Puruchuco, clave de muchas incógnitas.
Por los años 60 la sociedad limeña y los visitantes extranjeros disfrutaron presenciando los espectáculos culturales de luces y sonido en el palacio de Puruchuco, ubicado muy cerca de la urbe, en el kilómetro 4.5 de la carretera central, dentro de la hacienda Vista Alegre, propiedad de la familia Isola. En este sitio, un asentamiento arqueológico muy bien conservado, se organizaban fiestas de danza, música y teatro, que representaban pasajes de la conquista en medio de ambientes iluminados. Se compartía, asimismo, las famosas tendidas, donde ilustres personajes de la ciudad eran invitados para disfrutar potajes de la cocina prehispánica. Por esos años Puruchuco estaba rodeado de bosques de molles y plantas nativas, de llamas y perros peruanos sin pelo, es decir, un entorno que permitía un imaginario viaje al pasado. En 1960, además, ya contaba con el primer museo de sitio de Latinoamérica, gracias a la gestión y trabajo de Arturo Jiménez Borja, médico —y arqueólogo por pasión— que trabajó en la puesta en valor del sitio desde 1953, con el apoyo del señor Isola y de otras instituciones del país. Dicha restauración le tomó siete años, y a pesar de que el estilo de la recuperación fue criticado, constituyó finalmente un aporte, pues el sitio ha conservado gran parte de sus estructuras en buen estado.
Pero, ¿qué fue Puruchuco?, ¿quiénes la habitaron? El imponente palacio construido a base de barro tuvo su auge en época inca. Su edificación, en las faldas del cerro León, data del 900 al 1100 d.C. y es atribuida al curacazgo Ychma. En el año 1400 es reconstruida por los incas, quienes toman el sitio de manera pacífica, consiguiendo convivir ambas sociedades bajo administración cusqueña. Desde Puruchuco se supervisaban los sembríos de una parte del valle del Rímac y se organizaban ofrendas al curaca. Debido a su estratégica ubicación, al inicio de la sierra, en Puruchuco, así como en otros emplazamientos tardíos, se utilizó terrazas y colcas para procesar y guardar alimentos como la papa, el maíz o el pescado, procedentes del dinámico intercambio de productos entre costa y sierra: prueba de ello son las valvas de spondillus provenientes de aguas ecuatoriales o las plumas de aves de la selva.
Gracias a la restauración, el palacio permite observar su organización. En el área principal, por ejemplo, también llamada “patio de las audiencias”, se realizaba el intercambio, redistribución, control de productos, ceremonias rituales o sesiones de narración oral, no sólo para la preservación de tradiciones sino también la difusión de noticias entre comunidades aledañas. En otro espacio se observan seis hornacinas triangulares de uso astronómico, donde podía controlarse el tiempo de rituales y sembríos. En las habitaciones, refieren las investigaciones, se hallaron pieles de animales para descanso de personajes importantes llegados al lugar. En la zona de los depósitos se ha encontrado restos de productos agrícolas, y en la cocina, finalmente, hay una adecuación para la crianza de cuyes. Resaltan también las puertas de doble jamba, características de la arquitectura inca.
Las momias de Huaquerones
La zona conocida como Puruchuco-Quebrada de Huaquerones fue delimitada por Jiménez Borja entre mediados de los años 50 y principios de los años 60 a partir de sus trabajos de restauración. Durante sus primeras investigaciones se realizaron hallazgos de tumbas que evidencian que Puruchuco fue un centro de paso y concentración de excedentes entre las zonas norte y sur. Esta afirmación es comprobada, entre 1999 y 2001, gracias a la intervención de arqueólogos subvencionados por la National Geographic Society, que descubren un gran cementerio inca, de aproximadamente ocho hectáreas de extensión, donde se encontraron alrededor de 2.000 fardos funerarios en peligro, y es que, encima de Huaquerones, ya estaba establecido el asentamiento humano Túpac Amaru de Ate-Vitarte.
De acuerdo a las investigaciones, hacia 1480 fue que los incas empiezan a reutilizar las estructuras dejadas por los antiguos residentes para despertar en otra vida. Para este fin, los cuerpos eran enterrados con sus mejores prendas: telares pintados, redes, tapices, plumería, gasas, lentejuelas, etcétera, así como llautas o vinchas, unkus o camisas, chullpas o bolsos, además de herramientas para el tejido y una serie de ofrendas, como cerámica típica cusqueña, animales, pieles o alimentos.
Actualmente, las momias de Puruchuco continúan ofreciéndonos datos sobre su propia historia, y, más aún, sobre el momento de la invasión española. Con el auspicio de National Geographic, se acaba de publicar en Washington un informe sobre el hallazgo del primer indicio documentado de uso de armas de fuego durante el enfrentamiento con los españoles: se trata de un joven soldado inca muerto por una herida de bala de arcabuz en el cráneo, descubrimiento que aclararía ese pasaje de nuestra historia.
Constante amenaza
Puruchuco recibe unos 17 mil visitantes al año entre turistas y escolares, pudiendo estos últimos, además de una visita guiada, realizar juegos didácticos en Puruchuquito, una recreación del palacio en miniatura. La arqueóloga Teresa Verástegui, directora del museo de sitio nos comenta que no sólo debe realizar propuestas para la ampliación del espacio, sino que debe lidiar constantemente con amenazas de invasiones y construcciones que impactarían el área que rodea el palacio. “Es necesaria la ampliación del museo: además de resguardar las piezas encontradas en Puruchuco, nos llegan objetos de los sitios arqueológicos cercanos y no tenemos espacios adecuados; las momias, por ejemplo, merecen una sala exclusiva y un laboratorio. Puruchuco vive ante constantes amenazas: por un lado está el asentamiento humano, que sigue creciendo, por el otro, el proyectos de prolongación viales, que si bien por ahora están paralizados podrían atravesar la zona arqueológica. Finalmente, cabe resaltar que el entorno arqueológico se vería afectado por la venta de la única área verde que nos hubiera dado referencia de las funciones de Puruchuco, y que, se dice, probablemente será utilizada para la construcción de viviendas. Puruchuco necesita un respiro y hay que rescatarlo”, finaliza Verástegui.