El Obispo Martinez de Compañon en los albores de la historia de la arqueología peruana

Como obispo de la intendencia de Trujillo, Perú, en la década de 1780, el sacerdote vasco Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda (1737–97) creó la que indudablemente sería la colección más sistemática y mejor documentada de historia natural y de arte y artefactos precolombinos que se reuniera en el Perú de finales del siglo XVIII.[1] En 1788 y 1790 el obispo envió caja tras caja con ejemplares de la flora, la fauna, metales y minerales, antigüedades del norte peruano, objetos etnográficos y obras de arte colonial desde Cartagena al otro lado del Atlántico, a la corona borbona en España.[2] Aunque se ignora el paradero de las colecciones de historia natural, muchos de los artefactos sobreviven actualmente en el Museo de América de Madrid.[3] El esfuerzo realizado por el obispo se entiende mejor como parte de una tradición más amplia del proyecto de la era ilustrada, que buscaba documentar y ordenar el mundo en forma enciclopédica, aún cuando las huellas de otros paradigmas del coleccionismo sobreviven en la atención ocasional que su obra presta a lo monstruoso y a lo maravilloso. La obra del obispo no fue solamente un proyecto imperialista que buscaba documentar y coleccionar todos los aspectos del norte peruano, puesto que a él le preocupaba tanto la ciencia como la fe. Su preparación frecuentemente dependía de la producción y la visualización del conocimiento sudamericano local, criollo e indígena. Es en su obra en donde podemos situar los nacientes orígenes ilustrados de la arqueología en el Perú.

 

El Obispo Martinez de Compañon en los albores de la historia de la arqueología peruana: entre la ciencia, la fe y el conocimiento indígena
Del libro: La Arqueologia Ilustrada Americana. La Universidalidad de una Disciplina
Lisa Trever
Columbia University, EE.UU.
Joanne Pillsbury
MET, EE.UU.

Nacido en 1737 en el pueblo de Cabredo, en la provincia de Navarra, Martínez Compañón se ordenó sacerdote en 1761 y poco después obtuvo su doctorado en derecho canónico. En 1767, Carlos III le nombró cantor de la catedral de Lima, Perú. Allí pasó una década y fue rector del Seminario de Santo Toribio y secretario del Sexto Concilio Provincial de Lima. En 1778 se le nombró obispo de Trujillo y a partir de entonces dedicó casi una docena de años a documentar dicha provincia y reformarla. En 1791, Martínez Compañón dejó el Perú para ser arzobispo de Santa Fe de Bogotá, donde habría de permanecer hasta su muerte en 1797.[4]

Fig. 1. Vasijas de cerámica chimú (arriba) y moche (abajo), costa norte peruana, en Baltasar Jaime Martínez Compañón, Trujillo del Perú, vol. IX, fol. 95. Real Biblioteca. Copyright © Patrimonio Nacional.

Nos parece que el trabajo de Martínez Compañón fue doble. De un lado, en Perú coleccionó miles de objetos naturales y culturales —entre ellos antigüedades excavadas por el obispo y su equipo— a nombre de Carlos III para su nuevo Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, al que se había fundado en 1771.[5] De otro lado, en el transcurso de los tres años de la visita pastoral con la que inauguró su mandato en Trujillo, el obispo supervisó la creación de una serie de más de 1,400 acuarelas, obra de artistas locales que retrataron sistemáticamente casi cada aspecto de los mundos natural y social de Trujillo. En ellas, Martínez Compañón también coleccionó los retratos de especímenes de historia natural andina, artefactos y ruinas precolombinas. Esta colección gráfica o “museo cartaceo”, que hoy en día se encuentra en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, bajo el título moderno de Trujillo del Perú, complementa sus colecciones físicas, pero también existe como un corpus de conocimiento visual independiente de las cosas mismas.[6] <Fig. 1>

Aunque el obispo jamás escribió un texto que acompañase a estas imágenes, sus nueve volúmenes de ilustraciones siguen siendo una rica fuente para el estudio del norte peruano en el tardío siglo XVIII.[7] El primer volumen documenta la demografía regional, ilustra las instituciones y el personal civil y eclesiástico, e incluye mapas y planos de las ciudades, pueblos e iglesias. El segundo volumen es mayormente etnográfico y muestra las categorías étnicas y sociales vigentes en el Perú del siglo XVIII, así como una variedad de vestimentas, industrias, artesanías, danza y música locales. Los volúmenes tres y cuatro contienen ilustraciones botánicas dispuestas según sus nombres coloquiales o indígenas no linneanos. El quinto volumen está dedicado a las plantas medicinales, muchos ejemplos de las cuales fueron enviados a España en 1788. El volumen seis presenta “quadrupedos, reptiles, y sabandijas”.[8] El volumen siete contiene ilustraciones de aves y el ocho de la vida marina. El último volumen de ilustraciones está dedicado a las antigüedades andinas y contiene mapas y planos de yacimientos arqueológicos dentro del obispado, así como representaciones de entierros, textiles antiguos, artefactos de metal y madera, y una vasta gama de vasijas de cerámica.[9] <Fig. 2>

Las propias palabras de Martínez Compañón indican que concibió este extenso proyecto documental como una suerte de museo gráfico en sí mismo.[10] El obispo se dirigió a Teodoro de Croix, el virrey del Perú, en 1785, al terminar su visita, afirmando que había armado una colección de aquellas “producciones de naturaleza” y “curiosidades del Arte de gentilidad” que pudo adquirir, y que planeaba disponer los materiales como un “museo”, lo que le parecía sería algo nuevo pues tal como decía, ningún otro obispo en el conteniente americano había armado algo semejante.[11] El Jardín Botánico de Lima se fundó en 1778 por real cédula de Carlos III, pero el primer museo público del Perú solo abriría después de la independencia, en 1822.[12] Pero en su carta al virrey, Martínez Compañón prosiguió indicando que había armado una historia de la diócesis, a la cual planeaba titular el “Múseo Histórico, Fícico, Político y Moral del Obispado de Truxillo de Perú” (subrayado nuestro).

Fig. 2. Tres textiles prehispánicos de la costa norte peruana, en Baltasar Jaime Martínez Compañón, Trujillo del Perú, vol. IX, fol. 24. Real Biblioteca. Copyright © Patrimonio Nacional.

Esta carta sugiere que el obispo quería que tanto las colecciones de objetos como las ilustraciones de dichos artefactos y de los monumentos antiguos de la región constituyeran su “museo”; las colecciones e imágenes fueron concebidas como las dos partes de un solo proyecto coleccionista.[13]

El término “museo” en su uso contemporáneo usualmente se refiere a un lugar, y a un edificio en particular, pero en el pasado tenía otras asociaciones. El vocablo griego mouseion o lugar de las Musas, se refería originalmente a un colegio, biblioteca o lugar vinculado más en general con las artes. Con el tiempo, esta palabra denotó la recolección de informa-

ción, lo que incluía dibujos. Estos últimos pasaron a conformar una parte esencial de la práctica de la observación y el registro de la información, en particular con el advenimiento de la imprenta en el siglo XVI y la expansión de la observación científica en el XVII. Las imágenes dejaron de ser solo una ayuda a la observación y se convirtieron en un fin en sí mismas.[14] La idea del museo como una colección de manuscritos o ilustraciones asumió una forma extraordinaria en la obra de Cassiano dal Pozzo (1588–1657) en el siglo

XVII. El concepto de un “museo de papel” (museo cartaceo) tuvo su origen en la Academia de los Linces, una organización científica fundada por Federico Cesi (1585–1630) en 1603.[15] Cassiano compiló la más grande colección de ilustraciones científicas de aquel entonces, un museo de papel de unos veintitrés volúmenes encuadernados que contenían cientos de dibujos de antigüedades, así como un notable grupo de dibujos de historia natural. En el siglo XVIII, la célebre colección de manuscritos indígenas mexicanos de Lorenzo Boturini Benaduci (1702–51) fue conocida como el “Museo Indiano”.[16] Aún más, en los siglos XVII y XVIII el término “museo” podía aludir incluso a los resultados de un viaje y a la recolección de manuscritos u otra información en volúmenes.[17]

Este ensayo busca situar el “museo” de Martínez Compañón —esto es, tanto las colecciones de objetos tangibles como la colección de su representación sobre papel— dentro de las tradiciones más amplias de la emergente práctica arqueológica y las actividades afines del coleccionismo y la ilustración en el Virreinato del Perú. Encontramos que el proyecto del obispo aprovechó bastante los precedentes europeos de la adquisición sistemática de conocimiento, pero que el contenido de su museo de papel resulta por momentos inesperado en una obra enciclopédica del tardío siglo XVIII, lo que tal vez podría atribuirse a las circunstancias históricas específicas de su factura.

