EI interés por entender la organización social y la naturaleza de la élite que gobernó la sociedad Sicán Medio, es la verdadera preocupación que subyace en la excavación tanto de la tumba de Huaca Loro como de otras halladas en la capital Sicán; y, ya individualmente o como conjunto, todas ellas han arrojado nuevas luces sobre estos temas.
La descripción hecha en la publicacion sobre el enterramiento de la Huaca Loro, no debe ser visto simplemente como un evento que duró sólo unos pocos días. La costumbre actual, y no sólo costumbre sino obligación por ley, de sepultar a las personas inmediatamente después de su muerte, no es un modelo que corresponda al caso de esta tumba. Por el contrario, este entierro fue el resultado de un largo proceso que requirió un minucioso planeamiento e inversión de muchos recursos materiales y humanos. También, es un reflejo de la naturaleza y el poder de la élite Sicán Medio.
La Sociedad Sicán: Reflexiones desde la Tumba de Huaca Loro
Organización Social
CULTURA SICAN DIOS, RIQUEZA Y PODER EN LA COSTA NORTE DEL PERU
Autor: IZUMI SHIMADA
Esta concepción del ritual necrolátrico es especialmente necesaria, dada la presencia de otros enterramientos alrededor de la base del montículo de la Huaca Loro. Debido a las actividades depredadoras de los buscadores de tumbas —huaqueros—, no podemos estar seguros de que la terraza base del montículo haya sellado a todas al mismo tiempo. Por ejemplo, es posible que estas tumbas representen varias generaciones de jefes Sicán. Sin embargo, nuestra investigación previa ha mostrado que el apogeo de Sicán Medio duró poco, llegando a un máximo de 100 años (950—1050 d.C.). Además, los fechados radiocarbónicos que tenemos para la tumba, y los dos fechados para el montículo coinciden bien, suoiriendo que su construcción tuvo lugar, más o menos, al mismo tiempo hacia los años 1000 a 1050 d.C. (tabla 3). Pero, más importante aún, es el hecho de qu la cuidadosa coreografía montada con el cuerpo del personaje principal y su parafernalia «mirando» hacia el oeste, sugieren que la tumba excavada es sólo una de un par de tumbas de élite, las cuales habrían sido cuidadosamente planeadas para formar una simetría alrededor del eje Norte—Sur de la plataforma norte. La prospección superficial realizada en 1994 y las excavaciones de prueba alrededor del montículo apoyan esta inferencia. Parece ser que existen hileras de tumbas ubicadas paralelamente al eje central (Norte-Sur) de la plataforma Norte y el montículo de la Huaca Loro. La colocación de éstas habría estado basada en un plan maestro hecho a gran escala, que incluyó el entierro de una serie de miembros de la élite Sicán Medio previamente momificados. Los ejes Norte-Sur y Este-Oeste podrían representar los conceptos de parentesco y la dinastía social de los líderes fallecidos. Yo sugiero que la construcción del templo fue una empresa colectiva de proporciones históricas, realizada teniendo en mente la conciencia histórica para las generaciones posteriores Sicán.
La simetría creada por el eje Norte-Sur, y lo que además se insinúa por los elementos únicos de la tumba que excavamos, pueden estar reflejando la existencia de una organización social dual conocida como las mitades de arriba y de abajo. Este tipo de organización ha sido claramente documentada en la sociedad inca, como Hanan y Urin (p.e., Duviols 1979; Zuidema 1964, 1986, 1990). También ha sido inferida para varias sociedades preincas, incluyendo la chimú y mochica de la costa norte (p.e., Cavallaro 1988; Hocquenghem 1987; Netherly 1977, 1990). En este sentido, la construcción del montículo de la Huaca Loro podría simbolizar el «gran altar» del culto a los ancestros fundadores y a la unidad de las mitades. Si acaso existiera un enterramiento por debajo del centro del montículo (es decir, en la intersección de los ejes Norte-Sur y Este-Oeste), éste podría simbolizar lo mismo.
Resumiendo, pues, y teniendo en cuenta estas evidencias, la tumba de la Huaca Loro parece reflejar varias facetas símbolicas y sociales de la nobleza Sicán, incluyendo el deseo de renacer, y con ello sus múltiples roles: como maestro orfebre, miembro de su mitad y miembro de la clase dirigente.
Una posible explicación de la posición invertida del cuerpo del personaje principal encontrado en la Huaca Loro, sería que está reflejando su filiación con la mitad de abajo. El corolario que se desprendería de esto último es que el personaje enterrado en la tumba aún no excavada, al oeste de la plataforma norte, estaría afiliado con la mitad de arriba. Por lo tanto, su cuerpo estaría colocado en posición correcta, mirando hacia el este, y acompañado por bienes funerarios similares con aquellos del personaje que excavamos, pero producidos en diferentes talleres.
La etnografía andina nos ofrece otra posible explicación para esta posición invertida. Actualmente, entre los danzantes folklóricos de Ayacucho existe la creencia de que algunas veces el wamani —la deidad terrena—, entra al cuerpo del danzante a través de un acto mágico, dándole así poderes sobrenaturales (Barrionuevo 1988). Mientras el danzante vive, la gente le ofrece su admiración y respeto. Cuando muere, el cuerpo es enterrado en posición invertida de tal manera que el wamani pueda abandonarlo y regresar a su hogar terrenal. De manera similar, ¿es posible que el personaje principal encontrado haya sido tenido como la personificación del Dios Sicán y enterrado en forma invertida para permitir que la deidad regrese a la tierra? Si esta creencia existió en el mundo Sicán, deberíamos esperar que otros miembros de la élite hayan sido igualmente sacralizados y enterrados de manera similar. En otras palabras, el entierro de la tun-lba de élite en el lado oeste de la plataforma norte de la Huaca Loro también debería estar colocado en posición invertida. Al mismo tiempo, esta hipótesis no explica adecuadamente la orientación hacia el oeste del personaje principal o la ausencia notable de las imágenes del Dios Sicán en la misma tumba.
Otra explicación de la posición invertida del personaje principal aparece cuando consideramos que los varios aspectos del enterramiento están interrelacionados. Ya hemos enfatizado sobre la cuidadosa coreografía de su contenido y de las particulares posiciones de las dos mujeres sacrificadas. Pienso que el personaje principal y las mujeres son una representación simbólica de la reencarnación del personaje principal; que la posición invertida simboliza al feto en el útero antes del nacimiento y que la mujer con las piernas abiertas representa el momento de dar a luz. La otra mujer podría ser una partera que la asiste. La pintura de cinabrio en el cuerpo del personaje principal simboliza la sangre que da vida y que, necesariamente, acompaña al parto. Y, la cuidadosa ubicación del cuerpo del personaje principal así como la máscara y el par de guantes que miran al oeste deberían ser vistos, igualmente, como símbolos de la dualidad social, conno ya se sugirió anteriormente.
Por otro lado, cualquiera que sea la explicación para la posición invertida del enterramiento, el evidente grado y la escala de planeamiento en la tumba de la Huaca Loro —y sus implicancias sociales y económicas— no han sido considerados previamente en la arqueología peruana con la excepción de las «plataformas funerarias reales» de Chimú y los gigantescos recintos llamados Ciudadelas en su capital Chan Chan (ver Conrad 1974, 1982). La posible existencia de un plan maestro que guiara la construcción del montículo y los entierros asociados a éste, supondría, por otro lado, una cohesión social, un poder político y económico considerables, y el permanente status de la élite.
De hecho, cuando consideramos los hallazgos de la tumba de la Huaca Loro en relación a otras tumbas Sicán Medio excavadas hasta ahora, podemos considerar otras líneas de evidencia que indican la existencia de una organización social rígida y estratificada.
