculo con el Inca, pues buscaban su respaldo político para fortalecer y reafirmar su poder local. A manera de hipótesis, consideramos que los contextos funerarios 1 y 2, que evidencian ser de individuos locales, podrían ser parte de esta dinámica. Estos dones ofrecidos por el curaca local generaban una deuda y un compromiso al Inca, que correspondía con una redistribución recíproca a las mencionadas ofrendas, como se puede observar, por ejemplo, en la ceremonia de la Capaccocha (Molina, 1943; Hernández Príncipe, 1923 [1622]).

Por su parte, las características que presenta el individuo del contexto funerario 3 serían indicio de que se trata de un mitmaq[26] (mitimae) chimú. Este contexto podría evidenciar materialmente que la institución de los mitimaes se implementó también en el valle de Tambillos. Este personaje habría sido trasladado por el Estado inca desde la costa norte a cumplir labores específicas en Soledad de Tambo.[27] Se sabe que una de las fun-

ciones de los mitimaes era la de realizar labores en los tambos, como la que realizaba el grupo étnico socota en Cutervo, Cajamarca (Espinoza, 1974). Como mencionamos, las evidencias muestran que este individuo

mitmaq (CF 3) habría sido sacrificado en un contexto ritual. La participación de mitimaes en rituales ceremo-

niales inca como la Citua (Tomoeda, 1993; Zuidema, 2010), muestran el papel importante que desempeñaban en los mismos. A manera de hipótesis postulamos que este individuo fue una ofrenda dada por el Inca a las principales huacas locales, como parte de la redistribución de ofrendas y la reciprocidad que el Inca y el

Estado cusqueño realizaban en los diversos wamanin para consolidar la articulación política del Tawantinsuyu..

Agradecimientos

Expresamos nuestro reconocimiento a Bebel Ibarra, Anne Titelbaum, Lucía Watson y Lars Fehren-Schmitz, por el apoyo en el análisis de materiales. De igual modo, al equipo técnico del Programa de Investigación Arqueológica y Puesta en Uso Social del Sistema Vial Inca Tramo Huánuco Pampa-Huamachuco: Adriana Lazo, Nilton Ríos, Santiago Andía, José Querevalú, Milagros Yanac, Dante Solís, Alejandro Espinoza, Gonzalo Albarracín, Javier Rojas y Lorenzo Acuache. Estamos agradecidos con los comuneros de Soledad de Tambo, San Francisco de Yanapoto, Castillo y Huachis.

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  1. Esta dimensión corresponde únicamente al área que conserva los vestigios arquitectónicos con su patrón original. Su extensión indudablemente fue mucho mayor, pero quedó alterada por el uso agrícola contemporáneo.

  2. Se denomina cista a un espacio o estructura funeraria individual de pequeñas dimensiones.

  3. Realizado por Lucía Watson en 2018.

  4. Realizados por Lucía Watson en 2017.

  5. Realizado por Lucía Watson y Roxana Guillén en 2018.

  6. Significa ‘cueva de Ecala’. Ecala era una señora conocida y respetada que vivió al lado del ushnu hasta los años ochenta del siglo XX, según información de los pobladores de la comunidad campesina de Huachis.

  7. Estos alineamientos pasan en sus otros extremos cerca de las cimas de las hirkas de Pan de Azúcar (cerro Huayllash Punta) y Llalliraq. Consideramos que las líneas visuales también están señalando a estas hirkas.

  8. Ancovilca corresponde al nevado Anco (vilca es ‘sagrado, nieto’ en quechua).

  9. De acuerdo a la tradición oral de la comunidad campesina de Huachis, hay cuatro cerros tutelares —hirkas— principales en el valle de Tambillos: Anco, Wiñaq, Pan de Azúcar y Llalliraq, a los cuales actualmente se les continúa dedicando ofrendas (Chirinos, 2017).

  10. Entierros en estructuras de ushnu han sido reportados en Huánuco Pampa y Hatun Xauxa. Estos contextos funerarios poseen ciertas características similares con nuestro caso de estudio como la posición extendida decúbito dorsal. Para el caso de Huánuco Pampa se postula que uno de los entierros –un adulto- debió realizarse durante la época colonial y los otros entierros – de infantes- se habrían realizado en época Inca (Bar 2017), mientras que en Hatun Xauxa todo parece indicar que la deposición fue posterior al abandono de la plataforma (Perales y Rodríguez 2016).

  11. Realizado por Anne Tittelbaum en 2016.

  12. Análisis basados en directrices estándar de Buikstra y Ubelaker (1994).

  13. La polidactilia se define como un aumento en el número de dedos (ejes), ya sea en la mano o en el pie.

  14. La sindactilia (de las voces griegas syn, ‘con’, y dáktilos, ‘dedo’) es la fusión del tejido blando y/o hueso entre dedos adyacentes, de las manos o pies, lo que genera una ausencia total o parcial del espacio entre dos dedos.

