Descubren cementerio de la elite moche y nuevo templo huari en norte de Perú

Fotografía del 18 de diciembre de 2019 cedida por la Unidad Ejecutora 005 Naylamp Lam del complejo arqueológico de Santa Rosa de Pucalá en el departamento de Lambayeque, en el norte de Perú. EFE/Unidad Ejecutora 005 Naylamp Lambayeque del Ministerio de Cultura

Los vestigios de las distintas civilizaciones que habitaron el Antiguo Perú continúan saliendo a la luz en el norte del país con el hallazgo esta vez de un cementerio de la élite moche y un nuevo templo de la civilización huari, anunció este jueves el Ministerio de Cultura.

Los descubrimientos se realizaron en el completo arqueológico de Santa Rosa de Pucalá, ubicado a pocos kilómetros de la Huaca Rajada, el templo donde en 1987 se encontró al Señor de Sipán, el primer gran gobernante del Antiguo Perú y el soberano más célebre de los moche, comparado con Tutankamón por su fastuosa tumba llena de oro.

En Santa Rosa de Pucalá fueron desenterradas recientemente 24 tumbas de los moche, que habitaron el lugar entre los siglos II y V, pero también un edificio religioso de los huari, el primer gran imperio del Antiguo Perú, predecesor de los incas, que también ocupó el norte del territorio peruano después de los moche.

Precisamente el interés de los arqueólogos peruanos era reunir más evidencias e información de la presencia en la norteña región de Lambayeque de los huari, un pueblo cuyo origen está a unos mil kilómetros al sur, en la actual región andina de Ayacucho.

TEMPLOS GEMELOS

Fotografía del 18 de diciembre de 2019 cedida por la Unidad Ejecutora 005 Naylamp Lam del complejo arqueológico de Santa Rosa de Pucalá en el departamento de Lambayeque, en el norte de Perú. EFE/Unidad Ejecutora 005 Naylamp Lambayeque del Ministerio de Cultura

Los investigadores repararon primero en el templo huari, construido con forma de «D» probablemente entre los años 800 y 850, a semejanza de otro con las mismas características descubierto el año pasado en el mismo lugar.

«Esto es importantísimo porque nos habla de una mayor temporalidad de estos elementos», comentó durante la presentación de los hallazgos el arqueólogo Edgar Bracamonte, director del proyecto de investigación en Santa Rosa de Pucalá.

El especialista indicó que han podido determinar el momento exacto en que llegaron al lugar los primeros inmigrantes de la sierra andina, procedentes de la norteña región de Cajamarca, y el tiempo que coexistieron con los moche.

UN EXTENSO CEMENTERIO

Después sacaron a la luz «un extenso cementerio» donde hay algunas tumbas que son contemporáneas al Señor de Sipán pero con «un patrón distinto».

«Se trata de una elite diferente, lo que nos habla que no se trata de un solo grupo, sino de grupos diversos. Hay dos tumbas importantísimas. Una tiene una vasija de cerámica y otra un centro de cobre similar al de Sipán, y eso nos indica el rango de estos individuos», detalló Bracamonte.

NIÑOS SEPULTADOS CON ESCULTURAS

descubren cementerio de la elite moche
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Otras tumbas son de niños que fueron sepultados junto a grandes esculturas de cerámica que fueron calificadas por el especialista como «muy interesantes».

En los últimos días se han encontrado con una gran cámara funeraria construida con adobe y cubierta con vigas, igual que en las tumbas del Señor de Sipán, pero los trabajos en ese recinto están todavía en una fase inicial.

La excavación arqueológica contó con la asesoría del director de Museo Tumbas Reales de Sipán, Walter Alva, célebre por descubrir la sepultura del Señor de Sipán en 1987.

Alva destacó que Santa Rosa de Pucalá presenta una secuencia de ocupación de distintas civilizaciones durante 3.000 años. «Seguimos encontrando mucha información para reconstruir la verdadera historia de Lambayeque», indicó el reputado arqueólogo.

NUMEROSAS OFRENDAS

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Los contextos funerarios también contenían vasijas miniatura, huesos de camélido, objetos de hueso tallado, restos vegetales, cántaros, ollas, botellas y objetos metálicos como pinzas, discos, mazas recortadas y dobladas.

Los hallazgos fueron realizados por arqueólogos y estudiantes de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, la Universidad Nacional de Trujillo y la Universidad San Cristóbal de Huamanga de Ayacucho, con financiación del Museo Tumbas Reales de Sipán, la Unidad Ejecutora 005 Naylamp Lambayeque y el apoyo logístico de la Empresa Niágara.


Fuente: EFE

Anuncian museo en sitio arqueológico Jotoro, Lambayeque, Perú

La Municipalidad de Jayanca, en Lambayeque, anunció la implementación de museo de sitio en complejo arqueológico de Jotoro. ANDINA/archivo

La Municipalidad de Jayanca, en Lambayeque, anunció la implementación de museo de sitio en complejo arqueológico de Jotoro. ANDINA  

El Señor de Sipán es el estandarte de Lambayeque y la muestra de la riqueza cultural de esta región donde abundan los sitios arqueológicos que esconden su vasto patrimonio ancestral que la han posicionado como uno de los destinos favoritos para los amantes del turismo cultural.

El último de estos sitios arqueológicos que se suma a la vasta oferta cultural es el complejo Jotoro, ubicado en el distrito de Jayanca, provincia de Lambayeque, que para el próximo año espera tener listo su centro de interpretación que se construye con financiamiento del Ministerio de Cultura y operaría como museo de sitio con el objetivo de atraer una mayor afluencia de turistas nacionales y extranjeros.

El alcalde del municipio distrital de Jayanca, Julio Mundaca Nunura, recordó que en el complejo arqueológico de Jotoro, fortaleza de la cultura Lambayeque conformada por 272 hectáreas, ubicado a 6 kilómetros al este de Jayanca, la Unidad Ejecutora N 005 Naylamp-Lambayeque financió la construcción de un centro de interpretación, a fin de que los visitantes puedan conocer e informarse sobre este destacado vestigio preinca, que presenta características únicas en la zona por su conjunto de grandes muros defensivos concéntricos, sus numerosos montículos con arquitectura de piedra que lo presentan como un potencial turístico y promisorio patrimonio arqueológico para el Perú y el Mundo.

“Se proyecta que en este lugar se exhiba unas 450 piezas arqueológicas entre huacos y otros restos arqueológicos que ya se encuentran en el centro de interpretación de Jotoro. El municipio ha enviado un obrero y existe vigilancia por parte del Museo Brüning. Los ambientes ya están operativos y falta la implementación que se efectuará tras un convenio que se suscriba con el Ministerio de Cultura”, afirmó.

Manifestó que existe accesibilidad para llegar al centro de interpretación. “Hay algunas mejoras que tendrá que ejecutarse en la trocha. Se encuentra en estado no optimo, pero sí accesible”.

El burgomaestre advirtió que el complejo arqueológico Jotoro no está incluido en el circuito turístico de Lambayeque. “Se está coordinando con la Gerencia Regional de Comercio Exterior y Turismo para incluirlo dentro del circuito turístico y sea parte de los atractivos que los visitantes pueda admirar en la región Lambayeque”, aseveró.

La autoridad distrital indicó que en Jayanca también buscan recuperar la joya arquitectónica de la casona La Viña, en cuyas instalaciones se criaban toros de lidia, donde La casa principal, está muy deteriorada, pero conserva su majestuosidad y representa un atractivo para aquellos que aprecian la historia y la arquitectura.

“Hasta el lugar ha llegado un representante del Ministerio de Cultura como consultor para recabar información, porque por aquí cruza el camino inca y también será revalorado”, sostuvo.

Mundaca Nunura informó que el distrito de Jayanca ha crecido en el número de habitantes, tras la instalación de plantas agroindustriales en esta zona y por ende similar panorama se presenta en el número de establecimientos de hospedaje y restaurantes.

“Se cuenta con alrededor de 6 establecimientos de hospedaje y cerca de medio centenar de restaurantes incluidos centros campestres que ofrecen una exquisita gastronomía norteña y actividades de esparcimiento y diversión familiar”, refirió.

Ciudad cumple 64 años de elevación a categoría de ciudad

La autoridad distrital mencionó que el tradicional distrito de Jayanca concentra una población superior a los 25,000 habitantes que este 7 de noviembre celebrarán su 64 aniversario de elevación a categoría de ciudad, con un nutrido programa de actividades culturales, artísticas, deportivas a fin de rendir homenaje a esta localidad conocida como la Tierra del Vino.

El alcalde resaltó que el 3 de noviembre se realizará una Feria Gastronómica con la presentación de platos típicos de Jayanca, un Festival de Peñas, Concurso de Tejas, exposición vitivinícola y exhibición de cuadros de pintura.

También, Festival Provincial de Danzas, Festival de Marinera Tradicional y Concurso Los que más saben del complejo arqueológico de Jotoro. “Se busca que los estudiantes valoren la herencia cultural con la defensa y conservación de los monumentos arqueológicos”, concluyó.

Hallan monumental tumba de época inca en sitio arqueológico Mata Indio

Arqueólogos del museo de sitio Huaca Rajada-Sipán hallaron una monumental cámara funeraria de la época inca, con más de 500 años de antigüedad, en Cerro Blanco, ubicado en el sitio arqueológico Mata Indio, entre los distritos de Zaña y Cayaltí, provincia de Chiclayo, región Lambayeque.

En cámara funeraria se encontraron restos de cinco individuos adultos y cuatro niños sacrificados. Director de la Unidad Ejecutora Naylamp, Alfredo Narváez, presentó los vestigios hallados en Cerro Blanco.

De acuerdo a los investigadores, esta cámara funeraria albergaría a un personaje principal y sus acompañantes. El arqueólogo del museo de sitio Huaca Rajada-Sipán, Anaximandro Núñez Mejía, afirmó que esta tumba inca tiene dimensiones y características que no tienen precedentes en Lambayeque y el país.

“Es la primera cámara funeraria de esta naturaleza y magnitud que se reporta en Lambayeque y el Perú. Tiene más de 60 metros cuadrados”, aseveró.

Cámara funeraria inca

La cámara funeraria presenta grandes muros de adobe, enlucido simple y de buena calidad. Mide interiormente 7.89 metros en el lado noroeste, 8.42 m al noreste y 7.23 m al sureste y 8.44 al suroeste por una profundidad de 4.80 metros.

“El recinto fue edificado de adobes plano-rectangulares altos con los paramentos internos enlucidos de arcilla. Se construyó a partir de la excavación en el suelo de una fosa con la profundidad y dimensiones intencionalmente planificada para albergar los restos mortuorios de algún personaje principal y sus acompañantes, en su viaje al más allá, así como la gran cantidad de ofrendas que colocarían en hornacinas y entorno de los individuos”, destacó Anaximadro Núñez.

