La cosmovisión de la cultura Mochica, sus creencias y su manera de interpretar el mundo podemos entenderla a través de su cerámica y sus murales. Estos vestigios encierran mensajes e ideas de su tiempo. Así fue como ocurrió para determinar la importancia del personaje hallado en Sipán hace 25 años.
La cultura Mochica, durante los primeros seis siglos de nuestra era, representa el apogeo y esplendor de los estados teocráticos de la Costa Norte del Perú. Los excedentes de agricultura y pesca permitieron un clima de bonanza, la exaltación religiosa impulsó la emulación competitiva entre colosales y suntuosos templos, y los vínculos de interacción a gran escala permitieron el desarrollo de soisticadas técnicas de orfebrería, alfarería y textilería; esas extraordinarias obras de arte describían la compleja ideología, eran códigos del mundo mítico y ceremonial.
Las imágenes de los dioses primigenios se difundieron a partir del último milenio antes de nuestra era, durante el periodo Formativo, en la costa norte los «Cupisnique», ancestros de la cultura Mochica, concibieron deidades con colmillos y garras como símbolos de poder absoluto; los cinturones y cabellos igurados como olas o serpientes expresaban la dicotomía marino-terrestre. Otra característica de la deidad era la decapitación, la cabeza cortada y el cuchillo en las manos indicaban la naturaleza sobrehumana del sacriicador, este aspecto mítico era una metáfora que vinculaba la siembra y cosecha con ciclos de renovación del tiempo y la vida. Por lo general, en la iconografía de los Andes, la cabeza y el cuchillo que sostiene la deidad son reemplazados alternativamente por herramientas de siembra o pesca, peces, plantas de algodón, maíz, yuca o psicoactivos.
Las tumbas de élite descubiertas en Sipán brindaron la posibilidad de conocer el elevado desarrollo de la cultura Mochica; los estudios de iconografía tienen una oportunidad extraordinaria, pues en cada tumba las imágenes, disposición y materiales son expresiones simbólicas perfectamente ordenadas. Cada contexto expresa un complejo discurso que varía de acuerdo con jerarquía y fases temporales. De manera general, se observa un ordenamiento en función a paridades, codiciadas a partir de los metales, tipos de objetos y su ubicación sobre el cuerpo; la dualidad fue el concepto crucial a lo largo del tiempo y el espacio del Perú Antiguo.
Las tumbas de mayor rango: Viejo Señor, Señor, Sacerdote permitieron comparar a estos personajes con las imágenes de divinidades, reyes y sacerdotes protagonistas de mitos y rituales representados en el arte. En la tumba del Viejo Señor un esplendido collar de diez cuentas de oro, representa arañas posadas en el centro de sus redes; el abdomen igura un rostro humano ataviado, la imagen idealizada corresponde con la especie de araña Argiope argentata, la forma del abdomen lobulado y su cuerpo dividido en dos hemisferios de vistoso colorido, mitad amarillo y mitad plateado, se relacionaron con la dualidad. Las arañas que fabrican tela colgante reposan con la cabeza hacia abajo, así sugirieron mediación entre el cielo y la tierra; su eje es vertical respecto al de otros arácnidos e insectos, del mismo modo que los hombres frente a los animales. La iconografía entonces configuraba y sincronizaba mediante metáforas naturaleza y sociedad, a través de los distintos «planos» del cosmos; enlazando finalmente las imágenes de la memoria colectiva con el paisaje y la urdimbre del firmamento.
Los conjuntos de sonajeras y protectores coxales exclusivos de los Señores eran usados a la altura de la cintura, reiterando el significado de «centro», la forma de semicírculo con borde lobulado es alusiva al vientre de Argiope argentata, la imagen es la «Deidad araña» de cuerpo humano, rostro felínico, cuchillo y cabeza decapitada en las manos, desde sus flancos se proyectan cuatro pares de patas de araña; esta deidad central del panteón mochica, denominado Ai-Apaec en sus diversas versiones o transformaciones, no es otra que la antigua deidad del estilo Cupisnique restaurada.
La secuencia de tumbas en Sipán, que abarcaría tres generaciones, permite reconocer cambios en la estructura de la religión y poder, orientados a enfatizar el carácter militar de los gobernantes en las últimas fases, cuando la guerra ritual se volvió crucial; el discurso cosmocéntrico referido al origen y equilibrio del mar y la tierra de las fases tempranas, da paso otro dirigido por las hazañas de la guerra y el sacrificio humano. Probablemente, a medida que los recursos circunscritos en cada valle se hacen escasos y sucedió la crisis, se privilegiaron los aspectos militares; esa «guerra lorida» o «guerra fría» entre las ciudades-estado precipitó el colapso de la cultura; y fomentó en el siguiente periodo la hegemonía del poder absoluto y antropocéntrico orientado a la conquista bélica.y rituales representados en el arte. En la tumba del Viejo Señor un esplendido collar de diez cuentas de oro, representa arañas posadas en el centro de sus redes; el abdomen igura un rostro humano ataviado, la imagen idealizada corresponde con la especie de araña Argiope argentata, la forma del abdomen lobulado y su cuerpo dividido en dos hemisferios de vistoso colorido, mitad amarillo y mitad plateado, se relacionaron con la dualidad. Las arañas que fabrican tela colgante reposan con la cabeza
Escribe IGNACIO ALVA MENESES
Director del Proyecto Arqueológico Ventarrón-Collud.
Fuente: El Peruano