Quizá una de aquellas líneas —la más clara de esta organización— es el acceso restringido a diferentes categorías de objetos de metal. Como hemos visto ya en párrafos anteriores, la profunda preocupación por su producción y uso fue un rasgo que definió a la cultura de Sicán Medio. No sólo encontramos una amplia variedad de objetos de metal en sus tumbas, sino también los restos de su producción a lo largo de toda la región de Batán Grande, el núcleo geográfico del territorio Sicán. Los orfebres Sicán produjeron objetos utilitarios y rituales, grandes y pequeños, usando de manera variada oro de alta ley, tumbaga, plata y cobre arsenical. Estos incluyen millares de adornos personales de oro, así como láminas doradas de tumbaga para forrar los interiores de las tumbas, agujas y cuchillos en forma de tumi de cobre arsenical. Sin embargo, su distribución en las tumbas estaba altamente reglamentada. Así, hemos podido distinguir cuatro grupos sociales sobre la base del acceso diferenciado a los objetos hechos de diferentes metales.
(1)En un extremo del espectro está el grupo que puede ser descrito como la «nobleza Sicán de nivel alto», caracterizada por el personaje principal hallado en la tumba de la Huaca Loro. Dicho personaje tuvo acceso a toda la variedad de objetos de metal trabajados dentro de la sociedad Sicán Medio —desde los más comunes hasta los más exclusivos—. Esto incluía desde los trabajados en oro —de 18 hasta 10 quilates— y plata aparentemente hechos a pedido, en talleres estrictamente supervisados en la capital, hasta implementos de cobre arsenical producidos en masa en los centros metalúrgicos de lá periferia. Para el caso de los talleres, nuestras excavaciones de 1986 y 1990 aportaron cierta evidencia sobre el trabajo en metal en el sector oeste de la Huaca La Botija y en la cima de la plataforma norte de la Huaca Loro, respectivamente. Para el caso de los centros periféricos hay evidencia pertinente que viene de los sitios de la Huaca del Pueblo de Batán Grande, y los cerros Sajino y Huaringa, entre los 12 y 14 kms. al este de la capital. La impresión que se tiene sobre la exclusividad se refuerza, aún más, por el entierro de los desechos de la producción de los objetos de metal precioso. Antiguos huaqueros de la época de la hacienda nos informaron que, además de extraer los objetos de oro de las tumbas que saquearon alrededor de la base de la Huaca Loro, también sacaron grandes cantidades de clesechos de metal precioso.
(2)El segundo grupo puede ser llamado «nobleza Sicán de nivel bajo». Se piensa que a este grupo pertenecen las mujeres jóvenes —restos de 12 de ellas y 3 no removidas— encontradas en la tumba parcialmente saqueada que excavamos en la Huaca Las Ventanas. Los bienes de metal asociados con éstas incluyen objetos de cobre arsenical como los tumis no decorados, numerosos atados de naipes, y una variedad de «puntas de lanza» hechas en moldes vaciados, así como «campanitas» de tumbaga (con alta concentración de plata y cobre) y láminas de metal cubiertas con telas de algodón pintado, que forraban el interior de la tumba. Claramente, en esta lista de bienes funerarios faltan los objetos de oro de alta ley. Teniendo en cuenta que el fondo de la tumba estaba mayormente intacto, es poco probable que ésta alguna vez haya contenido objetos de oro. En otras palabras, los miembros de este grupo tuvieron acceso a todas las otras categorías de objetos de metal, a excepción de los objetos de oro de alta ley, que fueron prerrogativa de las clases más altas.
(3)El tercer grupo podría ser el de los «comuneros» o «plebeyos» de la sociedad Sicán. Ellos, claramente, están representados por la mayoría de los enterramientos Sicán Medio que hemos excavado hasta ahora, tanto dentro como fuera del perímetro urbano de la ciudad ceremonial. Fueron encontrados en fosos poco profundos —menos de dos metros de profundidad y alrededor un metro de diámetro— y el único metal asociado es el cobre arsenical (fig. 122; ver Alva 1986).
(4)El último grupo está representado por sólo dos entierros sin ningún objeto de metal asociado —incluso sin ningún bien funerario o acompañado por una o dos vasijas de cerámica utilitaria—. Sospechamos que fueron los miembros de la clase social más baja de la sociedad Sicán.
Todo lo anterior sugiere, pues, la existencia de una rígida jerarquía social consistente en, al menos, cuatro clases. Igualmente, también hay otros elementos de las tumbas que ofrecen una aarupación de clases similar a la descrita líneas arriba. Consideremos, por ejemplo, el caso de los diferentes tipos de cuentas. El último grupo no tiene ninguna, el tercer grupo tiene cuentas de concha, y el segundo grupo lleva cuentas de concha y de ámbar. El primer grupo tiene acceso no sólo a una amplia variedad de cuentas que no se encuentran en los otros grupos —p.e., esmeraldas, turquesas, sodalita, cristal de cuarzo transparente, y amatista—, sino, también, a grandes cantidades de ellas.
El uso de pigmentos también ofrece una separación similar. Los pigmentos hechos de hematita y de otros componentes de hierro fueron encontrados en las tumbas de los tres primeros grupos; mientras que el cinabrio se res- tringe sólo para los dos primeros. Sin embargo, mientras que el segundo grupo —Huaca de Las Ventanas— muestra sólo una pizca de cinabrio sobre los cuerpos y agrupaciones de cuentas de concha, la tumba de la Huaca Loro presenta más de 3 kgs.
La distribución y naturaleza de la producción de los diferentes ceramios apoya, aún más, esta estratificación social de cuatro niveles (Cleland y Shimada 1994). El grupo más bajo sólo tuvo vasijas llanas, utilitarias y paleteadas, mientras que del primero hasta el tercer grupo llevaban además las botellas de un solo gollete hechas en molde. Sólo los dos grupos de élite tenían las botellas de doble pico cubiertas con láminas de tumbaga.
Este estudio comparativo de las tumbas revela otros patrones que merecen una investigación futura. Por ejemPIO, la posición del cuerpo varía entre estos cuatro grupos. Los adultos, tanto hombres como mujeres, de las primeras dos clases son enterrados en posición sentada, con las piernas cruzadas, o bien flexionadas —probablemente envueltos en tela hasta conformar fardos funerarios—, mientras que aquellos de la clase más baja están en posición extendida.
En cuanto al enterramiento de los plebeyos, sus cuerpos son encontrados totalmente extendidos —sobre sus espaldas— o sentados con las piernas cruzadas. La yuxtaposición de dos posiciones básicas de enterramiento dentro de una sola clase social, sin ninguna correlación aparente de edad, sexo, obviamente llama nuestra atención.
Dos de los entierros sentados afiliados a éste último grupo tuvieron mayor número de vasijas que los encontrados en posición extendida. Además, las vasijas fueron mayormente botellas finas y no presentaban desgaste o daños de uso. Por otro lado, la cerámica asociada a los entierros extendidos mostraba desgaste y daño de uso; así mismo llevaban una menor cantidad de vasijas finas.
Si la posición del entierro refleja una ideología ampliamente compartida o una larga tradición, la yuxtaposición puede indicar, también, la coexistencia de dos poblaciones étnicas integradas dentro de la sociedad Sicán Medio. Si esto es así, la posición sentada o flexionada puede ser indicativa de la pertenencia al grupo étnico socialmente dominante. Es posible que, en el futuro, encontremos más evidencias materiales sobre estas dos hipotéticas poblaciones. Al mismo tiempo, algunos antiguos huaqueros refieren sobre las distintas posiciones en que hallaron los cuerpos en las tumbas de pozo que saquearon. Claramente, necesitamos una mejor documentación de las diferentes posiciones de los cuerpos en los enterramientos y su consiguiente significado social.