Los arqueólogos destacaron la construcción y las dimensiones de la cámara funeraria.

El investigador precisó que hasta el momento han sido identificados cinco individuos adultos y cuatro niños que al parecer fueron sacrificados y, que tendrían unos 6 años de edad.

“Sus esqueletos fueron encontrados deteriorados y disturbados por un huaqueo anterior al último del que ha sido objeto esta cámara funeraria”, advirtió Núñez, quien agregó que los individuos debieron ser colocados en fardos textiles acompañados de ofrendas.

Profanada por huaqueros

El investigador consideró que por la magnitud de la cámara funeraria y, teniendo en cuenta anteriores tumbas profanadas en esta zona, han sido numerosos los objetos extraídos por el huaqueo.

En el interior de la cámara funeraria se hallaron varios objetos algunos deteriorados por acción del huaqueo.

“Hemos encontrado un mínimo porcentaje como el caso de crisoles que son parte de las ofrendas que alcanzan cerca de 4,000 objetos; una hornacina con 37 conchas de Spondylus, dos aríbalos fragmentados en el sitio, que ayudan a afiliar culturalmente este contexto funerario”, acotó.

También se hallaron numerosas cuentas de conchas de moluscos, algunos objetos y láminas de cobre y plata.

Adelantó que esta cámara funeraria será cerrada y sellada para su conservación, a fin de que posteriormente pueda reabrirse y ponerse en valor.

Por su parte, el director de la Unidad Ejecutora Naylamp, Alfredo Narváez, expresó que el hallazgo de restos óseos de niños en la época inca en un contexto como el hallado en Mata Indio, abre la posibilidad de ser un testimonito de sacrificios dedicados a un grupo de personas de la élite local que se colocaron en esta tumba en fardos funerarios.

Los investigadores restaurarán los objetos hallados en el sitio arqueológico Mata Indio.

“Los niños fueron ubicados en fosas bajo el nivel del piso de roca, en dirección de este a oeste, un eje simbólico muy importante para la época”, subrayó.

Acción arqueológica de emergencia

Narváez manifestó que el hallazgo fue resultado de un patrullaje de prevención contra el huaqueo, realizado en octubre del año pasado por el museo Huaca Rajada-Sipán, donde se encontró la sorprendente evidencia de un importante espacio funerario prehispánico en medio de la pampa, producto del saqueo de los profanadores.

Para evitar su destrucción, a inicios de diciembre pasado se inició la “Acción Arqueológica de Emergencia”, financiada con un aporte de 130,000 soles de la Unidad Ejecutora Naylamp y autorizada por el Ministerio de Cultura, procediéndose a realizar acciones inmediatas de liberación de escombros y limpieza de arena hasta definir el recinto subterráneo y sus elementos asociados, evaluar su estado de conservación, y efectuar el registro ordenado de todo lo identificado, estabilizar estructuras para luego recubrir la cámara.

Algunos objetos se dañaron a causa de la acción de los huaqueros.

Hasta el lugar, llegó el alcalde del distrito de Zaña, Luis Urbina Andonaire, quien se comprometió a trabajar articuladamente con las autoridades del sector cultura y turismo de la región Lambayeque, sociedad civil y población, a fin de poner en valor los diferentes atractivos turísticos que concentra el valle de Zaña.

Máscara de Sicán es recuperada después de casi 20 años

Hoy, después de 19 años de proceso judicial, el Perú recuperó la Máscara de Sicán, perteneciente a nuestro patrimonio cultural, que en 1999 fue decomisada por parte de la Oficina de INTERPOL en Wiesbaden, Alemania.

La ministra de Cultura, Patricia Balbuena, recibió hoy la pieza arqueológica de manos del Plenipotenciario del Estado Libre de Baviera ante el Estado Federal, Rolf-Dieter Jungk, quien hizo entrega del respectivo permiso de exportación.

“Estoy contenta de recibir uno de los bienes más emblemáticos de las culturas norteñas del Perú, una Máscara de Sicán. Agradezco al Tribunal de Justicia alemán por su impecable desempeño en el proceso judicial, a la Oficina de Investigación Criminal de Baviera, que se encargó de custodiar el bien cultural y a todas las autoridades, a nuestra Cancillería, que de una u otra forma, han intervenido en este largo camino, el cual finaliza hoy con la entrega de la Máscara de Sicán”, subrayó la ministra Balbuena.

En el año 1999, la Máscara de Sicán no contaba con autorización de salida del país ni se había autorizado la exportación de alguna réplica con características similares.

Cuando la pieza arqueológica fue decomisada, se inició un proceso judicial ante el Tribunal Regional de Munich, que el 15 de diciembre del 2016, a través de la Sexta Sala Civil, emitió una sentencia ordenando la liberación de la Máscara de Sicán, confiscada por la Fiscalía del Munich y autorizando su entrega al Estado Peruano.

En Perú, no solo hubo Incas

Doctor Santiago Uceda Castillo, Coordinador de la exposición «Perú antes de los incas» en Paris, Francia.

El Musée du Quai-Branly-Jacques-Chirac de Francia dedica una exposición a las culturas altamente estructuradas que precedieron a los Incas en este país de los Andes y del que nuestro hoy extinto y admirado Santiago Uceda Castillo fuera el coordinador, siendo ésta su ultima actividad cultural. La muestra estará hasta el 1ro de abril del 2018 y el objetivo es mostrar a la comunidad europea la importancia de las culturas pre-incas.

Perú antes de los incas

Museo Quai-Branly-Jacques-Chirac

En el imaginario colectivo, Perú se resume con demasiada frecuencia en Machu-Pichu. Porque esta antigua ciudad encaramada, desde el siglo XV, en un promontorio rocoso en la vertiente oriental de los Andes centrales simboliza la civilización inca (contemporánea del Renacimiento en Francia) que los codiciosos conquistadores españoles encontraron -y destruyeron- después de su llegada Cusco. En realidad, desde el siglo octavo antes de Cristo hasta la llegada de los incas en la costa norte del país, en 1470 DC, Perú ha albergado otras culturas, muy estructuradas.

Al exponerlos, a través de casi 300 objetos de una gran calidad estética, provenientes de 6 museos peruanos, la exposición «Perú antes de los incas» del Museo Quai-Branly-Jacques-Chirac, en París, Francia tiene la ambición de » cambiar nuestra visión del Perú, insiste su comisionado, el profesor Santiago Uceda Castillo.

El más antiguo es la sociedad cupisnique. El de los Mochicas (aún llamados Moches) siguió, luego, la sociedad Lambayeque; finalmente, justo antes de los Incas, la sociedad Chimú se vio particularmente ilustrada por las mejoras genéticas en las plantas para aumentar la producción agrícola.

Bella pieza moche encontrada en Huaca de la Luna, Trujillo, Perú

Exhumando cerámicas, esculturas, joyas, en oro, plata y cobre, emblemas, muebles funerarios, adornos personales encontrados en palacios, residencias de la clase dominante, tumbas reales, excavaciones arqueológicas a gran escala llevadas a cabo durante treinta años, especialmente en los sitios de Las Huacas, cerca de Trujillo y Lambayeque, hizo posible comprender mejor cómo operaban estas culturas. Gracias a una red de canales de riego, pudieron regar los valles bastante secos y desérticos donde vivían.

A veces decorados con bajorrelieves y frescos de impresionantes dimensiones, los templos, especialmente el de Huaca de la Luna, también revelaron las ceremonias y rituales que se practicaban allí, incluidos los sacrificios humanos relacionados con el culto de la fertilidad agrícola y social. En ese momento se honraba a todo tipo de deidades, representadas como felinos, ciervos, arañas, búhos, etc., en botellas de barro con agarradera para el cuello. Más tarde, las deidades marinas, la luna, las estrellas, los pájaros predominarán, incluso con un dios mitad hombre, mitad pájaro: Naylamp. Por otro lado, los huacos retratos, en cerámica, son los de grandes dignatarios mochicas.

«En el Perú antiguo, los grandes señores tenían poder político y social» , insiste el profesor Uceda. Los jefes, pero también los guerreros y los sacerdotes tenían la capacidad de gobernar, dictar normas, llevar a cabo un trabajo importante, organizar y controlar la «fuerza de trabajo» de las grandes comunidades. Las mujeres disfrutaron de un gran poder, tanto religioso como político, como lo demuestran los hallazgos encontrados recientemente en San José de Moro o en la tumba de Huaca Cao Viejo. A pesar de la falta de escritura, todos estos rastros de estas culturas, muestran un retrato mucho más sofisticado de lo que se pensaba hasta hace poco.

Gracias a los logros de las culturas preincas es que los Incas pudieron lograr la magnitud del imperio que fueron, asevera el prominente investigador, quien informa que poner esta exposición llevo desde su concepción, cuatro años.

A continuación las entrevistas brindadas en Paris, Francia, del renombrado, hoy extinto, arqueólogo Santiago Uceda Castillo:

 

 

El abandono de Ventarrón y aún sin Salvador

Fue el 13 de noviembre del 2017 cuando sucedió un incendio de proporciones espectaculares  en lo que fuera el complejo arqueológico Ventarrón, ubicado en la región Lambayeque, en el norte peruano. Este importante complejo arqueológico albergaba los murales más antiguos de América. La noticia de la desgracia fue compartida por todos los medios periodísticos del mundo y los titulares y fotografías gratificaban esta lamentable pérdida.

Ventarrón, de 4,500 años de antigüedad, es un sitio prehispánico donde se encuentran todas las formas arquitectónicas como muros circulares, muros curvos, estructuras rectangulares curvas, altares de culto al fuego y plazas en forma de cruz media chakana, entre otros. Ventarrón identifica lo que es la tradición más antigua de los pueblos de América del culto al fuego. Hoy,  todo ese vestigio que significo muchas horas y esfuerzo para rescatarlo y hacerlo conocer a la humanidad parece finalmente perdido; el incendio arrasó con vasijas de cerámicas, murales de más de dos mil años de antigüedad e información documentaria valiosísima.

Ventarrón, la población de Lambayeque y la comunidad científica claman por responsables. Pero los personajes que originaron esta desgracia cultural hoy están durmiendo tranquilos. Atrás quedaron los lamentos llegados de todo el mundo clamando por señalar de donde vino el descuido.

El ministro de cultura peruano Salvador del Solar, declaraba ese día de la desgracia y en su ignorancia retrasmitia:  «…los daños son recuperables..» y proyectaba una recuperación asombrosa: “...parece que el grado de recuperación es alto al igual que con la estructuras que cubren el sitio. (…) Va a ser un trabajo largo y de mucho cuidado, como es el de la arqueología”. Lo que no mencionaba era que tan larga iba a ser la espera hasta que el ministerio que dirige tome acciones ante tan lamentable desgracia.