HISTORIA NATURAL, ARQUEOLOGÍA

Y EL SURGIMIENTO DEL MUSEO

Un objetivo primario de nuestro estudio de la colección de objetos e imágenes del norte peruano formada por Martínez Compañón, fue reconstruir las circunstancias intelectuales que dieron lugar a su empresa y la fueron configurando. La historia del coleccionismo español de y en sus virreinatos se encuentra bien establecida, pero para el caso del Perú y de los peruanos en general está aún por escribir, excepción hecha del importante y reciente estudio de Stefanie Gänger.[18] Para situar a Martínez Compañón como una figura científica y problematizar la idea del obispo como el “fundador de la arqueología peruana”,[19] pasemos a examinar el clima intelectual más amplio del Perú del tardío siglo XVIII, en particular la historia del coleccionismo, una práctica que yacería al centro de la formación de la disciplina arqueológica en la siguiente centuria.[20]

El coleccionismo, en su sentido más amplio, no era algo nuevo en los Andes para cuando los primeros europeos llegaron en el siglo XVI. Las relaciones históricas más tempranas del Imperio inca incluyen descripciones de actividades a las que podría considerarse coleccionistas, entre ellas la adquisición y la conservación de todo, desde finos textiles hasta momias.[21] Cuzco, la capital, estaba repleto de objetos valiosos del Imperio, y ningún artefacto de oro, plata o textiles preciosos podía retirarse de la ciudad después de que eran llevados a ella. Las poblaciones de provincia estaban obligadas a enviar uno de sus principales objetos de culto a la capital, donde sería integrado a la religión estatal pero también tenido de rehén, en caso la provincia incumpliera con las demandas imperiales.[22] Las momias de la realeza eran guardadas y veneradas por sus grupos de descendencia.[23] Ellas usualmente eran mantenidas en los palacios que ocuparon en vida junto con los objetos asociados con su reinado, pero ocasionalmente se las llevaba a que visitaran a otras momias, a que aconsejaran a los vivos con la ayuda de oráculos y sirvientes, y a que tomaran parte en los rituales celebrados en la plaza principal del Cuzco.

Los objetos de oro y plata y hasta las momias, siguieron siendo coleccionados luego del arribo de los españoles a finales de la década de 1520. Pero la mayoría de los europeos valoraba los metales por encima de toda cualidad estética de las obras andinas. Francisco Pizarro organizó el llenado de la célebre habitación de oro y las dos de plata, como rescate por el emperador Inca Atahualpa. La mayoría de los objetos de metal recogidos al momento de la conquista —y durante el temprano periodo virreinal— fue fundida, lo que hizo que su recolección no fuera otra cosa que un subproducto del imperialismo.[24] Curiosamente, las momias incaicas tuvieron una vida de ultratumba al ser exhibidas durante el siglo que siguió al arribo de los europeos.[25] En 1559, el virrey Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, encargó a Polo Ondegardo, el corregidor del Cuzco, la tarea de reunir y confiscar todas las momias reales de los Incas y sus efigies (huauques).[26] En la época incaica, estas efigies regias o “hermanos” hechas de oro, plata, madera, piedra y otros materiales más, sustituían a un gobernante en vida, y eran retiradas luego de su muerte y conservadas junto con su momia. Algunas de las momias confiscadas por Polo Ondegardo fueron enviadas a Lima, donde se las exhibió en el Hospital de San Andrés hasta por lo menos 1638. Las efigies de los “hermanos” y otros objetos asociados probablemente fueron fundidos o destruidos antes de esa fecha.

En los siglos XVI y XVII, los objetos rituales asociados con las “supersticiones paganas” fueron buscados con regularidad y destruidos como parte de las campañas de extirpación de idolatrías libradas por la Iglesia. Una de las ironías de la historia del arte antiguo americano, es que algunas de las mejores descripciones de los objetos prehispánicos nos han llegado a través de manuales diseñados para ayudar al clero a buscar y destruir dichos “ydolos”.[27] Hubo ciertas excepciones a estas prácticas destructoras, y efectivamente sabemos de algunos raros casos en donde los objetos de manufactura indígena fueron enviados a Europa como curiosidades.[28] El virrey Toledo, por ejemplo, coleccionó símbolos de poder incaicos así como finas telas andinas.29

Las últimas voluntades y testamentos pueden darnos cierta idea de los tipos de objetos que los andinos poseían en la temprana Edad Moderna, pero estos listados en general indican objetos de uso cotidiano o ritual, más no necesariamente artículos reunidos intencionalmente como una “colección” en el sentido moderno.30 Hubo, sin embargo, ciertas excepciones. La familia Ortiz de Zevallos de Lima, por ejemplo, reunió una importante colección de antigüedades peruanas en el siglo XVIII. Y en el caso de Pedro Bravo de Lagunas y Castillo, un oidor de Lima que vivió en la primera mitad del siglo XVIII, encontramos la creación intencional de una colección que incluía tanto pinturas europeas como antigüedades peruanas.31

El primer museo nacional abrió en Perú en 1822, pero ya en 1793 un artículo aparecido en el periódico protonacionalista Mercurio peruano de Lima, que la Sociedad de Amantes del País publicaba, mencionó al pasar el deseo que esta tenía de crear un museo de historia natural en su ciudad.32 Las colecciones ornitológicas, zoológicas y mineralógicas que José Rossi y Rubí —un prominente miembro de la Sociedad y colaborador regular del Mercurio,Sudamérica para usarlos como modelos. Teresa Gisbert, “Textual Sources for the Study of Art and Architecture”, Guide to Documentary Sources for Andean Studies, 1530–1900, ed. Joanne Pillsbury (Norman: University of Oklahoma Press, con el Center for Advanced Study in the Visual Arts, National Gallery of Art, 2008), 1: 353–377.

29.Catherine Julien, “History and Art in Translation: The Paños and Other Objects Collected by Francisco de Toledo”, Colonial Latin American Review 8, no. 1 (1999): 61–89.
30.Consúltese, por ejemplo, Susan E. Ramírez, “Rich Man, Poor Man, Beggar Man, or Chief: Material Wealth as a Basis of Power in Sixteenth-Century Peru”, en Susan Kellogg y Matthew Restall, en Dead Giveaways: Indigenous Testaments of Colonial Mesoamerica and the Andes, eds. Susan Kellogg y Matthew Restall (Salt Lake City: University of Utah Press, 1998), 215–248; y Carolyn Dean, Inka Bodies and the Body of Christ: Corpus Christi in Colonial Cuzco, Peru (Durham: Duke University Press, 1999).
31.Ravines, Los museos del Perú…, op. cit. 15; y Luis Eduardo Wuffarden, “Las escuelas pictóricas virreinales”, en Perú indígena y virreinal, ed. Rafael López Guzmán (Madrid: SEACEX Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, 2004): 80–87, 296–299. Como ya señalamos, consúltese Gänger, Relics of the Past…, op. cit. con respecto al tema del coleccionismo de antigüedades en la región andina durante el siglo XIX.
32.Nótese que José Ignacio Lequanda, el sobrino del obispo Martínez Compañón, también era miembro de la Sociedad y que remitió descripciones geográficas detalladas del norte peruano al Mercurio peruano durante su existencia. Varias de estas relaciones contienen descripciones de los recursos naturales y antigüedades descubiertas en el obispado de su tío, que corresponden en general con las colecciones e ilustraciones del obispo. Joseph Ignacio Lequanda, “Descripción geográfica de la ciudad y partido de Truxillo”, en Mercurio peruano, 16 de mayo–9 de junio de 1793, edición facsimilar (Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 1965), 8: 247–254; Lequanda, “Descripción geográfica del partido de Cajamarca”, Mercurio peruano, 13–30 de marzo de 1793, edición facsimilar (Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 1966), 9: 333–338; y Lequanda, “Descripción geográfica del partido de Piura”, Mercurio peruano, 11 de julio–4 de agosto de 1793, edición facsimilar, 8: 263–270. Consúltese también del Pino-Díaz, El Quadro de historia del Perú (1799).

que escribía bajo el seudónimo de Hesperiophylo— había recogido en diversas regiones del Perú servirían como base para dicho museo.[29] Ello no obstante, las descripciones históricas de colecciones de historia natural creadas en y para el Perú en la temprana Edad Moderna siguen siendo relativamente pocas.

