Los señores de los templos

Durante las dos últimas décadas, la investigación científica de las suntuosas tumbas de Sipán, San José de Moro, Batán Grande y Pashash ha vuelto a concentrar la atención de los arqueólogos en los líderes de los antiguos Andes. Esto ha originado un renovado interés por los palacios del mundo prehispánico. Pese a que el interés por las actividades cotidianas se ha desplazado hacia la vida de las élites, se ha dado poca importancia a los líderes que ejercieron su dominio antes de 200 d. de C. Ello se debe en parte a la ausencia de tumbas equivalentes en tamaño y riqueza a las de tiempos posteriores. Esta situación también refleja el reto que supone identificar a los líderes de esas épocas más antiguas, así como el problema de comprender cuán distinto pudo haber sido el liderazgo antes de la aparición de un estado completamente desarrollado. En las páginas siguientes resumiremos las evidencias existentes sobre los líderes andinos de los tres primeros milenios antes de Cristo y examinaremos las implicancias de esos descubrimientos. A lo largo del periodo estudiado, aquellos individuos que poseían autoridad parecen haber estado íntimamente ligados a los templos y a las actividades religiosas asociadas a los mismos (Fig. 1). De ahí el título de este capítulo.

Autor: Richard Burger

La autoridad en el periodo Precerámico Tardío (2700-1800 a. de C.) y sus antecedentes

En el escenario actual es difícil imaginar una sociedad sin líderes. Pero los antropólogos socioculturales, al estudiar las culturas de pequeña escala en todo el mundo, han documentado muchas en las que el liderazgo se encuentra intencionalmente disperso y nunca compromete a un solo individuo o familia. El etnógrafo francés Pierre Clastres ha explorado la ausencia de poder político entre los grupos nativos de las tierras bajas de Sudamérica, y afirma:

Ellos tenían una muy temprana premonición sobre el riesgo mortal que entraña la trascendencia del poder para el grupo y el reto que signifi ca para la propia cultura el principio de una autoridad que es externa y creadora de su propia legalidad.

¿Existieron esas sociedades relativamente igualitarias en el pasado prehispánico o corresponden a un desarrollo reciente, quizá incluso a la fantasía de académicos románticos?

Fig. 2. Mapa de ubicación de los principales sitios arqueológicos de los periodos Precerámico Tardío e Inicial.

Aunque las evidencias respecto de los periodos más tempranos de la prehistoria andina siguen siendo limitadas, varios proyectos se dedican al estudio del periodo Precerámico Medio (4500-2700 a. de C.), la época en la que aparecieron los primeros poblados en los Andes Centrales. Un conjunto de datos particularmente rico proviene de Paloma, donde docenas de viviendas fueron analizadas y más de un centenar de tumbas fueron recuperadas. Es significativa la ausencia de evidencias de la casa de un jefe o de la tumba de algún líder. Los hallazgos de Paloma se reflejan en otros sitios del mismo periodo y, al ser tomados en conjunto, resultan coherentes con un modelo de sociedad sin líderes poderosos.

El Precerámico Tardío o periodo Arcaico (2700-1800 a. de C.) está marcado por la aparición de vastos centros públicos con arquitectura monumental a lo largo de la costa y de la sierra del Perú. Centros como Caral, El Paraíso, Kotosh y La Galgada tienen pirámides con terrazas y plazas abiertas que rivalizan en tamaño con muchos centros administrativos posteriores (Figs. 2, 3). No obstante, una cuidadosa excavación de un amplio conjunto de construcciones en Caral, así como en El Paraíso y otros centros del periodo, ha demostrado que estas enormes edifi caciones y grandes plazas abiertas fueron construidas no solo por razones administrativas sino también como ambientes para actividades religiosas.

Ciertamente, el diseño y la construcción de estos vastos complejos requería de líderes que planearan y coordinaran las obras públicas, y que organizaran las actividades ceremoniales para las que estas edificaciones fueron concebidas, pero los arqueólogos han excavado en vano en pos de la tumba de un «Señor de Caral» o de una «Señora de La Galgada». A pesar de las excavaciones a gran escala hechas en cementerios de sitios del Precerámico Tardío como Río Seco y Bandurria, no se ha hallado a ningún individuo cuyo tratamiento mortuorio sugiera que él o ella fuera un líder prominente con poder coercitivo sobre el trabajo o los excedentes generados por los demás. Tal vez esto no deba sorprendernos. Clastres y otros especialistas han observado que incluso entre las sociedades nativas de Sudamérica que cuentan con líderes institucionalizados, «los privilegios del cacicazgo por lo general no residían en el plano material». En efecto, entre muchos grupos nativos de las tierras bajas de Sudamérica la exigencia de que los caciques fueran generosos evitaba que acumularan cualquier riqueza significativa que pudiera diferenciarlos de los demás miembros de la sociedad; de esta manera se reforzaba el ethos igualitario que seguía prevaleciendo en esas sociedades. Era la legitimidad de esos líderes, expresada a través de la ausencia de beneficios materiales derivados de su autoridad, lo que les permitía organizar proyectos de trabajo corporativo sin tener que recurrir a medidas de coerción.

Fig. 3. Conjunto de estructuras en Kotosh, Huánuco, uno de los sitios más importantes del Precerámico Tardío.

El sitio de La Galgada ha proporcionado evidencias que pueden arrojar cierta luz sobre la naturaleza del liderazgo durante el último periodo del tercer milenio anterior a Cristo. Aunque está situado a solo 1100 metros sobre el nivel del mar en la árida cuenca del río Tablachaca, tributario del Santa, sus construcciones ceremoniales son muy similares a las de la tradición religiosa Kotosh de la sierra y se asemejan a las cámaras rituales que hay en ese sitio y a las de Kotosh, Huaricoto y Piruru. Sin embargo, a diferencia de otros centros de la misma época ubicados en la sierra o en la costa, las cámaras rituales de La Galgada fueron reutilizadas como cámaras mortuorias luego de haber sido cubiertas por un nuevo —aunque similar— conjunto de construcciones ceremoniales. La mayoría de individuos enterrados en este sitio tenían menos de 4 o más de 40 años, y una cuarta parte de los mismos superaba los 50 años de edad. Puesto que solo un pequeño número de los pobladores que construyeron y realizaron actividades de culto en el sitio fueron enterrados allí, es probable que el grupo representado en las sepulturas proviniera de las principales familias de esa sociedad.

Fig. 4. Detalle de figurina de barro sin cocer de Áspero, valle de Supe. La figurina tiene cabellera larga y un collar sencillo. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, Lima.