Han pasado 23 días desde aquel hecho fatídico, y como en la mayoría de cosas donde el estado debe participar, la recuperación de Ventarrón sufre el desamparo, los riesgos aumentan y la esperanza de esa recuperación milagrosa anunciada, simplemente se diluye en la desidia y la ausencia de los elegidos para defender nuestro patrimonio.

Vestigios en desgracia sin protección las de Ventarron, falta de personal que debía estar actuando en tiempos de urgente rescate, una temeraria posición de algún salvador que se perdió en la incompetencia. La realidad es que Ventarron sigue abandonado a su suerte y la naturaleza, que ya aviso muchas veces, podría darnos una nueva leccion y el puntillazo final. Para entonces y cuando las lluvias se den, seguramente nuevamente no habrán culpables, aunque desde ya, el ministro Salvador, que definitivamente no hace honor a su nombre, habrá sido un personaje mas a quien no querramos recordar.

Ante este panorama tan sombrío solo queda clamar: » Ciudadanos, vamos en defensa de Ventarrón y del patrimonio de Lambayeque, del Perú y del mundo»

Fotos: Facebook de Ignacio Alva Meneses (https://web.facebook.com/ignacio.a.meneses)

Espacios arquitectónicos como escenarios sagrados de la cultura Lambayeque – Chornancap

La arqueología de la cultura Lambayeque está asociada a elementos que permiten entender y reconstruir su estructura sociopolítica, económica e ideológica, nos referimos a aspectos como: territorialidad, arquitectura monumental, relaciones comerciales, producción de bienes, jerarquía política y religiosa, rituales y consecuentemente la tradición oral (leyenda de Ñaymlap). A pesar de quienes discuten y cuestionan el valor de la tradición oral sobre Ñaymlap (Shimada 1995 y 2014a; Zuidema 1990), este relato se ha convertido en motivo de debate (Zevallos 1989), con pruebas arqueológicas cada vez más consistentes (Narváez 2011, 2014a y 2014b; Paredes 1987; Rucabado 2008, Fernández 2012, Wester 2013). No obstante, para reflexionar sobre la dinámica urbana regional y macroregional de esta sociedad y analizar los espacios arquitectónicos como escenarios sagrados, es indispensable examinar en la historia de la cultura Lambayeque y buscar argumentos en su pasado para entender a esta sociedad como el resultado y consecuencia de un proceso de continuidad y cambios.

Fig. 1. Paisaje de la Costa en Lambayeque.

En este contexto, el primer escenario que evaluamos está referido al territorio, un ámbito geográfico con superficie regular, de leves contrastes, con valles que discurren perpendicularmente en la región que garantizan la estabilidad del agua como el componente básico de la productividad agrícola y de la vida en general. Paralelamente, el litoral marítimo aseguró valiosos recursos no solo para la subsistencia sino para inspiración ideológica y mágico religiosa, como elemento de conexión con deidades ancestrales y finalmente el acceso al área andina y evidentemente al Marañón y Amazonia, que se convierten en los aspectos de mayor influencia que han generado la consolidación de la cultura Lambayeque.

En cuanto a la configuración del territorio y su entorno, este se convierte en un componente básico sobre el cual actúa el hombre para transformarlo y aprovecharlo; a pesar de ello existen condiciones climáticas o fenómenos que ejercen fuerte influencia en la distribución del territorio; en el caso singular de la costa norte del Perú (Figura 1), lo constituyen las corrientes marinas de Humboldt de aguas frías y la corriente marina El Niño de aguas cálidas. Hechas estas precisiones con respecto al territorio y a la geografía de la costa, es necesario examinar el panorama arquitectónico en el contexto de la historia regional, macro regional y la influencia que esta ha recibido a lo largo de los siglos. Las evidencias sobre el periodo Arcaico o Preceramico con agricultura (Lumbreras 1981), fueron inicialmente documentadas en el norte peruano en huaca Prieta en la parte baja del valle de Chicama y presentadas en 1948 por Junius Bird, los resultados que muestra su trabajo pionero, certifican la ausencia de cerámica y una evidente actividad extractiva en el océano Pacifico como consecuencia de la proximidad con el litoral, así como arquitectura de piedra construida por cantos rodados y domesticación de plantas y animales, asociados a nuevas formas de organización, proceso que ha venido en llamarse: Neolitizacion (Lumbreras op. cit).

Fig. 2. Edificio Principal Mayor de la Ciudad Sagrada de Caral.

Posteriormente, con las investigaciones de Tom Dillehay (1992), en el sitio de Nanchoc ubicado en la cabecera del valle de Zaña, donde registró montículos con estructuras simples de probable uso ritual, asociados a grupos de cazadores no especializados y horticultores incipientes de una antigüedad de 8000 a 5000 años antes del presente (Dillehay op. cit.), se convierten en valiosas evidencias para certificar la antigua data de la ocupación en la región Lambayeque, con un modelo de asentamientos dispersos en el Arcaico Tardío, hacia un modelo de organización más compleja que tiene su máxima expresión en el valle de Supe en el sitio Caral (Figura 2) perteneciente al Formativo Inicial, y que es considerado como el escenario físico social para el surgimiento y consolidación de la ciudad y estado más antiguo del nuevo mundo (Shady 2003).

La expresión física de los edificios en Caral revela de manera indiscutible que estamos ante uno de los paisajes culturales más antiguos de América precolombina, cuya configuración permite reconocer el desarrollo de actividades ceremoniales, comerciales, productivas, estructura política, desarrollo de arte (música), que expresan a una sociedad altamente organizada. Esta investigación abrió las puertas para el entendimiento sobre lo que sucedió al final del Arcaico e inicio del Formativo en los Andes centrales, sobre todo en un escenario poco explorado como es la arquitectura publica monumental y de función ceremonial. La concentración de importantes asentamientos entre la costa y el valle medio en lugares como Caral, Vichama, Bandurria, Végueta, Las Shicras, Áspero, etc., constituyen un claro indicador de como este territorio se convirtió en el escenario ideal para este desarrollo que encuentra en la arquitectura y en su entorno la expresión material del paisaje sagrado (Shady 2003).

Al abordar esta compleja combinación de elementos urbanos y ceremoniales, tiene sentido en varios aspectos reflexionar sobre la perspectiva de la arquitectura como escenario simbólico (Shimada 2014a:53-54), es decir cuando esta revela un mensaje como el caso de la forma del puma para el Cuzco (Shimada 2014a [Gasparini y Margolies 1980; Hyslop 1990; Rowe 1968 y Zuidema 1983]), o como el símbolo de la montaña y la ola, tan recurrentemente representado en el arte Mochica y Lambayeque que alude al tema del poder y el agua (Bock 2003 y 2012). Un aspecto que hay que destacar en la arquitectura temprana de Lambayeque, es que se ha documentado científicamente un templo perteneciente al Formativo Inicial, se trata de un singular centro ceremonial cuya construcción ubicada en la parte baja del cerro Ventarrón en la margen norte del rio Reque, el mismo que corresponde a un edificio pintado de varias fases, con típicos rasgos de arquitectura publica y convertido en el reflejo del discurso religioso de la época (Alva Meneses 2012). El funcionamiento de este extraordinario edificio, estuvo vinculado no solo a actividades rituales de elevado contenido ideológico, sino que la población desarrolló una agricultura con algodón, usó productos traídos de la zona amazónica y mantuvo una conexión con el litoral del Pacífico, que en suma revelan la existencia de un centro simbólico con culto al fuego, arquitectura con murales policromos con escenas de cacería de venado –llamado mural del venado cautivo- (Alva Meneses op. cit.), que lo convierten en un centro religioso de especial valor único en su género en la costa norte del Perú. Este centro ceremonial del Formativo inicial, asociado al valle y a una elevada montaña como paisaje, constituye la más clara y remota evidencia del vigoroso surgimiento del urbanismo temprano en Lambayeque,y muestra como los grandes centros de culto están inspirados en armonía con el paisaje.

Centros ceremoniales de esta magnitud, que emergen en los años siguientes en esta región como: Purulén, Corbacho, Guayaquil, Huaca el Toro, El Búho, El Águila, Chumbenique, Poro Poro y Udima en el valle de Zaña, Morro Eten, Collud en el valle de Reque, Raca Rumi en Chongoyape, Huaca Lucia en el valle La Leche y Boliches en el valle de Olmos, todos ellos como parte del explosivo apogeo que toma la religiosidad y que se expresa en edificios y parajes que son centros del poder político y culto religioso, escenarios sagrados para los rituales durante los 1500 años a.C. Esta época asociada a una agricultura desarrollada, con técnicas alfareras y sofisticadas obras orfebres, así como jerarquías sociales y una estructura sociopolítica estrictamente religiosa y de fundamento teocrático, asociada tradicionalmente con una deidad ancestral que se configura como la divinidad felínica con atributos de serpiente, ave rapaz y ser humano, conocida como: Falcónida. Esta imagen aparece frecuente y recurrentemente representada en la arquitectura así como en la producción material.

Fig. 3. Chavín de Huántar, escenario sagrado.

En los Andes centrales existen extraordinarias evidencias que permiten demostrar que la arquitectura monumental se convierte en esta época en el escenario público principal para asegurar la presencia de la elite sacerdotal que transmite la liturgia y conduce los rituales. En la región norte de los Andes, existen casos concretos, como son los centros ceremoniales de: Montegrande, Kuntur Wasi excavados por la misión japonesa dirigida por Yoshio Onuki (Onuki 1997), Pacopampa investigado bajo la dirección de Yuji Seki (Seki et. al. 2010 y Seki 2014), Poro Poro y Udima excavado por Walter Alva y Susana Meneses (Alva 1985), posteriormente en una nueva temporada por Walter Alva y Emma Eyzaguirre (2012), Purulén (Alva 1985), Templo El Rollo en el rio Paltic (Wester et. al. 2000), La Congona excavado por Walter Alva y Emma Eyzaguirre (2013), Morro Eten y Poemape excavados por Carlos Elera (1993 y 1998). Todos estos centros ceremoniales concebidos en un espacio sagrado vinculados al agua, con un modelo arquitectónico que es el reflejo de la arquitectura con planta en “U”, plaza delantera cuadrangular, acceso mediante escalinata empotrada ubicada al centro del edificio principal (Figura 3).

Fig. 4. Templo de Pacopampa, escenario del Formativo medio.

