Ricardo Morales Gamarra: “La historia me abrió el libro”

Reproducimos la entrevista a Ricardo Morales Gamarra, una eminencia de la restauración en el Perú y en el mundo. El Hoy Director del Proyecto Arqueológico Huacas de la Luna –la que inicio con su gran compañero Santiago Uceda Castillo– nos habla de sus vivencias y cómo se inició su fructífera vida en la arqueología peruana.

“La historia me abrió el libro” – Entrevista a Ricardo Morales

La historia me abrió el libro, y me dijo: «ingresa, este párrafo quizás es para ti”
Entrevista a Ricardo Morales Gamarra, director del proyecto arqueológico Huacas de Moche,
por la revista en linea CLIO

Hablar de Ricardo Morales nos llevaría varios artículos y publicaciones. No sabríamos si empezar mencionando que descubrió los relieves policromados de la huaca de la luna, hace ya treinta años, o que ha cruzado la cordillera de los andes cuatro veces, entre otras cosas.

A sus 74 años, este chalaco de herencia tarapaqueña y corazón trujillano, ha acumulado varios títulos en su formación académica y vida profesional. Es licenciado en Historia, tiene una maestría en Gestión Ambiental y un doctorado en Ciencias Biológicas (todos emitidos por la Universidad Nacional de Trujillo) y un título de “Especialización en conservación y restauración del patrimonio cultural”, por la Universidad de Alcalá (Henares, España). Además, ha realizado cursos de especialización profesional en: Conservación de sitios y monumentos arqueológicos, conservación de pintura mural, conservación de museos, investigación histórica y restauración del patrimonio cultural. Esto, más allá de mostrar el nivel profesional que tiene, demuestra su compromiso con el patrimonio de nuestro país y el trabajo que realiza para su gestión y uso social.

Sin duda, Ricardo Morales Gamarra es un referente de la arqueo-conservación nacional e internacional. Desde el año 1991 es director del Proyecto Arqueológico Huacas del Sol y de la Luna, uno de los sitios arqueológicos más representativos en el departamento de La Libertad y del norte del Perú. Esta entrevista nos permite conocer a la persona y al profesional a través de las anécdotas, que no muchos conocen, sobre el trabajo realizado en las huacas de Moche y otros proyectos importantes que ha desarrollado a lo largo de su carrera.

Ricardo Morales Gamarra en el muro de la deidad de las montañas, más conocido como Ai Apaec. Foto: Archivo Ricardo Morales Gamarra.
Ricardo Morales Gamarra en el muro de la deidad de las montañas, más conocido como Ai Apaec. Foto: Archivo Ricardo Morales Gamarra.

¿Cuál es la historia detrás del inicio y puesta en marcha del Proyecto Arqueológico Huacas del Sol y de la Luna?

Esa es una larga historia, me estás llevando a enero, febrero de 1980. Ese año hicimos unos trabajos ordenados por el INC (Instituto Nacional de Cultura – Sede Central). En ese tiempo yo trabajaba en el Instituto Nacional de Cultura de Trujillo y me ordenaron reabrir el espacio que había sido investigado por una expedición extranjera. Así lo hicimos y en ese subir y bajar de la huaca encontré un fragmento de relieve pintado por un color gris. Esta es una historia que muy pocos saben.

A raíz de ese trabajo, Elías Mujica me dijo: “Escribe una nota en la revista Histórica de la Católica”. Yo, muy obediente, lo hice. En ese proceso tuve, ¿qué se podría decir?, la fortuna o quizás un mal momento. Recibí críticas muy ácidas de parte de un distinguido arqueólogo. Hay dos publicaciones ese año, una que yo escribo y una donde me reviran, me dan como se dice criollamente “con palo”.