Aun cuando los hombres y mujeres adultos enterrados en las cámaras de La Galgada pueden haber sido los líderes de esa sociedad, los bienes que los acompañaban no son especialmente notables. Por ejemplo, en las tumbas más antiguas, dos mujeres adultas llevaban gorros de algodón y estaban cubiertas con tiras de corteza, y el individuo masculino que las acompañaba se hallaba envuelto en una manta doble de algodón amarillo y había sido colocado sobre una red de fibras vegetales. A otra mujer le faltaba el manto de algodón de uso común pero tenía cuatro alfileres de hueso para el pelo, pedazos de carbón de antracita y de cristal de roca. Entre las tumbas más antiguas, este último entierro era particularmente elaborado. En las tumbas algo posteriores las ofrendas eran más usuales y con frecuencia incluían alfileres de hueso para el pelo con incrustaciones, collares de piedras talladas y conchas marinas junto con artefactos de piedras verdes parecidas a las turquesas. Aunque con el tiempo los elementos exóticos parecen tornarse más comunes, aumentan en todas las tumbas del sitio en lugar de concentrarse en unos pocos individuos. Por tanto, su presencia parece reflejar la creciente importancia de los intercambios a larga distancia para el grupo principal que vivió en el sitio, antes que la aparición de gobernantes muy poderosos. Las tumbas de La Galgada sugieren que el liderazgo de las sociedades del periodo Precerámico Tardío debe ser considerado, más bien, en términos de familias con riqueza y poder limitados, y que estaban vinculadas a la arquitectura religiosa.

Fig. 5. Figurina de estilo Cupisnique. El personaje tiene marcas en el rostro y luce un collar. Esta figurina más tardía que las de Áspero muestra mayor cuidado en los rasgos y la manufactura. Colección particular.

En la costa se descubrió una línea paralela de evidencias en las viviendas desenterradas en Caral, en el valle medio de Supe. Cada una de las principales pirámides estudiadas cuenta con un área habitacional adyacente que consiste en pequeños cuartos rectangulares interconectados. Su tamaño, construcción y distribución indican que cada complejo de viviendas sería apropiado para las actividades domésticas de una familia grande. Los artefactos asociados corroborarían tal interpretación. Más aún porque en La Galgada los complejos habitacionales solo podrían haber albergado a una pequeña parte de la sociedad responsable de la construcción de las enormes pirámides y plazas. Este patrón sugeriría que a un conjunto menor de la población se le permitía establecer su residencia al pie de los recintos arquitectónicos sagrados, mientras que la mayoría vivía en pequeños poblados o en asentamientos cerca de sus campos. También parece razonable asumir que el grupo que residía en el centro justifi caba su ubicación privilegiada por su relación especial con las actividades que desarrollaban allí y, tal vez, por su relación con las propias deidades. Los desechos de estas viviendas no indican que sus residentes tuvieran un estilo de vida diferente del que llevaban los demás miembros de la misma sociedad. En apariencia, el rol que se les atribuía como líderes religiosos les permitía coordinar actividades para el bienestar público, tanto en este mundo como en el próximo, pero era imposible que acumularan riquezas o un poder coercitivo.

Otras evidencias sobre la naturaleza del liderazgo del periodo Precerámico Tardío se desprenden de las escasas representaciones de los propios líderes. En El Áspero, en el valle de Supe, se encontraron numerosas figurinas de arcilla sin cocer que representan a personajes adultos vestidos con indumentaria destacada (Figs. 4, 5). Estas figurinas solo aparecen ligadas a la arquitectura de los templos, por ejemplo, al menos trece de las figurillas de arcilla gris blancuzca sin cocer estaban enterradas entre dos pisos de un pequeño cuarto en la Huaca de los Ídolos. Más de un centenar de figurillas similares a aquellas de Áspero se han descubierto en Caral, también en contextos ceremoniales. Resulta tentador verlas como representaciones de los líderes de la sociedad, pero en ellas no se advierte ningún interés por hacer un retrato, aspecto que se mantiene a nivel rudimentario y genérico, aunque hay cuidado en representar los tocados característicos, los peinados, los collares de cuentas y las vestimentas. Estos elementos fácilmente identificables de los atuendos y estilos personales pueden ser considerados como emblemas de su estatus. El descubrimiento de raros collares de piedra rectangulares y biconcoidales, como los que lucen las figurinas de Áspero, sugiere que las imágenes de arcilla cruda representan los verdaderos elementos de la indumentaria que usaban selectos miembros de la sociedad. Asimismo, resulta significativo que las figurinas de arcilla sin cocer representen tanto a hombres como mujeres. Este patrón es coherente con las tumbas de La Galgada estudiadas, al igual que con los estrechos vínculos físicos entre las figurinas y la arquitectura ceremonial.

Otro raro ejemplo de iconografía figurativa relacionada con esta discusión son las litoesculturas que decoran la terraza inferior de Cerro Sechín, ubicado en la parte baja del valle de Casma. No existe consenso en torno a si datan del periodo Precerámico Tardío o del comienzo del periodo Inicial. Estas litoesculturas representan una escena histórica o mítica en la que varios guerreros victoriosos se dirigen hacia la entrada del templo, separados por los cadáveres mutilados o pedazos de los cuerpos del grupo derrotado. De los cientos de esculturas, solo una pequeña fracción representa a los guerreros triunfantes en lugar de los muertos o víctimas mutiladas. En el arte prehispánico del Perú, la jerarquía de la condición social se expresaba usualmente a través de la escala, indumentaria y/o colocación de las representaciones humanas, de modo que es significativo que todos los guerreros victoriosos tengan aproximadamente el mismo tamaño, lleven tocados similares de forma cónica y punta plana, usen taparrabos iguales, luzcan el mismo peinado y estén descalzos. La mayoría de ellos llevan mazas que parecen bastones o porras. Dada la semejanza entre los guerreros, no es fácil localizar al líder de esta partida de guerra triunfante. No obstante, las dos fi guras que aparecen guiando a la procesión podrían ser consideradas como de una condición especial debido a su ubicación. Ambas portan elaborados bastones y una de ellas resulta única por cuanto está adornada con cabezas decapitadas que cuelgan de su cintura (Fig. 6).

Fig. 6. Muro de la terraza interior de Cerro Sechín. Entre los litoesculturas destaca un guerrero que sostiene un mazo ceremonial en la mano y lleva como adorno dos bandas con cabezas trofeo.

Creemos que la forma en que estos guerreros victoriosos están representados en estas tallas alude a una sociedad en la que los principios de jerarquía política y social todavía no se han desarrollado. Los líderes apenas se destacan y, en el único caso notorio, la jerarquía está determinada por los símbolos de una hazaña personal, representada aquí por las cabezas trofeo colgantes, antes que por llamativos emblemas del atuendo u otros símbolos, muy comunes en épocas posteriores. Las litoesculturas de Cerro Sechín presentan un fascinante contraste con las escenas de guerreros victoriosos de una cultura ulterior como Moche. En esas imágenes se representan numerosas diferencias en la indumentaria de los distintos guerreros y las escenas a menudo terminan con la presentación de los individuos derrotados ante un ostentoso líder moche, cuya categoría está señalada por su notable vestimenta y porque se encuentra sentado por encima de los demás sobre una pirámide escalonada.

El periodo Inicial y sus líderes (1800-800 a. de C.)
Fig. 8. Collar del líder de Cardal, elaborado distancia o a los artesanos especializados, ni tampoco supone control sobre el trabajo con dientes de un mamífero marino. Museo de la Nación, Lima.

