Los petroglifos de Miculla o de San Francisco de Miculla, son un conjunto de petroglifos ubicados en la pampa de San Francisco a poca distancia del pueblo de Miculla en el departamento de Tacna (Perú). Se ubican a ambos lados del río Palca, curcundante a su confluencia con el río Caplina.
La mayor cantidad de petroglifos se ubican a la altura del kilómetro 22 de la carretera Tacna-Bolivia y abarcan un área de 16 km². Los petroglifos de Miculla corresponden a diversas etapas históricas, algunas de tiempos preagrícolas y otras en donde se evidencia la agricultura.
Miculla, es uno de los complejos arqueológicos más extensos de arte rupestre en los andes de Sud América. Se calcula aproximadamente un número de 1,500 petroglifos distribuidos en un área protegida de 2,205.43 hectáreas, de las cuales 42 hectáreas con 496 petroglifos registrados han sido habilitadas al servicio del turismo. El Ministerio de Cultura del Peru en Tacna, desde el año 1984 ha intensificado su estudio y puesta en valor, convirtiéndolo en un lugar ideal para el desarrollo del turismo cultural, místico y de aventura.
Ubicación y Geomorfología
El Complejo Arqueológico de Miculla está ubicado al Este de la ciudad de Tacna, entre los kilómetros 20 y 26 de la carretera Tacna-Palca rumbo a Collpa y Pa Paz, a 1,300 metros promedio sobre el nivel del mar, en las coordenadas 17 52´30″ de Latitud Sur y 70 05´ 00″ de Longitud Oeste. Políticamente, pertenece al distrito de Pachía, provincia y región de Tacna. La zona, goza de un clima templado, cielo despejado y sol durante todo el año. Pachía, en la antiguedad fue una Llacta (pueblo mayor) desde donde se ejercía el control y administración del agua; según el historiador Rómulo Cúneo Vidal, Pachía procede de Pachiña, voz aymara que expresa «repartir valle abajo las aguas de un río represado» ; por lo consiguiente, tuvo en su origen el valor de repartición del agua de regadío del valle de Tacna, bajo la vigilancia de los curacas y principales de cada ayllu. En sus predios, el Curaca Diego Caqui entre los años cuarenta y ochenta del siglo XVI, tenía sembradas cerca de 46,000 cepas de vid, que le permitió desarrollar una industria vitivinícola exitosa, exportando sus vinos al Alto Perú (Potosí, Cochabamba y otros lugares) y a Panamá.
La zona monumental más importante pertenece al denominado Complejo Arqueológico Pachía – Miculla, con una área protegida de 2,205.43 hectáreas, definida por la presencia de restos de estructuras domésticas, geoglifos, centros ceremoniales, caminos, canales, terrenos de cultivos y áreas funerarias. Las evidencias culturales más relevantes son los petroglifos, que se encuentran concentrados en mayor número en la Pampa de «San Francisco» correspondiente al Anexo de Miculla, sobre una topografía con sectores planos, laderas, cimas y quebradas muy propia del contexto geográfico de la confluencia del río Caplina y las quebradas de Palca y Uchusuma. Terreno árido asociado parcialmente a cultivos con plantaciones de viñedos, zapallo, ají, maíz, papas y alfalfa.
El lecho de la Pampa de Miculla pertenece a la formación geológica del Cuaternario Reciente (cinco millones de años), originado por continuos fenómenos aluviales que dejaron regadas en el camino cientos de cantos rodados de variadas formas y tamaños, que luego serían utilizados por los antiguos pobladores del Caplina para sus prácticas rituales y ceremoniales desde el Formativo (?), Tiwanaku (Siglos IX, X, XI y XII), Desarrollos Regionales Tardíos (Siglos X al XV), época Inca (1445 – 1532) e inicios de la Colonia. El lugar, aún sigue siendo utilizado por yatiris y curanderos de la región.
¿Qué son los Petroglifos?
Son grabados bajo relieve, realizados en la superficie de determinadas rocas utilizando percutores de piedra, metal o hueso. En Miculla, los petroglifos fueron trabajados mediante las técnicas de la percusión, presión, rayado y mixta, utilizando posiblemente instrumentos de piedra y metal. Esta modalidad del Arte Rupestre se ha extendido en todos los valles costeros del Perú, en especial en la región sur; cuya tradición se ha extendido a casi todos los países andinos y sudamericanos.
Iconografía: Simbolos Mágicos
La figura humana –representación de mayor relevancia- aparece formando parte de escenas de caza, música, danza, ritualidad sexual, faenas agrícolas, guiando hatos de llamas, en enfrentamientos étnicos con arco y flecha, cargando bultos, portando impresionantes tocados cefálicos y en actos estrictamente rituales del culto al agua, la tierra y el cosmos. Sus formas, proyectan movimientos armoniosos y de mucha plasticidad, a pesar de lo esquemático y grotesco con que se han dibujado algunas de las figuras. Ningún diseño se repite idénticamente, todas las figuras humanas son diferentes. El género, aparece representado por penes prominentes y tocados cefálicos para el caso del sexo masculino, y dibujos de vulvas aisladas y peinados en forma de una “v” invertida, para el femenino.