En general, las líneas de evidencia presentadas dan como resultado un sólido cuadro del acceso altamente restringido a ciertos tipos de bienes materiales en la sociedad Sicán Medio. El acceso y, por ende, la posesión de los metales en sus diferentes formas, despues de haber sido trabajados, parecen haber servido como el árbitro del status social. En este sentido la tumbaga, dorada por eliminación de cobre, que tiene la apariencia de oro de alta ley fue, para la élite Sicán de nivel más bajo, una manera eficiente de imitar los verdaderos objetos de oro accesibles sólo para la élite principal (Shimada en prensa; Shimada y Griffin 1994; compárese Lechtman 1984a, b). La relación entre la hematita y el cinabrio puede ser enfocada de manera similar.
Algo que se hizo manifiesto con la excavación de las tumbas Sicán entre 1990-1992 fue que nuestra hipótesis, sobre la relación inversa existente entre la distancia de la tumba al templo y la posición social, requería ser modificada. Mientras la tumba de la Huaca Loro y los resultados del trabajo de campo de 1994 apoyaban con fuerza esta hipótesis, la excavación de 1990 en la base Este de la rampa central del templo de la Huaca Las Ventanas, reveló una agrupación de seis entierros de «plebeyos» de varias edades: hombres y mujeres, que habían sido colocados prácticamente uno encima del otro (fig. 122), así como un entierro extendido sin ningún bien funerario. En otras palabras, la distancia entre la tumba y el templo no se relaciona de una manera simple y predecible a la posición social del muerto. Debemos considerar la posible ubicación de pequeños entierros de criados sacrificados para acompañar a su noble y sacralizado señor. O, en su defecto, estar cerca de la boca de la tumba como hieráticos y solitarios guardianes. Además, la posición social puede relacionarse más estrechamente a ciertos elementos específicos del templo, tales como el eje longitudinal, el frente, los costados o la parte posterior. Los enterramientos colocados en la cima del templo o bajo sus rampas parecen tener naturaleza de ofrendas. De hecho, sospechamos que la agrupación de enterramientos de Las Ventanas ya antes mencionados, fueron realizados como ofrendas al momento de la construcción de la rampa central del templo.
De manera similar pues, no se puede confiar en las dimensiones de las tumbas como buenos indicadores de la posición social, ya que la naturaleza del terreno influenció claramente la manera como se cavó el foso. La abertura gigantesca y la forma de pirámide invertida de la tumba de Las Ventanas, fueron necesarias para trabajar una tumba profunda dentro de una matriz de arena pura. De manera general, la profundidad parece ser un mejor indicador de la posición social, particularmente aquellas tumbas con fosos profundos. Sin embargo, es probable que aún la profundidad misma fuera influenciada por la cambiante presencia del agua del subsuelo.
Mucho de lo que hemos planteado como reconstrucción social debe verse como algo tentativo, simplemente porque la cantidad de tumbas que forman la base de nuestro análisis es pequeña aún. Además, es también probable que nuestra reconstrucción sea una simplificación extrema de la realidad social Sicán. No obstante que se puso énfasis en el acceso controlado a los bienes materiales de acuerdo al tipo, las diferencias cuantitativas jugaron probablemente cierto rol en subdividir aún más la jerarquía social de cuatro niveles que hemos postulado.
NATURALEZA DE LA ÉLITE SICAN MEDIO
¿Fueron los líderes de Sicán Medio una élite religiosa o seglar —militar y/o política? ¿Qué rol tuvieron? Esta son preguntas difíciles de contestar para nosotros debido, en gran parte, a la naturaleza ambigua y limitada de la evidencia que tenemos hasta ahora. Aunque es de desear que el arqueólogo aclare meridianamente estas interrogantes, no es un asunto fácil de resolver. Por ejemplo, los únicos artefactos encontrados en la tumba de la Huaca Loro que pueden ser descritos como «armas» son cuatro «dagas» de aleación de plata, dos lanzadores de dardos forrados con láminas de oro y sus respectivos «dardos». En términos de su ubicación, estos artefactos estuvieron más estrechamente relacionados con las dos mujeres que con el personaje principal. ¿Esto significa que fueron usados por las mujeres? ¿Fueron puramente ceremoniales? Si tuvieron una función, ¿habrían sido usados para la caza o el combate? Un examen minucioso no reveló ningún desgaste o daño relacionado con el uso. De igual manera, la mayoría de los objetos de cobre arsenical en los atados no había sido acabada. Estos podrían haber sido forjados para hacer puntas para cavar. Los personajes representados en el vaso de oro y en otros objetos de oro de la tumba, sostienen en ambas manos cetros decorados o llanos que terminan en una punta en forma de diamante (fig. 123). El cetro encontrado en la tumba estuvo envuelto en láminas de tumbaga y decorado con discos de tumbaga y de oro—tumbaga. Parece haber sido un símbolo de poder y no un arma funcional. Además, la vasija de cerámica modelada con la representación de un individuo que sostiene una «porra de guerra» y un «escudo», es el restablecimiento de una representación Mochica más antigua (fig. 76), y no debería ser considerada como un reflejo de la realidad cultural Sicán. Así, la composición general de los objetos personales en esta tumba es ornamental y ritual. En otras palabras, los bienes funerarios asociados por sí solos no nos permiten especificar la naturaleza del personaje principal de la tumba de la Huaca Loro.
Esta imagen no se aclara, inclusive si ampliamos nuestro examen para incluir la evidencia de otras tumbas que excavamos. Los implementos de cobre arsenical descritos como «puntas de lanza», hallados en la enorme tumba-de la Huaca Las Ventanas, estaban asociados con las mujeres y algunos habían sido intencionalmente doblados. Otras tumbas no ofrecieron evidencias de armas o armaduras.
Las excavaciones en otros sitios de Sicán Medio, fuera de la región de Batán Grande, muestran el destacado rol que jugó la religión. El importante sitio de Chotuna —en la parte baja del valle de Lambayeque estuvo compuesto por una serie de montículos con plataformas similares a aquellas encontradas en Sicán, y asociadas con un recinto rectangular grande que albergaba los talleres del trabajo en metal (Donnan 1990a). En Ucupe, en el valle bajo de Zaña, un montículo bajo estaba flanqueado por un patio con muros que cerraban el recinto, decorados con murales polícromos donde se representa una serie de personajes con atavío ceremonial (Alva y Alva 1984). En general los principales asentamientos Sicán Medio, dentro de la amplia reoión de Lambayeque, se caracterizaron por una o más estructuras ceremoniales. Cerro Luya, en el curso del Canal Taymi, tiene una serie de montículos que rodean una plaza como en el sitio de Sicán, sólo que a una escala mucho menor.
La iconografía ofrece pistas de gran ayuda. En conjunto, el arte del Sicán Medio tiene un carácter fuertemente religioso que se centra alrededor de un ser humano mítico que yo llamo el «Dios Sicán». Aparece siempre de pie y tiene un rostro invariable en forma de máscara con ojos rasgados. En raras, explícitas y detalladas representaciones encontradas en murales (p.e., Huaca Loro; Florián 1951; Huaca Pintada; Carrión 1940; Schaedel 1978), aparece con un par de aditamentos que configuran alas en vez de brazos, y con unos apéndices en forma de garras en sus pies. Los personajes auxiliares que lo flanquean tienen pico. De hecho, el prototipo Sicán Temprano de la deidad tiene una cara que es una «mezcla peculiar de rasgos humanos y de ave rapaz» (Shimada 1990a: 315, ver sus figuras 9 y 10). Incluso en la versión Sicán Medio temprano, encontrada cerca a la base del gollete de las botellas de pico único, la deidad mantiene rasgos ornitomorfos. No tiene boca, y su nariz que es casi de forma piramidal, aparentemente, representa el «pico». Visto desde arriba, el gollete está ubicado en una zona aplanada del cuerpo de la botella, que se asemeja al cuerpo de un ave. La importancia simbólica de los pájaros —principalmente rapaces— y de las plumas, ya ha sido apropiadamente señalada por R. Carrión (1940) y F. Kauffmann Doig (p.e., 1964, 1986, 1993).