Posteriormente en el año 90, cuando se abren los trabajos en Huaca Cao Viejo (en el Brujo) y se ven los relieves Moche, estas personas entendieron que yo tenía razón. Sin embargo, yo me quedé callado, nunca reclamé ni dije nada. Estas son cosas con las que uno va ganando experiencia en la vida. En fin, nunca me he preocupado por la revancha. Solo me queda el recuerdo de lo que había significado para mí esa desabrida respuesta. Pero ese mismo año la historia me abrió el libro y me dijo ingresa, este párrafo quizás es para ti. Tuve la suerte de encontrar fragmentos de relieve policromados, al subir por el lado sur de la huaca, y ya no eran simplemente el color azul o gris, sino era un rojo con blanco y un negro con amarillo, intensos. Mis ojos se desorbitaron totalmente. Eso fue un 20 de octubre de 1990. Vamos a cumplir 30 años y voy a celebrarlo con bombos y platillos y todo lo demás.

Ese es el inicio, tuve la suerte de descubrir en el lado sur de la huaca de la luna un muro con relieves que dibujaban a quien después todos hemos conocido como la deidad mayor de las montañas. Este monstruo era felínico, de colmillos entrecruzados, de una mirada desorbitada y fiera, quizá perdido por el San Pedro que ha bebido (Ai Apaec). Pero lo interesante es cómo llego a este punto y me enfrento a una realidad. Yo no soy arqueólogo, soy conservador o arqueo-conservador, como me gusta llamarlo. En ese momento me pregunté: ¿cómo manejar esto?, aquí tenemos algo muy importante. Miré en trescientos sesenta grados en el panorama de Trujillo y encontré a una persona: Santiago Uceda. Conversé con él y lo invité a formar parte del proyecto y, entre los dos, armamos el equipo con otros profesionales.

Con Santiago diseñamos un plan muy, ¿qué les puedo decir?, ¿ambicioso?, pero convencidos que lo podíamos lograr y lo hicimos. Ya son treinta años prácticamente y hemos hecho la parte más importante que es el museo, la carretera de la panamericana a la huaca, que ha sido una gestión nuestra, disculpen la modestia, mi gestión, porque yo personalmente gestioné el presupuesto para la carretera a las huacas de Moche y realicé un convenio entre la Municipalidad de Moche, el Patronato de las Huacas y el Ministerio de Turismo. El resultado fue la construcción de la carretera enbloquetada, que es un ejemplo en todo el Perú. Disculpen la inmodestia nuevamente, pero eso de trabajar con asfalto en sitios arqueológicos no funciona. Los bloques de concreto son lo mejor, incluso para el centro histórico de Trujillo, pero hay veces que el asfalto nos llama más la atención. En fin, esa es la historia, mira cuanto me he dilatado para contar cómo comenzó la huaca de la luna.

Ricardo, sabemos que un sitio arqueológico implica muchos años de trabajo, incluso generaciones de profesionales interviniendo en el desarrollo del mismo, hay etapas que se cierran, otras que se abren y que en la gestión inicial del proyecto se plantean objetivos que con el tiempo van cambiando gradualmente. ¿Cuál fue el objetivo inicial del proyecto de la huaca?

El proyecto comienza en un nivel académico – científico y para nosotros era hacer un trabajo de arqueología y conservación de forma paralela. Comenzamos con once o doce personas, de las cuales tres aún están en el campo todavía con nosotros ya veintinueve años trabajando en la huaca. Lo que planteamos con Santiago fue una perspectiva arqueológica, es decir, las huacas de Moche, ¿qué función cumplieron?

Anteriormente algunos plantearon que entre la huaca de la luna y la huaca del sol no había nada, que en esa explanada no había nada. Fue un arqueólogo norteamericano, no voy a hablar con nombres, no es que no me acuerde, solo que creo injusto mencionarlo en una cuestión como esta. Del mismo modo, otro grupo que llegó a hacer después excavaciones encuentra que hay estructuras, que hay un posible uso doméstico, arquitectura doméstica, es decir una ciudad o una aldea. Entonces el primer objetivo fue tratar de buscar la respuesta a esta inquietud.

El segundo objetivo fue conocer: ¿cuál fue la función que cumplieron cada uno de los componentes arqueológicos? Por ejemplo: huaca del sol, huaca de la luna, ¿qué hay entre ellas?, ¿qué hay con la huaca de las estrellas o huaca de la cruz que está un poco al sur?, ¿qué otras huacas pueden haber existido en el entorno?

