Generalmente, las cuestiones de dónde, qué y cómo excavar se determinan por las interrogantes y objetivos de la investigación. Pero, las decisiones se ven limitadas por el grado de experiencia de los arqueólogos y de los trabajadores involucrados. Y, finalmente, por una serie de consideraciones logísticas, tales como el financiamiento y el tiempo disponibles.
Examinemos, pues, algunas de las consideraciones que nos llevaron a excavar una serie de tumbas Sicán durante las campañas de 1990 y 1991-92. El objetivo principal de la investigación fue dilucidar la naturaleza de la élite y la organización social Sicán Medio. ¿La sociedad Sicán Medio se caracterizó por una estructura social rígida o fue lo suficientemente flexible como para que sus miembros lograsen status más altos? ¿En qué se basó el poder y la riqueza de la élite? ¿Cómo pueden ser categorizados estos líderes —sacerdotes, jefes militares, comerciantes—, o desempeñaron varios de estos roles de mando a un mismo tiempo? Estas fueron las preguntas que orientaron nuestro trabajo de campo.
Proyecto SICÁN: La Selección de Tumbas Excavadas
CULTURA SICÁN : DIOS, RIQUEZA Y PODER EN LA COSTA NORTE DEL PERU
Autor: IZUMI SHIMADA
1995
Dichas interrogantes se basan en las investigaciones previas, que incluyen un cuidadoso escrutinio del corpus de objetos Sicán conocidos, tanto en colecciones públicas como privadas. Por ejemplo, las representaciones en el arte Sicán de un personaje elaboradamente ataviado y cargado sobre una litera (fig. 23), sugerían una marcada diferenciación de status en esa sociedad. Además, tanto los bienes funerarios extraidos como los testimonios de los antiguos huaqueros de la época de la hacienda señalaban, también, una diferenciación en los tratamientos funerarios. Algunos personajes fueron enterrados con impresionante pompa y una sorprendente cantidad de artículos de lujo; incluyendo una importante acumulación de objetos de metal precioso y de metal común. Claramente, varias de estas posesiones parecían tener un origen exótico —p.e., oro, esmeraldas y Spondylus, una concha bivalva color rosado rojizo con largas espinas proveniente de las aguas tropicales del Pacífico.
La capacidad para acumular tal variedad y cantidad de bienes materiales, varios de los cuales reflejan habilidad artística y alta tecnología, sugiere la presencia de una élite poderosa capaz de movilizar considerables recursos, tanto materiales como humanos. La construcción de más de una docena de templos monumentales de adobe, en un lapso de tiempo que va del 950 al 1050 d.C., también confirma este poder. En otras palabras, la sociedad Sicán parece haber tenido una organización social compleja y jerárquica y una economía productiva, incluyendo una extensa red de comercio. De hecho, nuestras excavaciones y prospecciones más tempranas, en la capital de Sicán y asentamientos distantes en la amplia región Lambayeque, indicaban la importancia de la religión organizada y la productividad de su economía —basada en la agricultura de irrigación a gran escala y la producción metalúrgica. Probablemente, la pesca complementó estos dos pilares económicos.
El tamaño monumental y los inumerables templos, tanto dentro como fuera de la capital, nos hablan claramente de la importancia de la religión. Los asentamientos principales Sicán a lo largo de los canales intervalles de Taymi (p.e., Pátapo, Cerro Luya), de Racarumi (p.e., Cerro Arena) y de Collique (p.e., Pampa Grande, SipánCollique) también dan fe de la integración ideológica y política de gran parte de la productiva región de Lambayeque. La extensión total estimada de los campos cultivados en esta región, durante el período Sicán Medio, es 30% mayor que la actual.