La mayor parte de nuestra información sobre los centros de recolección se refiere, más bien, a relaciones de europeos que reunían especímenes naturales y curiosidades culturales en los Andes, para enviarlos de vuelta a través del Atlántico. Carlos V y Felipe II de España fueron grandes coleccionistas y sabemos que ya en 1572, este último había recibido una colección de pinturas y curiosidades reunidas por el virrey Toledo en el Perú. Como indicamos líneas arriba, el virrey también coleccionaba para sí mismo artículos especiales de naturaleza europea pero que habían sido hechos en el Perú, como objetos de plata para el culto religioso cristiano y ropa de cama fina. Los artículos enviados a Felipe II fueron de tipos y manufactura andinos, e incluían túnicas usualmente usadas por los varones del Ande (uncus) y ornamentos textiles para la cabeza que indicaban un alto estatus (borlas). También se le enviaron al rey otros artículos más exóticos, como las piedras medicinales bezoares, “idolillos” y otras curiosidades naturales y manufacturadas.[30]

Las colecciones de historia natural enviadas a España han recibido más atención, debido en parte a que la corona consideraba que tenían gran importancia científica y económica, y también porque los hombres que las crearon fueron meticulosos al documentarlas. Los jesuitas españoles José de Acosta (1540–1600) y Bernabé Cobo (1580–1657) fueron los autores más prominentes que escribieron sobre la historia natural en el Perú de la temprana Edad Moderna, pero hasta donde sabemos no formaron colecciones de especímenes botánicos o zoológicos.[31] Naturalistas, exploradores y coleccionistas posteriores, como Louis Feuillée (1660–1732), Amédée François Frézier (1682–1773), Charles-Marie de La Condamine (1701–74), José Celestino Mutis (1732–1808), Alessandro Malaspina (1754–1810), Hipólito Ruiz (1754–1816) y José Antonio Pavón (1754–1840?),[32] han sido estudiados por Paz Cabello Carro, Daniela Bleichmar y otros autores más.[33] Estas figuras conforman la tradición intelectual a la cual recurrió Martínez Compañón y a la cual contribuyó. Podríamos razonablemente asumir que el obispo tuvo algún contacto con Ruiz y Pavón durante el examen que este hiciera en 1777–88 de las plantas de Perú y Bolivia, y sabemos con certeza que ya al menos en 1792 tenía una relación amistosa con el naturalista Mutis, quien dirigió la real expedición botánica al Virreinato de la Nueva Granada (Colombia) desde 1783 hasta su muerte, en 1808.[34] En conjunto, las colecciones y la enciclopedia visual de Trujillo del obispo se vieron profundamente influidas por una historia establecida del coleccionismo en el Perú, así como por las olas de nuevos métodos científicos que llegaron a Sudamérica desde Europa entre mediados y finales del siglo XVIII.

textual antes que en la recolección de especímenes y la observación científica. Para un examen elocuente de estas cuestiones, consúltese Anthony Grafton con April Shelford y Nancy Siraisi, New Worlds, Ancient Texts: The Power of Tradition and the Shock of Discovery (Cambridge, Massachusetts: Belknap Press of Harvard University Press, 1992).

EL TRUJILLO DEL PERÚ DE MARTÍNEZ COMPAÑÓN

E

Fig. 3. “Huaca sita en el cerro nombrado Tantalluc”, en Baltasar Jaime Martínez Compañón, Trujillo del Perú, vol. IX, fol.

l propio proyecto coleccionista y documental de Martínez Compañón comenzó como una tradicional visita eclesiástica del obispado, iniciada en 1781 con el envío de dos cuestionarios que inquirían acerca del estado de las iglesias regionales, así como de los recursos naturales, las industrias locales y las tradiciones culturales de la región.[35] El obispo tal vez inició su proyecto con el espíritu y la metodología de una visita tradicional, pero para mediados de la década de 1780 su trabajo se había transformado en algo mucho más extenso y bastante más visual que cualquier otra visita americana. La preparación de las 1400 ilustraciones habría sido algo jamás visto en el contexto de una visita tradicional, y en particular en el Perú, en donde a diferencia de México, eran muy pocas las que incluían imágenes de algún tipo, mapas inclusive.[36]

Uno de los aspectos más importantes del trabajo pastoral del obispo fue la reforma regional. Durante su mandato dio inicio a una serie de obras cívicas, entre ellas la construcción de nuevos caminos, iglesias y docenas de nuevas escuelas para los niños nativos. Muchas de estas reformas de la era ilustrada se quedaron en la etapa del plano, pero el impulso que alentaba detrás de estos detallados planes era el deseo de crear lo que Emily Berquist ha llamado una “utopía práctica”.[37] Haber empleado a artistas nativos o locales en su proyecto documental podría también ser entendido como parte del proyecto de reforma más amplio del obispo, y de su deseo de unir la economía política con la historia natural.

Es más, podría también considerarse la obra de Martínez Compañón de modo más amplio dentro del contexto de las reformas borbónicas del siglo XVIII, que buscaban volver a evaluar y fortalecer la administración hispanoamericana y la explotación económica de los recursos naturales. De particular interés para la corona Borbón era la planta de la cinchona o cascarilla, a la que podemos encontrar incluida en las muchas ilustraciones botánicas del

9. Real Biblioteca. Copyright © Patrimonio Nacional.

obispo y en el inventario de 1788 de los objetos enviados a Madrid.[38] La quinina extraída de la corteza de la cinchona se usaba para tratar la malaria y otras fiebres tropicales desde al menos el siglo XVII.[39] Las muestras de minerales y metales provenientes del norte peruano que el obispo también remitió a España, reflejan el interés que los Borbón tuvieron en el tardío siglo XVIII por identificar nuevas y potencialmente lucrativas minas en el continente americano.[40] Una ilustración de las minas de Hualgayoc, cerca de Cajamarca, se encuentra en el primer volumen de dibujos del obispo y también aparece en el segundo.[41] La repetición de esta ilustración subraya la importancia que dichas minas tenían, para el obispo y al mismo tiempo para la corona. Como ya hemos señalado en otro lugar, su interés por la minería y las técnicas de excavación cada vez más metódicas usadas para extraer el mineral, probablemente contribuyeron a que Martínez Compañón documentara la secuencia vertical de capas —como una naciente documentación arqueológica de la estratigrafía— en un lugar al cual llamó Tantalluc y que hoy se conoce como Tantarica.[42] Un dibujo de aguada con tinta y acuarela de este lugar muestra una vista y un corte transversal del cerro con un montículo artificial al costado, con letras que corresponden a la leyenda. El corte transversal (“la loma partida, o excabada”) indica un socavón de veintiún metros, con muros revestidos con desmonte, y distintas capas señaladas con colores y letras. La “Explicación” dice que el nivel inferior del cañón —el término minero con el que se indica un socavón— contenía “muchas piezas de diversa figura de oro, y algunas de cobre”. <Fig. 3>

Además de materiales científicos y económicos, Martínez Compañón reunió muchos objetos del antiguo pasado andino. En otro lugar sostuvimos que un impulso esencial para esta parte de su trabajo fue que sabía del interés que Carlos III tenía por las antigüedades.[43] Tal como Leonardo López Luján y sus colegas señalaran para México, el auspicio que el monarca había prestado a Herculano y a Pompeya ya antes en el siglo XVIII, era algo muy sabido en América para finales del decenio de 1760.[44] Martínez Compañón, quien fuera nombrado obispo por Carlos III, el “rey-arqueólogo”, y cuyo propio retrato le mostraba con las herramientas del oficio arqueológico, estaba claramente interesado en descubrir su propia antigüedad americana en la costa norte del Perú.[45] En el siglo XVIII, Madrid dio varias reales cédulas que ordenaban la recolección de especímenes de historia natural, pero un pedido redactado en 1777 por Antonio de Ulloa para el segundo Real Gabinete fue particularmente específico, solicitando que se exploraran ruinas y se recogieran objetos antiguos.[46]

La documentación de las ruinas y antigüedades prehispánicas del norte peruano que Martínez Compañón hizo preparar, tal vez se vio influida directamente por el trabajo de La Condamine y de los oficiales navales españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, cuya Relación histórica podemos encontrar en la biblioteca del obispo.[47] Ahora bien, si bien es cierto que la relación de Juan y Ulloa y la obra del obispo se ocupan de muchos de los mismos tipos de objetos, la primera en cambio no estaba tan interesada en el arte y los artefactos nativos como la segunda, además de lo cual también incluía muchas menos ilustraciones. Podríamos también comparar las ilustraciones de los artefactos andinos de Martínez Compañón con un grabado de la Relation du voyage de Frézier, la cual incluye una representación de tres vasijas de cerámica prehispánicas.[48] A diferencia de las ilustraciones del obispo, el retrato idealizado de una real familia inca se derivó del género popular de retratos de los Incas antes que de la observación y de colecciones.

En comparación con las representaciones arquitectónicas impresionistas y fantasiosas de autores anteriores, las ilustraciones de La Condamine de Ingapirca, en el actual Ecuador, fueron los primeros dibujos de restos arqueológicos andinos que incluyeron medidas y que son notables por su fidelidad con respecto a las estructuras construidas.[49] Al igual que las ilustraciones de Luis de Lorenzana, un gallego que era teniente de navío de la Armada y que viajó a Sudamérica décadas después de La Condamine, los dibujos revelan una formación cartográfica militar, así como la utilización de artefactos ópticos como la cámara oscura, que para finales del siglo XVIII tenía una nueva versión portátil. Lorenzana llegó al Perú luego de hacer carrera en

Fig. 4. Luis de Lorenzana (siglo XVII-XVIII), Estudio de un muro ciclópeo inca de Cuzco. Papel verjurado ahuesado; tinta y aguada gris. 481 x 681 mm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

Fig. 4. Luis de Lorenzana (siglo XVII-XVIII), Estudio de un muro ciclópeo inca de Cuzco. Papel verjurado ahuesado; tinta y aguada gris. 481 x 681 mm. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.