Y el tercer objetivo fue identificar la técnica constructiva. ¿Cómo se trabajaron los materiales?, ¿qué técnicas se emplearon?, ¿las técnicas evolucionaron en el tiempo o simplemente tienen un mismo patrón durante varios ciclos de ocupación?

Entonces fíjate, de estas tres simples preguntas, aparentemente simples preguntas, se comienza a trabajar el primer decenio. Nosotros tenemos una política, trabajar de 10 en 10 años. Algo importante de mencionar es que con Santiago, dijimos: “Bueno, hay que trabajar todos a una”, y comenzamos con un sueldo como cualquier otro, eso es muy importante decirlo, porque a veces piensan que uno está por la repartija, pero eso nunca ha habido.

Ricardo Morales y Santiago Uceda, la dupla que dió inicio a uno de los proyectos arqueológicos más grandes del norte peruano. Foto: Dante Piaggio.
Ricardo Morales y Santiago Uceda, la dupla que dió inicio a uno de los proyectos arqueológicos más grandes del norte peruano. Foto: Dante Piaggio.

¿Cómo obtuvieron el apoyo y presupuesto para iniciar con las excavaciones e investigaciones?

En 1992, con los objetivos ya definidos, tocamos la puerta de la fundación Ford y nos dieron 75 mil dólares con los cuales hicimos los trabajos de excavación en el muro sur, el flanco sur de la huaca, por donde ahora se sube y próximamente por ahí ya se va a bajar, pero esa será otra historia para el futuro inmediato.

Comenzamos a buscar plata para trabajar ese muro, entonces tocamos la puerta de la fundación y ahí encontramos a una dignísima persona, Antonio Muñoz Najar, un arequipeño que siempre nos regalaba Anís del Mono (Ricardo se carcajea con el recuerdo). Él tenía su comité de historiadores, ¡qué personajes! María Rostworowski, ¡imagínense! Marita nos ayudaba mucho y nos alegraba con su presencia y sus visitas, nos levantaba mucho la moral. También estaba Juan Ossio, un antropólogo que fue el primer ministro de cultura, y Duccio Bonavia, arqueólogo que también firmó a favor del proyecto y así nos dieron el dinero.

Por otro lado, a partir de enero o febrero de 1992, me acuerdo que hablé con Don Alfredo Pinillos Hoyle, él trabajaba en Pilsen Trujillo y gracias a su gestión nosotros empezamos a recibir dos mil soles mensuales que también nos ayudaron en el proyecto. Don Pepe Casinelli, que nos regalaba combustible de su grifo para cargar el bus que nos daba la universidad como transporte del equipo, durante 3 o 4 años nos regaló el diesel que nos permitió ir y regresar de la huaca todos los días. Incluso el 24 de junio de 1991, que aun siendo feriado decidimos ir a trabajar; y para suerte nuestra encontramos la primera tumba, que es el “Juancho”. Le pusimos así porque fue el 24 de junio.

También nos ayudó Julio Lau León, de su ferretería nos regalaba herramientas, serruchos, clavos, clavitos y alojamiento para los especialistas que nosotros traíamos, en su Hotel Continental. Esto no es un comercial, pero son personas que en un momento nos ayudaron. Andrés Arenas, de la librería Bolígrafo, nos regalaba todos los lapiceros, borradores, papel bond, papel milimetrado. Así nació el Proyecto Huaca de la Luna, no teníamos plata.

En el ‘94 Pilsen Trujillo pasa a ser Backus, y es ahí donde nos asustamos, dijimos: “Seguro que no van a continuar con el apoyo”; pero fue al contrario, duplicó el aporte que daba. Y así hemos ido creciendo; hemos tenido momentos duros, difíciles, pero ahora ya con la huaca consolidada tenemos fuerza para decir que no tenemos miedo, peores cosas hemos pasado. Ese mismo año, la fundación Ford se retira del Perú y nos quedamos sin su apoyo.