Al analizar la configuración, emplazamiento y distribución de estos centros ceremoniales del Formativo en la costa y sierra norte del Perú, debemos reflexionar si cada uno de estos centros fue autónomo y sirvieron como centros sociopolíticos religiosos de un grupo social (Burger y Salazar 2014:308), o es que pueden ser interpretados como lugares sagrados o huacas conmemorativas de ancestros y fuerzas míticas y/o supernaturales responsables de la prosperidad de la comunidad (Burger y Salazar op. cit.). Otro elemento que es necesario destacar, especialmente en los edificios del periodo Formativo en la Sierra norte del Perú, es que la gran mayoría están asociados a una ubicación estratégica en una ladera plana de la montaña, mirando al escenario donde se ubica un rio o cauce de una quebrada, y estos a su vez tienen en el interior de la construcción monumental principal una trama de canales subterráneos (Onuki 1997, Seki et. al. 2010 y Seki 2014; Alva 1985, Wester et. al. 2000), que se articulan como un tejido que genera la circulación del agua, en una mágica escena de culto al agua y a su vez a la fertilidad agrícola. Esta trama de canales subterráneos da la idea que el edificio se constituye en un centro que genera el agua, la misma que se precipita hacia el exterior como parte del ritual simbólico al agua elemento sagrado. Casos que podemos citar son: Kuntur Wasi, Pacopampa (Figura 4), El Rollo y Udima por citar los más reconocidos. Este breve recuento de los grandes centros ceremoniales del periodo Formativo en el norte (costa y sierra), permiten demostrar que el rasgo de escenario sagrado no solo estaba marcado por la monumentalidad de la construcción, sino que estos se asocian a una geografía o paisaje sagrado. Las ceremonias religiosas más importantes se desarrollaban en estos lugares, donde la elite sacerdotal transmite su discurso con una liturgia que se mezcla con gestos, acciones y ornamentos que contribuyen a legitimar los rituales, el poder y la naturaleza sagrada de estos espacios arquitectónicos en el cual su entorno formo parte del ámbito ceremonial.

Fig. 5.
Templo El Rollo, escenario sagrado del Formativo medio.

Dos elementos complementan esta reflexión, el primero es que en esta época surge un singular y peculiar estilo de cerámica fina (Chavín y Cupisnique), que se convierte en el espacio donde el discurso ritual es transmitido por la clase sacerdotal a la población; el segundo es el impresionante despliegue para lograr bienes confeccionados en oro, plata y platino que deslumbran por su calidad tecnológica pero que revelan en superficie un conjunto de imágenes religiosas de extraordinario impacto, prueba de ello son los materiales provenientes de Chongoyape, Corbacho, Kuntur Wasi, El Rollo (Figura5) y Pacopampa. Sin duda estos materiales certifican la especialización y elevada productividad, y se convierten en la señal del prestigio de la compleja estructura sociopolítica que emerge en esta época y que va a mantenerse con ciertos cambios en el siguiente milenio.

Hacia los primeros años de la era cristiana, durante el periodo conocido como Desarrollos Regionales Tempranos o Periodo Intermedio Temprano (Lumbreras 1981 y Rowe 1962), desarrollado entre los años 500 a.C. hacia 850 d.C., se producen profundos cambios en los Andes centrales, que son el resultado de un proceso de deterioro, extinción o declinación del sistema político y religioso instaurado en el Formativo, producto también del crecimiento poblacional, el insospechado aumento de la productividad agrícola, pero sobre todo el surgimiento de entidades políticas marcadamente regionales con legítimas aspiraciones de independencia e identidad propia (Canziani 2012: 179). Esta época, plenamente caracterizada por notables resultados artísticos, especialmente en cerámica, metales, textiles y arquitectura monumental, de carácter administrativo y residencial, constituye la verdadera época clásica o conocida como la época de los maestros artesanos (Lumbreras 1969). Un importante elemento para este proceso lo constituye sin duda el manejo profesional del agua, a través de sistemas de riego masivo que incorporó grandes extensiones de campos que elevaron la productividad y transformaron la base económica de las sociedades de dicha época (Canziani op. cit.), y que alteraron sensiblemente el paisaje del bosque costero.

Como consecuencia de este proceso, aparecen colosales construcciones de adobe y barro en forma de estructuras escalonadas, tronco piramidales, edificios elevados de lados inclinados, con rampas de acceso asociados a grandes plazas, algunos de ellos con fachadas decoradas con relieves policromos con escenas religiosas complejas donde deidades, líderes, ídolos y ancestros presiden estas fachadas como distintivo del carácter sagrado y venerable de estos monumentos, donde las elites ejercían el poder que se reafirmaba y legitimaba en los rituales presididos por sacerdotes y sacerdotisas (Castillo 2000 y 2003) y (Uceda 2000), que formaban parte de una clase distinguida que tiene el privilegio de usar todo un conjunto de bienes para sus ceremonias y que accede en forma exclusiva a la liturgia más selecta de la religiosidad de esta época. Otro aspecto fundamental es la aparición de pequeños ejércitos a manera de una elite militar, cuyos integrantes forman parte también de la nobleza gobernante. Existen evidencias que en el entorno de estos centros ceremoniales, residían los más expertos artesanos encargados de confeccionar los bienes más finos y valiosos que usaban las elites (Uceda 2000). Un elemento muy importante que debe remarcarse, es que los cambios drásticos que se operaron en esta época tienen visible repercusión en el escenario ideológico donde aparece un nuevo discurso o libreto cargado de imágenes y escenas, en las que deidades mayores y menores protagonizan e interactúan en solemnes actos que tienen singular impacto en la vida de la sociedad y que se convierten en el vehículo más dinámico para lograr el sometimiento y/o convencimiento de la población hacia la elite que se halla en la cúspide de la estructura jerárquica. Aparece una “nueva cosmovisión” (Canziani 2012), que marco con mayor énfasis las diferencias sociales entre aquellos que gozan del poder y controlan los recursos bajo un sistema institucionalizado calificado como Estado (Castillo 2000, Uceda 2000, Shimada 2014a, Canziani 2012 y Makowski 2008), frente a quienes se hallan al servicio de la clase gobernante.

Los grandes edificios que se construyeron, especialmente en la costa norte durante la época Mochica, fueron el reflejo del poder que habían logrado las elites, el control de la productividad, solvencia económica para el desarrollo de obras públicas, pero sobre todo el convencimiento que habían obtenido en las comunidades adyacentes. Estas construcciones fueron escenarios para grandes ceremonias instauradas en un calendario ceremonial, fueron también lugar para la concentración masiva de grupos que presencian y participan de ceremonias claves como sacrificios humanos (Bock 2012) y culto a los muertos. Las plataformas de adobe y barro fueron también espacios sagrados para el enterramiento de los señores y de su linaje más próximo, donde eran sepultados con sus bienes, patrimonio político y religioso con el que arriban al inframundo; casos conocidos son los documentados en las tumbas de: Sipán (Alva 1994 y 1999), San José de Moro (Castillo 1993, 1996 y 2000), Huaca Cao (Franco 2008), Ucupe Pueblo (Bourget 2008), Sacerdote Guerrero del valle de Virú (Strong y Evans 1952), La Mina (Narváez 1994), tan solo por citar los casos donde ha existido una excavación arqueológica científica.

Fig. 6.
Pampa grande centro urbano del periodo Mochica Tardío en Lambayeque.

La arquitectura monumental en la costa norte durante la época Mochica, estuvo expresada en reconocidos edificios como: Huacas El Sol y La Luna, Galindo, Huancaco, Pañamarca, Mocollope, Huaca Cao, Dos cabezas, Pacatnamu, San José de Moro, Ucupe Pueblo, Sipán , Pampa grande (Figura 6), Santa Rosa de Pucala, Huaca Bandera de Pacora, entre otras, que mantienen características comunes como edificios elevados mayormente de lados inclinados, con grandes rampas de acceso, plataformas superpuestas, fachadas decoradas, recintos techados, altares, tronos, escaleras que conectan recintos a desnivel; todos estos articulados bajo un claro y definido diseño y concepto simétrico y volumétrico. La idea generalizada de estos monumentales espacios arquitectónicos, es que fueron destinados principalmente para actividades rituales que transmiten el poder de los gobernantes, algunas de estas ceremonias eran públicas y otras privadas o restringidas. Así mismo, se estima que en algunos de estos lugares se emplazaban exclusivas residencias para la realeza, es decir, que podían tratarse de palacios o templo-residencia. No obstante, es importante destacar que en varios casos se ha documentado arqueológicamente que estos escenarios fueron destinados también para el enterramiento de la elite sacerdotal, lo que significa la función de templo-mausoleo y espacio para que estos dignatarios vivan por siempre convertidos algunos de ellos en ancestros recordados y venerados. Un importante fundamento y complemento que justifica a este despliegue en la construcción de estos edificios, lo constituye en la época Mochica la difusión de conocidas escenas o temas, plasmados en el arte Mochica (Donnan 1975), en las que destacan impresionantes ceremonias como La Presentación, El Entierro (solo por citar los más emblemáticos), que debieron demandar de grandes escenarios y espacios arquitectónicos, que se convierten en lugares sagrados donde se reafirma la religiosidad y se consolida el poder de la clase gobernante. Hay que destacar que la arquitectura cumple un rol fundamental en esta composición iconográfica donde aparece representada como escenario sagrado.

Fig. 7. Relieve policromo en Huaca de la Luna, centro principal de la cultura Mochica en La Libertad.

En las proximidades a las grandes construcciones se ha documentado por ejemplo en Huaca de La Luna (Figura 7), residencias de elite en un área denominada núcleo urbano, estas corresponden a complejos asentamientos planificados con espacios diferenciados en cuyo interior reside un personaje de estatus privilegiado (Tello 1998), (Armas et. al. 2000),( Montoya et. al. 2000) y (Uceda 2008).

En el territorio Mochica, hacia la época llamada Moche Tardío (Castillo y Donnan 1994), se empiezan a producir algunos cambios, que fueron consecuencia del debilitamiento estructural interno (Rucabado y Castillo 2003), que habría coincidido con los efectos de un gran meganiño (Shimada 2014a) y que estos se producen con la presencia de estilos importados, venidos del sur y de la sierra norte (Wari y Cajamarca), a esta etapa se ha calificado como el colapso de la sociedad Mochica (Proulx 1973, Wilson 1988, Castillo y Donnan 1994, Uceda y Mujica 1994, Shimada 1994,Bawden 1996, Castillo 2001 y Castillo 2003). Esta etapa, está caracterizada por el paulatino descenso de las formaciones regionales, y una serie de cambios que afectan la esfera material que se traduce en el surgimiento de nuevos patrones. Este es un proceso gradual definido a partir de estudios estratigráficos y funerarios y ha sido bautizado como periodo Transicional, comprendido aproximadamente entre los años 750 y 900 d.C. (Rucabado y Castillo 2003). Las evidencias de materiales Wari en la costa norte han sido claramente definidas en el sitio arqueológico de San José de Moro (Castillo 2003, 2008, 2011) y recientemente en el sitio Castillo de Huarmey (Giersz 2014 y Makowski 2014); en ambos casos corresponden a bienes de indiscutible factura Wari que han profundizado el debate sobre la naturaleza y carácter de la presencia Wari en el territorio Mochica norte y Mochica sur. Naturalmente, este proceso ha originado cambios que han sido definidos para el caso de San José de Moro como la aparición de un periodo Transicional (Castillo op. cit), luego del cual se formalizan los Chimú al sur (territorio Mochica sur) y Lambayeque al norte (territorio Mochica norte).