Un modo de comprobar estas hipótesis, sobre la organización social y la élite de Sicán Medio, era excavando tumbas no holladas de los miembros de esa sociedad. Esperábamos que las diferencias de status social se manifestaran en la ubicación, construcción y contenido de ellas. Por ejemplo, una rígida estructura de clases se asocia por lo general a un acceso claramente diferenciado a bienes materiales —incluso a los tipos de íconos religiosos presentes en ellas—, como a servicios. Así, esa estructura de la sociedad Sicán, se reflejaría en la clara presencia o ausencia de cierta clase de bienes funerarios en las tumbas —es decir exclusividad, y no diferencias en la cantidad—. Además, dada la importancia de los templos, esperábamos que la privilegiada élite Sicán fuera enterrada cerca a ellos: por ejemplo, el personaje que hubiera contribuido en trabajo y materiales para su construcción o, igualmente, estado asociado a élla, en vida. En términos generales, podría predecirse una relación entre la distancia del enterramiento al lugar sagrado —es decir, los templos— y la importancia social. Así, cuanto más alto es el status, más cerca estará la tumba al templo. Una expectativa final sería el que las tumbas de status más elevado contuviesen una cantidad mayor de bienes funerarios exclusivos que aquellas de individuos de status más bajo.
En este proceso de excavación en lugares varios, dentro y fuera de la capital de Sicán —previo a la campaña de 1990—, ubicamos varias tumbas. Desde modestos entierros encontrados bajo los pisos de las residencias en la Huaca del Pueblo de Batán Grande (fig. 24), en un cementerio al este del templo de El Corte, y en talleres de metal en Cerro Huaringa, hasta sacrificios de jóvenes mujeres dentro de cajas, y bajo columnas y pisos, en las cimas de las huacas Rodillona, Loro y Las Ventanas (fig. 25).
Aún con la excavación de más de 20 enterramientos no pudimos evaluar, como hubiesemos deseado, nuestra hipótesis acerca de la organización social y la élite Sicán. Muestra que, si bien reflejaba una variedad de contextos, no incluyó ninguno que pudiésemos considerar representativo de la hipótesis que postulábamos. Para probar nuestro punto de vista, sobre la organización social de Sicán Medio, necesitábamos excavar tumbas de élite, intactas, en la capital de Sicán.
Sin embargo, esa búsqueda no podía iniciarse sin una adecuada preparación. Debido a que en la región de Batán Grande existía ya una larga y consentida tradi- ción de huaqueo, inicialmente nuestra llegada levantó sospechas acerca de que estábamos allí también para lo mismo; es decir, para huaquear. Sentí que era crucial hacerle comprender a la población del lugar la naturaleza de nuestra presencia; y, por ende, los objetivos del Proyecto. Con este fin, cada campaña incluyó conferencias públicas en los pueblos aledaños para explicar nuestro trabajo de campo y señalar claramente sus alcances científicos. La campaña didáctica también consideró el invitar a los lugareños —incluyendo a profesores y estudiantes— a nuestro campamento base y a los lugares de excavación. Por otro lado, la presencia de arqueólogos peruanos, tanto profesionales (tabla 2) como entusiastas estudiantes, y el laborar año tras año con los mismos trabajadores locales también fomentó la comprensión de las excavaciones que se venían realizando, creándose de esta manera una empatía y confianza mutuas. Gracias a un convenio de larga duración, suscrito entre el Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard —representando al Proyecto Arqueológico de Sicán— y la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Perú en Lima —representando a la Especialidad de Arqueología—, se aseguró la participación continua de los estudiantes más avanzados de la especialidad, en el Proyecto.
Otra consideración importante, a tomarse en cuenta, fue la inequívoca presencia y, sobre todo, la profundidad del agua subterránea. Quedó muy claro, desde los primeros exámenes practicados en los hoyos dejados por los contumaces buscadores locales y las entrevistas realizadas a huaqueros viejos de la época de la hacienda, que las tumbas de élite podían ser muy profundas y altamente complejas, ya en estructura ya en su contenido. Algunos hoyos tenían más de 15 ms. de profundidad y de 10 a 15 ms. de diámetro en la boca. Así las cosas, tuvimos que esperar a que la napa freática descendiera bajo el nivel ya anotado.
