El sítio arqueológico de Ollantaytambo es hoy más conocido por el Templo de los Seis Monolitos. Dedicado al Sol, este templo está situado en lo alto, sobre el pueblo de Ollantaytambo, en una extensión sureña del Cerro Bandolista. Labrados de riolita rojiza, los seis monolitos son lisos y pulidos; y reflejan la luz fuerte del Valle de Urubamba. Brillan como un faro y están visibles desde todas partes del valle. Como monumento al culto del estado inka, este templo revela la capacidad de la ideología religiosa a traducirse en la construcción monumental. Su edificación se inicia en la mitad del siglo XV, pero los Inkas no la llevaron a término. El edificio existe como pensamiento inacabado, una oportunidad para ver y contemplar la inteligencia de sus constructores.
Autor:Adam Herring
Aunque sea impresionante el templo de los seis monolitos, este edificio sólo es una parte de la infraestructura del sitio Inka. Este incluyó sistemas de andenes y almacenes agrícolas, canales y acequias, muros y cuartos de guardia, casas monumentales, templos y recintos sagrados. La ideología que organizó el plano del sitio fue igualmente complicada. Los inkas tuvieron como seres sagrados a los astros del cielo y fenómenos meteorológicos, a quienes tuvieron una mas alta estima, tanto como a la tierra. También, el culto del estado inka reconoció ancestros humanos–lideres míticos e históricos de la dinastía inka; estos seres sagrados también dieron forma al sitio monumental de Ollantaytambo.
Ningún dios fue más importante a los inkas como el sol; ningún ancestro fue más importante a Ollantaytambo como el emperador Pachakuti Inka Yupanki. Este gobernante inka fundó Ollantaytambo como propiedad real en su reino durante una carrera exitosa militar y administrativa. Pachakuti estableció otras haciendas reales en el valle del Río Vilcanota/Urubamba: Pisac y Machu Picchu, entre otras. Cada uno de estos sitios explota la topografía de su lugar, sus planos enfatizan elementos naturales del paisaje Andino, incorporando vistas dramáticas que dejan boquiabierto al visitante.
Los descendientes coloniales de Pachakuti recordaron que este emperador fue un gran arquitecto y planificador. Es posible que el interés constante por introducir en sus haciendas reales, la arquitectura monumental dentro del paisaje natural, refleje la mente osada de este gobernante. Documentos administrativos del virreinato nos informan que Pachakuti–«temblor,» o «el que reforma la tierra»–gobernó entre 1438 y 1471 como rey noveno de la dinastía inka. Las campañas militares de Pachakuti consolidaron el poder inkaico alrededor del Cusco, y ampliaron enormemente su ámbito territorial en los Andes. Estas conquistas elevaron el estado inka desde poder regional hasta imperio andino. Pachakuti también estableció reformas administrativas y religiosas, reorganizando y trasformando la sociedad inka. Como planificador, Pachakuti racionalizó la ciudad del Cusco, construyendo calles rectas y anchas. También a Pachakuti se le atribuye la reafirmación del culto estatal inka al sol. Como parte de su campaña de reorganización urbanística del Cusco, Pachakuti agrandó el Koricancha, el templo madre del estado dedicado al sol.
Muchos especialistas académicos comprenden a Pachakuti como un personaje mítico. Esta interpretación pone a Pachakuti como producto imaginativo de tendencias históricas, religiosas y sociales del ascenso imperial del estado inka. Sea protagonista histórico concreto o personificación mítica del estado, Pachakuti Inka Yupanki y sus reliquias comandaban la reverencia de la jerarquía Inka. En la memoria de los descendientes de Pachakuti, este rey perduraba como fundador y señor de una parentela noble inka, o panaqa. La panaqa de Pachakuti–que se llamaba Hatun Panaqa o Iñaca Panaqa. Esta y las otras nueve panaqas eran las estructuras básicas de organización social y privilegio político entre la élite inka. Las panaqas fueron fundadas por los reyes inkas. Al subir al trono real, el nuevo líder establecía una nueva panaqa. Cada panaqa fue un organismo social bien complejo, consistía en toda la descendencia familiar con sus criados y servidores, consejeros y sacerdotes. La panaqa soportaba y cultivaba la memoria y prestigio del inka. El inka se ocupaba de cuidar los derechos políticos de su panaqa. El garantizaba el acceso a las tierras, agua y tributo que mantenía la Panaqa. El inka cumplió estos deberes en vida como también después de su muerte física.