España, en donde fue un connotado teórico arquitectónico y un académico de la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid, preparación esta que se revela en el delicado sombreado y otros detalles más de su plano y la elevación de una parte de las murallas de Sacsayhuaman, el complejo del templo-fortaleza que se alza encima de la capital incaica del Cuzco. <Fig. 4>

Las ilustraciones de Martínez Compañón son particularmente llamativas para su época por la atención que prestan a los detalles, así como por su intento de entender —al menos en cierta medida— los restos de las estructuras y de los lugares construidos unos trescientos años antes. Los planos y las elevaciones de estructuras tales como la maciza Huaca del Sol, una de las estructuras de adobe más grandes del continente americano, y que fuera parcialmente destruida al desviarse el río Moche a fin de extraer el “tesoro” que contenía, revela la mano de un dibujante con formación técnica. Otras imágenes incluidas en los nueve volúmenes fueron preparadas por personas desconocidas con menor experiencia técnica. Pero el mismo dibujante preparó un plano de uno de los palacios del centro chimú de Chan Chan (vol. IX, fol. 5), plano este que seguiría siendo el más preciso hasta la década de 1970. El plano mismo de la ciudad de Chan Chan (vol. IX, fol. 9) muestra un claro deseo de descubrir patrones, como la identificación de los principales tipos arquitectónicos de la ciudad. Jamás antes se había intentado documentar un centro de este tamaño, y tampoco se volvería a intentar por otro siglo más. <Fig. 5>

ENTRE LA CIENCIA, LA FE Y EL CONOCIMIENTO INDÍGENA

La extraordinaria visualidad del trabajo documental de Martínez Compañón es con toda seguridad un reflejo de su compromiso con los intereses más amplios de la era ilustrada. El notable ámbito de su proyecto refleja los expansivos intereses científicos y culturales de su tiempo, así como los de predecesores suyos como Cassiano dal Pozzo. La cobertura y lo exhaustivo de sus nueve volúmenes indican no solo las ganas de reformar un mundo, sino también de encapsularlo.[50] Es posible que para la disposición enciclopédica —y a menudo alfabética— de sus múltiples volúmenes de ilustraciones, nuestro obispo haya tomado como modelo a la Encyclopédie francesa de Denis Diderot y Jean Le Rond d’Alembert, cuyos múltiples volúmenes de texto y láminas circularon ampliamente luego de su publicación entre 1754 y 1772.[51] Las preocupaciones y convenciones compartidas son más evidentes en las representaciones de historia natural —y de botánica en particular—, así como en las imágenes de la industria y tecnología de ambas obras.[52]

Y sin embargo, a pesar de su identificación como un producto de la tradición erudita ilustrada, la obra de Martínez Compañón también muestra algunas huellas de otros intereses en su gusto por lo prodigioso, lo monstruoso y lo milagroso, lo que crea una tensión intelectual en los volúmenes de ilustraciones. Los dibujos de historia natural en su mayoría son bastante convencionales y los especímenes fueron presentados siguiendo unas estrictas fórmulas visuales. Sin embargo, lo fantástico ocasionalmente se mezclaba

Fig. 5. Plano y elevación de la Huaca del Sol, Trujillo, Perú, en Baltasar Jaime Martínez Compañón, Trujillo del Perú, vol. IX, fol. 7. Real Biblioteca. Copyright © Patrimonio Nacional.

con lo racional, puesto que las huellas de lo preternatural sobreviven dentro de la colección de ilustraciones naturalistas del obispo. Por ejemplo, entre los dibujos de reptiles y serpientes del sexto volumen encontramos una representación fantástica de una serpiente bicéfala llamada omeco-machacuai (lo que en quechua significa “mono aullador serpiente”), enrollada alrededor de un árbol espinoso de catahua (Hura crepitans) mientras consume a un mono y un venado.[53] Una serpiente bicéfala llamada Machacuay o Amaru era reverenciada como una entidad peligrosa y se la veía en una constelación de nube oscura del Perú prehispánico.[54] Las evidencias etnográficas sugieren que la planta es a veces mezclada con la alucinógena ayahuasca y consumida, para ganar así un acceso especial al conocimiento chamánico.[55] Los usos etnobotánicos y etnofarmacéuticos de la catahua son muchos; su resina es un veneno poderoso, lo suficientemente fuerte como para dar muerte a una anaconda.60 En su inventario de 1788 de los especímenes botánicos remitidos a España, Martínez Compañón anotó que la savia de la planta de catahua la usaban los peruanos para facilitar la extracción de los dientes cariados.61 Podemos entender el peligroso poder de este agresivo árbol cubierto de exageradas espinas, como análogo a la feroz serpiente que come a un mono y un venado. Su imagen cae a considerable distancia de las presentaciones más académicas de la flora y la fauna que vemos en otras partes del volumen, así como en otras obras naturalistas del tardío siglo XVIII. Las maravillas de la naturaleza y las criaturas monstruosas son relativamente comunes en las colecciones, catálogos de curiosidades y volantes ilustrados de la tardía Edad Media y el Renacimiento. Por ejemplo, un gato con dos cuerpos, proveniente de la colección de Ulisse Aldrovandi, fue ilustrado en el catálogo que Lorenzo Legati publicara en 1677 del Museo Cospiano.62 Pero para el tardío siglo XVIII, estas curiosidades populares habían en general desaparecido de las páginas de los catálogos y tratados de historia natural.

Dentro de las ilustraciones de árboles frutales de su cuarto volumen, el obispo incluyó dibujos de una “Figura de un crucifixo naturalmente formada” y “Cruzes naturalmente formadas”, como si fueran especímenes botánicos iguales a los que les precedieron y a los que les seguían.63 En los siglos XVI y XVII, las plantas que imitaban las formas humanas fueron retratadas a menudo en los libros de historia natural y expuestas en los gabinetes de curiosidades. Las formas humanas vistas en las raíces de la mandrágora fueron objeto de particular atención, y en ocasiones estas plantas fueron ilustradas en los herbarios renacentistas de modo plenamente antropomorfo.64 El catálogo que Legati hiciera del Museo Cospiano también ilustra una raíz que se parece

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Evans Schultes y Siri Von Reis (Portland: Dioscorides Press, 1995), 353.

60.James A. Duke, con contribuciones de Mary Jo Bogenschutz-Godwin y Andrea R. Ottesen, Duke’s Handbook of Medicinal Plants of Latin America (Boca Ratón: CRC, Taylor & Francis, 2008), 360–362.
61.Martínez Compañón, Razón de las especies…, op. cit. 55, caja 12, no. 16. El árbol de catahua está ilustrado en otra parte de las ilustraciones botánicas del obispo sin el omeco-machacuai. Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. III, estampa 10.
62.Lorenzo Legati, Mvseo Cospiano annesso a quello del famoso Vlisse Aldrovandi e donato alla sua patria dall’illustrissimo Signor Ferdinando Cospi (Bolonia: G. Monti, 1677), lib. 1, cap. 7, no. 9, 28.
63.“Figura de un crucifixo naturalmente formada” y “Cruzes naturalmente formadas”. Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. IV, fols. 92, 93.
64.Joy Kenseth, Ann Trautman, Walter Karcheski, Hilliard Goldfarb, Liz Guenther y Katherine Hart, “Nature’s Wonders and Wonders of New Worlds”, en The Age of the Marvelous, ed. Joy Kenseth (Hanover: Hood Museum of Art, Dartmouth College, 1991), 358–360, cat. nos. 136, 137; y William Royall Newman, Promethean Ambitions: Alchemy and the Quest to Perfect Nature (Chicago: University of Chicago Press, 2004).

aproximadamente a una figura humana y una piedra marcada con la cruz.[56] Pero para el tardío siglo XVIII estos objetos, así como otras maravillas, rara vez aparecían en los volúmenes académicos.[57] Hay, sin embargo, una diferencia importante entre estos ejemplos italianos y peruanos de íconos religiosos formados naturalmente. A diferencia de las ilustraciones del Museo Cospiano, el crucifijo y las cruces naturales de Martínez Compañón aparecen sembradas o como parte del paisaje. Y sin embargo, la siembra del crucifijo es en el mejor de los casos precaria, y uno rápidamente advierte que no tiene hojas ni da frutos. No se trata entonces de un árbol y el crucifijo parece más bien ser una rama, arrancada, secada y tal vez preservada.[58] Pero en la Ilustración, el gesto de haberla sembrado era importante a pesar de todo, y el crucifijo está representado como si estuviera brotando del suelo peruano.

Los íconos formados naturalmente del obispo apuntan a una tradición anterior del coleccionismo de curiosidades, pero su inclusión en este volumen botánico podría asimismo estar haciendo referencia a su deseo pastoral de presentar evidencias de la mano activa de Dios en el continente americano. Tales imágenes podrían parecer fuera de lugar en otras obras naturalistas del siglo XVIII, pero su presencia es importante dentro del proyecto de Martínez Compañón, que combinaba objetivos tanto científicos como eclesiásticos. El obispo probablemente estaba familiarizado con la ilustración grabada de otro crucifijo natural americano, descubierto en un árbol de canela en el valle de Limache de Chile, y al cual Alonso de Ovalle (1601–51) incluyó en su Histórica relación del reyno de Chile, publicada en Roma en 1649.[59] Ovalle explica así la aparición de dicho crucifijo natural: “…y quedó admirado, y confolado de ver vn tan grande, y nueuo argumento de nueftra fee, que como comiença en aquel nueuo mundo a hechar fus raizes quiere el autor dela naturaleza, que las delos mefmos arboles broten y den teftimonios de ella”.[60] Es razonable pensar que el obispo peruano tal vez incluyó sus propias imágenes de íconos religiosos naturales brotando en tierras peruanas para así probar la piedad de su obispado, en donde los íconos cristianos crecían como palmas y cedros. Podemos ver que este argumento subyace a toda su producción académica. Al colocar

Fig. 6. Dibujo de una momia peruana envuelta con un camélido al lado, en Baltasar Jaime Martínez Compañón, Trujillo del Perú, vol. IX, fol. 19.