Durante el segundo milenio anterior a Cristo, la agricultura cobró mayor intensidad y la población aumentó con rapidez. Los valles costeños y serranos llegaron a poblarse más densamente, aun cuando la mayoría de los habitantes seguía residiendo en pequeños poblados y asentamientos. Los centros públicos fueron más comunes pero la escala de sus construcciones empequeñeció con respecto a los impresionantes monumentos del periodo Precerámico Tardío. Probablemente no existe ningún otro periodo en la prehistoria de los Andes Centrales que tenga tantos y tan grandes complejos piramidales como el periodo Inicial, y hacia el final del segundo milenio anterior a Cristo no era inusual que un mismo valle de la costa central contara con diez o más centros, cada uno con sus propias pirámides con terrazas y vastas plazas abiertas. No obstante, la suposición de que este florecimiento de la construcción fuera supervisado por líderes poderosos no ha sido confirmada.

No se han encontrado tumbas notables de líderes prominentes, como tampoco se han desenterrado palacios reales. Por el contrario, parece que el patrón del liderazgo se concentraba en familias selectas con poder limitado y un lazo estrecho con la arquitectura religiosa que predominaba en sus centros cívicoreligiosos. En muchos aspectos, el periodo Inicial se asemeja al patrón del Precerámico Tardío que hemos abordado previamente, a pesar de que en ciertas áreas hay indicios de brotes de divergencia en relación con ese patrón.

Los trabajos arqueológicos en los centros de la cultura Manchay en los valles de Chancay, Chillón, Rímac y Lurín, en la costa central, han encontrado evidencias que son particularmente relevantes para considerar un liderazgo que precedió a la aparición del estado. Al menos nueve centros en forma de «U» fueron construidos en las zonas bajas y medias del valle de Lurín durante el periodo Inicial, pero solo tres de estos —Mina Perdida, Cardal y Manchay Bajo— han sido investigados hasta ahora en profundidad. Aunque la construcción piramidal comenzó en los albores del periodo Inicial en Mina Perdida y a mediados del mismo en Manchay Bajo, no se han hallado mayores evidencias de ocupación en estos sitios que no fuesen las de una residencia estacional, en la época anterior al periodo Inicial Tardío. Sin embargo, hacia 1100 a. de C. sus residentes vivían en moradas compuestas por varios cuartos pequeños, con cimientos de piedra y construcciones superiores con materiales perecibles.

Fig. 7. Orejeras de hueso del líder de Cardal. de animales que fueron varados por la marea y no cazados, pero la ausencia de joyas

El número de habitantes nunca sobrepasó unos pocos centenares. Las viviendas de Mina Perdida y Cardal estaban localizadas detrás de la arquitectura ceremonial y unas escaleras traseras deben de haberles dado un fácil acceso a los ambientes de las terrazas y las cumbres de las pirámides. Como en La Galgada y Caral, estos ocupantes constituyeron probablemente un subgrupo de especial prestigio dentro de una sociedad más grande. Sin embargo, los desechos de sus viviendas sugieren que la dieta y las actividades diarias podrían haber sido similares a las de aquellos residentes en los pequeños asentamientos cerca de sus campos de cultivo. Las familias que habitaban los centros en forma de «U» pueden haber sido los líderes de sus comunidades, pero tallaban sus propias herramientas de hueso, separaban laboriosamente sus semillas de algodón y hacían sus amuletos con las piedras del lugar. Pocos de sus bienes provenían de fuera del valle y la mayoría se obtenían en el litoral y los hábitats de la parte baja del valle, a pocas horas de distancia de los sitios. En Cardal, donde varias viviendas han sido estudiadas, se han hallado pocas diferencias entre las edificaciones y los artefactos vinculados a las mismas. Las tumbas se encuentran dentro y alrededor de las viviendas, pero los muertos eran enterrados en fosas modestas sin arquitectura funeraria y casi ningún objeto funerario.

 

Fig. 9. Botellas asa estribo de estilo Cupisnique. Otras similares fueron encontradas en contextos ceremoniales y funerarios. Colección Enrico Poli, Lima.

Depender de evidencias negativas resulta frustrante y el fracaso en cuanto al descubrimiento de tumbas notables o residencias palaciegas puede ser poco convincente, aun cuando exista concordancia con otras fuentes de evidencias como la iconografía. Por esta razón, el hallazgo de un cementerio en la cumbre de la pirámide central de Cardal es de especial interés, ya que se esperaría que los individuos enterrados allí proporcionen una visión exenta de ambigüedades de los líderes de este centro del periodo Inicial. En la última fase de construcción del sitio, el atrio fue enterrado ritualmente bajo un nuevo relleno de piedras y se construyó encima otro casi idéntico; justo antes de que esto sucediera, un conjunto de fosas funerarias fue excavado en el suelo del atrio medio. En las tumbas yacían hombres y mujeres de varias edades, incluso adultos mayores de 50 años, y también niños.Varios de los dieciséis individuos enterrados en este emplazamiento ventajoso carecían de ofrendas, pero otros estaban acompañados por uno o dos objetos de uso diario como husos y ollas de cocina.

 

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Fig. 10. Botella asa estribo de estilo Cupisnique que presenta la transformación de un rostro humano en un rostro sobrenatural. Museo Larco, Lima.

Un hombre mayor enterrado en medio del grupo de tumbas se diferenciaba porque llevaba un collar con trece caninos de león marino perforados y adornos redondos para las orejas tallados en huesos de ballena (Fig. 7). Si juzgamos por los adornos personales, este individuo puede ser un raro ejemplo de un líder del periodo Inicial, quizá uno de los poquísimos sujetos de esa categoría jamás desenterrados por un arqueólogo. El emblema de autoridad que ostenta y el hecho de que sea llevado exclusivamente por él son datos ilustrativos. Tanto el collar como las orejeras pertenecen a mamíferos marinos conocidos por su gran tamaño y fuerza (Fig. 8). El collar nos recuerda a aquellos hechos de dientes de jaguar que usaban los líderes de los bosques tropicales de Sudamérica y a aquellos otros confeccionados con garras de oso que llevaban los líderes de los bosques templados de Norteamérica. En ambos casos, los materiales eran cuidadosamente escogidos para refl ejar las cualidades espirituales que el líder buscaba encarnar, al igual que para exhibir sus hazañas personales como cazador. En el caso de Cardal, los huesos de ballena empleados en las orejeras probablemente provenían de animales que fueron varados por la marea y no cazados, pero la ausencia de joyas o artefactos elaborados con huesos de ballenas en otras tumbas o entre los desechos indica que el uso de este material era una prerrogativa del líder.24 La posesión de los peculiares collares y orejeras no implica un acceso a las redes de comercio de larga distancia o a los artesanos especializados, ni tampoco supone control sobre el trabajo de otros. Por último, este aparente líder de Cardal se asemeja a los otros por haber sido enterrado junto con un instrumento de uso diario que fue empleado durante su vida, en este caso un punzón de hueso que era requerido para la confección de alfombras o textiles. Así, mientras que el líder de Cardal puede haber jugado un rol clave al coordinar la construcción de este complejo piramidal de 14 metros de altura, el contenido de su tumba también revela que estaba comprometido con las actividades habituales de subsistencia, junto con el resto de la comunidad.