Así como Pachakuti era terrateniente de numerosas propiedades, de la misma manera tuvo varias manifestaciones físicas. Como rey inka–o Sapa Inka, «Inka único,» «Lider sin igual»–Pachakuti tuvo un espíritu vital de múltiples aspectos. Su esencia existía en su cuerpo propio, pero ya residía en reliquias, imágenes y otros objetos materiales. Vivía entre sus sirvientes y descendientes en forma de momia (mallki), de «dobles» u «objetos-gemelos» (Wawki), y de otros objetos que encarnaban su esencia espiritual. El gemelo principal de Pachakuti era una estatua de oro del dios de trueno, llamado Chuki Illa o Inti Illapa. Esta estatua tradicionalmente moraba en un templo del actual San Blas en el Cusco, o en un edificio monumental junto a la actual Plaza de Armas de Cusco. Como no fue muy grande, esta efigie era muy portátil; viajaba a asistir a ceremonias por todas partes del imperio inka. Pachakuti tuvo otras representaciones. Estos eran fabricados de las partes mudadas de su cuerpo: uñas, piel, pelo. Estas estatuas también eran portátiles, y circulaban por el imperio como manifestaciones verdaderas–dobles o suplentes—del Rey. Después de la muerte física del rey, su espíritu sobrevivía en su momia/mallki, esta momia guardaba las tierras y propiedades del Pachakuti, y continuaba cuidando los intereses de su panaqa en los asuntos del estado inka. Después de la llegada de los Españoles, los descendientes de Pachakuti escondieron su mallki de los oficiales reales; la momia de Pachakuti fue descubierta sólo en 1559 por Polo de Ondegardo, corregidor del Cusco.
Como persona viva, objeto-gemelo, o momia, Pachakuti habitaba en Ollantaytambo todo el año, antes y después de su muerte. Sus reliquias se relacionaban con otros objetos sagrados y seres o instrumentos sagrados identificados con la dinastía inka, la panaqa, o el sitio local mismo. La población del sitio aumentaba o bajaba con la llegada o salida de la panaqa, que circulaba entre el Cusco y las propiedades reales establecidas durante el reino de Pachakuti. Como hacienda real, Ollantaytambo fue mantenida por comunidades de servidores que vivían en el sitio todo el año. Estos servidores permanentes– yanakonas–trabajaban como agricultores y chacareros, pero también como artesanos y albañiles. Documentos coloniales afirman que después de conquistar el área de Titicaca, Pachakuti reubicó una comunidad Qolla de esta región a Ollantaytambo. Aqui, los Qollas trabajaban como mamposteros, fabricando edificios monumentales por orden de su vencedor. Pachakuti siempre estaba en su residencia, paseando con sus criados entre las tierras, casas y templos del sitio.
Un sector del sitio tuvo relevancia en particular al culto del fundador Pachakuti, el Incamisana, ubicado al norte del entrada a la zona arqueológica, entre el Río Patakancha y el acantilado del Cerro Bandolista. Aqui, la momia de Pachakuti estaba guardada en un jardín sagrado, un templo al aire libre. En el Incamisana, Pachakuti daba su sanción al uso del sitio, aprobando la explotación de sus recursos ecológicos.
Ubicado contra la pared del acantilado, el sector Incamisana consiste en tierra aluvial. Esta zona está protegida de los vientos del valle principal. Acequias traen agua del río a sus fuentes y andenes bajos. Estos andenes están bordeados de caminitos o pasillos que conectan dieciséis fuentes de agua. En medio del sector se encuentra una roca sagrada: como «piedra-imagen,» su forma imita la silueta de las montañas ubicadas al norte del sitio. En la parte norte del sector se encuentran restos de casas pequeñas de piedra bien labrada: estas eran moradas y recintos sagrados. La pared del acantilado está labrada con canales de agua, gnomones, y nichos. Un gran peñasco al sur del área se extiende del acantilado: consiste en roca porphirítica de color verde botella. Aquí los incas insertaron bordes rectos y nichos rectangulares, puliendo la superficie de la roca hasta darla brillo de espejo.