Las figuras zoomorfas también son frecuentes y están representadas por camélidos (llamas, alpacas y escenas de apareamiento), tarucas, felinos, perros, zorros, hurones, suris, culebras, sapos, lagartijas, roedores, peces, aves, mariposas, arácnidos, cien pies y otras no identificadas. Son importantes también, las representaciones de figuras fitomorfas (árboles, cactus, plantas de maíz); antro-zoomorfas, geométricas y simbólicas como la figura denominada “El Laberinto”. Estos dos últimos tipos de diseños están representados por círculos, círculos concéntricos, círculos con punto concéntrico, círculos enlazados, espirales, líneas onduladas y rectas, grecas, puntos encerrados en cuadrados y rectángulos. Las composiciones abstractas, difíciles de identificar, también son recurrentes pero en menor escala. Aparecen representadas con mucho realismo la imagen del sol, la luna, las estrellas y la «Cruz del Sur», sustentando la relación mágica del hombre andino con el cosmos; esta característica, sumada a la energía magnética atribuida al lugar, ha convertido a Miculla, últimamente, en un importante destino para el desarrollo del turismo místico.
¿A qué época pertenecen?
Las investigaciones realizadas por los arqueólogos del arte rupestre en el ámbito de los valles occidentales de los andes del sur peruano, norte chileno y recientes estudios impulsados por el arqueólogo del INC Tacna, los petroglifos de Miculla serían un producto cultural de los agricultores del Caplina y posiblemente de aquellos osados caravaneros que unían el desierto con la cordillera, trasladando bienes y productos alimenticios, durante el periodo cultural denominado Desarrollo Regional Tardío, entre los siglos IX y XV de nuestra era. Este período, surgió después de la disolución del Estado Tiwanaku (Siglo XI), emergiendo en nuestros valles occidentales y pre-cordilleranos estilos culturales locales como Chiribaya, San Miguel, Pocoma, Gentilar y Sitajara, con una identidad yunga definida y una lengua común conocida como el Cole o Coli. María Roswtowroski, denomina a esta área común como la región Colesuyo, que abarcaba desde Camaná hasta Atacama. Fueron ellos, los propulsores definitivos del desarrollo económico, social e ideológico en la región costera durante el período cultural señalado. No se descarta alguna vinculación cronológica de algunos petroglifos con los períodos Formativo (500 a.C. – 500 d.C.) y Tiwanaku.
En la región, se han registrado otros importantes sitios con petroglifos como: Tocuco, Challatita, Pallagua, Pachía, Calana, Piedra Blanca, Pocollay, Causuri, Quebrada de los Molles, Quebrada Seca, Coruca, San Antonio, Mirave, Ylabaya, Colocaya, Coropuro, Anajiri, etc. Muy cerca a los petroglifos de Miculla, se encuentran las aldeas de Tocuco y Tocuco Alto, los Túmulos Funerarios de Miculla, el Cementerio “El Alto” y otras pequeñas concentraciones de petroglifos en las quebradas de Miculla y Palca, pertenecientes a los períodos culturales antes señalados. Por la zona, cruza el camino Inca de Palca que al momento de ingresar a la zona arqueológica se ramifica en tres segmentos: uno se dirige hacia el valle Caplina, otro central continúa valle abajo y el tercero va recostado al sur pasando a espaldas del módulo de servicios y frente al “Wawapas” -cerro tutelar de Miculla- rumbo al sur.
puente miculla – turismo en tacna
¿Qué función cumplieron?
En la actualidad existen dos posiciones estrechamente vinculadas. Los arqueólogos, sustentan que los petroglifos representan una suerte de indicadores o derroteros de rutas de tráfico, desarrolladas por lo caravaneros andinos durante sus desplazamientos a corta y larga distancia, con el propósito de seguir manteniendo la tradicional interacción económica y cultural entre los valles costeros y los diversos pisos ecológicos de la región. Precisamente, los petroglifos de Miculla se encuentran asociados a la ruta Inca de Palca, conectada al altiplano puneño.
La otra tésis, le otorga a los petroglifos de Miculla un carácter eminentemente ceremonial y ritual. Es probable, que la condición semi-árida del valle Caplina haya condicionado a sus pobladores recurrir a actos ceremoniales propiciatorios con el objeto de «solicitar» agua y fertilidad a sus apus y achachilas, teniendo en consideración el alto sentido animista y utilitario que el hombre andino le atribuye a todos los elementos de la naturaleza. Esta función, es entendida bajo un lenguaje simbólico que realiza el hombre frente a su realidad, representándola en grabaciones sobre la roca u otras modalidades del arte rupestre. En este contexto, aparece como ícono principal la representación del “Señor de las serpientes” o “Señor del Agua”, que es un personaje que porta dos y más ofidios en sus manos, a manera de báculos sagrados. En Miculla, los petroglifos están asociados a otros elementos culturales como: geoglifos, canales de irrigación, terrenos de cultivo, caminos de tránsito interno y externo, apachetas, promontorios ceremoniales, estructuras de uso ritual y doméstico, huacas, tumbas y túmulos funerarios.
Fuente: Wikipedia, HotelesTacna.com