Fig. 11. Botella asa estribo de estilo Cupisnique, con forma de fruto y cabezas de serpientes que caen sobre su cuerpo. Colección Enrico Poli, Lima.

A primera vista, las evidencias de Cardal coinciden con la imagen de un liderazgo temprano asociado a un subgrupo de familias y quizá vinculado por el parentesco a la organización y administración de los centros religiosos que eran el núcleo de la vida social y política de estas sociedades de pequeña escala. También encajan adecuadamente con la aparente incompatibilidad entre el liderazgo y las ventajas materiales y el rechazo societal al liderazgo coercitivo y a los símbolos ligados al mismo. La identificación del líder primario con un hombre de edad avanzada también es coherente con la mayoría de modelos antropológicos de liderazgo no coercitivo en las sociedades anteriores al estado. Asimismo, existen indicios de que en Cardal pueden haberse producido tensiones que socavaran el patrón de un liderazgo cuyo poder residía fundamentalmente en la ausencia de poder. El cementerio sobre la cumbre del sitio fue creado mediante el traslado de tumbas ya existentes desde el lugar de su entierro original hasta el atrio, una ubicación que poseía una carga simbólica. ¿Intentó así el grupo líder extender o reafi rmar su autoridad? ¿Fue esta reubicación de los muertos en

Fig. 13. Botella asa estribo de estilo Tembladera. El personaje principal es un individuo masculino, cuyo cuerpo yace sobre dos frutos. Colección Enrico Poli, Lima.

la cumbre de la pirámide un rechazo de los líderes a la costumbre habitual de la sociedad de sepultarlos en las viviendas? ¿Se buscaba formular una declaración simbólica al colocar a los ancestros de los nuevos líderes más cerca de los dioses que de los seres terrenales? ¿Se pretendía situar aparte al liderazgo, usurpando físicamente áreas que antes habían estado reservadas para los rituales religiosos? El registro arqueológico de Cardal aún está lejos de ser concluido, pero estas posibilidades son intrigantes, sobre todo por el abandono del sitio y de otros centros del valle de Lurín y sus adyacentes hacia fi nes del periodo Inicial. ¿El declive de los centros de Manchay estuvo relacionado con una crisis en el liderazgo tradicional de los complejos en forma de «U»?

Fig. 12. Botella de estilo Tembladera. Es un personaje femenino, con un cántaro sobre la cabeza y decoración incisa sobre la túnica. Colección Enrico Poli, Lima.

En otros lugares de la costa, las evidencias de líderes del periodo Inicial son difíciles de localizar. En el valle de Casma, donde se encuentra la mayor concentración de sitios con arquitectura pública del periodo, no se ha hallado tumbas notables o residencias pala ciegas, pese a los amplios estudios y excavaciones realizados desde la época de Tello.

Más al norte, en los valles de Moche y Chicama, en el corazón de la cultura Cupisnique, la excavación de numerosas tumbas del periodo Inicial que llevaron a cabo Rafael Larco y arqueólogos posteriores muestra un patrón ligeramente distinto al de la costa central.

Aunque la mayoría de individuos fueron enterrados en fosas sin alinear, estuvieron acompañados por un rango más amplio de bienes funerarios, entre los cuales los adornos personales y los objetos exóticos eran más comunes, así como cestos y estupendos ceramios (Fig.9). Algunos fueron enterrados con anillos de hueso tallado que lucían en tres, cuatro e incluso cinco dedos, aretes de hueso tallado con incrustaciones de conchas y turquesas, y faldas hechas con miles de cuentas (Fig. 15).

Estos artículos estaban relativamente difundidos y quienes los usaban fueron enterrados en fosas simples, con solo dos o tres vasijas de cerámica. En suma, estas tumbas parecen avalar la existencia de gente próspera con más acceso a redes de intercambio de larga distancia que los pobladores de la costa central, pero no corroboran la presencia de líderes poderosos (Fig. 11).

Algunas vasijas de cerámica de la cultura Cupisnique parecen mostrar líderes, o a sus míticos antepasados, y resulta interesante considerar estas representaciones. Por ejemplo, una clásica botella cupisnique con asa en forma de estribo presenta a un adulto con un peinado característico, orejeras y taparrabo; sus lazos con el mundo sobrenatural se hacen patentes por los elaborados símbolos religiosos tallados en su espalda. La iconografía de la pieza sugiere la habilidad del personaje para trascender la esfera de la experiencia y entrar en el mundo sobrenatural. Un tema similar se encuentra en una famosa botella cupisnique con asa en forma de estribo cuya imagen está dividida entre un rostro humano por un lado y un rostro con rasgos de jaguar por el otro (Fig. 10).

Fig. 15. Pectoral de hueso con incrustaciones de conchas de estilo Cupisnique. Museo Larco, Lima.

El característico estilo Tembladera del valle medio del Jequetepeque fue contemporáneo a la alfarería cupisnique clásica y se hallaba estrechamente relacionado con ésta; sus vasijas muestran a menudo hombres ricamente vestidos y mujeres que llevan unos impresionantes pectorales de cuentas de piedras semipreciosas y un complejo peinado. Pero, aun cuando estas representaciones parecen realistas, con frecuencia tienen fi guras sobrenaturales en la espalda o incluyen motivos religiosos en la indumentaria del personaje, lo que sugiere que las fi guras humanas desempeñaban el rol de líderes religiosos. Un rasgo distintivo de muchas de estas piezas de Tembladera es que la fi gura humana toca un instrumento musical semejante a una ocarina o una quena. La asociación de los líderes tempranos con los instrumentos musicales se vuelve aún más común en el Horizonte Temprano y se explica por la función especializada que cumplía la música como elemento central del ceremonial religioso y no de la vida profana.

Otro interesante aspecto de las representaciones de Tembladera es que reparte su énfasis entre hombres y mujeres adultos (Figs. 12, 13); en algunos casos esto se resalta al mostrarse a los dos juntos en la misma pieza. Unas cuantas vasijas de Tembladera presentan fi guras femeninas sosteniendo a bebés, lo que refuerza la idea de que debemos pensar sobre el liderazgo del periodo Inicial en términos de grupos familiares que incluyen hombres, mujeres y niños (Fig. 14). También vale la pena anotar que algunas de las tumbas del valle medio del Jequetepeque tuvieron forma de torres de mampostería con cámaras internas; aunque habían sido profanadas, al parecer por lo menos algunos entierros eran colectivos. Este es un dato significativo pues se trata de un patrón que se relaciona con el descrito para La Galgada, mientras que en otras tumbas había solo hombres o mujeres adultos enterrados individualmente. Basándose en la arquitectura funeraria y las ofrendas, Yuji Seki concluyó que en La Bomba y Montegrande «los individuos enterrados posiblemente pertenecieron al grupo sacerdotal de dicha sociedad». Puesto que en esas tumbas los restos corresponden tanto a hombres como mujeres, se podría implicar que el liderazgo religioso en esa área no estaba limitado a los varones.

Fig. 17. Trompeta de Strombus de Kuntur Wasi, Cajamarca. Tiene incisiones decorativas en estilo Chavín.

