Las evidencias de las plantas de poder que registra la arqueología es a veces en forma indirecta, gracias a los restos hallados en las excavaciones de los asentamientos. Representa una continuidad expresada en las representaciones e iconografía de la cerámica fundamentalmente.
Autor: Régulo G. Franco Jordán
Las plantas más importantes en el mundo andino fueron la coca (Erythroxylun coca sp.), el San Pedro o Wachuma (Echinopsis Pachanoi) y la Willca o vilca (Anadenanthera sp.), entre las más conocidas, que jugaron papeles importantes en la salud, en la cosmovisión y en los ritos de las culturas prehispánicas del área andina.
La pervivencia de la coca en especial, hoy tiene increíblemente una resistencia y persistencia extraordinaria en el tiempo, que según muchos especialistas tiene excepcionales ingredientes con capacidades nutritivas, curativas y terapéuticas.
Lo mismo ocurre con el cactus de San Pedro, que tiene como componente la mezcalina, cuyo uso actualmente es restringido sólo para actividades de curanderismo y visiones chamánicas en los andes. Pero, a juzgar de los maestros actuales, entre ellos el maestro Agustín Guzmán Morocho, esta medicina se está integrando cada vez con más fuerza a las curaciones psíquicas de la medicina oficial y constituye una gran alternativa para la medicina del futuro. No hay todavía un reconocimiento legal de esta planta, solo las poblaciones originarias y curanderos del área andina lo usan como parte de su sistema ancestral y proceso histórico.
La Willca o vilca (anadenanthera sp.), es otra sustancia psicoactiva, que actualmente se usa en las cuencas amazónicas. Tiene como componente principal un alcaloide llamado bufotemina que es un potente enteógeno, que se utiliza en brebajes y en prácticas inhaladoras. Es también una planta de uso milenario en los andes centrales.
La Coca como ingrediente en los Rituales
En el sitio de Nanchoc, ubicado en el valle del alto Saña, Cajamarca, hace más o menos 8,000 años, los habitantes de este sitio posiblemente estaban masticando hojas de coca (Erythroxylum novogranatense) y utilizando calcita, cuyos restos fueron encontrados en el piso de una habitación
(Dillehay et. al. 2010).
Otro hallazgo de esta planta se ha realizado en el sitio de Caral-Supe (3000 a.C.), al norte de Lima, que ha sido identificada como “Jirca coca”, proveniente de un piso altitudinal de 3500 metros
sobre el nivel del mar (Shady 2005). Es posible que en este sitio considerado como la ciudad más antigua de América, la hoja de coca estaba siendo usada por los especialistas que estaban a cargo de las ceremonias del lugar.
Otras evidencias tempranas de la hoja de coca, según las referencias de Constantino Torres (2008: 245), se encuentran en los sitios de Culebras en Ancash con una antigüedad de 2000 años a.C.; en el sitio de Asia al sur de Lima con una antigüedad de 1800 años a.C., y en el sitio de
Ancón con una antigüedad de 1800-1400 a.C. Pero según Plowman (1984), los restos de coca fueron hallados en diferentes sitios desde Ecuador hasta el sureste de Bolivia y el noroeste argentino.
La hoja de coca no siempre aparece representada como planta en las representaciones prehispánicas, sino más bien, se le encuentra en los depósitos arqueológicos más antiguos. Pero también se observa a menudo a especialistas en actividades de masticación de la hoja, que normalmente tienen en sus manos recipientes con contenido de alcaloides y artefactos para consumirla. Estas representaciones se pueden observar en las culturas Salinar, Mochica, Chimú e
Inca.
Sin embargo, la presencia del consumo de la hoja de coca se hace notar más durante los siglos que anteceden a la conquista española. Estuvo extendida en toda la costa norte del Perú para consumo individual, para consumo de la comunidad, o para el empleo en las festividades o
ceremonias vinculadas con el culto a las divinidades, referencias que obran en los manuscritos históricos del siglo XVI. La coca fue tan importante que inclusive fue motivo de conflictos inter étnicos en los valles norteños de Lima, por ejemplo manifestada en el avance de los Yauyos hacia la costa con la intención de tener acceso a las plantaciones de coca (ver Rostworowski 1978).
