Una alternativa para convivir con la naturaleza y disfrutar de las exuberancias de su geografía es la que encontramos en Arequipa. El paisaje aquí es realmente conmovedor debido a su belleza y ofrece una gama de posibilidades para hacer turismo de verdadera aventura. El entusiasmo siempre está al tope cuando emprendes una travesía en las alturas de Arequipa. Esta mañana, el Coropuna luce algo nublado por el esmog y la contaminación. Intuimos que el trayecto será pesado, pero nos alienta pensar que pronto estaremos bordeando sus faldas. ¡Está cerca, aquisito nomás!, exclamamos, apelando a esta clásica expresión cuando uno viaja por la Sierra.
Pasamos Majes, Corire, Aplao de la provincia de Castilla, curvas y más curvas. Llegamos a Chuquibamba, capital de Condesuyos, y de pronto nos quedamos sin carretera asfaltada. ¿Quién dijo aquisito nomás? El Coropuna ni asoma.
Dos camionetas dibujan nuestro periplo, dejan un manto de polvo y el aire más frío. De un momento a otro, como un rayo, el volcán Coropuna, con sus 6,425 metros de altura, aparece ante nuestra vista.
El paisaje, donde predomina su cañón, sube hasta los 6,093 msnm, ofreciendo una variedad de flora y fauna y mostrando atractivos únicos. La parte alta, conformado por su puna, tiene lagunas, bosques de rocas, bofedales y gran diversidad de aves. La parte intermedia alberga la mayoría de distritos de pueblos milenarios, donde sus zonas de cultivos son andenerías waris, que hasta ahora sirven de sustento de pan llevar a sus pobladores. En la parte baja se encuentra vid, de la cual se elabora un vino tan artesanal como lo era hace 400 años. Las andenerías incas aún se observan por el cañón angosto hasta unirse al río Chichas y Marán, conformando luego la cuenca del Ocoña.
Llegamos a la Reserva Paisajística Cañón del Cotahuasi. En el distrito encontramos un gran movimiento, pues se celebraba el 179º aniversario de creación política y nosotros teníamos la carga de la orgazación del 8° Festival Ecodeportivo de Aventura y Ecoturismo. Había que coordinar y dejar listo todo para recibir a la delegación de deportistas.
El cielo azul se vuelve entonces deslumbrante y hace que los quenuales, esos árboles que crecen por encima de los 4,000 msnm, parezcan esculturas cinceladas por el viento. La naturaleza nos conmueve en esta parte del camino, el más alto de la carretera, a casi 4,650 metros de altitud. El soroche es casi siempre un problema en este tramo, pero los dioses están con nosotros y la emoción se ha instalado como un escudo protector. La laguna Pallarcocha, que figura en nuestro itinerario de viaje, es ahora más que nunca una realidad distante apenas por 10 escasos minutos.
A lo largo del recorrido, uno se sorprende con los sembríos de kiwicha, producto orgánico que se exporta a los países europeos.Espectáculo azul Lo visual domina el mundo. Todos lo saben. Conforme caminamos, las cámaras en ristre disparan sin tregua al espectáculo que se abre ante nosotros. Las filmadoras y los celulares registran también lo que luego albergará nuestros corazones. Entre el jadeo natural que implica dar unos pasos en esta altura para palpar con las manos tanta belleza, se escucha con reiteración frases como «Así es nuestro Perú» o «Qué bello es nuestro país».
Un comprensible orgullo invade a todos y se escuchan varias promesas de regresar. La noche amenaza, subimos las camionetas, el próximo destino es Cotahuasi, tramo con el que completaremos ocho horas de viaje desde Ciudad Blanca. Paraíso del ecoturismo Después de siete años, Cotahuasi ha vuelto a deslumbrar los deportes de aventura, los más importantes del sur del Perú. En ese lugar de geografía generosa para estas prácticas se realizan competencias de canotaje, kayak, parapente, rapell, tirolina, ciclismo de montaña y muchos más. Los participantes llegan de Lunahuaná, Lima, Abancay, Cusco, Arequipa, pero también de Argentina y Estados Unidos, porque el prestigio de la competencia, organizada por la Asociación Ñan Perú y el Grupo GEA, ha trascendido fronteras. Una de las competencias, la de parapente, tiene como lugar de despegue el cerro tutelar de Huiñao.
Todos suben, algunos machetes en mano, arrasan con los últimos restos de hierba crecida. Diez deportistas en pos de la gloria, lucen como astronautas, salen disparados; en muchos casos el viento no ayuda, pero hay que competir. Saltan en tándem o individualmente. Visten el cielo. Son cóndores humanos, multicolores. Desde lo alto solo era visible en las calles de Cotahuasi los niños corriendo hacia el estadio, donde sería el paradero de los aerodinámicos voladores. Una fiesta.
El vértigo del rapell Era la hora del equipo tierra, los escaladores expertos de la Ciudad Blanca dirigidos por Masías e Iván Jiménez. Junto con James Posso propusieron hacer el tirolina sobre la catarata de Sipia, nunca antes hecha. Llevaron bote de canotaje para cruzar el río, taladros para poner las grapas en ambos lados hasta que se hizo el trabajo. La primera en pasar una niña de 14 años, asegurada por su padre, también integrante del equipo de escaladores. Así, uno a uno, bajo la mirada atenta de los miembros de Unidad de Salvamento Alta Montaña de la PNP Arequipa, ‘rapelearon’ sobre la catarata.
Este evento trajo serenata también, corso y concursos de danzas, pero la mayoría estuvo centrada en las competencias. Al día siguiente, después de un suculento desayuno, el canotaje abarcó todo el interés. El lugar de partida fue Antabamba y las modalidades, balsa y kayak. Los competidores, locales e invitados, luchando contra el cristalino río con rápidos grado 2, que aún permiten observar las campiñas de cultivos. Fue una jornada fabulosa que terminó en los baños termales de Luicho, donde todos sumergieron sus humanidades.
(Lo Nuestro-El Peruano)