De acuerdo a las evidencias con las que se cuentan, todo hace indicar que el periodo Transicional trajo como consecuencia el surgimiento de lo Chimú y Lambayeque que se produjo entre los años 950 hacia 1400 d.C. en una época conocida como Estados Regionales Tardíos (Lumbreras 1981) o Periodo Intermedio Tardío (Rowe 1962), que corresponde a un periodo de resurgimiento de las formaciones regionales que aspiran nuevamente a su identidad propia y la recuperación de su autonomía política de naturaleza territorial, acompañadas de los efectos que ocasionó el llamado colapso en el área Mochica, con presencia de material importado (Cajamarca y Wari). En el caso de la cultura Chimú, se conocen los cambios que se expresan en un nuevo modelo y diseño arquitectónico que tiene a Chan-Chan como la capital y principal metrópoli de esta sociedad y máxima expresión del urbanismo tardío en los Andes centrales (Canziani 2012), que se asocia a un peculiar estilo alfarero de vasijas asa estribo generalmente de cocción reductora, con imágenes relacionadas al mar la luna y una deidad ancestral llamada Taycanamo, el héroe fundador descrito en la tradición oral de esta época.

Fig. 8. Vista parcial del Santuario Histórico de Pomac.

Con respecto a la cultura Lambayeque, emplazada en el territorio del mismo nombre y comprendida por los valles de Olmos, Motupe, La Leche, Lambayeque y Zaña, la misma que ha sido estimada su cronología entre los años 850 al 1350 d.C. muestra un inconfundible estilo bajo la forma clásica del conocido huaco rey, que se difundió rápidamente por los valles mencionados. Sin embargo, se conoce hoy que su influencia cultural se extendió hasta Piura por el norte, y en los valles de Jequetepeque y Chicama por el sur (Mackey 2009); (Franco y Gálvez 2014); (Narváez 2014a) y (Prieto 2014), y hacia el este en la región Cajamarca (Wester, Martínez y Tandaypan 2000). La tradición oral definida por la Leyenda de Ñaymlap, generó interés en conocer el valor de este relato y su relación con las evidencias arqueológicas, el debate sobre la validez sigue vigente y cada vez existen mayores argumentos con sustento que prueban consistentemente la estrecha relación entre el relato y las evidencias arqueológicas recuperadas. Es importante señalar aquí lo que sobre este tema afirma Julio Rucabado (2008:185), en el sentido de que antes que un recuento histórico de datos fidedignos guardados en la memoria, la tradición oral sobre Ñaimlap, habría tenido un rol político para legitimar el poder de las estructuras sociales existentes.

Fig. 9. Complejo Monumental de Túcume.

Esta propuesta resulta interesante, hasta el punto en que el discurso del relato se transforma en un argumento para dar legitimidad a una elite o a un grupo de familias que detentan el poder en este territorio. Sin embargo, hay que hacer notar que en esta narración es donde precisamente se citan nombres de lugares, personas y escenarios en los cuales suceden hechos y acontecimientos que al constatar su valor hallamos que algunos de ellos corresponderían a la realidad. Pero además, no deja de inquietarnos el hecho que en este relato se habla de un templo que se construye (Chot), donde se produce un hecho fundacional que a su vez se puede interpretar como un hecho de naturaleza política pero también religiosa; o el caso de la muerte de Ñaymlap que se encierra en un recinto donde se deja morir y le salen alas y vuela, o el de Ceterni para quien Ñaymlap mando a construir su palacio-templo en un lugar que hasta la fecha sigue siendo materia de debate y que bien podría tratarse de Chornancap, como lo sostiene Zevallos (1993). Es importante el hecho de que Tempellec o llamado Fempellec traslada el ídolo de su lugar original por lo que recibe un castigo y termina “sepultado” en el mar. Estos episodios nos interesan en la medida en que los templos en el relato tienen una condición sagrada y se convierten en escenarios donde suceden los principales acontecimientos vinculados a la élite política y sacerdotal.

Fig. 10. Huaca Chotuna.

Las evidencias arqueológicas en el territorio de la cultura Lambayeque en el aspecto urbano arquitectónico, dan cuenta de un proceso de continuidad de las antiguas formas de sus antecesores: los Mochicas; es decir, se mantiene la construcción de grandes edificios a manera de plataformas superpuestas, con rampas de acceso directas e indirectas, lados inclinados, formas escalonadas, asociadas a plazas delimitadas con muros perimetrales, con altares en la parte superior, muchos de ellos con postes que soportaban techos a una y dos aguas, fachadas con elementos decorativos en la forma de relieves, pinturas polícromas con escenas simbólicas que aluden frecuentemente al tema marítimo y lunar, pero sobre todo constituyen reflejo y consecuencia de que los viejos modelos mochicas tienen vigencia aún a pesar de los profundos cambios producidos, sobre todo en asentamientos a manera de grandes centros urbanos como: Pomac, Túcume, Apurlec, Pátapo, Luya, Collique, Úcupe, Chotuna – Chornancap, La Pava, Los Perros, Solecape, Mirador, Mocce entre otros que forman una configuración urbana íntimamente ligada a la estructura ideológica y de producción agrícola, es decir los emplazamientos constituyen los principales valles de la región Lambayeque (Figura 8, 9 y 10).

Lo que reafirma la propuesta de que los escenarios principales en el ámbito nuclear y territorial de la cultura Lambayeque estuvieron articulados a los valles y al mar como condición fundamental y que la configuración monumental y urbana obedeció a una estructura socio política estatal descentralizada, pero articulada por un discurso o liturgia que unifica los conceptos políticos y religiosos que se expresan en modelos, formas, patrones y estructuras arquitectónicas que mantiene relación durante un periodo importante de esta sociedad. Shimada (2014a), sostiene que el centro político o centro cívico (Sicán) personificaría y/o materializaría un símbolo sagrado que se constituye en un rasgo difundido en los centros ceremoniales andinos. Se refiere a que el complejo arqueológico del Bosque de Pomac estaría configurado tomando la forma de la silueta del “tumi” que simboliza el control sobre la vida. Esta propuesta radicaría en el hecho de que el tumi como un bien material usado en rituales de sacrificios no solamente es un elemento representativo, sino que está asociado a los rituales de sacrificios humanos que precipitan el corte en el cuello para la emanación de la sangre que se convierta en agua que fertiliza la tierra. A pesar de nuestra evidente discrepancia con esta propuesta, coincidimos en el hecho de que estos escenarios son espacios arquitectónicos sagrados, porque constituyen un territorio donde las élites desarrollan sus actividades rituales y cotidianas, pero cuando mueren son sepultados junto a las plataformas principales que se convierten en templo mausoleo y morada de los ancestros (Shimada op. cit.). Otra razón y argumento para que estos escenarios tengan la condición sagrada, lo constituyen los elementos decorativos que se colocan en las fachadas principales, en los accesos a las plazas ceremoniales en los altares, entre otros y que concurren en un discurso que recuerda el contenido de la tradición oral de la historia de Ñaymlap y su descendencia.

El caso del Complejo Úcupe resulta excepcional, porque se trata de una plataforma con fachada mirando al este, en cuya superficie frontal principal fueron excavados los murales polícromos que constituyen uno de los hallazgos más importantes del arte mural que sobre la cultura Lambayeque se conoce (Alva 1984). El investigador ha postulado la idea de que este templo o centro de culto y/o peregrinaje, pudo haberse constituido en un escenario sagrado centro de actividades rituales trascendentales presididas precisamente por quienes aparecen en las fachadas como personajes del más alto estatus y que estos forman parte de una sucesión dinástica de señores que encarnan a la descendencia del mítico Ñaymlap (Alva 1984). Recientes excavaciones en el mismo lugar (Alva y Alva Meneses 2011) han ratificado el concepto sagrado de este sitio arqueológico y la estrecha relación que tiene con algunos elementos que se formulan en la tradición oral sobre Ñaymlap. Este escenario es uno de los pocos edificios que en el territorio de la región Lambayeque se encuentran próximos al litoral del pacífico y precisamente emplazados en la cercanía de la desembocadura de un río en el mar, en este caso en la desembocadura del río Saña; semejante a lo que sucede con Huaca El Taco que se hallaba emplazada en la margen sur del río Reque próximo a su desembocadura en el litoral y el caso de Chornancap emplazado cerca al litoral y próximo a la desembocadura del río Lambayeque (anteriormente llamado Faquisllanga). Esta condición de ubicación de un templo importante entre la desembocadura de un río en el mar, no obedece a un hecho fortuito sino a un requisito de naturaleza probablemente religiosa y a una condición territorial, y nos permite sostener que la ubicación de los lugares sagrados obedecen a un modelo preestablecido, que se repite en otros lugares, y que asocia edificios importantes con un espacio o contexto paisajístico que está determinado por el cauce del río y su desembocadura en el litoral, casos como Úcupe, El Taco y Chornancap, constituyen un claro ejemplo de como la élite gobernante Lambayeque establece que los templos cercanos al mar con acceso al este, deban tener cercanía al punto de la desembocadura de un río como si este emplazamiento hiciese recordar a la tradición oral cuando se habla del arribo de Ñaymlap y la construcción del templo de Chot, junto a la desembocadura del río Faquisllanga (Cabello de Balboa 1951:928 [1586]).

El Complejo Túcume, resulta ser uno de los más emblemáticos que se conoce para la cultura Lambayeque, porque en este escenario próximo a un valle como el río La Leche, aparece un componente importante como parte del paisaje arquitectónico: el Cerro La Raya, llamado también Cerro Purgatorio, que se constituye en el centro del espacio urbano arquitectónico en el núcleo de esta configuración monumental o en el “axis mundi” (Narváez 2011). Algunas de las plataformas de este complejo monumental como por ejemplo Huaca 1, Huaca Larga, Huaca Las Balsas, muestran elementos decorativos de extraordinaria calidad artística y cromática que exhiben un repertorio donde el universo marítimo, el espacio celeste y el escenario terrestre convergen y revelan incuestionablemente que estos lugares fueron espacios sagrados que transmiten en las fachadas escenas del mundo religioso y la mítica lambayecana. Las cuatro fases identificadas en huaca Las Balsas, asociadas a superficie de relieves (Narváez 2011) reafirman la relación de los elementos de aves, el mar y seres sobrenaturales que interactúan en estos escenarios sagrados.