Una de las raras muestras del liderazgo en la sierra durante el periodo Inicial Tardío procede de La Capilla, un sector del gran centro público de Pacopampa, en el norte de Cajamarca. En este sitio los arqueólogos encontraron una amplia construcción oval excavada en la roca. Daniel Morales afirma que es una residencia que tal vez fue ocupada por los especialistas religiosos que se encargaban de las actividades del templo Entre los desechos asociados a la construcción, unos huesos humanos cortados y quemados seguían en abundancia a los huesos de venado, lo que sugiere que el canibalismo puede haber sido una de las prerrogativas del liderazgo en esa área. Entre los artefactos ligados a la vivienda se hallaban figurinas de cerámica hueca con pelo hasta los hombros y cerquillo corto, patillas, orejas alargadas en forma rectangular y largas túnicas parecidas a cushsmas. Dados su naturalismo y el cuidado puesto en el vestido y peinado, pueden haber sido representaciones de líderes religiosos o de sus ancestros semimíticos.

Varios casos de la sierra parecen demostrar que los líderes del periodo Inicial usaban su autoridad y prestigio para acumular mayor riqueza, en mayor grado que sus similares costeños, pero como en Pacopampa, estos líderes poderosos se mantuvieron estrechamente vinculados a la vida de los templos. En La Galgada, por ejemplo, los entierros del periodo Inicial aún eran múltiples. Incluían a hombres, mujeres y niños, pero entre las ofrendas había piezas importadas como un pendiente de ámbar perforado, una vasija de cerámica foránea decorada con serpientes bicéfalas y un fragmento de meteorito. La arquitectura de la tumba consistía en enormes muros de piedra techados con vigas horizontales de pared a pared y piedras cortadas que tenían hasta un metro de largo. En términos de la labor que demandó la construcción de esta galería de tumbas, aparte de los muros de contención, y considerando la calidad y rareza de los bienes funerarios, daría la impresión de que los líderes del sitio estuvieran comenzando a apropiarse del trabajo de sus seguidores con fi nes particulares, además del objetivo público de efectuar rituales y levantar una construcción ceremonial. Un patrón similar parece haber surgido en el valle del Huallaga, en el centro religioso de Shillacoto, donde fue construida una gran tumba sobre la superficie, con el interior pintado de rojo, en el periodo Inicial Temprano. Como en La Galgada, la tumba era para un grupo de por lo menos siete individuos. La construcción de grandes edificaciones de mampostería de carácter mortuorio en sitios del valle medio de Jequetepeque y del valle del Huallaga para honrar a prominentes grupos familiares nos remite a una de las modalidades de legitimación de los derechos políticos más comunes usadas por los líderes andinos en la prehistoria tardía de los Andes.

El Horizonte Temprano (800-200 a. de C.)
Fig. 16. Monolito que representa a un personaje sobrenatural. Kuntur Wasi, Cajamarca.

La aparición de líderes verdaderamente poderosos en los Andes Centrales debe de haber ocurrido durante el Horizonte Temprano, en conjunción con el desarrollo del culto chavín y su amplia esfera de interacción tanto en la sierra como en la costa del Perú. Es posible que estos líderes hayan sido sacerdotes especializados y capaces de transformar su autoridad en los asuntos sobrenaturales en un medio de control del trabajo de la comunidad y en una habilidad para acumular riqueza personal. La evidencia más importante de ese desarrollo es la proliferación de tumbas individuales llenas de ofrendas compuestas por elaboradas joyas de oro, alfarería importada, pigmento de cinabrio y otros artículos raros y valiosos. Por desgracia, las grandes tumbas del Horizonte Temprano en Zaña, Lambayeque, Huarmey, Ica y otros lugares de la esfera chavín o de su ámbito de influencia han sido saqueadas. Sus evidencias subsisten a través de las historias de los huaqueros y de las coronas de oro, telas pintadas y otros emblemas de riqueza y poder que albergan los museos y colecciones privadas en todo el mundo.

 

Afortunadamente, un grupo de tumbas del Horizonte Temprano pertenecientes a los primeros líderes del centro serrano de Kuntur Wasi no cayó en manos de los saqueadores. Ocho de estas tumbas fueron excavadas por un equipo de la Universidad de Tokio dirigido por Yoshio Onuki. En el sitio predominan las plataformas de mampostería, plazas abiertas y trazadas con piedras y grandes esculturas de piedra con representaciones de temas religiosos (Fig. 16). Pese a que el centro fue establecido en el periodo Inicial Tardío (conocido localmente como la fase Ídolo), todas las tumbas notables que se encontraron datan de las fases del Horizonte Temprano local que se denominan Kuntur Wasi (800-500 a. de C.) y Copa (500-250 a. de C.). Todas fueron halladas en la cumbre del complejo del templo, en hondos pozos excavados dentro de las plataformas con fachada de piedra. Luego de los entierros, las tumbas fueron selladas y cubiertas por construcciones posteriores. En un temprano proyecto dirigido por Julio C. Tello en los años 1946-1947 también se descubrió una tumba valiosa. En total, las nueve tumbas de Kuntur Wasi contenían preciosos objetos de metal y otros artículos de valor. Todas albergaban entierros individuales de hombres y mujeres adultos. El contenido de las mismas implicaba que los difuntos habían acumulado poder y riqueza considerable durante sus vidas, y Onuki interpretó que dichos sujetos fueron los líderes del centro.

Fig. 18. Vista del Templo Nuevo de Chavín de Huántar, Ancash.

Cuatro tumbas se encontraban dentro de la alta plataforma central, junto al eje central del sitio, mientras que otras cuatro estaban en una plataforma de la cumbre más pequeña, al sur. Las diferencias en ubicación y contenido sugirieron a Onuki que probablemente existió en el sitio una organización jerárquica de liderazgo sacerdotal. Por otro lado, estas tumbas muestran una inversión de trabajo mayor que en las fosas del periodo Inicial: los pozos tienen un promedio de 2,5 metros de profundidad, 1,5 metros de diámetro, y todos cuentan con una cámara lateral al fondo del hoyo. Ningún individuo tenía menos de 30 años y varios contaban con 60 o más años, una cifra muy superior a la edad promedio en el Horizonte Temprano o en cualquier otro periodo prehispánico. Entre los muertos de la fase Kuntur Wasi había cuatro hombres y una mujer; de la siguiente fase Copa, apenas se hallaron dos tumbas notables y estas pertenecían a un hombre y una mujer adultos. De ahí que si las tumbas encontradas en la cumbre del sitio pertenecieron a los líderes es posible concluir que la longevidad, antes que el género, fue un factor importante para determinar el liderazgo en el Horizonte Temprano.