El consumo de la hoja de coca en la época Inca fue de suma importancia para todas las actividades religiosas o ceremoniales. Se menciona que el sacerdocio Inca consumía ingentes cantidades de coca, así como lo hacían los Yacarcas del altiplano, que utilizaban esta planta y otras sustancias estimulantes en sus ceremonias dirigidas a sus dioses; para ello, dicen, hacían grandes braseros donde arrojaban ofrendas, objetos preciosos y realizaban sacrificios de niños y animales, recitando letanías (ver Curatola 2008).
El cactus de San Pedro presente en los templos
Las evidencias más antiguas de este cactus, 7,800 años a.C., se encontraron en la cueva del Guitarrero, ubicado en las alturas del Callejón de Huaylas, Ancash. Un investigador de nombre Smith había identificado polen y restos de la planta Trichocereus Peruvianus, similar al San Pedro (Trichocereus Pachanoi), que posiblemente fue consumido por los grupos humanos que vivían en este sitio en una condición todavía trashumante (León 2007:179).
Douglas Sharon (2000) también indica que una de las apariciones más antiguas de esta planta se da en el sitio de las Haldas en Casma, con una antigüedad de casi 4000 años antes del presente. Y otra evidencia también se encontró en el sitio de Garagay en Lima (ver Burger 1992 y Fung 1969).
En la época del desarrollo de la cultura Chavín en la sierra de Ancash o Cupisnique en la costa norte y ceja de montaña, hace casi 3000 años, el uso del cactus San Pedro para uso mágico-religioso, al parecer ya estaba extendido en toda la costa norte del Perú. Especialmente el cactus de 4 líneas que seguramente tuvo una aplicación muy especial, había invadido de manera sorprendente los Andes Centrales y fue representado en las diferentes formas del arte de estas épocas: en la cerámica, en la arquitectura, en las esculturas de piedra y en los textiles. Esto significa que el cactus de San Pedro, con propiedades psicoactivas, se usaba ampliamente en los espacios ceremoniales de los templos que seguramente guardan todavía muchas evidencias.
Uno de los sitios impresionantes para la arqueología de las altas culturas es Chavín de Huantar, estudiado primero por Julio C. Tello (1919-1942), Marino Gonzales (1954-1966) y después por investigadores como Lumbreras, Amat (1966-1975), Burger (1975-1998) y últimamente por John Rick (2012) (fig.2). En este sitio se encontraron tres representaciones bastantes conocidas asociadas con el cactus San Pedro: En una lápida en la plaza circular del templo antiguo; en un fragmento o placa lítica y en una cabeza clava. Sin embargo, parece que en el arte Chavín hay todavía más representaciones del cactus San Pedro que se tiene que identificar con mayor precisión en el arte lítico y en los textiles de la costa. Una evidencia del cactus San Pedro con sus flores -a mi parecer- se encuentra en forma de grafemas o convencionalizado en los báculos del ser antropozoomorfo de la conocida Estela de Raimondi (fig.3).
La evidencia más conocida del cactus San Pedro está en la lápida encontrada por Lumbreras en 1972 en la plaza circular, asociado al Templo Viejo (ver Burger 1992, 2011 y Rick 2006) (fig.4).
Se trata de la representación de un ser sobrenatural de perfil labrado en bajo relieve, que ha sido caracterizado por Burger (1992: 125) como un sacerdote antropomorfo, que tiene en sus manos un cactus de San Pedro. Hay tres elementos esenciales incorporados en su configuración: el felino, el ave rapaz y la serpiente, rasgos esenciales que determina que esta criatura tenga un fundamento de naturaleza divina y cósmica. La cabellera y el cinturón de serpientes de la criatura sobrenatural viene a ser un antecedente de la deidad mochica conocido como el personaje antropomorfo de cinturón de serpientes (PACS).