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este crucifijo y cruces formados naturalmente aquí, al final de la serie de árboles productores de leña (y no al final de sus volúmenes eclesiástico o etnográfico), Martínez Compañón naturalizó la presencia de lo milagroso como si quisiera reafirmar la teología agustina, que veía todas las formas de la naturaleza como parte del milagro de Dios, y extenderla a este obispado sudamericano.[61] La mano pastoral también es evidente en las ilustraciones de las tumbas de “gentiles” incluidas en su proyecto. La podemos ver en los cuerpos empáticos, que aparentan vida y al parecer incorruptibles de los indígenas muertos (vol. IX, fols. 12–20), quienes se ven como si hubiesen sido puestos a descansar hacía apenas unos cuantos minutos, y que incluso contienen la imagen de una momia envuelta, cuyos perfectos dedos del pie sobresalen debajo del sudario.[62] <Fig. 6>

El conocimiento criollo e indígena son evidentes en otras partes de la colección de ilustraciones de Martínez Compañón, a veces lado a lado con la ciencia imperial y la teología católica. Como ya vimos, la nomenclatura de las plantas y animales no sigue el sistema linneano y a menudo recurre más bien a la lengua y el conocimiento indígenas.[63] Por ejemplo, la ilustración de una liana está etiquetada con su nombre quechua ampihuasca,73 pero es solo en la descripción de una muestra botánica del inventario de 1788 que encontramos la traducción española de su nombre como “bejuco del veneno”, que los cazadores usaban para envenenar sus flechas.74 Como Susan Scott Parrish señala, en la historia natural de la América colonial, el nativo americano encarnaba un papel doble y peligroso: era al mismo tiempo el poseedor de conocimiento y el objeto del escrutinio científico.75 Semejante duplicación del conocimiento de/por parte de los nativos americanos, queda evidenciada en la obra de Martínez Compañón en dos parejas de imágenes que figuran en el volumen de los peces y en el etnográfico.76 En ambos casos vemos una pareja casi idéntica de imágenes de indios pescando, pero la del volumen etnográfico parecería haber sido copiada por otro artista después de la del volumen sobre la vida marina. En este último, las imágenes figuran en el índice como “Red de pescar” y “Otra red diferente”, pero en su contraparte etnográfica estas dos mismas imágenes están etiquetadas ambas como “Yndios pescando con chinchorro” (subrayado nuestro). El objeto de la ilustración se desplaza así de la tecnología de la pesca (tal como la conocían y practicaban los indios peruanos) a los pescadores indígenas mismos. La duplicación del conocimiento por/de los indios se convierte en el centro de atención mediante la repetición de imágenes en esta divisoria clasificatoria. Si la pareja de imágenes de pesca efectivamente fue dibujada primero para el volumen sobre los peces (y solo posteriormente incluida para representar indios pescando), entonces puede entenderse que la agencia de los indios como guardianes del conocimiento y como colaboradores en el proyecto documental del obispo, antecedió a su examen como objetos etnográficos. Imágenes como esta revelan que los colaboradores indígenas fueron algo más que informantes, o incluso ilustradores, y que tuvieron un papel fundamental

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Press, 2004), 136.

73.Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. III, estampa 153.
74.Martínez Compañón, “Ampihuasca, en castellano Bejuco del Veneno, de este le hacen los Yndios para cazar”, en Razón de las especies…, caja 12, no. 84. Ampihuasca (Chondrodendron tomentosum) es uno de los ingredientes primarios del curare; los pueblos de las tierras bajas sudamericanas lo usaban como veneno (relajante muscular) y lo aplicaban a la punta de las flechas de caza y las lanzas. Duke, Duke’s Handbook…, op. cit. 205–206; y Norman G. Bisset, “Arrow Poisons and Their Role in the Development of Medicinal Agents”, en Ethnobotany, eds. Schultes y Von Reis, 289–302.
75.Susan Scott Parrish, American Curiosity: Cultures of Natural History in the Colonial British Atlantic World (Chapel Hill: University of North Carolina Press for Omohundro Institute of Early American History and Culture, 2006), especialmente el cap. 6, “Indian Sagacity”, 215–248.
76.Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. VIII, fols. 176, 177; II, fols. 125, 126. Al menos otra pareja de estas imágenes fue hecha y se encuentra en la colección del Banco Continental en Lima. Macera, Trujillo del Perú…, op. cit. cat. nos. 170, 171 (fols. 131, 132). Si bien es cierto que algunos otros dibujos de la colección del Continental parecerían ser estudios para los dibujos de Madrid, no queda clara la relación entre este par de dibujos de indios pescando y los de los volúmenes de Madrid.

en la presentación gráfica que Martínez Compañón hiciera de su diócesis peruana. Aún no comprendemos bien la huella del conocimiento indígena en la obra arqueológica del obispo y las imágenes que produjo, pero es algo que merece mayor investigación.

Es cierto que el impulso para la creación de la colección física y visual de Martínez Compañón, fue el pedido que Carlos III hiciera de colecciones provenientes de todos los virreinatos del Nuevo Mundo, pero el Trujillo del Perú del obispo tienen algo cualitativamente distinto en el profundo énfasis que presta a la producción visual. Los nueve volúmenes de acuarelas no solo son diferentes de la obra de sus predecesores en el Perú, sino también de la de sus contemporáneos en México, esto es, de personas que estaban respondiendo a una serie de impulsos similares provenientes de España y de América.[64] El vasto alcance y la naturaleza intensamente visual de la obra de Martínez Compañón probablemente surgió a partir de su agudo interés personal por la erudición ilustrada y el conocimiento que tenía de ella. Ello no obstante, a pesar de sus muchas deudas con los libros y las ilustraciones europeas, el museo ilustrado de Martínez Compañón también luce las importantes contribuciones y preocupaciones de sus colaboradores locales peruanos, criollos e indígenas. Enviados a España en 1803, estos volúmenes desaparecieron en la real biblioteca hasta que fueron redescubiertos en el tardío siglo XIX. Publicados ahora en su totalidad, la colección gráfica de Martínez Compañón de Madrid queda como una extraordinaria fuente de información visual sobre el Perú de finales del siglo XVIII, así como sobre el naciente interés por la antigüedad que posteriormente quedaría codificado como la disciplina de la arqueología. Debemos, sin embargo, abordar esta obra tardocolonial con una mirada crítica, así como una apreciación de las motivaciones particulares y las diversas tradiciones intelectuales que informaron su producción.

AGRADECIMIENTOS:

Las autoras quisieran agradecer a Jorge Maier Allende y Leonardo López Luján por haberlas invitado a participar en este volumen, y por sus buenas sugerencias a la presente contribución. Agradecemos a Fernando Quiles su pericia editorial y a Javier Flores Espinoza su elegante traducción de nuestro texto originalmente escrito en inglés.[65] Vaya un agradecimiento adicional a Daniela Bleichmar, Paz Cabello Carro, Thomas B. F. Cummins, Emily Gulick

Jacobs, David Guss, Edward S. Harwood, John Hanson, Megan O’Neil, Daniel Restrepo, Jennifer L. Roberts y Sasha Wachtel por las valiosas conversaciones y la asistencia recibida al preparar este ensayo. Todos los errores que aún permanezcan siguen siendo nuestros.