Sin embargo, la iconografía Sicán asociada a la cosmología no son estáticas ni dominadas unidimensionalmente por el simbolismo ornitomorfo, como lo revelan nuestras excavaciones en el Loro y Las Ventanas. La tela pintada que forraba el interior de la enorme tumba de Las Ventanas mostraba el dios en otros ambientes sobrenaturales (figs. 120-121). En una pintura, sostiene con una mano un cuchillo en forma de tumi, y con la otra una cabeza trofeo, y ocupa el centro del «universo». Parece estar flotando en el aire sobre un océano verde donde hay peces y olas en forma de criaturas míticas emplumadas. En otra pintura el dios sostiene los mismos objetos, pero ahora está ubicado bajo el cuerpo arqueado de una serpiente mítica con cabezas en ambos extremos, y flanqueado por un par de felinos míticos que se encuentran sentados uno frente al otro. La serpiente es, probablemente, una continuación de la similar Mochica, la cual se cree que representa al cielo (Menzel 1977). En otras palabras, se concibe al Dios Sicán como el centro del universo y se le reconoce por sus rasgos y/o ambientes sobrenaturales.
Este dios tiene una contraparte terrestre, la cual es el «Señor Sicán» —término genérico que usamos para llamar a los líderes de la sociedad del Sicán Medio—. Este personaje tiene forma humana y lleva puesta una máscara con los mismos rasgos faciales del Dios Sicán. Cada una de las figurinas de madera, sobre la ya mencionada litera del Museo de Oro del Peal, lleva una pequeña máscara áurea que se puede desprender mostrando detrás el rostro humano del Señor Sicán (Carcedo 1989). También debe entenderse que los característicos ojos rasgados, que son indicativos del carácter mítico, no se restringen al Dios Sicán; también se les encuentra en los individuos auxiliares que acompañan a la deidad. Todos los objetos de oro de la tumba de la Huaca Loro representan al mismo hombre que lleva puesta la máscara del Dios Sicán.
Tomando conjuntamente a las tumbas del Loro y Las Ventanas, ambas parecen mostrar dos facetas diferentes de la ideología Sicán. La tumba del Loro puede ser vista como la glorificación post-mortem de un hombre de la nobleza, quien tuvo el privilegio de llevar puesta la máscara del Dios Sicán. Así mismo, quizá fue tenido como su representante en la tierra o como la personificación de la deidad. La de la Huaca Las Ventanas fue decorada con pinturas que glorificaban y celebraban al Dios Sicán. En este sentido, no es de sorprender la ausencia de un personaje central en esta tumba, ya que puede haber sido el entierro de varias mujeres al servicio del templo de Huaca Las Ventanas y del Dios Sicán, análogo al de las «mujeres escogidas» o «acllas» del Imperio Incaico. Durante el período Sicán Medio, con una clara centralización de poder y riqueza en manos de la élite, parece que esa «glorificación del Señor Sicán» llegó a ser el motivo principal de su iconografía.
La máscara con ojos rasgados y orejas puntiagudas es casi invariable y se encuentra en todas las formas de expresión artística, desde los murales hasta la cerámica y los textiles. La consistencia iconográfica y estilística de esta imagen denota una fuerte unidad y control ideológico. Este ícono también aparece en la cerámica paleteada, pero su distribución está esencialmente restringida a la capital de Sicán (Cleland y Shimada 1994, Shimada 1990a). No obstante, no es fácil definir si verdaderamente el rostro representó al Dios o al Señor Sicán, ya que la enorme cantidad de representaciones relevantes sólo nos muestran el rostro. Sin embargo, el hecho de que frecuentemente estén flanqueados por un par de felinos míticos o de cabezas de serpientes, sugiere que esta imagen distintiva es el rostro del Dios Sicán. Sin embargo, la distribución de los íconos religiosos secundarios en la cerámica paleteada —p.e., los felinos míticos sentados— es mucho más amplia y ha sido encontrada tanto en el valle de La Leche como en el de Lambayeque.
EL PODER Y LA BASE DEL PODER DE LA ÉLITE SICÁN MEDIO
En base a estas líneas de evidencia, planteamos como hipótesis que la sociedad Sicán Medio estuvo regida por una bien organizada forma de gobierno religioso con una pequeña y reducida clase de señores-sacerdotes. La iconografía asociada sugiere que su prestigio descansaba en la eficiente integración de las antiguas creencias religiosas de la costa norte, y su rico panteón de seres míticos conocidos por todas las poblaciones locales, con una ideología construida alrededor de una deidad masculina dominante introducida desde el sur (Wari y/o Tiwanaku; ver tabla 1). Este sincretismo proveyó de un sentido de continuidad y familiaridad a las poblaciones locales mientras les confería una nueva identidad e interés para reunirlos en torno suyo. Se cree que el Estado Sicán forjó rápidamente una eficiente integración, tanto ideológica como social y económica, a través de la captación de la gran cantidad de peregrinos que convergían hacia la emergente capital de Sicán, y a través del envío de misioneros fuera de ella (Shimada 1981a: 442). Otros factores que facilitaron este proceso fueron el colapso del Imperio Wari y el decaimiento del centro religioso de Pachacamc que habría mantenido su dominio o influencia sobre gran parte del Perú, quizá hasta inicios del siglo X (Shimada 1991: LI-LII).
Creemos que el Estado religioso de Sicán promovió la producción agrícola y metalúrgica local —esta última en base al cobre arsenical— , como también dirigió la distribución de los productos a través de los contactos establecidos por los peregrinos y misioneros. La riqueza acumulada por la élite probablemente fue resultado del intercambio comercial de estos productos utilitarios locales por objetos de prestigio y lujo, traídos de lugares ya cercanos o lejanos al centro de poder. De hecho, la ubicación septentrional del Estado Sicán, proximidad a las conchas tropicales Spondylus y Conus del Ecuador, le permitieron tener el monopolio de su distribución hacia los lejanos sitios del sur, donde eran buscadas y muy valoradas.
El Spondylusprinceps ha tenido siempre una gran importancia ceremonial en el mundo andino prehispánico, tanto en la costa como en la sierra. Llamada mullu en lengua quechua, esta concha fue usada frecuentemente como ofrenda para los dioses andinos en tiempos prehistóricos tardíos. El folklore quechua de Huarochirí —en la sierra al este de Lima—, relata cómo Maca Uisa, hijo de Paria Caca, rechazó los alimentos ofrecidos por el Inca diciendo: «No tengo costumbre de comer cosas como ésta. Tráiganme algo de mullu» (Salomon y Urioste 1991: 116). Otro documento relata cómo era ofrecido el mullu al inicio de la temporada de siembra para asegurar que no se agotase el agua (Zuidema 1973). Su importancia en los rituales agrícolas continúa hasta el día de hoy en la sierra. Se usó como concha entera, rota, en polvo o como cuentas, evidenciando que su valor es inherente al material mismo. Tiene un gran significado simbólico en el sur, es decir, fuera de su habitat natural: las costas ecuatorianas, a profundidades entre los 15 y los 50 ms. Es significativo que Marcos y Norton (1981) encontraran que sitios en el Continente, cerca a la mayor estación de cosecha de la isla de La Plata, estuvieran involucrados en el procesamiento de la concha Spondylus para su exportación; pero aparentemente sin valorar la concha por sí misma. En 1526, en su primer intento por llegar al Imperio Incaico, los españoles encontraron unas balsas en aguas ecuatorianas, las mismas que llevaban estas conchas como parte de su carga (Marcos 1980; Murra 1975).