En mi entender, la ubicación de esta lápida y otras en la plaza circular, determina que este espacio ceremonial sirvió para la realización de ceremonias vinculadas con la ingesta de la sustancia de San Pedro, seguramente acompañado con otras sustancias potentes para establecer una conexión con el cosmos. Es posible que los sacerdotes que encabezaban las ceremonias, trabajaban con los espíritus de los animales antes señalados, a tal punto que al consumir las sustancias psicotrópicas les
permitía transfigurarse y llegar a distintos planos de conciencia.
Una de las cabezas clavas encontradas en Chavín de Huantar (ver Burger 2011: fig.1), tiene tallos del cactus de San Pedro, sorprendentemente emergiendod los ojos o cejas, característica inusual en las representaciones de la época, quizás representa simbólicamente la agudización de la visión para llegar a distintos planos de conciencia. Es probable que estas facultades visionarias las tenían los líderes religiosos u oficiantes a cargo del culto en el templo- y que según sus creencias-estos seres sobrenaturales- representados en las cabezas clavas que exornaban las fachadas del santuario principal- eran seres protectores. (fig.5). Al parecer, en este tiempo se refuerza institucionalmente la conexión del hombre con el cosmos a través del cactus de San Pedro.
Hay, desde luego, otras representaciones del cactus San Pedro distribuidas en otros territorios, como el conocido textil pintado procedente de Carhua en Ica, que se encuentra actualmente en el Museo de textiles de Washington D.C. (ver Rick 2006: fig.9; Conklin 2008: 269-270, fig.10.8), que tiene en su conjunto un tema complejo que falta aún descifrar. Algunos investigadores señalan que dentro de esta representación se encuentra la anadenthadera o Willca (fig.6). En efecto, toda la representación está, al parecer, basada en el cactus San Pedro que aparece dentro de un escenario natural con aves, llamas o felinos y seres antropomorfos aparentemente en actitud de vuelos extáticos.
El arte en Chavín de Huantar supera en todas sus manifestaciones a cualquier otro sitio conocido de la época, donde los sabios sacerdotes seguramente ordenaron a los calificados artistas que pusieran en sus obras a sus seres sobrenaturales con todo el potencial onírico.
La cerámica del período Cupisnique (800 a.C-500 a.C.) destacada por Rafael Larco Hoyle, conocida como la versión costeña de Chavín, es más sobria en su representación, es de naturaleza maleable y moldeable, fina y de color monocromo, con representaciones más expresivas en su contenido. En estas bellas piezas, los alfareros representaron el cactus de San Pedro asociado a jaguares, serpientes, a veces venados y aves rapaces, asociados a motivos escalonados, meandros y volutas. Según las apreciaciones de Douglas Sharon (2000), las serpientes (boa constrictor ortonil) a veces bicéfalas, aparecen enrollando al cactus San Pedro, así como el jaguar (felis concolor) o gato montés (felis colocolo) que lleva en el cuerpo círculos concéntricos para indicar la piel y que ha llevado a muchos especialistas a proponer que serían la representación de ojos que simbolizan la visión (figs.7, 8, 9).
Los animales asociados al cactus San Pedro, dan referencia de una paleo ecología muy particular de los valles de Lambayeque, Jequetepeque, Chicama y Moche, donde habitaban jaguares, boas, venados, aves rapaces, etc. que siempre estuvieron adaptados a un ecosistema de montaña.
Hay que admitir, nuevamente, que tanto el jaguar, la boa o serpiente, y el águila costeño estuvieron
siempre asociados al cactus de San Pedro desde épocas muy tempranas. Otro de los motivos del arte Cupisnique asociados a la fauna y cactus de San Pedro es el signo escalonado (fig.10), que para algunos entendidos representa la versión de la montaña asociado a los sacrificios humanos (ver Benson 1972 y Bock 2003).
Los sacerdotes o líderes religiosos seguramente vinculados con los vuelos extáticos o alter ego, están en esta época utilizando fundamentalmente el cactus de cuatro líneas, hoy casi inexistente o difícil de encontrar. La selección de este cactus habría tenido una preferencia especial para el consumo dentro de las actividades ceremoniales; sería importante profundizar el estudio botánico de ese cactus para saber sus propiedades con relación a sus semejantes de más número de líneas.