El sector Incamisana se relaciona a otros complejos semejantes en la región del Cusco. El monumento denominado «La Piedra Cansada» del parque arqueológico de Sacsayhuaman incluye muchos elementos parecidos al Incamisana. Otra comparición se encuentra al sitio de Inkilltambo, un complejo cerca del Cusco colocado junto a la quebrada de Thanpumach’ay, y sujeto de la monografía de Germán Zecenarro Benavente. Y hay otras, en todos, los inkas alteraron peñascos o rocas vivas monumentales con vistas a ríos, acequias y campos agrícolas. En estos peñascos los inkas labraron nichos, pedestales, escaleras u otras formas cuadradas. Con estos conjuntos, los inkas crearon paisajes sagrados que unificaron el mundo geológico con la agricultura y sociedad.
En un lugar sagrado como el Incamisana, las tierras agrícolas eran dedicadas al cultivo de maíz o coca. Estas chacras eran funcionales pero también ceremoniales. Los ancestros guardaban estas tierras, mirando las chacras desde una posición elevada. Presidiendo el campo, el inka daba su permiso para ser cultivado. Esta práctica se refleja en comunidades tradicionales andinas, en donde las chacras están guardadas por huancas, o «guardianes.» Estos seres–muchas veces rocas o piedras grandes–están entendidos como los petrificados ancestros patrimoniales de la comunidad. Una porción de la cosecha del campo es guardada y sirve para la manutención del antepasado, a quien se le da comida y respecto. El antepasado garantiza el uso de la chacra a la comunidad; a cambio, él es alimentado por esfuerzos comunales. A la vez, la comunidad cultiva la tierra y la memoria ancestral. El peñasco grande del Incamisana se puede considerar como una de las tallas más elegantes del mundo Inka. Consiste en múltiples nichos y elementos rectangulares de nichos no terminados. Las formas rectilíneas se repiten por la superficie de la pared rocosa, como una resonancia de formas en piedra. Así la roca tallada no existe como elemento innoble o inerte. La roca cambia, respira, viva. El nicho principal está orientado al estenoreste, frente al sol naciente. De este pedestal elevado, el ser sagrado de Pachakuti miraba al sol joven del día, su patrón sobrenatural. Y en cambio, el nicho dio a la momia una vista del escenario de las chacras, un panorama de diligencia agrícola y ritual. La momia se sentaba dentro de la forma irregular del peñasco, pero ya enmarcado en la forma rectangular del nicho cuadrado. Elevado sobre las chacras, el ancestro/fundador/guardián estaba definido como presencia que vio y estaba visto.
Referencias:
Sobre la historia de Pachacuti Inka Yupanki, véase la obra de Maria Rostworowski de Diez Canseco, Historia del Tawantinsuyu (Lima, 1988).
Sobre los propiedades reales de Pachakuti Inka Yupanki, véase John Howland Rowe, «Machu Picchu a la luz de documentos de siglo XVI,» Histórica 14(1): 139-54.
Sobre el planeamiento y arquitectura de haciendas reales inkas, véase Susan Niles, The Shape of Inca History: Narrative and Architecture in an Andean Empire (Iowa City: University of Iowa Press, 1999).
Sobre el planeamiento y arquitectura de Ollantaytambo, véase Jean-Pierre Protzen, Inca Architecture and Construction at Ollantaytambo (Oxford: Oxford University Press, 1993), y en traducción española.
Sobre la historia de Ollantaytambo colonial, véase Luis Miguel Glave y María Isabel Remy, Estructura agraria y vida rural en una región andina: Ollantaytambo entre los siglos XVIXIX (Cusco: Archivos de Historia Andina 3. Centro de Estudios Rurales Andinos «Bartolomé de las Casas», 1983).
Sobre la arqueología de Ollantaytambo, véase las publicaciones de Arminda Gibaja Oviedo, e.g. «Excavaciones en Ollantaytambo, Cusco,» Gaceta Arqueológica Andina 3(9): 4-5. 4
Sobre los conjuntos monumental de la Quebrada Thanpumach’ay, véase Germán Zecenarro Benavente, Arquitectura arqueológica en la Quebrada de Thanpumach’ay (Cusco: Municipalidad del Cusco, 2001).
Sobre los ancestros en la tradición Andina, véase Frank Salomon, “The Beautiful Grandparents: Andean Ancestor Shrines and Mortuary Ritual as seen through Colonial Records,” in Tombs for the Living: Andean Mortuary Practices, ed. T. Dillehay (Washington, DC: Dumbarton Oaks, 1995), pp. 331-353.
Sobre los objetos gemelos del rey inka, véase Maarten Van der Guchte, “Sculpture and the concept of the double meaning among the Inca Kings,” RES 29/30 (1996): 256-69.