Especial énfasis debemos poner en el caso de Chotuna y Chornancap, cuyo paisaje está dominado por el entorno agrícola pero sobre todo por la proximidad al mar. Los volúmenes arquitectónicos de Huaca Chotuna, Huaca Susy, Huaca de los Sacrificios, Huaca de la Ola Antropomorfa y Chornancap forman parte también de los conceptos arquitectónicos y formales del esplendor del urbanismo de la época Lambayeque, pero son el claro reflejo del afianzamiento del poder y capacidad administrativa, productiva y las relaciones que habrían logrado desarrollar las élites emplazadas en este territorio. No se trata de un conjunto de familias que dependen de una capital central, estamos ante varios centros emplazados estratégicamente en los valles de esta región que comparten una tradición religiosa, así como fundamentos de carácter político y modelos arquitectónicos.

Huaca Chotuna que es un volumen constructivo masivo con rampa circunferencial orientada al oeste con un apéndice alargado al norte, con una cima para actividades rituales, se constituye como fiel reflejo semejante a Huaca El Loro en Batán Grande que resulta ser un modelo similar con la única variante de que la rampa en Chotuna se desplaza con trayectoria oeste, norte, este y accede a la cima y en el caso de Huaca Loro inicia en el oeste, accede al sur asciende por el este hasta llegar a la cima; esta semejanza del emplazamiento, orientación y modelo constructivo obedece a un principio religioso donde el eje lunar y solar convergen (este y oeste), donde el eje norte y sur se mantiene opuesto y el acceso proviene del oeste es decir desde la dirección del mar que es de donde arriban estos hombres. Además cerca a ambos edificios en el lado nor-este se emplaza una plataforma rectangular con planta en “T” cuya rampa se orienta hacia el lado este; para el caso de Huaca Chotuna tenemos a la Huaca Susy y para Huaca El Loro tenemos la Huaca El Ingeniero, ésta configuración espacial es semejante para Chotuna y Huaca Loro, y revela la existencia de modelos que obedecen a patrones religiosos y que los convierte en espacios concebidos como: escenarios sagrados, que tienen también connotación dual.

Chornancap ubicada en la proximidad del litoral, presenta no solo en su concepción arquitectónica el modelo de edificio de planta en “T” con rampa al este, sino que muestra en su arquitectura asociada al edificio, el concepto dual, donde el escenario político determinado por el trono y el patio de las pinturas polícromas se ubica al norte y el área de la residencia de élite y mausoleo de la Sacerdotisa se ubica al sur; espacio opuesto pero complementario a la vez que revelan el profundo significado religioso que adquieren los escenarios de condición sagrada, que desde el inicio de la arquitectura temprana en los andes muestra un binomio entre religiosidad y paisaje.

 

Autor: Carlos Wester La Torre
Fuente: Extracto del Libro CHORNANCAP » PALACIO DE UNA GOBERNANTE Y SACERDOTISA DE LA CULTURA LAMBAYEQUE»

La tumba de un orfebre de la élite Sicán y otros hallazgos de la cultura Lambayeque

Botella funeraria del tipo Huaco Rey descubierta en la más que probable tumba de un orfebre que trabajó para las élites de Sicán. Foto: Go Matsumoto, Yamagata University

Go Matsumoto, de la Universidad de Yamagata en Japón, informa a este medio sobre dos nuevos hallazgos de la cultura de Lambayeque o Sicán, fechados aproximadamente entre el 950 y el 1100 d.C., en diferentes alturas de la Gran Plaza del Complejo Arqueológico de Sicán, en la costa norte de Perú.

Por un lado, los restos mortales de un mínimo de nueve individuos a unos cinco metros de profundidad y que, según el antropólogo físico Jordi Rivera, corresponden a hombres de entre 25 y 30 años de edad que fueron sepultados sin ajuar funerario y sin tratamientos especiales. «Algunos de ellos fueron desmembrados antes de ser enterrados o sus restos fueron perturbados después del enterramiento, pero sospechamos que fueron sacrificados durante algún tipo de actividad ritual», explica Matsumoto.

Por otro lado, los arqueólogos han excavado una tumba en el ámbito de lo que probablemente fue una forja, un taller donde se trabajaba el metal. La tumba, situada a 1,5 metros de profundidad de la superficie actual, contenía los restos mortales de un hombre de entre 25 y 30 años de edad en posición extendida y con la cabeza orientada hacia el sur, además de varios objetos metálicos, entre ellos un ornamento para la nariz, un tumi o cuchillo ceremonial en su mano derecha y 24 botellas funerarias.

«Dos cosas que han llamado nuestra atención: la posición y orientación del cuerpo, unas costumbres funerarias más propias de la cultura precedente, la cultura moche, lo que indica que la identidad cultural moche persistió durante los períodos de Sicán; y la extraordinaria cantidad de botellas funerarias, 11 de las cuales son del tipo Huaco Rey», expresa Matsumoto. Los arqueólogos consideran que el individuo enterrado fue un orfebre que trabajó para las élites de Sicán y por este motivo su cuerpo recibió un tratamiento especial después de la muerte.

 

Fuente: National Geographic

De Moche a Lambayeque: ¿Cómo entender el Cambio?

De Moche a Lambayeque: ¿Cómo entender el Cambio?
Autor: Krzysztof Makowski.
Pontificia Universidad Católica del Perú.

 

INTRODUCCIÓN: EL DEBATE SOBRE EL OCASO DE MOCHE Y EL FENÓMENO HUARI.

 

La obra de Rafael Larco Hoyle (1948) y en particular su método de definir el tiempo relativo – concebido, es menester recordarlo, en la época previa a la introducción de fechas C14 – han ejercido una poderosa influencia en los investigadores de la Costa Norte del Perú. El método se fundamenta en el paradigma de que todo cambio en la cultura material es gradual y se desprende de la interacción entre los estilos locales y foráneos. Los tipos y subtipos formales de botellas y de adobes, diagnósticos para un estilo, fueron inventados en los arboles de cada “cultura” en particular, se popularizaron, y luego quedaron paulatinamente remplazados por otros, en el marco del periodo de transición. Para Larco Hoyle, un estilo es la expresión material de la idiosincrasia de un grupo étnico. Por lo tanto, los artefactos de un estilo en particular, saturaban en su opinión de manera uniforme el espacio dominado consecutivamente por “los Moche”, y luego por “los Lambayeque” y por “los Chimúes”. Tanto Shimada (1985 y 1995 inter alia) como Donnan (2011; Donnan y Cock, 1986 inter alia) y Castillo (2003, 2009 y 2010) han usado los principios y paradigmas que acabamos de mencionar para definir respectivamente a las fases “Sicán” en el valle de la Leche, la fase “Chimú Temprano”, o subdividir el “Periodo Transicional” en la cuenca de Jequetepeque.

No obstante, los paradigmas de Larco (1948 inter alia) no resisten bien la crítica cuando se los confronta con las evidencias provenientes de las excavaciones sistemáticas recientes. En primera instancia, quedó en buena parte desvirtuada la relación directa entre el estilo de la cerámica decorada y la identidad étnica determinada. Los investigadores registran una diversidad de estilos co-existentes cuyo número se incrementa de manera vertiginosa a fines del Periodo Intermedio Temprano y durante el Horizonte Medio. La discusión sobre la relación entre los estilos Virú (Gallinazo) y Mochica (Moche) durante el Periodo Intermedio Temprano ilustra particularmente bien la crítica constructiva de los paradigmas de Larco (Millaire y Morlion, 2009). Se ha demostrado que ambos estilos suelen ser coexistentes, el primero define a las formas esencialmente utilitarias para la cocción y almacenaje, el segundo caracteriza a las vasijas de uso ritual, producidas por alfareros altamente especializados, al servicio del sistema del poder (Makowski, 2009, 2010a y 2010c). El estilo Sicán, tal como lo define Shimada (1985, 1995, 2009, 2014), cuenta entre los estilos de vajilla ceremonial, sofisticada en cuanto a la tecnología y acabado que remplazan al estilo Moche entre aprox. 800 y 1100 d.C. (Castillo et al., 2008; Castillo, 2009; Rucabado, 2008 a). La cerámica utilitaria la que también cambia de manera perceptible, tiene su propia historia. Las formas típicas para el periodo Moche sobreviven en el Periodo Transicional (Rosas, 2007). Por otro lado, se está reevaluando con argumentos válidos el modelo centralizado y burocrático de organización de la producción alfarera. Hasta el presente, los investigadores asumían que el estado siempre promovía y controlaba la producción de cerámica decorada y de otros objetos supuestamente suntuarios, y por ende eran los administradores o los señores locales quiénes imponían la manera de hacer los artefactos, las formas de recipientes y la iconografía. Recientemente se están acumulando las pruebas que la cerámica fue producida por grupos corporativos independientes, incluso en los tiempos del Imperio Inca (Tschauner 2001 y 2009; para la Costa Central cfr. Makowski et al., 2011).

Si bien el ocaso de la cultura Moche es un proceso relativamente largo, los cambios en el conjunto de la cultura material del área de Lambayeque se presentan de manera violenta y simultánea. Tanto en la secuencia de San José de Moro (valle Loco Chamán-Jequetepeque) como en la de Batán Grande (valle La Leche), luego del breve episodio marcado por la brusca aparición de vasijas en estilos sureños, se multiplican cambios que atañen múltiples aspectos de la religión, de la imagen del poder, de comportamientos funerarios, de la tecnología y también de la estética. Las transformaciones son tan variadas e intensas que de hecho se puede hablar de una de las más intensas rupturas en la continuidad cultural jamás registrada por arqueólogos en la Costa Norte.