 

Fig. 19. Detalle de la plaza circular del Templo Viejo de Chavín y sus fri

Las investigaciones recientes sobre sociedades complejas han puesto énfasis en la relación entre la acumulación de riqueza y la habilidad para ejercer el poder, aunque manteniendo la legitimidad. Por lo general, los objetos que encarnan el poder pueden ser reconocidos a pesar de las diferencias culturales porque reflejan altos niveles de control —directo o indirecto— de los recursos económicos, del trabajo o del conocimiento tecnológico. Jonathan Kenoyer ha resumido cuatro supuestos útiles para identificar los objetos de valor: 1) Los artículos raros o exóticos tienen mayor valor que las materias primas disponibles a nivel local. 2) El valor de un objeto se incrementa con la cantidad de trabajo requerida para su producción. 3) Los procesos tecnológicos que implican numerosas etapas, altos grados de destreza y/o conocimiento técnico especializado aumentan el valor de un objeto. 4) Una vez que un artículo ha sido aceptado como un símbolo de riqueza dentro de una sociedad, las élites intentarán restringir el acceso a las materias primas o al conocimiento con el fi n de limitar su producción y controlar su uso.

 

Los artículos desenterrados de los pozos de las tumbas de Kuntur Wasi encajan bien con la definición y principios articulados por Kenoyer. Como se adelantó, muchos de los objetos de estas tumbas eran artículos raros o exóticos. Por ejemplo, uno de los entierros contenía trompetas hechas de conchas de caracol Strombus, una materia prima cuya fuente más próxima es la cálida corriente marina que baña las costas de Ecuador (Fig. 17). Varias de las otras tumbas incluían cientos de cuentas de conchas Spondylus que también provenían de aguas profundas distantes del litoral ecuatoriano, a unos 300 kilómetros al noroeste. Igualmente, los difuntos fueron cubiertos con cinabrio, un pigmento que se obtiene a partir de raros depósitos de sulfato de mercurio, una sustancia poco común y cuya probable fuente es la mina Santa Bárbara próxima a la ciudad de Huancavelica, que está ubicada a unos 700 kilómetros al sur de Kuntur Wasi. Otros artículos como los pendientes de piedras y cuentas fueron elaborados con piedras semipreciosas y relativamente raras como calcedonia, jaspe, crisocola y esteatita, cuyas fuentes aún no han sido identificadas. También se hallaron miles de cuentas confeccionadas con conchas del Pacífico que eran traídas desde las playas ubicadas a 80 kilómetros al oeste.

Fig. 20. Laja tallada de Chavín de Huántar, en la que se representa uno de los personajes sobrenaturales con rasgos de felino, típicos de este estilo. Museo Nacional Chavín, Ancash.

Además, en estas tumbas de Kuntur Wasi abundaban los artefactos de oro y plata; su presencia implica el control de un gran volumen de trabajo al igual que de individuos con habilidades especializadas y un conocimiento tecnológico esotérico. Los preciados objetos de metal de las tumbas principales constituyen las joyas que usaban los líderes fallecidos. Eran comunes sobre todo las coronas, las orejeras, los collares y los pendientes de oro, y en algunos casos también las narigueras (véase p. 255, Fig 3). El oro es un mineral raro que solo puede obtenerse mediante un tedioso proceso minero o de recolección; luego debe ser laboriosamente transformado en adornos valiéndose de una tecnología especializada que supone martillar delgadas láminas, cortar, moldear y soldar. La cantidad de objetos y la variedad de técnicas utilizadas en los artefactos de oro de Kuntur Wasi y otros sitios afines implicaba controlar una labor considerable o los recursos para adquirir el oro nativo, así como las habilidades especializadas y el conocimiento necesario para producir estas joyas.

 

Por último, las tumbas de Kuntur Wasi contenían finas botellas de cerámica y otras vasijas, algunas de las cuales no eran de producción local. En suma, todas las tumbas, ya fueran de varones o mujeres, albergaban mucha más riqueza que la que ha sido encontrada en cualquier otro sitio del Precerámico Tardío o del periodo Inicial.

Dada la repentina aparición de desigualdades materiales, vale la pena considerar el contexto de la situación. Todas las tumbas eran parte física de la arquitectura ceremonial del templo de Kuntur Wasi. Además, muchos de los objetos preciados ostentaban imágenes del mundo mítico y sobrenatural que constituía el foco de las actividades religiosas del centro monumental. Aparentemente, los líderes de Kuntur Wasi tenían la prerrogativa de llevar objetos de oro, plata y piedra con las imágenes de los dioses y de los héroes míticos de su cultura. Si se toma en cuenta la presencia de las trompetas de Strombus, es probable que los artículos de las tumbas fueran realmente usados o portados durante las ceremonias de aquel centro serrano. Al ser enterrados con esos objetos, los líderes fallecidos llegaban a estar vinculados para siempre con las poderosas fuerzas sobrenaturales representadas en los elementos que componían su indumentaria.

Fig. 21. Una de las deidades principales de Chavín de Huántar. Nótese que porta una concha tropical en cada mano (Strombus sp. —pututu— y Spondylus sp.). Museo Nacional Chavín, Ancash.

Las tumbas de Kuntur Wasi y su ubicación son un testimonio del uso del conocimiento religioso y de la autoridad en el Horizonte Temprano que legitima un tipo de poder coercitivo ausente en épocas anteriores. Resulta significativo que en ninguna de ellas hubiera armas o herramientas de irrigación, piezas que se podría haber esperado hallar si las hazañas militares o el control del agua hubieran sido la base de su creciente autoridad. Asimismo, no había ofrendas humanas, un hecho que indica que el poder coercitivo de estos líderes tempranos se encontraba por debajo del que ejercieron los gobernantes de los posteriores estados andinos. También destacan por su ausencia las herramientas de uso cotidiano que prevalecían en las tumbas del periodo Inicial en Cardal. Si los líderes de esta época estuvieron alguna vez comprometidos con actividades mundanas de subsistencia como la agricultura, eso no es algo que se desprenda del examen de sus tumbas.

Existe la posibilidad de deducir datos adicionales sobre el carácter y las vidas de los líderes del Horizonte Temprano a partir del registro arqueológico de Chavín de Huántar, que está ubicado en el valle de Mosna, a 3150 metros sobre el nivel del mar (Fig. 18). Pese a que no se ha excavado ninguna tumba de élite en este famoso centro, hay evidencias de que valiosos objetos de metal, análogos a aquellos encontrados en Kuntur Wasi, fueron saqueados en algún momento antes de 1941. En 1975 se recobraron fragmentos de oro y de joyas hechas con conchas Spondylus en las supuestas residencias de la élite situadas al oeste del núcleo del templo. Uno de los rasgos únicos de Chavín de Huántar es la profusión de imaginería figurativa en cientos de tallas en piedra y otros materiales (Fig. 20). Es posible interpretar que algunas de estas esculturas representan a los líderes del centro o a sus míticos predecesores. Puesto que en muchas culturas tradicionales el sacerdote se convierte en el ancestro mítico durante las ceremonias, esta distinción resultaría insignificante. En cualquier caso, estas representaciones proporcionan una visión de las vestimentas, actividades y fuentes de autoridad de los líderes que no puede ser inferida a partir de contextos funerarios como los de Kuntur Wasi.

Fig. 22. Cuchara de oro y plata de estilo Chavín. Fue elaborada con las técnicas de martillado y soldado, y representaría a un sacerdote que toca un pututu (Strombus sp.). Colección Dumbarton Oaks, Washington, D.C. a) Vista anterior. b) Vista posterior.

