El Maravilloso Viaje de la Expedición Peruana por la Tierra de los Incas – El descubrimiento de Machu Picchu

Fotografías de Hiram Bingham en Machupicchu y Alrededores.

Entre 1906 y 1911 Hiram Bingham, profesor de historia y geografía sudamericanas en Harvard y en Princeton, protagoniza en nuestro país varios viajes de exploración. Culmina su periplo por las densas selvas del Cusco nada menos que con el “descubrimiento” de una enorme ciudad de piedra, hasta donde había sido conducido por lugareños felizmente ya identificados para la historia: Melchor Arteaga, Toribio Recharte, Anacleto Álvarez y un tal Fuentes —estos tres últimos agricultores en la mismísima ciudadela—, todos además antecedidos por Agustín Lizárraga, un casi anónimo explorador que diez años atrás, buscando tierras de cultivo, habría conseguido poner pie en la urbe de piedra.

El mérito de Bingham, sin embargo, resulta de revelarle al mundo este portento de la ingeniería antigua, liberándolo de su follaje y estableciendo la primera pauta científica. Tras encontrar la ciudad sagrada, el explorador parte hacia los Estados Unidos y meses después presenta un informe pormenorizado ante la National Geographic Society, cuyo comité de investigaciones acepta apoyarlo en la organizaciòn de una segunda travesía. Así, enrumba al Perú en 1912, acompañado de un equipo de destacados profesionales, dispuesto, esta vez, a tomar un amplio registro científico y gráfico de cada rincón de la ciudadela. Nacía de este modo la llamada Expedición Peruana. Su resultado, casi 300 fotografías de excelente factura, que son la mejor muestra de la importancia de Machupicchu para la arqueología americana. Publicamos las vistas correspondientes a 1913 y 1916, fechas clave para el conocimiento de la zona.

Once norteamericanos integraron el equipo de la Expedición Peruana, entre ellos ocho especialistas convocados por el profesor Bingham, quien oficiaría de director y fotógrafo de la gira. Si bien sus nombres se han diluido, consumidos por la proeza del director, cabe mencionarlos en este especial: geólogo Herbert E. Gregory, topógrafo Albert H. Bumstead, arqueólogo Ellwood C. Erdis, cirujano Luther T. Nelson, osteólogo George F. Eaton, los topógrafos asistentes Kenneth C. Heald y Robert Stephenson, así como Paul Bestor, Osgood Hardy y Joseph Little, todos ayudantes. Con excepción de Bestor, retornado a Lima por haber contraído disentería, todos culminaron la travesía. Se sumó un grupo anónimo de peruanos llegados desde Lima y el Cusco, como cargadores, guías o personal de seguridad.

Entre los objetivos de la expedición no sólo estuvo el levantamiento de información arqueológica y forense en Machupicchu, sino también la exploración geológica, arqueológica y topográfica del mayor radio de acción posible de la región colindante a la ciudadela, así como la realización de un mapa de la ruta terrestre Camaná-Abancay-Puquiura, un derrotero del Urubamba, un estudio topográfico de la capital disidente, Vitcos, la identificación del reducto militar de Vilcabamba, un reconocimiento del inexplorado valle de Aobamba, así como el de la ruta norteña a Choquequirao.

Bingham había previsto una etnografía de las poblaciones de las tierras altas, con una antropometría de al menos 145 individuos. Pensó, asimismo, establecer 4 estaciones meteorológicas a lo largo del 71º de longitud oeste del meridiano (a 14 y 6 mil pies, en zonas mineras controladas por norteamericanos). Uno de los mayores objetivos de la expedición, sin embargo, fue armar —y esto es clave— una gran colección de material arqueológico, osteológico, etnológico, paleontológico y fotográfico. Toda una travesía científica uno de cuyos resultados fueron 274 imágenes. En este especial hemos utilizado material fechado en 1913, ya publicado en abril de ese año en la revista National Geographic.

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