Buena parte de los aspectos novedosos registrados en la cultura material concierne a la manera como las elites de poder han querido presentarse a sí mismas frente a la sociedad, de vida y después de la muerte, empezando por la residencia y los espacios arquitectónicos donde se manifestaba su poder y terminando en los atuendos. Las construcciones que pueden interpretarse como palacios (Pillsbury, 2004) y que después de la muerte del soberano se convertían en los mausoleos de linaje (Shimada, 1995 y 1996; Shimada et al., 2004; Elera, 2008;cfr. también Wester La Torre 2016, Wester La Torre et al . 2014, y este volumen) carecen de antecedentes estudiados Moche, salvo que se considere que la Huaca de la Luna haya tenido funciones palaciegas (Chapdelaine, 2006; Uceda, 2008). Los palacios-mausoleos Lambayeque tienen la forma de pirámides o plataformas escalonadas con el sistema de rampas de acceso a la cima que se encuentra ubicado en la parte media de la fachada. En la cima se encuentran amplias salas con techos sostenidos por varias columnas, y recintos rectangulares con típicos techos a doble agua. Las dos extremidades del techo se levantan gradualmente a medida que se acercan hacia los hastíales y están adornadas con una forma que se asemeja a la parte superior de las orejas del personaje del “huaco rey”. Cabe subrayar que este tipo de techo está representado sobre la cabeza del personaje, como si fuese su tocado, en algunas botellas escultóricas. Los entierros de cámara de elite no se situaban, como en el caso Moche al interior de volúmenes arquitectónicos sino al fondo de profundos pozos ubicados a lados de la rampa, al pie del edificio. En los rellenos se han registrado, en cambio, los entierros de fosa y cámara correspondientes a elites intermedias (Elera, este volumen). Las imponentes pirámides se construían consecutivamente una tras otra marcando el paisaje con estos imponentes símbolos del origen divino del poder. A juzgar por los resultados de excavaciones en Chotuna-Chornancap (Donnan, 2011; Wester La Torre, este volumen) y Batán Grande (Shimada, 1995) no hubo áreas residenciales, similares a la zona urbana de Huaca de la Luna (Chapdelaine, 2006; Uceda, 2008) en la proximidad. En cambio sí se registran recintos amurallados con residencias y talleres y artesanos (Donnan, 2011). Hay también áreas ceremoniales cercadas con pórticos con banquetas y tronos en la proximidad de las pirámides (Wester La Torre, este volumen). Un tipo de arquitectura residencial, directamente relacionada con la imagen del mítico fundador de la dinastía guarda ciertas similitudes con la arquitectura Huari. Se trata de un edificio de planta rectangular, dos o más pisos, entrada en la pared larga, ventanas ornamentales, almenas sobre el techo de forma típica para Lambayeque (Fig.1) . A juzgar por el arco de los cielos que se extiende sobre el palacio y soporta otra estructura en forma de audiencia, así como por la presencia de dos “nadadores” que suelen acompañar a la “deidad Sicán”, la vasija escultórica representa a los dos palacios del mítico Naylamp, el terrenal y el celestial.

Fig. 1- Botella de asa puente escultorica, ACE 914 Museo del Banco Central de Reserva, Lima (fotografía de Juan Pablo Murrugarra, cortesía del Museo del Banco Central de Reserva)

Junto con estas formas de residencias palaciegas aparecen repentinamente en el registro nuevos símbolos del poder, la mayoría de ellos de origen exótico. Cambian todos los componentes principales del atuendo de gobernantes (Shimada y Montenegro, 1993; Shimada, 1995 y 1996; Rucabado, 2008; Elera, 2008; Wester La Torre, este volumen). Los cascos y tocados gurativos Moche quedan remplazados por las gorras de cuatro puntas (Fig. 2) . La copa Moche está sustituida por un aquilla o un quero (Fig. 3). Tanto la gorra como el quero tienen su origen en el área cultural en la que posteriormente se gestará la cultura Tiahuanaco y llegan a Lambayeque como parte del fenómeno Huari. También el cuchillo ceremonial – tumi adopta la forma sureña (Fig. 4), diferente del implemento de sacrificio Moche. Finalmente el cambio más notorio concierne a la iconografía religiosa. La gran variedad de escenas de carácter y estructura narrativa Moche (Hocquenghem, 1987; Makowski, 2002 y 2010a; Makowski et al., 1996; Golte, 2009) fue remplazada por la repetición de un solo motivo altamente convencional. La imagen a la que nos referimos representa a un personaje humano vestido de un unku, de frente y de cuerpo entero, o sólo su cara, la que posee siempre dos rasgos distintivos, los ojos “en coma”, de felino o búho, y las orejas puntiagudos o cuadradas. En algunas variantes se trata de una deidad con pico y alas de ave, en otras es un ser humano enmascarado (Carcedo, este volumen). Este motivo emblemático para el estilo “Sicán” y la cultura Lambayeque, aparece en las botellas de uno sólo pico o de doble pico asa-puente, en los famosos cuchillos ceremoniales (Fig. 4), en las pinturas murales como las de Ucupe (Alva y Alva 1983), en las andas decoradas (Fig. 5), en los vasos y en las máscaras de oro, recubiertas con cinabrio (Fig. 6). El motivo adorna también a los vestidos y las orejeras (Fig. 7 y 8). En este contexto no cabe duda la intención política. Los fundadores de la nueva dinastía quisieron de manera consciente romper con las tradiciones ancestrales y presentarse a los súbditos como representantes de un gran poder de origen foráneo. No es casual, sin duda, que los principales símbolos de la “realeza sagrada” – el tocado y los implementos de sacrificio – imitan a los símbolos “imperiales” Huari. No obstante en la construcción de la imaginería del “señor y dios de Lambayeque”, probablemente Naylamp, se ha usado tanto las convenciones Huari como ciertos diseños figurativos Moche. El personaje adopta rasgos de las deidades masculinas del mar y de la noche, Guerrero del Búho y Mellizo Marino (Makowski et al., 1996; Makowski, 2005; Rucabado, 2008). Estos dioses rectores de la fertilidad de las tierras y de la abundancia de la pesca suelen lucir vestidos y tocados foráneos, en particular los atuendos de los pueblos de la Sierra, también en la tradicional iconografía Moche. Es menester recalcar que el dios supremo Lambayeque es una deidad del cielo, que se desplaza en litera pero no se identifica directamente ni con el Sol ni con la Luna, a juzgar por la famosa representación pintada proveniente de una de las cámaras funerarias reales (Shimada, 1995, Fig. 119; Elera, 2008, Fig. 5).

Fig. 2 – Botella de doble cuerpo con personaje con ojos alados y gorra de cuatro puntas. Museo Oro del Perú – Armas del Mundo, Fundación Miguel Mujica Gallo, Lima (fotografía de Daniel Giannoni, cortesía de la Fundación Miguel Mujica Gallo)

Las transformaciones y rupturas en la tradición no se circunscribieron al estrecho círculo de la cultura de élites en la cima de poder. Se impuso un estilo de vida, una organización social, y una visión del más allá, distinta de la que imperaba durante varios siglos (Johnson y Zori, 2011). Hay muchos indicios que grupos étnicos foráneos, procedentes de Cajamarca (Rosas 2007, 2010), dela Costa Centro-Norte y quizás también de otros confines del sistema-mundo Huari (Makowski, 2010b; Makowski et al. , 2011; Makowski y Giersz 2016) han conseguido el derecho de asentarse en las fértiles tierras de Lambayeque y hacer uso de sus habilidades e incluso conquistar el poder. Algunos linajes de los advenedizos han logrado someter a la región remplazando a los señores Moche.

Queda por definir en cuánto y cómo estos cambios se relacionan con la expansión del hipotético imperio Huari. Desde el punto de vista del autor una rápida conquista y el control de los territorios por medio de estrategias hegemónicas durante un tiempo breve (Jennings, 2006; Makowski, 2004 y 2010b; Makowski y Giersz 2016) dejan huellas diferentes que un dominio prolongado y de carácter territorial que habitualmente se atribuía al imperio ayacuchano. Los cambios dramáticos que acabamos de describir corresponden bastante bien con el escenario de una rápida expansión imperial que no ha logrado consolidar sus conquistas pero ha dejado una huella imborrable: un nuevo panorama social y político. He aquí algunos de los indicios de la presencia foránea en Lambayeque desde los inicios del Periodo Transicional (Lambayeque Temprano o Sicán Temprano). Existe un consenso entre los investigadores acerca de que entre el siglo VIII y IX d.C. se había iniciado un continuum de transformaciones que afectaron a todos los aspectos de la cultura: el repertorio formal de vasijas utilitarias y ceremoniales de uso común (Moche tardío: Castillo et al.,2008; Rosas, 2007) cambió de manera sustancial, y también varias tecnologías complejas, como la alfarera (Cleland y Shimada, 1992, 1994 y 1998), la metalúrgica (Merkel et al ., 1994; Shimada, 1996; Shimada et al ., 2007), y la textil. Aparecieron nuevas formas de arquitectura residencial (Rosas, 2007) y de arquitectura pública (Swenson, 2004 y 2008; Dillehay et al., 2009), reproducida a menudo en forma de maquetas (Castillo et al., 2011). La adopción de nuevas tecnologías se relaciona directamente con la notable pericia en la imitación de formas y estilos foráneos. En la metalurgia cabe destacar la producción de bronce arsenical, antes desconocida (Merkel et al ., 1994; Shimada, 1996, Carcedo, este volumen). En cuanto a la cerámica, la lista de estilos foráneos es larga: Piura, Cajamarca, Nievería, Teatino, Chakipampa, Ocros, Viñaque, Casma impreso de molde. Los hechos indican que artesanos foráneos se han hecho presentes en Lambayeque junto con las elites deseosas de mostrar tanto su origen en las tierras lejanas, real o imaginario, como poner en evidencia la amplitud de redes de sus contactos políticos.

Fig. 3 – Quero -The Metropolitan Museum of Art, Jan Mitchell and Sons Collection, regalo de Jan Mitchell, 1991 (fotografía cortesía del Metropolitan Museum of Art)
Fig. 4 – Tumi – The Metropolitan Museum of Art, Jan Mitchell and Sons Collection,regalo de Jan Mitchell, 1991 (fotografía de Justin Kerr, cortesía del Metropolitan Museum of Art)
Fig. 5 – Parte trasera de una anda. Museo Oro del Perú – Armas del Mundo, Fundacion Miguel Mujica Gallo, Lima (fotografía de Daniel Giannoni, cortesía de la Fundación Miguel Mujica Gallo)

Los resultados de estudios recientes sobre los comportamientos funerarios Moche Final y Lambayeque (aprox. 800-1100 d.C.) sugieren que durante un buen tiempo se sepultaron lado a lado individuos y poblaciones que seguían ritos diferentes. Algunos mantenían vigentes varios principios del ritual ancestral mochica, otros, en cambio, optaron por introducir costumbres difundidas en la Sierra, pero desconocidas en la Costa Norte. Es probable que el ritual tradicional Moche se mantuviera vigente por más tiempo en poblaciones de menor estatus. Gradualmente, los entierros individuales de cúbito dorsal, en envoltorios y sarcófagos, típicamente Moche, quedaron remplazados por entierros múltiples, primarios en posición sentada, y segundarios (Shimada et al., 2004; Rucabado, 2008, Bernuy, 2008). Esta transformación no fue de matices. Se desprende de ella una imagen ideal que diere de la cosmovisión Moche. Los rituales funerarios Lambayeque ponían énfasis en armar los lazos entre los miembros de familias extensas y linajes. Asimismo, los grupos e individuos manifestaban por medio de las imágenes presentes en los ajuares funerarios algún nexo, algún parentesco consanguíneo o ritual con el linaje gobernante. Lo sugiere la recurrencia de la imagen del dios-señor Lambayeque en los entierros correspondientes a tres de los cuatro niveles socio-económicos que establece Shimada (Shimada et al., 2004). Son asimismo los entierros que contienen ofrendas de metal, incluyendo el bronce arsenical.