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  1. . Sobre la vida y obra de Martínez Compañón consúltese José Manuel Pérez Ayala, Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda: prelado español de Colombia y Perú (Bogotá: Imprenta Nacional, 1955); Daniel Restrepo Manrique, Sociedad y religión en Trujillo (Perú), 1780–1790: la iglesia de Trujillo (Perú) bajo el episcopado de Baltasar Jaime Martínez Compañón, 1780–1790, 2 vols. (Vitoria-Gasteiz: Eusko Jaurlaritzaren Argitalpen Zerbitzu Nagusia, Servicio Central de Publicaciones, Gobierno Vasco, 1992); y Restrepo, “Acción de Martínez Compañón en Perú y Nueva Granada”, en Los Vascos y América: ideas, hechos, hombres, ed. Ignacio Arana Pérez (Madrid: Espasa-Calpe, 1990), 333–341. Consúltese también Manuel Ballesteros Gaibrois: “Estudio de la obra de Martínez Compañón enviada al rey de España”, en Trujillo del Perú (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1994), app. 3, 13–48; “Un manuscrito colonial del siglo XVIII: su interés etnográfico”, Journal de la Société des Américanistes (París) n.s. 27 (1935): 145–174; y “El obispo Martínez Compañón: El último ilustrado en América”, en Arqueología, antropología e historia en los Andes: homenaje a María Rostworowski, eds. Rafael Varón Gabai y Javier Flores Espinoza (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, Banco Central de Reserva del Perú, 1997), 133–150. Consúltese también José Navarro Pascual, ed., Vida y obra del Obispo Martínez Compañón (Piura: Universidad de Piura, Facultad de Ciencias y Humanidades, 1991); Emily Berquist, The Bishop’s Utopia: Envisioning Improvement in Colonial Peru (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2014); Lisa Trever, “The Uncanny Tombs in Martínez Compañón’s Trujillo del Perú”, en Past Presented; Archaeological Illustration in the Americas, ed. Joanne Pillsbury (Washington, D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 2012), 106-140; y Joanne Pillsbury y Lisa Trever, “El rey, el obispo y la creación de una antigüedad americana”, Historia y cultura [Lima] no. 30 (2019): 51-100.
  2. . En el Archivo General de Indias en Sevilla, España, hay inventarios detallados de estos dos envíos, los que han sido publicados. El de 1788, de veinticuatro cajas de objetos botánicos, zoológicos, mineralógicos, arqueológicos y etnográficos (Audiencia de Lima 798) está reproducido en Baltasar Jaime Martínez Compañón y Bujanda, Razón de las especies de la naturaleza y del arte del obispado de Trujillo del Perú: del D. Baltasar Martínez Compañón, 1788–1789, transcrito y ed. por Inge Schjellerup (Trujillo: Museo de Arqueología, Universidad Nacional de Trujillo, 1991). El inventario del envío de 1790, de seis cajas de cerámica (Indiferente general, 1.545) fue publicado en Pérez Ayala, Baltasar Jaime Martínez Compañón…, op. cit. app. 42, 6ª pte., 406–411; y en Paz Cabello, Coleccionismo americano indígena en la España del siglo XVIII (Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica, 1989), 169–177.
  3. . Cabello, Coleccionismo americano…, op. cit.; “Las colecciones peruanas en España y los inicios de la arqueología andina en el siglo XVIII”, en Los incas y el antiguo Perú: 3000 años de historia (Madrid: Sociedad Estatal Quinto Centenario, Lunwerg Editores, 1991), 466–485; Política investigadora de la época de Carlos III en el área maya: descubrimiento de Palenque y primeras excavaciones de carácter científico; según documentación de Calderón, Bernasconi, Del Río y otros (Madrid: Ediciones de la Torre, 1992); “Mestizaje y ritos funerarios en Trujillo, Perú: según las antiguas colecciones reales españolas”, en Iberoamérica mestiza: encuentro de pueblos y culturas (Madrid: Fundación Santillana y Sociedad Estatal Acción Cultural Exterior, 2003), 85–102; y “Pervivencias funerarias prehispánicas en época colonial en Trujillo del Perú: nueva interpretación de los dibujos arqueológicos de Martínez Compañón”, Anales del Museo de América, no. 11 (2003): 9–56. Recientemente se ha publicado: Ana Zabía de la Mata, “La grandiosa remesa de 1789 del Obispo Martínez Compañón desde Perú: Arte, Botánica, Zoología, Medicina, Nutrición y mucho más”, Tornaviaje. Tránsito artístico entre los virreinatos americanos y la metrópolis, eds. F. Quiles, P. F. Amador y M. Fernández (Santiago/Sevilla: Andavira/E.R.A., 2020), 187-207; Mª. de los Ángeles Fernández Valle, “Y habiendo dado cuenta al rey de esta preciosa remesa… El envío de obras artísticas de Lima a Madrid por Baltasar Jaime Martínez Compañón”, Tornaviaje…, op. cit., 209-239.
  4. . Berquist, The Bishop’s Utopia…, op. cit.; Pérez Ayala, Baltasar Jaime Martínez Compañón…, op. cit.; y Restrepo, Sociedad y religión…, op. cit.
  5. . La colección de imágenes de Martínez Compañón se encuentra estrechamente relacionada —en su aspecto y motivaciones— con la obra de su sobrino José Ignacio Lequanda y la pintura que encargó. Consúltese Fermín del Pino-Díaz, ed., El Quadro de historia del Perú (1799), un texto ilustrado del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid) (Lima: Universidad Nacional Agraria La Molina, 2014).
  6. . Los nueve volúmenes de acuarelas datan de 1781–1789 y están catalogados como MS 343 en la Biblioteca del Palacio Real, Madrid. Una edición facsimilar fue publicada en Madrid en 1978–1994 (Martínez Compañón, Trujillo del Perú). Una edición facsimilar parcial fue publicada en 1936 por Jesús Domínguez Bordona. Martínez Compañón, Trujillo del Perú a fines del siglo XVIII. Una copia del vol. I, hecha en el siglo XVIII, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá (MS 216) y fue reproducida como el ap. 1 de la edición facsimilar de Madrid. Otras acuarelas creadas como parte del proyecto del obispo han aparecido desde la edición del facsímil de Madrid. Ciento veinte acuarelas, correspondientes a partes del vol. II (costumbres nativas), vol. VII (ilustraciones de aves, un murciélago y un insecto volador) y vol. IX (una imagen de un textil arqueológico), que fueron tal vez estudios para la versión final de Madrid, se encuentran actualmente en la colección del Banco Continental en Lima, Perú. Un volumen dedicado a estas ilustraciones apareció en 1997: Pablo Macera, ed., Trujillo del Perú: Baltazar Jaime Martínez Compañón; Acuarelas; siglo XVIII, (Lima: Fundación del Banco Continental, 1997). En ese volumen, Macera (42–43) reporta que en una colección en Cajatambo también hay cinco ilustraciones de aves y dos de la industria rural, provenientes del proyecto del obispo. En 2017, otras 136 acuarelas adicionales, referidas como el Códex de Trujillo del Perú, salieron en subasta en España, https://news.artnet.com/market/codex-trujillo-peru-vs-spain-997250.
  7. . Manuel Ballesteros Gaibrois, “Estudio de la obra de Martínez Compañón”; y Daniel Restrepo Manrique, “Las fuentes: Notas preliminares”, en Trujillo del Perú (Madrid: Ediciones Cultura Hispánica, 1993), ap. 2, 31–39.
  8. . El contenido del sexto volumen, según su índice, es “Animales quadrupedos Reptiles, y Sabandijas”. Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. VI, fol. 105.
  9. . Sobre los dibujos de los entierros, en particular, consúltese Trever, “The Uncanny Tombs…”, op. cit.
  10. . Ballesteros Gaibrois, “Estudio de la obra de Martínez Compañón…”, op. cit. 21–22.
  11. . “También he procurado acoger quantas producciones de naturaleza, o curiosidades del Arte de la gentilidad, he podido, con el designio de formar aunque no sea más que con Disposición de Múseo, que tal vez sea el primero, que haya formado ninguno de los Obispos de las Americas, y acaso ni los de esa Provincia…se pueda formar una Historia completa de esta Diócesis intitulandola así: “Múseo Histórico, Fícico, Político y Moral del Obpdo. de Truxillo de Peru”. Carta de Martínez Compañón al virrey Croix, julio de 1785, citada en Manuel Ballesteros Gaibrois, “El obispo Martínez Compañón”, 139.
  12. . Rogger Ravines, Los museos del Perú: breve historia y guía (Lima: Dirección General de Museos, Instituto Nacional de Cultura, 1989), 15. José Alcina Franch indica que el museo de antigüedades más temprano de América fue la institución efímera establecida por el virrey Bucareli (1771–1779) en Ciudad de México. Arqueólogos o anticuarios: historia antigua de la arqueología en la América española (Barcelona: Ediciones del Serbal, 1995), 24.
  13. . Ballesteros Gaibrois, “Estudio de la obra de Martínez Compañón…”, op. cit. 25.
  14. . David Freedberg, The Eye of the Lynx: Galileo, His Friends, and the Beginnings of Modern Natural History (Chicago: University of Chicago Press, 2002). Consúltese también Daniela Bleichmar, El imperio visible: Expediciones botánicas y cultura visual en la Ilustración hispánica (México: Fondo de Cultura Económica, 2019).
