La civilización Caral es no solo la más antigua de América, sino que poseía diversos conocimientos que las investigaciones arqueológicas, iniciadas hace 24 años, vienen revelando para beneplácito del Perú y del mundo. Uno de esos hallazgos son los siete “altares de fuego” encontrados en la Ciudad Sagrada de Caral.
“Los altares del fuego sagrado” fueron construidos hace 5,000 años en los edificios públicos piramidales de mayor importancia de la urbe milenaria, así como también en espacios próximos a las residencias principales, a las cuales solo tenían acceso las autoridades religiosas y políticas de la época. También fueron implementados en edificaciones de menor tamaño, como la Pirámide del Altar Circular.
Los ‘altares del fuego sagrado’ se construyeron en los edificios de mayor importancia de la Ciudad Sagrada de Caral
El diseño de cada “altar circular” comprende un pequeño habitáculo de forma circular dentro de otro recinto cuadrado a los que se puede acceder por un solo ingreso en cada caso. Al centro del altar se perforaba un pozo no muy profundo conectado a un conducto de ventilación que llega hasta el exterior del edificio piramidal.
Al centro de cada ‘altar circular’ se perforaba un pozo no muy profundo conectado a un ducto.
El piso de este ambiente presenta dos niveles, como si se tratara de un anfiteatro. En el primer nivel se encontraba el pozo mientras que, en el segundo nivel, adosado a las paredes, se ubicaba el sacerdote encargado del ritual. Dentro del pozo se incineraban ofrendas y el fuego se mantenía vivo con el oxígeno que ingresaba por el ducto de ventilación.
Los altares circulares, en su mayoría, se mantenían aislados gracias a muros perimétricos que restringían la comunicación con el exterior a través de un solo ingreso.
Según las investigaciones, los “altares circulares” servían de oráculos para comunicarse con sus deidades y, como respuesta a las ofrendas, recibir señales que les permitieran entender el comportamiento de la naturaleza para adoptar decisiones claves en sus actividades productivas (agricultura y pesca) que les asegurasen la subsistencia.
Los ‘altares circulares’ servían de oráculos para comunicarse con sus deidades.
Uno de los principales “altares circulares” descubiertos por el equipo de arqueólogos liderado por Ruth Shady es el ubicado en la Pirámide del Anfiteatro. A diferencia de los otros altares circulares encontrados hasta ahora en la Ciudad Sagrada de Caral, este se localiza en una zona periférica del edificio, construido con piedras y argamasa de barro, y el pozo de las ofrendas cuenta con dos ductos de ventilación orientados en sentido norte y sur.
Al interior del primer ducto orientado al norte se descubrió ceniza de color blanco, lo que revelaría la incineración de conchas y caracoles marinos, así como vértebras y espinas de pescado. En el segundo se halló ceniza de semillas de diversos cultivos y de huesos de animales terrestres.
Estos importantes hallazgos fueron dados a conocer en la víspera por Ruth Shady y su equipo de arqueólogos, al conmemorarse los 24 años del inicio de las investigaciones sobre la Civilización Caral y la puesta en valor de la Ciudad Sagrada de Caral. El acto contó la presencia de la ministra de Cultura, Patricia Balbuena.
Shady destacó que el diseño y construcción de los “altares circulares” testimonian la producción de conocimiento en ciencia y tecnología por parte de la civilización Caral.
Ubicada en el valle de Supe-Barranca, a 172 kilómetros al norte de la ciudad de Lima, la Ciudad Sagrada de Caral es considerada el principal centro urbano de la primera civilización de América. En 2009 fue declarada como Patrimonio Mundial, Cultural y Natural por la Unesco.