NASCA: Interminable

Acueductos de origen milenario, piramides ocultas entre cerros de arena y el cementerio donde descansan los hombres que dominaron el desierto son solo algunos de los argumentos turísticos de Nasca, más allá de las famosas líneas que investigó María Reiche.

Desde mi asiento en el ómnibus observo, a contraluz, las sombras profundas de los huarangos mientras las dunas se pintan de dorado, al atardecer. A la distancia, el cielo se funde en tonalidades azules y yo repaso con la memoria paisajes de ensueño, locaciones mágicas que me ha dejado este viaje. Y pensar que todo empezó cuando preguntaste a dónde iríamos este fin de semana, “¡Vámonos a Nasca!”, te dije. Y tú hiciste un gesto como quien reclama que ahí solo había por conocer las líneas que estudió María Reiche. “Vamos y te demuestro lo contrario”, te respondí.

La ciudad de Nasca se encuentra a 460 kilómetros de Lima, en la región lca, a siete horas en ómnibus por la Panamericana Sur. Tiene una temperatura promedio de 30 grados centígrados, pero en verano suele llegar a los 37. Decidimos almorzar en Ica para luego tomar la conexión a Nasca, a la que llegamos al final de la tarde. Una vez en Nasca, uno encuentra hoteles de todos los precios. Después de instalarnos, buscamos donde cenar e hicimos un pequeño recorrido por la plaza: linda ciudad, tranquila, limpia, ordenada. Hay que descansar, que la aventura empezará mañana.

Las pirámides
“¿Así que tu creías que las líneas de Nasca las hicieron los extraterrestres? Siento desilusionarte –le dije–. Te voy a llevar a la ciudad donde vivieron quienes las hicieron”. Y con estas palabras, la convencí para llevarla a conocer el centro ceremonial de adobe, Cahuachi. Se ubica en la parte baja del valle, a unos 28 kilómetros del centro de la ciudad. Fue allí donde se concentraron los grupos más importantes de la sociedad Nasca. Un lugar sagrado, habitado por una gran casta religiosa.

Son 34 las pirámides entre cerros de arena, pero solo algunas están al descubierto, de tal forma que pareciera que la arquitectura de barro se mimetiza con las dunas del desierto.

Los sectores más importantes de esta antigua ciudad son la Gran Pirámide, con sus cerca de 29 metros de altura, el Templo de las Plataformas Escalonadas y las plazoletas ceremoniales de Cahuachi. Hasta este centro de culto arribaba la población para realizar conjuros y pagos a sus dioses, en diferentes ritos religiosos y ceremonias.

Todos los años, desde hace más de dos décadas, un equipo de arqueólogos realiza largas y meticulosas campañas de excavación arqueológica buscando desenterrar estos antiguos templos que datan del 400 a. C. hasta los 400 d. C, cuando el sitio estaba en un período de transición entre las culturas Nasca y Paracas.

Esta edificación fue abandonada tras dos grandes aluviones ocasionados aparentemente por el Fenómeno El Niño, que en ese tiempo ya hacía sus travesuras, y por un terremoto que habría ocurrido entre los 350 y 400 de nuestra era. El cementerio Elizabeth estaba maravillada, así que luego de ver donde vivían los nasca, ahora nos tocaba ver donde morían. Un taxista se ofrece a llevarnos; nos dirigimos al sur. Él nos promete que, además del cementerio de Chauchilla, nos hará conocer una plantación de algodón nativo, promesa incompleta. La famosa plantación de algodón fue una sola mata la entrada del centro de control de ingreso al cementerio. Pagamos nuestra entrada y un sendero de piedras blancas nos llevó por las diferentes fosas abiertas que, en el fondo, dejan ver esqueletos, cráneos y otros restos a la intemperie. Está claro que este lugar ha sido armado para los turistas; ahí están las momias vestidas en una especie de puesta en escena de fardos abiertos. Así eran los entierros de estos hombres que hicieron del desierto su hábitat.

Dunas y más dunas

Para terminar el día con diversión, alquilamos un tour que nos llevó a Cerro Blanco, la duna más alta del mundo, con 2,078 metros de altura. Se encuentra a unos 20 kilómetros de Nasca, en la llamada Cuesta del Borracho. Acá, al igual que en Ica, podrá hacer sandboard y caminar por las siempre cambiantes dunas. Pasamos momentos que difícilmente olvidaremos. Ya en el ómnibus, ella descansa. Ahora sabe que no son solo las impresionantes líneas de Nasca lo que uno puede encontrar y disfrutar al sur de Ica, sino también sus paisajes, su pisco, su historia, su arqueología y sus dunas.

Los acueductos de Cantayo

– Para dominar el desierto, los nascas necesitaban agua. A 8 kilómetros de la ciudad, 12 minutos en auto, conocimos algo sorprendente.
– Hace 2,000 años, los habitantes de Nasca desarrollaron un sistema de acueductos subterráneos para irrigar las partes secas del valle. Este sistema de irrigación es único en el Perú y, tal vez, en el mundo.
– Aún existen más de 30 canales, empleados en la actualidad por los campesinos que siembran algodón, maíz, frijoles, pallares, papas y frutas.
– Los de Cantayo son canales construidos con canto rodado, piedra laja y troncos de guarango que han resistido el paso del tiempo. Al fondo, sigue corriendo, como desde hace siglos, una corriente de agua cristalina.

De interés
➔ Desde Lima, el viaje en ómnibus dura alrededor de 6 horas. Vaya con ropa ligera sin importar la época del año. No olvide el protector solar, repelente y lentes de sol.
➔ Para volar sobre las Líneas de Nasca y Cahuachi: Aeropalcazu (Telf.: 056-771978).
➔ Para hospedarse: Casa Andina Nazca. Jr. Bolognesi 367, Nasca, a media cuadra de la plaza de Armas. También, hotel Nazca Lines (Jr. Bolognesi 147) y Ecolodge Wasipunko (Panamericana Sur km 457. Telf.: 95679-0111).

(El Peruano)

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