En la puneña provincia de Lampa, la familia Macedo Bobadilla trabaja con sus manos el arte de la cerámica y arcilla, conservando la tradición y el amor al representativo torito de Pucará, símbolo del acervo andino y legado de una cultura que trasciende generaciones.
Don Miguel Macedo Bobadilla, patriarca de la familia, coge la arcilla con sus manos añejas y va trabajando con sutileza, alegría y experiencia, dándole forma al torito más bienaventurado del Perú.
Para el jefe de familia, la experiencia y el material que se usa son los factores principales para brindar arte de calidad. Él reconoce que cuenta con ambos, pues no en vano le ha dedicado 83 años de su vida.
Legado
Su legado es seguido por dos de sus hijos: Fidel y Dina Macedo Huanca, y se plasma en un negocio familiar que ha despegado hace cinco años con la apertura de una tienda en su propia casa taller, en la cuadra 2 del jirón Pumacahua.
Allí elaboran los toritos, que representan la búsqueda de la felicidad y la prosperidad en el hogar. Según ilustra Dina, normalmente se destinan como adornos para los techos de las casas en la zona andina (se colocan dos).
Ella aprendió el oficio desde los 18 años, como su padre, tras salir del colegio, desde entonces ha ido mejorando en su técnica y actualmente es el brazo derecho de su padre, junto al incondicional aporte de su hermano Fidel.
Nacimiento de un torito
Los toritos, de distintos tamaños, se preparan a partir de un molde de yeso, luego se agregan los detalles y arreglos para posteriormente secar y pasar a una primera quema en un horno artesanal de gas, durante cinco horas. Dina explica que después se procede al pintado y esmaltado, y otra vez van al horno para la obtención del producto final.
La lengua fuera de la boca significa que es un animal bravo, y llama la atención por los detalles en sus adornos que representan a los ganados de la zona en época de carnavales.
Origen del nombre
Los toros de cerámica tienen su origen en la comunidad de Checa Pupuja; aunque el nombre por el que ahora son conocidos se debió a que la estación ferroviaria de Pucará se convirtió en un inicio en el lugar de venta más cercano a la comunidad de Checa, es decir, el sitio ideal para la comercialización de sus productos. Fue así que se adoptó la denominación de origen en el caso particular del toro.
La tradición refiere que los toritos traen felicidad, bienestar y protección a los habitantes de las casas que los cobijan. Se los considera, además, símbolos de la identidad andina. Sus lenguas afuera, lamiendo la sangre que gotea de sus fosas nasales; la cola enroscada propia de los toros bravos y las decoraciones rojas en el cuerpo los convierten en la representación misma de la fuerza y el vigor.
No solo vigilan los hogares, también bendicen los matrimonios desde los arcos ornamentales o cuidan a los animales desde las esquinas de los corrales. Pero su función principal sigue siendo, sin duda, la protección de las familias. Por eso son colocados en las cumbreras o dinteles de las viviendas.
Se les atribuye, igualmente, otra función relevante para los lugareños, como ellos dicen: «vamos a chayar la tierra», es decir, brindar ofrenda de agradecimiento a la tierra. El día de Año Nuevo, 24 de julio o en festividades especiales entierran su torito y lo dedican a la Pachamama.
Los precios de estos famosos toritos, destinados asimismo como adornos para las salas de las casas, van desde los 5 hasta los 120 nuevos soles. En el taller, además, se elaboran y venden tradicionales platos, jarras y otros objetos utilitarios de arcilla y cerámica.