  15. . Freedberg, The Eye of the Lynx…, op. cit.
  16. . Lorenzo Boturini Benaduci, Idea de una nueva historia general de la América Septentrional, 1746, edición facsimilar (Ciudad de México: INAH Instituto Nacional de Antropología e Historia, CONACULTA Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1999).
  17. . Martínez Compañón tuvo especial interés por los itinerarios de los autores religiosos. Consúltese Miguel Arturo Seminario Ojeda, “Itinerario de la visita pastoral del obispo Martínez Compañón, 1782– 1785”, Revista del Archivo General de la Nación (Lima) no. 15 (1997): 211–220.
  18. . Stefanie Gänger, Relics of the Past: The Collecting and Study of Pre-Columbian Antiquities in Peru and Chile, 1837-1911 (Oxford: Oxford University Press, 2014).
  19. . Richard Schaedel, “Martínez de Compañón, Founder of Peruvian Archaeology”, American Antiquity 15, no. 2 (1949): 161-163.
  20. . Sobre el tema del coleccionismo y los orígenes de la arqueología consúltese, entre otros estudios recientes, Philip L. Kohl, Irina Podgorny y Stefanie Gänger, Nature and Antiquities: The Making of Archaeology in the Americas (Tucson: The University of Arizona Press, 2014); y Alain Schnapp, Lothar von Falkenhausen, Peter N. Miller y Tim Murray, World Antiquarianism: Comparative Perspectives (Los Angeles: The Getty Research Institute, 2013).
  21. . John H. Rowe, “What Kind of Settlement Was Inca Cuzco?”, Ñawpa Pacha, no. 5 (1967): 59–76.
  22. . Martín de Murúa, Códice Murúa: Historia y genealogía de los reyes incas del Perú del padre mercedario Fray Martín de Murúa, ca. 1590, edición facsimilar y transcripción de Juan Ossio (Madrid: Testimonio, 2004), lib. 3, cap. 45, fol. 97r. Para la práctica de las “huacas rehenes” en épocas más tempranas consúltese Michael E. Moseley, “Structure and History in the Dynastic Lore of Chimor”, en The Northern Dynasties: Kingship and Statecraft in Chimor: A Symposium at Dumbarton Oaks, 12th and 13th October 1985, eds. Michael E. Moseley y Alana Cordy-Collins (Washington, D. C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 1990), 1–41.
  23. . Brian S. Bauer, Ancient Cuzco: Heartland of the Inca (Austin: University of Texas Press, 2004), en especial “The Mummies of the Royal Inca”, 159–184.
  24. . Joanne Pillsbury, Timothy F. Potts y Kim N. Richter, eds., Golden Kingdoms: Luxury Arts in the Ancient Americas (Los Angeles: The John Paul Getty Museum, 2017).
  25. . Bauer, Ancient Cuzco…, op. cit. 183.
  26. . La relación de la búsqueda de las momias y efigies reales de los Incas del propio Polo Ondegardo se ha perdido, pero su trabajo y las momias que halló están descritos en Bernabé Cobo, History of the Inca Empire: An Account of the Indians’ Customs and Their Origin, Together With a Treatise on Inca Legends, History, and Social Institutions by Father Bernabé Cobo, 1653, trad. y ed. de Roland Hamilton (Austin: University of Texas Press, 1979); y en Pedro Sarmiento de Gamboa, The History of the Incas, 1572, trad. y ed. de Brian S. Bauer y Vania Smith (Austin: University of Texas Press, 2007). Para un examen completo de estas fuentes que se ocupan de las momias de los Incas consúltese Bauer, Ancient Cuzco…, op. cit. 159–184.
  27. . Sobre la destrucción de los templos y los “ydolos” andinos consúltese, por ejemplo, Cristóbal de Albornoz, “Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus camayos y haziendas”, 1581–1585, en Fábulas y mitos de los Incas, eds. Henrique Urbano y Pierre Duviols (Madrid: Historia 16, 1989), 135–198; y Pablo José Arriaga, The Extirpation of Idolatry in Peru, 1621, trad. y ed. de L. Clark Keating (Lexington: University Press of Kentucky, 1968).
  28. . Debemos señalar que la práctica del coleccionismo también operaba en sentido contrario, puesto que los europeos llevaron a los Andes artículos fabricados en el Viejo Mundo. Por ejemplo, artistas como Mateo Pérez de Alesio llevaron consigo grabados de Alberto Durero y otros Viejos Maestros a
  29. . Hesperiophylo [José Rossi y Rubí], “Descripción de un ternero bicípite seguida de algunas reflexiones sobre los monstruos”, Mercurio peruano, 18 de marzo de 1792, 126, edición facsimilar, 4 (Lima: Biblioteca Nacional del Perú, 1964). Consúltese también Rosa Zeta Quinde, El pensamiento ilustrado en el Mercurio peruano, 1791–1794 (Piura, Perú: Universidad de Piura, 2000), 55, 179. El discurso en torno a la historia natural tuvo un papel importante en la construcción de las identidades políticas criollas en la Hispanoamérica de la colonia tardía. Consúltese Jorge Cañizares-Esguerra, How to Write the History of the New World: Histories, Epistemologies, and Identities in the Eighteenth-Century Atlantic World (Stanford: Stanford University Press, 2001); Charles Walker, “Voces discordantes: discursos alternativos sobre el indio a fines de la colonia”, en Entre la retórica y la insurgencia: las ideas y los movimientos sociales en los Andes, siglo XVIII, ed. Walker (Cuzco: Centro de Estudios Regionales Andinos “Bartolomé de Las Casas”, 1996), 91–95; y Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios…, op. cit. 58–62.
  30. . Julien, “History and Art in Translation…”, op. cit.
  31. . Acosta escribió su Historia natural y moral de las Indias en 1590; la Historia del Nuevo Mundo de Cobo fue completada hacia 1653, pero no fue publicada sino hasta finales del siglo XIX. No obstante sus notables logros, estas obras seguían formando parte de un mundo intelectual basado en la verificación
  32. . Louis Feuillée, Journal des observations physiques, mathématiques et botaniques, faites par l’ordre du roy sur les côtes orientales de l’Amérique méridionale, & dans les Indes occidentales, depuis l’année 1707, jusques en 1712, 3 vols. en 2 (París: Pierre Giffart; Jean Mariette, 1714–1725); Amédée François Frézier, Relation du voyage de la Mer du Sud aux côtes du Chily et du Pérou: fait pendant les années 1712, 1713 & 1714 (París: Chez Jean-Geoffroy Nyon, Étienne Ganeau, Jacques Quillau, 1716); y Charles-Marie de La Condamine, Relation abrégée d’un voyage fait dans l’intérieur de l’Amérique méridionale (París: Chez la Veuve Pissot, 1745). Sobre Ruiz, Pavón y Dombey, consúltese Hipólito Ruiz, The Journals of Hipólito Ruiz, Spanish Botanist in Peru and Chile, 1777–1788, trad. por Richard Evans Schultes y María José Nemry von Thenen de Jaramillo-Arango, transcrito a partir de los manuscritos originales por Jaime Jaramillo-Arango (Portland: Timber Press, 1998); y Ernst-Théodore Hamy, ed., Joseph Dombey: médecin, naturaliste, archéologue, explorateur du Pérou, du Chili et du Brésil (1778–1785); Sa vie, son oeuvre, sa correspondance; Avec un choix de pièces relatives à sa mission (París: Guilmoto, 1905). Sobre Malaspina, consúltese Alessandro Malaspina, La expedición Malaspina, 1789–1794, estudio de Ricardo Cerezo Martínez, transcripción de Carmen Sanz Álvarez, 2 vols. (Madrid: Ministerio de Defensa, Museo Naval; Barcelona: Lunwerg, 1990); y The Malaspina Expedition, 1789–1794: Journal of the Voyage by Alejandro Malaspina, ed. Andrew David et al., 3ª ser. 8, 3 vols. (Londres: Hakluyt Society y Museo Naval de Madrid, 2001–2004). Martínez Compañón también estaba interesado en Nicolás Monardes (1493–1588), un médico y botánico español que estudió las plantas medicinales del Nuevo Mundo. Seminario Ojeda, “Itinerario de la visita pastoral…”, op. cit.
  33. . Consúltese Daniela Bleichmar, “Atlantic Competitions: Botanical Trajectories in the Eighteenth-Century Spanish Empire”, en Science and Empire in the Atlantic World, eds. James Delbourgo y Nicholas Dew (London: Routledge, 2007), 225–252; “Painting as Exploration: Visualizing Nature in Eighteenth-Century Colonial Science”, Colonial Latin American Review 15, no. 1 (2006): 81–104; Visual Voyages: Images of Latin American Nature from Columbus to Darwin (New Haven, Yale University Press, 2017); El imperio visible…, op. cit.
  34. . Pérez Ayala, Baltasar Jaime Martínez Compañón…, op. cit. 83–86.
  35. . Con respecto a estos dos cuestionarios consúltese Daniel Restrepo Manrique, “La visita pastoral de d. Baltasar Jaime Martínez Compañón a la diócesis de Trujillo (1780–1785)”, en Vida y obra del obispo Martínez Compañón, ed. José Navarro Pascual (Piura, Perú: Universidad de Piura, 1991): 100–117.
  36. . Consúltese Leonardo López Luján, “The First Steps on a Long Journey: Archaeological Illustration in Eighteenth-Century New Spain”, en Past Presented; Archaeological Illustration in the Americas, ed. Joanne Pillsbury (Washington, D.C.: Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 2012), 68-105; Barbara E. Mundy, The Mapping of New Spain: Indigenous Cartography and the Maps of the Relaciones Geográficas (Chicago: University of Chicago Press, 1996); y “Relaciones Geográficas”, en Guide to Documentary Sources for Andean Studies, 1530–1900, ed. Pillsbury, 1: 144–59.