La concha, con sus espinas características, ya figuraba prominentemente en el arte Chavín, alrededor del primer milenio antes de Cristo, y se piensa que jugó un papel —masculino— importante en el ciclo reproductivo del universo (p.e., Kaulicke 1991; Paulsen 1974). Procedente del Océano Pacífico, la concha puede haber sido vista y aceptada como una fuente de vida, llevando y dando líquidos —incluyendo agua, semen y sangre. (ver Shimada 1994: 238—239). Su importancia puede derivarse también de la similitud con la carne y la vagina femenina.
El mullu puede haber adquirido una mayor importancia entre las culturas más tardías de la costa peruana como un símbolo de poder religioso y político y, quizás, como medio de cambio (cuentas de Spondylus como una suerte de moneda primitiva; p.e., Salomon 1977/78, 1987), ya que se encuentra en cantidades variables en las tumbas de élite. La cantidad de conchas enteras y cuentas de Spondylus en la tumba de la Huaca Loro es hasta la fecha la más grande encontrada en el Perú. El inusual gran tamaño de las conchas enteras sugiere que éstas fueron cuidadosamente seleccionadas para esta tumba. La concha también fue usada en una escala sin precedentes, como ofrenda dentro de cajas cuadrangulares que sostenían la base de las columnas ubicadas en la cima de los templos Sicán Medio. Las explícitas representaciones de «buzos» recolectando mullu en el arte Sicán (Cordy—Collins 1990; Shimada 1990a, 1992), así como la presencia de cerámica Sicán en el principal centro de recolección en la isla de La Plata en las costas ecuatorianas, sugiere que el Estado Sicán Medio bien pudo haber controlado su obtención y posterior distribución hacia el sur. Se cree que el intento hecho por los incas en el siglo XV por controlar a los «mercaderes» marítimos de Chincha a larga distancia, así como la expansión territorial del imperio hacia el norte, fueron motivados por su deseo de usufructuar y manejar el abastecimiento y distribución del mullu (Rostworowski 1970, 1989; Shimada 1991; LIV, 1992: 106-108). De esta manera, en su condición de recurso exótico, el mullu habría sido un símbolo ideal para el acceso privilegiado hacia los bienes de prestigio y hacia el conocimiento religioso.
Hasta la fecha, todos los naipes científicamente recuperados han provenido de tumbas Sicán Medio del área de Lambayeque y zonas adyacentes al norte —hasta Sullana— en la costa peruana. Los naipes fueron muy valorados como exponentes de la riqueza en la sociedad Sicán Medio. Usualmente se les encuentra en atados —de 5 a 13 naipes, dependiendo de su tamaño— amarrados con cuerdas de fibra vegetal. La cantidad de naipes encontrados en los enterramientos se correlaciona con la posible posición social del muerto. La sugerencia de Hosler y otros (1990) de que los naipes fueron usados en la vestimenta es cuestionable dado que su base de datos es un único espécimen huaqueado.
Los naipes también han sido encontrados, en paquetes, en tumbas excavadas en sitios contemporáneos (pertenecientes a la Cultura Manteño-Huancavilca), en las costas sureñas y centro-sureñas de Ecuador (p.e., Estrada 1961; Holms 1966/67). Su presencia en la costa del Ecuador no es de sorprender dadas las otras varias indicaciones de un intenso intercambio económico con Sicán. Sospechamos que el Estado Sicán Medio negoció con la gente manteña para obtener conchas a cambio de naipes y otros productos de cobre arsenical (p.e., Shimada 1985b, 1987b, en prensa; compárese Hosler et al. 1990). En esta perspectiva, los naipes sirvieron como un medio conveniente de intercambio teniendo en cuenta su tamaño, forma y material uniforme. Eran, pues, objetos portables, durables y consistentes en su calidad al igual que las monedas modernas. Es así que los naipes podían ser fundidos rápidamente para fabricar objetos deseados por la gente manteña que no tuvo un abastecimiento local de metales utilitarios. Los manteños también pueden haber servido como los intermediarios que proveían a la élite Sicán de pepitas de oro, de esmeraldas y de ámbar procedentes de la costa entre Ecuador y Costa Rica.
La capacidad de cumplir con las demandas tanto endógenas como exóoenas, vale decir locales como de sitios apartados, debe haber elevado el prestigio de la élite y la religión Sicán. Así, podemos ver la religión por un lado y la producción artesanal y el intercambio por el otro, reforzándose mutuamente.
El poder de la élite Sicán debe ser medido tanto por el control que ejerció sobre los recursos materiales como sobre la mano de obra. Tomemos en consideración al hombre de la nobleza de la Huaca Loro. La cantidad y diversidad de bienes funerarios encontrados con él es realmente impresionante. Sin embargo, esto es aún más impactante cuando uno se da cuenta que la mayo- ría de los bienes fueron producidos con materias primas importadas y usando tecnologías primitivas que demandan un intenso trabajo. Por ejemplo, los más de 60 kgs. de cuentas probablemente representan literalmente miles de horas hombre limando, taladrando y puliendo. Particularmente, la dureza del cuarzo y de la amatista han debido demandar mano de obra intensa e ininterrumpida.
¿Qué es lo que significan los cerca de 200 kgs. de implementos de cobre arsenical encontrados en la tumba, en términos de mano de obra y recursos materiales empleados? (fig. 124). Incluso si asumimos que los metalurgistas Sicán fueron mucho más aptos para la tarea de soplar aire dentro de los hornos, nuestros experimentos demuestran que cada fundición pudo haber requerido de 4 a 5 personas trabajando al menos de dos a tres horas (Shimada 1987a; Shimada y Merkel 1991). Para obtener de 300 a 600 grs. de cobre metálico se habría necesitado al menos 2 kgs. de mineral de cobre de alta ley —con cerca de 30% de Cu—, 4 a 6 kgs. de fundente hematita— y carbón de madera dura. Dado el espaciamiento y la presencia de cuatro hornos en la mayoría de los talleres, bien podría haberse usado dos hornos simultáneamente para lograr hasta cuatro fundiciones por taller por día, asumiendo un conservador día de trabajo de 8 horas. Aunque estos cálculos son simples estimaciones, ahora podemos apreciar mejor el poder de mando del personaje de la élite Sicán Medio enterrado con cientos de kilogramos de objetos de cobre arsenical.
Probablemente, la mayor utilización de mano de obra empleada está representada por los casi 500 kgs. de desechos de metal, como resultado de la producción de objetos de metal precioso (fig. 124). Como se describió en el párrafo anterior, la gran cantidad de desechos son fragmentos de láminas tan delgadas como papel hechas de tumbaga —de aproximadamente 0.1 mm. de espesor—. La magnitud del trabajo invertido puede ser apreciada y valorada a partir de un experimento hecho recientemente por Jo Ann Griffin, una experta orfebre (Shimada y Griffin 1994). Trabajando con antiguos martillos de magnetita —piedra pesada de origen férrico— ella demostró que se necesita un día y medio para proclucir una lámina de oro de 10 x 15 cms., uniformemente delgada -cerca de 0.1 mm.- a partir de una pepita de 30 grs.; y, a través de una constante repetición del forjado y recalentado (figs. 125-129). Los orfebres Sicán pueden haber dado un paso más adelante, con el tratamiento cle las superficies de las láminas de tumbaga con ácido(s) (p.e., Lechtman 1973, 1984a). Sin embargo, existe una posibilidad distinta, y es que el limitado grado del dorado encontrado en varios de los objetos de oro y tumbaga Sicán puede ser un resultado no intencional del repetido ciclo de martillado y calentado (oxidación y lixiviación del cobre por calentarlo y sumergirlo en un baño ácido; Gordus y Shimada en prensa). Sea que el dorado fuera intencional o no, la cantidad documentada de desechos de metal precioso se traduciría, literalmente, en decenas de miles de horas h01T1bre de trabajo. Aunque no podemos especificar exactamente cuánto tiempo demoraron en acumular tal cantidad de desechos, sospecho que tomó algunos años. En la tumba, los fragmentos de objetos descartados en la pila de desechos son estilísticamente idénticos a los objetos que tuvieron un buen acabado final, lo que sugiere que todos fueron hechos casi en el mismo tiempo. Es muy poco probable que los orfebres o los talleres hayan dejado que se acumule gran cantidad de desechos a la intemperie bajo la amenaza de corrosión. Por el contrario, es más factible que hayan sido vueltos a utilizar mediante el refundido a intervalos regulares. Nosotros creemos que el entierro de los desechos en la tumba indica que todas las etapas de la producción de metal precioso estuvieron controladas por la nobleza Sicán de alto nivel; y que, el que hayan sido acabados o no, o destinados para un uso personal, todos los productos y sus derivados fueron usufructados como propiedad de ellos.