Con Santiago hemos pasado por todo, pero hemos sacado adelante a la huaca a pesar que algunas personas nos criticaban con petardos anónimos. Durante un año y medio con Santiago no cobrábamos nuestro mísero sueldo, pero teníamos el de la universidad, por ejemplo, y eso nos ayudó a seguir hasta que pudimos contar con organizaciones importantes como la World Monuments Fund, que al final nos ha dado un millón ochocientos mil dólares. Para que tengan una idea de la confianza de estas instituciones en un proyectito que podría generar desconfianza a muchos pero que, sin embargo, los resultados son los que hablan por uno.

¿A qué te refieres cuando mencionas “petardos anónimos”?

Cuando la Fundación Ford comenzó a apoyar nuestro trabajo en la huaca, empezaron a bombardearnos desde el interior de la facultad. Algunos personajes que no creían en nosotros hacían unos panfletos anónimos que llegaron a la fundación con el objetivo de que nos quiten el dinero. Esto ocasionó una visita de la fundación enviada de Estados Unidos para ver si era cierto que nosotros estábamos malogrando la huaca y robando cosas.

Estos pasajes uno los recuerda con mucha gratitud porque hay gente que piensa en hacer daño, pero no saben que te están haciendo un gran favor. Gracias a estos ataques arteros nació la idea de los “Coloquios de la Cultura Moche”. Tomamos una decisión e incluimos una política en nuestro proyecto: si nos atacan nunca les respondamos. Y nunca lo hemos hecho, solo respondemos con trabajo.

Ricardo Morales y Santiago Uceda, codirectores del Proyecto Arqueológico Huacas de Moche, con el equipo inicial en 1991. Foto: Libro "Huaca de la luna, templos y dioses moche", 2016.
Ricardo Morales y Santiago Uceda, codirectores del Proyecto Arqueológico Huacas de Moche, con el equipo inicial en 1991. Foto: Libro «Huaca de la luna, templos y dioses moche», 2016.

Este año el descubrimiento de la huaca cumple treinta años y 29 como proyecto en ejecución. ¿Actualmente cuáles son los objetivos?

Los objetivos van cambiando con el tiempo de acuerdo a cómo se van respondiendo las grandes preguntas que se generan, precisamente, como un problema científico, hipótesis y estas se transforman en objetivos; esa es la línea metodológica.

Nosotros tenemos un objetivo transversal: “lo moche”, donde no solo es huacas de Moche sino también Sipán y El Brujo. Entonces, ¿cómo nos encontramos horizontalmente?, ¿qué diferencias o cercanías hay entre ellos?, ¿qué características específicas encontramos?, ¿se puede hablar de un moche norte y un moche sur? Todo esto está en discusión.

El otro punto que tenemos que ver para el tercer coloquio es ¿cómo se transforman y se convierten los moche en un estado? Porque acá no hubo intervención externa, no es que vino una tribu de afuera y civilizó sobre lo que ya estaba civilizado por los moche, fueron ellos mismos. Los moche han sido unos grandes genios, no solo hay que verlos como grandes artesanos que han hecho alfarería excelente. La gente tiene que conocer que los grandes ingenieros hidráulicos han sido los moche y los nazca; y que los incas han aprendido de ellos.

Aquí también salta otra pregunta, ¿en qué momento colapsa el estado moche? Eso es lo que hay que discutir. ¿Qué factores ambientales han generado cambios brutales en la ideología, filosofía, religión y en la iconografía? Muchos de estos cambios los encontramos en sus expresiones artísticas. Por ejemplo, en la huaca de la Luna tenemos dos templos, en el viejo templo se le rinde culto a la deidad felínica hasta los 600 o 650, pero cuando nos trasladamos unos cien metros más arriba, al templo nuevo, ya no encontramos a esta deidad. Entonces, si la iconografía ha cambiado, algo tiene que haber generado ese cambio. El arte demuestra el constructo imaginario que ellos tenían. La interpretación iconográfica de los relieves de la huaca de la luna nos puede dar respuestas que, a manera de primicia se los comento, serán temas que incluiremos en el tercer coloquio.