  37. . Emily Berquist, “Bishop Martínez Compañón’s Practical Utopia in Enlightenment Peru”, The Americas 64, no. 3 (2008): 377–408; y The Bishop’s Utopia…, op. cit.
  38. . Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. III, fol. 9; Razón de las especies…, op. cit. 63–64 (caja 14).
  39. . Fiametta Rocco, The Miraculous Fever-Tree: Malaria and the Quest for a Cure that Changed the World (New York: HarperCollins, 2003).
  40. . Martínez Compañón, Razón de las especies…, op. cit. 28–38 (cajas 8–9).
  41. . Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. I, fol. 101r; II, estampa 106.
  42. . Pillsbury y Trever, “El rey, el obispo…”, op. cit.
  43. . Pillsbury y Trever, “El rey, el obispo…”, op. cit.
  44. . Leonardo López Luján, Arqueología de la arqueología: ensayos sobre los orígenes de la disciplina en México (Ciudad de México, INAH, Editorial Raíces, 2017). Consúltese también Leonardo López Luján y Marie-France Fauvet-Berthelot, “Antonio de León y Gama y los dibujos extraviados de la Descripción histórica y cronológica de las dos piedras…”, Arqueología Mexicana 24, no. 142 (2016): 18-28.
  45. . Pillsbury y Trever, “El rey, el obispo…”, op. cit. imagen 18.
  46. . Alcina Franch, Arqueólogos o anticuarios…, op. cit. 182; Cabello, Coleccionismo americano…, op. cit. 60–61; Cabello, Política investigadora de la época…, op. cit. 17–18; Cabello, “Las colecciones peruanas…”, op. cit. 469; y Restrepo, Sociedad y religión…, op. cit. 34.
  47. . Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relación histórica del viage a la América Meridional, hecho de orden de S. Mag. para medir algunos grados de meridiano terrestre, y venir por ellos en conocimiento de la verdadera figura, y magnitud de la tierra, con otras varias observaciones astronómicas, y phísicas, 4 vols. en 2 (Madrid: Antonio Marín, 1748). Martínez Compañón también tenía una copia de la Relación descriptiva de la ciudad y provincia de Trujillo de Miguel de Feyjoo de Sosa. Feyjoo nació en Arequipa y precedió a Martínez Compañón en Trujillo como corregidor. Su obra es más detenida en su cobertura geográfica, pero al igual que Ulloa, la obra de Feyjoo tiene el espíritu de un informe burocrático y presta escasa atención a las ilustraciones. Antón Pazos, “Presentación”, en Sociedad y religión en Trujillo (Perú), 1780–1790: La Iglesia de Trujillo (Perú) bajo el episcopado de Baltasar Jaime Martínez Compañón, 1780–1790, ed. Daniel Restrepo Manrique (Vitoria-Gasteiz: Eusko Jaurlaritzaren Argitalpen Zerbitzu Nagusia, Servicio Central de Publicaciones, Gobierno Vasco, 1992); 1, no. 12, 30. Feyjoo escribió su obra en respuesta a las reales cédulas borbónicas de 1741 y 1751, de “conocer el país para gobernarlo mejor”. Guillermo Lohmann Villena, “Miguel Feijoo de Sosa: El hombre y su obra”, en Relación descriptiva de la ciudad y provincia de Trujillo del Perú, por Feijoo Sosa (Lima: Fondo del Libro, Banco Industrial del Perú, 1984), 34. Parte de la orden buscaba entender las tradiciones nativas, y es posible que Feyjoo remitiera a España una de las colecciones más tempranas de antigüedades, en respuesta a pedidos específicos de especímenes para el Real Gabinete. Cabello, Política investigadora de la época…, op.cit. 19–20; y “Las colecciones peruanas…”, op. cit. 469–470.
  48. . Frézier, Relation du voyage…, op. cit. pl. 30, frente a 247.
  49. . Charles-Marie de La Condamine, “Mémoire sur quelques anciens monuments de Pérou”, Mémoires de l’Académie Royale des Sciences et des Belles-Lettres du Berlin 2 (1745):435–456; Monica Barnes y David Fleming, “Charles-Marie de La Condamine’s Report on Ingapirca and the Development of Scientific Field Work in the Andes, 1735–1744”, Andean Past 2 (1989):175–236.
  50. . La documentación del interés que Martínez Compañón tenía por los debates intelectuales vigentes en Europa y el continente americano es relativamente abundante. A partir de su correspondencia e inventarios podemos atisbar qué interesaba a este obispo erudito. Sabía, por ejemplo, los libros ilustrados de Athanasius Kircher (ca. 1602–80), así como las colecciones del Papa Clemente XIV. Seminario Ojeda, “Itinerario de la visita pastoral…”, op. cit. 219. El Papa Clemente XIV fundó el Museo Pío-Clementino (ahora parte del Vaticano) en 1771.
  51. . Denis Diderot y Jean Le Rond d’Alembert, Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, par une société de gens de lettres. Mis en ordre & publié par M. Diderot … & quant a la partie mathématique, par M. d’Alembert, 28 vols. (Ginebra: 1754–1772). Las láminas fueron publicadas en los volúmenes 18–28, bajo el título de Recueil de planches, sur les sciences, les arts liberaux, et les arts méchaniques, avec leur explication.
  52. . Compárense, por ejemplo, dos ilustraciones del tejido en los volúmenes francés y peruano: “Tejido del algodón”, Encyclopédie (Recueil de planches) 18, pl. 60, y Martínez Compañón, “Indios tejiendo tela”, en Trujillo del Perú II, estampa 91.
  53. . Martínez Compañón, Trujillo del Perú…, op. cit. VI, estampa 83.
  54. . Albornoz, “Instrucción para descubrir…”, op. cit. 174–175; Frank Salomon y George L. Urioste, trad., The Huarochirí Manuscript: A Testament of Ancient and Colonial Andean Religion, anotaciones y ensayo introductorio de Frank Salomon, transcripción de George L. Urioste (Austin: University of Texas Press, 1991): cap. 16, 92–93; y Gary Urton, At the Crossroads of the Earth and the Sky: An Andean Cosmology (Austin: University of Texas Press, 1981), 177–80.
  55. . Dennis J. McKenna, L. E. Luna y G. N. Towers, “Biodynamic Constituents in Ayahuasca Admixture Plants: An Uninvestigated Folk Pharmacopeia”, en Ethnobotany: Evolution of a Discipline, eds. Richard
  56. . Legati, Mvseo Cospiano…, op. cit. lib. 2, cap. 26, no. 12, 145; y lib. 2, cap. 30, no. 5, 173–74.
  57. . Lorraine Daston y Katharine Park, Wonders and the Order of Nature, 1150–1750 (New York: Zone Books, 1998).
  58. . Parecería que los objetos milagrosos y monstruosos no fueron enviados a España junto con las restantes colecciones del obispo. Los ejemplos aquí examinados se encuentran en sus colecciones de ilustraciones más no en los inventarios de los envíos de 1788 ó 1790 (véase el no. 2).
  59. . Alonso de Ovalle, Histórica relación del reyno de Chile; Y de las misiones, y ministerios que exercita en el la Compañia de Iesus (Roma: Por Francisco Cauallo, 1646), ch. 23, 58–60.
  60. . Ovalle, Histórica relación del reyno de Chile…, op cit. 59. Jorge Cañizares-Esguerra, Puritan Conquistadors: Iberianizing the Atlantic, 1550–1700 (Stanford, Calif.: Stanford University Press, 2006), 152.
  61. . Según se examina en Lorraine Daston, “Marvelous Facts and Miraculous Evidence in Early Modern Europe”, Critical Inquiry 18, 1 (1991): 97.
  62. . Trever, “The Uncanny Tombs…”, op. cit. 109.
  63. . Esto resulta algo inesperado puesto que desde la Expedición al Orinoco de 1752, la corona española dictaminó que el sistema binomial linneano habría de ser la clasificación taxonómica oficial usada por las expediciones reales al Nuevo Mundo u otros lugares. Antonio Lafuente y Nuria Valverde, “Linnaean Botany and Spanish Imperial Biopolitics”, en Colonial Botany: Science, Commerce, and Politics in the Early Modern World, eds. Londa Schiebinger y Claudia Swan (Philadelphia: University of Pennsylvania
  64. . Con respecto a sus contemporáneos en México, como Antonio Bernasconi y Antonio del Río, consúltese Cabello, Coleccionismo americano…, op. cit.; Política investigadora en la época…, op. cit. ; y “Las colecciones peruanas…”, op. cit. Sobre el tema de los estudios arqueológicos y la Ilustración en México durante los siglos XVIII y XIX, consúltese sobre todo Leonardo López Luján, El capitán Guillermo Dupaix y su álbum arqueológico de 1794 (Ciudad de México: Ediciones del Museo Nacional de Antropología, INAH, 2015); Arqueología de la arqueología; y Los primeros pasos de un largo trayecto: la ilustración de tema arqueológico en la Nueva España del siglo XVIII (Ciudad de México: Academia Mexicana de la Historia, Secretaria de Educación Pública, 2019), entre numerosas otras publicaciones importantes sobre temas afines.
  65. . Lisa Trever y Joanne Pillsbury, “Martínez Compañón and his Illustrated ‘Museum,’” en Collecting across Cultures: Material Exchanges in the Early Modern Atlantic World, ed. Daniela Bleichmar and Peter Mancall (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2011), 236–253, 325–332.

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