La cantidad de láminas doradas de tumbaga documentada aquí no es una sorpresa. El estimado total del área cubierta dentro de la tumba de la Huaca Loro excede los 100 m2 . Además, como ya hemos mencionado, los antiguos huaqueros de la época de la hacienda entrevistados afirmaron haber encontrado cantidades similares de desechos de metal precioso en las tumbas ubicadas alrededor de la base este del montículo de la misma huaca.
En síntesis, creo que hemos subestimado por largo tiempo la escala de producción de metales preciosos de Sicán. Aquí, no estamos tratando con sólo un puñado de orfebres. La cantidad y calidad de los objetos de oro y tumbaga —incluyendo láminas tan delgadas como el papel—, nos permite deducir, con firmeza, la existencia de un número apreciable de especialistas sumamente hábiles, trabajando a tiempo completo. Probablemente, ellos fueron ayudados por un número aún mayor de aprendices —quizá docenas— quienes habrían llevado a cabo muchas de las largas y repetitivas tareas de refundido de los desechos, martillado, recalentado y pulido. Esta relación establecida maestro-aprendiz se puede apreciar claramente en las etapas de manufactura de algunos de los objetos excavados. El hecho de que el personaje enterrado en la tumba de la Huaca Loro tuviera acceso a los servicios de varios orfebres —o talleres— de diferentes niveles de habilida’d, se observa en la variación estilística y técnica de objetos de oro tales como las orejeras, sonajas, coronas y otros adornos para la cabeza (fig. 130). En resumen, vemos que la producción se organizó a través de talleres con tareas específicas, los cuales, a su vez, se basaban en una jerarquía establecida de maestros, aprendices, y quizá personal de apoyo de un nivel inferior.
EL ESTADO TEOCRÁTICO SICÁN MEDIO
La estratificación social y el monopolio de la producción económica descritos anteriormente suoieren que la cultura Sicán Medio fue dominada por un Estado teocrático, activo económica y políticamente, que se asemeja al Vaticano de la Edad Media (p.e., Shimada 1981a, 1981b, 1987b, 1991, 1992). Como se ha explicado ya, este Estado promovió su religión a través de una iconografía cargada ideológicamente, del peregrinaje y el control en la adquisición, producción y distribución de los artículos rituales y de status, tales como el Spondylus princeps y los ornamentos de oro y tumbaga. Los efectos de este proceso son bastante evidentes en la cerámica encontrada en la periferia del territorio Sicán Medio (p.e., en el Alto Piura, Guffroy et al. 1989; en Virú, Elera 1987), donde la cerámica local es opacada por la cerámica Sicán Medio importada que presenta las características iconográficas del «Señor Sicán», junto con las imitaciones hechas con material y técnicas locales. Además, es muy probable que el Estado teocrático recurriera a las «amenazas» de su deidad para obtener regalos, servicios y tributos (Shimada 1991: LIV). Así, vemos la raíz del poder que este Estado ostenta en su integración y el control de las economías regionales e interregionales, con lo cual los productos locales utilitarios y de lujo fueron, por ende, intercambiados por bienes exóticos, de status y de rituales. En esta perspectiva, la economía política y la religión se reforzaron mutuamente. La membresía en la religión Sicán Medio aseguró el acceso al status y a los bienes funerarios, mientras que el Estado controló su producción, obtención y/o distribución. Finalmente, el Estado y la religión de Sicán Medio movilizó y manejó exitosamente las diversas y amplias fuerzas de trabajo así como las materias primas para la construcción de los templos monumentales en toda al región de Lambayeque.
EL TERRITORIO SICÁN Y LA ESFERA ECONÓMICA
La dominación política, económica y religiosa del Estado —territorio— teocrático Sicán Medio incluyó gran parte de la costa norte. Desde Sullana en el valle del Chira por el norte hasta Trujillo en el valle de Moche por el sur. Kosok (1965: 178) creyó que la extensa región de Lambayeque, por su tamaño y la concomitante dificultad en la unificación hidrológica, nunca estuvo realmente unificada antes de la conquista Chimú hacia los años 1375-1400 d.C. La evidencia actual ya no apoya más esta opinión.
Fig. 131. Mapa del territorio Sicán. red de cr»nercio esfera de iu/7uencia. Dibujo, I. shinl’lda
La influencia ideológica y económica de Sicán Medio se dejó sentir en un área mucho mayor. Esto si tenemos en cuenta la distribución de su cerámica y el origen de los bienes exóticos que adquirió. Quizá, en el lapso de una generación -alrededor de los 950-1000 d.C.-, el culto al Dios Sicán se expandió sobre gran parte de la costa peruana abarcando una franja de más de 1000 kms. Aproximadamente, desde los 50 hasta los 130 de latitud sur —cerca de la frontera entre Perú y Ecuador hasta el sur de la ciudad de Lima—, y cruzando los Andes hacia la vertiente amazónica (fig. 131). Por ejemplo, las esmeraldas que forman parte de los ojos de la máscara de oro, dándole su cualidad de translúcida, habrían sido traídas posiblemente desde la región de Esmeraldas en la costa norte de Ecuador o desde Muzo en Colombia al norte de Bogotá. El ámbar, identificado por microespectroscopía infraroja de las cuentas (Eugene Farrell del Foog Museum, Harvard University), puede provenir de la República Dominicana o Costa Rica, ya que son las dos únicas fuentes conocidas de ámbar en el Nuevo Mundo hasta la actualidad. La turquesa, identificada por difracción de rayos-X (Laurence Pitman y William Metropolis del Harvard Mineralogical Museum), es sin embargo otro bien exótico. La «turquesa peruana» de la costa sur es en realidad crisocola. El análisis de activación de neutrones de las cuentas de turquesa (Adon Gordus de la University of Michigan) está en proceso para determinar sus características de elementos traza, con lo cual podrán ser comparadas las turquesas conocidas del suroeste estadounidense (Arizona y los estados vecinos) y del norte de México. Para estos minerales, en la medida que aún no han sido documentadas, no podemos desconocer las posibles fuentes de explotación en el Perú. En este sentido, no es de sorprender que se encontraran botellas Sicán en la Isla de La Plata en la costa sur-central de Ecuador, dadas las grandes cantidades de Spondylus usadas por la élite Sicán, así como las representaciones de su recolección en cerámica y metal Sicán.