Las esculturas que rodean el lado oeste de la Plaza Circular del Templo Viejo conforman un grupo particularmente sugerente (Fig. 19). Tomadas en conjunto, parecen mostrar una procesión de sacerdotes con sus atavíos o de sus míticos ancestros, los cuales convergen en pares repetidos sobre las escaleras que conducen a la fachada del Templo Viejo. Se puede conjeturar que este conjunto de litoesculturas proporciona el fuero mítico para los rituales que eran ofi ciados por los sacerdotes en la Plaza Circular. Las piedras mejor preservadas muestran fi guras antropomorfas con bocas con colmillos, manos como garras y patas de animales. Una de las parejas duplicadas lleva coronas y trompetas de concha de Strombus. Estos dos objetos vinculan a las fi guras con la parafernalia sacerdotal enterrada junto con los líderes de Kuntur Wasi y también con las trompetas de Strombus halladas al lado de la Plaza Circular de Chavín de Huántar, en la Galería de las Caracolas. También resultan interesantes las representaciones escultóricas de elementos perecibles del atuendo de los líderes, como un tocado que incluía una cola de jaguar colgante o una elaborada capa de plumas de aves, que sobresalía y estaba adosada a la espalda del sacerdote.

A través de la representación de los elementos exóticos de la vestimenta que llevaban los míticos antepasados de los dirigentes, las esculturas de piedra de la Plaza Circular legitimaban el control que ejercían los líderes tempranos de Chavín sobre los artículos raros y exóticos. Aparentemente, estas esculturas no solo muestran figuras antropomorfas que sostienen trompetas de Strombus, sino también conchas Spondylus enteras.51 Tal vez la expresión artística más poderosa y que justifica el vínculo cosmológico de los líderes de Chavín con los valiosos artículos exóticos sea una escultura que decora el Templo Nuevo y no la Plaza Circular. La famosa escultura denominada La Medusa representa a la principal deidad Chavín, según Rowe,52 con una concha Spondylus en una mano y una trompeta de Strombus en la otra; así, pues, se recurría a estas raras conchas para encarnar los principios del dualismo dinámico y de la armonía societal (Fig. 21). En una escultura ligeramente posterior, la célebre Estela de Raimondi, la deidad tiene báculos en ambas manos. No es descabellado sugerir que el par de conchas exóticas de aguas ecuatorianas, al igual que el par de elaborados báculos, eran los emblemas de la autoridad suprema de las deidades y, por extensión, de la potestad de sus representantes, los líderes sacerdotales.

Una de las esculturas mejor preservadas de la Plaza Circular muestra una figura antropomorfa con colmillos que sostiene un báculo que se parece a un tallo del cactus alucinógeno San Pedro (Fig. 19). La imagen es particularmente importante porque alude a otra fuente de autoridad de los líderes religiosos: el control de los alucinógenos y la habilidad inherente para transformarse en jaguares y águilas arpías con el fi n de ejercer su influencia en el orden sobrenatural en nombre de los integrantes de su comunidad.

Este poder de transformación de los sacerdotes bajo la influencia de alucinógenos parece haber sido el tema principal de las cabezas clavas que se proyectan en las cornisas exteriores del muro superior del templo (Fig. 23). Estas tallas líticas muestran las distintas etapas del proceso de transformación: 1) cabezas humanas alteradas por un reciente consumo de estas sustancias y con una ligera indicación de descarga mucosa debido a la irritación nasal causada por éstas; 2) rostros semihumanos con significativas transformaciones ocasionadas por la incorporación de elementos animales y con una fuerte descarga mucosa que indica el impacto del alucinógeno; 3) transformación total del rostro humano en la cabeza de un jaguar o de un águila.

Los líderes religiosos de los bosques tropicales de Sudamérica continúan consumiendo sustancias psicotrópicas para convertirse en felinos o grandes aves, al igual que los curanderos modernos de la costa y sierra del Perú.55

Fig. 23. Cabeza clava de Chavín de Huántar que representa a un personaje con rasgos antropomorfos. Museo Nacional Chavín, Ancash.

Otro detalle interesante de las cabezas clavas es su representación de un llamativo mechón, que al parecer constituía el peinado usual de los sacerdotes de Chavín. Este mismo peinado se observa en la efigie animal que adorna una cuchara de oro para inhalar perteneciente a la colección Dumbarton Oaks, lo que permitió que esta fi gura fuera identificada como la de un líder chavín (Fig. 22).56 Este objeto único, atribuido a Chavín de Huántar, constituye una soberbia muestra de artesanía y su uso probablemente estuvo reservado para las ceremonias más importantes, cuando se necesitaba aspirar alucinógenos. En el extremo de la cuchara se observa a un sacerdote soplando una trompeta de concha Spondylus de plata mientras se acuclilla sobre un taburete hecho con tejido de esterilla. Los taburetes bajos fueron importantes símbolos de autoridad prehispánicos, tanto en el imperio inca como en los antiguos Andes del norte. La cuchara, un objeto compuesto de oro y plata, suministra el primer indicio de que los taburetes bajos pueden haber estado vinculados al liderazgo en los Andes Centrales durante el Horizonte Temprano. Si los taburetes eran hechos con materiales perecibles como la fi bra de esterilla, tal como implica la pieza de la colección Dumbarton Oaks,entonces es imposible que subsistiera algún ejemplo de los mismos en un medio ambiente como el de la sierra. La fi gura sacerdotal del utensilio tiene una cabeza de águila de estilo Chavín grabada en la espalda, quizá para hacer referencia al proceso de transformación que facilitaba la inhalación de los alucinógenos colocados en la cuchara de oro.

Otras esculturas de Chavín de Huántar y sitios aledaños incluyen representaciones que pueden corresponder a los líderes del templo o a sus míticas contrapartes, sosteniendo armas como cuchillos, lanzas, garrotes, estólicas, dardos e incluso sangrantes cabezas trofeo.Algunas de estas mismas figuras llevan instrumentos musicales o bien otras piezas de la parafernalia ceremonial. Por ejemplo, una escultura de Pojoc tallada con un estilo que recuerda al de la Plaza Circular, muestra una fi gura que sopla una trompeta mientras porta una honda tejida. Dada la ubicación de los centros del Horizonte Temprano bajo la esfera de influencia de Chavín, resulta difícil sostener que la guerra fuera un factor significativo de la vida cotidiana o del surgimiento de un liderazgo poderoso. No obstante, las batallas rituales en los escenarios ceremoniales o las incursiones ocasionales en pos de víctimas para sacrificios pueden haber sido componentes del liderazgo temprano y es probable que la presencia de armas en las representaciones de Chavín tenga algún nexo con esa posibilidad. La presencia de huesos cortados y quemados en la Galería de las Ofrendas llevó a Luis Lumbreras a insinuar que se cometía canibalismo en un ambiente ceremonial de Chavín de Huántar y que, si ese era el caso, la procura de víctimas para el sacrificio y consumo podía haber estimulado el desarrollo de algunos de los más violentos temas del arte chavín.