La presencia de varios objetos de metal, madera, textilería, cerámica y otros tipos de artefactos enterrados a esa profundidad, nos exigía la presencia de especialistas para su conservación y su documentación, tanto en el sitio mismo como posteriormente en el laboratorio (Le Ber 1994; Shimada y Merkel 1993). En otras palabras, que debiamos conformar un equipo interdisciplinario. Afortunadamente, los especialistas que investigaban con nosotros el proceso de la producción de cobre arsenical formaron el núcleo de ese equipo.
Asi, pues, el plan de excavar las tumbas de la élite Sicán Medio — que comenzó hace más de IO años — fue factible en 1991. Ello, gracias a la convergencia de condiciones físicas favorables y al generoso apoyo económico de la Tokyo Broadcasting System. La demora también aportó sus propios beneficios. En ese momento, teníamos ya un conocimiento más cabal de la Cultura Sicán, incluyendo su detallada cronología. Además, contábamos con el especial interés y apoyo de la población local.
Por otro lado, el inquietante nivel del agua subterránea descendió hasta, aproximadamente, 16 ms. Por algún tiempo, ese nivel estuvo significativamente elevado por la inundación causada por las lluvias torrenciales, que acompañaron al extremadamente severo fenómeno de El Niño, en 1983. También queremos y debemos mencionar aquí algo sumamente importante para nosotros: el establecimiento de una relación de colaboración a largo plazo entre el Proyecto Arqueológico de Sicán y el Museo de la Nación, para redondear el equipo interdisciplinario y para acceder a sus amplias y seguras instalaciones de almacenamiento, y, a su laboratorio para el trabajo post-excavación. A todo esto, los trabajadores devinieron en excavadores altamente competentes al haber laborado con nosotros, en más de 10 campañas.
Las tumbas excavadas en 1991-92 fueron seleccionadas en base a los datos recogidos durante las tres primeras campañas del proyecto 1978-1980. Teniamos, pues, a nuestro alcance una serie de exámenes previos y documentación muy completa de las actividades efectuadas por los antiguos huaqueros. Y, estábamos interesados, además, en salvar la mayor cantidad de información posible, proveniente de esta destructiva actividad.
Por diversas razones, varias tumbas que los huaqueros ubicaron sólo habían sido parcialmente depredadas. Los minadores, habían definido las siluetas de los entierros en función a las diferencias en el color, en la textura e inclusiones entre el material de relleno de la tumba y el suelo natural que la rodeaba. Además, a menudo las paredes de las cámaras funerarias conservaban las marcas de los instrumentos de excavación primigenios. Esas huellas eran claramente distinguibles de las dejadas por las modernas palas y los picos de acero. Por lo general, los saqueadores desechaban lo que consideraban de «poco valor monetario», como la cerámica, los objetos de cobre arsenical, la pintura de cinabrio —un polvo de sulfuro de mercurio [Hgs] de color rojo intenso, mezclado con un consolidante orgánico— y las conchas tropicales tales como el Spondylus princeps. Pensábamos que junto a los pequeños fragmentos de láminas doradas de tumbaga —aleación de Cu y Au o Cu, Ag y Au, en la cual el Cu constituye más del 5()% del total de la composición en peso—, el cinabrio y las conchas eran exponentes del alto status de las tumbas a causa de su rareza, su lejana procedencia y por el trabajo que demandaba el adquirirlas. Reconociendo, pues, estos indicios como también el material cultural desechado, a partir de nuestra prospección en la capital de Sicán pudimos identificar, al menos, seis tumbas de élite que habían sido tan sólo parcialmente saquedas.