La idea es seguir construyendo conocimiento. ¿Cuánto conocimiento hay en todos estos monumentos arqueológicos? No lo sabemos. Imagínense ustedes cuánto conocimiento podríamos obtener si excaváramos el 80% del complejo arqueológico, lo que hemos hecho hasta ahora no llega ni al 30%. Lo que hemos trabajado nosotros es la huaca de la luna, la huaca del sol apenas cuatro veces hicimos excavaciones y se volvió a cerrar. Además, falta trabajar la falda del cerro, está llena de arquitectura.

Esto último, en realidad, ya es para otra generación. Estos son proyectos de varias generaciones. Mi generación va terminando poco a poco, quizás en unos 5 o 10 años más tendrá que entrar otro equipo a la dirección; tienen que ser los chicos que ya se están formando con nosotros, que tengan esta mística que no se puede explicar y que sigan la línea dentro de la universidad y el Patronato Huacas de Moche. Lo importante es que mi generación ya marcó una huella, esa huella no se va a perder, pero quienes van a continuar deben seguir trabajando bien, si no, desde el otro mundo les vamos a jalar las patas. El trabajo es y debe continuar siendo organizado. En las huacas nunca se ha hecho una excavación que no responda a un problema de investigación.

Respecto al trabajo que se viene realizando en huaca de la luna y al trabajo que tú has realizado en el valle de moche. ¿Cuál ha sido el hallazgo o la gestión que más ha calado en ti o el que te ha dado más satisfacción personal? Debe haber uno al que le tengas personal aprecio y memoria.

El hallazgo principal, único e incomparable a todo lo que puede haber pasado, fue el hallazgo de los relieves el 20 de octubre de 1990, ese es el que da inicio al proyecto. Gracias a ese hallazgo se inicia el proyecto y con ello cambia la vida de mucha gente, incluida la mía.

Nos contaste como sucedió, pero nos gustaría saber, ¿cómo te sentiste?

Bueno, en ese momento sentí mucha emoción, es indescriptible, pero más recuerdo lo que pensé, el cerebro es más rápido que uno mismo y ahí en fracciones de segundos tuve una proyección rápida en el tiempo y me imaginé muchas cosas en ese momento y algunas las hicimos realidad, como el museo, por ejemplo.

Para que tengan idea estamos hablando de un muro que calculamos tenía veinte metros, entonces pensé: “esto tiene que ser descomunal”. ¿Qué habrá delante de este muro? Si aquí hay un muro entonces tiene que haber un patio, como se vio en Chan Chan. O sea, en ese momento la imaginación es muy rápida, uno vuela.

Ricardo en Los Pinchudos, Parque nacional del Río Abiseo. Foto: Archivo Ricardo Morales Gamarra.
Ricardo en Los Pinchudos, Parque nacional del Río Abiseo. Foto: Archivo Ricardo Morales Gamarra.
En cuanto a gestiones, de todas las que se han hecho, es el ingreso de la World Monuments Found la que más satisfacción me ha dado, porque eso tiene su partida en Los Pinchudos y Pajatén, en el parque Nacional Río Abiseo. Yo gané una beca de cuarenta y siete mil dólares de la World Monuments Found y conseguí ser auspiciado por Warren Church, que en ese tiempo estaba en la universidad de Colorado y consiguió de la National Geographic ocho mil dólares más para el proyecto. Es que la beca no da dinero para arqueología sino para conservación o investigación para la conservación, entonces armamos un equipo y nos fuimos a la selva. Estuvimos dos meses en la selva virgen, fue una experiencia gratísima.

Después de ello me invitaron a Sao Paulo para hacer la presentación de esos trabajos y ellos se quedaron cautivados con el monumento en plena selva virgen. Fue ahí que me comentan que querían apoyarme en un trabajo que yo tuviese. Entonces les presenté el proyecto de la huaca y es así como el 2002 ingresa la World Monuments Found, gracias a un trabajo anterior que hicimos en el año 2000.