La ubicación de las residencias de los líderes de Chavín aún no se ha determinado, pero los desechos encontrados en la zona residencial, en las laderas situadas al oeste del templo, aumentan las probabilidades de esta área. Una pequeña excavación desenterró allí parte de una vivienda con altos muros de piedra en lugar de los usuales cimientos bajos, un hecho coherente con los desperdicios de alto nivel asociados a la morada. Otra posible área de residencia son los oscuros cuartos del interior del templo. Los sacerdotes kogi de Colombia adiestraban a sus iniciados durante años en casas sin ventanas, así que la ausencia de luz en estos entornos podría haber sido intencional y no un obstáculo para su uso.

Buena parte de la arquitectura de Chavín de Huántar está consagrada a la creación de ambientes llenos de misterio, aunque su depurado estilo artístico parece haber puesto obstáculos a propósito, con el fi n de impedir una fácil interpretación de la imaginería (Fig. 24). Las edificaciones y esculturas del templo sugieren la existencia de una cosmología esotérica que solo podía ser totalmente comprendida por los especialistas religiosos. Esta conclusión concuerda con otras evidencias que indican que había una especialización en campos como la metalurgia y la hidráulica. Asimismo, tampoco hay indicios de una división entre un liderazgo religioso y otro profano. Por el contrario, todas las evidencias apuntan a que los líderes de Chavín de Huántar y centros afines como Kuntur Wasi fueron los sacerdotes especializados en el control de las actividades del templo. No es absurdo proponer la existencia de un grupo de líderes religiosos en el Horizonte Temprano, considerando que hubo especialistas religiosos de gran poder y prestigio en la etapa prehispánica tardía de los Andes, los cuales subsistieron durante las épocas colonial, republicana y moderna, tanto en los Andes como en los bosques tropicales de las tierras bajas del este.

Reflexiones finales
Fig. 25. Figurina antropomorfa proveniente de Puémape, costa norte. Nótese que está vestida con túnica y taparrabo, y tiene un collar. La indumentaria de la élite religiosa de los periodos tempranos se fue defi niendo con el paso del tiempo. Museo Nacional Chavín, Ancash.

A lo largo de estas líneas hemos mostrado que el carácter del liderazgo evolucionó lenta pero significativamente durante los tres milenios que configuran el Precerámico Tardío, el periodo Inicial y el Horizonte Temprano (Fig. 25). Antes de este último periodo, el liderazgo parece haberse concentrado en ciertos grupos de parentesco asociados con las actividades ceremoniales necesarias para asegurar la prosperidad y el bienestar de la unidad social más amplia. Aunque estos líderes tuvieron la capacidad de organizar proyectos sofisticados y de escala considerable, asumían las responsabilidades rituales además de sus actividades diarias de subsistencia y su estilo de vida difería poco del que llevaban los otros miembros de su comunidad. No hay indicios de que fueran capaces de emplear su prestigio como líderes para acumular riqueza o para apropiarse del trabajo de los demás en beneficio personal. Aunque existen ciertas señales de esfuerzos en pos de lograr una mayor concentración del poder durante el segundo milenio anterior a Cristo, estos no parecen haber alcanzado un éxito duradero. Solo con la aparición del culto chavín durante el primer milenio anterior a Cristo surgen sólidas evidencias de los líderes. Así, las pruebas de la existencia de dirigentes poderosos asoman mucho tiempo después de la construcción arquitectónica monumental de centros como Caral y Sechín Alto.

Como en épocas precedentes, los líderes del Horizonte Temprano se hallaban estrechamente vinculados a los templos que constituían el foco de la vida comunitaria.

Sin embargo, durante este periodo los líderes parecen ser sacerdotes especializados e iniciados en un mundo de conocimientos esotéricos que no era accesible al gran público. Su autoridad estaba basada en su relación especial con lo sobrenatural y fue apuntalada mediante el control de artículos exóticos, sustancias alucinógenas, y nuevas y sofisticadas tecnologías. Este nuevo poder les permitió acumular una considerable riqueza y apropiarse del trabajo de los demás para su beneficio personal. Es probable, aunque no una coincidencia, que estos cambios societales fundamentales ocurrieran en conjunción con la aparición y expansión de una nueva cosmología ligada al culto chavín. Se puede establecer la hipótesis de que un aspecto del nuevo sistema religioso era la justificación ideológica de las desigualdades materiales y el poder coercitivo. Aun cuando es posible que los líderes religiosos del Horizonte Temprano hayan cumplido también un rol en la organización de incursiones guerreras, probablemente fue secundario en relación con sus responsabilidades religiosas.

Al analizar las evidencias de las fases tempranas de los Andes Centrales resulta de interés que los roles en el liderazgo temprano puedan haber sido asumidos tanto por hombres como mujeres a lo largo de los tres milenios sometidos a consideración. La existencia de jerarquías religiosas paralelas para especialistas religiosos masculinos y femeninos en el periodo prehistórico tardío ha sido destacada por Irene Silverblatt, al igual que la presencia de deidades masculinas y femeninas en el Horizonte Temprano, de modo que esto quizá no deba sorprendernos.

Aunque los estudios tradicionales sobre la aparición de líderes religiosos en Sudamérica a menudo han puesto énfasis en la transición del chamanismo a los sacerdotes institucionalizados, nuestra interpretación del registro arqueológico sugiere que se produjo un cambio mucho más significativo: un grupo de dirigentes con poder limitado y cuya autoridad se apoyaba en el parentesco se convirtió en un grupo de líderes con un poder superior y cuya autoridad estaba basada en conocimientos religiosos esotéricos y en el control de las materias primas y nuevas tecnologías, emblemáticas de su elevada posición. Los sacerdotes tenían creencias y prácticas que en ciertos aspectos recuerdan a los chamanes históricos y modernos, pero la institucionalización de su rol societal guarda escasas similitudes con los chamanes descritos por la literatura etnográfica moderna. En efecto, individuos con roles semejantes a los de los chamanes pueden haber coexistido con los especialistas religiosos, pero tendrían que haber actuado en una esfera socioeconómica distinta y ejercido un poder mucho menor.

Fig. 24. Friso inferior de la plaza circular de Chavín que representa a un felino sobrenatural. Las manchas sobre su cuerpo lo relacionarían con el jaguar. Museo Nacional Chavín, Ancash.

Uno de los aportes de los tempranos líderes andinos fue el establecimiento de varias de las convenciones de riqueza y autoridad que se mantuvieron hasta la llegada de los españoles. Por ejemplo, la especial importancia del oro, la plata, las telas fi nas, el cinabrio y las piedras verdes fue determinada en el Horizonte Temprano y estos objetos perduraron durante los siguientes dos milenios como símbolos de riqueza, al igual que el uso de coronas, orejeras, narigueras, trompetas de concha Strombus y báculos, los cuales permanecieron como importantes símbolos de autoridad hasta bastante después de la desaparición de Chavín. De hecho, todos estuvieron presentes en el imperio Chimú. Aun cuando muchos de los símbolos y convenciones del liderazgo temprano subsistieron, la base religiosa y exclusiva de la autoridad que caracterizaba a los Andes en su fase temprana disminuyó con el tiempo, sin desaparecer nunca del todo.

 

 

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