Hacia el este, la esfera económica Sicán se extendió hacia el río Marañón, tributario del Amazonas. Se nos ha informado de una apreciable cantidad de fragmentos de cerámica negra muy bien cocida —aparentemente del estilo Sicán Medio—, encontrada en la región de Jaén-San Ignacio (Ruth Shady, comunicación personal 1990). De igual manera, las botellas negras apedesteladas de gollete único, características de Sicán Medio, están presentes en colecciones locales de la zona de Bagua. Además, una reciente prospección regional incluyendo la confluencia de los ríos Marañón y Chinchipe —conocidos desde la época colonial por contener oro— proveyó de fragmentos, de imitaciones locales, de las botellas Sicán (Quirino Olivera, comunicación personal 1992). Es importante recordar el hecho que el Marañón y sus tributarios contienen pepitas de oro y, que igualmente, se ha encontrado cerámica diagnóstica Sicán en otros sitios, como en las cercanías de la actual mina de oro El Poderoso, a orillas del río Marañón. Estos hallazgos plantean la posibilidad de que al menos algunas de las pepitas usadas en la deslumbrante orfebrería Sicán hayan sido obtenidas de esta región. Inferencia sustentada en los resultados de un reciente análisis de activación de neutrones, en muestras de ese mágico universo aúreo encontrado en el Loro, realizado por Adon Gordus (Gordus y Shimada en prensa). Dicho estudio muestra que no contienen el platino o el iridio que podría esperarse del oro de Ecuador y Colombia.
La extensión meridional de la esfera económica Sicán es menos clara. El cinabrio, frecuentemente hallado en áreas con aguas termales o donde hubo actividad volcánica, puede haber sido obtenido dentro del área principal de extracción del mercurio en Huancavelica — a unos 900 kms. al sur de Batán Grande. El mercurio fue clave en el procesamiento de los minerales de plata durante la época colonial.
De otro lado, varias líneas de evidencia sugieren que la élite religiosa Sicán Medio mantuvo una íntima relación religiosa y económica con todos los principales centros ceremoniales contemporáneos situados más al sur, en los Andes. Centros que incluyen a Pacatnamú en la costa norte, Pachacamac en la costa central y Tiwanaku en la región del altiplano.
Un tema de investigación que requiere de una futura exploración, es la posible interacción religiosa y económica entre Sicán y Tiwanaku —situado a una altitud de 3,850 ms. en la orilla sur del Lago Titicaca entre la frontera de Perú y Bolivia. El núcleo urbano de Tiwanaku cubre al menos 4 Km2 y ostenta varias construcciones monumentales, incluyendo montículos aterrazados con patios rectangulares hundidos y delineados con piedra (Kolata 1993).
Los elementos del trabajo de investigación que apuntan a una interacción Sicán-Tiwanaku incluyen: (1) la importancia central del dios de los dos báculos, cuyo rostro es plano, enmascarado o en forma de máscara y con bandas verticales bajo sus ojos; a veces la deidad está sujetando un vaso y un cetro o una estólica; (2) producción y/o uso de cobre arsenical; (3) importancia de los vasos rituales de oro (keros) con el borde inclinado hacia afuera y bandas horizontales en relieve; (4) representaciones explícitas en cerámica Sicán de un hombre que lleva puesto un gorro de cuatro puntas, el cual aparece mayormente en el territorio Tiwanaku, en la región de la frontera entre Perú, Chile y Bolivia; (5) enterramiento de los miembros de la élite social en tumbas de tipo pozo con cámaras laterales; y (6) la coincidencia temporal —aproximadamente entre los 900 y los 1000 d.C.— de la fase expansiva de ambos estados: Sicán —fase media— y Tiwanaku —fase 5.
Los seis puntos que hemos descrito líneas arriba no son el resultado de una mera comparación de varios elementos materiales o estilísticos. Por el contrario, estamos frente a un conjunto de elementos culturales coexistentes que abarcan desde la metalurgia a la ideología. En este sentido, es curioso observar la existencia de cobre arsenical eh una zona —el altiplano— conocida por la abundancia de estaño y de cobre estañífero. Asimismo, es notable la presencia de enterramientos de élite colocados en tumbas tipo pozo y con cámaras. Estas fueron encontradas en el Palacio de los Cuartos Multicolores, dentro del complejo ceremonial-residencial de Putuni, en el sitio de Tiawanaku (Kolata 1993: 149-164). Estas tumbas contenían fardos funerarios asociados con bienes suntuarios y exóticos, como cuentas de sodalita y turquesa, así como ornamentos de oro.
Cualquiera que haya sido la o las formas para obtener los bienes exóticos, es claro que la red económica de Sicán Medio abarcó una gran área de los Andes Centrales y Septentrionales -Ecuador y Colombia-, que antes no había sido integrada como un todo por cualquier otra forma de gobierno pre-Sicán. La red es impresionante no sólo por su extensión física —cerca de 200 y 1500 kms. a lo largo de los ejes Este-Oeste y Norte -Sur, respectivamente—, sino también por la variedad de zonas ecológicas que atravesó, la complejidad de recursos que explotó —sin mencionar las cantidades— y la velocidad con la que se implantó —quizás en 50 años. El establecimiento de su esfera económica y la concomitante difusión de la ideología Sicán —como está sintetizada en sus textiles y la cerámica hecha en moldes— constituye, en el verdadero sentido del término, un «horizonte» arqueológico.
De acuerdo a G. R. Willey (1948, 1991), un horizonte estilístico se define por su homogeneidad, su amplia distribución espacial, su rápida dispersión, y su aparición en la misma posición relativa en las secuencias cronológicas regionales. El estilo Sicán Medio satisface claramente estos criterios. Una iconografía propia y una cronología bien establecida del estilo Sicán Medio nos permiten una fácil identificación y un fechado cruzado. La importancia de Sicán Medio como horizonte no radica en el hecho de esta nueva definición como tal. Hasta el momento, este ha sido el único horizonte estilístico originado en la costa y fechado entre los Horizontes Medio (Wari) y Tardío (Inca). El Horizonte Sicán Medio llama a una reconceptualización de la prehistoria de los Andes Centrales. Desde la época de Max Uhle, hace casi un siglo, la prehistoria andina ha sido presentada como una alternancia cíclica de períodos de «unificación» (como los horizontes Chavín, Wari, e Inca) y «regionalismo» (como los períodos tempranos y tardíos de las culturas regionales). Los horizontes Wari e Inca han recibido mayor atención por parte de los arqueólogos. Los investigadores, consciente o inconscientemente, han puesto al margen y prestado menos importancia a los desarrollos culturales ubicados entre estos dos horizontes, debido en parte a su supuesto carácter regional. La visión convencional de una alternancia cíclica entre «unificación» y cregionalismo» separados por un período de 800 a 900 años entre los horizontes, es un patrón muy regular y aparentemente lógico. Sin embargo, a la luz de la evidencia que hemos presentado aquí, esta visión tradicional de la prehistoria andina difícilmente se puede continuar manteniendo.
LA CAIDA DEL ESTADO SICÁN MEDIO Y EL INICIO DEL GOBIERNO SICAN TARDÍO
El crecimiento del gobierno Sicán Medio desde su conformación como un poder local hasta su expansión y domiriio de la costa norte del Perú fue relativamente rápido, totalizando menos de 100 años. Sin embargo, su caida fue más rápida aún y estuvo acompañada por los correspondientes y drásticos cambios en el arte, el patrón de asentamiento y el poder político.