Pero considero que lo más importante en toda la gestión fue la creación del Patronato Huacas del Valle de Moche, presidido por nuestro querido y siempre recordado maestro Alfredo Pinillos Hoyle, Don Fefe, un caballero. El equipo está formado por Alfredo Pinillos hijo, Tom Barger, Victor Urquiaga, Ricardo Ganoza, entre otras personas. Todos ellos han llegado a interiorizarse con el monumento, eso se ve en sus logros. Mucha gente me dice: “Oye pásame los estatutos del patronato”, al ver que funcionan. Pero eso no lo hacen los documentos sino la gente y es su trujillanismo la motivación que los impulsa. Esto es una lección. Son treinta años trabajando y nos siguen apoyando y eso creo que solo se puede traducir en una sola palabra: transparencia.

Tantas historias, anécdotas y recuerdos que nos estás contando solo nos hace preguntarnos: ¿Cómo empieza todo esto para ti? ¿Cómo es que llega el joven Ricardo Morales al mundo de la historia, la arqueología y el patrimonio en general? ¿Te imaginabas que llegarías a ser uno de los referentes en la historia del Perú y el mundo?

Bueno (Ricardo se carcajea). ¡No exageren! (Parece no creer lo que escucha). La historia es algo que siempre me ha atraído. He tenido una madre que supo sembrar muchas cosas en mí, pero yo también tenía inquietudes y siempre me ha gustado la aventura.

Yo, durante mi primer año de secundaria vivía en Pueblo Libre, en Lima, en la avenida San Martín, a unas cinco o seis cuadras del Museo Arqueológico de Pueblo Libre. Entonces para mí era muy fácil hacerme “la vaca”, no iba al colegio para irme al museo. Hasta ahora me acuerdo, hasta la puedo dibujar, siempre que voy busco esa maqueta, la maqueta de Machu Picchu y me paseaba por el museo. Ya la gente me conocía, me dejaban pasar. “A ese niño déjenlo pasar”, decían. Yo no pagaba, yo me acuerdo que iba con mi carnet de la Biblioteca Nacional para pasar, yo no tenía plata para pagar. Es más, ni sabía que se pagaba para ingresar a un museo. Ese museo lo conozco desde que tuve 13 años. Ya sabía distinguir algunos elementos.

Por otro lado, mi madre me llevaba a muestras. Me acuerdo mucho de una exposición francesa, en lo que ahora es el MALI. La Embajada Francesa hizo una exposición en el paseo Colón, que fue una maravilla. Me acuerdo perfectamente de todos los salones, eso lo tengo muy grabado en mi cerebrito, por eso es que quiero mucho a Francia, a pesar de que no he tenido la suerte de estudiar ahí.

Además, puedo decir que he tenido profesores como Alberto Pinillos, por ejemplo, que siempre me ha motivado e incentivado. Rafael Narváez Cadenillas, el doctor Jorge Zevallos Quiñones, personas importantes que uno no puede olvidar. Son personas y experiencias que van calando en ti sin que te des cuenta y se van consolidando en una plataforma. Entonces, cuando llega el momento en que uno se pregunta ¿qué hago yo aquí?, ya tienes esta plataforma sólida que te da el impulso para saltar.

Y la aventura siempre me ha llamado, como irme a la selva. Mi madre me decía: ¿a qué te vas allá arriesgando tu vida si puedes estar aquí tranquilo? Me lo decía, pero ella sabía que yo no iba a aceptar su negativa. Me he ido a Los Pinchudos tres veces, he cruzado la cordillera de los andes a caballo y en mula; no tienen idea como la condición humana sube a niveles de estratósfera total. Porque no es lo mismo ir en un helicóptero que cruzar a caballo y caminar en el fango. Como decía uno de los chicos que nos acompañaron: “Yo cargo mi caballo, pero no lo dejo”.

Todas esas cosas a uno lo fortalecen espiritualmente. Yo tengo ahorita 74 años y no me siento viejo. Yo sé que todavía tengo mucha cuerda para tirar duro hacia adelante. A los 75 me van a decir muchas gracias señor por los servicios prestados a la nación, pase usted al invernadero. ¡No! Es algo que nunca voy a aceptar, pues tengo mucho fuelle y mucho carácter para seguir trabajando. Además,  siempre me van a necesitar en otros sitios, de eso estoy seguro.