Los trabajos de campo asi como las conversaciones con viejos huaqueros supérstítes del tiempo en que la hacienda era ama y señora de la zona, realizados desde 1978, nos sugirieron que existían, al menos, dos tipos de grandes tumbas Sicán. Un primer tipo es el de pozo recto —de aproximadamente 2 a 5 ms. por lado y de 8 a 15 ms. de profundidad— para un entierro ubicado ya sea directamente sobre el fondo de aquel; o, en su defecto, en una cámara cavada en una de las paredes del pozo. De hecho, se dice que un pozo recto tiene un número variable de nichos parabólicos abiertos en las paredes del fondo. Los huaqueros aseguran que, cuando el entierro principal es encontrado en el fondo del pozo, entonces gran parte de las ofrendas asociadas se hallan o alrededor del cuerpo o en el nicho grande. De otro lado, si el cuerpo principal no está ubicado en el fondo, el entierro y las ofrendas asociadas pueden encontrarse en el nicho más grande, el cual puede ser un tunel horizontal o inclinado de varios metros de largo. Este primer tipo es semejante a las tumbas en forma de L, o en forma de bota —también llamadas «tumbas con cámara—, descubiertas tanto en la región de Vicús en el Alto Piura (p.e., Disselhoff 1971), como en la sierra ecuatoriana y la colombiana (p.e., Long 1967; Chávez y Puerta 1980; Meyers et al. 1975; Uhle 1922), y en el occidente de México (estados de Colima, Jalisco y Nayarit; p.e., Long 1966; Meighan 1969; Meighan y Nicholson 1989).
El segundo tipo de tumba es, esencialmente, una pirámide escalonada invertida. Es decir, tiene una boca grande y cuadrada —de 7 a 15 ms. por lado— que va disminuyendo proporcionalmente con el incremento de la profundidad —hasta alcanzar de 2 a 3 ms. por lado en el fondo, y de unos 7 a 15 ms. de profundidad—. A pesar de su impresionante tamaño, este tipo de tumbas parece estar asociado con pocos objetos de oro y sí con muchos de cobre arsenical.
En 1991, realizamos tres excavaciones en lo que consideramos tumbas de élite:
(1) La primera, profunda y de pozo recto, estaba situada a lo largo de la base norte del impactante montículo de la Huaca Loro el cual mide cerca de 80 ms. por lado en la base y tiene más de 35 ms. de altura (figs. 26, 27). La Huaca Loro es uno de los cinco templos monumentales que definen el amplio espacio rectangular designado como la Gran Plaza. Hipotéticamente, pensamos que la tumba tenía una importancia simbólica particular, basados en su proximidad al templo de la Huaca Loro y por su ubicación en la esquina de la Gran Plaza, formada por la intersección de la base norte del templo y la Plataforma Norte que se prolonga cerca de 150 ms. a lo largo de un eje norte-Sur perfecto. La Plataforma Norte define el margen oeste de la Gran Plaza.
La tumba parece ser, pues, una de la serie de pozos rectos que los huaqueros descubrieron —hacia el final de los sesentas— a lo largo de la bases este y norte del templo de la Huaca Loro. Los depredadores quitaron, con una pala mecánica, las terrazas basales del templo —las cuales se cree tenían de 2.5 a 3 ms. de profundidad, aproximadamente— hallando inmediatamente así las siluetas de las tumbas. Esto sugiere que pueden muy bien haber sido cavadas antes de terminar de construir el templo. Aparentemente, los huaqueros registraron a fondo 3 ó 4 de ellas, de diferentes tamaños, a lo largo de la base este.
Alrededor de 1975, los huaqueros intentaron abrir dos tumbas, que están simétricamente ubicadas en los lados este y oeste del extremo sur de la Plataforma Norte. A una profundidad de 10 ms. se inundaron por el agua subterránea que afloró, la cual trataron de retirar con bombas, sin mayor éxito. Además, la amenazadora acción policial los forzó a abandonar su ilícita incursión.
Fue en 1978 que vi por primera vez estos dos pozos, y me percaté de las bien preservadas marcas de antiguas herramientas de excavación en sus paredes de barro y arcilla compactados. El pozo de la tumba este tenía forma cuadrada, la boca medía cerca de 3 ms. por lado. La tumba oeste tenía medidas de aproximadamente 5 ms. por lado. Al parecer, los huaqueros no habían logrado llegar a las cámaras funerarias. La inundación Proyecto SICÁN: La Selección de Tumbas Excavadas