Aquí también, tenemos diversas y muy claras evidencias que indican un fin•al abrupto y violento de la capital y del Estado teocrático del Sicán Medio. Nuestras excavaciones, en las cimas de las pirámides truncas de los templos monumentales y en las estructuras asociadas alrededor de sus bases, demuestran su destrucción por un violentísimo incendio (Shimada 1990a: 362). Que éste fue intencional y simultáneo no sólo está sugerido por el daño anormalmente producido sino también por la discontinua y clara selección de los puntos donde se inició. Sólo fueron quemadas las construcciones principales de adobe —así como las áreas inmediatas— que representaban al Estado teocrático y a sus líderes Sicán Medio. La extensión y la intensidad del incendio pueden ser medidos, por ejemplo, por el hecho de que una área de, al menos, 80 por 100 ms. en el sector sur de la Huaca Las Ventanas muestra una gruesa capa —entre 50 y 80 cms.— de techos y otros restos arquitectónicos totalmente quemados. Y, los muros de adobe y mortero fueron convertidos por el fuego en material desmenuzable y escamoso. Quizás la ilustración más dramática de la intensidad y de la naturaleza intencional del incendio viene de la Huaca El Moscón. El fuego y, por ende, el calor fueron tan intensos en el lado occidental, que lo calcinó completamente, dejando los adobes y el mortero enrojecidos por 5 ms. de ancho aproximadamente a todo lo largo y llegando hasta los 2 ms. por debajo de la superficie. Sospechamos que una considerable cantidad de combustible fue acumulacla contra sus muros basales. De otro lado, la zona residencial de los comuneros en la Huaca Arena y la Huaca del Pueblo de Batán Grande, contemporáneas con las pirámides, no muestran tales construcciones formales de adobe, ni tampoco presentan evidencias del incendio.
Así pues, el incendio, supuestamente premeditado, parece que tuvo lugar en algún momento entre los años 1050 y 1100 d.C. Los fechados radiocarbónicos de las estructuras quemadas en Sicán se agrupan entre los años 1000 y 1050 d.C. (tabla 3). Las muestras fueron tomadas de la parte más externa de los postes de madera y deberían aproximarse a la fecha en que fueron talados para ser usados en la construcción del monumento.
La fecha exacta del gran incendio no ha sido aún establecida. Sin embargo, preservó muchos detalles arquitectónicos que nos muestran que, el fuego, tuvo lugar mientras las estructuras estaban todavía en buen estado de conservación. En los templos de Huaca El Corte y Las Ventanas, por ejemplo, todavía podemos ver los murales polícromos sobre los muros de yeso y las cuerdas que ataron las cañas del techo. Además, en 1986, la excavación del sector sur de Las Ventanas reveló que el fuego tuvo lugar antes de una gran inundación, la que ha sido fechada independientemente hacia el año 1100 d.C. en varios puntos de la costa norte (en el valle de Moche, Moseley 1987; Nial et al. 1979a, b; en Pacatnamú, Donnan 1986; en Chotuna, Donnan 1990a; en Batán Grande, Craig y Shimada 1986; Shimada 1990a).
En resumen, la destrucción intencional de los templos, que no nos muestran evidencias posteriores de su reconstrucción, apuntan hacia un esfuerzo concertado y muy violento para eliminar el liderazgo político y religioso existente en Sicán. Es así que Poma nunca pudo volver a tener la preeminencia que disfrutó durante el período Sicán Medio.
Aún no estamos seguros de cómo los procesos y factores de largo y corto plazo contribuyeron a esta situación. Las condiciones naturales adversas pueden haber contribuido a su caida. Una severa sequía de 30 años de duración, luego de condiciones pluviales estables, recientemente documentada, comenzando hacia el año 1020 d.C. (ver Shimada et al. 1991; Thompson et al. 1985, 1988; también Ortloff y Kolata 1993), habría reducido significativamente la cantidad de agua que llegaba a la costa desde la sierra adyacente. Esta fue la segunda sequía más severa y más larga de los Andes, que se haya documentado para los últimos 1500 años, en los registros de hielo del Quelccaya. Además, los agricultores la habrían soportado cultivando plantas resistentes a la falta de agua y/o abandonando los campos periféricos e intensificando el cultivo de la tierra cercana a los reservorios y canales. Sin embargo, contra una sequía que duró por toda una generación, estos ajustes podrían no haber sido efectivos. Imaginándonos, por lo tanto, cómo la población habría perdido la confianza en la omnipotente deidad Sicán y en el liderazgo teocrático asociado.
La destrucción y el abandono de Sicán, como centro político y religioso fue, al mismo tiempo, acompañada de un abrupto y arrollador cambio en el arte. Los íconos, tanto de la deidad como del Señor Sicán, que estaban presentes y difundidos en áquel, desaparecieron (p.e., Shimada 1985a, 1990a). No obstante, en la iconografía Sicán Tardío continuó la popularidad de los felinos míticos y de otras criaturas que eran personajes secundarios que, con anterioridad al colapso, eran tan sólo meros acompañantes de las deidades principales (figs. 132-133). Estas criaturas, que sobrevivieron a la transición Sicán Medio-Sicán Tardío, son aquellas que eran propias a esta reoión con anterioridad al suroimiento de Sicán Medio —rastreables al menos hasta épocas Mochica—. Es importante destacar en las formas de la cerámica, tanto de la doméstica como la de fines suntuarios, el uso de las decoraciones pintadas con el negro desvaido, y lo uniforme de los acabados negro y marrón que mantienen una clara continuidad (Higueras 1987). La cerámica paleteada que fuera producida y usada por la población durante Sicán Medio, siguió siendo producida con motivos abstractos y altamente convencionales (Cleland y Shimada 1994).
Por otro lado, se aprecia notables constantes en las formas arquitectónicas y en las técnicas constructivas —p.e., el uso de la técnica de la cámara de relleno y los adobes marcados—. En el Cerro Huaringa, sitio temprano en el período Sicán Tardío, se construye un conjunto de nuevos talleres. Pero, su organización interna y la tecnología de la fundición del cobre arsenical constituyen, definitivamente, una continuidad del precedente período Sicán Medio.
Es importante destacar que el contemporáneo sitio de Chotuna —en el valle bajo del Lambayeque— no presenta evidencias de un fin abrupto ni violento, como se ha visto en Sicán. Sólo existen evidencias de una oran inundación alrededor de 1100 d.C., seguido por un período de nueva construcción con frisos que tienen una fuerte afinidad con aquellos de la Huaca El Dragón en el valle de Moche (Donnan 1990b; Schaedel 1966c). Al mismo tiempo, vennos idénticos cambios y constantes en la cerámica y las construcciones asociadas (Donnan 1990a).
En resumen, la transición Sicán Medio-Sicán Tardío hacia el año 1100 d.C. fue esencialmente un cambio en el liderazgo político y religioso; incluyendo, obviamente, el dogma asociado, diseminado ampliamente a través de un amplio rango de medios artísticos. Varias de las instituciones sociales y económicas así como la mayoría de aspectos de la vida material no cambiaron.
El nuevo liderazgo político y religioso estableció su capital en El Purgatorio alrededor de la base del Cerro La Raya (fig. 134; p.e., Shimada 1985a, 1990a, 1992; Trimborn 1979; compárese Schaedel 1972, 1985). El Purgatorio está situado en la estratégica unión de los valles La Leche y Lambayeque. Aunque gran parte de las estructuras Sicán Tardío fueron cubiertas por construcciones posteriores, pertenecientes a la dominación Chimú e Inca (aproximadamente en 1375-1470 d.C. y 1470-1533 d.C., respectivamente), el surgimiento del sitio parece haber comenzado alrededor de 1100-1150 d.C. —quizás en época un tanto temprana, como el 1050 d.C., Shimada y Cavallaro 1986, en prensa; Trimborn 1979-. Conjuntamente, vemos una serie de grandes asentamientos urbanos —p.e., Saltur y Cinto— emergiendo a lo largo de las faldas de los cerros, en gran parte de la región de Lambayeque (Schaedel 1951 b, 1966a, b).
El gobierno Sicán Tardío fue conquistado por el Reino Chimú hacia los años 1375-1400 d.C.; y, hacia el 1470, este último fue devorado por el expansionismo del Tawantinsuyu (Shimada 1990a: 350-354). Lo que vino después, es ‘la continuidad, de una u otra manera de esta fabulosa historia. Los protagonistas serán otros. Y, el afán de trasçendecia, la violencia, el apetito de poder, y los dioses oscuros y terribles, en su mágico cortejo áureo, conformarán otro espacio a develar, siempre con amor al Perú, con respeto y admiración.