Ricardo, por tu profesionalismo y por tu experiencia es fácil caer en cuenta que debió haber otras ofertas, otras propuestas para dirigir proyectos nuevos, en otros lugares, pero has decidido permanecer aquí todo este tiempo. ¿Qué es lo que te mantiene en constante relación con la huaca, el museo, con Moche, con Trujillo?

Son sentimientos que a veces uno no los entiende. ¿Cómo uno puede haberse encariñado tanto con una tierra? Sí, he tenido varios ofrecimientos. En el 75, después de terminar mi trabajo con la Unesco en Cusco, me ofrecieron una dirección para quedarme. Me acuerdo que un amigo chileno, Abel Bubenik, me dijo: “Ricardo, ándate a Trujillo, que allá vas a ser cabeza de ratón y aquí cola de león”. Recuerdo mucho de ese consejo. De todas maneras quedarme en el Cusco iba a ser muy difícil. Me gusta la sierra, pero no para vivir en ella. Yo tengo que ver el mar, sino no vivo, tengo que sentir que está cerca.

La segunda invitación fue a Bogotá, ahí tengo aún la cartita. Me invitaron ya nombrado y todo para hacerme cargo del área de restauración en Bogotá y no acepté, con buen sueldo y todo, a pesar de la bronca que generé en una persona que fue mi mentor, un mexicano, Rodolfo Vallín Magaña.

La tercera fue en Nueva York, en el año 97. El sueldo era realmente atractivo, me ofrecieron un trabajo en restauración, pero no, tampoco. Ya por entonces yo tenía mi bebé de siete años y era difícil para mí alejarme más de lo que ya me había alejado, estuve cinco meses en Estados Unidos.

Dejar un sitio como Trujillo, que para mí es la sucursal del cielo, para irme a otro lugar no era posible. Los ofrecimientos han seguido. Tuve una invitación para Bolivia y la última fue de Costa Rica cuando fui a trabajar a un sitio que se llama Guayabo, al pie del volcán Torre Alba.

Pero hay algo en todos estos sitios que no hay y es la comida, ¡cierto ah! Además, yo diría que hay dos elementos que son muy importantes en mi formación: Uno es Chan Chan, trabajé trece años ahí, conozco Chan Chan como muchos, pero esos muchos no saben lo que yo conozco y no hablo necesariamente de lo arqueológico. Y el segundo reto importante fue la restauración del retablo mayor de la catedral, porque cuando recibimos los restos del retablo eran fragmentos y esculturas rotas. Fue una bonita experiencia y un reto porque significaba armar un gran rompecabezas sin tener referencias, eso también me motivó a dedicarme a la investigación.

Ahora que veo cómo van deformando el retablo siento que el Morales y el Gamarra, y cuidado con el Gamarra que es terrible, se me quieren salir. Mi madre fue tarapaqueña, ella fue de las familias que nunca se rindieron ante Chile y que prefirieron dejar todas sus propiedades para venirse. Entonces yo, siendo de esas heroicas familias tarapaqueñas y siendo a la vez muy duro, cuando digo las cosas fuertes soy bastante de “machete en mano”, porque defiendo lo mío. A mí nadie me puede levantar el dedo o acusar, yo no tengo rabo de paja. Más bien me pueden investigar como ya lo han hecho y no me van a encontrar nada. Prueba de ello es todo lo que he hecho, no solo Chan Chan y la huaca, es la catedral, es El Carmen, la casa del mariscal Orbegoso, la casa Risco.

Portada de la Casona Ramírez y Laredo, actual Café Casona Deza. Foto: Clío Cultura y Ciudadanía.
Portada de la Casona Ramírez y Laredo, actual Café Casona Deza. Foto: Clío Cultura y Ciudadanía.