Algo que ha llamado poderosamente mi atención, es la presencia de este cactus sagrado en dos murales polícromos o Temas Complejos de las Huacas de Cao Viejo en el Complejo El Brujo y de la Huaca de la Luna en Moche, con más claridad en este último sitio. Dentro de una figura ovoide de carácter liminar o “huevo cósmico”, relacionada con el tema de la cosmogonía del mundo Mochica, aparece un ser antropomorfo de perfil que coge en la mano derecha un cactus de San Pedro y en la mano izquierda una porra (fig.11); en el caso del mural de Huaca Cao Viejo, el personaje diseñado de perfil, sujeta, al parecer, también un cactus de San Pedro y además se encuentra acompañado de una figura estelar sobre su cabeza (Franco 2014).
Me parece extraordinario que este ser, de naturaleza cósmica o estelar, asociado a los
orígenes míticos del mundo Mochica, llevara en su mano la planta de San Pedro, como ya hemos
visto anteriormente, tiene una continuidad de una antigua tradición iconográfica que se presenta en
forma resuelta en la lápida del patio circular del Templo Viejo de Chavín de Huantar y
posiblemente en la Estela de Raimondi. Otra de las caracterizaciones del cactus San Pedro en los
Temas Complejos es el corte del tallo visto en forma de estrella con puntas agudas y círculo central, que en el mural son muy parecidos a figuras estelares y están relacionados con episodios ceremoniales o míticos de la época Mochica (fig.12). Este motivo está también presente en el arte Chavín, en la escultura conocida como el Obelisco Tello (Torres 2008:255). Definitivamente la planta de San Pedro se encargó de ayudar a los sacerdotes andinos u oficiantes a entender la esfera celeste para establecer un calendario agrícola y marítimo con el objetivo de mantener las subsistencias de la sociedad.
Una de las sustancias psicoactivas es también el caracol común (Scutalus Sp.), que están
impregnados en los tallos y se nutren de los alcaloides del cactus San Pedro. Estos caracoles y su recolección ceremonial, integrado al universo mágico-religioso, fue representado en la iconografía Mochica (ver Bourget 1990: 47-50).
Hay algo interesante que comentar, y es acerca de una especie de fruto denominado Ulluchu
(género Guarea Meliaceae) que está constantemente representado en la iconografía Mochica, asociado a ritos y escenas de sacrificio humano (Fig.13). Se ha indicado que este fruto tiene propiedades psicoactivas especiales, que habría permitido aumentar la extracción de la sangre de las víctimas sacrificadas (Bussmann et.al. 2009) y que puede haber servido, también, como un elemento anticoagulante de la sangre en el momento de las ceremonias trascendentales de la época (Wassén 1985/86). Ciertamente algunas representaciones de curanderos Mochicas tienen como accesorio colgado en el pecho frutos de ulluchu en vez de semillas de nectandra, que aportaría la tesis de su uso como un elemento con propiedades psicoactivas (fig.14).
Extrañamente, después del colapso de la cultura Mochica, no hay representaciones
justificadas del cactus San Pedro, sospecho que su consumo fue más restringido por la elite o quizás fue reemplazado por otro insumo psicoactivo, quizás la Willca. Queda todavía una gran tarea para investigar la continuidad del cactus San Pedro en las formaciones culturales post Mochica.
La Willca desde Tiempos Tempranos
La Willca es un árbol leguminoso con vainas y semillas, que tiene como alcaloide principal la bufotemina y es conocida también como Anadenanthera sp. Se clasifica en dos especies:
Anadenanthera peregrina y Anadenanthera colubrina. Las dos especies tienen su hábitat en la sabana, pero parece que se adaptan hasta los 2700 metros de altura, sin presencia en la costa o en las laderas orientales de los andes del norte del Perú (Torres y Repke 2006; Torres 2013).
Según Constantino Torres (2013), esta planta tiene una continuidad cultural de por lo menos 4000 años, y de acuerdo a Richard Burger (2011), las evidencias arqueológicas de esta sustancia psicoactiva y el uso sistemático en los rituales aparece durante el período inicial y el Horizonte Temprano (2000 a.C.).