  15. Lesiones generadas antes de la muerte.

  16. Lesiones generadas alrededor de la muerte.

  17. Dataciones realizadas por Eden Washburn.

  18. La ruta C3 corresponde a árboles, arbustos e hierbas; C4, a pastos de clima cálido; CAM, a plantas suculentas.

  19. Como vimos, los fechados C14 del contexto funerario 4 de Soledad de Tambo indican un intervalo correspondiente a la época prehispánica y otro a la colonial temprana, por lo cual todavía está por definirse en qué periodo se realizaron los entierros. La correlación estratigráfica, el hecho de que el sujeto estaba tapado por una capa en la cual se asienta el pozo de ofrendas de técnica constructiva inca, afirmaría que es de la época inca; sin embargo, por las dataciones y otros elementos, no podemos descartar la posibilidad de que el entierro haya sido realizado en época colonial, tal vez en un periodo inicial de contacto, en un momento en que la presencia española no estaba consolidada en la zona y en la que muy probablemente se practicaban todavía rituales incas.

  20. El estroncio (Sr) se encuentra en concentraciones extremadamente bajas en el lecho rocoso y en el agua subterránea. A medida que los organismos (personas, plantas, animales) consumen alimentos y agua disponibles localmente, estas fuentes de estroncio se mezclan e incorporan a sus tejidos. Posteriormente se puede cuantificar la presencia del mismo en un sujeto y, según los resultados, comparar los valores obtenidos con los de los lechos rocosos y hallar así su procedencia.

  21. Como señalamos, el ushnu evidencia en su materialidad la identificación de los elementos sagrados más relevantes del paisaje cultural, las jircas de Anco y Wiñaq (ancestros de los pincos), y el Punchao (ancestro de los incas) en su paso por el cénit, elementos hacia los cuales se debía rendir culto. Por su posición, el ushnu señalaba probablemente también las fechas específicas en las cuales se debían realizar los rituales correspondientes. La fecha calculada que evidencia la orientación astronómica Az 97° 25’ 30’’ es el 20 de octubre y está vinculada al paso del sol por el cénit (Chirinos, 2017). Estos alineamientos visuales podrían reflejar la concepción de organización espacial inca a través de ceques, la cual habría sido implementada en las diversas cabeceras de provincia del Tawantinsuyu (Duviols, 2016 [1976]; Zuidema, 2010). 24 El análisis de cerámica vinculada a la estratigrafía de los tres momentos de ocupación —el de los pincos, el inca y el colonial—, en el sector de las kanchas, muestra que para la ocupación inca aumentó significativamente el uso de recipientes de líquidos, muy probablemente vinculado a recipientes de chicha de jora usados durante las festividades.

  22. Una de ellas posiblemente en el mes de octubre, de acuerdo con la fecha calculada del paso del Sol por el cénit (ver nota 22).

  23. La presencia de individuos mitmacunas fue importante para la consolidación del Tawantinsuyu, tal como lo señala Miguel Cornejo (2002) para Pachacamac. Por lo tanto, creemos que la presencia de la cerámica chimú-inca en el CF 3, con la iconografía que representa un músico, indica una relación con los rituales funerarios de la costa norte y, por lo tanto, su procedencia de ahí.

  24. También otros autores reportan contextos similares como en Sacsayhuamán (Julien, 1987-1989).

  25. Gonzales de Holguín define parca a la persona que tiene seis dedos, que es también huaca (Arguedas, 2012). En el segundo suplemento del Manuscrito de Huarochiri (1608) esta característica de parca está vinculado con los individuos ylla de Pariacaca, hijos del rayo, como también son considerados los chuchos y chacpas —los niños gemelos y nacidos de pie respectivamente— (Hernández Príncipe, 1923 [1622]) los cuales en algunos casos también eran sacrificados. El niño enterrado junto con el adulto (CF 1) pudo haber presentado características peculiares como las mencionadas, que desconocemos y que en el contexto arqueológico son difíciles de determinar.

  26. Se han hallado contextos similares durante las investigaciones realizadas en Pachacamac. Allí se localizaron entierros con cerámica foránea y otros elementos que hacían referencia a actividades como la textil o artesanal, lo cual permitió plantear que los entierros podrían ser de mitimaes (Cornejo, 2002).

  27. El Imperio inca eliminó a las principales autoridades de los chimú y las reemplazó por autoridades incas; además movilizó a grupos de pobladores norteños a otras partes del imperio (Rostworowski, 1990).

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