La primera casa que restauramos en Trujillo fue la Ganoza Chopitea o Ramírez y Laredo. ¿Iglesias? ¡Ufff! ¿Cuántas? Belén, El Carmen, Huamán y Santa Rosa. Entonces creo que si Diosito toma en cuenta todo eso ya tengo seguro el ingreso. Me acuerdo cuando trabajaba en las pinturas murales de la casa Ganoza, pasaban los taxistas gritando ¡boten esa vejez! y hagan un edificio de diez pisos, nosotros jóvenes nos reíamos.

¿Cuántos metros cuadrados de pintura mural hemos descubierto y trabajado en Trujillo? Bueno, más de tres mil metros cuadrados. Actualmente estoy haciendo un estudio de eso.

¿Cómo es que tu constante formación académica ha sido un motor para tu desarrollo profesional?

Yo soy profesor, profesor formado en la Universidad Nacional de Trujillo. Mi promoción se llama Alberto Pinillos Rodríguez, en un reconocimiento al cariño que le alcanzamos a este digno profesor universitario.

Después he estudiado otras cosas, y dentro de ellas, la conservación. Estudié también bibliotecas, pero llegó un momento en la universidad en que tuve que decidirme. Un camino a la izquierda que eran las bibliotecas, tenía una plaza ya ganada en concurso y otra que era la restauración y la UNESCO me puso una beca, y me fui con la beca. Renuncié a la universidad, trabajaba en la facultad de medicina en el año 74.

La beca de UNESCO fue gracias a mis buenos rendimientos, no hay porque ocultarlo. Me dieron una beca, que creo fue muy generosa. Fueron tres en una: Estudié en Roma, en Madrid y en Bruselas. Gracias a esta beca triple pude abrir los ojos más de lo que los tenía, pero creo que finalmente en mi formación profesional han tenido mucho que ver mis estudios de maestría y doctorado en ciencias ambientales, ello me ha dado una visión más amplia, más holística de lo que es el monumento arqueológico. En realidad yo ya no veo al monumento arqueológico horizontalmente, en plano suelo, lo veo de forma vertical y antes que el monumento veo el medio ambiente.

Estoy convencido que los monumentos arqueológicos no se van a conservar si no hay una política estatal de prevención del medio ambiente que rodea el entorno inmediato del monumento arqueológico. Si mejoramos las condiciones ambientales, vamos a darle a ese enfermo, a ese viejo que está fatigado y vulnerable por todas las actividades que nosotros hacemos, mejores condiciones, entonces va a vivir más tiempo. La conservación lo que hace es mitigar el impacto del tiempo, de la naturaleza y de nosotros que somos unos bárbaros.

Decidí dedicarme a la restauración y trabajé en el plan maestro que generó Lucho Alva Castro y el Banco Central de Reserva. Formé parte del equipo que manejó el Proyecto de Chan Chan, el Proyecto de la Iglesia y Monasterio del Carmen y la catedral, en donde inauguramos el museo catedralicio el 29 de diciembre de 1997. Entonces creo que esta experiencia fue muy importante, aparte de la que ya había obtenido yo como jefe y en algún momento como Director de Patrimonio Cultural en el INC. La gestión, la capacidad de gestión que a mí no me la enseñaron en un aula, sino que la aprendí en el campo moviendo adobes, moviendo andamios, agarrando carretillas; tantas cosas. Ustedes me van a hacer llorar, que realmente son un recuerdo inmenso. Supongo que en algún momento tendré que escribir algo sobre todo esto.

Hay tantas experiencias, tantas anécdotas, como haber viajado a El Gran Pajatén tres veces, haber cruzado la cordillera de los andes una cuarta vez para ir a la laguna de los cóndores, participar en proyectos grandes como planes de manejo de Nazca, Pachacamac, Chavín, Túcume, Kuelap, Chan Chan (dos veces). Eso le da a uno un campo bastante rico de experiencias. Recordar todo lo que he hecho, me hace pensar: ¿por qué no vivir más tiempo?

Entrevista realizada por la plataforma virtual Zoom el lunes 25/05/2020 – 4:00 pm
Fuente: https://clio.pe

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