Richard Burguer (2011:126-128), identificó evidencias grabadas de las semillas de la Anadenanthera en una lápida tallada en bajo relieve encontrado hace más de 50 años en el sitio de Chavín de Huantar y que fue publicado por primera vez en el año 2008 (figs.15 y 16). Burger piensa que esta lápida posiblemente ubicada en la plaza circular del viejo templo o en el patio del nuevo templo. Es del todo posible que la fachada interna del patio circular del viejo templo tenía alegorías grabadas con seres sobrenaturales vinculados con el cactus de San Pedro y la Anadenanthera, que hace suponer que estos espacios sacros se consumían estas sustancias psicoactivas en ceremonias dirigidas quizás al numen reflejado físicamente en el lanzón de Chavín que estaba ubicado en el interior de una de las galerías.
Muchas cabezas clavas fueron encontradas en diferentes sectores de las excavaciones del Templo de Chavín de Huantar, la gran mayoría hoy ubicadas en el Museo Nacional de Chavín de Huantar, y muy pocos todavía incrustados en las fachadas externas del Templo Nuevo. Algunas de
estas cabezas clavas con cualidades sobrenaturales ha sido objeto de estudio por Richard Burguer (2011: 134-36, fig.8). Según este autor, las cabezas antropomorfas tienen como característica peculiar las pupilas excéntricas y una mucosidad evidente que brota de las fosas nasales, que solo es posible gracias a la ingesta de la Willca o Anadenanthera (fig.17). Sugiere también, que estas manifestaciones se debe al stress fisiológico causado por la inhalación y el poder de la sustancia psicotrópica (ver también Torres y Repke 2006:183). Según Constantino Torres (2013), el moco abundante es una característica de las intensas sesiones de rapéla inhalación de polvos muy finos-ampliamente distribuida en Sudamérica y las Antillas, especialmente en las cuencas del Amazonas y el Orinoco.
El hallazgo de artefactos de hueso o espátulas decoradas con la representación de la semilla de Anadenanthera en los sitios de Pacopampa en Cajamarca, en Kuntur Wasi en la parte alta del valle de Jequetepeque, en Chavín de Huantar, entre otros sitios, sugieren la inhalación de esta sustancia en los rituales públicos de los templos (Burger 2011: 137).
Después del Formativo donde se inscriben las culturas Chavín y Cupisnique, no hay todavía en la costa norte evidencias muy concretas de la presencia de la planta de Anadenanthera.
Se ha sugerido, según las observaciones de Peter Furst (1974), Donnan (1976, 1978), Sharon y Donnan (1974) y comentadas ampliamente por Constantino Torres (2013) y Richard Burger (2011), que esta planta aparece en la iconografía Mochica de la fase IV. Constantino Torres se refiere a la presencia del árbol de la Anadenanthera en esta época, presente en escenas de caza de venados y en escenas ceremoniales de presentación y expiación (figs.18, 19).
No voy a discutir con detalle la interpretación de estas ilustraciones en el arte Mochica comentadas por Torres, sin embargo, quiero indicar que hice las consultas con el biólogo Dr. Víctor Vásquez Sánchez, del centro de biotecnología de plantas de Trujillo, sobre la identificación de la Anadenanthera en la iconografía Mochica sugeridas por los autores anteriores. Este especialista me ha informado (comunicación personal) que todavía no se ha encontrado o identificado semillas de Anadenanthera en los contextos de los sitios arqueológicos de la costa norte, correspondiente a los períodos culturales: Cupisnique, Salinar, Moche, Lambayeque, Chimú, etc. Casi siempre se ha identificado semillas y vainas de algarrobo en los sitios arqueológicos de la costa norte, por lo tanto, las plantas identificadas en la iconografía mochica como Anadenanthera, corresponden más bien a cualquiera de las tres especies del árbol: Acacia Huarango, Acacia Macracantha o prosopis pallida, difícil de reconocerlas por especie, puede ser quizás Acacia/prosopis (figs.20 y 21).