Fig. 6 – Máscara de oro recubierta con cinabrio. The Metropolitan Museum of Art, regalo y legado de Alice K. Bache
(fotografía cortesía del Metropolitan Museum of Art)

ESTRATEGIAS DE PODER MOCHE Y LAMBAYEQUE: UNACOMPARACIÓN

La magnitud de cambios que marca el fin del Periodo Moche y el inicio del Periodo Lambayeque, no encuentra en la opinión del autor explicaciones plausibles en coyunturas internas, sea en el ajuste de la ideología del poder o en los nuevos gustos cosmopolitas de elites emergentes. Las evidencias que acabamos de describir en el acápite anterior sugieren que grupos advenedizos han logrado conquistar y mantener el control político de Lambayeque a fines del Periodo Moche. Es probable que las relaciones políticas entre los señoríos proto-muchik y proto-quingnam hablantes, ubicados respectivamente al Norte y al Sur de las Pampas de Paiján, no hayan sido buenas y esta animadversión facilitó la conquista desde la Sierra, quizás por los corredores de Jequetepeque y Olmos. En todo caso, los nuevos gobernantes adoptaron estrategias políticas distintas en comparación con las que fueron desarrolladas por las elites Moche. Las diferencias son notorias. A juzgar por la iconografía y la arquitectura pública el sistema político Moche fue inclusivo y respetuoso de la diversidad. Los guerreros y los sacerdotes ostentan orgullosos sus orígenes diferentes que se expresan en tocados, vestidos y decoración corporal, a veces también en el tipo de armas, cuando están representados en la decoración mural, en la cerámica ceremonial o en los adornos de metal y textiles (Makowski, 2005; Makowski y Rucabado, 2000). En lugar de poner énfasis en la imagen y en las hazañas del gobernante supremo, el arte figurativo Moche Tardío hace un despliegue de recursos y convenciones narrativas para difundir y perennizar el contenido de los rituales supracomunitarios y de los mitos que ofrecían el sustento a los comportamientos ceremoniales. La imagen del gobernante humano o deificado brilla por su ausencia (Woloszyn, 2008). La remplazan representaciones de grupos corporativos. Las secuencias narrativas de mayor complejidad provienen significativamente del nal de la historia de la cultura Moche, de San José de Moro (Makowski, 2002; Mc Clelland et al., 2007; Castillo, 2009). Pareciera que la sociedad acechada por sus vecinos se esforzaba por materializar y difundir de manera cada vez más amplia los contenidos de sus costumbres y de sus mitos. Similar inversión de tiempo social y de la pericia técnica se observa en el arquitectura del Periodo Moche Tardío, claramente destinada a rituales multitudinarios que se realizaban tanto en los centros político-religiosos como Pampa Grande (Shimada, 1994) como en recintos de uso comunitario dispersos en el paisaje (Swenson, 2006).

Casi inmediatamente después de la conquista y de la toma de poder, los nuevos gobernantes impusieron su marca en el paisaje construyendo pirámides escalonadas con rampa. A diferencia de los templos Moche que tuvieron formas similares, estos edicios no fueron levantados laboriosamente durante varios siglos para honrar a las deidades tutelares de la comunidad, sino construidos de manera rápida y eciente, como prueba de origen divino de una sola familia reinante (Shimada, 1995; Elera, 2008; Shimada 2014). La pompa fúnebre de los miembros de la familia real ponía en evidencia el parentesco directo entre los descendientes de Naylamp y la deidad ordenadora o animadora del mundo. El mensaje de la unidad en diversidad ha desaparecido de la iconografía. El frondoso repertorio de seres sobrenaturales y seres humanos luchando, muriendo en sacricio, corriendo, jugando o cazando grandes mamíferos del mar y tierra (Hocquenghem, 1987; Makowski et al., 1996; Makowski, 2005) quedó remplazado por un icono emblemático y sus acólitos antropo- o zoo-morfos (Carcedo, este volumen). Como se ha mencionado anteriormente, esta imagen evocaba según toda probabilidad al fundador de la dinastía y a su deidad tutelar. Solo en casos excepcionales (Narvaez 2014) una variedad de personajes míticos, incluyendo un femenino, asoma debajo de la máscara. Esta variedad no desvirtua lo esencial de mensaje: los lazos de parentesco expresados por medio de atuendo y rasgos corporales que vinculan a todos los ancestros sobrenaturales.

Fig. 7 – Orejera con el motivo emblemático del estilo “Sicán”. Dallas Museum of Art, regalo de Mr. y Mrs. Eugene McDermott (fotografía cortesía del Dallas Museum of Art)
Fig. 8 – Orejeras con el motivo emblemático del estilo “Sicán”. Minneapolis Institute of Arts, The William Hood Dunwoody Fund (fotografía cortesía del Minneapolis Institute of Art)

 

Referencias Citadas:

 

 

Fuente: Academia.edu (https://goo.gl/URfkwi)
De la obra: «De Moche a Lambayeque» en: Antonio Aimi, Krzysztof Makowski y Emilia Perassi (eds.) LAMBAYEQUE. Nuevos Horizontes de la arqueología peruana: 157-175, Ledizioni, Milan 2017

Descubren “Templo Quemado” de cultura Lambayeque en cerro Luya

templo-cultura-lambayeque-luya-2Un templo de la cultura Lambayeque, que pertenecería a la fase de apogeo entre los 900 y 1,200 años después de Cristo y que en su final del periodo fue incendiado, fue descubierto en el complejo arqueológico cerro Luya, ubicado a 25 kilómetros de la ciudad de Chiclayo, región Lambayeque.

En el lugar, ubicado entre los distritos de Manuel Mesones Muro y Tumán, se halló también vestigios de la cultura mochica, como el caso de una tumba de un adolescente y un horno de fundición de metales.

Walter Alva, director del Museo Tumbas Reales de Sipán, manifestó que estos importantes vestigios de las culturas Lambayeque y Mochica corresponde a los resultados de una corta temporada de investigación realizado en el complejo arqueológico de Luya, ubicada entre los valles Chancay y La Leche.

Precisó que la edificación se localiza en la parte media del promontorio rocoso ubicado al este del yacimiento. Las excavaciones develaron parte de la rampa de acceso y las plataformas escalonadas que forman el altar principal, de dos de las tres fases constructivas identificadas.

“El altar principal tiene una orientación este-oeste y en su segunda fase de construcción perteneciente a la cultura Lambayeque o Sicán Medio, fue incendiado completamente, cuyas causas son materia de investigación del equipo de Museo”, aseguró.

templo-cultura-lambayeque-luya-3Alva refirió que respecto al incendio de este templo se manejan la hipótesis de que hay cambios sociales y también el abandono de un santuario que a veces implica su destrucción porque tiene un carácter sagrado. “Se puede ver quemado este templo en la parte de sus techos demostrándonos que hay cambios sociales en las antiguas épocas”, manifestó el investigador a la Agencia Andina.

El arqueólogo indicó que los resultados de esta intervención implicó un mes de trabajo donde se ha encontrado la identificación de tres componentes básicos en la arqueología como es la presencia de material tecnológico para la fundición de metales, un proceso de ocupación de diversas culturas que va desde lo inca hasta la época mochica.

Agregó que otras áreas de investigación excavadas en esta temporada develaron áreas de producción de metales (talleres) de la época Lambayeque Medio, viviendas, áreas donde depositan la basura doméstica y de producción artesanal.

“Se ha encontrado un horno de fundición de cámara doble que indica una actividad de extracción y laboreo de cobre para producir armas, herramientas y ornamentos. Esto ya es una demostración que aquí había una considerable población como demuestran los monumentos, pero también el componente religioso, hay plataformas y un santuario en la parte alta y sobre todo la ocupación con nuevos materiales y aporte que demuestra que hay un proceso de intercambio entre las diversas culturas”, destacó.

templo-cultura-lambayeque-luya-1Alva resaltó, también, el hallazgo trascendente y que permitirá ampliar el conocimiento de la sociedad mochica fue la tumba de un adolescente colocado en la típica posición de los entierros mochica y conteniendo dos objetos de cerámica como ofrendas, uno de ellos es un pequeño cántaro con decoración incisa formando un rostro y el otro es una figurina con representación humana y el clásico estilo de las halladas en ciertos sectores de Sipán.

“Sin duda este descubrimiento permitirá ampliar el conocimiento del territorio ocupado por los mochicas, su relación con el abastecimiento de agua y el canal Taymi, así como diferentes perspectivas de la etnicidad mochica, el proceso del Horizonte Medio y los orígenes de Lambayeque en este valle”, informó.

Por su parte, el arqueólogo que dirigió este proyecto de investigación, Edgar Bracamonte, manifestó que en sitio se han encontrado evidencias tangibles e importantes de las culturas Lambayeque, Mochica y Chimú.

“Se ha recuperado cerámica mochica de una tumba, evidencias sobre las actividades de fundición, las herramientas de trabajo para el mismo; pero sobre todo la parte religiosa de este sector, no solamente es un área donde existen talleres de fundición, sino que en la parte alta, como suele ocurrir en la ideología andina, hay áreas donde se realizan cultos a los ancestros y divinidades”.

Se ha documentado un espectacular templo que le estamos denominando el “templo quemado de la cultura Lambayeque”. Además, se ha hallado restos de alimentación, es decir lo que consumían los artesanos.

“Esto nos permitirá comprender cómo funcionaba el Estado en Lambayeque y cómo se realizaban las actividades en el antiguo Perú. Comprender la organización social, política económica de la gente, como eran los gobernantes, cómo se organizaba la producción, si había dependencia del Estado, pues hay muchas teorías al respecto. Se ha encontrado evidencias en la parte baja de la cultura Cajamarca”, subrayó.

Alva resaltó que lo más rescatable del proyecto es la participación y el apoyo de la comunidad y autoridades, como el caso de la empresa Tumán, que demuestra que hay voluntad de iniciar un trabajo de investigación que va a aportar valiosos datos para la arqueología y que pueda ser el inicio de la puesta en valor de este gran complejo arqueológico.

Recordó que este complejo arqueológico estuvo abandonado y fue depredado por años, sin embargo, dijo que abarca una considerable extensión la que por iniciativa del arqueólogo Edgar Bracamonte y la institución museográfica apoyó la ejecución de un trabajo preliminar que fue iniciado sin presupuesto sino con la voluntad del equipo de trabajo y la participación voluntaria de 15 alumnos de la carrera de Arqueología de la Universidad Nacional Pedro Ruiz.