Ya en el pueblo, llaman la atención las grandes edificaciones antiguas que se levantan en los cerros. Cientos de siglos de historia que se resisten al tiempo. Los complejos se alzan a 100 o 200 metros sobre el nivel del mar sobre la ciudad y son accesibles para los visitantes. En la actualidad se ejecutan labores de mantenimiento y limpieza, con participación de la comunidad y las autoridades, dirigidas por el Centro de Investigaciones Andinas Umasuyu, responsable de la puesta en valor.
El arqueólogo William Añanca comenta: «Este lugar corresponde al Intermedio Tardío (1100 d. C), con manifestaciones de la cultura Chachapoyas. Fue una importante zona cuyos caminos van desde Chavín, pasando por Rapayán y llegan hasta el valle del Monzón, un tramo del Qhapaq Ñan, que llega a la Selva y que ha sido poco estudiado».
Mientras se recorre, sorprenden las dos torres de entre 7 y 12 metros de alto en los sectores Huatza Castillo y Mata Castillo. El complejo es enorme y a estas estructuras se suman los sectores Ushcurajá, Huashgo, Sucushrajá y Chaupis, evidenciando la importancia de este. Habría que decir que sobre las paredes de uno de los recintos se han descubierto dibujos y grabados, que también son estudiados.
Caminata Hora de ir a la parte baja del valle. Después de dos horas de dura caminata, llegamos puente Canicún, en lo profundo de una pequeña y bella quebrada. Parte de la gran red de caminos del Qhapaq Ñan llegan hasta acá, prácticamente tocando la Selva y confirmando las conexiones que había entre los pueblos altoandinos y amazónicos.
Ya de regreso, paseemos por las calles de Rapayán, un típico pueblito andino, observemos sus casitas, apiñadas como protegiéndose del frío y construidas con el sistema del tapiado; sentémonos relajados en una de las bancas de la plaza de Armas, contemplando el atardecer, el antiguo campanario y la vieja iglesia próxima a restaurarse; o si queremos, disfrutemos de una buena conversación con los pobladores que nos van contando las historias de este lugar, mientras en un rincón algunas señoras tejen gorros y guantes, y más allá, bulliciosos niños juguetean en desbordante alegría.
No podemos irnos de Rapayán sin saborear parte de sus delicias gastronómicas. Cómo olvidar esa riquísima sopa cashqui, a base de papa y queso; o el poderoso chupe verde, con papitas y hierbas aromáticas. También están el clásico picante de cuy, pero al estilo Rapayán, la ensalada de chocho (tarwi) y un dulce de sabor un tanto extraño pero que se deja degustar, la mazamorra de tocosh, la que tiene –aseguran– propiedades medicinales. Ahora le toca a usted, anímese y venga a descubrir los secretos de la majestuosa tierra de los Conchucos, lo pasará, sencillamente, genial.
Datos:
El Distrito de Rapayán es uno de los dieciséis distritos de la Provincia de Huari, ubicada en el Departamento de Ancash, perteneciente a la Región Ancash (Perú). Cuenta con un centro poblado que es El Porvenir, y sus caseríos son: Chunas, Tactabamba y Hijin.
- En Rapayán, los complejos arqueológicos presentan construcciones arquitectónicas levantadas con lajas de piedra, planas, que proceden de las canteras del lugar y han sido reforzadas con piedras menudas conocidas como ‘pachillas’.
- El distrito de Rapayán tiene una extensión territorial de 143.34 kilómetros cuadrados, que representan el 5.17% de la superficie total de la provincia de Huari. Está compuesto por las localidades de Rapayán, Tactabamba, San Roque de Chunas, Porvenir, Hijín y Cantumarca.
CÓMO LLEGAR: Para llegar a Rapayán debemos arribar primero a Huaraz, a 7 horas de Lima. Ya en Huaraz, vía Piuroc-Rapayán tenemos a la empresa Transportes Sandoval, en el jirón Mariscal Cáceres N°338, barrio Huarupampa-Huaraz. Teléfonos (043) 428069 / (043) 94348-4338.
DÓNDE COMER: En Rapayán recomendamos el restaurante Yanañawi, de Eudosia Pongo, en la plaza de Armas. Para descansar está el hospedaje de Lucy Rubina, teléfono: 95198-5281.
RECOMENDACIÓN: Gerencia de la ciudad, turismo y medioambiente: Municipalidad Distrital de Rapayán-Huari-Áncash. Responsable: Henry Carbajal H. RPM: 99913-2424.
Fuente: Revista los Nuestro – Andina